Un hombre se define tan bien por sus comedias como por sus impulsos sinceros.
Albert Camus, "El mito de Sísifo."
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Temor. Su rostro se contraía de este sentimiento, las manos le temblaban y el estómago se le contraía de forma involuntaria. Todo el tiempo; todos los días.
Y no se trataba de una vaga sensación, pasajero e imperceptible. Nott era capaz de controlarse a sí mismo, pero el miedo que lo embriagaba siempre era mayor a su comprensión. Mayor a lo que creía serlo, a lo que quería creerlo.
Porque a pesar de nunca considerarse demasiado valiente, sí que determinaba que en el pasado ya vivió lo suficiente como para no ser igual que un ternero. Temía, pero le resultaba de algún modo sencillo ocultar la piel de gallina.
Dejó escapar un pesado suspiro de los labios, mientras continuaba rebuscando en el desorden de su lado de la habitación. ¿Dónde lo dejó? Juraba haberlo visto antes de salir apresurado del cuarto en la mañana.
»—Lo dejaré aquí —dijo Draco, en sus recuerdos como un leve murmullo.
Aquí, aquí. ¿Dónde demonios era "aquí"?
Sacó la varita frustrado y exclamó:
—Accio, libro de runas antiguas. —Nada se movió. No recordaba el nombre exacto del texto—. Accio "runas y hechizos". —Nada—. ¡Carajo! ¡Accio puto libro de Runas!
"Puto libro de runas", con eso la imagen del texto se mostró clara en la mente. Escuchó un sonoro golpe que lo hizo sobresaltar. Provenía desde dentro de la cómoda de Draco. Ese idiota; de seguro que lo dejó el libro encima, pero debió haberse metido dentro por un desliz.
Abrió el cajón, dejando que el libro les llegara a las manos de un movimiento. Era el cajón lleno de camisas de Draco. Todas dobladas a la perfección y ordenadas por color. Era un maniático del orden.
Cerró el cajón con fuerza, haciendo temblar a la cómoda. Un leve tintineó se oyó desde el primer compartimiento y Nott volvió a mecer el mueble, intentando ver si escuchaba algo de nuevo.
El tintineo se repitió.
Tiró del primer cajón, encontrándose con la ropa interior de Draco, pero nada que, a simple vista, lucia frágil. Preocupado de poder haber roto algo por error (Draco lo asesinaría), metió la mano entre los calcetines de su amigo, rebuscando ansioso lo que sea que hubiese sonado.
Tocó algo duro, para percatarse que era una caja invisible. La tomó con ambas manos, y la agitó suave para volver a escuchar el sonido. Era eso. Lo que fuera que sea.
—Revelio —dijo, apuntando al objeto con la varita, tras haberlo dejado encima de la cómoda.
Una bonita caja color blanco se mostró, tenía la madera tallada con un diseño similar a unas flores y con un broche que se abría deslizándolo un poco. Nott detuvo la mano un instante frente al broche, pensando en que tan prohibido era lo que quería hacer.
Conocía el código de honor de un hombre. Era indudable que objeto escondido dentro de los calzoncillos era una señal para ser un secreto; Sin embargo, se trataba de Draco. No distinguía de qué forma eso aplicaba a la lógica (ilógica) de que por eso podría abrir la caja de pandora de Draco, pero sirvió para que ejecutara el siguiente movimiento.
Se trataban de siete frascos, con una sustancia azul guardados con meticulosidad. Sin etiqueta, aunque se asemejaban a una poción o a algún tipo de perfume. Nott abrió uno de los frascos, dejando que dé dentro del frasco saliera un humo leve y un olor como a algún tipo de planta que no identificaba. Era una poción, pero no era consciente de qué.
Revisó cada dosis, percatándose de que una estaba vacía, hasta encontrar una que enseñaba una etiqueta que dictaba: "Lobos" Frunció el cejo y volvió a guardar el frasquito con esas palabras. Dudoso.
Como no conocía el hechizo para hacer invisible algo (o tal vez sí, pero no se acordaba). Volvió a cerrar la caja, meterla como recordaba dentro de la cómoda, y ordenar la pila de calcetines encima, para ocultarla. En seguida cerró el mueble, con la etiqueta aun presente en su cabeza.
Conocía una única poción con la palabra "lobos" en ella. La matalobos. Pero no tendría sentido ¿Por qué Draco tendría algo como eso?
Antes de salir de la habitación esparció una gran cantidad de perfume sobre las pertenencias de Draco. Daphne lo esperaba en los sofás frente a la chimenea, leyendo un libro con cara de no estar disfrutándolo para nada. Nott se acomodó al lado, estirando el brazo por encima de los hombros de Daphne, que despegó los ojos del texto un instante.
—Demoraste ¿Dónde lo encontraste?
—Dentro de las cosas de Draco, pero no le digas que se pondrá como un maniático. Daph, ¿conoces alguna poción que termine en "lobos"?
—¿Es una pregunta del temario de pociones? —preguntó Daphne, sin recibir respuesta—. Matalobos, que servía para... Aliviar los síntomas de la licantropía... creo.
