CW: Hay una escena de Harry, recurriendo a los cigarros de forma compulsiva. Muchos cigarrillos btw. (Obviusly hay cancioncita en medio del cap.)

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«El ser humano es un animal de manada

y necesitamos a la manada a nuestro alrededor,

necesitamos tenerla cerca,

necesitamos el calor

y el tacto de otros seres humanos.»

Camilla Läckberg

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El Salmón estuvo delicioso. Draco, gracias a su insaciable apetito, se repitió porción y solo por cortesía, no pidió una tercera, pero lo hubiese hecho con mucho gusto. Pansy, al otro lado de la mesa, mantenía una sutil sonrisa, mientras su hermano pequeño también extendía su plato para que la Señora Parkinson, le volviera a servir un trozo.

Al concluir la cena, subió al cuarto de Pansy, ya que aún le quedaba al menos una hora antes de que sea considerado "demasiado tarde".

En sí, el hogar de los Parkinson olía como Pansy, pero al abrir la puerta de la habitación de la chica, fue de otro mundo. Todo era frutal; pera, manzana (verde, porque esa era su preferida), frambuesa. Se sentía complacido de que su amiga tuviera tan buen gusto para escoger el perfume que utilizaba.

La habitación, como se lo esperaba, era muy distinta a la suya. No sabía si la consideraría "femenina", porque los colores que predominaban eran el negro, verde y gris. De un vistazo adivinabas que Pansy era una Slytherin en toda norma, con banderines de la casa, fotografías que se movían de partidos de Quidditch –le gustó una en la que salía Él, en primer plano atrapando la Snitch, en un juego contra Ravenclaw— y un armonioso desorden.

Se sentó en la cómoda cama de dos plazas acomodada contra la pared, después de que Pansy lo invitara. La chica puso algo de música y los dos se recostaron encima de la cama, con las piernas colgando del borde del colchón.

—No sabía que tenías familia en Escocia —mencionó Draco girando su cabeza para ver a Pansy. La chica, como siempre, le sonreía—. Ese salmón estuvo delicioso.

—Si lo noté —rió Pansy, volteándose—. Mi abuela es escocesa y mi abuelo inglés. Ambos antes de jubilarse trabajaban en el ministerio, así que se veían a menudo. —Draco cerró los ojos, concentrándose en el estribillo de la canción y tratando de disfrutar al máximo de esa tranquilidad. Para cuando abrió los ojos, Pansy mencionó—. Qué raro... por un momento me pareció que tus ojos brillaban.

La chica se acercó a su rostro, pero Draco la apartó suavemente. Se frotó los ojos y el brillo desapareció por completo. La canción se detuvo, y continuó la siguiente.

—Te hiciste esa perforación... —señaló Draco, apuntando a la nariz, para desviar la mirada algo sonrojado—. Te queda bien.

—Los muggles lo llaman "séptum" es un piercing —explicó Pansy, sentándose con las piernas cruzadas encima del colchón, exagerando la pronunciación de la última palabra—, me lo hizo Daphne antes de irme a Escocia. No es muy complicado, ella me lo hizo con magia, pero creo que aún tengo la máquina con la que le hice a ella el segundo aro. —La chica rebuscó entre sus cosas hasta encontrar un objeto pequeño, al accionarse, una aguja salió hacia adelante — ¿Quieres uno? Tendría que ser en la oreja.

Draco se llevó la mano al lóbulo de su oreja, rozando la piel de ahí.

—¿Duele mucho?

—Depende de cada persona, pero el de la oreja no debería ser mucha molestia. —Pansy parecía entusiasmada ante la idea, aunque Draco no estaba del todo convencido—. ¡Vamos, te quedará bien!

Examinó la caja que Pansy sacó de debajo de la cama, repleta de aretes de todos los tamaños, colores y estilos. Le llamó la atención uno en forma de serpiente plateada. Lo rozó con su índice, nervioso ante las consecuencias, pero se llevó una sorpresa al percatarse que el arete era de fantasía.

