Nota: Capítulo en exceso largo, porque como los sucesos trascurren en una semana de pruebas, me pareció lo más adecuado condensarlo en un capítulo.
En teoría, este capítulo es un 2x1. Disfruten :D
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"Siento como si te conociera toda mi vida
Puedo ver a traves de tus mentiras
No sé a dónde estamos yendo
pero me gustaría estar a tu lado
Si pudieras decirme como te sientes
Tal vez salgamos de esto sin derrotas
Aguantando por mucho tiempo" (1)
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Veía los apetitosos alimentos servidos, mientras el estómago se le apretaba de nerviosismo. Al menos no era el único en el mismo estado. Pansy bebía una taza de café con las manos temblorosas, Zabini llevaba ya un buen rato tratando de pinchar una salchicha, Nott bebía una Coca-Cola, con ansias de escaparse a fumar (a pesar de que todavía no probaba alimento alguno) (desayuno de campeones, le dijo) y Daphne trataba de definirse el delineado sin prestarle atención a la comida.
—Vas a hacerlo bien —dijo Jessica, sirviéndose un generosa porción de fruta—. ¡Has estudiado un montón!... ¿Cuál es la dieta de Grindylow?
—¡Omnívora! —agregó Zabini.
—Carnívora —respondió Draco sin dudar.
—Ya ves, Draco. Todo irá estupendo.
Sonrió para no preocupar a la niña, pero aun así no pudo obligarse a comer algo más que una insípida barrita de cereal.
En la mesa de profesores, se hallaban varios adultos que llegaron poco después del revuelo de los Weasley. Se trataban de los examinadores quienes se encargarían de impartir los TIMO sin hacer imparcialidades. Draco conocía a varias de esas personas, como el pequeño hombre barrigón o la narigona mujer con un feo sombrero. Eran personas con los que convivió en algún evento sin importancia hace años. Tal vez una boda o alguna campaña benefactora de su padre.
Tomó prestado el espejo de Daphne para tratar de compararse con el recuerdo de su "yo" más pequeño. Lucia hecho un desastre, en especial después de haberse dormido algo tarde tras recibir el regaño de Umbridge por "no haber previsto" la broma de los Weasley.
Si alguien lo viera y tratara de adivinar su edad, ni siquiera pensaría que tendría quince. Lucia mayor tanto el buen como mal sentido; Todo rasgo redondeado que alguna vez tuvo (en especial las mejillas), desapareció. Dejándole un rostro anguloso y afilado, que le daba cierta aura de madurez. Devolvió el espejo, presionando con fuerza el índice contra su entrecejo, intentando no fruncirlo.
Durante el transcurso de toda la semana, tendría varias evaluaciones que dar, debía prepararse para estar sobrecargado de estrés. Se levantó de la mesa, como excusa para examinar la mesa de Gryffindor. Harry, desayunaba como cualquier día normal luciendo más fresco que nunca.
Le irritó la tranquilidad de Harry, así que arrugó la nariz y se fue del comedor dando largos pasos. Sabía que esa prueba definiría, con creces, su futuro; por lo que debía rendir bien.
No obstante, no pudo sentirse mal cuando un comentario arisco se le cruzó en la cabeza al ver a Harry. Claro que él no debía preocuparse porque de todas formas iba a ser admirado toda la vida, le hervía la sangre al darse cuenta de que Harry tuvo tal privilegio desde que era un bebé.
«Pero él no tiene familia» Pensó Draco, cayéndole la envidia como un balde de agua fría «Los exámenes me están volviendo irracional ¿A quién le gustaría ser Harry?»
Se quedó esperando en el patio hasta que el reloj dio las nueve en punto y fue al salón de pociones, donde los estudiantes se encontraban formados en dos filas (Slytherin y Ravenclaw) por orden alfabético. Quedó frente a Nott, con los brazos cruzados esperando a que el examinador llegara.
Un hombre de facciones asiáticas les saludó cordial, se presentó, aunque Draco al instante olvidó como se llamaba. Dio un vistazo general en el aula, antes de percatarse que no podían escoger donde sentarse, ya que el hombre acomodaba en las mesas a dos estudiantes de casas distintas.
—La misión para los alumnos de Slytherin, es hacer una poción crece huesos y para los de Ravenclaw preparar una poción chispeante—ordenó el hombre, en un marcado acento tailandés—. Constan de dos horas a partir de... ¡Ahora! ¡Buena suerte!
El chico sentado al lado suyo, se agarró la cabeza tratando de memorizar, por su parte, Draco se separó de la mesa, en busca de los ingredientes. Por alguna razón, al no tener como profesor a Snape, le transmitió una calma total.
Vio la estantería a reventar de los ingredientes para las preparaciones; etiquetados con meticulosidad tal como le gustaba a Snape hacerlo.
Draco, cuando aún estaba recibiendo el cansino castigo de Snape, recordaba muy bien como este lo obligó a cortar cientos de ingredientes distintos, para que las preparaciones fueran ágiles. También identificó cuáles de estos le daban alergia, como las ramas de acónito o el pelo de demiguise, debido a las reacciones que se mostraban en sus manos tas el proceso.
Por el olor y el recuerdo, pudo identificar más rápido que el resto de los alumnos los ingredientes, para comenzar cuanto antes mejor, la elaboración.
Decidió darle un vistazo a sus compañeros para percatarse que era de los que iban mejor en la preparación, tratando de recordar la enrevesada descripción del libro.
Debía oler a algo, pero no se acordaba a qué. Pronto sintió un olor húmedo, que primero le recordó a Harry e instantes posteriores a la pócima. Ese era el aroma. Puso la tapa al caldero, ahora debía esperar quince minutos.
Terminó entregando una dosis perfecta de poción crece huesos, que el hombre puso a prueba rociando una gota sobre un hueso roto de pollo, que en pocos segundos se reparó. El hombre sonrió impresionado, mientras apuntaba a un par de anotaciones en el portapapeles encima del escritorio.
—Excelente trabajo. Ya puedes marcharte.
Fue el primero en irse, por lo que fue directo a la sala común, con una hora de margen para la siguiente evaluación. Abrió el primer cajón de su cómoda, palpando la caja donde guardaba las asquerosas dosis de poción mata lobos, agitó la de ese día, mirándola con aprensión antes de beberla del tirón. Ya llevaba tomando desde el miércoles de la semana pasada, y aun así continuaba sin acostumbrarse al repugnante sabor.
Volvió a guardar la caja, y dejó sus cosas implacables. Se percató que la mochila de Nott estaba tirada en el suelo, por lo que se acercó para robarle un cigarro, que encendió con el único propósito de fumar acostado en la cama.
Con la nube de humo sobre su rostro, Draco pensó, que tal vez, las cosas iban a salir mejor de lo que esperaba.
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Harry salió del examen de adivinación con una sonrisa a pesar de haberlo hecho terrible. Al menos se quitaba una de las materias más tediosas que tuvo, sabiendo que, ni loco, se inscribiría a los Éxtasis de esa asignatura.
El examinador, que parecía estar en un trance durante todo el transcurso de la evaluación, dejó que Harry le predijera, de forma intencional, varios hechos desastrosos, se encogió de hombros e hizo un par de anotaciones, antes de seguir charlando con Parvati y Lavender.
Draco, se veía agotado y aburrido. No tenía ni idea de la cantidad de electivos que tomaba, pero si en el aspecto el cual compartía con Hermione; el horario de ambos estaba a reventar de materias. Tal vez no poseía cinco materias extra, como Hermione, pero sí que debía tener las suficientes para que quisiera saltarse el examen de adivinación y dar aquellos que le exigían una significante presión mental.
En eso se alegraba de ser como era, y limitarse con las dos asignaturas obligatorias, como Ron y varios otros estudiantes hicieron. Conformándose con el mínimo esfuerzo y terminando la semana de exámenes un día antes.
No lo logró escuchar lo que Draco predijo, pero por la cara de disgusto del examinador, parece que también se inventó algo para salir del paso. Se levantó de la mesa, acompañado por sus amigos que cuchicheaban de forma despectiva, Draco le hizo un gesto a su grupo, se detuvo al lado de Harry y le sonrió.
—Ni con siete patas de conejos sacaras un extraordinario en pociones, Potter.
Harry soltó una risa. Sabía que lo hacía para distraerse un poco del estrés y la ansiedad que llevaba encima. Draco se apresuró en irse, con las manos en los bolsillos, junto a las risas de fondo de sus amigos y la mirada de reojo de Draco pegada en Harry y Ron.
—Venga, vayamos a Pociones.
La última persona en llegar de Gryffindor era Hermione, que aparentaba haber participado en una maratón; con la respiración agitada y las piernas tiritonas. Entraron al aula, siguiendo al amable hombre asiático. Se sentó junto a Hannah Abbott, que le sonrió algo nerviosa antes de que el examinador les diera las instrucciones.
—Para los estudiantes de Gryffindor, les voy a pedir que preparen una poción de memoria y los De Hufflepuff una crece-pelo —leyó el hombre—. Bien. Tienen dos horas a partir de ahora. ¡Mucha Suerte!
