El recuerdo del pasado hace que las almohadas sean incomodas,
y las noches muy largas"
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Su mano rozaba contra el cristal, afiladas uñas rayaban la superficie provocando un chirriante ruido. Trató de ver su alrededor en busca de la cosa que emitía tal sonido; era el mismo. Tembló angustiado, en aquel cuerpo gélido que se aferraba a Él.
—Harry... Harry.
Cayó de rodillas al suelo, tratando de arrancarse la piel blanca, enferma, asquerosa. No le dolía, a pesar de los rasguños que se ocasionaba.
—Lo sé... Lo sabemos.
—Sa-Sal de mí.
Golpeó el espejo hasta que se derrumbó a pocos pasos suyos. Agarró un fragmento, y antes de despertar, escuchó salir de sus labios.
—Potter, ¿lo sientes?
Se sentó, con excesiva brutalidad, sobre las arrugadas sábanas. Su espalda se hallaba húmeda por el sudor, y tenía escalofríos que recorrían todo su cuerpo. Buscó a tientas sus gafas, con la pesadilla aun grabada en su memoria. Se colocó los lentes, y pudiendo diferenciar algo más que manchas, vio la ventana. Seguía oscuro, pero, de poco en poco, la luna llena se iba ocultando detrás de las montañas.
Entró al baño, en silencio, y se quedó viendo su reflejo por unos eternos minutos. Se tocaba el rostro para comprobar que seguía siendo Harry. Solo Harry. Aunque mientras más se observaba, su percepción de sí mismo se fue distorsionando. Era producto de su cerebro, que le quería jugar una mala pasada, pero dejó de mirarse cuando comenzó a oír susurros en su cabeza.
Continuaba sin comprender, porque sentía con tanta frecuencia a Voldemort, y el efecto que producía su presencia en él: dejándolo con la garganta seca, las piernas temblorosas y un extenso sentimiento de angustia inquebrantable. Debía ser fuerte. Aunque con tantas cosas sucediendo a su alrededor, mantenerse impasible por ello era toda una hazaña.
No todos podían vivir con la presión de saber que te querían asesinar, y Harry, tampoco estaba tan seguro de si sobrellevaba eso tan bien, como quería creerlo.
Volvió a remojarse el rostro, las manos y el cuello. Se recostó en la cama, con su piel helada por el contacto con el agua. No se quedó dormido, en su lugar, pretendió haberlo hecho, cuando Ron se levantó, a la hora habitual y empezó a arreglarse para las clases diarias. Las cortinas de su lado del cuarto estaban descorridas y Harry no quitaba la vista de la ventana, en busca del amanecer que recién daba los primeros signos de presencia.
—¿Todo en orden, Harry? —preguntó Ron, al ver como Harry no hacia ni el mínimo intento de ir a clases—. Se que lo de ayer fue como: ¡WOW!, pero estaremos bien... O eso espero.
—Yo también lo espero.
Sonrió, se levantó de un salto, colocándose el uniforme apurado. Ron continuaba peleándose con los diminutos botones de la camisa.
—No voy a ir adivinación... ¿Viste mi corbata? —avisó Harry. Su amigo le señaló con la mano, contestando su consulta—. Gracias... ¿Sabes si tus hermanos aún venden sus dulces?
Ron rebuscó en los bolsillos de su túnica, hasta que encontró un paquete de gominolas de un color rojo sospechoso, el cual le entregó a su amigo.
—¿Qué planeas hacer ahora?
Guardó la varita dentro de su túnica, y antes de salir, saludó a Neville, quien recién daba los primeros signos de consciencia matutina. Seamus y Dean se cambiaban en el baño, solo para no tener que entablar una incómoda conversación.
—Necesito comprobar un par de cosas. — Aclaró, guiñando un ojo. Harry salió de la habitación a paso rápido, tragando las gominolas, sintiendo, al instante, como su piel se infectaba de granos rojos.
Con decisión se dirigió a la enfermería. Dio un suspiro largo antes de cruzar la puerta, sin molestarse en avisar su inminente llegada. Dentro reinaba la quietud, como si el tiempo se hubiera detenido.