—¿No hay otra?
—¿¡Hay otra?! ¿Cuál? No me acuerdo.
—Te preguntaba. Yo también solo conozco la matalobos.
La chica se encogió de hombros y se apoyó sobre el pecho de su novio en una actitud cómoda y cariñosa. Puso el libro sobre las piernas, para que al momento se doblara y le regalara un beso rápido a Nott, quien sonrió poco convencido.
Por un instante, Nott dejó de abrazar a Daphne y abrió el libro de runas. Hace siglos que no lo abría. En realidad, le importaba tan poco Runas antiguas, que aportaba en las clases con su inigualable y aburrida presencia. Consideraba esa clase como la ideal para tomar una siesta tras el almuerzo o continuar con la lectura del libro de ficción que dejó a la mitad.
El libro de texto Draco lo usó una vez. A principio del ciclo escolar, para revisar algo y luego se lo dejó ahí. Como le importaba tan poco, casi se olvidaba de la existencia del mismo, y de no ser por los TIMO, en realidad hubiese dejado ese libro abandonado.
Lo que demostraba, al mismo tiempo, que a Draco lo embriagaba una pereza el simple acto de sacar el libro de dentro de sus caras camisas o lo verificaba de vez en cuando (o hace tiempo que Draco no se ponía camisas los sábados).
Hojeó el libro, con Daphne recostándose en el sofá, apoyando la cabeza sobre el regazo de Nott. La chica estudiaba historia de la magia y parecía a punto de dormirse.
La única página con un pequeño doblez en la esquina era aquella con un maleficio que desconocía. Fue hasta el apartado donde a Draco se le cayó un poco de tinta. "Sine Nidore: el usuario pierde el olfato por un tiempo indeterminado de texto, que puede alargarse hasta un periodo de cinco horas."
Tomó la varita, y se apuntó a sí mismo, murmurando el maleficio. No sintió ni frío o dolor, pero al segundo dejó de oler el perfume dulzón y persistente de Daphne.
—¿Qué dijiste, cariño? —preguntó la chica— ¿Por qué te apuntas a ti mismo?
—Practicaba un maleficio.
—¿¡Estás bien?!
—Sí, si —tranquilizó Nott, dejando el libro a un lado—. Aunque ya no tengo olfato por un rato.
—Que eres tontito~.
Nott forzó una sonrisa y dejó que Daphne se acomodara de nuevo en sus piernas. La cabeza de Nott albergaba esos detalles. El maleficio quita olor y las siete dosis de poción matalobos.
Eso indicaba una cosa. La única razón por la que alguien tan meticuloso y géminis como Draco, tendría algo en sus cosas. Él era así, guardaba las cosas por dos razones:
a) Las guardaba para usarlas después.
b) Las guardaba para utilizarlas más tarde con alguien.
Draco era si, dejaba las cosas ahí por algo necesario e importante. Interpretaba que por eso nunca compraba cosas inútiles en Zonko (cuando tenía permitido a Hogsmeade) porque no las iba a utilizar y odiaba el desorden.
¿Y quién era las únicas personas que necesitaban una poción matalobos?
Los licántropos.
Lo del hechizo no le veía sentido.
Hasta que lo recordó. Fue tal la impresión que se enderezó y levantó del asiento, pasando a tirarle el pelo a Daphne. La chica gruñó. Nott se mordió una uña, antes de salir disparado de la sala común de Slytherin a tomar aire.
No podía ser.
»—¿Ya terminaste de darte el lote con Daphne? Apestas a ella»
¿Cómo Draco pudo sentir el olor de Daphne, si estaban a varios metros de distancia? Considerando, que el perfume de otra persona solo se siente si te acercas.
La cicatrices. El aumento en la cantidad de comida servida de un año a otro. Los ojos, la altura, delgadez. Desapariciones durante una noches enteras y luego ausencia a las clases del día siguiente.
El temperamento. El problema indescifrable.
La razón por la que un frasco constaba vacío. Luna llena iba a ser ha mediado de la semana de exámenes.
Caminó por el patio y se dejó caer a las raíces de un árbol. Empezó a reírse por un chiste imaginario.
—Hijo de puta... —soltó Nott—. Eres un puto hombre lobo.
»—No puedo... Porque me odiarían.
—Te odio Draco, no porque seas un licántropo de mierda —dijo a sí mismo, en la soledad de los terrenos—, sino porque pensaste que nuestra amistad no me enseñó lo que es la tolerancia... Esto es asombroso.
¿Asombroso?
Con eso sonrió, se levantó del pasto y regresó a la sala común, con las manos en los bolsillos. Silbaba sin preocupación, atrajo a Daphne, disculpándose de la irracional actitud, y busco a Draco con la mirada, quien recién llegaba de la biblioteca.
—¡Draco! —llamó la atención Nott. Draco se detuvo a la puerta de la habitación, con un par de libros, una ceja alzada—. ¡Eres un mago!
—Lo sé. Tú también lo eres —Draco frunció el cejo—. ¿Qué bicho te picó, imbécil?
—¡Te amo! ¡Campeón!
