Un pequeño Q&A, al final del capítulo. Disfruten su lectura ;)

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«Si mi talento ya no me hace sentir nada.

Si ya no puede hacer palpitar mi corazón.

Creo que así se sentiría mi primera muerte

Pero ¿Y si ese momento es ahora mismo?

Siento que mis pies están perdidos en un camino incorrecto

Ahora no puedo escuchar ningún ruido

Y eso me está matando»1

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Los ojos de Draco se estremecieron maravillados apenas puso pie en la nueva aula de adivinación. No era el único en mostrarse así de impresionado, todos sus compañeros parecían igual de encantados que él.

El aula once era una sala de clase que nunca se utilizaba. Ubicada en el primer piso y frente al gran comedor, significó una sorpresa que, en la mañana, en el tablón de anuncios apareció la nueva ubicación de la clase. Luego del despido de la profesora Trelawney, durante la semana que le siguió no hubo clases, por lo que todos creían que volverían a tener hora libre.

Es decir, la hora libre era mucho mejor que tener que enfrentar adivinación con Gryffindor.

Los rumores estaban por cada pasillo, y Draco casi sentía que era el único estudiante de todo el colegio que todavía no se enteraba de la identidad del nuevo profesor de adivinación; esperaba, solamente, que no fuera igual de extravagante y demente como Trelawney.

Un frondoso pasto se extendía a modo de suelo, tan natural que sus pisadas se hundían en la fértil tierra; al final de todo, había un arroyo con la que lucía ser el agua más refrescante del mundo y grandes árboles se encontraban en distintas partes de la habitación, imitando el aspecto del bosque prohibido. Como si hubieran traído una parte de ese lugar a Hogwarts.

Se quedó anonadado, olfateando el salón. Era fresco. Su estómago se retorció de felicidad, una sensación de plenitud lo llenó, era extraño, solo sentía ese mismo sentimiento cuando se enfocaba en mirar el cielo, buscando la solución a sus problemas. No tenía hambre, era casi como si no le faltara nada.

Despertó de su ensoñación cuando Crabbe lo sacudió por la manga de su túnica. Hace días que Pansy se mostraba distanciada de él, casi atemorizada de su presencia, y se limitaba a responderle un par de palabras, mientras comía sumergida en un absoluto silencio.

Lo que más le sorprendió era que no había mesas, todos seguían de pie mirándose muy confundidos los unos a otros, hasta que un par de chicas de Gryffindor, que parecían muy preparadas y entusiasmadas por esa clase, extendieron encima del pasto una manta moteada. Se sentaron encima de ella, riéndose.

Los últimos en llegar, fueron Potter y Weasley. Al estar tan concentrado en todo; lo alcanzaba a oler detrás del hechizo, logrando advertir la presencia de Harry al instante, se lamió los labios nervioso, con el pensamiento de esa nota que aún estaba en el bolsillo de su pantalón desde el lunes. Después se la entregaría.

—¿No te parece estupendo, Draco? Que nos sentemos en el suelo como los pobres —comentó Goyle, sarcástico—, de haberlo sabido les hubiese pedido a las chicas para que nos preparen un pícnic.

Draco no alcanzó a responder nada por el sonido de unos cascos que entraron por la puerta. Era un Centauro, que de la mitad para abajo demostraba el aspecto de un fino caballo blanco y de cola rubia, sin embargo, Draco estuvo seguro de que era la primera vez, que conocía a un chico que le pareció tan atractivo como una chica. Era un joven de largo cabello rubio y unos profundos ojos azules que examinaron todo el salón, posándose en Harry por un largo minuto y luego en Draco, por otro minuto. Les sonrió a ambos, antes de caminar (trotar) al fondo del salón.

—¿Por qué no toman asiento como las señoritas de mi lado? —cuestionó. En toda la sala de extendió un breve bullicio, pero Draco permaneció de pie apoyado contra el tronco de un árbol, con los brazos cruzados—. Sé que muchos no me conocen; soy su nuevo profesor de Adivinación, Firenze y por primera vez en su plan curricular, van a poder aprender la rama de la forma adecuada para los seres humanos.

Las chicas se miraron entre ellas hasta que la otra gemela Patil levantó la mano. Firenze le dio la palabra con calma— ¿Quiere decir que hemos aprendido adivinación de la forma incorrecta?