—¿No será algo muy de niña?

—¡No seas tonto! Los piercings son bastante sexy's y Cool. ¡Se verán de fábula en ti!

Se lo pensó por un segundo, pero terminó por acceder. Pansy, sujetó el cabello de Draco con una pinza y desinfectó la zona del lóbulo.

Sabía que no le iba a doler en lo más mínimo, al final de cuentas había sentido malestares peores, pero de todos modos, tenía un nerviosismo que abarcaba cada músculo del cuerpo.

—Relájate —susurró Pansy, posicionando la máquina en la oreja de Draco. El chico despejó su mente y comenzó a contar en su cabeza—, Dime ¿Qué es lo que sucedió Draco?

—¿A qué te refieres?

—... ¿Cómo te hiciste esas cicatrices del brazo? —Draco quiso responder, pero sintió el pinchazo de la máquina, que lo tomó desprevenido. No se quejó aunque se mordió el labio—. Ves, no dolió.

La chica limpió la pequeña gota de sangre que resbaló de la perforación y por la espalda colocó su cabeza apoyada en el hombro.

—Cuéntame Draco, ¿Qué es lo que te tiene así de... distante?

Ayudó a Draco a ponerle el arete y le mostró el resultado final con un pequeño espejo. Pansy miraba a Draco con frialdad. La música volvió a detenerse, para no volver a emitir ningún sonido más.

—No es nada.

Mientes.

—Si, pero es mejor que la verdad.

Pansy guardó sus cosas y se sentó enfrente a Draco. Tenía un maquillaje sutil, y su ropa lucia cara pero juvenil: Oscura, igual que su perceptiva esencia. Envolvió un par de aretes en una bolsita trasparente y se la regaló a Draco sin decir nada.

Entonces dime la verdad a medias, Draco —pidió Pansy, tomando a su amigo por las manos—, algún día la completaremos.

Agachó la cabeza y asintió, lentamente.

—¿Recuerdas esa apuesta?

—¿La de Crabbe, para que Goyle se comiera toda la bandeja de panecillos?

—No, tonta... esa no —susurró Draco, en tono amistoso—La de Nott, durante la última prueba. —Draco se soltó del agarre de la chica para quitarse la pinza de Pansy del cabello, adoptando un tono de voz mucho más serio.—. ¿Quién de los cuatro se iba a rendir primero? Yo dije Potter, como siempre.

—Él Fleur.

—Y ganó la apuesta —completó Draco—. Perdí y tuve que cumplir su estúpido reto.

Ambos se quedaron en silencio, ante los recuerdos de esa noche, Draco comenzó a temblar. Esa sonrisa, la persecución, la mordida; El dolor. De tan solo recordarlo su estómago daba retorcijones y lo atacaba el imperioso deseo de llorar.

Pansy no hizo ningún comentario ante el estado de Draco, esperando si este decía algo más. Recordaba muy bien esa noche, ya que todos los de Slytherin deseaban que Viktor fuera el ganador y así ver a Potter, por primera vez, derrotado. Lo de la apuesta le pareció una mala idea desde el principio, porque la noche caía más oscura que de costumbre y con los grandes matorrales del laberinto, ni siquiera dejaban que las estrellas iluminaran el bosque.

—Entré al bosque prohibido y las cosas no salieron bien. Para nada bien... No puedo decir que sucedió, pero después de eso todo cambió.

—¿Está relacionado con las declaraciones de Potter? —preguntó Pansy, tan bajo que Draco pensó que no le dijo nada.

—Espero que no... De verdad deseo que no tenga nada que ver con el innombrable.

Tras aquello, Draco no pudo aguantar más las lágrimas y se encogió encima de la cama, llorando. La chica se acercó a él, lo abrazó mientras acariciaba su cabello, con la cabeza trabajando en un intento de poder formular alguna conclusión coherente.