Harry se impresionó de lo mucho que sus habilidades de pocionero incrementaron en el momento en que no tuvo la presión de la mirada acusadora de Snape. Recordó con calma los ingredientes, para acabar por confirmar la decisión al ver que Hermione sacaba los mismos.
Mientras preparaba el brebaje, se entretuvo pensando en que tan distintos hubiesen sido sus años anteriores de no tener a Snape como profesor. Quizás incluso podría haber podido destacar. Cometió un par de pequeños errores durante la preparación, pero al menos logró una dosis excelente de poción de memoria. Que metió en un frasco y se formó en la fila junto a sus compañeros que terminaron.
Como el hombre no se fiaba de las preparaciones variopintas del alumnado, los felicitaba, antes de dejar las preparaciones con el nombre de cada uno dentro de una caja. Harry entregó la suya y antes de que se fuera del aula, el hombre lo detuvo.
—Harry Potter ¿verdad? —preguntó el hombre, sacando un cuaderno del maletín que llevaba consigo tan pronto Harry murmuró una vaga afirmación— Mi hija es mega fan de ti. ¿Le podrías dar tu autógrafo?
Harry sonrió nervioso y firmó el cuaderno del hombre. Salió del salón de clases aliviado, en parte porque acababa de quitarle a ese examinador el estigma de que estaba ahí para juzgarlo y, en otra, ya no le quedaban más pruebas que rendir en lo que quedaba del día.
Ron salió pocos minutos después que Harry, con una sonrisa inmensa. Hermione los miró agobiada, para luego acercase con tanta lentitud que lucía tener pesas en los zapatos.
—Siento que me fue terrible en mi examen de aritmancia. No pude dejar de pensar en eso y le eché a mi pócima tres hojas de col en vez de cuatro.
—Cinco materias es excesivo, Mione—murmuró Ron, algo preocupado —, incluso para ti.
—Ya, Ron... Quiero que terminen los exámenes. Y pensar que el miércoles nos toca el de encantamientos y en la noche astronomía ¡¿Por qué se empeñan en hacer el examen en la noche?! ¡Quiero dormir no estudiar hasta quemarme!
—¿Y ahora cuál te toca?
—Runas antiguas y en el siguiente bloque toca el de historia de la magia, en realidad ya debería largarme, así alcanzo a practicar un poco antes de la prueba
La chica se despidió mientras sacaba del bolso un pesado libro. Ron se volteó a hacia Harry, rascándose la nuca.
—Vale, nos queda algo de tiempo antes de que nos pongamos a repasar nombres. ¿Qué te apetece hacer?
Harry se mordió el labio y se rascó la cabeza algo avergonzado.
—Tengo unas ganas inmensas de fumar...
—Mmh... Bueno, uno de vez en cuando no es malo, ¿no? —dio Ron—. ¿Tienes cigarros en la habitación o debes comprar?
Harry hizo una mueca, antes de dirigirse con Ron a las afueras de la sala común de Ravenclaw. Agradeció en silencio al percatarse que contaba con las monedas justas guardadas dentro del bolsillo del pantalón.
La estatua se volteó hacia los chicos, antes de pronunciar con voz clara y fuerte:
"Cuando fui joven era alto, ahora de viejo soy corto. El viento es mi peor enemigo, y al mismo tiempo, un gran aliado. Dime ¿Qué soy?"
Los chicos se mordieron el labio pensando en la posible respuesta. Harry recordaba haber leído un acertijo similar, por lo que tras meditarlo por más tiempo de lo que esperaba, respondió:
—Una Vela.
Las puertas de la sala común de Ravenclaw se abrieron de par en par; Ron le revolvió el pelo a Harry, antes de entrar e irse, directamente y sin pensar, a la mesa de ajedrez mágico que tanto le gustó.
En aquella sala común siempre reinaba la calma. Harry se adentró algo dudoso, casi con miedo a encontrarse con alguien que pudiera juzgarlo, pero el sitio se encontraba vacío, de no ser por la voz soñadora que le llegó desde los sillones frente a la chimenea encendida; algo normal, considerando que por la imponentes columnas de mármol y piedra, hacían que el lugar siempre se hallara frío
—¡Oh!, qué sorpresa, chicos —dijo Luna, la cual jugaba con una cadena de plata junto a un pequeño escarbato—. ¡Miren a Freddy! A que es adorable. Sigo sin entender por qué no me dejan meterlo al cuarto...
Harry se acercó a la chica, que sostenía a la criatura. Pudo ver como en el bolsillo ubicado sobre el estómago del escarbato, sobresalían un par de objetos relucientes los cuales sacó con cuidado.
—¡Ah! Los aretes de Ginny ¡Ya te he dicho que no está bien tomar las cosas de otras personas, pequeñín! —regañó Luna, abrazando a la criatura con fuerza.
—Bueno, creo que por eso tus compañeras no quieren que metas a Freddy a la habitación, Luna.
—Puede que tengas razón... de cualquier modo ¿Qué hacen aquí?
Ron se volteó al par con una sonrisa ilusionada por las piezas de ajedrez.
—Harry quería ver a Eddie —respondió—. Oye Luna ¿Sabes...?
La chica asintió, antes de pararse al sofá y dejar al escarbato dentro de una caja para mascotas, pintada a mano con estrellas. Se acercó a la refinada mesa de ajedrez, demostrando que no traía los zapatos puestos y aun así se paseaba en sus divertidos calcetines de unicornios.
—¿Quieres que vaya a buscarlo? Me tocaba pociones, pero la clase fue suspendida por los exámenes —explicó la chica—. Siempre está en la habitación o la biblioteca. No me molesta ir.
—Te lo agradecería.
La chica pasó de largo de la mesa y fue muy alegre a tocar la puerta de la habitación de chicos. Tuvieron que esperar unos pocos minutos para que Eddie bajara las escaleras, con la correa de la mochila en los hombros y la corbata a punto de caérsele del cuello.
Luna fue a sentarse frente a Ron, al mismo tiempo en que, Harry y Eddie se acomodaron en el sillón, con la mochila abierta en medio.
—Solo me quedan estas unidades. Como han estado revisando los paquetes que llegan, no he podido comprar más. Ahora tengo cada uno a doce sickles (2).
Harry, frustrado guardó las monedas que contó con anterioridad y, en su lugar, sacó un galeón. Eddie le entregó el paquete, mientras hacía cuentas mentales para darle el vuelto.
—¡Oye, eso no es justo! —reclamó Luna—. No puedes matar a mis caballos, son inmortales.
—Así no se juega ajedrez mágico.
Luna jugaba con la figura del caballo, mirando con el cejo fruncido a Ron.
—Pues en que tengo en casa sí. En realidad, yo puedo matar a tu alfil.
—¡No, no puedes!, Los caballos se mueven en ele(L) —gruñó Ron—Vamos, deja la pieza.
—En el juego de mi casa los caballos son más poderosos que la Reina.
Harry soltó una risa divertida, verificando el recibo. Eddie cerró la mochila y le sonrió; antes de que ambos chicos se pusieran de pie. Eddie se despidió, para ir a encerrarse de nuevo en la habitación y Harry se quedó viendo el extraño juego de ajedrez.
En especial, tras que Ron terminara cediendo, para poder aplicar en su táctica de juego las mismas reglas de Luna, haciéndole hasta más fácil ganar.
Lo notaba en el inexpresivo gesto de Ron y la forma en la que se mordía el labio, moviendo una pieza siendo consciente de la repercusión de esta acción en los siguientes turnos; muy distinta a Luna, que sonreía contentísima tan pronto empezó a jugar con los caballos blancos que fueron descartados.
—¿Las pruebas están muy complicadas? —preguntó Luna—. Neville estaba todo nervioso, incluso repasaba términos mientras me ayudaba con los thestrals en el bosque prohibido.
—Bueno, para ser el primer día, no fu tan terrible ¿verdad Ron? —El chico susurró algo incomprensible, muy metido en el juego—. Pero Neville ha mejorado un montón, así que de seguro le irá bien.
—¡Eso también se lo dije, pero nunca me cree! Además, después de la orientación vocacional se puso peor, porque según Umbridge; La botánica, no es un trabajo "digno". ¡La detesto!
—Entonces lo de los escarbatos que estuvieron apareciendo en el despacho de Umbridge, antes del evento de los hermanos de Ron...
—¡Jaque Mate! —gritó Ron.
Luna se mordió sus finos labios antes de responder.
—No fui solo yo. Ernie y Hannah igual participaron, pero sobre todo porque yo podía conseguirle los escarbatos bebés —declaró Luna—. ¡Freddy era uno de la manada!
A pesar de que quiso hacer un comentario, no logró decirlo porque escuchó como un par de estudiantes llegaban a la sala y se mostraban desagradados por la presencia de Ron y Harry en las estancias.
—Creo que ya deberíamos irnos. Pero fue divertido hablar contigo.
—¡Claro! Cuando quieran vuelven y les muestro a Freddy de nuevo.