—Exactamente, los seres humanos comunes no poseen la videncia nata. En realidad, casi me parece una estupidez tratar de imitarla, pero con unos pocos escuerzos podemos lograr hacer algo —explicó Firenze, con sus ojos fijos en Draco—. ¿Por qué no se sienta joven...?

—Draco Malfoy y, no me incomoda estar de pie. Gracias por la consideración.

—Como desee, joven Malfoy. —Draco, entonces se dio cuenta de que en realidad, era el único que aún estaba de pie, incluso Goyle con sus despectivos comentarios iniciales se acabó cansando—. Como se habrá dado cuenta, yo soy un centauro. Nosotros llevamos siglos revelando los misterios del futuro a través del movimiento de los planetas, lunas y estrellas. La adivinación recae en eso; ¿o me van a decir que el planeta donde habitamos se queda impasible ante los constantes catástrofes realizados por la mano humana?

Toda la clase guardó silencio, en la voz de Firenze notaba un leve resentimiento, que demostraba todas sus experiencias humanas pasadas. Era de conocimiento popular que los centauros no eran afines a los seres humanos, ya que estos lo consideraban inferiores, por lo que le sorprendía que Firenze hubiese aceptado un puesto tan mundano como ese.

—La adivinación, por lo tanto, tiene una estrecha y gran relación con la astronomía. Si son mediocres en ese ramo, van a tener que ir dejando su supuesta "veta" vidente. —Las chicas de Gryffindor que llegaron tan interesadas en la clase, ahora parecía como si un balde de agua fría hubiese caído sobre sus cabezas—. ¿Quieren que se los demuestre? Voy a adivinar, sin referencias, quien de ustedes es el mejor en astronomía.

La clase se sumergió en una oscuridad total. Draco solo recordaba haber merodeado en primero por el bosque prohibido, pero sabía que el lobo adoraba pasearse por los prados durante la noche, ya que las pocas veces que logró escaparse de esas cuatro tormentosas paredes, en forma licántropa, siempre acababa yéndose ahí. No recordaba las imágenes, pero el olor y el ruido se grababa en su mente a fuego.

En ese momento, Draco ya no estaba en clases, estaba paseando por el bosque prohibido.

Encima de sus cabezas se mostró un cielo estrellado y una luna llena que era cubierta por una cantidad inusual de nubes. Apretó las manos, y se mordió el labio con fuerza, esperando que todo acabara.

—Veamos, tenemos la constelación Draco, bastante inusual porque no solemos tener la vista de esta constelación muy a menudo, junto a la constelación sirio, la estrella Bellatrix y... ¿Gemini y escorpio? Aunque esta última parece casi imperceptible... Interesante —murmuró el centauro fijándose en la clase.

—¿Y la luna profesor? —preguntó Daphne, mientras se limaba las uñas— ¿tiene relevancia, o está de adorno?

Firenze sonrió hacia Draco, quien fruncía el cejo molesto. — En este momento, la luna no es relevante, aunque no podríamos decir que esta de adorno. Supongo que nos revela un poco de la personalidad del sujeto; gran poder mágico, que suele destacar sin buscarlo (por las nubes que lo ocultan), y orgullosa. Creo que ya muchos de ustedes pueden deducir de quien hablamos.

El profesor hizo volver el ambiente a la normalidad, Draco respiró tranquilizándose, aunque toda la clase tenía los ojos puestos en él. Pansy lo miraba mientras se tronaba los dedos nerviosa, y Potter se pasó los dedos por el cabello, analizando la escena.

—Draco Malfoy, ¿Qué tal te va en astronomía?

—Bien, supongo. No me había puesto a pensar acerca de mi rendimiento en la asignatura.

—Bueno, ahora sabe que es el mejor del aula —aseguró Firenze—. Quédese después de clases, quiero hablar sobre algo con usted.

Al final, Draco pudo disfrutar de su primera clase de adivinación que no le parecía una estupidez. Firenze les pidió que trataran de interpretar las estrellas y obligó a sus alumnos a dejar los libros de texto a un lado, porque: "Nada escrito por un humano, con relación a la videncia, es correcto. Solo conjeturas"

Para cuando la clase terminó, esperó a que el resto de sus compañeros salieran del aula antes de acercarse a Firenze, que se cepillaba su sedoso cabello. Draco de pie a su lado era de la misma altura, por lo que el centauro a dos patas debía de ser al menos el doble de alto que él.