Detestaba que se metieran con sus amigos (con sus chicos, su pandilla), y saber que Nott era el causante de todo ese lío, le hervía la sangre. Ni siquiera eran tan cercanos, pero Theodore siempre trataba de superar a Draco, aun sabiendo que eso era imposible, debido al elevado orgullo de Malfoy, quien siempre terminaría arriesgándose en un afán de no ser humillado.

Con las declaraciones de Draco, tenía algo más de información que al principio, y eso era un avance considerable.

—Todo estará bien, Draco; desahógate conmigo.

—Pro-prometeme que no dirás nada —sollozó Draco, tratando de limpiar sus lágrimas. Miró a Pansy con fiereza—. Dilo, ¡prométeme que no vas a decir ni una palabra!

—Te lo prometo, Draco —susurró Pansy, abrazando a Draco con mayor comodidad. El chico se paralizó de repente, pero hundió su cabeza en el cuello de Pansy, para relajarse con su olor—. Todo irá bien. Por peor que sea ¿vale?

Draco no respondió y se dedicó a jugar con el corto cabello de Pansy, dejando que llegaran a su cabeza un sinfín de recuerdos desagradables.

—Draco, tus ojos estaban brillando.

Una lágrima cayó encima del dorado collar de la chica, Se sorbió la nariz, suspiró más aliviado, y se separó del contacto. Buscó entre los casetes mágicos de la chica, y puso el único que era muggle.

"¿Cómo puedo dejar que te vayas?

Sin dejar rastro?

Cuando estoy respirando contigo

Eres la única que realmente me conocía"¹

—Son hermosos.

Sonrió, Pansy se levantó de su cama y comenzó a balancearse al ritmo de la canción. Draco se acercó a ella, la sostuvo por la cintura y bailaron juntos.

"¿Cómo puedes simplemente alejarte de mí?

Cuando todo lo que puedo hacer es verte partir

Porque hemos compartido la risa y el dolor

Incluso compartimos las lágrimas

Eras la única que realmente me conocía"

La luna brillaba a sus espaldas, como única testigo; casi llena. Regodeándose de saber que en un par de días más reclamaría a Draco por toda la noche.

—Al menos a ti, te hacen feliz.

"Así que mírame ahora, porque solo hay un espacio vacío"

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De cierto modo, se sintió aliviado cuando estaba haciendo sus maletas

En primer lugar, porque desde el incidente de Snape, nadie más se había presentado en la casa, pero el disgusto aún estaba vivido en la consciencia de Harry. Por otro lado, la idea de regresar a Hogwarts siempre le atraía, aquello era inevitable; Quería ver a Hagrid, Cho, Luna, Neville y al resto de sus amigos.

Entre las últimas razones se encontraba el hecho de que el humor de perros de Sirius, mezclado con la luna llena de Lupin, tenía a ambos hombres bastante irritables. Lupin no era de los que se enojaban con facilidad, pero su sistema de distanciamiento social era ponerse en la sala, con un libro de título cuestionable.

Harry un día lo vio leyendo: "Cómo matar a tu esposa²"muy seriamente. Sin pensarlo dos veces, decidió que le preguntaría su duda acerca de la tarea de transfiguración en otro momento.

Las únicas desventajas del regreso eran las que Harry comenzó a enlistar en su cabeza, las cuales iban creciendo a medida que el día de irse se acercaba.

· Clases de Oclumancia con Snape.

· No poder jugar quidditch.

· Umbridge.

· Malfoy y su jodido problema.

· El trabajo de aritmancia, con Draco y su jodido problema.

· Umbridge, otra vez.

· Timos.

La lista continuaba, con Umbridge siendo enunciada una decena de veces.

Mientras repasaba esa lista, se comenzó a percatar que, tal vez, eso de lidiar con Sirius y Lupin, no era algo malo.

La noche antes del viaje, la Señora Weasley invitó a algunos miembros de la orden para la despedida especial de los chicos. Asistieron Tonks, Mundungus, Kingsley y Moody. Se sirvieron todo tipo de exquisiteces, luna llena había sido el día anterior, aunque Lupin parecía agotado al compás de que bebía su café con triple carga.