La enfermera Pomfrey, dejó el par de tijeras que usaba, encima de una bandeja que flotaba a su derecha. Draco le sonrió con sorna, impecable con el uniforme puesto, pero con ojeras marcadas debajo de sus ojos. La camilla del fondo permanecía con la cortina cerrada, pero Harry, sabía a la perfección que ahí escondían a una persona en específico.
—Bonito estilo, Potter —Se burló Draco, avanzando hacia Él—. Hoy vas a causar sensación.
Sin dejarse perturbar por la provocación, Harry se mantuvo firme en su postura indiferente.
—Lo sé todo.
Draco no respondió, en su lugar, apresuró el paso hasta perderse por las escaleras. Harry gimió de dolor verdadero, cuando las ronchas comenzaron a hacerse más grandes y rojas.
Fue acomodado en la primera camilla, esperando a que Pomfrey hallara la pócima que ayudaría a curar el mal aspecto que tenía. La bruja refunfuñaba. Todo indicaba que, aquella noche, solo los privilegiados habían logrado conciliar un sueño completo.
—Profesor, sé que está ahí.
Pomfrey, con solo agitar su mano, logró que la puerta se cerrara, y continuó buscando la medicina. La última cortina se descorrió dejando ver a Remus, quien recostado leía tranquilo el ejemplar de "EL PROFETA"
—Buenos días, Harry —saludó Lupin, quitando sus ojos de las páginas—. Eres igual de astuto que tu padre; siempre era el primero en descubrir todos mis secretos.
—¿Tenia demasiados?
—Demasiados para que una persona pudiera guardar. —Sonrió, dejando al fin el periódico a un lado—. Por algo, éramos cuatro. Teníamos que aliviar la carga entre todos.
Como se lo esperaba, el efecto de las ronchas era tan superficial, que con una gota de la medicina de Pomfrey, fue suficiente para que se esfumaran casi al instante. Harry quería abrazarlo, pero se resignó con el trozo de chocolate que recibió de Remus.
De repente Harry se había vuelto visitante, acercó una silla y se quedó observando como Lupin volvía a retomar su lectura, sin preocuparse demasiado.
—¿No va a explicarme por qué está aquí? —cuestionó Anonadado —. O ¿Qué Malfoy es un hombre lobo y usted, sorpresivamente, es su mentor, o algo así?
—¿Debería hacerlo? ¿Madame Pomfrey, puedo hacerlo?
La mujer se volteó y puso los ojos en blanco. Rebuscó dentro de su bolso hasta encontrar un par de ovillos de lana y un tejido que estaba haciendo. Luego se sentó en el único sofá del lugar.
—Remus, deja de portarte como un niño, por favor —contestó la mujer, sentándose en el sofá—. Harry, ya te lo dije ayer, no lo divulgues.
Con el sonido del primer timbre, que anunciaba el comienzo de la jornada, Harry se preparó ansioso para escuchar el relato.
—Seré conciso, lo que viste ayer fue real. Draco es un hombre lobo, igual que mi persona —relató Lupin—. Harry, en tercero estudiaste a los licántropos; la transformación es una experiencia demasiado dolorosa, y hay personas que no la soportan. —Harry recordó la vez que vio a Lupin transformarse frente a sus ojos. Su piel desgarrándose, el pelaje oscuro que cubrió todo su cuerpo y adoptando una figura lobuna casi idéntica a la del animal—. Draco, necesitaba ayuda para afrontarlo, solo es eso.
—Ayer Draco... fue quien atacó a Umbridge ¿No?
—A eso me refiero. Yo llevaba tomando la poción matalobos y por suerte, todo el asunto no acabó en desgracia—continuó—. Espero que esto sirva para que el lobo de Draco se calme, ya que va a ser la primera y última vez que vendré a ayudarlo con sus transformaciones.
Cerró la boca un par de segundos. Estaba claro que Lupin no tenia, ni la más mínima oportunidad, de quedarse en Hogwarts durante el resto del año. De por sí, hallarse hablando con él en la enfermería era casi un milagro.
