"Está aniquilando a tus monstruos
Polvo y fuego
Lucha como un tigre
Lo haremos junto
Esta es la vencida
¿Estas listo para el baile de esta noche?
El chico de oro
La gloria más joven
No quiero dinero
Pero escribe la historia
Apuesto a que te arrepientas
No jodas a mis amigos
Tengo un comunicado; mi reinado está llegando" (1)
• ── ◦ ◦ ── •
Esa mañana, la primera clase se atrasó y no fue, precisamente, por una agradable razón.
Eran poco más de las ocho, todo el colegio esperaba hambrientos el desayuno que todavía no se servía. Umbridge esperó a que un par de rezagados estudiantes llegaran al comedor. Cuando cada puesto estuvo ocupado, la mujer se aclaró la voz y comenzó a hablar:
—Buenos días, queridos alumnos, espero que hayan tenido una placentera noche. Se que este pequeño discurso es bastante inesperado de mi parte, pero me es de suma importancia avisarles, que desde el día de hoy, yo; Dolores Umbridge, asumiré el cargo de directora del colegio.
Un bullicio, para nada ameno, se extendió por el comedor. Nadie la vitoreaba, en realidad, exigían explicaciones. Umbridge no se inmutó, ya que permaneció con una desdeñosa sonrisa de lápiz labial rosa.
—El exdirector, Albus Dumbledore, en este momento, está enfrentando una investigación por parte del ministerio de magia, por cargos de conspiración —explicó Umbridge, buscando con la mirada a Harry. El chico no parecía impresionado por la noticia, pero sí que sujetaba el tenedor con una apremiante fuerza—. Soy consciente de que muchos de ustedes sentían cierta predilección por el profesor Dumbledore y que esta revelación les está cayendo como un balde de agua fría.
» Es por eso que como actual directora, haré el mayor esfuerzo por corregir en el colegio todas esas conductas que son inaceptables, en la sociedad. Además, seguiré ejerciendo el cargo de profesora de defensa contra las artes oscuras durante lo que queda de año escolar. Muchas gracias.
Varios estudiantes comenzaron a reclamar enfurecidos. Harry observó a los distintos miembros de la ED que el día anterior escaparon, pero que no poseían ni idea de la situación del profesor Dumbledore.
—¡Cierto! Casi me olvidaba de dar un par de anuncios más esta mañana —exclamó Umbridge, aunque el bullicio no cesaba. Incluso varios estudiantes de primero se echaron a llorar por la noticia; Harry se encontró seguro que ese año era el peor para comenzar los estudios en Hogwarts—. ¡SILENCIO! —conjuró la profesora, con su diminuta varita. Muchos alumnos se miraron entre ellos, sin poder emitir ningún tipo de sonido—. Bueno, como iba diciendo...
» Desde el día de hoy, quedan prohibidas las incursiones a Hogsmeade para todo estudiante, que no posea autorización que haya aprobado.
» Y el último anuncio es dirigido a los siguientes alumnos, de los cuales requiero, hoy mismo, en el comedor a las cuatro p.m. para... charlar.
Umbridge entonces, comenzó a dictar todos los miembros de la ED, leyéndolos desde la lista de Hermione. Saltándose a Draco y Marietta. Los alumnos, que no albergaban ni una mínima idea de que durante todo el año se estuvo impartiendo una organización secreta, se mostraron confundidos, pero no pudieron reclamar nada por la falta del habla.
Acto seguido de dejar el comedor en un estado catastrófico, Umbridge, bajó del estrado y se fue a sentar, olvidándose de los estudiantes. Todos, en un silencio la quedaron viendo con súplica y ella les respondió con una sonrisa, mientras la comida se materializaba en las cuatro mesas.
—¡Finite! —gritó el profesor Flitwick, hacia todos los estudiantes, quienes volvieron a recuperar el habla.
El profesor se volteó, pero recibió un gesto de la profesora Umbridge. A lo que respondió bajando la cabeza, al mismo tiempo en que realizaba un último hechizo, con la elegancia tan propia del maestro.
En las paredes, se pegaron varios anuncios que decían lo mismo que Umbridge acababa de decir. Encima de la mesa de los profesores, apareció una enorme pancarta con el retrato de la profesora, sonriendo con arrogancia y que dictaba: "Nueva directora, Dolores Umbridge".