Asimismo, aquella fiesta le sirvió a la señora Weasley para olvidarse de su propia pena; Percy se había negado a recibir su regalo de navidad, e incluso lo devolvió, sin abrir y con una nota que decía: Ya NO soy un Weasley, no me corresponde este obsequio. Fue tal el descontento de Molly, que se pasó el día entero cocinando, algo que en sus propias palabras era su mejor forma de desestresarse.

Ron no se quejaba para nada, de la peculiar manera que su madre tenía para lidiar con la tristeza, y en su lugar apoyó la decisión de que se desahogara en la cocina.

Llenó su plato con pastelitos y se paseó por el salón adornado con guirnaldas y globos, en la puerta clavado con chinchetas había un letrero rojo con dorado (¡Estudien y diviértanse Griffyndor's!) y abajo la mesa del buffet.

Tal parecía que las noticias de las clases de Harry se habían esparcido como espuma y todos los miembros de la orden estaban al tanto de esto; encantados, le comenzaron a dar consejos no solicitados.

—Piensa en chicas bonitas —comentó Mundungus, un poco pasado en copas—. Si piensas en curvas, va a ser sencillo Potter.

—Animales, examina sus detalles, formas, colores y ¡Puf! ¡Facilísimo! —exclamó Tonks, con su rostro adoptando el aspecto de Crookshanks, el gato que ronroneaba ante los mimos de la mujer.

—Cuenta hasta mil, enumera constelaciones, o recuerda de memoria el decreto de magia —dijo Kingsley, sirviéndose ponche.

—En tus peores enemigos y algunas formas de tortura —aconsejó Moody—, por ejemplo, una vez...

Harry se separó sin querer saber la anécdota. En realidad las clases de Snape no le preocupaban, era el hecho de estar solo con Él "estudiando". Hermione ya le había especificado de que trataba todo ese asunto de aprender a cerrar la mente, y decía que era una de las ramas mágicas más complejas de dominar.

No quería continuar pensando en el futuro, porque la ansiedad comenzaba a dominar cada fibra de su cuerpo. Era agobiante. Sin bocadillos en el plato y tampoco quería ir a servirse más. Esa pequeña sala lo comenzó a asfixiar, y la única forma que se le ocurrió para aliviarse era fumar.

Una posibilidad arriesgada, pero la que de verdad le apetecía en ese momento.

Sigiloso, dejó su plato vacío, se escabulló con la excusa de ir al baño, y subió las escaleras hasta la habitación. En su baúl, quedaba el último paquete de cigarros (hasta la mitad), lo sacó y comenzó a pensar en los lugares de la casa donde podría fumarlo sin ser interrumpido.

Entró al baño de la última planta, cerró la puerta, abrió la ventanilla y se sentó encima de la tapa del inodoro, sintiéndose un perdedor. Encendió el cigarro con la punta de sus dedos, y dejó que la nicotina lo embriagara.

Cuando terminó el primero, se dio cuenta de que eso ya se estaba transformando un problema: porque su intención inicial era solo uno.

Sacó el siguiente y lo encendió. La nube de humo se volvió cada vez más grande y la poca circulación del aire que dejaba pasar la ventana ya no bastaba.

Lo que le gustaba de fumar, era que por ese efímero instante podía olvidarse de todo y dejar que la sustancia lo aliviara. Después continuaba pensando en los problemas, pero con una mentalidad fresca.

Apagó el segundo, se levantó del inodoro y observó su reflejo en el espejo. Sacó el siguiente, y después de diez minutos apretó su puño en el paquete cuando se percató de que solo le quedaba uno. Cayendo en cuenta de que estaba haciendo eso para mantener la boca ocupada, sentir el calor del humo penetrar sus garganta, para luego forzarlo a salir.

—¿Harry, estás aquí? —cuestionó una Voz; Lupin. Harry abrió los ojos abatidos—. Por favor, responde.