—Eres un esclavo de la luna2 ¿verdad? —cuestionó, sin inmutarse—, lo supe al instante en que te vi. Y mi videncia me lo confirmó.

¿Esclavo de la luna?

—Hombre lobo, licántropo. Seres que se someten una vez al mes al inmenso poder de la luna —explicó, esfumando su peine en un acto de magia—. Recuerdo que vi a un lobo blanco muy hermoso, pasear por el bosque prohibido durante la luna llena. Supongo que eras tú.

—Si...

—Me agradan los esclavos de la luna ¿sabes? A todos los centauros nos fascinan. Son de las criaturas más misteriosas y turbulentas que existen. —Firenze se paseó por alrededor de Draco, analizando cada rasgo del muchacho—. Altos, flacos, pero que, en general, no demuestran su verdadera naturaleza. Si... son seres muy interesantes y que suelen tener cierta predilección por la astronomía.

Draco aflojó su corbata, y luego pasó su mano por su cabello, dejándola ahí un par de segundos antes de meterla dentro del bolsillo de su pantalón.

—Tengo que admitir, que es un ser inteligente, profesor. Supongo entonces que no va a decir ninguna palabra de este asunto a nadie ¿estoy en lo correcto?

—Ese es el único problema de los esclavos de la luna, Draco —murmuró—. Criaturas tan hermosas, condenadas a vivir en la comunidad humana para sentirse parte de algo. Sigo sin comprender por qué no abrazan su parte animal y viven como nosotros, los centauros; Libres.

—Ese no es el punto de la cuestión, profesor. Yo antes que monstruo soy mago y, no puedo dejar que ese falso anhelo de "libertad" arruine mi vida.

—¿Monstruo? Tal vez deberías dejar de referirte a esa parte de ti como tal. El lobo no está contento de ser llamado de tal forma y creo que tú tampoco. No es sano.

—Estoy enfermo —replicó Draco agresivo, sin querer levantar la voz en caso de que alguno de sus amigos estuviera afuera del aula—, usted no lo va a comprender nunca. El dolor. La bestialidad. No soy hermoso, porque si lo fuera no seriamos condenados a escondernos. —Draco afirmó su bolso con fuerza y dio media vuelta—. Es un profesor, no puede delatarme. Hasta luego.

—Piensa en lo que te dije, Draco, o acabaras haciéndote un daño irreparable.

Draco asintió y salió de la sala de adivinación algo malhumorado. ¿Qué sabía ese centauro de él? Era imposible que lo supiera todo con solo una predicción.

Nadie sabía todo sobre él. Ni siquiera el mismo, y tal vez eso era lo mejor para la seguridad de todo el mundo.

Al menos, tal como estaba asumiendo las trasformaciones, por más dolor que sufriese, podía sobrevivir.

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Luego de que terminó de leer la carta, se quedó un rato pensando en lo que Draco quería de Él.

Era temprano, y nunca fue un hombre mañanero, con la taza de café reposando a un lado suyo, el último ejemplar de "El profeta", la edición que Harry le mandó de "El quisquilloso" y la carta de Draco; su día comenzó con un poco más movimiento de lo habitual.

Sirius lo acompañaba en un estado entre el sueño y la lucidez, estaba aún en piyama esperando a que el agua terminara de hervir, mientras terminaba de leer, con una enorme sonrisa, la entrevista de Harry, haciendo recurrentes comentarios orgullosos.

—¡Ese es mi chico! Siempre es tan humilde; solo les pido que, si leen esta entrevista, no se queden de brazos cruzados. Sé que no soy nadie para pedírselos, pero solo existe una verdad y es esta... —leyó Sirius. La tetera sonó logrando que Remus dejara de divagar en sus pensamientos—. Quiero ver como lo hacen ahora los idiotas del profeta para crear sus mentiras rebuscadas que invaliden la postura de Harry. ¿Quieres más café?