Para el periodo posterior a la primera clase (Pociones), ya todo el colegio se encontraba enterado de la situación que Harry, Hermione, Draco, Pansy y Marietta, vivieron en el despacho del director. Muchos alumnos se acercaron a Harry y Hermione, durante los periodos de descanso para pedirles todos los detalles; ya que nadie se atrevía a molestar a Draco o Pansy, y Marietta desde el día anterior que estaba en la enfermería por su molesto acné.
—Fue una medida preventiva —dijo Hermione a sus amigos, en medio de la explicación del aburrido profesor Binns—. En caso de que hubiera alguien que terminara arruinando todo, para que aprenda la lección.
—¿Estás segura de que Malfoy no tiene ni una sola marca? —preguntó Ron, jugando con el galón de oro.
—El hechizo no discrimina. Era una palabra a un profesor y todo el rostro quedaba impregnado de granos. Si Draco hubiese dicho algo, tendría la cara llena de acné —explicó Hermione, levantando la mano a una pregunta del profesor, pero el hombre la ignoró—. Deberías dejar de intentar de echarle la culpa siempre a Draco, él es inocente.
—Una lástima. Al menos Marietta era algo bonita —suspiró Ron—. No me hubiese molestado ver el rostro de Malfoy arruinado.
A las cuatro y tras la clase de adivinación, todos los miembros de la ED se encontraron en el comedor vacío.
Umbridge entró junto a los jefes de cada casa, menos Snape. La profesora McGonagall, era la única del grupo, que no lucia molesta o decepcionada. Flitwick, aun detrás de su pequeño aspecto, se mostraba algo orgulloso de Cho Chang, Michael y Eddie.
La profesora Sprout, en cambio, era un asunto distinto. Cuando lo deseaba, la mujer imponía presencia. Traía los brazos en jarras y se mantuvo en completa seriedad, con los ojos puestos en los estudiantes de Hufflepuff, que trataban de evitar cualquier contacto visual.
Entre Abbott y Susan; Jessica se asemejaba a una niña de diez o menos años, que escondía el rostro dentro del gigantesco polerón que siempre usaba. Lucía aterrada.
—Bueno, creo que todos ustedes saben la violación a las normas del colegio que han infringido ¿no? —habló Umbridge—. Esto, en situaciones normales, sería castigado con la expulsión inmediata de todos ustedes, pero como soy comprensiva. He tomado la decisión de que enfrentaran un castigo menos severo.
» A pesar de eso, los apoderados de cada uno recibirán una carta que explica la razón de esta medida disciplinaria.
Harry sonrió satisfecho, pero se percató que era el único que lo hacía, al final de cuentas, sospechaba que alguno de sus tíos figuraba como apoderado suyo, y lo único que harían con la carta sería usarla para el fuego.
A diferencia, Los Weasley tragaron en seco, Jessica, agachó la cabeza suprimiendo las ganas de llorar y Hermione hizo un mohín con los labios.
Con su gordo índice, Umbridge apuntó una de las mesas del comedor, donde se sentaron en completo silencio. Se encargó de hacer que cada uno recibiera una pluma y un papel. Harry se percató que muchos lucían confundidos ante esto, entre ellos Jessica, que a pesar de haber recibido castigos, nunca se había enfrentado al preferido de Umbridge.
La niña lo miró suplicante y Harry decidió sentarse a su lado, para mostrarle el apoyo que Jessica necesitaba.
—Cada uno escribirá "No debo infringir las normas escolares", con esa pluma que tienen frente suyo.
—¿Y la tinta? —preguntó Eddie.
—La pluma ya tiene tinta, querido. Una muy especial.
—¿Cuántas veces? —cuestionó esta vez Susan Bones.
—Las veces que hagan falta para que el mensaje les quede grabado, preciosa. Ahora, profesores, pueden marcharse. Yo me quedaré inspeccionando el castigo, que será repetido, todas las tardes de esta semana a la misma hora.
Harry le dedicó una mirada de despedida a la profesora McGonagall. Ella movió los labios, sin emitir ningún sonido. Harry lo interpretó como un: "Lo siento", algo que lo hizo sentir peor.