¿Por cuánto tiempo se había escapado? Era normal que la gente ya comenzara a sospechar.

—Sí, sí. Estoy aquí.

Agitó las manos pero era inútil. Lupin comenzó a preguntarle por qué se demoraba y qué es lo que hacía ahí dentro durante tanto tiempo. Su voz tenía un timbre preocupado y cansado. Harry se lamentó el haberse dejado la varita encima de la cama.

—Abre la puerta, por favor. —Harry volvió a replicar que todo estaba bien. La manilla dejó de moverse y pensó que el hombre se había dado por vencido—. ABRE LA PUERTA.

Su cabeza se nubló y sin saber por qué, sacó el pestillo y vio a Lupin afuera. Como se lo esperaba sus ojos brillaban, tenía el cejo fruncido y mostraba sus colmillos. Al ver a Harry, se tranquilizó y entró al aseo, examinando la situación.

Los cigarrillos aplastados, la nube de humo que se dispersaba en el ambiente y la cara de susto de Harry. Cerró la puerta, se lavó la cara y los dos se quedaron por un momento callados.

—Lo siento, desapareciste por tanto rato y no estabas en los baños de abajo así que me preocupé—declaró Lupin, con calma—, pero me doy cuenta de que es por una razón distinta.

Lupin levantó el cigarro que estaba a la mitad y lo examinó. Con su varita limpió el aire acumulado, luego extendió su mano, Harry adivinó las intenciones, y resignado le entregó el paquete.

—A tu edad, casi todos los niños con problemas fuman. Yo fumé, Sirius fumó. Tu padre, Peter y Lily no tenían ningún problema, demasiado grave, así que nunca fumaron —contó Lupin guardando el paquete en su bolsillo—, sé que todo es complicado, pero fumando las cosas no se van a solucionar: Créeme, mis problemas nunca terminaron.

»—Sé que, aunque te quite esta caja, lo más probable es que compres otra. Es tu decisión, Harry. Ni siquiera soy tu apoderado como para obligarte a hacer algo. Aunque, deberías saber que cinco, incluso si se trata de un mago; es demasiado.

Harry se quedó mirando su reflejo y habló.

—¿Por qué dejaste de fumar, si libera un montón?

—Porque no tenía suficiente dinero y James nos obligó a dejarlo.

—¿Papá?

—Deportista, y manipulador. —Lupin se encogió de hombros—. Todos los días, durante un mes, siempre que nos veía hacia un Accio para llevarse los cigarros en caso de que hubiéramos comprado alguno. Fue duro, pero efectivo.

El hombre abrió la puerta y bajó con Harry, antes de que se incorporaran de vuelta a la sala, le dijo una última cosa.

—Se trata de aprender a manejar la ansiedad, no al revés: Eres más fuerte de lo que piensas, Harry. Fumar, de verdad, que no va a solucionar nada.

Examinó la caja que sobresalía de su blazer; cuando fumaba era consciente que drogarse, porque eso era lo que estaba haciendo, no iba a solucionar sus interminables problemas. Solo quería comportarse como un niño tonto. Que se creía rudo, sin serlo en realidad.

—Antes, cuando me pediste que abriera la puerta.

—Lo sé y lo lamento. La luna me tiene un poco más susceptible a las cosas.

Harry se incorporó a la fiesta y no mencionó nada al respecto. Sintió la mirada de Sirius a su espalda, pero la ignoró. Fumar era su problema y aunque lo intentara esa era la forma más fácil de escapar de sus preocupaciones.

Lo que no comprendía era como Lupin había conseguido, con únicamente, una frase, que Harry lo obedeciera sin resistir. Como si los vínculos entre ellos se agitaran y en su cabeza lo único que deseaba era aceptar lo que decía Remus.

Fue extraño, pero tampoco se sentía confundido. Porque había estado consciente de sus acciones, en todo momento; se sintió atemorizado, aunque tras cumplir la orden, su mundo recuperó todo el sentido.