Luna se despidió de ellos en la puerta antes de que se cerrara. Harry examinó los alrededores y se escapó por el estrecho pasillo de la derecha. Ron, metió las manos en los bolsillos sabiendo que se dirigían a la intrépida torre de Ravenclaw.
Se notaba con creces el próximo cambio de estación. Al menos el viento continuaba refrescando, pero tuvieron que quitarse el suéter y remangarse las mangas de la camisa para no sofocarse.
Harry le extendió la cajetilla a Ron, quien miró el contenido dudoso.
—No te obligues si no quieres.
—Uno de vez en cuando no hace daño ¿no? —Ron aceptó el cigarro y Harry guardó la cajetilla con habilidad dentro de la túnica—. Luna y Neville ¿están saliendo? —cuestionó Ron—. El otro día los vi de la mano.
—No lo sé; Luna es impredecible. Si queremos esa información vamos a tener que presionar un poco a Neville.
Ron se encogió de hombros, al compás que encendía el cigarro que Harry le dio. Tosió un poco. Aunque no era la primera vez que fumaba, la falta de experiencia mezclada con la extraña sensación del humo, hacían de esas reacciones, algo involuntario.
Harry quiso apoyarse en la baranda, pero por miedo a que terminara cayéndose, se quedó de pie frente al paisaje. Mientras dejaba escapar todo el humo de sus pulmones. Ron tuvo que esperar un momento para acostumbrarse y comenzar a sentirse bien; acabó sentado al lado de las piernas de Harry, quien miraba al invernadero, donde la profesora Sprout trasplantaba mandrágoras con Neville.
Se alegraba de estar tan alto, que no llegaba a escuchar los gritos de las plantas.
Ninguno de los dos volvió a hablar. Porque se encontraban demasiado cansados como para comentar algo que valiera la pena y no fueran nada más que trivialidades.
Por eso preferían guardar silencio y que este los ayudara a acompañar sus agotados pensamientos.
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Draco, escribió aquella carta por impulso. Necesitaba desahogarse, así que apenas tuvo tiempo libre, transformó un pañuelo en una hoja antes de ponerse a escribirle a su madre.
Para cuando releyó la carta, se dio cuenta de que se asimilaba más a una entrada de diario que una carta. Se quejaba de todo, del cargo de prefecto, los exámenes, los profesores, de sí mismo. Determinó que su madre no se encontraría para nada agradada de leer la infelicidad que asechaba a Draco.
Sabía que parte de la culpa la poseía la luna, y seguía sin definir cómo iba a rendir al día siguiente, si en ese momento ya sentía esa arrebatadora ansiedad que le nublaba los sentidos.
Acabó por quemar la carta y botar las cenizas en la chimenea. Todo transcurría con tanta calma que casi le parecía sospechoso. Agarró sus cosas y entró a la habitación.
Sin embargo, se paralizó en la entrada al compás que dejaba escapar un insulto.
—Miren, sé que quieren desestresarse, pero háganlo en el baño.
Daphne soltó una risa juguetona, mientras Nott sacaba la mano desde dentro de la camisa de su novia. Daphne se acomodó la ropa antes de ponerse de pie, con su cabello desordenado y casi todo el labial rojo intenso en el rostro de Nott.
—Recuerden usar protección. ¡No quiero que anden dejando bendiciones por ahí!
Nott y Daphne acabaron por irse del cuarto y Draco tuvo la urgencia de ventilar ese aroma lujuria, vacas y perfume floral, que quedó impregnado en cada esquina. Cuando acabó se quitó los zapatos, corbata y cinturón, antes de abalanzarse sobre la cama y ahogar un grito en las almohadas. Ya no quería nada más, y aún le quedaba practicar para transformaciones.
• ── ◦ ◦ ── •
Pansy no era una estudiante de honor. En realidad antes de ella se encontraban al menos cinco estudiantes, todos de Ravenclaw, para que la lista la coronaran Draco y Hermione (que llevaba siendo la numero uno desde que pisó Hogwarts). Por esta misma razón, se sorprendió cuando la profesora McGonagall la llamó para hablar con ella antes de la evaluación teórica de defensa contra las artes oscuras.
Se alejó de sus amigos, y fue a conversar con la profesora cerca de un aislado pasillo. Le sorprendía que quisiera hablar, porque el examen de transformaciones no era hasta el jueves.
Aun así, se llevaba bien con la profesora McGonagall, porque esa era la única asignatura donde destacaba con creces, incluso más que Draco y Hermione.
—Te veo rostro afligido, señorita Parkinson. No la llamo por nada malo, así que puede bajar la guardia —tranquilizó la mujer—. Y déjeme decirle, que por lo que pude ver acerca de este examen, no creo que tenga ningún problema con las tareas de la evaluación.
Pansy dejó escapar un suspiró aliviada—: ¿Entonces, para qué me necesita?
—Estuve hablando con el profesor Snape, quien me dijo que has pensado en acabar trabajando en el ministerio ¿no es así? —La chica asintió—. ¿Tienes alguna razón específica por tu elección?
—La verdad es que tampoco he pensado demasiado en lo que quiero hacer a futuro, por eso consideré que podría trabajar en el ministerio mientras me dedico a hacer otra cosa durante mis tiempos libres.
—Una decisión muy inteligente y racional, aunque considero que es mejor opción trabajar en algo que te guste y además en los tiempos libres hacer tus pasatiempos —señaló la profesora—. Por eso, si logras sacar más de un supera las expectativas o un extraordinario, estaré encantada de recibirte el próximo año en mi clase avanzada de Transformaciones.
Pansy sonrió tratando de reprimir un sonrojo fugaz. Aunque no era de las que destacaban en el curso completo, esas leves acciones las cuales le demostraban que al menos no era una del montón.
—Bueno, siempre me ha gustado la transformación, así que no tendré problema, pero... ¿Hay alguna otra razón por la que quiera que me meta el próximo año a su clase?
McGonagall asintió—: Sí, pero no nos apresuremos a los eventos. Además, parece que el examen ya va a comenzar —avisó la profesora, al ver al viejo barrigón acercándose al grupo, y saludando con una gran efusividad a Draco—. Otra cosa, recuerde que el largo mínimo de la falda es cinco centímetros arriba de la rodilla.
—Bueno, de este modo queda más bonita.
—Oh, no difiero de su opinión, señorita Parkinson, se lo digo porque este examinador, si toma en la nota la presentación personal de cada alumno. ¡Buena suerte!
—Muchas gracias.
Pansy se despidió de McGonagall con una sonrisa radiante, mientras trotaba hacia el grupo, con la varita apuntando al uniforme, y alargaba la tela de la falda hasta la altura requerida.
—Sí, si... Recuerdo muy bien que tu padre me contó acerca de eso, joven Malfoy.
Draco lucia bastante incómodo, hablando con aquel hombre. Pansy aprovechó ese instante para alargar la falda de Daphne, quien aunque replicó, tampoco le pareció demasiado feo el aspecto inocente que le daba; metió dentro del pantalón la camisa de Zabini y Nott; y en cuanto el hombre terminó de charlar, acomodó la corbata de Draco.
—Bueno, los voy a ir llamando y yo les asignaré el puesto que van a usar para rendir la prueba ¿Entendido?
La prueba sería dada en el gran comedor. Porque era el único lugar lo suficiente grande como para albergar a los estudiantes de las cuatro casas al mismo tiempo.
Pansy, se percató, luego de que el hombre terminara con los estudiantes de Hufflepuff, como le hacía comentarios acerca del uso correcto del uniforme y, sin titubear, fue descontando puntos. Cuando llegó el turno de Gryffindor; Pansy casi suelta una risa demasiado fuerte al ver a Harry, ordenándose la camisa a las apuradas, aplastaba el pelo y realizara el histórico peor nudo de corbata de la historia.
Acabó sentada en un puesto lejano a todos a sus amigos. Encima de cada mesa se encontraba un largo folio en blanco y mientras más se acercaba el momento de rendir la evaluación, sus nervios iban en aumento.
—Vale, tienen dos horas para hacer toda la prueba teórica en el área de defensa contra las artes oscuras. Recuerden que en la tarde, tocará la parte práctica de esta evaluación —dijo el hombre paseándose por el frente de los pupitres, con los ojos de todos los chicos clavados en él—. Cabe recalcar, que las plumas están encantadas con hechizos anticopia y de ser pillados en un intento de copiar por otros métodos, se le será retenida la evaluación y calificado con la nota mínima... ¿Alguien tiene alguna pregunta? ¿No? Entonces pueden comenzar.
Las letras comenzaron a aparecer en el folio en blanco, Pansy tomó la pluma y leyó:
"Señala cinco señales para identificar a un licántropo (transformado) de un lobo común".
De reojo miró hacia Draco, quien se lamió los labios antes de comenzar a responder.
Hubiese preferido que le preguntaran acerca de cinco formas para diferenciar a un licántropo de un ser humano normal.
