"Cariño, tu dices con tanta emoción que me amas
Quiero decirte que yo también lo hago
No, no, no.
Cuando me miras tiernamente
¿No sabes que ya se ha terminado?" 1
¿Cuántas veces iba a tener que mentirle?
Pansy le sonreía, pero con sus brillantes ojos oscuros decepcionados de él, Draco. Su expresión no concordaba en absoluto, aunque se las arreglaba para seguir viéndose hermosa, fingiendo que aquel sentimiento inexpresable no era traición. En su mente inventó las excusas que Draco no le dijo. Las razones que la convencerían de que el motivo de aquel engaño era algo que sobrepasaba las barreras de lo verosímil.
Por la ventana entraron las primeras señales del otoño, en forma de ventiscas las cuales golpearon la espalda de Draco, tensándose en el acto. Estiró, automáticamente el brazo para cerrar la ventana se volvió hacia Pansy acomodado ya en la camilla, y le dio un largo sorbo a la milagrosa infusión que le preparó Madame Pomfrey. Dejó la taza de vuelta en el platillo y cuando reparó en la chica, se dio cuenta de la gran perplejidad que se convirtió todo su rostro.
De verdad que intento ignorarlo, Draco. Por nosotros. Por mí.
Frunció el cejo al momento en que Pansy comenzó a llorar en silencio, con los labios temblando y sus puños apretados a cada costado de su falda escolar. Se sentó en la camilla sin previo aviso y agarró el brazo de Draco, arremangando la manga del pijama hasta el codo.
Oh… Mierda eso.
Quiso apartarse, pero era demasiado tarde. Su brazo estaba al descubierto. Delgaducho, con finos y rubios vellos, y largas cicatrices plateadas. Pansy examinó por un instante, deslizando su índice por los surcos que dejaban las marcas. Volvió a entrar en razón cuando Draco sacó su brazo de forma brusca bajando la manga del pijama de nuevo.
—Draco… Eso no parece estrés. —Su voz era tan leve como si se tratara de un susurro tímido—. Que… ¿Qué son esas cicatrices? —Sollozó. Posó su mano en la pierna de Draco, en un afán de saber si era comprendida. ¿Cómo no escucharla, si lloraba de esa forma? —. Dime, por favor que no te las hiciste tu… Respóndeme: No te las hiciste tú, ¡¿Verdad?!
Intentó tranquilizarla, aunque era inútil. ¿Qué debía decir? Que había sido atacado por un animal, pero ¿Cuándo? Se suponía que su único contacto con el exterior, en la semana, había sido la clase de cuidado contra las criaturas mágicas y las prácticas de quidditch. Si mentía, la primera versión se volvía inconsistente, y sabía, perfectamente que Pansy no era estúpida, ella se daría cuenta al instante.
—¡Es suficiente! —Anunció la voz de Madame Pomfrey que acababa de entrar a la enfermería. La mujer tiraba un carrito repleto de suministros y artículos médicos— Parkinson, debes dejar a Draco descansar. —Pomfrey dejó el carrito a un costado de la habitación e intervino, entre las lágrimas de la chica y el semblante inexpresivo de Draco— ¿De qué me perdí?
Pansy se levantó y, sin responder la pregunta de Pomfrey, salió de la enfermería sin despedirse. Estaba muy enojada. Draco conocía ese comportamiento de cuando discutía contra Hermione o algunos de sus amigas, pero era la primera vez que le dedicaba a Él aquel Desaire. El interior de Draco se retorció arrepentido. Lo había arruinado todo.
Trató de ignorar el dolor tanto físico como emocional, recostándose de lado. La inconfundible sensación de llorar se abalanzó sobre Él, y tuvo que reprimir sus emociones lo mejor posible; para poder hablar.
—¿Cómo lo hacía ese chico? —Preguntó a Madame Pomfrey que ordenaba los medicamentos más recientes en las repisas del lugar—, para que no supieran que era un monstruo.
Madame Pomfrey soltó un suspiro, y dejando su tarea para después, fue a la camilla de Draco encontrándolo hecho un ovillo debajo de las sábanas. Atrajo una silla y colocó su mano sobre la cabeza del chico. Incluso el grosor del cabello había cambiado, ahora solo estaba el recuerdo de un cabello rubio saludable. Cada vez la textura era más fina, se le caía con frecuencia, y el color era más y más blanco.