Obedecía, ya que tal como Lupin les había dicho, eran manada.

No sabía nada acerca de hombres lobos, aunque aquello era lo único que calzaba con su definición de una manada, se trataba de los vínculos formados y quien mandaba a quien para mantener el orden.

Lupin era el que mandaba, y a Él solo le quedaba cumplir las feroces órdenes que salían de su boca en ese tono tan inusualmente severo.

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Sus padres lo acompañaron al Hogwarts express. Draco hizo su bolso y salió de la casa a mala gana. En sí, porque quería que al menos la nueva cicatriz que cruzaba su mejilla hasta el mentón fuera menos visible y así evitar las preguntas innecesarias.

Dentro del andén 9¾, Draco se despidió de su familia tratando de fingir que aquello no le afectaba en lo más mínimo. Y todo hubiese sido normal de no ser porque su padre, le pidió que lo acompañara por un minuto.

—Seré rápido, Draco —dijo Lucius en voz baja y aprisionando a su hijo contra la pared—, necesitaré que te mantengas alejado de Harry Potter lo que más puedas, este semestre.

—¿Por qué?

—¿Cuestionas mi autoridad? —susurró Lucius. Draco se fijó en los cansados ojos de su padre, antes de desviar su mirada a la sonrisa nerviosa de Narcisa—. No hagas preguntas estúpidas, si no quieres que te mientan.

Se mordió el labio y asintió. Lucius se separó y volvieron junto a Narcisa quien le dio un fuerte abrazo, al terminar se detuvo frente a Lucius algo incómodo.

Su padre lo abrazó y Draco aceptó el contacto. No recordaba la última vez que se habían abrazado, pero al menos era consciente de que era la primera vez que era así de trascendental.

—Nos vemos, hijo.

Agarró su bolso y entró al tren, mirando en todas las direcciones, encontrándose con los ojos curiosos de varios estudiantes. Se giró y fue al compartimiento de los prefectos donde Pansy lo esperaba, reservando el asiento contiguo al de ella. Dejó su equipaje arriba y miró por la ventana, percatándose de que Lucius y Narcisa ya se iban.

Diez minutos después, el tren se puso en marcha, dejando entrar al resto de prefectos que faltaban. Invocó su hechizo quita aromas, sintiéndose extraño al no haberlo utilizado por semanas, pero con la misma resistencia que recordaba.

Recibía, de cada estudiante, su aroma más característico, de ahí que identificara, sin siquiera darse vuelta el césped recién cortado de Weasley y los libros nuevos de Hermione. Sintió las manos de Pansy rozar su nuca. Traía el cabello recién cortado y la sensación del tacto de su amiga le hizo cosquillas.

—Te quitaste tú... eso —mencionó Draco, mirándola desde el rabillo del ojo.

—Si, no creo que esté permitido usar el septum en el colegio, pero me hice el doble arete —explicó Pansy enseñándole su oreja, decorada con varios piercings—, hace tiempo que quería hacérmelo. —Fue por un segundo, no obstante, los ojos de Pansy recorrieron la cicatriz de su rostro—. Tu... esto...

Draco asintió, rozando con sus dedos, su propio piercing. La reacción de sus padres fue de completa indiferencia, aunque al menos Narcisa se dio el trabajo de regalarle un par de pendientes nuevos.

Bajó sus manos hasta la herida y sonrió— No es la primera, al menos me hace parecer más interesante.

Esperaron a que el Head Boy y Head Girl³, les dieran las indicaciones a los prefectos de cada casa. Al terminar, con Draco sin haber puesto atención alguna, se levantó junto a Pansy de sus asientos, al ser los primeros que les tocaba la tarea de inspeccionar a los estudiantes.

Decidieron dividirse la tarea para hacerla más ágil, así que Draco se quedó con la última mitad del tren. Esquivó a varios estudiantes y cabina por cabina, fue analizando a los alumnos. Deteniéndose en algunos, para confiscar artículos sospechosos, como dulces de los Gemelos Weasley. Seguía sin saber cómo era que ese par, se las ingeniaba para vender nada más iniciar el semestre.