Draco rodó los ojos y entró a la habitación, al mismo tiempo en que Nott repartía sonrisas a Daphne que lo miraba intrigado.
—Creo que ese maleficio te afectó la cabeza, mi amor.
Nott negó con la cabeza, hasta sentarse de nuevo en el sofá. Cuando la adrenalina de la revelación le abandonó el cuerpo, su corazón volvió a latir con fuerza. Ya no de orgullo.
Era miedo. Volvía a sentirlo, y ahora más fuerte que nunca.
Sí, Draco les mintió, pero ¿hasta qué punto? Si la licantropía se contagiaba, eso significaba que alguien lo mordió. Y ese alguien podría seguir vivo.
Si Draco era un hombre lobo, un mundo de posibilidades atemorizantes se abría paso. Comenzó a temblar, nervioso.
Draco volvió a salir del cuarto, se sentó en el sillón individual a un costado del sofá, con un libro bajo el brazo y sin decir ni una sola palabra, comenzó a leer.
Por el momento, podría contentarse de eso. De Daphne abrazada a lado, Draco leyendo relajado, con las llamas de la chimenea iluminándole rostro con esa cicatriz tan brutal en medio del semblante, que en lugar de opacar la belleza; lograba acentuarla.
Y eso: estaba bien.
• ── ◦ ◦ ── •
Harry se preguntó si Hagrid no podía esperar una semana más, antes de revelarles su gran secreto.
El hombre los esperaba con expresión ansiosa a la entrada del gran comedor. Hagrid no dijo nada al respecto, pero era una obviedad que buscaba, en específico, a ellos tres; quienes recién salían de la habitación, en una imperiosa necesidad de ser los primeros en servirse la cena, antes de irse temprano a la cama y afrontar, con los mejores ánimos, la jornada de exámenes del día siguiente.
El mundo le tenía preparado un destino muy distinto.
Miró a sus amigos, quienes se encogieron de hombros y siguieron a Hagrid (guardando distancias, para que no pareciera demasiado sospechoso). No obstante, apenas salieron al patio, se acercaron al hombre.
—Lo siento tanto, chicos. Se que deben estar preocupados por los exámenes y eso —dijo Hagrid, con expresión apenada—, pero necesito decirles esto, en caso de que me despidan.
—¿Despedirte? Pero, nosotros creímos... —comenzó a decir Ron.
—Sí, lo sé. Yo también pensé que la segunda supervisión de Umbridge salió bien. Sin embargo, ahora que el profesor Dumbledore no está, va a buscar cualquier para despedirme —mencionó Hagrid, mirando al alrededor. Cada vez se alejaban más del colegio—. No creo que pase de esta semana.
Ron tragó saliva y miró a sus amigos, que estaban igual de fastidiados que él. Era injusto, Hagrid no tenía la culpa de ser Él mismo. Esa censura indiscriminada hizo que Harry pensara en que almacenaba la rabia suficiente como para apuntar con la varita a Umbridge y exclamar: "¡Crucio!".
Harry vio al grupo de Slytherin que entraba al colegio para cenar. Draco se volteó un instante a ver a Harry y le devolvió la mirada a Pansy que le tiraba de la túnica para que entrara. Harry continuó avanzando, con la mirada fija en el pasto que comenzaba a crecer sin preocupación. Tal parecía que Hagrid tampoco mantenía los ánimos suficientes como para cuidar el patio.
Pasaron de la casa de Hagrid (en donde Fang se le unió) y eso comenzó a darles mala espina. La torre de astronomía se fue haciendo poco a poco, más indescifrable a medida que se adentraban al bosque prohibido.
El estar dentro de ese lugar, les recordó a los tres que continuaban en primavera, por la humedad del ambiente y la brisa que zarandeaba los árboles antes de dar contra ellos. Hermione cerró los delanteros de la túnica, Harry se metió las manos en los bolsillos del pantalón y Ron se ponía el gorro. El único inmutable era Hagrid, quien acostumbrado por el clima de sonante del sitio, se hallaba en total calma.
Harry no recordaba la última ocasión en la que se adentró tanto al bosque prohibido y pronto rememoró la gran razón de esto. Era tenebroso, con los árboles sumergiéndolos por completo en una noche eterna, ruidos extraños que no supo de donde venían y la sensación de la larga hierba o las ramas demasiado bajas que les rozaban los talones.
—Chicos, tienen que recordar bien por donde pasan. Miren, esa marca de ahí —señaló Hagrid, hacia un árbol con un número "1", tallado—, les dará la primera guía.
—¿Por qué debemos recordar eso...?
Hermione soltó un grito que los hizo voltear. Un gigante agarró a la chica sosteniéndola sin cuidado, la examinó de cerca, mientras Hermione no dejaba de patalear asustada.
Harry sacó la varita de la túnica, al mismo tiempo en que Ron corría hacia la criatura, para recibir una patada que lo empujo con fuerza contra un árbol. Hermione soltó un chillido que hizo que el gigante se intranquilizara más.
—¡Grawp, malo! —gritó Hagrid—. ¡Ella es amiga! ¡Bájala en este instante! Harry, ¡ve a ver a Ron!