—No eres un monstruo.
—No, tienes razón; Soy un enfermo.
—Científicamente sí. Padeces de licantropía, pero en el fondo estas saludable —Explicó—. La salud se compone de lo social, físico y mental. Esa chica es buena y estoy segura de que debes tener varios amigos que se preocupan por ti. —Draco se volteó y dejó que la enfermera le realizara su rutinario chequeo—. Aparte de los dolores musculares, haces ejercicio y comes bien. En la parte física estamos muy bien.
» Pero aquí Draco. — Con su índice, Pomfrey le tocó la frente—. Creo que tu cabeza no está del todo sana; Eres un chico inteligente, astuto y… deprimido. Algo que es muy complicado de curar.
Cuando terminó el chequeo, Draco se acomodó con la cabeza hundida en la almohada. La mujer continuó catalogando los suministros médicos con paciencia y cuidado de no equivocarse, pero con la experiencia de los años que la dejaban continuar conversando.
—Me preguntaste sobre ese otro joven ¿Verdad? Fue hace años ya, recuerdo que estaba igual de enfermo que tú, en todos los ámbitos que te comenté. La diferencia es que cuando aprendió como cuidar su salud mental, pudo continuar con su vida "normal"
—Entonces deme lo que le dio a ese chico. Soy fuerte, lo podré resistir.
—Draco, la razón principal por la cual es tan difícil de tratar es, porque no existe una pastilla mágica que limpie tu organismo. Es algo que sale de ti mismo.
Por un largo instante, Draco intentó encontrar en los meticulosos gestos de Madame Pomfrey un atisbo de duda. Se rendió al percatarse que en ella solo se hallaba una de las mujeres más seguras de sus palabras que conocía.
—Si tuviera la cura, te la daría, Draco —Declaró —. Pero no la tengo y nunca la tendré. Por ahora solo puedo aconsejarte que duermas lo más que puedas ¿sí?
Cerró los ojos e inspiró el olor del lugar. Aparte del perfume de Pansy, que se quedó impregnado en sus muñecas, y la actual presencia mágica de Madame Pomfrey, Draco solo olía: limpieza. Por obvias razones esa habitación debía ser la más sanitizada, pero le resultaba algo agobiante ese olor a: limpio.
—¿Crees que debería terminar con ella? —Preguntó llevándose su muñeca izquierda a la nariz. Eran por meros instintos, pero tan pronto su mente asoció el olor con Pansy, su garganta se secó.
No sabía desde cuando esa mujer se había vuelto su confidente, aunque no le molestaba en absoluto. De todas formas, el pedirle consejos a alguien siempre le resultaba super vergonzoso y bajo por su parte.
—¿La amas? —Draco no asintió. Se quitó la mano del rostro y murmuró un inseguro: creo —. ¿La quieres, entonces? —Automáticamente y sin darse cuenta asintió—… Creo que deberías terminar con Pansy y volverte su mejor amigo.
¿Eso es tan siquiera posible? Después de haber hecho tantas cosas.
—Pero ella, SI me ama; por eso lloró.
Dejó los últimos frascos del carrito, en sus respectivos lugares y luego comenzó a doblar las toallas. Aquel té debía de tener algún tipo de somnífero o relajante muscular, porque sus parpados comenzaron a pesar.
—Por eso, con mayor razón deberías cortar con ella. Solo la estas alimentando de ilusiones crueles —Sentenció Madame Pomfrey y le dio una sonrisa satisfecha al ver como Draco comenzaba a dormirse—. Eres un buen chico y lo más noble que puedes hacer en este caso es, sincerarte con ella, sobre las cosas que sientes.
No respondió, pero esas palabras se le quedaron grabadas en su mente. Cayó rendido sobre la camilla y por primera vez desde ya un par de días, volvió a soñar. Madame Pomfrey se acercó en silencio, y lo arropó, dejándolo en una postura más confortable.