Observó a un chico que le estaba vendiendo mercancía a otro estudiante. Draco suspiró y para cuando el chico de Ravenclaw se dio cuenta, Draco ya estaba dispuesto a quitarle su mercancía.

—¡No es nada! ¡Lo juro!

—Dame tu nombre, curso, casa y lo que estás vendiendo ¡Ahora!

—Eddie Carmichael, cuarto, Ravenclaw —comenzó a decir el chico, frustrado. Dejó la mochila en el piso y la abrió—, cigarrillos.

Draco acababa de encontrarse con una mina de oro. A ese chico, fácilmente lo iban a expulsar si declaraba que estaba vendiendo ese tipo de sustancias en el colegio.

—Te van a expulsar cuando lleve mi reporte con Umbridge. Te aconsejo que ni te des la tarea de ponerte el uniforme.

—¡Por favor! ¡No se lo digas! —suplicó Eddie, poniéndose de rodillas. Draco se puso nervios y apartó al chico— ¡te daré lo que sea!

Levantó una ceja y volvió a ver la mochila del chico. Draco sonrió, al ver que, si no decía nada, podría llevarse una mejor recompensa que si declaraba en contra de Eddie.

—¿Lo que sea, eh? Entonces quiero cajetillas gratis, por el resto de tu vida —solicitó Draco, metiéndose un par de cajas dentro de su túnica—, me llevaré un par, por ahora, pero siempre que quiera me vas a tener que dar sin replicar ¿Comprendes?

—S-sí.

—¡Muy bien! Tenemos un trato, entonces... ¿Cómo te llamabas?

—Eddie Carmichael.

El chico se quedó plantado cabizbajo, aunque algo aliviado al saber que no iba a llevarse las represalias habituales.

—¿Qué estás esperando? ¡Lárgate! Y ni una palabra de esto a nadie.

Recogió su mochila y se cambió de vagón, Draco continuó inspeccionando, sintiendo el peso de las cajetillas dentro de su bolsillo. Hace meses que no fumaba, pero si recordaba lo aliviado que se sentía después de la primera calada. Por ende, decidió darse un pequeño "receso" y fue hasta el final del tren.

—Déjà vu —habló Harry, mirando a Draco que se quedó inmóvil bajo el umbral de la puerta. No fumaba, aunque tenía cierto aspecto de estar en abstinencia—, digo; ¡Wow! ¡Qué sorpresa!

Era claro sarcasmo, pero Draco no estaba de ánimos para discutir, además de por sí el olor de Harry, en ese momento lo puso más impaciente de lo que estaba. Se apoyó contra la pared, abrió una ventana junto a la cajetilla y se puso un cigarro en la boca.

Harry lo miró mordiéndose el labio, Draco sonrió burlón y prendió el cigarrillo; después de ello recordó el mandato de su padre y se sorprendió de lo rápido que se le olvidaba seguir instrucciones claras.

—¿Qué miras tanto, Potter?

—Nada —respondió haciendo un mohín con los labios, cruzándose de brazos—, ¿Podrías fumar en otro lado?

—¿Por qué? ¿Acaso ya te volviste niñito bien, y decidiste dejar de fumar?

Estaba claro que esa situación le ocasionaba gracia a Draco, pero a Harry, en cambio: no. Era curiosa, la forma en la que los roles se habían invertido.

—Deberías aprender a compartir, Malfoy —sentenció Harry—, cura el alma ¡de seguro que te haría una mejor persona!

Draco se acercó a Harry, lentamente, solo para provocarlo más. Harry se enderezó y alzó el mentón, tratando de no parecer intimidado, ni mucho menos impresionado por la diferencia de alturas. Draco no comprendía muy bien por qué su cuerpo no respondía la lógica de su cerebro, que le pedía, a súplicas, que siguiera lo que pidió su padre.