El gigante (Grawp) frunció la nariz, y le sonrió mostrando una dentadura chuecos y con trozos de hojas entre los dientes. Hermione trató de recuperar la respiración para sonreír de vuelta. Harry fue a asistir a Ron, que se levantaba a duras penas del suelo, con la nariz ensangrentada y cubierto de hojas.
Un ruido se escuchó a las espaldas del gigante, el cual sirvió para que soltara a la chica (Hagrid la alcanzó a agarrar desde tan alto), y el gigante saliera hacia la dirección del sonido.
—¿¡Por qué hay un gigante aquí?!
—Él es mi hermano, Grawp.
Los chicos abrieron los ojos. Esa criatura era como veinte Hagrid.
—Bueno, medio-hermano —se corrigió Hagrid—. Por parte materna. El pobre fue rechazado de la comunidad por ser demasiado "pequeño".
Si eso era considerado pequeño, no querían pensar en quien era el más grande de todos.
Mas aún, no pudieron continuar teorizando, antes de que Grawp llegara con otra persona entre las manos, que insultaba al ser, al mismo tiempo en que golpeteaba el dorso de la mano de Grawp.
Era Draco y, por eso, Hagrid casi se desmaya.
—¡Tu asqueroso ser de mentalidad semi humana! ¡Bájame, ahora!
Grawp analizó a Draco un instante, antes de agarrarlo por una pierna y ponerlo boca abajo. Harry juró que era la primera vez que escuchaba a Hagrid y Draco gritar tan fuerte.
Harry alzó la varita y apuntó hacia la criatura, y a pesar de haber hecho tres encantamientos, el gigante ni se inmutó.
—¡Grawpy! ¡Bájalo ahora, también es amigo!
—¡Amigo! —exclamó el gigante, antes de acercarse en dos largos pasos y volver a agarrar a Hermione que seguía despeinada—. ¡Amiga!
—¡Sí, sí! ¡Bájalos ahora y te diré los nombres de cada uno! —propuso Harry, con el corazón bombardeando de miedo, no por Hermione que ya conservaba un mejor parecer, sino por Draco, quien en cierto punto dejó de gritar a pesar de continuar boca abajo—. ¡Si lo bajas, seremos amigos!
Grawp pareció comprender un cuarto de lo que dijo, pero acotó la orden y dejó a ambos sobre el terroso piso. Teniendo ahora, un poco más de consideración con Hermione, ya que a Draco casi lo aventó. El gigante se sentó haciendo temblar el suelo, al compás en que Ron iba corriendo hacia Hermione y Harry donde Draco.
Draco dejó de gritar porque ahora el rostro era de un para nada bonito pálido verdoso. Se arrastró con dificultad antes de vomitar el almuerzo y la merienda. Cuando acabó, seguía mareado, murmurando palabras que figuraban (querían) ser insultos ingeniosos, pero acabaron siendo indescifrables y con un asqueroso olor a bilis.
Hagrid se acercó donde Draco, tan pronto Harry lo ayudara a sentarse contra la corteza de un árbol.
La única vez que Harry se subió a una montaña rusa, fue cuando el cumpleaños nueve de Dudley se celebró en el parque de diversiones. Fue emocionante, pero aún alzaba a percibir el mareo si se acordaba.
Lo que acaba de vivir Draco, estuvo seguro al instante, de que fue mucho peor. Ya que era un zarandeo constante.
Tuvieron que esperar un par de minutos antes de que Draco, por fin se recompusiera. Seguía pálido, pero al menos lograba mantenerse de pie e insultar a los cinco, sin cortase.
—¿¡Que haces aquí?! —reclamó Harry.
—¡Tú fuiste el que me miró como pidiendo ayuda! —gritó Draco, poniendo los brazos en jarras, al compás que se apuntaba a si mismo con la varita y murmuraba un hechizo que le dejó el aliento mentolado— ¡Por eso vine!
—¿Venir a ayudar a Harry? —preguntó Ron, confundido y con la cabeza hacia atrás para evitar que siguiera cayendo sangre de la nariz—. ¡Tú! ¡Ja, no me hagas reír!
—¡Cállate, parasito Weasley! ¡¿Qué puta mierda hace un jodido Gigante aquí!?
—Chicos dejen de pelear —pidió Hagrid, interponiéndose entre Ron y Draco—. No contaba con que Malfoy estuviera aquí. Esto es malo ¡Muy malo!
Los chicos comenzaron a gritar, mientras mantenían la guardia alta con las varitas apuntando contra el gigante. Hagrid se quedó agarrándose la cabeza tratando de pensar. Cada uno enfrascado en distintos dilemas personales.
Fue Hermione quien se acercó al gigante con una sonrisa. Grawp respondió de la misma forma, tratando de comprender lo que la chica le susurraba. Instantes posteriores, Hermione llamó la atención de los hombres, golpeando una sartén abollada que encontró entre las pertenencias del gigante.
—¡Hermione! ¡Apártate de él! —gritó Ron. Antes de que la chica rodara los ojos.