Jessica emitió un gemido de dolor al escribir las primeras dos palabras. La niña lo miró con los ojos enfundados en lágrimas, sin embargo, Harry no pudo hacer nada más que tomarle la mano derecha a Jessica (era zurda). Y comenzó a escribir.
A pesar de todo el dolor, ese gesto fue suficiente para que Jessica no le diera el placer a Umbridge de verla llorar.
• ── ◦ ◦ ── •
Llevaba al menos una hora revisando el espejo bajo la completa oscuridad de la noche. Corrió las cortinas de la cama y conjuró un hechizo ensordecedor, para asegurarse que se encontraba en privado.
Reencontrarse con Dobby le fue extrañísimo. Desde el verano posterior a segundo que no veía al elfo, de aspecto amable y sonrisa despreocupada. Detalles de la historia; conocía pocos. Que su padre lo despidió por un error (siempre sospechó que Harry tenía algo que ver, porque lo primero que hizo fue quejarse de él). Una cosa siempre estuvo clara, nunca respetó al elfo, en realidad, cuando Draco era un infante, le gustaba practicar con los primeros atisbos de magia que mostraba con Dobby, pero de todas formas lo recordaba con un poco de aprecio.
Dobby se presentó con ropa en buen estado y sin miedo. Draco supo entonces que si quería pedirle al elfo que le trasmitiera un misero mensaje a Harry, le convenía usar la palabra "por favor" al final de la oración.
Esa mañana, antes de que todos despertaran, el elfo subió a rastras a la cama y lo agitó. A Draco casi le da un paro cardiaco al ver a la criatura tan cerca.
Escuchó lo que Dobby necesitaba decirle y recibió el espejo algo escéptico.
Un ronquido de Crabbe lo hizo volver a la realidad. Se miró en el espejo otra vez, preguntándose si se trataba de una broma de Potter. No obstante, mientras se arreglaba un par de mechones rubios, pudo ver como el par de ojos verdes de Harry aparecían en el espejo.
—¿Malfoy? —susurró Harry.
—¿Potter?
En cuanto eso ocurrió, se percató que algo sucedió en el espejo de Harry, porque el chico sonrió satisfecho.
—Es la primera vez que uso esta cosa —declaró Harry—. Cuando queramos hablar, hay que llamar al otro por el nombre. Como lo haría con un teléfono.
—¿Teléfono?
—Un aparato muggle, que sirve para comunicarse a largas distancias.
—¿Y también puedes ver a la otra persona? —cuestionó Draco, acostándose en la cama—. Esto es rarísimo. Recién ahora me doy cuenta de lo feo que eres.
—Wow, qué halagador —contestó Harry, riendo, mientras alejaba, del mismo modo, el espejo. Ahora podía ver su retrato, en un plano que mostraba desde los hombros hacia arriba—. Déjame decirte, que te veías como un completo estúpido cuando te estabas arreglando el pelo.
Los chicos comenzaron a reírse, y Draco se lamió los labios secos con una sonrisa burlesca. Quiso decir algo, pero en realidad no sabía que; Harry tampoco habló nada por un buen instante.
¿Qué se suponía que debían decirse?
Al minuto, Draco recuperó el gesto impasible y habló:
—¿Cómo le fue a Jess con el castigo?
—Es una niña más valiente de lo que aparenta. No lloró ni nada, cuando terminó el castigo incluso le entregó la hoja a Umbridge, con una sonrisa —contó Harry—. Debiste haber visto la cara de cólera que puso.
—Menos mal... estaba preocupado de que... bueno, ya no importa.
Harry se fijó en el pequeño brillo de los ojos de Draco. Era casi imperceptible, pero como lo único que podía hacer era mirarle la cara, se percató. Era algo tan humano, que lo hizo reflexionar sobre la tierna amistad que Jessica conservaba con Draco.
—¿No me vas a preguntar cómo me fue? —preguntó Harry, burlón.
—Me importa un pepino como te fue a ti, Potter. En realidad, creo que ya debes de estar acostumbrado al castigo de la pluma.
—Entonces lo conoces —señaló Harry—, pensaba que uno de los requisitos para ser miembro de la brigada era hacer oídos sordos acerca de los "métodos" de Umbridge.