"Pero si él ni siquiera se preocupa por mí... ¿Por qué obedecerlo? Si soy su mayor problema, y él ya tiene suficientes" Reflexionó Draco "Al final de cuentas ¿qué mierda sabe papá de hombres lobo?"

Dejó salir todo el humo de su boca frente al rostro de Harry, quien lo apartó con desagrado. Draco soltó un bufido con gracia y le dio un cigarro a Harry.

—Para que veas que SI tengo un corazón.

Harry chasqueó la lengua, a pesar de que se puso el cigarro entre los labios y lo encendió. Draco retrocedió, agradecido de que el olor del cigarrillo se sobreponía al de Harry.

Ambos se quedaron en silencio, mirándose con el cejo fruncido, pensando cosas muy distintas. Harry divagaba entre varios hilos de recuerdos y teorías, al contrario de Draco, quien se castigaba a sí mismo, por haberse comportado de una manera tan infantil.

Comportándose como un adolescente de quince, que se encontraba con la persona que más le irritaba en el mundo.

—Déjame aclararte, Potter, que esto no significa nada —mencionó Draco, apagando su cigarro cuando se dio cuenta de que se estaba demorando más de la cuenta—, en absoluto.

¿Y qué es lo que debería significar? —cuestionó Harry, soltando el humo de entre sus labios—. Porque yo te sigo viendo como un imbécil.

Draco asintió y salió del compartimiento, diciendo—. Tú eres más idiota que yo, Potter, que no se te olvide.

Cerró la puerta y volvió donde Pansy. La chica terminaba de revisar el último grupo de niños, para cuando Draco se acercó agitando su mano; ella lo miró con una mueca extraña, se acercó a su amigo, posando su nariz sobre la tela de la túnica de Draco.

—¿Estuviste fumando? —cuestionó y Draco asintió encogiéndose de hombros, mostrándole la cajetilla—. Por eso hueles tan mal, detesto los cigarros muggles; si querías de calidad, deberías habérmelo dicho. —Pansy sacó, desde dentro de su propio uniforme, su varita—. Será mejor que te quites ese olor antes de regresar con el resto.

Con un movimiento de varita, Draco quedó oliendo a rosas, y siguió a Pansy sin decir ni una palabra al respecto. Se regresaron a su asiento, con Pansy mencionando lo cansada que estaba, mientras el segundo grupo (los prefectos de Ravenclaw) salían a hacer la siguiente ronda.

Estar con Pansy lo hacía sentirse cómodo, y no le importó la mirada extrañada que les dedicó el resto de los prefectos cuando su amiga apoyó su cabeza contra su hombro, en un gesto somnoliente miraba el paisaje que se desdibujaba a toda velocidad por fuera de la ventana.

—No necesitas una cicatriz para verte interesante —susurró Pansy.

Draco apoyó su frente contra el cristal, sin poder dejar de pensar en que, por primera vez no logró idear una respuesta inteligente ante la provocación de Harry.

Si las cosas continuaban así, Draco no tenía ni la más remota idea, de cómo iba a terminar ese segundo semestre.

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1. Against All Odds (Take a look at me now) _ Phil Collins.

2. How to kill your wife by James Hockings

3. Es un estudiante de séptimo que tiene una autoridad mayor que los prefectos. Son escogidos por el director.

¡Hola!

Tengo como mil documentos con mis apuntes sobre datos de los personajes, hechos de los cuales no debo olvidarme, preguntas que ustedes me han hecho, y casi siempre estoy regresando a leer capítulos completos de la orden del Fénix, para destacar lo que me parece importante.

En fin, como siempre les pido: si te ha gustado este capítulo, me lo puedes hacer saber con un voto, comentario o compartiendo este fic con tus conocidos. Que siempre me ayuda un montón.

THE_MACHINE

Pdta: Amé escribir la escena de Draco con Pansy hablando. Amo la amistad re goals que tienen estos dos. también me encantó la charla entre wolfstar con Harry del capítulo anterior. Se me hacen super cutes.