—Dumbledore fue quien te trajo ¿no es así? —murmuró Harry, con una extraña sensación apretándole el pecho—. Por Draco. Por ese imbécil.
Celos. Harry sabía que en ese momento se encontraba no solo demasiado celoso, sino que incluso decepcionado. ¿Por qué Dumbledore se molestaba en ayudar a un hijo de mortifagos, mientras que a él lo dejaba en el olvido? En todo el año no le había dirigido la palabra, y Harry no comprendía porque ese desaire tan molesto.
—Harry, sé que es extraño, pero no le des tantas vueltas al asunto ¿Vale? —Lupin se levantó de la camilla y le revolvió el cabello a Harry. Se trataba de un hombre tan alto, que su mano agarraba la cabeza de Harry como si se tratara de una pelota—. Tan solo te pediré que guardes el secreto. Se que te mueres de ganas de contárselo a Hermione y Ron, pero... este asunto solo lo saben unas cuantas personas.
Harry sostuvo la mano de Lupin cuando la iba a quitar de encima suyo. No quería que se fuera, porque cuando estaba cerca de él, la calidez del hogar le llegaba como una ráfaga. No sabía si tenía algo que ver con el encantamiento de su madre, pero era casi como si sus fuerzas se fortalecieran.
—Sirius, él...
—Si, Harry, él fue el primero en saberlo —puntualizó Lupin, quitando al fin la mano de la cabeza de Harry, solo para poder rozarla contra su nariz antes de meterla dentro de los bolsillos de su pantalón—. Trata de pensar en lo menos posible acerca del asunto, por su situación familiar, pero es complicado, Harry. Ahora todo es complicado.
No era un hombre de muchas palabras. En realidad, se asombraba de lo calmado que parecía conversando todo eso, y Harry aprovecharía esa única oportunidad al máximo.
Lupin comenzó a rondar por la enfermería, como si estuviera dando un paseo. Con su mano libre tocando cada superficie que tenía a la mano. E incluso revisaba, cuidadosamente algunos extraños artilugios de Madame Pomfrey.
—Anoche fue super extraño —soltó Harry, después de un rato de solo mirar cómo se movía Lupin por el lugar—. Nunca había hablado con un hombre lobo.
Ambos adultos se paralizaron. Madame Pomfrey dejó el tejido suspendido en el aire y Lupin se acercó a Harry sentándose a su lado, con una mirada interrogativa en el rostro.
—Eran palabras sueltas como: "Manada" o "Mio"
—Harry, los hombres lobos solo se pueden comunicar entre ellos —sentenció, en ese tono tan característico de cualquier profesor. Como si quisiera averiguar lo que le estas ocultando—. Los humanos, no lo pueden escuchar, o eso se supone.
Abrió la boca, y miró estupefacto a Lupin, mas no dijo nada.
—Ayer, cuando fui a contener a Draco, hablé con Él. El lenguaje cuando estas transformado cambia: Aullidos, gruñidos, e incluso olores o gestos. —explicó—. Que tu puedas escuchar esa clase de conversaciones es anormal.
Quiso contestar, pero un agudo dolor de cabeza lo atacó. Se retorció adolorido, tratando de borrar lo que fuera que le causaba malestar.
Lo sabemos, Potter. Soy Extraordinario.
Aquellas palabras se repetían sin cesar. Se recuperó a los pocos segundos, Lupin lo sostuvo por los hombros, y lo ayudó a recostarse sobre la camilla. Tenía una expresión muy preocupada en el rostro. Harry trató de ignorarla, al mismo tiempo en que, borraba los recuerdos que continuaban retumbando en sus recuerdos.
—¿Qué fue eso?
—Na-nada. Anoche no dormí bien —aclaró Harry, temblando—. Creo que fue por el shock que, comencé a imaginarme cosas extrañas.
Lupin asintió, poco convencido, y dejó que Madame Pomfrey asistiera a Harry con meticulosa precaución. Volvió a rondar por la enfermería, como si estuviera encerrado en una jaula, y miró la hora tres veces antes de decir:
—Creo que es hora de irme.
—¿Tan pronto? —inquirió Harry.