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La prueba práctica era de la que Harry más anticipaba. Aquel hombre le cayó bien y estuvo seguro de que ese rostro amable demostraba una cierta preferencia. Harry pasó después de Hermione, quien lucía algo deprimida.
—Esta fácil, si no te paralizas en pelear contra un Bogart.
Volvían a estar en el comedor, esta vez divididos por dos mesas largas. Umbridge yacía sentada entre medio de las mesas, casi esperando deseosa que Harry pasara para burlarse del chico. Draco ya iba a terminar su examen para cuando Harry entró, y antes de presentarse se quedó un rato mirando el espectáculo frente a sus ojos.
Un muñeco se hallaba tirado en suelo, con la inscripción "Muggle" pegado en el rostro, y un gorro rojo (3), agitaba su vara dispuesto a atacar al muñeco.
—¿Por qué no haces nada querido? Tienes que salvar al muggle —aclaró una mujer narigona y enfundada en extrañas prendas. — e intentar que el sin magia no te vea usar magia.
—Es un muggle... No quiero salvar a un muggle.
Los examinadores comenzaron a reírse y Harry aunque pretendía no hacerlo, también lo hizo.
—Bueno, pero si insisten —Suspiró Draco—. ¡Petrificus totalus!
El gorro rojo acabó cayendo de bruces al suelo, tieso. Los examinadores asintieron mientras calificaba a Draco que se daba vuelta para guiñarle un ojo a Harry.
—¡Señor Potter!
—Si... lo siento, me distraje —dijo Harry, acercándose a la mesa— ya estoy listo para rendir mi...
—¡Oh, pero si es el señor Potter! —dijo el hombre barrigón—, un placer soy el profesor Tofty, no pude hablar en condiciones con usted, pero me han llegado comentarios extraordinarios mis oídos. En especial acerca de esta materia... —El hombre se volteó al otro par de examinadores—. Bueno, ya tenemos bastante referencia acerca de tus grandes cualidades, pero aun así; ley pareja para todos; eres de Gryffindor, excelente casa déjame decirte... Te tocará hacer un Bogart y después... ya veremos.
Una caja se hallaba cerrada frente suyo. Draco que aún continuaba hablando con los examinadores se volteó a ver el desempeño de Harry.
De la caja salió un dementor, negro oscuro y todo el lugar se llenó de esa fría aura. Harry afirmó la varita, y sin pensarlo dos veces pronunció:
—¡Riddikulus!
El dementor se transformó en una chaqueta de cuero negra. Los examinadores asintieron muy complacidos. Umbridge hizo un bufido de molestia antes de cruzarse de brazos.
—Y sin titubear... ¡Bien hecho muchacho! Ahora lo que quiero saber. ¿Es cierto ese rumor de que sabes lanzar un patronus corpóreo?... Para puntos extra, claro.
Harry no tuvo que asentir antes de invocar al gran ciervo plateado desde la punta de su varita. Todo el salón, menos Umbridge que echaba humo por la cabeza, ahogó un gemido de impresión, incluido Draco, que aunque ya lo había visto con antelación, seguía resultando una experiencia de otro mundo. La criatura comenzó a saltar por el comedor, antes de desvanecerse justo frente a Umbridge.
—¡No es por nada compañeros, pero opino que con esto ya nos queda claro las magníficas habilidades de Potter en la materia! —sentenció Tofty aplaudiendo con gran fuerza—. Puedes marcharte muchacho, un placer. ¡Siempre que necesites algo en el ministerio puedes buscarme!
Harry asintió muy contento por el desempeño, para percatarse que Draco rodaba los ojos y salía junto a él, pretendiendo que ni lo notó. Umbridge se levantó de un salto y salió por la puerta trasera, dando cortos pero furiosos pasos.
Para cuando lo notó, una vez le deseó suerte a Ron y se alejó del pasillo hacia el gran comedor, Draco le hizo un gesto y Harry se apresuró a seguirlo con disimulo, hasta quedar en solos, frente a las escaleras.
—¡Oh, pero que maravilloso que es el gran Harry Potter! —exclamó con marcada burla—. Muy original, eso del dementor. ¿Quién hubiese pensado que el mayor temor de Harry Potter es un dementor?
—Agh, cállate. Quedaron satisfechos porque saben que no voy a ponerme a cuestionar si alguien es muggle antes de salvarles el pellejo.
—¡¿Pero cómo osas a juzgarme!? Tenía lo muggle escrito en el rostro.
Harry soltó una sonora risa que hizo eco en cada una de las paredes. Subió a las escaleras junto a Draco, en el momento en que estas se movían.
—Muy conveniente eso de saber conjurar un patronus, Potter —dijo Draco, ahora con un tono más sincero—. Bueno, en cualquier modo, esto no es acerca de lo que sabes, sino de a quienes conoces .
—¿Conexiones de papi?
Draco puso los brazos en jarras—. Para qué te voy a mentir... se dicen contactos.
Los chicos, en realidad vagaban por las escaleras sin un rumbo fijo, no sabía si jugaban a quien se caía primero, pero se cambiaban de escaleras en el momento justo cuando la escaleras mostraba el indicio de querer cambiar.
—Al final nunca pudiste conjurar un patronus.
—Bueno, no es tu culpa (aunque eres un profesor terrible). Tampoco fue como si hubiese tenido suficiente tiempo para practicar.
La escalera se detuvo, justo frente al corredor del tercer piso. Los recuerdos de primer año le golpearon la consciencia y entro junto a Draco a ese sector del colegio, que ya era funcional, pero como acababa dando a una habitación vacía, con una trampilla tapiada (malos recuerdos), no se trataba de un lugar muy concurrido.
Draco se quedó examinando el sitio, agachándose para trazar con los dedos las marcas de garras en el suelo. La escasa luz entraba de forma perpendicular desde las pequeñas ventanas y golpeaba justo encima de Harry.
—Aquí, en primero, hubo un perro negro gigantesco de tres cabezas —contó Harry—. Era de Hagrid y se llamaba "Fluffy".
—Ese Hagrid siempre anda escondiendo cosas rarísimas. Un dragón, un hipogrifo, un maldito gigante ¡Solo le hace falta que tenga escondido un maldita acromántula!
Harry se mordió el labio y murmuró algo, tan bajo, que a duras penas Draco escuchó.
—Bueno, tampoco puedo decir que me sorprende tanto... ¿Crees que le molestaría si me muestra una? De lejos, obviamente.
—¿Eres masoquista o qué? De verdad que no quieres conocer una de esas arañas.
—No me dan miedo las arañas, me parecen seres incomprendidos —declaró Draco—. Son feas, pero como dan un miedo que te cagas, terminan siendo geniales.
—De verdad que estás mal de la cabeza... De cualquier modo. Fluffy casi nos come a los tres y cuando logramos salvarnos de eso; ocurrió el asunto de la piedra filosofal, que, en realidad, nunca fue un secreto, como todo lo que sucede en el colegio.
—Esa noche te odié tanto, que Nott y Zabini tuvieron que mantenerme custodiado para que no cometiera alguna locura —admitió Draco, pronunciando un pequeño mohín en los labios—. Lo peor fue que nadie más que tú y tus imbéciles amigos acapararon toda la diversión y, de golpe, ese viejo papanatas les dio: ¡No sé cuántos cientos de puntos a Gryffindor! ¡Fue humillante! Incluso cuando el comedor ya estaba decorado con mis colores.
—Bueno, tampoco es como si lo hubiese buscado.
—A ti te pasa cada mierda. ¿Cómo puedes meterte en tantos problemas? Ni siquiera yo, que me los buscaba, lograba tanto.
—Créeme, sigo cuestionándome lo mismo —contestó Harry—. Creo que por eso no siento que este año haya sido tan malo. Si borráramos a Umbridge de la ecuación, hubiese sido un año común de estudio.
—Pues para mí fue un año asqueroso. Además. Creo que me fue horrible en historia de la magia —se quejó Draco—. ¿Qué año pusiste en la de la revuelta de los duendes?
—1637.
—¿Estás bromeando no? Ese fue el año donde se impuso el código de conducta de los hombres lobo, créeme me lo tuve que aprender de memoria —explicó Draco—. Yo le puse 1612.
Harry se agarró la cabeza— ¡Maldita sea! Sabía que algo tenía que ver con 1600.
Draco se levantó del suelo y se acercó a Harry mientras hablaban de más preguntas acerca de historia de la magia, con las manos en los bolsillos.
—¿Quieres practicar un poco? Porque quiero dejar de pensar en malditas fechas.
—Vale, pero si nos encuentran, voy a replicar que me tienes bajo un imperius. ¡Qué malvado que es Harry Potter!
Por la media hora siguiente, Draco se olvidó de toda esa ansiedad que lo atacaba a cada instante. Se puso en postura, y comenzó a reunir el repertorio de recuerdos felices que encontró. No fue hasta el intento diez, que se le ocurrió pensar lo que estaba viviendo en ese preciso instante. A solas con Harry, con el olor impregnado en el aire, la llana sensación de haber rendido un buen examen y la risa de las bromas aún en la boca.
