Estoy haciendo un especial de fin de año, para este fic... un Q&A para los personajes, así que si quieren meter en aprieto a alguno en especifico me lo comentan de la siguiente forma.
(Nombre personaje): (Pregunta)
Pueden ser cuantos personaje y preguntas quieran, ¡Muchas gracias por leer!
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"Las luces de la calle hablan de mismo modo en que mi madre me dijo.
Camino del mismo modo que mi padre me dijo.
Espalda recta, sacando pecho, justo como un soldado.
Los hombres sabios hablan del mismo modo en que mi madre dijo.
Tu vas abajo, al sur, al sur." (1)
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Filch examinó el permiso de Draco arrugando la nariz, al final, se limitó a chasquear la lengua y abrió el portón del colegio. Draco fingió que se le caía el papel para darle suficiente tiempo a Harry y este saliera antes que él.
Estuvieron un par de minutos fingiendo indiferencia. En el momento en que el camino a Hogsmeade comenzaba a hacerse desigual y con ello la entrada se desvaneció a espaldas de ambos; Harry se quitó la capa y formó una inmensa sonrisa.
—¡Fabuloso! Umbridge no sospechó nada ¿cierto?
—Eso espero... nunca sé qué pensar de esa mujer. Siento que me odia, pero debe pretender tenerme algo de aprecio —comentó Draco metiendo las manos en los bolsillos de los pantalones—. Me preguntó que iba a hacer y le dije que quería cortarme el pelo y comprar algunas cosas. Voy a pasar a la peluquería antes de ir a eso.
—Bueno, no tengo prisa. ¿Por cuántas horas es el permiso?
—Tres.
Llegaron a Hogsmeade notando el lugar desolado. Era tan extraño ver el pequeño pueblo sin vida un sábado. Pasaron por las tiendas, la mayoría cerradas, y entraron a la peluquería.
El recinto era compacto, olía a productos químicos y lo abarcaba un calor aberrante. Dentro se encontraba una mujer delgada, con el pelo cubierto de aluminio, que leía desinteresada una revista, mientras el peluquero seguía maniobrando con magia el cabello de un hombre con aspecto de millonario; barriga de banquete y un mostacho poblado.
Pronto se dio cuenta de que ambos chicos llegaron; el peluquero dejó que las tijeras continuaran el trabajo y se giró sobre los talones para atenderlos. Era más bajo que Harry, y lucía un cabello tintado de color fucsia.
—¡Hola, queridos! ¿Qué se les ofrece?
Todos los chicos del colegio iban a esa peluquería durante el periodo escolar, aunque nadie se molestó en preguntarle al estilista su nombre. Las mujeres solían esperar a que hubiera algún receso para arreglarse el pelo. Draco quitó las manos de los bolsillos y respondió.
—Vengo a rebajarme.
—¿Tú? Pero si tú estás muy bien... Tu amigo tiene más pinta de necesitar un corte.
Draco examinó a Harry, quien se miró en el espejo. Era innegable, desde el verano que no se cortaba el pelo, por mera pereza. Pasó los dedos por los rulos.
—Oh... eres Harry Potter —murmuró el hombre, provocando que ambos clientes se voltearan para ver al chico con descaro—. Pasa, pasa; siéntate, querido. ¿Cómo quieres que te peine?
Harry pronto se vio atrapado entre las tijeras del hombre y el espejo. Draco soltó un bufido gracioso, antes de sentarse con las piernas cruzadas mientras revisaba el ejemplar del profeta dispuesto al lado.
Harry comenzó a explicarle al hombre la forma exacta del corte que imaginaba, aunque intuía que al final el estilista, como todos, haría lo que él quisiera con la maraña con la que Harry debía convivir a diario.
Pudo notar la mirada rabiosa del hombre por el rabillo del ojo, y la sonrisa encantada de la mujer, que pronto le pidió al hombre cambiar asientos para acercarse a Harry.
—Leí toda tu entrevista que hiciste en el quisquilloso —mencionó la mujer, Harry asintió incómodo—. Estoy, por completo, de acuerdo contigo, muchacho. ¡Nos quieren ver la cara de idiotas esos del ministerio!
—Pues yo creo que los del ministerio al menos están intentando hacer algo —comentó el hombre—. Harry Potter, ¿estás seguro de que lo que viste en el cementerio no fue alguna clase de alucinación?