Se volteó y asintió. Cuando el reloj marcó las ocho y media, exactamente, Snape entró a la enfermería con geste solemne y algo molesto.
—Buenos días, Madame Pomfrey. —La mujer, le saludó con una sonrisa— ¿Qué haces aquí, Potter? ¿No deberías estar ahora mismo en clases?
Se enderezó sobre los cojines y Harry no le quitó los ojos de encima, desconfiado de sus acciones y quietud.
—Yo...
—Profesor Snape —interrumpió Lupin—, creo que se nos hace tarde ¿No crees?
Snape no dijo nada más y miró con arrogancia a Lupin—. Te espero afuera, para escoltarte a Hogsmeade.
El hombre salió y Lupin se acercó a Harry una última vez. Una ráfaga de nostalgia atacó a Harry, sabiendo que no iba a verlo hasta navidad.
—Recuerda nuestra promesa Harry. Ni una palabra ¿Vale?
Todo en Lupin le demostraba que, era una persona que se tomaba en serio los compromisos, por más pequeños que fueran. Harry solo conocía, por fragmentos, la historia de Remus cuando tenía su misma edad, y no negaba tener el bicho de la curiosidad por el pasado de Él.
—... Te lo prometo.
Estrechó su mano con la de Lupin, y lo abrazó dando fuertes palmadas en la espalda de Harry. El chico escuchó unas palabras, que le sonaron tan acogedoras como ese momento.
—Eres de mi manada, Harry. Siempre leo lo que me escribes, pero no puedo responder; Trata de hacer tus clases un poco más dinámicas y estudia lo que quieres enseñar. La música, No te olvides de ella, la muggle es más juvenil, usa esa.
Salió y Harry lo vio desvanecerse por las escaleras. Madame Pomfrey regresó a su tejido, tan pronto como se percató que el dolor de cabeza de Harry había sido pasajero.
—¿Me puedo ir?
—Viniste por Lupin ¿No? —La bruja alzó una ceja y luego adivinó el pensamiento del chico—. El permiso de ausencia ¿No? Deja te lo hago.
La enfermera, le hizo llegar a Harry un papelito con el motivo de su ausencia: "Malestar matutino". Por lo que abandonó la enfermería, pero en lugar de ir a clases, como se suponía debía hacerlo, regresó a la Torre de Gryffindor, para intentar recuperar las horas de sueño perdidas.
• •
A pesar de los sucesos recientes, Harry tuvo que mentalizarse que Draco, ni en sus mejores sueños, iba a entablar una conversación racional con él. El chico lo ignoraba cada minuto del día, y en más de una ocasión, Harry, haciendo uso del mapa del merodeador, intentó chocar con él por "accidente" en algún pasillo, pero nunca funcionaba, porque Draco siempre advertía su presencia.
Se limitaba a vigilarlo de lejos. Cumpliendo la promesa de no decir ni una sola palabra al respecto.
Hermione, tampoco pudo quitarse de la cabeza el tema: "lobos". Le comentaba lo extraño del suceso y que estaba investigando sobre los licántropos, incluso el doble que en tercero; año donde descubrió que Lupin era un hombre lobo. Aunque, no existían demasiado artículos o textos que trataran este tema.
—Es complicado estudiarlos, porque no quieren ser estudiados —explicó Hermione, sentándose en el mullido sofá de la sala común—. Siguen siendo personas, y si llegaran a admitir que están enfermos, lo más probable es que, el ministerio, los obligue a pasar sus transformaciones encerrados en las instalaciones que tienen destinadas para ellos.
Le extendió un viejo recorte de "El Profeta", donde se ilustraba la terrible realidad que vivía un Hombre lobo encerrado ahí. No sabía si debía tomarse el artículo en serio, porque con solo leer un fragmento se hizo una idea de la clase de administrativos que tenía el ministerio: «En busca de un aumento en el registro de los licántropos, se aprueba el proyecto para mejorar las instalaciones destinadas a las transformaciones»
Es decir que antes eran incluso peores.
Le devolvió el recorte y se sentó en el sofá, a un lado de Ron, preparado para sumergirse con su amigo, en sus deberes de última hora de "Historia de la Magia". Hermione, como siempre tenía todo al día, solo les comentaba cosas por encima mientras tejía gorros diminutos y largas bufandas muy coloridas.