—¡Cállense, porque ya me tienen harta con tanto griterío! —sentenció la chica, devolviéndole el objeto a Grawp—. Ahora, pongamos las cosas en orden. ¡Ron! Silencio, y espera a que acabe de hablar; ¡Draco! Más te vale no decir ni una sola palabra de eso, si es que no quieres que saquemos algunos tapujos al sol. ¡Harry! Tú estás bien, en un rato arreglas el tema con Draco. ¡Hagrid! Explícate, por favor.
Draco se cruzó de brazos, imitando a Hermione sin emitir sonido. Ron se paró enfrente a Draco, gruñendo por lo bajo.
Hagrid dio un paso al frente, con una sonrisa nerviosa, mientras ordenaba la fiesta de ideas que traía en la cabeza.
—Vale, comienzo de nuevo, entonces. Él es mi medio-hermano; Grawp, aunque le gusta que le digan: "Grawpy". ¿Verdad, Grawpy? —preguntó Hagrid recibiendo una risa del gigante—. No es muy agresivo ¡De verdad!, eso fue una reacción natural, porque como ven, está muy solo aquí.
Draco murmuró un "si claro", antes de que Harry hablara:
—Hagrid ¿esto tiene que ver con la misión del verano?
—Sí, Harry. Como te dije, él fue rechazo por su manada por ser considerado demasiado pequeño ¡Los gigantes pueden ser muy malos a veces! Por eso Grawpy es algo tonto, pero entiende a la perfección los insultos que le dicen.
—¡Ves, Malfoy! ¡Grawp quiso asesinarte por ser un imbécil! —exclamó Ron, provocando que Malfoy tuviera que ser contenido por Harry antes de que ambos se dieran un puñetazo.
Hermione alargó un suspiro, y murmuró un "los chicos son unos idiotas sin importar el tipo de ser que sean..."—. Bueno Hagrid, no nos has dicho por qué querías que viéramos esto.
—¡Necesito que lo cuiden durante el tiempo en que no esté! —pidió Hagrid—. Bueno, no es cuidar, exactamente, él se busca sus alimentos y sabe los hábitos de higiene mínimos. Necesito que vengan de vez en cuando a hacerle compañía y le enseñen a hablar; yo lo he estado haciendo. ¿A qué sí, Grawpy?
El gigante asintió contento—. Amigos.
Draco arrugó la nariz, formando una sonrisa maliciosa en los labios.
—¡Oye, gigante! ¡Di: Weasley es un idiota!
—¡Weasley, idiota! —repitió el Gigante, riendo— ¡Weasley idiota!
—Puedo acostumbrarme a esto —declaró Draco, satisfecho.
Ron se asemejaba a una tetera a punto de hervir. Hermione y Harry tuvieron que suprimir una risa, para no molestar más a su amigo.
—Agh... Supongo que eso es todo—suspiró Hagrid—. ¡Grawpy!, el pelirrojo es Ron, la amiga es Hermy, el de lentes es Harry. —Grawp pareció asentir con efusividad—. ¡Sí, ese Harry!, y el rubio es Draco.
—Rony, Hermy, Harry y Drany.
Hagrid comenzó a aplaudir muy satisfecho, al instante en que Draco fruncía el cejo al ser llamado de tal forma.
—Draco, por favor, te lo pido; no digas nada de esto —suplicó Hagrid, acercándose al chico—. Él es mi familia, y... no quiero que le pase lo mismo que a Buckbeat. ¡Por favor!
—Tranquilo, Hagrid —interrumpió Harry, antes de que Hagrid se pusiera a sollozar—. Yo me encargaré de que Malfoy no diga nada.
—Me van a deber una grande.
—¿Seguro? —cuestionó Harry y Hermione, alzando una ceja.
—Chantajistas de mierda. Lo que sea —gruñó Draco—. No diré nada, pero no me molestaría, no sé... ¿Cambiar esa última nota? No fue mi culpa que ese puffskeins se me escapara.
El trío rodó los ojos, logrando que Hagrid asintiera muy feliz, que abrazó a Draco con tanta fuerza que el chico quedó aturdido ante el contacto.
—Bien, no más abrazos. Nunca.
Se despidieron algo incómodos de la criatura y caminaron de vuelta. A Ron le dejó de sangrar la nariz, aunque tenía hasta el mentón manchado. Draco y Hermione, por ambas partes, aguantaban el hecho de tener el pelo disparatado.
Harry percibió como el brillante piercing de Draco se le caía de la oreja mientras avanzaban, alcanzó a atraparlo antes de que este cayera al suelo y se acercó al chico, alejándose un poco, del grupo.
—Se te cayó tu arete —dijo Harry tan bajo que solo Draco pudo escucharlo, viendo el accesorio plateado, algo confundido—. Espera, ¿no era que los hombres lobos y la plata?
—Ese es de fantasía, pero el anillo y los broches les encanté —explicó Draco, tomando el piercing con forma de serpiente, para ponérselo de vuelta en la oreja—. No es demasiado complicado, aunque no tengo ni idea de que es lo que hace, con exactitud.