Harry volteó la cabeza entrecerrando los ojos. El hombre se notaba muy disgustado por su presencia. Pronto el peluquero agarró la cabeza de Harry para volver a enderezarlo.
—Caballero, estoy más que seguro que lo que vi en el cementerio fue real —sentenció Harry, tosco—. Ahora, ¿Por qué mejor no se preocupa de sus propios asuntos?
—Mira, niño. Soy sanador, se cuando alguien tiene un problema mental —contestó el hombre—. Te sería buena una revisión. ¡No pienso creer ni una sola palabra hasta que vea tu certificado de cordura!
—Eres un insolente —gimió la mujer—. No escuches a ese viejo rabioso, Potter. Porque de todos los de aquí tú debes ser el más cuerdo.
—Si claro ¿y como explicas entonces que el viejo de Dumbledore haya sido despedido? De seguro que fue por todas las ideas chifladas que les metía a los niños en la cabeza.
—¡Usted no sabe nada! —acusó Harry, volteando la cabeza. El peluquero frustrado volvió a acomodarlo—. ¡Solo es un idiota cobarde!
El hombre se levantó del asiento muy frustrado. Harry frunció el cejo llevando la mano a la varita, por si las dudas.
Draco dejó el periódico de lado y agarró el hombro del señor, quien levantó la vista algo asustado. Draco alzó una ceja tomando la tijera mágica que quería continuar cortando el cabello del hombre, y se la entregó con una sonrisa torcida.
—¿Por qué mejor no se sienta antes de que tengamos un problema? —cuestionó Draco, empujándolo de vuelta en el asiento—. El silencio es el mejor estado para pensar con claridad. La gente que habla poco es mucho más interesante que usted, quien no tiene ni idea de las palabras que brotan de su boca.
—¡Eres un...!
Draco le enseñó el anillo al hombre, quien cerró la boca al momento.
—Exacto, soy un Malfoy. Ándese con cuidado, caballero.
Posterior a aquello, el hombre no volvió a dirigirse a ninguno de los dos. La mujer tampoco volvió a hacer mayor comentario, más que pedirle a Harry un autógrafo.
El peluquero terminó por quitarle a Harry una increíble cantidad de cabello. Dejándole los laterales rebajados y una gran maraña de rizos en el tupé. Harry se observó con curiosidad, hasta decidir que esa versión de sí mismo no le molestaba en absoluto.
Draco, tras insistir un poco, pudo cortarse las puntas del flequillo y los laterales. Para cuando los dos terminaron, Draco pagó por ambos cortes antes de abandonar el salón.
—Que imbécil ¡¿Qué sabe él lo que yo vi?!
—Deja de darle vueltas a la estupidez humana, Potter; de esa forma, dejaras de perder el tiempo en comprender a gente que piensa con el miedo.
Harry, de un instante a otro; se tomó la cabeza, frenando en seco y exclamó, atemorizado:
—¡¿Ahora cómo voy a explicar el corte?!
—Debiste pensar en eso antes de sentarte en la silla.
—Estoy muerto.
Draco puso los ojos en blanco, encogiéndose de hombros—: Miente y di, que te lo hizo Madame Pomfrey.
—Vale...
Harry guio a Draco por las tiendas, verificando que pasaron una hora en la peluquería y entraron a cabeza de puerco, percatándose del extraño panorama dentro.
Cada pared desprendía un intenso olor a ganado, en específico, bovinos que Draco no reconoció; en el interior, las ventanas eran cubiertas por gruesas persianas, por lo que, también se diferenciaba un tenue aroma a quemado, proveniente de las velas, las cuales eran la única fuente de luz. Al menos, no estaba tan lleno, aunque todos los clientes se trataban de personajes muy curiosos, como gnomos, magos horripilantes y brujas vestidas a la antigua.
Draco se quedó apoyado contra la pared y esperó a que Harry fuera a hablar con el viejo tabernero. Pudo percibir como le entregaba varios galeones, que el hombre recibió escéptico hasta que le entregó una llave.
Subieron las escaleras, con Harry en la delantera, mientras revisaban el número puesto en las habitaciones. Cuando se detuvieron en la que Harry arrendó, se percataron que era la más antigua y descuidada de todas. Con un olor a encierro asqueroso, la cama sin colchón y la chimenea apagada.