—No entiendo como sigues con eso del pedo —comentó Ron. Su amiga frunció los labios, pero no se dejó ofuscar por la burla de Ron—, ¡A los elfos le gusta trabajar!
—¡Es P.E.D.D.O! y ¡Eso que tú llamas gusto, es también llamado miedo y esclavitud! —reclamó Hermione, continuando con la elaboración de un par de calcetines—, por casos como los tuyos es que no me voy a rendir, ¡NO está bien normalizar la esclavitud!
Poniendo los ojos en blanco, Ron regresó su vista a sus desordenados apuntes. Era lo suficientemente tarde, para que los alumnos pequeños estuvieran ya en la cama, y el resto de los estudiantes también ya estaban encerrados en sus habitaciones. En la soledad de la sala común, el sonido de un chasquido resonó por imprevisto. Los tres se voltearon enseguida, reconociendo el característico sonido.
—¿Dobby? —El elfo domestico se volteó y les dedicó a los tres una enorme sonrisa—. ¿Qué haces aquí?
—Pensaba que Harry y sus amigos ya se habían ido a dormir —comentó Dobby, con inocencia y sin quitarle los ojos de encima al tejido de Hermione—. ¡Eso mismo! Dobby quiere llevarse algunas prendas.
A Hermione se le iluminó el rostro y sacó de un bolso distintas prendas que se las expuso al elfo. Dobby estuvo un largo rato escogiendo sus preferidas.
—En las cocinas está haciendo mucho frio, es una pena que el resto rechacen las bufandas de Hermione —dijo Dobby, sacando un par de calcetines rosados— ¿Dobby le puede llevar a Winky algunas? —Hermione afirmó encantada—. Muchas Gracias.
—¿Cómo esta Winky, Dobby? —Preguntó Harry, feliz por tener una excusa para seguir atrasando su tarea pendiente— ¿Como lleva eso de la bebida?
—Oh... Dobby intenta alegrarla todos los días ¡Bebe cada vez menos, eso sí! Pero creo que Winky le miente a Dobby sobre la cantidad.
Tenía puestas ya tantos artículos, que Dobby parecía una gran bola de lana. Harry se preguntaba en qué momento, Hermione había acumulado tantos accesorios invernales.
—¡Muchas gracias! Dobby está muy agradecido, de tener tan buenos amigos —soltó Dobby, sacando un último gorro que se puso encima de los otros—. ¿Dobby puede hacer algo para ayudar a sus amigos?
Ron y Harry se miraron entre sí, y Hermione se aclaró la voz antes de preguntar:
—Dobby ¿Sabes de algún lugar oculto, donde ningún profesor pueda entrar?
El elfo se sentó en el suelo pensando en las localizaciones del castillo que concordaban con la petición de Hermione.
—¿Para las clases? —Preguntó Ron. Hermione asintió, expectante de la respuesta—. Dobby, tiene que ser un lugar grande donde se pueda hacer magia.
—¡Lo tengo! —El elfo se levantó de repente y chaqueó los dedos desapareciendo de la sala. Los chicos se miraron entre sí, tratando de asimilar lo que acababa de ocurrir. Con el mismo chasquido, pocos segundos después, Dobby volvió a materializarse, aunque solo llevaba puesto una bufanda que cubría la mitad de su rostro—. ¡Tiene que ser la sala multipropósitos! ¡Dobby los llevará ahí ahora mismo!
Al ver la decisión del elfo, Harry subió al dormitorio de una carrera, sacó su capa de invisibilidad y el mapa del merodeador que guardaba dentro de la mesilla de noche. Vio a sus amigos, que lo esperaban afuera del retrato de la dama gorda.
—¡Hey, no hagan tanto ruido! Aquí hay una señorita que intenta conciliar su sueño de belleza.
El retrato de la mujer los fulminó a todos con la mirada, antes de volver a recostarse en su silla y dormirse.