Harry asintió, observando lo bien que quedaba el arete en Draco, que combinaba con la corbata verde y el anillo de su familia; a pesar del pelo desordenado, el cual le brindaba un aspecto jovial. Avanzaron un poco más, hasta que Harry razonó.
—¡Espera! ¡El libro!
El resto del grupo lo miró confundido, y Draco levantó una ceja, confundido. Harry negó con la cabeza para susurrarle al chico segundos posteriores.
—El libro con plata. No has intentado usar ese hechizo con él.
Draco se lo pensó un instante antes de responder—: Me sorprendes, Potter. De verdad tienes cerebro. El único problema que para leerlo necesito estar en luna llena, y... bueno ya sabes acerca de mi tóxica relación con la luna.
Salieron del bosque prohibido, cuando el cielo era teñido de rojo y poco a poco se hacía más oscuro. Se despidieron de Hagrid en la puerta de la cabaña, antes de que los chicos se apuraran a entrar al colegio. Los cuatro muertos de hambre, sintiendo los efectos tardíos del shock de haber tenido un encuentro con un gigante.
Draco se aplastó los mechones que iban hacia cualquier dirección y Hermione se aplastó en vano el esponjoso cabello. Ron tras frotarse el rostro y sacudirse la ropa como un perro, logro pasar de desastroso a aceptable en un momento.
Aun con todas, llegaron al comedor en el mejor momento. Ya que lograron pasar lo más desapercibido.
Eso era, porque los protagonistas de la función eran otros.
Fred y George surcaban los cielos encima de sus escobas, mientras bateaban una bludger con los bates. Umbridge gritaba por la atención de los gemelos, hasta que George bateó la pelota en contra de la mujer. Que dio a un par de centímetros de sus ñoños zapatitos rosados, estallando en un festín de colores.
Fuegos artificiales llenaron el comedor y los estudiantes, sin que faltara ni uno, exclamaron impresionados. Los gemelos continuaron con guirnaldas y haciendo aparecer una gran pancarta encima de la mesa, con ambos gemelos jugando quidditch.
—¡Nos vemos, escuela!
Los gemelos salieron del comedor, siendo seguidos por estudiante. A la entrada principal del colegio, una gran manada de escarbatos fueron soltados y entraron al establecimientos como locos; buscando cualquier artículo brillante que pudieron encontrar. Harry vio como Draco trataba quitarse una criatura que quería llevarse su accesorios. Y comenzó a reírse.
—¡No es gracioso!
Si que lo era, pero continuó viendo el espectáculo de fuegos artificiales, al tiempo que le quitaba la criatura del cuello. Draco le dio un golpecito a Harry en la frente, se separó del trío para ir con su propio grupo de amistades, resistiendo la risa atrapada en los labios.
Fue Neville quien llegó con Luna (¡de la mano!) y Ginny a s espaldas quienes gritaban encantados.
—¡El quinto piso esta hechizado! ¡Hay un pantano gigante!
La oficina de Umbridge quedaba en el quinto piso, junto al aula de defensa contra las artes oscuras. Harry ensanchó la sonrisa, al compás en que el cielo se iluminaba un letrero que decía.
"¡Gracias por su atención, Fred y George Weasley!"
—¡ESOS SON MIS HERMANOS! —Exclamaron Ginny y Ron, saltando muy contentos.
Hermione puso los ojos en blanco, antes de aplaudir resignada aunque continuaba perdida en la sonrisa de Ron.
—No olvides que eres prefecta, Mione —le cuchicheó Harry en el oído.
—Un día no nos hará daño —le aseguró a Harry, mirándolo un instante antes de regresar a las pecas de Ron que brillaban en distintos colores por la luz de los fuego artificiales—, en especial si es por una buena razón.
Harry se volteó, fijarse en quien Hermione se refería y se acercó fingiendo preocupación por Umbridge que salía del colegio, de pies a cabeza llena de pintura de todos los colores.
—Profesora, ¿Le sucede algo? La veo sin color.
La mujer gritó entrándose al colegio de vuelta. Para que Harry acabara ovacionando junto al colegio.
—¡A Weasley vamos a coronar!
Hasta Slytherin encontró felicidad en esa frase creada con una intención, por completo distinta a la gloria.
• ── ◦ ◦ ── •
Ron y Hermione, salieron del despacho de McGonagall cabizbajos. Harry los esperaba afuera, cambiando cada cinco segundo el peso del cuerpo de una pierna a otra y con el estómago rugiente hambre; al final, no alcanzaron a comer nada.
Después de la conmoción inicial, atrapar a escarbatos sueltos y que una gran cantidad de alumnos comenzara a realizar planes para convertirse en los siguientes gran bromista de Hogwarts. Ron Y Hermione, quienes eran los prefectos de Gryffindor (y por ende, los encargados de que situaciones tan inéditas como aquella no tuvieran lugar.) Fueron llamados por la profesora McGonagall.
Dentro del cuarto, se oían los gritos sin remedio de Umbridge. Harry se mordisqueó los labios impaciente. En el instante en que sus amigos salieron, se separó de la pared, dándole un vistazo a la oficina, donde se encontró con la sonrisa juguetona de la profesora McGonagall, ignorando la mirada con llamas en los ojos de Umbridge.