Guardó las toallas y salió de la enfermería cerrando la puerta con un hechizo no verbal que solo ella, y algunos selectos profesores, sabían cómo romper.
Subió al despacho de Dumbledore y frente a la puerta, adoptó una postura rígida. Tocó la puerta y al segundo se abrió, dejándola entrar. Dumbledore revisaba unas hojas de papel, mientras redactaba una misteriosa carta, pero una vez Pomfrey se sentó en la silla enfrente suyo, la atención del director fue exclusivamente para ella.
—No iré con rodeos, Albus. Creo que vamos a tener un problema muy grande y la solución para arreglarlo es igual de retorcida que el problema —Soltó Pomfrey—. Pero es la mejor para todos.
Dumbledore se quitó las gafas y dejó la pluma dentro del tintero.
—¿Por qué siempre que hablamos es por malas noticias?
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"Querido Harry:
Voy a regresar pronto. Espero que estes bien y que te esté yendo muy bien en tus clases. Regreso pronto, a inicios del próximo mes. Podremos volver a conversar.
Tu gran Amigo"
Con una amplia sonrisa, Harry les enseñó a sus amigos esperando su reacción. Los dos examinaron la terrible caligrafía de Hagrid, tratando de descifrar algún significado detrás de los manchones de tinta.
—Sabe que pueden estar requisando algunas cartas —Concluyó Hermione cuando terminó de leer—. "Tu gran amigo", al menos sabemos que está sano.
Ron asintió dando la razón a Hermione. Harry se echó encima del sofá de la sala común, dejando esparcidos por la alfombra sus deberes de DCAO, que llevaba aplazando desde hace una hora. Repentinamente se sentía ansioso, esa carta solo era un aviso sin más información, quería saber todos los detalles detrás de aquella misteriosa misión encomendada por Dumbledore.
Llevaba más de una semana sin poder surcar los cielos, con los recurrentes castigos de Umbridge o de vez en cuando alguno de su brigada (pero nunca Draco, porque no se lo encontraba en ningún lado), le lograba reprender por cualquier tontería. El quidditch era una de sus formas para liberar el estrés que llevaba encima de sus espaldas, y ser privado de ello le creaba una inexpresable ansiedad.
Tampoco le quedaban cigarrillos, lo que con creces, empeoraba la situación.
Quemó la carta en el fuego y metió sus manos en los bolsillos de su pantalón. Hermione volvió a concentrar su atención en el libro que leía, y Ron pretendía estudiar cuando, en realidad, estaba concentrado en dedicarle sutiles miradas a su amiga. Ninguno de los dos le prestaba atención.
—Ya regreso —Avisó Harry.
Salió de la sala común, con la exclusiva misión de comprar cigarros al chico de Ravenclaw. No recordaba ni su nombre, pero de alguna forma se las ingeniaría. Cruzó los pasillos en busca de un alumno de la casa que le podría servir de ayuda. Se enfocó al instante en Cho Chang, quien cruzaba el pasillo, pero evitó hablarle solo porque no sabía cómo preguntarle: que quería comprar algo que estaba prohibido, sin que sonara ilícito o peligroso.
Merodeó por los pasillos, hasta que decidió quedarse apoyado contra uno de los pilares. Mirando a cada estudiante que cruzaba por ahí con los colores azules en su uniforme, pero ninguno concordaba con la imagen mental que había creado del chico.
—¿A quién esperas de forma tan sospechosa? —Harry dio un respingo sorprendido y fijó sus ojos en la aguda voz que se dirigía a Él; Luna Lovegood—. Hola, Harry.
—Me asustaste, Luna —Mencionó Harry con una tímida sonrisa que se asomaba por sus labios—. Justo estaba buscando a alguien de Ravenclaw.
—¡Yo soy de Ravenclaw!
—Lo siento, no eres tú. —La chica hizo un mohín con los labios, pero pronto se recompuso como si nada hubiese pasado—. Esa persona vende algo que necesito… ¿No sé si me entiendes?
Luna asintió y rebuscó en la bolsa que traía colgada del hombro, extendiéndole un ejemplar de "EL QUISQUILLOSO"
—Estoy cobrando dos sickles por ejemplar, pero a ti te lo dejo gratis —Ofreció Luna. Harry perplejo no atinó a nada más que recibir el periódico decepcionado—. Ya llevo la mitad vendidos.