—Este lugar es inmundo —dijo Draco, comprobando todo el polvo acumulado—. No entiendo como la gente puede tan siquiera plantearse alojarse aquí.
—Lamento que no sea como los lujosos hoteles de cinco estrellas en los que has estado —respondió Harry, desempolvando la chimenea—. ¿Tú sabes cómo encender una de estas?
—Si, apártate —contestó Draco, apuntando el cenicero con la varita.
Pudo ver como Draco dibujaba círculos por la chimenea. Harry vio los movimientos tranquilos de Draco hasta que concluyó.
—Ya debería estar lista.
—¿Cómo sabes hacer esto?
—Tenemos una en la casa, pero no siempre está encendida; ya sabes, por eso de la seguridad —explicó Draco—. No sé dónde vamos a ir, así que me meteré contigo y dirás el sitio tú.
Harry asintió, tomando un puñado de polvos flu. Draco, tuvo que encorvarse y cerró los ojos, esperando que Harry modulara la dirección fuerte y claro.
—¡Grimmauld Place n.º 12!
Una brutal llamarada los absorbió y para cuando Draco abrió los ojos, se percató que se encontraba parado en medio de una sala de aspecto gótico. Vio a Harry, con el insulto en la punta de la lengua, pensando que se equivocaron de sitio
Al menos eso fue hasta que Draco se percató de Lupin en la puerta de la cocina, con una taza en la mano, y la mirada clavada en ambos chicos.
—¡Por Dios! ¡Que hacen aquí!
—¡Lupin! —exclamó Harry, quitándose los restos de polvos del cuerpo con una enorme sonrisa—. ¡Vine a ver a Sirius! ¿Dónde está?
—¿Sirius?... ¿Qué hace Draco acá? —preguntó Lupin, dejando la taza encima de la mesa, para acercarse—. No estoy comprendiendo nada.
—Necesito ver a Sirius...
Lupin examinó a Draco por un instante antes de asentir y salir disparado escalera arriba.
Toda esa casa olía a Lupin, con ese mismo atisbo que conservaba Harry. Ahí dentro, Draco se removió incómodo y miró a todos lados, dándose cuenta de que, en realidad, no debía estar ahí (o al menos lo comprendía de esa forma) y se arrepintió al instante de haber aceptado todo ese asunto.
Harry se fue corriendo a abrazar al hombre de tez pálida que acababa de bajar las escaleras; en buzo, chándal y pantuflas de perrito. Draco se puso alerta, cuando distinguió en él un olor en particular intenso. No tuvo que preguntarse quién era, lo sabía a la perfección
—Sirius Black —dijo Draco, acercando la mano hacia el costado donde mantenía guardada la varita—. Potter, aléjate de él.
—¡No, Malfoy! Él de verdad que no es mala persona.
—¡¿Qué hace el hijo de Narcisa aquí!? —cuestionó Sirius, separándose de Harry—. ¡Harry, explícate! ¡Te dije que no debías relacionarte con Él!
—¿¡Por qué?! ¿Acaso porque soy un monstruo? —cuestionó Draco molesto—. No pensaba decirlo, pero convives con uno, Black.
Lupin tuvo que mediar en la discusión, susurrándole un par de palabras a Sirius que lo hizo tranquilizarse. Harry se acercó a Draco, y lo miró con súplica en los ojos, a lo que Malfoy se cruzó de brazos bufando.
—Agh... Siéntense chicos —invitó Sirius y aunque Draco se mostró algo escéptico, decidió acotar la petición—. Vale, vayamos por puntos. ¿Por qué Draco está contigo?
—Porque-.
—Yo puedo responder por mi cuenta, Potter —gruñó Draco—. Él me invitó, porque de otra forma lo podían expulsar del colegio.
—¿Cómo?
—Ahora te toca a ti responder.
—Es que... necesitaba hablar contigo urgente y pensé en meterme en la chimenea de Umbridge —confesó Harry. Los hombres se miraron entre sí. Ambos dominaban leves nociones de quien era la mujer, por lo que no comprendían del todo la dimensión del peligro y de la hazaña que Harry junto a Draco acababan de cometer—. Pero al final venimos por la chimenea de cabeza de puerco, aunque en el colegio prohibieron las salidas de Hogsmeade... lo bueno es que Malfoy puede salir, por temas de la brigada. ¿Saben lo que es...?