Lupin negó con la cabeza, llevándose la taza a los labios. Sirius dejó la revista encima de la mesa y comenzó a prepararse su café. Aquella revista, desde que llegó el día anterior por la tarde; pasó por las manos de todos los miembros de la orden.

—Harry, se parece demasiado a James —suspiró Lupin, transformando con su varita una servilleta en una hoja en blanco—, es igual de valiente y sincero que Él.

—Lo dices como si fuera algo malo, Lunático. ¿Acaso hay algo que te está preocupando?

—Tan solo recuerdo que James se metía en demasiados problemas por ser como era —dijo Lupin—, ya sabes. Amaba la atención, y aunque reclamaba que no lo hacía a propósito, siempre terminaba obteniéndola. Estoy un poco nervioso por Harry, no sé si podrá controlar su sinceridad; cuando leí esa entrevista me sentí extraño, como si hubiese estado yo en el cementerio ¿No sé si me sigues?

Sirius le entregó el lápiz a Lupin que llevaba buscando hace un rato, posó su mano sobre su cabeza, hundiendo los dedos en su cabello.

—Crees que Harry podría revelar demasiados detalles ¿no es así? —Lupin asintió con levedad—. Podrías estar en lo cierto, pero esos detalles son los que hicieron que la versión de Harry de verdad sea más convincente. Nunca he escrito nada por el mero placer de hacerlo, pero estoy segura de que Skeeter le agregó palabras (y censuró otras) a la declaración de Harry, para hacerlo más interesante. No te sigas comiendo la cabeza por cosas como esas —sentenció Sirius, dejando su café hirviendo en la mesa y tomando la bebida de Lupin solo para saciar sus ansias—. ¡Puaj! ¿Cuántos kilogramos de azúcar le echas a esta cosa?

—Sabes que me gustan las cosas dulces —respondió, con los ojos cerrados tratando de concentrarse en las palabras—. No me gusta el café porque es demasiado amargo.

—Eso es lo encantador del café.

—Ajá.

—Siempre has sido de té.

—Y tú de cerveza.

Sintió la risa de Sirius antes de que este le plantara un beso en el cuello, luego se separó y se fue a sentar al frente suyo, cubriendo con su presencia toda la ventana.

—¿Puedes cambiarte de silla? Me tapas la luz.

—Lo lamento, todavía no me has dicho a quien le escribes ¿Es Harry? ¿Puedo leer la carta?

—Doble no —murmuró Lupin, algo agotado de las interrupciones de Sirius—, ahora quédate callado que no me dejas concentrarme.

—¿Quién te escribió? Dime, por favor.

Lupin rodó los ojos y le entregó la carta de Draco solo para que dejara de molestarlo. La letra del chico no era demasiado legible así que en todo el tiempo que Sirius pasó descifrando lo que las palabras decían, pudo redactar su respuesta.

Cuando Sirius terminó, hizo un mohín con los labios y se cruzó de hombros.

—Draco... ¿Es cierto eso de los olores? Que son molestos; repugnantes.

—Solo si no sabes cómo controlarlo —contestó, acabando su taza de café —, Draco sigue siendo muy inexperto, uno se termina acostumbrando a eso. Ahora incluso puedo regular lo de mis sentidos desarrollados.

—No sabía que podías ver en la oscuridad, o escuchar a través de las paredes

—Nunca mencioné nada de eso—se rio Lupin—. El olfato es el más predominante, sin duda, pero ¿te acuerdas cuando tú y James, se metían en la cama del otro, para chismorrear como niñas, en las noches y creían que nadie los escuchaba?

—Si, claro que me acuerdo; James siempre tenía algo que decir.

—Bueno, tú tampoco te quedabas corto, en realidad. —Lupin agarró uno de los sobres y metió la carta dentro—. Yo, bueno, escuchaba todo lo que hablaban. Por eso es por lo que durante segundo me la pasé enojado con ustedes; yo era el tema principal. Solo necesito concentrarme y puedo escuchar un poco más de lo normal.

—A fines de ese año descubrimos que eras un hombre lobo y en quinto nos trasformamos en animagos —recordó Sirius—, ¿Cómo olvidarlo? Si tú insististe tanto en que: "no era necesario que nos involucráramos en tu pequeño problema"; nosotros, como éramos tan considerados contigo, tomamos tu opinión y la desechamos al instante. No puedes negar que no lloraste. ¿Fue por felicidad o rabia?