Luna comenzó a vender periódicos dejando a Harry parado contra la pared. No tenía sentido lo que estaba haciendo. Era casi imposible encontrar a un estudiante, en específico, entre el ir y venir de alumnos de todas las casas, y años.
—¿Harry? —Abrió los ojos ante el suave llamado— Cuanto tiempo ¿No?
Cho Chang lucia resplandeciente. Con sus mejillas sonrojadas le daba los sickles a Luna, y recibió su ejemplar del periódico, pero Harry estaba seguro de que eso era una excusa para acercarse a él. O al menos eso quería creer.
—Ho-Hola Cho —Harry se enderezó y sonrió tímido— ¿Así que tú también lees… esto? —Murmuró patéticamente—. Dicen cosas muy… Peculiares
Cho jugueteó con un mechón de su cabello y le hizo un gesto para que lo siguiera. Harry se despidió de luna y salió disparado mientras seguía el rastro del perfume de Cho.
—No sabía que, eras amigo de Lunática Lovegood —Mencionó—. Ella es algo rara ¿No crees? El otro día comenzó a advertirnos que no sé qué cosa iba a atacar Hogwarts pronto.
—… Luna me agrada —Dijo Harry—. Es amable y puede ser algo excéntrica, pero eso la hace interesante.
—Si… ¡Como Sea! Te noté algo perdido.
Se mordió el labio pensando en si preguntarle o no, y como lo dejaría aquello. Harry miró sus ojos oscuros en busca de una respuesta, pero la chica solo contestó apartando la mirada avergonzada.
—Estoy buscando a un chico de tu casa que vende algo…
—¡Ah! Eddie Carmichel ¿Verdad? Mucha gente lo está buscando estos días.
Abrió la boca sorprendido y la chica soltó una carcajada divertida—. Oí los rumores, Umbridge es de lo peor. De seguro que debes estar cansado, es normal que quieras comprar cigarros para desestresarte.
—Tienes razón, pensé que era algo ilegal o…
—¡Lo es! Pero nadie en su sano juicio acusaría a Eddie, es el único en todo el colegio que vende. —La chica lo guio entre los pasillos con paso seguro y subieron la escalera de caracol más angosta del mundo—. Está montando un monopolio increíble. Creo que subió el precio, pero no estoy segura. Solo le compré una vez; no me gustó el sabor —Aclaró. Era la primera vez que iba a la torre de Ravenclaw. Se sentía fuera de lugar—. Bueno ya llegamos, espérame aquí ¿Vale?
La chica se dirigió al águila posicionada encima de sus cabezas. El ave la examinó por un instante antes de formular un acertijo.
"¿Cómo podría sobrevivir una muggle que cae de un edificio de 50 pisos?"
Harry se quedó pensando en la solución, al igual que Cho. La chica asintió al minuto y respondió sin titubear.
—Puede sobrevivir si cae del piso uno.
El ave dejó pasar a la chica a la sala común, Cho le dio una mirada de reojo antes de avanzar. Detrás de su dulce y bonito aspecto, Harry vio en ella una inteligencia inexplicable. Se alegró de no haber contestado antes que ella: "Con un paracaídas"
Esperó apoyado contra un pilar de mármol, tratando de no parecer nervioso, a pesar de las recurrentes miradas curiosas que distintos estudiantes de Ravenclaw le dedicaban, al verlo a las afueras de su sala común. Se enderezó cuando la puerta volvió a abrirse para que Cho Chang saliera a su reencuentro, acompañada de Eddie.
El chico sonreía autosuficiente, vestido con la mitad del uniforme y un pantalón de chándal, por un momento Harry creyó que no pertenecía a esa casa, a pesar de haber cruzado frente a sus ojos. En su mano derecha aferraba una bolsa pequeña deportiva, hizo un gesto y dirigió a ambos a un sitio alejado.
—Sabía que regresarías, Potter —Dijo a modo de saludo—. Eddie Carmichel a tus servicios.