En aquel momento, Harry comprendió lo mucho que habían crecido desde el año pasado. Los tres se rozaban los hombros mientras andaban incómodos, Harry trataba de revisar el mapa del merodeador, y aun así, se hallaba seguro de que sus pies se veían y que la mitad del cuerpo de Ron, el más alto de los tres, sobresalía por fuera de la capa.
Llegaron a un pasillo que acababa en una pared vacía, Harry confundido revisó el mapa, percatándose de que, supuestamente, la sala que Dobby les había comentado no existía. Luego se fijó en la etiqueta que decía "Dolores Umbridge" acercándose con una rapidez excepcional. Dobby los agarró a los tres por el tobillo y les señaló como la muralla comenzaba a cambiar de forma, hasta alcanzar el porte de una puerta grande y oscura. La abrieron y se encerraron en ella.
"Dolores Umbridge" se quedó un par de segundos afuera, antes de volver a moverse, esta vez alejándose de ellos.
Retiró la capa y vio el gran salón frente a sus ojos. Con estanterías llenas de libros sobre hechizos protectores, encantamientos y seres oscuros. Una tenue iluminación se reflejaba contra el suelo baldosado, proveniente de antorchas con llamas azules, y un montón de material para practicar duelo, se apilaba al fondo del lugar.
—Dobby, eres increíble.
El elfo carcajeó y comenzó a dar vueltas por el lugar, tocando los artículos mágicos que le parecían curiosos.
—¿No es asombroso? El lugar cambia según tus necesidades —exclamó Dobby—. El otro día, Dobby necesitaba un lugar donde descansar y la sala era muy pequeña pero acogedora, con una cama perfecta y mullida para que Dobby tomara una siesta.
Harry, se volteó a sus amigos y revisó los libros de la estantería, encontrándose con títulos que nunca había leído en la biblioteca.
—Chicos, hay que escribir las invitaciones —dijo Harry por encima—. Porque mañana mismo, será nuestra primera clase del ED.
Hermione sonrió, se sentó en uno de los escritorios con un pergamino en blanco y redactó una nota para, finalmente desvanecerse de sus manos con un toque de varita.
Había iniciado el verdadero año escolar.
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Intentó guardar la mayor calma posible ante la provocación de Zabini, respiró hondo y se volteó, para enfrentarlo con los ojos fijos en Él.
—¡Vamos, Draco! No hemos hecho nada divertido desde que comenzó el año —Se quejó Zabini, mirando a tanto Crabbe y Goyle que asintieron con una maliciosa sonrisa en los labios—. Tú mismo nos has dicho lo mal que juega Weasley. ¿Por qué no nos aprovechamos de ello?
Era consciente que estaba en terreno peliagudo. Ahora que Harry sabía lo de su condición, nada iba a ser lo mismo. Temía que, si llegaba a meterse con alguno de sus molestos amigos, por mera frustración, Harry tomara represalias contra él, de formas inimaginables.
—O acaso... ¿Tienes miedo de la reacción de Harry? —Draco frunció el ceño y se sentó en el sofá, con el cuerpo tenso—. Pero no deberías preocuparte por Él. Umbridge nunca dejaría que te hiciera algo.
Antes de volver a replicar algo, Pansy se unió a la conversación, encendiendo la radio de la sala común para escuchar la estación mágica. El locutor hablaba sobre varios temas poco interesantes, antes de comenzar a poner música tanto muggle como mágica. Por un par de minutos, Draco guardó silencio a pesar de que la charla giraba alrededor de sus decisiones.
"If you want my future, forget my past
If you wanna get with me, better make it fast
Now don't go wasting my precious time
Get your act together, we could be just fine
I'll tell you what I want, what I really, really want
So tell me what you want, what you really, really wantI wanna, I wanna, I wanna, I wanna...
I wanna really, really, really wanna zigzag ah"
La música muggle era pegadiza, pero ordinaria. Draco lo sabía, aunque eso no evitaba que moviera su pie al son del ritmo musical. Odiaba todo lo relacionado con los muggles: Si, pero ellos tenían a las Spice Girls.
—Tengo una idea. Crabbe trae papel y lápiz. —comentó y el grupo completo se quedó en silencio para escucharlo— ¿Quién de aquí es bueno con la música?