Lupin rodó los ojos y con un chiflido llamó al ave de Draco, que obediente permaneció encima de la copa de un árbol esperando a que Remus terminara de redactar una respuesta. El búho entró por la ventana de la cocina, se robó un par de manís que estaban servidos encima de la mesa, mientras Lupin amarraba la nota a su pata. Para cuando se fue, Remus se guardó el bolígrafo en el pantalón y estiró los brazos.

—¿Cuáles son los planes de hoy? —preguntó Lupin, aburrido—, ninguno, supongo.

—Así están las cosas, Lunático. Lamento decepcionarte —contestó Sirius—. Quería hacer ejercicio ¿Te apuntas?

—Odio el ejercicio, tú sabes que yo prefiero...

—Leer, comer y dormir —completó Sirius con una media sonrisa—. Tengo ganas de verme la película esa, la de la niña superlista, ¿crees que si le pido a Molly que vaya a arrendarla, funcione en la mini tele de mi cuarto?

Lupin se levantó de la mesa, recogió las tazas de café sucias y respondió:

—No perdemos nada por intentarlo.

—Únicamente un par de libras.

Millonario tacaño.

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No le apetecía para nada asistir a esa clase de astronomía, incluso estuvo ingeniando un plan pseudo funcional para poder saltarse esa clase; sería regañado por Hermione, pero solo quería irse a la cama temprano.

Todos sus planes se fueron al garete cuando Draco, con cara de pocos amigos, le dijo con una marcada molestia; "No te atrevas a faltar hoy, Potter".

—Harry ¿sabes dónde está mi diagrama estelar? —preguntó Seamus, mientras rebuscaba en su baúl sin éxito. Harry se encogió de hombros—. Demonios, si no lo encuentro voy a tener problemas.

—Te presto el mío, si quieres —se apresuró a decir Harry, entregándole su mapa. No le preocupaba ya con el completísimo y avanzado mapa de Draco, les bastaba—. No lo voy a utilizar.

—¡Muchas gracias!

Seamus le dedicó una sonrisa y Harry respondió con amabilidad. Después de la entrevista, aquella discordancia entre Seamus y él se disipó, asegurando que los del ministerio eran unos mentirosos e, incluso, le envió su propia revista a su madre para demostrarle que esa era la verdadera versión. Harry, al final del día, decidió que Seamus, a pesar de ser bastante influenciable, era de confiar, así que le regaló uno de los galeones encantados para que se uniera a sus clases de DCAO.

Tras esa entrevista, las cosas comenzaron a mejorar; un par de castigos con Umbridge incluso ya le parecían soportables, por todo el reconocimiento y sonrisas que recibía en cualquier lugar.

Los profesores, como no tenían permitido hacerle comentarios sobre cualquier tema que no estaba relacionado con su asignatura, le expresaban su contento con distintos gestos sutiles, como una exagerada felicitación o algún que otro caramelo que, curiosamente, dejaban encima de su pupitre.

Sin embargo, al mismo tiempo, hizo que un centenar, por no decir miles, de personas reafirmaran su mala opinión acerca de él. Todas las mañanas le llegaban una pila de cartas de varios lectores, algunos disgustados al punto de desearle la muerte y otros que lo felicitaban con palabras bonitas y regalos.

Por los pasillos, y sobre todo los estudiantes de Slytherin o extremistas de Ravenclaw, susurraban entre ellos. Recordaba haber mencionado ciertas familias de sangre pura, y la mirada de sus hijos eran las más severas.

Estuvo seguro de que Draco iba a ser el primero en saltar alarmado ante la mención de su padre, pero se limitó a guardar silencio. De cualquier modo eso no hizo que sus amigos no le guardaran rencor a Él, como Nott, Crabbe o Goyle, quienes siempre que podían (y no eran acompañados por Malfoy) se desquitaban con algún insulto o gesto malicioso.

Fue hasta el aula de astronomía, acompañado de Seamus, Dean y Neville, quienes iban cargados de cartulinas, libros, y material para la clase.

—¿Y qué tal van en el trabajo grupal? —preguntó Dean, que aparte de sus apuntes de astronomía, llevaba una carpeta repleta de dibujos con la que iba a todos lados—, trabajar con Crabbe está siendo un martirio ¿no es así Seamus?