Los ojos de Draco se dirigieron de inmediato a su emblema de la brigada que descansaba a un lado del de prefecto encima de la mesa de noche.
—Solo yo lo sé... me ha tocado supervisar alguno, cuando Umbridge no ha podido. Aunque siempre hice que el chico se fuera antes —confesó Draco, mordiéndose el interior de la mejilla, sintiendo un pequeño nudo que se le formaba en el estómago—. No soporto ver la cara de dolor de los castigados.
—¿Y la sangre?
—Igual, pero eso es un tema aparte —contestó—. Hubo uno, el del chico que es amigo de los gemelos Weasley. Por contestarle a Umbridge. Lo dejé ir tan pronto pude... como puedes ver no soy tan fuerte como lo parezco.
Harry se recostó de lado y entrecerró los ojos. El cabello le quedó repartido encima de la almohada como una nube de rizos—. No creo que deberías sentirte mal por no haber sido lo suficientemente cruel.
—Si, supongo... ¿Qué les hizo escribir?
—"No debo infringir las normas escolares". Lo peor es que quedó la frase escrita debajo del "No debo decir mentiras"
—Al menos tienes letra bonita.
Un nuevo silencio se extendió entre ambos. Draco se quedó con la mirada perdida en el retrato de Harry, pensando en cualquier cosa menos en el chico.
—Entonces Snape te prohibió hablar conmigo. —Draco murmuró una afirmación—. Snap me ha dicho todo el año que me aleje de ti —dijo Harry—. Creo que los dos no nos llevamos muy bien con las normas.
—Snape me castigó por cruzar la barrera de lo correcto. Larga historia, pero fue anteayer, Marietta vino, le mentí a Umbridge, y Snape fingió darme Veritaserum, creo que me dio agua en realidad; al final, Snape y yo tuvimos una desagradable charla y me castigó. Fin. ¿Te gustó la historia, Potter? —Harry sonrió asintiendo—. Ahora voy a tener que pasarme el resto del año clasificando pociones y cortando ingredientes.
—¿Te dijo lo de mis clases...?
—Si. Es por eso de tu conexión con quien-ya-sabes.
—Ajá.
—Sigo sin comprender como continúas vivo después de todo lo que te ha pasado.
—Créeme, yo me lo pregunto a diario.
Draco se metió adentro de las sábanas y Harry lo imitó. ¿Qué hora sería? Todo el cuarto yacía sumergido en una completa oscuridad, por lo que debía ser un poco más tarde, que la una de la madrugada.
—Suele meterse en mi cabeza, a través de las visiones que te conté. Estudio Oclumancia para cortarle el paso, pero sigue sin surtir demasiado efecto. —Draco se mordió el labio; le resultaba extraño referirse a Voldemort como algo que no fuera una leyenda o un cuento de terror—. ¿Me temes?
—No, nunca te he temido, Potter —contestó Draco sin dudarlo—. Pero si te refieres a si le temo a la posibilidad de que podría descubrir mi condición... Si.
—Lamento eso... Si quieres podemos dejar de hablar y limitar las posibilidades.
Draco se quedó con los ojos clavados en el remolino que Harry disponía en el centro del cuero cabelludo. Definió su cara delgada, el poco vello facial y, si te fijabas con detención en la sonrisa de Harry, te percatabas que los incisivos laterales se encontraban algo torcidos; era tierno, pero Draco se preguntaba porque no se arreglaba los dientes con magia como cualquier otro mago.
—No quiero dejar de hablar contigo —contestó Draco sincero, mientras se alborotaba el cabello—. En tercero descubrí que el Innombrable es mi mayor miedo, pero no voy a dejar que Él se interponga en esto. En lo que somos. No sé cuál es mi destino, tal vez tenga preparado un final cruel y doloroso. —Harry se puso las gafas, para ver mejor a Draco—. Incluso, podría no llegar ni a los veinte antes de morir a manos de él. No lo sé. Ni tampoco quiero saberlo. Lo único que quiero pensar es que mañana continuaré viviendo, como una persona mejor de lo que fui hoy.
—Draco...
—¿Es eso extraño?
—Creo que ha sido de las cosas más hermosas que he escuchado salir de tu boca —dijo Harry, sonriendo. Draco percibió su corazón retumbar rápido, trató de calmarlo, no pudo, así que siguió contando los latidos. Uno, Dos, tres...—. Te prometo que no voy a dejar que Voldemort te mate.