Una fuerte ráfaga plateada salió disparada de la varita, que hizo que Harry comenzara a aplaudir, Draco abrió los ojos y ensanchó su sonrisa.
—¡Estás muy cerca! Ves, se trata de habilidad —sentenció Harry, sentándose contra a la pared, con Draco acompañándolo una vez volvió a asumir la realidad. Harry comenzó a rebuscar en su túnica hasta encontrar un bombón—. Ten, come, es un hechizo agotador.
—¿De qué son?
—Rellenos de mantequilla de maní.
Draco, se deslizó por la pared, tomó el chocolate y acabó por sacar, de su propia túnica, otro chocolate idéntico, el cual le entregó a Harry.
—Son mis favoritos.
—Qué coincidencia —contestó Harry—. Los míos también.
Draco mordió el chocolate, se abrazó las piernas y bajó la cabeza, con tal de que Harry no notara el intenso rojo que le coloreó el rostro.
—Esto me recuerda a la primera vez que Jessica practicó el patronus.
—Ella estuvo desde antes ¿no?
—Si, llegó un par de meses antes que tú. —Harry dobló las piernas y se miró las manos—. Ella, la primera vez lo hizo espectacular, pero el resto de las ocasiones no ocurrió nada. Lo he pensado, pero sigo sin entender el porqué.
Draco sonrió a medias, mientras volvía a saborear el recuerdo que hizo que la ráfaga plateada saliera de sí. La felicidad era algo tan extraño, ¿Qué hacía ese momento mas especial que cuando le regalaron la Nimbus 2001 para él y todo el equipo de quidditch, por ejemplo?
¿Las ambiciones? ¿Las relaciones? Supuso que algo similar sucedía con Jessica y con el mismo. Creía que lo que hacia al patronus un encantamiento tan complicado no era el hecho de sentir los recuerdos y expresarlos en magia.
Tal vez, el propio hechizo implicaba un reconocimiento de lo que era la felicidad y el papel efímero en la vida de cada uno. Draco suspiró, ya entendía porque le costaba tanto realizarlo.
Siempre tuvo todo, lo que significaba que para hacer un patronus, le era necesario un recuerdo feliz en un momento cuando no tuviera nada.
—Si esto se basa en recuerdos felices, supongo que mientras menor sea la persona, resulta más sencillo encontrar una felicidad inmensa, me refiero a la simpleza de las cosas y como la propia imaginación es una bendición —teorizó Draco—; sin embargo, del mismo modo, los niños son más temperamentales y no dominan la magia.
—Ya, pero yo logré conjurar uno a los trece.
Draco alzó una ceja, sin dejar de pensar en la teoría que estaba elaborando como si se tratara de un misterio.
Harry, le dijo que usaba la memoria de sus padres y amigos, pero habiendo conocido esa desagradable familia con la que tenia que pasar el verano, no le pareció para nada absurdo, que le fuera tan sencillo conjurar un patronus.
El pequeño Harry, que pasó de no tener a nadie ni nada, a ganarlo todo. Lo contrario a Draco, por supuesto; porque hasta en eso les tocaba convivir como el agua y el aceite.
—Presumido.
—¡Cállate! —gruñó Harry—. Agh, de cualquier modo no sé qué tan terrible es la pubertad en las niñas. Por todos los cabios hormonales y... eso otro...
—La menstruación —especificó Draco, logrando hacer sonrojar a Harry—. ¡Vamos, si es normal! Oh... el pequeño Harry se apena de hablar de temas biológicos ¡Qué ternura! Como si no hubiera sido parido de una mujer. No te des tantos aires, ¿O me vas a decir que te trajo la cigüeña?
—Eres el peor, de verdad, que lo eres.
Draco comenzó a desternillarse y para cuando recuperó la compostura, lo hizo para adoptar un tono serio.
—A ver, Jessica es un poco, como decirlo; peculiar. Bueno, se ve a simple vista, pero no creo que todavía le haya llegado el periodo, continúa luciendo como una niña y, por otro lado; hay una razón por la que come en mi mesa.
—Cierto, te lo quise preguntar, pero no tuve ocasión.
—La acosan, o acosaban, todavía no le pregunto los avances en el tema —aclaró Draco, logrando que Harry se mordiera el labio—. No comprendo muy bien el porqué, pero tiene algo que ver con su familia, creo.
—Vaya, pero no es nada grave ¿verdad?
—No le pregunté casi nada acerca de eso —admitió, encogiéndose de hombros—, pero después de que me contó, acerca de que la molestaban, me sentí muy mal. Ya sabes, porque yo... te molestaba, o sea, lo sigo haciendo, pero ya no tanto, o al menos, no con la misma intensidad.
Harry apoyó la nuca contra la pared y volteó la cabeza para mirar a Draco.
—Eras un grano en el culo, pero ya estaba acostumbrado a que la gente no fuera muy amable, conmigo. Un imbécil en mi vida no era la novedad del siglo.
—Fue tu culpa, heriste mis sentimientos.
—Tú te lo buscaste.
—Todo este asunto lo inició Weasley —aclaró Draco—. Yo, nada más, quería ser tu amigo.
Harry soltó un suspiro—. Bueno, ya lo somos ¿feliz? —Draco asintió, haciendo un forzado puchero—. Agh... de cualquier modo, Jessica no fui yo, ni es nosotros. Así que puede que le afecte mucho más que la insulten o empujen; del mismo modo, tú tampoco eras muy intimidante que dijéramos. Y siempre tuve a mis amigos cerca.
—Ese es el problema principal, creo que ella no tiene amigos en su casa.
—Pues entonces se complica la cosa. ¿Cómo llegó a tercero sin tener un buen amigo?
Draco se encogió de hombros, sin tener ni una mínima idea. Draco desde siempre tuvo amigos y aliados; así que no comprendía la sensación de completa soledad. En cambio, Harry aunque sabía lo que era vivir con gente que te detestaba, podía regodearse en sus actividades y aceptaba que el colegió muggle fue de las mejores experiencias de la infancia con sus tíos. Se juntaba con los niños marginados y entre todos hacían trabajos mediocres y pasaban los recreos jugando con las cartas Pokémon del resto de niños.
—Bueno, al menos ahora te tiene a ti, a tus amigos, a mis amigos y a mí —dijo Harry sonriendo—. Las cosas mejorarán, una vez que esto acabe.
—¿A qué te refieres?
—Al retorno del innombrable, claro. Una vez que el mundo entero se dé cuenta de que ha regresado, estaremos más unidos que nunca y lo podremos derrotar.
Draco no respondió nada. Con la presencia de Voldemort presente en los pensamientos. Se alegraba de no haberle tocado superar el desafío del Bogart, aunque ya no estaba seguro si les temía más a transformaciones mensuales o al Innombrable mismo, como era en tercero.
En sí mismo, lo que le aterraba a Draco de Voldemort, no era la presencia misma del hombre. Si no como le afectaría a su familia, amigos y vida; su posible retorno. ¿Qué tanto cambiaría? ¿Qué tan malo seria eso?
Toda su vida creyó pensando que podría ser igual que su padre, un ex mortifago, sin dudarlo. Así le enseñaron a ser, pero ahora, luego de conocer a Harry; de comprenderlo y hacerse amigos, sabía que no podría convertirse en un mortifago... a menos que lo obligaran.
—Casi me olvidaba de tu complejo de héroe, Potter. Casi.
Harry esbozó una sonrisa que le trasmitió una tranquilidad inexplicable. Draco ignoró esa calidez e invocó con la varita un hechizo para ver la hora.
—Mira, esto ya no trata de mí. Es de todos. El mundo debe cambiar y no pienso quedarme de brazos cruzados viendo cómo se va todo al carajo —explicó Harry, poniéndose de pie. Draco vigiló los movimientos de Harry y observó la mano que le extendió—. ¿Es una locura lo que estoy diciendo?
—Es íntegro. —Draco agarró la mano de Harry diciendo—: Pues yo tampoco me quedaré de brazos cruzados, viendo como tú te llevas el crédito, Harry.
—Siempre se puede compartir, Draco—respondió Harry, tirando el brazo de Draco para que se pusiera de pie—. No soy egoísta.
—Entonces nos llevaremos bien, porque yo si lo soy, me gusta recibir cosas.
—Si pudiera, ya te hubiera dado el peso de mi nombre.
—No lo necesito —contestó Draco, limpiándose el uniforme con la mano libre—. Tengo suficiente con lidiar siendo un Malfoy.
Harry retrocedió un par de pasos, quedando justo bajo la luz, que se desparramaba encima de las cabezas de ambos, haciendo que el cabello de Harry resplandeciera en un tono caoba. Seguían tomados de la mano, aunque ya no era para nada necesario.
—Tienes razón, puedo ver el pelirrojo.
Harry se llevó un mechón de cabello cerca de los ojos, para rendirse porque era demasiado corto. Volvió a tirar de Draco, para que se acercara.
—Tú ya no eres tan rubio—señaló Harry, atreviendo a tocarlo. Era delgado y algo áspero, a pesar del aspecto superficial. —Parece crema; creo que me gusta más ese color, que el antiguo tono de rubio.