—Si, el imbécil no debe tener cerebro, creo yo —comentó Seamus, sacándole una risa a Harry—, el único aporte que hace siempre es decir las pocas malas palabras que conoce o citar a Draco. A ustedes les toca con el ¿no es así? Me imagino que debe ser frustrante. —El cielo, esa noche estaba en especial silenciosa, no había luna y las estrellas eran las que se dedicaban a alumbrar el prado—. Además, ahora con lo que le dijo Firenze en clase, debió haberles subido su egocentrismo a niveles altísimos.

—No es tan malo trabajar con Él —respondió Neville—, ósea, solo nos dice que hacer y mientras no lo hagamos mal, se queda callado. Aunque a veces lo veo como se muerde la lengua.

—Con lo que dijiste en la entrevista, el muy imbécil debería ser un idiota si quiere molestarte —aseguró Seamus.

—Eso creo, pero a rasgos generales vamos bien —complementó Harry—, Malfoy, básicamente, hace todo el trabajo, y a mí me toca transcribir.

—¿Me ayudas a hacer el título, entonces? —cuestionó Dean—, sé dibujar, pero eso no significa que escriba demasiado bien. Se entiende... —Seamus alzó una ceja con media sonrisa, que no pasó desapercibida por ninguno de los tres—. Bueno yo la entiendo.

Cuando llegaron al último piso, Draco jugaba con su telescopio portátil, sentado en la mesa habitual mientras Goyle le hablaba de algo por lo que Draco parecía poco impresionado. Harry fue directo a la mesa de Dean, mientras Seamus extendía la cartulina encima de la mesa, dejándola firme con magia.

—¿Cuál es el título? —preguntó Harry, untando la pluma en tinta.

—Astrometría, dos puntos, aplicación en la cotidianidad.

"cotianidad" o "Cotidianidad".

—Deja lo busco.

Antes de trazar la primera línea, Harry soltó la mano. Usando todo el rango de movimiento de su antebrazo, comenzó a escribir el título. Dedicándole después de cada palabra una mirada a la mesa de Draco.

—Cotidianidad —pronunció Seamus con claridad. Harry asintió, terminando de escribir el título. Dio un paso atrás y sonrió satisfecho—, ¡Wow! ¡Tienes letra de chica!

—¿Gracias? ¿Eso se supone que es un insulto o un halago?

—Un halago —aclaró Dean—, bastante misógino por parte de Seamus, si somos sinceros. Porque si nos basáramos en la letra para determinar quién es mujer o no, bueno, tendríamos que cambiar bastantes géneros, comenzando por Daphne Greengrass.

Los chicos rieron. Todos recordaban la vez en la que la chica, en historia de la magia, pasó al pizarrón para escribir un par de acontecimientos históricos, y ni el propio profesor logró comprender los jeroglíficos expuestos.

Harry cerró su tinta y satisfecho fue hasta su mesa de trabajo, al mismo tiempo en que la profesora Sinistra daba por comenzada la clase. Iban siendo horas en las que los dejaba avanzar en su trabajo y de vez en cuando Draco le preguntaba algunas cosas a la mujer.

—Veo que ya calentaste la mano —mencionó Draco, sacando un lápiz grafito—, supongo que entonces no tendrás problema con escribir el título ¿no?

—¿Y cuál es?

—¿Todavía no tienes ni idea de que trata el trabajo, Potter? —bufó Draco—. Hemos estado trabajando en eso desde la semana antepasada.

Has trabajado, —corrigió Harry molesto— no nos dejas hacer nada más que recortar y escribir.

—Bueno, pues si tuviera certeza de que no estropearían el trabajo, les daría el trabajo de investigación.

Neville sacó los distintos recortes que Draco trajo y le pasó un par de tijeras. No se fiaba en la magia para hacer cosas manuales/artísticas como esa, ya que si no le tenías el ojo puesto en cada momento, podían acabar destrozando todo.

—Mejor escribe, Potter: "Satélites y su función la astrometría moderna"

—¡Qué aburrido! —exclamó Harry.

—¡Has el trabajo tú, entonces! —contestó Draco—. Como si la astrometría fuera divertida de cualquier modo. ¡Escribe!