—No digas su nombre, por favor —pidió Draco—. Ni tampoco prometas cosas que no puedes cumplir.
Diez, once, doce...
—Draco, te lo estoy diciendo por qué no pienso dejar que él te asesine, ni a ti, Hermione, Ron, Jessica; a nadie. —Harry hablaba severo y Draco, a pesar de ver a Harry en completa oscuridad, pudo percibir en los ojos, aquel verde intenso—. Por eso me despierto todas las mañanas, para asegurarme que todavía no he roto esa promesa que me hice a mí mismo, desde que conocí mi historia.
Perdió la cuenta. En cuanto dejó de pensar en su corazón y se enfocó en como Harry lo miraba.
¿Harry lo percibía? El miedo... la esperanza. Esperaba que notara la confianza que Draco ponía sobre su persona. Tal vez Harry se dio cuenta del alivio que significó eso para Draco, no solo por las lágrimas que comenzaron a salir de los ojos de forma silenciosa, sino por el leve "gracias" que murmuró.
—Demonios, ¿Por qué nos tocó vivir en este periodo tan roto? —preguntó Draco, más para sí mismo, que para Harry—. ¿Por qué no pudimos existir antes? Antes de todo lo malo, o cuando la mierda ya haya pasado.
—Porque el mundo primero necesita alguien que lo salve.
—Eres un maldito, con complejo de héroe.
—No creo ser el único, Malfoy... Estoy seguro de que tú también tienes algo por lo que estarías dispuesto a luchar —aseguró Harry. Draco se limpió las lágrimas, pensando—. Tal vez, deberíamos dejar de preguntarnos lo que pudimos ser.
—¿Ese es tu secreto para no volverte un completo demente?
Harry soltó una risa, entonces Draco se percató que Harry lloraba, de la misma manera que él, pero como se hallaba a contraluz, percibía el brillo del rastro de las lágrimas sobre sus mejillas.
Los dos se encontraban temerosos del futuro. De las promesas que hicieron sin saberlo.
—Si, y aun así la gente me llama lunático en "El profeta", ¿Te lo puedes creer?
—Pues en realidad, creo que leí un libro muggle, de un tipo que se creía caballero en un mundo sin villano —comentó Draco—. Estaba loco.
—El Quijote (2)—dijo Harry—, no lo leí porque es muy largo, pero el tipo al menos era feliz. Eso es lo que cuenta ¿no?
—Supongo. ¿Crees que seremos, algún día, de verdad felices?
—Si. Por eso luchamos. Por ser felices. —A espaldas de Harry se escuchó un sonoro golpe que lo alertó—. Demonios, Ron se cayó de la cama. Buenas noches.
—Buenas noches.
Harry desapareció y Draco escondió el espejo dentro de la almohada. Comenzó a pensar en las personas por las que luchaba, por las cuales afrontaba la enfermedad a pesar de lo doloroso que resultaba.
Narcisa, Lucius, Pansy, Jessica, Zabini, Nott. La lista comenzó a agrandarse. Crabbe y Goyle. Continuó añadiendo nombres. Lloró pensando en ellos y se preguntó como ellos afrontaban ese periodo, si tal vez sufrían de la misma forma que él y resistían las penumbras por lo que luchaban.
Harry Potter. Si, ese idiota figuraba en la lista.
Entonces Draco le prometió de forma silenciosa, antes de dormir, que no iba a dejar a luchar, a pesar de que eso significaba, sacrificarse a sí mismo primero.
Las promesas de ambos eran incompatibles, contradictorias y una locura.
Pero tal vez por eso luchaban, por un futuro alejado e irreal, donde podrían darle a la siguiente generación de brujos, lo que ellos tanto anhelaron. Un mundo sin Umbridge, sin Voldemort, sin corrupción.
Entonces, Draco; comenzó a luchar.
• ── ◦ ◦ ── •
—Nott, ¡Eres un miserable inútil!
La bibliotecaria miró a los chicos con llamas en los ojos. Se trataba de una mujer sensata, que odiaba cualquier tipo de bullicio excesivo.