Draco le dio un puntapié a Harry, quien se calló al instante y escuchó lo que Lupin iba a decir.
—En resumidas cuentas: te escapaste.
—Si, pero Malfoy tiene un permiso, así que no es TAN ilegal.
—Lo es, Harry, estas yendo contra las normas. Te pillan y te vas patitas a la calle... mientras Malfoy se gana una semana o a lo mucho un mes de castigo.
Los hombres se miraron entre sí, antes de sentarse en el sofá frente a los chicos.
—Déjame adivinar, te viniste por la chimenea de la habitación n.º 666 ¿no? —cuestionó Sirius, recibiendo un asentimiento de Harry—. Agh... esas cosas no han cambiado ¿eh, Lunático? Recuerdo cuando nos escapábamos de vez en cuando.
—Harry, lo que hiciste está muy mal —regañó Lupin, ignorando a Sirius, quien fallaba en el intento de lucir como un "adulto responsable"—. Imagínate en el lío en que nos meterías si logran atraparte.
—¡Pero eso no va a suceder! No si estoy con Malfoy.
Draco se recostó contra el respaldo aburrido de la conversación. Harry, por su parte, continuaba con los ojos clavados en Sirius tratando de definir en que rasgos compartía algún tipo de similitud con Draco. Los dos coincidían en el mismo tono lechoso de piel, las largas extremidades y, concluyó, que el privilegio de tener un rostro hermoso era cosa de sangres pura; aunque, en todo el resto de los aspectos diferían por completo, en especial por ese cabello negro oscuro como la misma noche.
Draco, al contrario, lo comparaba con una brillante luz (quizás una estrella de esa oscura noche), cuyo cabello casi blanco (si no era apreciado bajo el enfoque deseado) destacaba a donde fuera.
La similitud era esa entonces; ambos asociados con el cielo y las estrellas.
—Entonces, Harry dime ¿de qué necesitas hablar tanto?
Harry se relamió los labios y comenzó a explicarle a los hombres todo lo que Draco ya escuchó noches atrás. Para cuando acabó el relato, tanto Lupin como Sirius, se miraron entre ellos, sin comprender aun el problema.
—A lo que quiero llegar es que no comprendo... ¿Por qué mi papá era tan idiota? Es decir, creí que era genial, hasta que vi eso.
—James era genial, Harry no le des tantas vueltas al asunto —dijo Sirius—, éramos niños, teníamos quince.
—¡Yo tengo quince y no hago eso! Porque está mal. Solo, quiero saber qué problema se traía Snape con mi papá. ¿Por qué ese odio mutuo? ¿Por qué hicieron que Snape bebiera una opción envenenada?
—Harry, lo que debes comprender, es que era mutuo. Tú mismo viste como fingía fortaleza cuando estaba con sus amigos, pero Queji...Severus era un cobarde. Siempre que Severus precisaba de alguna oportunidad, no faltaba el comentario malicioso.
—Si pero...
—Harry —interrumpió Lupin—, mira, James cometía esos actos porque buscaba atención; La de Lily. Si te preocupa... las acciones eran exclusivas a Snape. No éramos matones; Éramos bromistas, como los gemelos. —Draco alzó ambas cejas, tratando de imaginar a Lupin molestando a alguien; Imposible—. Snape, solía molestarnos mucho, porque era mejor amigo de tu madre. Y James, siempre estuvo enamorado de ella.
—¿Cómo demonios mamá se enamoró de alguien como Él? Es decir, era un idiota que ni se peinaba el pelo.
—No te vaya a escuchar tu padre. En esa época llevar el cabello peinado de esa forma era la onda; James era tan popular como lo es ahora un Back Street Boy —comparó Sirius—. Y James cambió en séptimo.
—¿Cómo?
—Supongo que le llegó la madurez tardía, o que-se-yo, de todos modos con el auge de la primera guerra mágica, ya no era prioridad Snape. Debíamos hacernos amigos de nuestros cercanos y durante finales de quinto, nos hicimos amigos de todos los de nuestra generación de Gryffindor —recordó Sirius, con una sonrisa—. Esas fiestas en la sala común eran maravillosas... Un día ¿Quién fue? ¿Dorcas? Apareció colgada en el candelabro de la sala común.
