TW: Gente, va a suceder... disculpas anticipadas.
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"Quédate conmigo
Llorando en la puerta a medianoche
Te ruego que no vayas a casa esta noche
Y otra temporada pasa en frente de nuestros ojos
Quédate conmigo
Mientras decías mis frases favoritas
Aferrándonos a nuestros momentos de amor
Sin olvidarlos jamás, los abrazaré por toda la eternidad." (1)
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Chocó con el brazo extendido de Harry. El temblor presente en los labios comenzó a extendérsele por el cuerpo, mientras los mismos grisáceos ojos de su padre continuaban clavados en Draco. No comprendía cómo lograba hacerlo sentir tan pequeño y tonto; logrando que empezara a dudar de las decisiones que tomó desde principios del año. No, incluso antes. Draco se mantuvo un minuto quieto, intentando determinar qué hacer.
Ron apuntó con la varita a ambos adultos, al igual que Harry, quien mostraba un profundo repudio plasmado en el rostro. Sin embargo, esta apariencia y movimientos que pretendían ser un temerario reflejo del espíritu ocasionó que la risa escapara de los labios de Bellatrix.
—No hagan nada todavía —ordenó Harry, enderezándose, con el brazo aún rígido frente a Draco. Entendía el propósito de esta acción; era una barrera. Una división entre ambos bandos—. Manténganse en posición.
—¡Ja, Ja! Míralo, Lucius, mandando al resto de niños como si de verdad fuera importante ¡Igual de arrogante que el imbécil de Sirius! ¿Acaso te crees el protagonista de algo? —carcajeó Bellatrix. La mujer no se quedaba quieta, rondaba igual que un animal de caza, mirando a los chicos con una sonrisa enfermiza (ellos eran la presa)—. Vamos, sobrinito, no hagas más drama y ven aquí. Ya verás lo comprensivo que es mi señor.
Harry advirtió la vacilación en las piernas de Draco. Al final de cuentas, así le enseñaron a ser: velar por sí mismo y por su sangre. Draco dejó la varita en el bolsillo del pantalón y le dio un par de vueltas al anillo familiar, sin necesidad de verlo Draco identificó la "M".
Malfoy. El apellido que gritaba por una decisión en específico, al mismo tiempo en que el corazón de Draco lo contradecía.
—Draco, no lo hagas.
Draco lo observó angustiado.
—Potter, no le digas a Draco que hacer. ¡Draco sabe muy bien lo que es correcto! —Lucius, dio un paso al frente, los chicos uno atrás. La mano del hombre seguía extendida— ¡Dame la profecía, y ni tú o tus amigos saldrán heridos!
—¿Y por qué tanto problema con esto? —preguntó Harry, mirando la polvorienta bola. A él le daba igual lo que era, pero si Voldemort la necesitaba con tanto afán, debía ser importante—. Una profecía... qué arcaico ¿no piensan lo mismo?... Mejor, díganme en donde está Sirius, y no la dejaré caer.
—¿Quieres ver a tu padrino, Potter? ¿Ese asqueroso traidor de la sangre? —dijo Bellatrix, lamiéndose los labios. Enrolló los brazos en torno al cuello de Lucius que lucía algo disgustado por el contacto de la mujer—, ¿y qué te asegura que no está muerto? Hagamos un trato, mocoso. Nos das la profecía, a cambio de que te dejemos ver a tu querido Sirius y te vayas con tus patéticos amigos... menos Draco.
Harry frunció la nariz, y soltó un bufido.
—¡Claro! ¡Hagamos eso! ¿Y luego qué? —se burló Harry—. Si esta cosa la necesita Voldemort, es por algo importante ¿verdad? ¡Lo siento, no hago tratos con mortifagos!
Bellatrix soltó a Lucios, para sacar la varita de la manga del vestido. La vara era elegante y retorcida, igual que la dueña. Bellatrix la empuñó contra Harry que continuaba sonriendo de forma sarcástica. Draco dio un paso atrás.
—¡¿Cómo te atreves a mancillar su nombre con tus indignos labios mestizos?! Sucio impuro. ¡Dame la profecía!
—¿Qué sucede, Bellatrix? ¿Acaso tu querido Voldemort no te dijo nunca que él también es mestizo? —La expresión en el rostro de la mujer se torció—. Sí, por si no lo sabías; su madre era bruja, pero su padre muggle y...