Ron cerró la boca y devolvió la mirada a los desordenados apuntes de astronomía, que tomó. Estos no eran nada más que unas cuantas frases incoherentes, desparramadas en una sucia hoja de pergamino. Sin embargo, esa era su manera favorita de tomar rápidos apuntes.
Ni Zabini o Nott, prestaron atención a alguna de las lecciones de astronomía del año, en realidad, el único trabajo que hicieron fue la guía arrugada que la profesora Siniestra les entregó a finales del semestre pasado.
Encima de la mesa, sostenían la cartulina extendida con libros, procurando no mancharla con tinta. Las letras de los tres se mezclaban sin orden específico, ya que ninguno de los tres se ponía de acuerdo en la información que querían colocar. Tal fue el desastre de la situación, que en cierto instante ninguno poseía certeza sobre lo que el trabajo trataba.
Si tratabas de adivinar, podrías llegar a deducir que era una mezcla entre astronomía, economía y, por alguna extraña razón; pociones.
—¿Te puedes apartar, cara de turrón? —preguntó Zabini, con cierto deje sarcástico—. Estás utilizando mi pedazo de cartulina.
Llevaban en ese problema, al menos, una hora. En cierto punto, Nott dejó de molestarse en intentar y se quedó leyendo la revista de Quidditch que trajo en la mochila, sabiendo que terminaría por aburrirse del trabajo.
Cuando Ron se alejó de la mesa, para dar un vistazo general a la cartulina; cerró los ojos y ya no pudo resistir las ganas de mandar todo a la mierda.
—¡Incendio!
De la varita de Ron, una llamarada volvió cenizas la cartulina en donde llevaban trabajando tanto tiempo (si es que eso se le podía llamar trabajo). La pluma de Zabini se esfumó junto al papel y los tres se quedaron asimilando el desastre.
El trabajo debían terminarlo y entregarlo mañana, y ahora les tocaba comenzar desde cero.
Zabini, se levantó del asiento y le pegó un puñetazo a Ron, quién furioso le respondió con un sonoro cabezazo. Nott devolvió la revista (con excesiva tranquilidad) dentro de la mochila y analizó al par antes de recordar que Ron acababa de iniciar una pelea, bastante reñida, contra su amigo.
La bibliotecaria, tan pronto notó el olor a humo que dejó el fuego de Ron y los ruidos de la pelea que se desarrollaba en el pasillo, acabó por levantarse; para encontrar una desagradable situación.
Ya que en lugar de intentar separar a los chicos, un grupo de alrededor de diez estudiantes, animaban la pelea. Entre ellos Nott.
—¡Impedimenta! —gritó la mujer. Los chicos se quedaron con los puños a pocos centímetros del rostro del otro. —¡Por Merlín! ¿¡Se puede saber qué está ocurriendo?!
El grupo de animadores se disipó tan rápido como se formó y Nott quedó ahí parado, quién luego de dejar escapar un suspiro, fue a levantar a su amigo del suelo.
Nott trató de explicarle a la bibliotecaria lo que aconteció, pero pareció más interesada en revisar si los libros continuaban intactos. Para terminar llamando a los profesores a cargo de ambas casas.
La profesora McGonagall se limitó a bufar molesta al ver al prefecto de su casa, con el ojo hinchado, el labio sangrante y los nudillos rojos. Snape, no hizo ni un mísero comentario, y tan pronto llegó le dejó el trabajo del destino de los chicos en las manos de la profesora.
—Vayan a la enfermería... ¡Ron, eres un prefecto! Yo.. hablaré contigo despues de la cena —dijo la profesora con un tono cansado. Ron tragó en seco y se cruzó de brazos—. Detención conmigo, ambos, la próxima semana.
—¿Y Nott? ¡No puede dejarme en detención con Weasley! ¿¡Acaso pretende que ese desquiciado me mate?! —reclamó Zabini, recibiendo una mala cara por parte de su amigo y la profesora McGonagall.
La profesora rodó los ojos y declaró:
—Estaré encantada de que el señor Nott nos alegre con su presencia.
Zabini y Ron, se fueron chocando los hombros, mientras se insultaban todo el camino hasta el ala médica. Madame Pomfrey les dio un último sermón, antes de tratar los golpes de los chicos.