—No, fue Peter —corrigió Lupin—. ¿Te acuerdas cuando Marls puso ese "carromato"?
—Eso duró como un día.
—Fue un día trágico para la adivinación...
—Sirius... —interrumpió Harry—. Entonces ¿Cuándo comenzaron a salir mi mamá con mi papá?
—Mediados de séptimo, creo. De todos modos, Lily cayó redondita en la trampa que James planeó desde tercero, más o menos —contestó Sirius.
—Yo opino que James cambió después de lo que te sucedió, Sirius, y no debes olvidarte de... Regulus.
Harry vio a Sirius y el hombre se mordió el labio. Draco se enderezó en el sofá, más interesado en esa parte de la historia.
—Te conté sobre Regulus ¿no? La verdad es que ya ni me acuerdo, de todas formas Regulus es mi hermano menor, en pocas palabras, se unió a los mortifagos y fue asesinado por ellos.
—¿Lo mató el Innombrable? —intervino Draco, recibiendo una mirada cansada de Sirius, que lo hizo repensar si lo que dijo, lo hizo demasiado interesado.
—No creo que Regulus haya sido tan importante para obtener ese "honor". De cualquier modo, cuando estábamos en Hogwarts, James se hizo amigo de Regulus. Creo incluso que lo conoció mejor que yo mismo.
—¿Regulus quedó en Slytherin? —preguntó Harry a lo que Sirius asintió tranquilo—. Nunca hubiese pensado que mi padre pudo convertirse en amigo de un Slytherin...
—Creo de un modo u otro, James lo vio como una forma de arrepentirse con lo que le hizo a Severus —acotó Lupin, cruzándose de piernas—. Tu padre era más de acciones que de palabras y se hizo amigo de Regulus, en quinto-sexto... aunque cuando comenzó a salir con tu madre en séptimo ya no se hablaban.
—¿Se pelearon?
Sirius negó con la cabeza—. Regulus murió a los dieciocho... obtuvo la marca a los dieciséis; nos llevamos dos años de diferencia... así que el cálculo es fácil. Es normal que James haya decidido dejar de compartir con Regulus, al final de cuentas, los ideales de mi familia, los Black, como puristas de sangre chocaban demasiado con los de los Potter...
Sirius no logró acabar de hablar ya que un sórdido ruido llegó desde la parte superior de la casa. Malfoy se sobresaltó y sacó la varita, sin saber muy bien la dirección a la que apuntar.
—Mi querida madre parece que despertó ante la mención de su hijo favorito... como te darás cuenta, Harry, todos tenían la esperanzas puestas en que Regulus iba a "llenar de honor" a la familia.
Draco mantuvo la varita en el aire, hasta que Harry la agarró y la bajó con lentitud. "Es un cuadro" le susurró y Draco no tuvo mejor opción que creer las palabras de Harry.
—Ahora, por otra parte, cuando cumplí dieciséis, me escapé, definitivamente, de la "noble casa de los Black". —Se volvió a escuchar un ruido sordo, a lo que Sirus atinó a poner los ojos en blanco—. Y quien me recibió fue James. Llegue muy mal al hogar de sus padres, sangraba —relató Sirius—. Agh... no estoy orgulloso del comportamiento que tuvimos durante nuestros primeros años en Hogwarts, pero lo bueno es saber que crecimos. Que maduramos.
—Aunque le sigues teniendo resentimiento a Snape.
—El odio es mutuo. Él me pone de los nervios. James se llevó mal por esa rivalidad con Lily, y yo vi en Snape, una forma de descargar todo mi dolor. Se que suena terrible, pero esa es la dura verdad, Harry.
Harry asintió, más tranquilo ahora que conocía, al menos, la versión de sus padres. Comprendía a Sirius, todo ese rechazo que recibió por ser diferente; Que los dos se veían obligados a realizar formas muy distintas para descargar el odio y no volverse un loco.
—Yo tampoco estoy feliz de cómo me porté —agregó Lupin.
Tanto Harry como Sirius lo miraron confundidos, antes de decir al mismo tiempo—: ¿Por qué, si tú no hiciste nada?