—¡Desma...!
—¡No, Bella! ¡Si se llega a romper...! —interrumpió Lucius, tomando a la mujer por el hombro. Draco se mordió el labio—. Vamos, no nos pongamos a pelear por esto. Solo necesitamos la profecía, Harry... podemos llegar a un acuerdo.
Harry retrocedió un par de pasos, al compás que los adultos se acercaban. Draco siguió a Harry, viendo el brazo del chico caer. Draco no lograba mirar a su padre a los ojos; resultaba doloroso y acusador.
—¡No se muevan! —gritó Harry hacia los adultos que se paralizaron—. Vale, conversemos: ¿Por qué es tan importante esta bola polvorienta?
—¿Cómo Potter? ¿No lo sabes? —dijo Lucius, levantando una ceja —. ¿En serio, ese viejo de Dumbledore no te contó que la historia de tu cicatriz se halla en el sucio departamento de misterios?
—¿De mi cicatriz?
—¡Cállate, Lucius! No necesitamos explicarle nada a un mocoso como él —gruñó Bellatrix—. ¡Accio pro...!
Harry sonrió, preparado por un predecible movimiento como ese. Ordenó un ¡Protego!, que tenía tan practicado que ya no necesitaba usar la varita.
—Vaya, vaya... Harry Potter, sabe cómo jugar. ¡Nos divertiremos entonces! Aunque estoy segura de que no podrás controlar un maleficio como este: ¡Impe...!
—¡NO! ¡Contrólate Bella! —La fuerte voz de Lucius resonó en cada estantería—. No estoy dispuesto a fallar en una misión tan importante como esta... Ahora Harry, me decepcionas, pensaba que eras más listo que esto. Esa profecía habla de ti, de todo.
Draco olió como varios aromas se acercaban al sitio. Se hallaban rodeados. Notó como el resto del grupo, se percataba de la gente que se acercaba en capuchas negras y fantasmagóricas máscaras que ocultaban las identidades. Todos se dieron vuelta, menos Harry y Draco, quienes sacaron las varitas, Harry la apuntó sin vacilación en contra de los adultos y Draco apretó el mango de su varita tan fuerte que las uñas se clavaron en la palma de la mano.
El dolor lo mantuvo consciente y presente. Le recordó de que trataba la vida.
—¡Draco! ¿¡Qué haces?! ¿Vas a desafiarme!? ¡Soy tu padre! ¡Te lo ordeno, ven ahora!
—No... papá, esto está mal. —Draco señaló alrededor, a sí mismo. Las manos le temblaban más de lo que esperaba y Bellatrix sopló un grueso mechón de pelo negro, hastiada—. Por favor... no hagamos esto.
—¡¿De que trata esto Lucius?! —cuestionó una grave voz a las espaldas de Ron, quien se volteó al instante—. ¡Tú nos dijiste que criaste a tu hijo del modo adecuado! ¡Si Theo estuviera aquí, ni se lo pensaría!
En ese momento todo era un lío, Harry quería saber de lo que se trataba ese extraño asunto de la profecía, que hablaba de él y desconocía; pero al mismo tiempo era consciente de que necesitaba sacar a sus amigos de ahí. En especial a Draco, ya que aunque tratarían de matar al resto, a Draco lo iban a secuestrar e incluso...
«Piensa... Harry, piensa»
Al compás en que los mortifagos discutían entre si acerca de la situación. Harry se dirigió a sus amigos:
—Cuando diga "ya", tiran las estanterías... —susurró, sabiendo que sus amigos lo escucharon claro—. ¡Quiero que me digas de que trata la profecía, Malfoy!
Lucius levantó una ceja. El resto de mortifagos guardó un silencio total. Draco trató de fijarse en los aromas. Identificó a los padres de Crabbe y Goyle, y la madre de Blaise; por la misma costumbre que compartía con su hijo de ponerse, en exceso, perfume.
—Habla del señor tenebroso y tú. Voy a suponer que ni siquiera sabes la razón por la que él te hizo venir aquí.
—¿Sirius no está...?
—No te confundas, mocoso... —interrumpió Bellatrix—. Ese imbécil esta por aquí, pero no fue nada más que un señuelo para atraerte acá.