—Creo que deberíamos comenzar a hacer ciertos cambios —dijo Nott, sentándose al lado de Zabini—Porque si seguimos así...
—Como van, acabarán por tirarse desde la torre de astronomía —replicó la enfermera, enojada—. ¡No pienso curar ninguna otra herida que sea hecha por una absurda riña! Abre la boca...
Nott estiró los brazos sobre su cabeza, y se puso de pie con flojera, cuando Madame Pomfrey, terminó de vendar las manos de Weasley, echó a los chicos de la enfermería.
—En mi defensa; el trabajo estaba quedando peor que una manualidad de un niño de cinco años —dijo Ron.
—¡Pero al menos teníamos algo!
—¿Cómo pensabas exponer eso? —preguntó Ron. Zabini se cruzó de brazos, para no admitir que Ron decía la pura (y dolorosa) verdad— "Hola buenas noches, aquí está nuestro trabajo... ¿Qué no se entiende? Bueno es que es abstracto."
—Ya comprendí el punto, Weasley.
—No obstante no podemos quedarnos sin hacer nada ¿no? —concluyó Nott. Ambos chicos se encogieron de hombros—. Creo que lo mejor que podemos hacer es avanzar hasta el toque de queda, y terminar en clases.
—La Sra. Prince no nos va a dejar entrar, ni bromeando; por culpa de cierta persona —agregó Zabini, mirando a Ron con una mezcla de descaro y furia—. Además, esa persona, tal parece que tiene castigo en veinte minutos.
Se quedaron pensando un instante, antes de que a Ron se le ocurriera una vaga idea.
—Yo... bueno no yo. Harry tiene un libro de astronomía que nos puede ser útil. De esa manera, mientras yo estoy en mi agradable castigo, ustedes pueden ponerse a recolectar información.
Los chicos se miraron entre ellos, para acabar asintiendo. Si eso al menos le aseguraba tener una presentación mediocre.
Ron subió las escaleras corriendo, llegando al piso siete con el corazón a punto de salírsele del pecho, le dijo la contraseña al retrato de la señora gorda, y entró al cuarto a largas zancadas. Harry traía un aire a recién despertado de una siesta, porque el cabello iba en todas las direcciones, y lo primero que hizo al verlo fue preguntarle si podía sacarle de sus inagotables reservas, algo para comer.
Al cabo de un par de segundos Harry se fijó en los golpes.
—¿Pero qué te sucedió?
—Nada. Es decir, una pelea con Zabini, el muy imbécil... —contestó Ron—. De cualquier modo ¿Me prestas el libro que Hermione te regaló en navidad? El de astronomía.
—Claro... hermano, te dio una buena paliza.
Harry abrió el baúl y sacó el pesado texto. Ron soltó una risotada y antes de salir se volteó.
—Dices eso porque no lo has visto a él.
Para cuando regresó, se percató que los chicos seguían en el mismo lugar que antes. Nott recibió el libro, leyendo el índice de una rápida ojeada.
—¿Por qué mierda no nos dijiste antes que tenías este libro?
—Se los traté de decir —dijo Ron, dejando la carpeta de apuntes con los chicos—, pero como nunca me escucharon, me cansé de intentar que me escucharan.
—Nos hubiésemos ahorrado horas...
—Si bueno... me tengo que ir. Cuídenlo, porque si lo pierden, o peor, lo rompen; no sé si me salga muy barato.
Nott le entregó el libro a Zabini, y antes que Ron se fuera, levantó sus cejas y asintió.
—Bien, Weasley, aprendimos la lección. En verdad eres más listo de lo que pareces.
—¡Muchas gracias por tu arrogante alago! Tú no pareces más inteligente de lo que te ves, por si te lo preguntabas.
• ── ◦ ◦ ── •
1. Are you ready: Maneskin.
2. En Realidad me he llevado una agradable sorpresa con el texto.
Hola!
¡Lamento la actualización tardía! Salí de casa y se me quedó el celu, pero tan pronto llegué actualicé.
Amo el esa relación de odio que tienen Zabini y Nott, con Ron; además, amo como Ron puede contraatacar a ambos. Jaja. Tambien me gusta escribir a Ron como el chico listo que es ¡por algo fue prefecto! Dios...
THE_MACHINE