—Ese es el problema; no hice nada. Porque no quería molestarme con James ni contigo, Sirius. Tal vez si hubiese intervenido...
—No te martirices por eso. James y yo éramos arrogantes; no hubiese cambiado nada —concluyó Sirius—. ¿Hay algo más de lo que quieras hablar?
Harry observó a Draco, que se tronó los dedos antes de hablar.
—Quiero conversar a solas con el profesor Lupin —pidió Draco, recibiendo una sonrisa clamada del hombre—. Si no es mucha molestia...
—Para nada, ven conmigo a la cocina.
Draco y Lupin fueron a la cocina, dejando a Sirius y Harry en medio de la soledad del salón. Sirius se cambió de asiento hasta quedar al lado de Harry, que continuaba asentando en la cabeza esa nueva información.
Sirius pasó un brazo por los hombros de Harry, atrayéndolo para un abrazo.
—¿Quieres que te cuente un secreto, campeón?
—¡Claro! Dime.
—El contacto físico fue uno de los aspectos que más me costó arreglar. Recuerdo que aprendí a abrazar cuando llegué a Hogwarts, luego de que James, se me abalanzó encima, cuando quedamos en la misma casa.
Harry, sonrió convencido de que la historia era cierta. En parte porque lograba ver, a la perfección aquella situación.
—¡Oye!, anímate, Harry... además tú todavía no me has dicho todo. ¿Desde cuándo eres amigo con Malfoy?
—No somos amigos.
—A ver, se bastante sobre rivalidad, y eso no es un rival; si no son amigos ¿Qué son?
—Aliados —contestó—. Somos hombres de negocios, hicimos un trato, y ahora lo estamos cumpliendo.
—Un trato... pues debió haber sido uno importante. Lo siento, es que, se parece demasiado a Narcisa.
—¿Ella era muy mala?
—Ella era muy... influenciable. Sobre todo con las ideas de Bellatrix y toda esa basura de la sangre —explicó—, bueno como todos los magos en ese tiempo. Lo único que sé, es que la mejor de las tres, era Andrómeda. Nosotros éramos parte del club de los traidores.
—Draco no es mala persona. Solo tiene malas costumbres. Aunque creo que cada día deja de ser un poco racista.
—Mira tú... qué amable.
—Por lo menos ya no hace acoso escolar —dijo Harry, encogiéndose de hombros—, eso es una buena señal.
Era el cambio mas notorio. Desde comienzos de año (e incluso finales del anterior) que el comportamiento de matón escolar fue disminuyendo, hasta volverse nulo; existían aun resentimientos con los de quinto en Gryffindor, pero desde que Draco empezó a sentarse con Jessica en las comidas, que cuando se topaba con Ron o Neville en los pasillos, se limitaba a mirarlos con los labios y cejo fruncidos.
—¿Qué le picó? —cuestionó Ron, indignado por la inédita actitud de Draco— Ya ni se detiene a decirnos algún comentario malicioso... ¡De seguro que debe pensar que es mejor que nosotros y por eso no nos molesta!
—Casi pareciera que extrañas como Malfoy te insultaba, Ron —contestó Hermione.
—¡No me importa lo que haga ese imbécil! ¡Muy bien por él, que al menos haya dejado de portarse como el insidioso que es! —exclamó Ron, sonrojándose un poco. Harry sonrió detrás de su revista de quidditch—. ¡Aun así, no pienso perdonarlo!
Se sorprendió al ver a Draco, una mañana, evitando que Crabbe se metiera con un par de niños de Hufflepuff.
—Déjate de estupideces Crabbe y mejor vete a estudiar, ¿o acaso quieres ser el único imbécil que saque una T en sus TIMO?
—Pero...
—Pero nada, ¿no tenías como un montón de deberes en Historia de la magia? Gasta tu tiempo en algo que te sirva, que para algo tienes una cabeza tan grande —terminó Draco, a lo que Crabbe hizo un mohín y se fue del lugar a largos pasos. Draco alzó una ceja, al ver a Harry a sus espaldas, pero lo ignoró y se agachó un poco para quedar a la altura de los niños—. Ustedes tambien deberían ir a estudiar; primero es el año mas importante de todos, porque aprendes a defenderte de idiotas como el que los molestó.