Poco a poco se fueron soltando de la mano, pero fue un gesto tan natural que no resultó incómodo. Cuando Harry terminó de tocar el pelo de Draco, este decidió hacer algo que el deseaba hacer hace ya, bastante tiempo.
Revolvió el cabello de Harry, deshaciendo algunos rulos.
—Cállate, no me complace para nada saber que te gusta mi pelo.
Harry bajó la mirada y se dirigió a la puerta acompañado por Draco.
—Pues a mí si me agrada que te guste mi pelo.
Salieron con Draco abarcando un único pensamiento.
«Imbécil. Nadie dijo nada de gustar»
Aunque tampoco lo corrigió, porque consideró que Harry no se equivocaba del todo.
• ── ◦ ◦ ── •
Era tan ambiguo.
Draco era dolor por un instante y por otro, el mundo se hizo tan grande, que dejó de pensar en el sufrimiento.
Cuando era un animal solitario, solía no recordar nada. Y ahora sí lo iba a hacer. Examinó el lugar, que le pareció desconocido a pesar de oler, por completo, así mismo. Por la ventana la luna se mostraba temible y comenzó a pensar, que tal vez no era tan malo ser un hombre lobo.
Ser una bestia, un animal que buscaba cobijo en las esquinas deshabitadas de aquella prisión con las ventanas tapiadas y sin puertas.
Examinó el sitio y bajó al único espacio de la casa que olía diferente. Era leve, pero podía darse cuenta de ese rasgo. En la madera de una esquina aún albergaba el olor de Harry Potter. El recuerdo del mismo.
Acabó por recostarse en esa esquina, encima del olor, para sentirse acompañado, y acabó durmiéndose de agotamiento.
• ── ◦ ◦ ── •
Tres asignaturas (cuatro en algunos casos), eran necesario rendir doble prueba;
Cuidado de las criaturas mágicas (que era optativa), Transformaciones, Defensa contra las artes oscuras y encantamientos. Esa mañana, se preparaban para el examen teórico de transformaciones y, la única estudiante (de quinto) que no estaba con un libro de la asignatura abierto entre su plato y el de su compañero; era Pansy. Que se dedicaba sin descanso a observar la puerta ansiosa.
La noche anterior fue luna llena. Draco, antes de escaparse de la última ronda de vigilancia, le comentó que llevaba tomando la poción mata-lobos, pero de todas formas, no lograba mermar la ansiedad que le atormentaba.
Cuando el desayuno estaba casi terminando, y los alumnos se iban yendo del comedor en granes grupos, Draco apareció. Aunque lucia cansado, no mostraba signos de dolor. Se sentó apresurado en su puesto, dedicándose a sacar cuanta comida podía antes de que esta desapareciera.
Nott, por primera vez, no mencionó nada al verlo aparecer tan de imprevisto, a diferencia de Jessica, Zabini y Daphne que le reclamaban por el atraso. Entre mordiscos, miraba a Pansy, ignorando las preguntas de sus amigos.
Tragó un trozo de pan y habló—. ¿Qué hacía el Lapifors, Pans?
—Transforma un objeto pequeño en un conejo.
Draco asintió, al mismo tiempo en que el último trozo de comida y, por ende el más delicioso, se desvanecía por los fuertes mordiscos que daba. Los chicos vieron que el comedor se hallaba desierto.
—¡Chicos, salgan! —exclamó la profesora McGonagall, sujetándose la falda del largo vestido—. Los examinadores no tardaran en llegar, para acomodar el lugar.
Salieron sin reclamar, mientras Zabini se quejaba acerca de su nulo conocimiento acerca de la materia, como si eso fuera una forma de consuelo para sí mismo. Draco continuaba sin comprender demasiado el revuelo por la asignatura; podía jactarse de que no era un incompetente, pero tampoco se le subían los humos a la cabeza.
Pansy tomó la manga de la túnica de Draco, haciendo que disminuyera la velocidad en la que andaba. Con sutileza, fueron quedando atrás, pero sin perderse de la conversación, como si se tratara de una acción inconsciente.
—¿Cómo estás? —susurró Pansy— ¿Demasiado cansado?
—Nah... solo un poco; supongo que valió la pena sufrir con la poción durante una semana.
—Me dijiste que sabe mal ¿no?
—Es como si mascaras siete grageas de vómito al mismo tiempo.
La chica hizo una mueca de asco, hizo sonar las articulaciones de los dedos y dio un largo suspiro.
—¡Odio esto! —exclamó Daphne, cerrando el libro de un fuerte movimiento—. ¡Menos mal que tengo pensado hacerme estilista!
—Daph... ¿Sabías que para hacerte peluquera vas a necesitar transformaciones? —preguntó Pansy, sonriendo—. Ya sabes, para cambiar el color de pelo, o hacerlo crecer...
—¡Cállate, Pans! Déjame vivir mi mundo ideal.
Pansy sonrió y tocó con la varita el pelo de Draco, mientras exclamaba "Capillus abundat" (4). El chico se detuvo en seco, al mismo tiempo en que el grupo también lo hacía. Draco cerró los ojos, notando como su cabello comenzaba a crecer. Para cuando los abrió, sus amigos lo miraban sorprendidos, al igual que una gran parte del resto de estudiantes que esperaban a las afueras del comedor para la prueba.
—¡Wow, Draco! ¡Te ves tan lindo! —gritó Daphne, llevando la mano al cabello del chico, que ahora él llegaba hasta al medio de la espalda—. ¿algún día te dije que los chicos de pelo largo y rubio me vuelven loca? Son algo así como mi placer culposo...
—¡Daph! —gruñó Nott, sujetándole por la muñeca—. Vamos Pansy, no tenemos tiempo para que nos presumas lo buena que eres.
—¡Qué aburrido que eres, Nott! Hace tiempo deseaba ver a Draco con el pelo largo. ¿Quieres que también lo intente contigo?
Daphne sacó de su bolso rosa un gran espejo, del tamaño de un cuaderno. Recordaba haberla escuchado reclamar en más de una ocasión, porque los que eran de bolsillo no la ayudaban a hacer el delineado como le gustaba.
En ese momento; Draco no lograba saber si se parecía más a su padre o a su madre. Se echó el cabello del flequillo hacia atrás para apreciar mejor y cambio. Sin duda que poseía varios rasgos andróginos, como la boca u ojos, pero, aunque lo negara, él lucia, en ese instante como el vivo reflejo de Narcisa; sobre todo porque Pansy hizo crecer la parte trasera del pelo, y no el fleco. Sin eso, tal vez luciría como Lucius.
—Demonios, me parezco a mi mamá —murmuró Draco—. Pansy, devuelve mi pelo a la normalidad; no quiero parecer mujer.
—Bueno... quizás si te pareces un poquito a ella... ¡Pero tu mamá es preciosa! —señaló Pansy, alejándose un poco—. Si hasta tienen la misma contextura. Aunque eres más flaco y alto...
—¡Agh! ¡Ese es el problema! ¡No quiero ser preciosa!
Draco estaba rojo de vergüenza. Cubriéndose el rostro con la mano, y con la otra el pelo. Olió como Harry llegaba a la escena y pudo sentir la mirada del chico clavada en él. Quiso que en ese mismo instante la tierra lo tragara vivo.
Pansy terminó por rodar los ojos y volver a apuntar el pelo, mientras deshacía la transformación. Cuando se volvió a mirar, con el corte que gozaba desde hace meses, se enderezó.
—¡Pero si te veías tan bonita! Nada más te faltaba la falda y tal vez te daba una oportunidad—se burló Zabini.
Draco frunció el cejo y tomó al chico por el cuello de su camisa. — Como si alguna chica quisiera estar contigo.
—Son incontables —aseguró Zabini y miró alrededor, fijando la mirada en varios estudiantes varones—. Y creo que tú, joven Malfoy, ya no tienes solo admiradoras.
—Cállate.
—¡Mira, si Potter está babeando!
Zabini se aseguró de decir aquello tan fuerte como para que Harry y sus amigos lo escucharan; Ambos chicos se pusieron rojos, aunque Harry lo hizo de molestia.
—¡Nadie está babeando! —se defendió Harry—. ¡Aquí los embobados son ese par!
Todos vieron hacia donde Harry señalaron, Crabbe y Goyle parecían disfrutar de la escena con los ojos bien abiertos y sonriendo como estúpidos.
—¡Basta! —replicó Draco, bien fuerte—. No estoy interesado en eso... ¡Para nada!, así que ¡basta!
—¿En qué Draco? —preguntó Nott, insidioso. De verdad que lo quería asesinar.
Draco soltó un bufido y se fue a sentar, concluyendo ahí la conversación. No pensaba caer en los sucios juegos de sus amigos.
Esperó a que llamaran para la prueba y al cabo de una media hora, que se le hizo eterna, lo hicieron. La examinadora, una mujer narigona y con manos gigantes, les dio uno a uno la bienvenida junto a la disposición de las mesas designadas.