Era sorprendente la indiferencia que mostraba Cho Chang ante el tráfico que se ilustraba frente a sus ojos. A Harry, en cambio, le temblaban las manos y trataba de lucir tranquilo. Una situación como aquella en el mundo muggle sería castigada con la expulsión del colegio, pero en Hogwarts no tenía ni idea.
—Quiero la oferta de la última vez. —Eddie levantó la ceja fingiendo incomprensión—… ¿Tres paquetes por un galeón?
—Subió el precio desde esa ocasión. Ya sabes, mientras más demanda los precios suben —Se explicó—; Dos paquetes por galeón y cuatro sickles, pero como eres tú, te dejo cuatro paquetes por dos galeones y cuatro sickles2.
Se lo pensó por un momento, preocupado por la cantidad de dinero que trajo consigo. Iba a comprar porque, había venido a ello y le avergonzaba irse con las manos vacías. Sacó de su bolsillo el dinero y lo contó antes de dárselo al chico quien ya tenía toda la mercancía en sus manos.
—Siempre es un placer hacer negocios contigo.
Cuando el chico estaba guardando el dinero dentro del bolso, Harry lo detuvo.
—¿Sabes cómo recargar un encendedor? —Harry le enseñó el encendedor que compró la última vez, y el chico lo examinó por un segundo—. Se me acabó el otro día y…
—¿No sabes cómo encenderlos sin encendedor? —Cho soltó una risita en el fondo, Harry trató de no avergonzarse y guardar de nuevo el encendedor, pero Eddie no se lo permitió—. Estas cosas se agotan demasiado rápido, son una estafa…
—¿Entonces la otra vez me estafaste?
El chico soltó una risotada y se puso de pie metiendo el encendedor vacío dentro del bolso. Agarró a Harry por los hombros como si fueran amigos de toda la vida y continuó riendo.
—En teoría te estafaste a ti mismo, amigo. Tu escogiste el tercer producto.
Cho Chang, quien no sabía el contexto de la conversación, reía solo por la inocencia de Harry. Eddie le dedicó una mirada de reojo a la chica y luego se volvió a Harry, susurrándole en el oído.
—Ven un día por la tarde y te enseño como encenderlo sin esas… cosas. Siempre estoy aquí.
Accedió solo para quitarse a Eddie de encima y dejarlo a las afueras de su sala común, donde entró despidiéndose de ambos. Cho Chang y Harry quedaron a solas platicando de la situación, con la chica burlándose de Él.
—¿Cigarrillos? Son populares solo porque el efecto es más inmediato, pero son cosas muggles —Dijo la chica, mirando los paquetillos—. Nunca me convenció eso de fumar, pero un montón de gente lo hace.
—¿Es ilegal fumar?
—Pues claro, el metabolismo mágico puede ser más resistente, pero seguimos siendo mortales. Todo en exceso es malo —Sentenció—. Aunque los profesores de preocupan más por los chicos que fuman sustancias ilícitas de verdad.
No quiso indagar más sobre aquello, porque sentía que fumar de por si era bajo para alguien que se suponía debía ser sano, y por miedo a su ilimitada curiosidad.
—¡Eres divertido Harry! ¿Usar un encendedor?
Se encogió de hombros y se quedó admirando su sonrisa cubierta de labial rojo.
De un momento a otro las risas se apaciguaron y quedaron ambos sumergidos en un tenso silencio. Harry desvió la mirada solo porque no se sentía cómodo apreciando a Cho por más tiempo.
—Entonces… me voy.
Cho Frunció el cejo esperando algo más que eso, pero no dijo nada al respecto. Se acercó a la mejilla de Harry, y se despidió con un tímido beso, suspirando un tenue "adiós", que dejó a Harry confundido, pero con el perfume de Cho impregnado en su cuerpo. Esperó a que la chica volviera a entrar a su sala común antes de volver a su propia casa, con una inmensa sonrisa en el rostro.
Apenas entró sus amigos lo abarcaron sin más, tratando de explicarle algo importante, pero que Harry no escuchaba por tener la cabeza llena de "Cho Chang".