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—Aquí es donde Harry nos dijo que sería ¿No? —meditó Neville a afuera de una pared. Ginny, Luna, Padma y Parvati Patil, lo seguían igual de confundidas que él—... Pero si aquí no hay nada.
—¡Neville por aquí! —gritó Ron, haciendo un gesto. El grupo se dio la vuelta y corrió al encuentro—. Pared equivocada.
El lugar estaba rebosante de entusiasmo. Con alumnos de distintos años escolares, que rechazaban las enseñanzas de Umbridge y deseaban aprender a defenderse.
Harry se dio una vuelta, acompañado de Hermione que pasaba la asistencia; Era perfecta, todos los estudiantes que habían firmado la hoja habían asistido. Algo que motivó aún más a Harry con su labor.
Todos se agruparon cerca de Harry y guardaron silencio esperando a que comenzara con la clase. Los nervios afloraron en su piel, pero se sobrepuso rápido recordando el propósito de ello.
—Vinieron todos —murmuró Harry tratando de romper la tensión, logrando el efecto contrario—. Es la primera vez que hago esto, Ja, ja. —La incómoda situación se volvió peor cuando se fijó en Cho Chang que le saludó a lo lejos—. Si bueno...Esto... ¿Qué tal si comenzamos con algo sencillo?
Harry sacó la varita de su túnica y giró hacia uno de los muñecos, tratando de quitarse la imagen de Cho Chang, con los ojos clavados en su espalda.
—¡Expelliermus!
La varita falsa del muñeco saltó por los aires y cayó al suelo. El grupo se miró entre ellos, asombrados por el hechizó tan sencillo que había escogido.
—Puede tratarse de un hechizo simple, pero fue el que me salvó de Lord Voldemort el año pasado. —Ante la mención del nombre, el grupo se acalló y comenzó a tomarse en serio las palabras de Harry—. Hagan tres filas y comencemos a practicar.
Le hizo caso al consejo de Lupin, puso en el gramófono un vinillo cualquiera y cuando la canción sonó bien, Harry se paseó entre los grupos revisando y corrigiendo la técnica de los chicos.
—¡Neville, fíjate en el movimiento de varita! —Corrigió, y con solo ello, Neville pudo realizar el hechizo correctamente—. ¡Muy bien, Dean!
La primera clase concluyó con enfrentamientos entre los alumnos, para ver quien desarmaba al otro primero. Harry se mostró complacido al darse cuenta de que, todos los miembros, habían logrado dominar aquel hechizo en la primera clase.
Hermione se paró en la salida, y uno a uno fue entregando a los estudiantes un galeón encantado, el cual les iba a avisar la fecha de la próxima reunión. Algo que era más seguro que las notas inflamables o el boca a boca.
—¡Harry, venga vámonos! —Soltó Angelina recibiendo el galeón de Hermione—. ¡Hay entrenamiento, y no creas que por las reuniones vamos a descansar!
—Te lo dijimos, toda una Wood —Dijeron al mismo tiempo los gemelos Weasley.
—¡Cállense!
La chica salió aferrándose del brazo de Fred, discutiendo con ambos gemelos.
Todo el colegio estaba anticipando el primer partido de quidditch. Harry, que llevaba desde primero jugando, no estaba tan nervioso como Ron, quien no dejaba de darle vueltas al asunto, inseguro de sus propias habilidades.
Revisó el mapa y fue el último en salir de la sala multipropósito. Preparado para practicar, hasta terminar muerto del sueño.
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1) Hace un tiempo, leí un artículo sobre algunas alteraciones cerebrales, que suceden cuando te quedas por un buen rato mirándote a ti mismo. Así que decidí incluirlo.
2) Wannabe- Spice Girls
¡Hola!
Me encanta imaginarme la situación de todo slytherin de Chill, escuchando a las spice Girls.
El próximo capitulo se viene intenso ¡Agárrense de las pelucas!
Si te ha gustado este capítulo, me lo puedes hacer saber con un voto, comentario o compartiendo este fic con tus conocidos. Te lo agradecería un montón ('。• ᵕ •。')
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