Esperó a que dieran las indicaciones y cuando leyó la primera pregunta quiso volver a morirse, en especial tras voltearse al escuchar las risas ahogadas de sus amigos.
"Señala cuál es el nombre del hechizo "crece pelo" y como lograr la correcta ejecución del mismo."
Al menos se daba cuenta de que todos tendrían esa buena.
• ── ◦ ◦ ── •
Se acomodó en la silla, cruzándose de piernas y tratando de luchar contra el cansancio. La taza de café que bebió no le estaba haciendo efecto alguno y eso le puso nervioso.
Quedó apegado a la ventana, con la vista puesta sobre la casa de Hagrid. Las luces estaban encendidas, y mientras esperaba a que la prueba de astronomía comenzara, se entretuvo viendo la sombra de Hagrid merodear dentro de su casa.
Cuando la evaluación dio comienzo y leyó la primera pregunta, supo que aprendió más de lo que esperaba durante el trabajo con Draco. Aun así, el sueño y la oscuridad de afuera, le jugaba en contra, haciendo que la escasa concentración, estuviera con él por un minuto y se fuera por veinte.
"Menciona, y explica a detalle (mínimo diez líneas), una función de la astrometría"
Escuchó una leve exclamación que vino de Zabini, sentado al frente suyo. Quitó la vista del pergamino, cuando llevaba siete líneas escritas y dirigió su atención a las vistas.
Umbridge, acompañada del ministro Fudge y otros dos hombres se dirigían apresurados a la casa de Hagrid.
—No puede ser...
—¡Silencio! Nada de cuchicheos.
Hagrid salió de la cabaña, logrando intimidar al grupo de personas. Desde tan alto, Harry juraba poder escuchar la discusión que estaba siendo llevada a cabo abajo. Se olvidó al instante de la evaluación, al igual que el cansancio.
Todos los estudiantes cerca de la ventana conservaban la atención en los sucesos de afuera, el resto trataba de alargar la mirada, para poder llegar a percibir algo.
—¡Regresen a sus evoluciones!
Hagrid empujó al ministro con fuerza, haciendo que cayera de bruces al suelo. El resto de los hombres comenzaron a amenazarlo con sus varitas. Pudo percibir la figura de Fang, yendo directo a atacar a Umbridge, algo que pudo casi logró, de no ser por Hagrid que lo sostuvo por la correa.
No pasaron ni dos segundos antes de que el infierno se desatara. Umbridge le lanzó un hechizo a Hagrid, que hizo que soltara la correa de Fang. El perro fue corriendo hacia la mujer, que no dejaba de lanzar hechizos a diestra y siniestra.
McGonagall llegó corriendo a la escena, logrando desarmar a uno de los dos hombres que amenazaban a Hagrid. A pesar de tener su paraguas (varita) al lado, Hagrid decidió darle un puñetazo al otro hombre, que resonó por el patio.
Harry se levantó del puesto, dispuesto a irse de la torre, pero fue retenido por Draco, que lo agarró por la camisa, y lo miró severo.
—No lo harás —susurró con estricto tono.
—Es Hagrid.
—No te dejaré irte. Te Quedas.
Aquella presión lo hizo morderse el labio, al compás que se zafaba del fuerte agarre de Draco y devolvía la vista a la ventana.
Eso ya era un duelo entre McGonagall, el ministro y el hombre (que Harry supuso era auror). A pesar de que ambos hombres atesoraban una habilidad mágica intimidante, la profesora daba la talla, logrando aturdir al auror.
Fue un destello azulado que llamó la atención de todos. Umbridge lucia despeinada y agotada de tanto correr, y Hagrid aguardó ese momento de cansancio para tomar, con mucho dolor a Fang en sus brazos. El perro no se movía y todos escucharon un desgarrador grito venir del hombre, que hizo que las aves de cada árbol salieran volando.
—¿Qué pasó? —preguntó Neville—. ¿Ese destello...?
—Umbridge atacó a Fang —contestó Harry, sin saber si el perro estaba muerto o vivo, pero lucia tan quieto, que se decantaba por la primera opción.
Los estudiantes ahogaron una exclamación, confundidos por haber visto el destello. Harry se dejó caer sobre el asiento con las manos temblorosas y los dientes apretados
Draco, se apretó el estómago, sintiéndose mareado, en especial en el instante en que Harry lo vio furioso.
—Yo... pude...
Al término de toda la acción, Hagrid apuntó a Umbridge con el paraguas haciéndola desmayar y se fue corriendo hacia el bosque prohibido, abrazando a Fang en sus brazos.
—¡Todos a sus evaluaciones!
Los alumnos reclamaron fastidiados, mientras la calma volvía a llenar el aula. Harry trató de retomar la concentración, pero únicamente, pudo contestar un par de preguntas más antes de que se diera cuenta de que el tiempo se le acabó.
Bajó corriendo de la torre de astronomía y fue directo a la cabaña de Hagrid, tocando a golpes la puerta, aun sabiendo que nadie le abriría. Se derrumbó a la entrada, sentándose en la escalera con la cabeza a gachas.
Hermione y Ron se acercaron a él, preguntándole cosas que no respondió. No lloraba, aunque no le resultaba complicado el reunir los motivos para hacerlo. Mantuvo la cabeza en blanco analizando lo que acababa de suceder frente a sus ojos.
—Harry, no puedes quedarte toda la noche aquí.
—Ya, ya voy, Mione... necesito pensar un rato más.
La chica asintió y le negó a Ron que hablara.
—Te esperaremos en la sala común.
Agradeció que fueran comprensivos y los dos se largaron del patio. Harry se quedó ahí, levantando la cabeza para apoyarla contra la puerta.
Tantos dolorosos recuerdos.
—Hey —llamó Draco, con las manos en los bolsillos.
—¿Qué mierda quieres Malfoy? Tú me detuviste ¿feliz por eso? ¡Pude haber ayudado!
—No es cierto. Hubiese terminado peor —dijo, sentándose un par de escalones más abajo—. Te detuve porque... no lo sé. Imagina ¿y si esa maldición te hubiese alcanzado a ti?
Harry no supo qué decir. Se quitó las gafas, para no poder definir la figura de Draco con claridad.
—Hagrid ya no regresará —comprendió Harry, tras pensarlo de un extenso minuto—. No lo hará... y no sé si está bien o no.
—Lo estará. Es un hombre fuerte, en todos los sentidos de la palabra.
Se quedaron un extenso rato en silencio. Donde Harry tuvo tiempo para convencerse de que se recuperaría, Draco puso las manos entre los muslos en un gesto nervioso, más no incómodo.
—Lamento haberme puesto así. No lo puedo controlar.
—¿Qué cosa?
—El tono de mi voz —señaló Draco—. Se que sonó más fuerte de lo que esperaba.
—Ah... eso. Supongo que todos estábamos alterados.
—Si, creo que es eso. ¿Nos vamos? Está haciendo un frío de mierda.
Harry se levantó y se puso los lentes, Draco lo imitó.
Esa dinámica que ahora compartían era tan extraña, casi como si tratara de algo irreal. En ciertas ocasiones incómodas, como esa, en otras agradables.
Caminaron de regreso al castillo y se detuvieron en las escaleras que dividían sus caminos. Ya no rondaba alma alguna y Harry supo que apenas tuviera oportunidad se haría una bolita en la cama.
Draco dudó un par de segundos, antes de poner su mano en el hombro de Harry y decir:
—Buenas noches.
Harry se volteó, levantó la cabeza y forzó una sonrisa.
—Buenas noches, Draco.
Apretó el agarre, miró los profundos ojos verdes de Harry, le sonrió, mostrando los colmillos y se despidió, desordenando el cabello de Harry.
Draco fue el primero en irse, no porque tuviera prisa, sino porque supo que esa extraña sensación en el estómago y el apremiante olor de Harry clavado en sus sentidos ya no era por una causa enfermiza. Temía, que si seguía de ese modo, se convirtiera en algo más.
• ── ◦ ◦ ── •
—¡Al fin es viernes! —exclamó Zabini, estirando los brazos por encima de su cabeza—. ¡Qué semana más larga!
Draco y Nott ya estaban de pie, mientras terminaban de arreglarse el uniforme. Crabbe, buscaba sus calcetines debajo de la cama y Goyle seguía en el baño. Zabini, se levantó de un salto de la cama, agarrando una toalla, y salió animado hacia la ducha.
—¿Cómo dormiste? —preguntó Nott, mirando a Draco por el espejo—. Por tus ojeras... ¿No muy bien?
—He dormido mejor.
Luego de lo de Harry, e ir a dar el par de vueltas, Draco no pudo hallar concilio. En aquel punto, no supo a lo que le daba tantas vueltas.
—Nos toca las pruebas de cuidado de las criaturas mágicas y las de encantamientos. Supongo que estará la profesora Grubbly-Plank supervisando —mencionó Nott, leyendo el calendario colgado en el respaldo de la cama—. De cualquier forma, siempre me cayó mejor ella.
—Si... aunque...