—Harry ¿nos estas prestando atención? —Cuestionó Ron al verlo desorientado— ¡Venga! Tierra llamando al Elegido…
Pestañeó un par de veces y bufó al ser despertado de sus fantasías. Hermione lo empujó divertida por su reacción, y por Accidente, dejó caer a sus pies uno de los cuatro paquetes de cigarros, el cual ella recogió primero. La mueca entretenida de la chica se deformó al instante en que se percató de lo que tenía entre manos.
—¡Harry! Tu…
Le arrebató de sus manos el paquete y subió corriendo a su habitación para guardar los artículos dentro de su baúl, antes de volver a salir para enfrentar a su amiga, suspiró esperando su amargo destino.
—¡No puedes fumar! Eso es MUY malo para tú salud —Exclamó Hermione incordiando a Harry—. ¡¿Acaso nunca te enseñaron eso!?
—Tranquilízate, Hermione —Susurró Harry intentando que bajara los humos y esa discusión se quedara entre los tres— Baja el volumen y te lo explico.
—¡Eso no tiene ninguna explicación racional, Harry! —. Extendió su mano derecha y Harry la miró expectante—. Dámelos, te estoy haciendo un favor.
—No, serás tonta… —Harry le abrió la puerta a su habitación—. No son tan baratos.
Ron salió disparado adentro solo para asegurarse que no estaba tan desordenada la habitación, agradecido de los elfos domésticos. Hermione entró con los brazos en jarras sentándose sobre la cama de Harry.
Por una razón desconocida, solo los cuartos de las chicas tenían el hechizo protector que, imposibilitaba que los chicos entraran a los cuartos de las chicas. A Harry aquello le parecía algo injusto, pero al mismo tiempo conveniente, por situaciones como aquellas.
—Vale, comencé a fumar a comienzos del año.
—Desarrolla su respuesta con un mínimo de diez líneas.
—Hermione… —Suspiró Harry, y miró a Ron que lo apoyaba en espíritu; estaba perdido—He estado muy estresado y sin las prácticas de quidditch, solo puedo relajarme cuando fumo ¿vale? Además, el metabolismo mágico es distinto al muggle, así que no hay peligro.
Estaba frustrada de que Harry hiciera caso omiso a sus advertencias. Era hija de un par de dentistas. Los cuales, en reiteradas ocasiones, le decían que lo que menos debía hacer, era fumar. Porque las marcas de cigarrillo, una vez se adherían a tu organismo, eran muy complicadas de borrar.
—Harry, por favor dame los cigarros y olvidaré el asunto —Concluyó— No me hagas obligarte a que me los des. Porque de esta habitación no me voy hasta que los tenga.
Ron intervino en la discusión, sin poder aguantar más—. Yo creo que deberías respetar la decisión de Harry, además tampoco es que se fume una cajetilla diaria ¿verdad?
—¡Ese no es el punto de la cuestión, Ron! —La chica se levantó y encaró ambos—. ¡No voy a quedarme de brazos cruzados cuando sé que mi amigo se está muriendo a mi lado! Lo siento, pero en este asunto no pienso dar brazo a torcer.
—¡Pero Harry eligió-!
—Déjalo Ron —Harry abrió el baúl y sacó dos cajetillas escondiendo el otro par entre sus cuadernos—. No quiero enojarme contigo por algo tan tonto, Toma esas son todas —Mintió Harry, entregándole las cajetillas.
—Gracias, Harry.
La chica, tiró las cajetillas por la ventana y lanzó un "Incendio" que fulminó, de una llamarada ambos paquetes. Harry sintió una punzada: Ahí se acababan de exterminar su galeón y cuatro sickles.
Ron no parecía demasiado contento por la decisión de Harry, porque sentía que se había rendido demasiado pronto. Molesto, se sentó en su cama y realizó un mohín con los labios.
—Ahora… ¿Qué me querían decir?
Un foco se iluminó en la mente de Hermione y guardo su varita dentro de la túnica. Ron también volvió a ser partícipe de la conversación.
—Harry ¿Te gustaría ser profesor de defensas contras las artes oscuras por el resto del semestre? —Sugirió Hermione dejando a Harry anonadado—. De todas formas, ahora eres nuestra última oportunidad.