Harry rodó los ojos y trazó la primera palabra en el espacio delimitado para el título. Recordaba haber dejado ese pequeño lugar, porque Draco todavía no estaba convencido de ningún titular.

La forma de trabajar de Draco era clara. Les entregaba lo que debía que transcribir encerrado en rojo, eso era lo que debía poner textualmente, lo que subrayaba con verde era para parafrasear y en amarillo; solo nombrar. Draco se pasaba la hora completa de astronomía leyendo los textos, resumiendo, haciendo cálculos, mientras masticaba lo que fuera que haya traído para comer (ese día una barra de chocolate). Detestaba ser molestado, porque decía que le cortaba la "inspiración"

Su única entretención era escuchar las otras mesas, porque Neville, a pesar de ser un gran amigo, también era de los que disfrutaba estar en silencio, para hablar solo cuando se acordaba de algo interesante.

Hermione, Daphne y Pansy, se estaban volviendo amigas, y durante toda la clase, compartieron bromas que hacían reír a Hermione. El caso de Ron iba siendo un desastre total, porque los chicos lo molestaban cantando "a Weasley vamos a coronar" cada cinco minutos.

Cuando terminó de transcribir la información de la última hoja, Draco le entregó una pequeña nota por encima de la mesa. Neville no se percató de nada, estando absorto en pegar un saturno a los márgenes de la cartulina.

"Tengo que hablar contigo"

Harry sonrió, y luego, en la misma nota escribió su respuesta.

"Tienes una boca bastante afilada. No sé si deba escucharte"

Draco rodó los ojos, emitiendo un sonido molesto.

"Es importante"

Dejó el papel bajo su mano. De por si le parecía impresionante que Draco lo estuviera buscando para hablar. Se trataba de una charla "importante", tal vez no para él, pero si para Draco. El chico, a pesar de que seguía fingiendo leer, se notaba que no lo estaba haciendo en realidad.

"Vale, hablemos entonces. De que trata?"

Draco dio una breve sonrisa y sacó una nota del bolsillo de su pantalón, muy arrugada, al que le agregó un par de cosas antes de deslizársela por encima de la mesa.

"Es sobre tu entrevista. No es para atacarte, o al menos no estoy buscando discutir contigo. Te espero el domingo en la torre de astronomía a las 7 p.m. Donde Longbottom no esté presente."

Terminó de leer, levantó una ceja y asintió, en el momento exacto cuando Longbottom decía:

—Oye, Malfoy ¿Tienes otra lámina de estrellas? Se me acabó esta hoja.

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1. Black Swan:BTS

2. Ya está, la revelación del significado del título. Claro que hay más trasfondo del porqué escogí este nombre y no otro, pero en general es eso; los licántropos son considerados seres que se someten a la luna, pero ¿Por qué es así? En próximos capítulos lo podrán descubrir, Ups.

¡Hola! ¡Espero que les guste esta dinamica tanto como a mi! Porque yo siempre estoy feliz de contestar sus preguntas.

Pregunta y respuesta:

Murtilla pregunta: Como se puede llevar mejor con su lobo interno? Es lo que grey aprovecha. Felices fiestas! A pasar la caña

Respuesta: Hola! Murtilla, siempre es un placer contestarte.

Claro que tu pregunta, la voy a ir respondiendo de poco a poco, durante los capítulos, pero por el momento te puedo decir que tiene que ver con la propia aceptación y percepción de Draco con su condición. El mismo Firenze le aconseja que no trate y/o se refiera de forma tan peyorativa a ese fragmento de si mismo, porque "el lobo" no está contento.

El lobo y Draco son dos partes separadas; Draco así lo ve. Como algo que debe guardar, expresar una vez al mes, y seguir con su vida normal.

De por sí, toda esa ira y odio hacía si mismo, Draco la expresa en su forma licántropa.

Greyback, en cambio, al adorar al lobo ya no como una parte de si mismo, si no como toda su esencia. Puede optar por ventajas de las cuales, no te puedo contar, porque serían spoilers. Aunque todo se basa en el equilibro.

Muchas gracias por preguntar. Y ¡Felices fiestas! Hoy 18, me duermo con resaca, pero espero no acabar demasiado mal XD.