Harry, desde ese día comprendió que Draco: sentía arrepentimiento de sus acciones del pasado, había madurado o pensaba que ya poseía suficientes problemas con ser un hombre lobo. Tal vez eran las tres o ninguna, no obstante, Harry no cabía de felicidad al saber que, por lo menos, Draco ya no hacía llorar a niños menores que él.
Regresó a la realidad cuando Sirius asintió, volviendo a abrazar a Harry con efusividad. Le revolvió el cabello antes de levantarse del sofá, mientras tiraba del brazo de Harry.
—Ven, sígueme.
Subieron las escaleras, y en mitad del tramo, Harry pudo ver como Kreacher lo miraba con los ojos entrecerrados, desconfiando de él. Siguieron avanzando hasta que Sirius lo llevó a su antigua habitación, la cual abrió con un hechizo que Harry desconocía.
Todo resplandecía en un estilo que gritaba los años 70'. No descifraba cómo ese sitio continuaba de pie, considerando que Walburga tuvo la posibilidad de destruir todo rastro de mundanidad, cuando Sirius escapó de la casa; sin embargo, lo más curioso de la habitación, era la gran escritura en el techo que dictaba «TRAIDOR A LA SANGRE». Sirius no mencionó eso y, en su lugar, se puso a rebuscar en sus cosas hasta dar con una caja bajo la cama.
La abrió encima de la colcha de la cama, mientras Harry se daba un paseo por las imágenes que se encontraban en cada centímetro de pared; pegatinas de Bowie, posters de T. Rex, recortes de revistas con modelos masculinos en exceso delgados e incluso, Harry reconoció algunos carteles de los Celtics; tal parecía que Sirius era un aficionado al basquetbol.
Tambien existían varios carteles de quidditch y fotografías móviles sacadas desde una cámara análoga. Se aproximó a un pequeño espacio en la habitación reservado a imágenes caseras.
Pudo ver al atractivo Sirius a una edad similar a la de Harry, golpeando una bludger con fuerza; James con la quaffle, Peter que aparecía siempre acompañado de su novia, un par de fotografías de distintas chicas que Harry vio por instantes en los recuerdos de Snape... y el exceso de imágenes de Lupin era, de alguna forma, tierno. En solo una posaba Remus (con una sonrisa tímida al mismo tiempo que se aplastaba el cabello) ya que las otras salía Lupin desprevenido; mientras dormía sobre la tarea, con la mirada enfadada al ser interrumpido durante su lectura o meneando la cabeza al ritmo de una canción que sonaba en el tocadiscos.
—¿Tienes el anuario? —preguntó Harry, viendo los banderines de Gryffindor—. Encontramos uno en la sala común, pero quiero las imágenes de mi padre que salen ahí.
—Si, creo que está en esa estantería. Búscalo, y te duplico.
Harry se acercó, esquivando la colección de revistas muggles y los libros de quidditch, encantamientos y fantasía, ordenados por autor. Pronto encontró el anuario, ya que era el único texto con cubierta de cuero.
—¡No están aquí! ¡Ya me acordé donde! —exclamó Sirius, volviendo a guardar la caja—... ¿Encontraste el anuario?
Harry asintió y le dejó el libro encima de la cama, a lo cual Sirius apuntó con la varita murmurando un "Gemino" que ocasionó que una copia exacta del libro se dispusiera al lado del anuario original.
—Quédate con el original —dijo Sirius, colocando el anuario de nuevo en su sitio—. Lo que estoy buscando está en mi escritorio.
Harry espero afuera de la habitación de Lupin y Sirius, hasta que el hombre le hizo un gesto para que entrara. Harry se sentó en la cama, mientras Sirius dispuso sobre la frazada roja (de Gryffindor) (en realidad le gustaba ir contra las normas) varias hojas de papel.
—Estas, son entradas del diario de James —indicó Sirius—. Seré sincero, se las robé a tu padre cuando aún vivía con él, y las guardé. A tu padre le gustaba llevar un registro de todas las bromas que hacíamos en el colegio, pero estas entradas no tratan sobre eso. —Sirius las tomó todas, antes de meterlas en una carpeta—. Son como veinte y algo, léelas cuando y parezca conveniente.
—¿De que tratan?