—¿Aunque? Qué raro, antes nunca ponías en duda la incompetencia de Hagrid.
—Bueno, hay que admitir que sus clases tenían criaturas mágicas, bastante geniales —señaló Draco—. Bah, da igual, tampoco tengo pensado tomar la clase el próximo año.
Tan pronto Nott y Draco terminaron de arreglarse, se fueron al comedor. Donde Pansy practicaba, a última hora, un par de encantamientos, atrayendo de un movimiento, una cuchara de la otra punta de la mesa. Jessica la miró sorprendida.
—¡Wow! A nosotros todavía no nos han enseñado a hacer un Accio. ¡Siempre he querido aprenderlo! Luce super útil.
—Y lo es... mira: Accio Mini telescopio.
Draco sintió como el Mini telescopio quería dirigirse hacia donde las chicas. Para cuando se soltó del llavero, alcanzó a agarrarlo aunque una fuerza tiraba del objeto. Al final cedió, casi tropezándose.
—¡Tachan!
—Agh, tal parece que te esta fascinando molestarme estos últimos días, Pans —comentó Draco, arrebatándole el Mini telescopio para volver a unirlo al llavero. Pansy se mordió la lengua y sonrió.
—Bueno, he estado algo aburrida...—Draco rodó los ojos y se sentó mientras tomaba un bol en el cual vació una cantidad gigantesca de cereales—. ¿Han estudiado los encantamientos amorosos?
—¿Se enseñan ese tipo de hechizos? —preguntó Jessica, asombrada—. Pero...
—No seas tonta, Jessica, ¡por supuesto que no se enseñan de forma práctica! Creo que ni siquiera hay libros del tema en la biblioteca.
—¿Los has buscado, Pans? —cuestionó Draco, malicioso.
—Eres una molestia... Pero dime, ¿crees que en un colegio lleno de adolescentes hormonales le dejarían ese tipo de textos al alcance? ¡Ja! Eso sería absurdo. Aunque... Se dé alguien que debe saber uno.
Daphne, que recién se incorporaba a la conversación, lo hizo con mucho gusto. Draco dejó la caja de leche a un lado y miró curioso a Pansy.
El amor verdadero no podía ser fabricado, ni con filtro de amor, o encantamientos. Solo creaba falsos enamoramientos o, mejor dicho, obsesiones. Todos lo sabían bien (materia básica de segundo), sin embargo, seguían resultando de lo más interesante.
—¿Quién?
Pansy señaló a Zabini que llegó con el pelo mojado a la mesa. Todos miraron al chico con asombro, algo que hizo que se pusiera nervioso.
—¿Qué sucede?
—Pansy dice que sabes hacer un hechizo de amor —soltó Nott sin ninguna clase de tapujo.
—Esto eh... si —contestó Zabini—, me lo enseñó mi madre el verano pasado, pero se suponía ¡que era un SECRETO!
Pansy soltó una risotada y se miró las manos de forma orgullosa.
—No mientras, Nott —le dijo Draco, poniendo los ojos en blanco—. ¿Qué tipo de madre le enseña magia de ese tipo a su hijo?
—No estoy mintiendo, Draco ¿Quieres que lo pruebe? ¿A quién quieren que enamore?
Pansy levantó la mano— Has que Michael se enamore de mí.
Zabini alzó ambas cejas antes de que Pansy lo llamara.
—¡Oye Michael! ¡Ven Por favor!
Draco reconoció al chico de Ravenclaw. Quien se volteó algo confundido y arrugó la nariz al ver como Pansy lo llamaba.
—Él tiene novia y es de cuarto.
—Lo sé, pero déjame decirte que a Ginny le voy a hacer un favor inmenso.
—¿Cómo sabes eso? —susurró Draco, para recibir un gesto por parte de la chica, que señaló a Hermione—. Granger...
El chico se acercó, desgarbado, de rostro atractivo, pero ingenuo.
—¿Qué quieres Parkinson?
—Verus amor (5) —pronunció Zabini a espaldas de Michael.
Una pequeña estela color rosado impactó contra el chico, que cerró los ojos y al abrirlos se encontró con el rostro de Pansy. Sin pensarlo dos veces, sonrió embobado al ver a la chica y se sentó a lado, apartando a Draco de golpe.
—Vamos Michael... No te pongas así.
El chico la miró estúpido y sin pensarlo dos veces tomó a Pansy de la muñeca, casi rogándole para que se fueran juntos. Draco revisó la mesa de Gryffindor y como Hermione hacía su mejor esfuerzo para no mostrarse complacida. Ginny llegó, escuchó lo que Hermione le señaló, asintió y le pidió en un gesto a Colin Creevey, que sacara una foto a ambos chicos.
—Supongo que debo irme, nos vemos.
Los dos se fueron del gran comedor apresurados, mientras sus amigos lo seguían con la mirada. Pudieron percibir como tan pronto se acercaron a la puerta Michael se abalanzaba hacia Pansy, deseoso de besarla.
—Verus amor —dijo Daphne apuntando a Nott— ¿Por qué no funciona?
—Nena, yo ya estoy loco por ti —contestó Nott, mordiendo un pan—, además, el movimiento no es el adecuado.
Tras terminar el desayuno, los chicos se enfrentaron a las dos últimas pruebas teóricas, una detrás de la otra. Pansy casi llega tarde a la de Cuidado de las criaturas mágicas, pero aun así se las arregló para entrar última y sentarse en el puesto conjunto a Draco. Quien le sonrió divertido al darse cuenta de las marcas rojas en el cuello, que la chica trataba de ocultar en vano con el pelo.
Ambos exámenes fueron sencillos, y después del almuerzo. Les tocó la prueba de encantamientos, donde Draco impresionó a los examinadores con su dominio del incendio (6)
La profesora Grubby-Plank los esperaba junto a un examinador a las entradas del bosque prohibido. Draco buscó con la mirada a Harry, que llegaba algo desanimado. Pudo ver como en la mesa del frente, un par de criaturas deambulaban tranquilas.
Bowtruckles, Knarls y Puffskeins. Les tocaba mostrar las habilidades de cuidado de esas criaturas. Fueron llamados de en uno a uno. Draco siendo el primero, porque quería zanjar ese molesto asunto rápido.
Se acercó al Knarl, con algo de resquemor. Sacó un par de margaritas del suelo y se acercó a la criatura quien se lo permitió sin quejarse. Mientras el animal comía de su mano, él pudo sacarle un par de púas al Knarl y las dejó encima de la mesa.
Los Bowtruckles eran más complicados porque dependían de la percepción que los seres tenían de él o, si era hombre lobo. Los Bowtruckle odiaban a los licántropos, aunque no era como si conservaran una razón de verdadero peso para hacerlo. Estuvo varios minutos intentando ganarse la confianza de las criaturas, no pudo, ya que seguían apuntándolo con un par de ramas a la defensiva; se volteó a la profesora Grubby-Plank, quien se encogió de hombros, sin saber muy bien cómo reaccionar.
Los puffskeins eran los más fáciles. Ronronearon tan pronto Draco lo agarró de la caja y con una tijera logró cortarle el cabello. Cuando lo devolvió se percató de que, exceptuando a los Bowtruckles, lo hizo bastante bien.
Siguió Hermione y, cuando Draco buscó con la mirada a Harry, lo encontró hablando con Ron. Draco le hizo un gesto con el dedo a Harry, aunque Ron lo notó primero.
Se quedó esperando a que el dramático llamado de atención de Ron terminara y Harry pudo separarse para hablar con Draco.
—¿Qué ocurre?
—¿Tienes algo que hacer mañana?
—No, ¿Por qué?
—¿Nunca dejas de hacer preguntas? —cuestionó Draco, divertido. Harry se cruzó de hombros—. Mañana vamos a ver a nuestro pequeño amigo.
Harry supo al instante de a quien se refería, miró al bosque prohibido y asintió.
—Vale, pero... ¿Te acuerdas de como domar a Bowtrucle?
—Le preguntas a la peor persona, Potter —contestó Draco—. Ellos perciben tú vibra o si eres hombre lobo... créeme, eres el famoso Harry Potter, así que vas a estar bien.
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1. Are you bored yet? Wallow & Clairo.
2.Alrededor de 3500 pesos chilenos.
3.Es una criatura similar a un enano, que suelen ser muy peligrosos para los muggles, ya que estas criaturas lo golpearan con un mazo hasta matarlos.
4.Cabello abundante.
5. Amor verdadero.
6.Referencia al capítulo 15; la mentira del padre.
Hola!
Pues siento que toda la escena entre Harry y Draco practicando el patronus me salió como demasiado Gay. Lol JAJAJAJ.
La razón por la que Zabini sabe ese tipo de encantamientos tiene una explicación más adelante, considerando el tipo de bruja que era la mamá de Blaise.
Estoy leyendo el misterio del príncipe y me di cuenta de que Fang no muere BTW, a pesar de que decía inerte cuerpo. Supondré que la Umbridge le tiró un petrificus a Fang.
THE_MACHINE.