Sin comprender demasiado bien el cambio de tema de conversación, Harry frunció el cejo y respiró hondo, intentando ordenar todas las preguntas que se acoplaban en su mente.
—¿Con que se refieren con "Profesor"? —Atinó a preguntar Harry—. ¿Quieres que haga clases privadas en la sala común?
Hermione negó con la cabeza y continuó —Estábamos pensando Ron y Yo en que necesitamos estar preparados para pelear contra el innombrable. —Harry murmuró una afirmación, siguiendo el hilo de la conversación—. Hay muchos estudiantes que quieren aprender defensas contra las artes oscuras, de verdad. Algo que Umbridge no está haciendo.
» Harry ¡Eres el mejor en DCAO! Creo que podremos reunirnos un grupo de estudiantes a practicar unos cuantos hechizos para batirnos en caso de necesitarlo.
Un breve silencio llenó la habitación, pero Hermione no presionó mas y dejó a Harry que lo pensara. Le gustaba la idea, pero el riesgo era alto, ahora con Umbridge siendo casi igual de influyente que Dumbledore, si llegaba a enterarse sobre las "clases" de Harry podía significar su expulsión o algo incluso peor.
—Todos piensan que estoy loco —Dijo—. Nadie va a querer asistir.
—No, si no tienes confianza en ti mismo —Intervino Ron, agarrándolo del hombro. Desde ya un tiempo que era el mas alto de los tres, por una amplia diferencia—. Pero yo si confió en que un montón de chicos van a querer participar, mas por odio a Umbridge.
—¿Y si nos descubren?
—Asumiremos las consecuencias, ¿Verdad Hermione?
La chica dio un respingo y se lo pensó antes de responder.
—Si eso me asegura que voy a aprender algo que me sirva este año.
Harry al oír esto, asintió y buscó unas dos hojas de papiro para escribir. Harry bajó a la sala común, siendo seguido por sus amigos quienes no entendían el erradico comportamiento de Harry. Se sentó y en cinco minutos redactó una carta, y una nota.
Enrolló la carta y salió siendo acompañado por Ron y Hermione, quienes todavía no tenían idea de lo que estaba pasando.
—Harry, ¿Se puede saber a donde vamos?
—A enviar una carta. Venga ¡Apresúrense!
Los chicos aceleraron el paso al mismo tiempo en que Harry lo hizo, subieron los escalones a trote y llegaron a la buhonera, con Ron y Harry haciendo una improvisada carrera para ver quien llegaba primero y el corazón de Hermione, a punto de salirse de su pecho.
Hedwig apenas vio a Harry se acercó a Él.
—Hola, Hedwig —El ave rozó su cabeza contra los dedos de Harry, cuando el chico ataba la cartita a su pata—. Es para el profesor Lupin ¿Vale? Ve rápido y trata de evitar que te la requisen.
El ave soltó un alarido, antes de emprender vuelo.
—¿A Lupin?
—Le pedí unos cuantos consejos, al final de cuentas, el si fue el mejor profesor que tuvimos.
Los chicos asintieron y salieron de la buhonera, ahora mas calmados. Le entregó la segunda nota a Hermione y ella la leyó antes de pasársela a Ron.
"Cabeza de puerco, el próximo sábado a las 13 en punto. Vengan solos o traigan a un amigo que sepa tener la boca cerrada. DCAO. Slytherin no está invitado. .RW"
—Quiero que seleccionemos a algunos para que tengan la lista y que ellos mismos elijan a quien traer —Explicó Harry—. Tiene que ser personas que sepamos que no van a revelar el secreto.
—Me gustó la parte de "Slytherin no está invitado" —Expresó Ron, devolviéndole la nota a Harry—. Que se jodan. Todos son unos perros falderos de Umbridge.
En la sala Común reinaba la calma. Hermione daba nombres, los cuales Harry cuestionaba al mismo tiempo que descartaba algunos. Se sentaron frente al fuego y Ron comenzó a anotar a los elegidos.
Cuando terminó la selección. Hermione encantó la nota, para que llegaran a los escogidos y una vez leída esta se destruyera automáticamente.
Aunque Umbridge lo intentara, Harry no iba dejar que se saliera con la suya.