Umbridge salió del despacho, apuntando a Harry con el gordo dedo índice. Harry no dejó que notara que le temía.
—¡Tú! ¡Tú siempre tienes algo que ver! —acusó Umbridge. Harry se encogió de hombros haciéndose el desentendido—, lo voy a descubrir Potter ¡Te lo juro!, y ahí me suplicaras que...
—Profesora, no tengo idea de lo que se refiere —contestó Harry—. Yo siempre le he dicho la pura verdad.
La mujer se volteó y se largó dando pomposos pasos. Harry no lograba comprender como Draco lograba soportarla a diario, sin querer tirarse desde la torre de astronomía.
Se despidió de la profesora McGonagall con un cordial asentimiento, y fue corriendo a reunirse con sus amigos. Percatándose de que, el peor aspecto de los dos, lo poseía Ron y con diferencia.
—Mamá me va a matar —murmuró con los ojos asustados, y tratando de avanzar sin arrastrar los pies—. Ellos eran mi responsabilidad y ahora... cuando Umbridge le cuente. —Ron se tragó en seco el miedo, alzando la mirada del suelo—. Ya me estoy preparando para la vociferadora del siglo. Va a ser incluso peor que la de segundo.
—Pero si tú no tienes nada que ver con las decisiones de tus hermanos. Ellos ya son mayores.
—Ese no es el punto, Harry. Un día antes de los exámenes, y ellos se marchan. Mi mamá lo repetía cada día, que solo necesitaba de ellos que acaben Hogwarts y con eso se daba por pagada... ¿Acaso no podían esperar un poco más? Ahora no tengo ni idea de donde están. Si les pasa algo, será culpa mía.
Cuando entraron a la sal común, vacía a pesar de aun ser algo temprano, oyeron un rasguño desde la ventana. Hermione la abrió, dejando que el pequeño Pigwidgeon, dejara una nota en las manos de Ron, antes de esconderse dentro del bolsillo de la túnica de Ron.
Ron examinó el papel, para aclararse la garganta y leer en voz alta.
—Hermanito, no te preocupes por nosotros. Estamos bien, aunque te pondremos en problemas con ma'. Ahora nos encontramos cerrando un... ¡Que! —se detuvo Ron, releyendo en silencio las palabras, para luego continuar con los labios temblándole—. Ahora nos encontramos cerrando un contrato con el dueño del n.º 93 del callejón Diagon, para poner nuestro gran emprendimiento... Esperando tu comprensión, hermanitos. Te pedimos que permitas que continúes haciéndole la vida imposible a sapo Umbridge. Fred y George.
» PSDT: Te mandamos una pequeña compensación, esperamos que te sirva.
Escucharon un fuerte ruido provenir desde fuera, los tres se voltearon para advertir a Errol quien se estrelló contra el cristal. Hermione alcanzó a sostenerlo antes de que cayera. El búho traía una bolsa de caramelos surtidos, que Ron se metió en el otro bolsillo secreto de la túnica.
—¿Compraron algo? Pero ¿Con qué dinero? No creo que las ventas del colegio les halla dando tanto. Necesitarían, por lo menos, mil galeones...
Harry se rascó la nuca, y apoyó una mano en el hombro de Ron, guio a sus amigos frente a la chimenea apagada (porque tal no era necesario calentar las sentencias; tibias siempre por el calor del sol que llenaba cada recoveco de la torre Gryffindor) y se dejó caer agotado en su sofá favorito.
—Yo sí sé de dónde sacaron el dinero.
—Dime, por favor, que no lo robaron —dijo Ron, afligido—, mi mamá me desintegraría.
Harry negó con las manos antes de continuar hablando—: Yo se los di. Es el premio del tornero, mil galeones en metálico; los padres de Cedric no lo quisieron, yo tampoco, así que se los regalé a tus hermanos.
—¡Y no nos dijiste nada! —exclamó Hermione, con los brazos en jarras—. Eso, junto al dinero que han hecho aquí en Hogwarts...
—¡Harry eres fabuloso! ¿Sabes que significa eso? Que puedo decirle a mamá que tú les diste la plata —mencionó Ron, con una amplia sonrisa, mientras sacaba a Pigwidgeon del bolsillo para acariciarlo—. ¿Te molesta si le digo que también le alentaste la idea? No creo que se enfade contigo, te quiere más que cualquiera de nosotros.
—Si eso te salva de una vociferadora...
—¡Voy a redactar la carta ahora mismo!
Ron sacó una flor del florero y apuntó la varita contra el objeto, transformándolo en un hoja de pergamino pulcra y con un olor floral. Le pidió prestado un bolígrafo a Hermione antes de ponerse a escribir ansiosamente, como si las palabras se le escaparan de la cabeza.
Hermione se sentó en el sillón, quedando al lado de Harry, quien aguantaba los ojos cerrados con fuerza. La cabeza le palpitaba de dolor, sin sentir ni una pizca de sueño a pesar de ser la hora en la que se iba a dormir. No discernía si era la anticipación al mañana, pero trataba de vaciarse la cabeza de cualquier pensamiento sin lograrlo.