—Harry, por algo le robe estas páginas a tu padre. Tratan la mayoría sobre mí, aunque creo que hay un par de Lily. En realidad ya no me acuerdo.
—Es decir que, ¿le leías el diario a mi papá? —cuestionó Harry, recibiendo la carpeta.
—No siempre; esperaba a que escribiera varios días antes de hacerlo —rio Sirius—. ¡Es mentira!, además que, en el momento en que robé estas páginas, lo único que deseaba saber era lo que James pensaba acerca de mí.
Escucharon un llamado desde el piso de abajo, Harry volvió a abrazar a Sirius, agradeciendo por ambos regalos, antes de bajar. Draco parecía más tranquilo, aunque pronto se fijó en las cosas nuevas que Harry traía encima.
—Una última cosa... Snape ya no me está dando clases de Oclumancia.
Sirius soltó una exclamación ates de agarrar a Harry por los hombros.
—¡Harry! ¡Debes hacer que Snape vuelva a hacerte clases! ¡Ese imbécil! ¡Estoy que voy yo mismo a hablar con el!
—Tranquilízate Sirius —dijo Lupin—. ¿Por qué no te está haciendo clases? ¿Por qué te pilló viendo sus recuerdos?
Harry asintió—. Pero no importa, de verdad que siento que mis visiones disminuyen cuando o estoy teniendo clases con Snape.
—¡Da igual Harry! ¡Draco, tú eres Slytherin! ¡Has que Harry vuelva a tener clases de Oclumancia!
—No me metan en ese asunto —gruñó el chico—, mira que el profesor Snape también me comenzó a odiar por culpa de Potter.
Lupin alargó un suspiro que sirvió para sustituir una interrogante. Draco se miró las uñas impaciente y demostraba, por completo, los deseos que poseía acerca de irse de aquella casa con tan mala vibra.
—Harry, por favor. ¡Es de suma importancia que continúes aprendiendo Oclumancia! ¿Comprendes?
Harry asintió algo dudoso. Sirius lo abrazó por última vez, sin querer separarse de Harry, quien de igual forma se aferró al hombre como si fuera la última vez que lo hicieran. En el momento siguiente, Harry se despidió de Lupin, quien aprovechó de regalarle una barra de chocolate completa y un cariñoso apretón de nariz.
—Nos vemos.
—Nos vemos —respondió Harry, entrando a la chimenea junto a Draco—. ¡Cabeza de puerco!
Ambos chicos volvieron a quedar cubiertos de cenizas, tirados con fuerza de la chimenea hasta caer encima de la sucia alfombra. Harry soltó el anuario y la carpeta tosiendo, por el polvo acumulado hace décadas en esa chimenea.
Draco recogió el anuario y lo examinó, llegando al instante en la página marcada con una fotografía. Draco la examinó sorprendido, antes de asombrarse aún más por la imagen de James en grande, la cual abarcaba la plana que marcó la foto, antes de que Draco la retirara.
—Vale, no sé si estar más sorprendido al saber que el profesor Lupin y Sirius Black son pareja —exclamó, enseñándole la foto, donde Sirius le plantaba un beso en la mejilla a Remus—, o que eres idéntico a tu padre.
—Pero tengo los ojos de mi madre —agregó Harry, señalándole Lily, mientras se guardaba la imagen de Sirius y Lupin en el bolsillo—. Lily Evans.
—¡Por Merlín! ¡Tu madre era preciosa! Lástima que no sacaras ni un cuarto de su belleza.
—¡Oye! A la luz mi pelo es casi pelirrojo.
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1) South: Hippo Campus.
Hola!
Este capitulo tiene que ver con que esto es mero side story de los merodeadores, wolfstar, Jily, Jegulus. Soo, yep.
Aunque ¿Qué le habrá preguntado Draco a Lupin a solas? O ¿Qué dirán las entradas del diario de James?
Estoy emocionada de continuar. Aunque, me queda recordar que después de los TIMO, sucede todo el asunto en el ministerio y, básicamente, el final del libro quinto.
Y los TIMO se acercan a pasos agigantados.
THE_MACHINE.
PDT: Harry llama a Malfoy "Draco", cuando olvida llamarlo por el apellido. Y Draco se contiene de llamar a Potter (PottAh) "Harry", porque le da vergüenza.