Permitió que la mano de Hermione se posara sobre su delgado muslo, lo que logró que abriera los ojos. Hermione de igual forma mostraba un aspecto cansado el cual, a diferencia que el de Harry, la hacía lucir preciosa.
—Casi nos remueven el cargo de prefectos —susurró Hermione—. De no ser por la profesora McGonagall... nos salvamos de castigo y ser expulsados. Tenía tanto miedo.
—Pero no ocurrió —tranquilizó Harry—. Umbridge es amenazante hasta que te das cuenta de que es una amargada con la vida. ¿Cuántos tendrá? Se ve como de cincuenta.
Hermione se encogió de hombros, quitando la mano de la pierna de Harry.
—Mañana será un día duro. Pero no creo que tengamos problemas resolviendo los exámenes.
—No me digas eso, Mione —dijo Ron, desde la mesa—. Es malo jactarse antes de tiempo.
Harry esperó, con ese palpitante dolor aún más intenso en la cabeza. ¿Por qué justo ahora? Empezó a respirar por la boca y se llevó las manos al rostro. Hermione y Ron trataban de hacerle entrar en razón, pero era tarde, se dejó caer en la visión.
Veía el departamento de ministerios en el máximo esplendor. Las esferas de cristal que llegaban hasta el techo. Continuaba avanzando, hacia otro sitio que albergaba a un par de dementores, que ni se inmutaban ante su presencia. Harry hizo un esfuerzo, sabiendo que mientras él mismo se regodeaba de esas visones, Voldemort revisaba sus recuerdos de una macabra manera.
Cuando despertó se encontraba sobre la alfombra, respirando con pesadez. Hermione se hallaba arrodillada al lado y Ron miraba a todos lados sin saber qué hacer.
—Estoy bien... Solo necesito descansar.
Hermione lo ayudó a recomponerse, dejándolo un momento en el sofá. Ron terminó de redactar la nota, la ató a la pata de Pigwidgeon y lo dejó viajar sin contratiempos. Ron se acercó a Harry, quedando de rodillas frente al chico, con la mano diestra sobre la frente de Harry, trazando con el pulgar los sucos de la cicatriz con forma de rayo.
—No ha cambiado —dijo, levantándose y con la ayuda de Hermione logró ponerlo de pie, para llevarlo con el—. Buenas noches, Mione. Nos vemos mañana.
La chica se despidió con un beso en la mejilla de Harry, y se quedó un instante frente a Ron, antes de hacer la misma acción. Ron se sonrojó, pero tuvo que apurarse en recuperar la consciencia para llevarse a Harry al cuarto, a pesar de que su amigo murmuraba que se encontraba capacitado para caminar por cuenta propia.
Entraron sin meter ruido, encontrando a Neville durmiendo a pierna suelta, la cama de Dean cerrada por las cortinas y la Seamus vacía. Ron dejó a Harry con dificultad, quien iba a caerse del cansancio.
—Ese maldito, te deja siempre como si estuvieras borracho —dijo Ron, bajísimo. Harry quería moverse, pero era casi como si no tuviera un cuerpo, por lo que dejó que Ron lo ayudara a cambiarse—. Levanta los brazos... ¿No puedes? Está bien, yo me encargo.
Ron acercó a Harry para que apoyara la cabeza sobre su hombro. Respiró el perfume barato de chico, sin importarle como Ron lo trataba igual que un muñeco, y gracias a la dureza de la clavícula de Ron, fue que no encontró la suficiente comodidad para quedarse dormido.
Con el pijama ya puesto, Harry se metió dentro de la cama. Ron se quedó un momento mirando a su amigo, con clara preocupación.
—¿Qué viste?
—Bolas de cristal, dementores —contó aturdido—... Ve a dormir.
—El departamento de misterios ¿no es así?
Harry quiso afirmar, pero no pudo forzarse a decir nada.
—Buenas noches. Mañana te despierto.
Harry cayó dormido, tan pronto Ron dejó de observarlo para cambiarse sumergido en un silencio sepulcral.
A pesar de toda la experiencia previa, Harry se alegró al lograr dormir unas merecidas ocho horas, sin pesadillas. Regodeándose en un apetecible sueño, donde los gemelos llegaban con su saeta de fuego y lo invitaban a que se fuera con ellos.
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HOLA!
El próximo capitulo se viene largo... muy largo; por el momento, terminamos de zanjar ciertos temas, antes de los TIMO.
Me estoy leyendo "El mito de Sísifo" (voy asumiendo el texto con lentitud, porque ¡uff!) y ahora mismo ando reemplantandome la vida entera, por eso mismo la frase; además no se me ocurría ninguna canción que quedara con el capítulo. Tambien me comencé a leer MDZS y aún me confundo con los nombres en chino, pero está adictivo JAAJ.
¡Este 2023 tengo como proposito leer y dibujar más tambien mantener mi ritmo de escritura actual! ¡Por el momento voy bien! JAJAJ.
THE_MACHINE