—Los únicos que pueden retirar una profecía, son los protagonistas de esta; el único problema es que el verdadero nombre del señor tenebroso no está, en cambio, Potter, el tuyo si —agregó Lucius sereno—. Harry, si nos das la profecía, vas ser capaz de resolver todas tus dudas acerca de quién eres, de porque tienes esa cicatriz.
Harry se mordió el labio, la cicatriz le ardía en exceso. Voldemort quería meterse dentro de su cabeza, y él intentaba con todas las fuerzas impedírselo.
—Quince años, sin saberlo —murmuró Harry.
—... Sí, ese es mucho tiempo, Harry... debes sentirte confundido, lo entiendo —dijo Lucius, de manera tan tierna que Draco se perturbó. Hace años que no oía ese tono de voz, el que solía emplear cuando le contaba cuentos de buenas noches a los cinco años. La voz de un padre amoroso—. Lo único que debes hacer es darme la profecía y conocerás la verdad, Harry...
Los ojos de Harry se clavaron en Lucius, que sonreía similar a Draco. Era absurdo lo mucho que se parecían; aun así en el minúsculo lapso en que vio a Draco de reojo, con una pierna adelante y la otra atrás, ligeramente agachado para mantener una postura firme, levantando de poco a poco la varita, contra su tía, que levantaba una ceja curiosa. Harry se percató de las claras diferencias entre padre e hijo.
No, ambos eran parecidos. Draco crecería para lucir similar a Lucius, no obstante, Draco durante el transcurso de ese año, logró comprender e intentaba reparar, los vértices de su crianza que le hacían daño.
—Demasiado tiempo, estas en lo correcto, pero te darás cuenta, de que ya estoy acostumbrado a esperar, Malfoy. Creo que lograré hacerlo por un par de horas más —declaró Harry, apuntando hacia una estantería—. ¡Ya! ¡Expelliarmus!
Harry hizo caer, de forma ruidosa y para nada sutil, toda la gran estantería repleta de profecías a las espaldas de Lucius y Bellatrix, quienes se envolvieron en una especie de velo negro. Harry se metió la profecía en el bolsillo del pantalón. Draco se cubrió de los trozos de cristal rotos que se esparcieron de la escena, pestañeó confundido segundos anteriores a que Harry lo agarrara de la muñeca y comenzaran a correr.
—¡No le hagan daño al rubio! —gritó Lucius a los mortifagos— ¡Draco! ¡Detente!
Las profecías caían a medida que los chicos corrían por toda la sala de misterios. En cierto punto, Harry y él se separaron, confiando en la capacidad mágica del otro. Confiados de las voluntades que compartían.
Ginny logró derribar con su estelar hechizo a varios mortifagos, aunque recibió un petrificus, que de no ser por Draco que la empujó, hubiese quedado aplastada debajo de una estantería; la desencantó y sin decir palabra alguna, Draco se alejó de Ginny.
—¡Desmaius! —gritó Ron hacia un mortifago que apuntaba a Hermione—. ¡Vamos Mione!
Las risas de Bellatrix eran de los sonidos más dolorosos de oír. Draco se sorprendió que pudiera continuar corriendo tras el impacto de ver a su familia, ahí, dispuestos a hacer cualquier tipo de acto (capaces de matarlos), para cumplir los deseos de Voldemort.
Hermione, justo después de derribar a un par de mortifagos con un desmaius y continuar corriendo respaldada por Ron, se percató de una figura negra frente a ambos. Ron y ella se miraron y continuaron corriendo para asombro del mortifago que acabó siendo golpeado por ambos chicos.
Vieron la puerta al final del pasillo. Harry golpeó a un par de mortifagos entre ellos, al compás en que Neville y Luna se detenían al lado para gritar entre los tres.
—¡BOMBARDA MAXIMA!
Siguieron corriendo, a pesar del inmenso estruendo que hizo que todas las estanterías restantes cayeran en efecto dominó. Harry se tropezó un par de veces, antes de lograr ser el último en salir del salón. Cerrando con la ayuda de sus amigos la puerta. Draco se puso pálido, tratando de abrirla.
—¡MI PAPÁ ESTÁ DENTRO!
—De seguro... que ya... debió haber salido —tranquilizó Luna, recuperando la respiración—... Ese humo puede atravesar superficies...
Draco ya no daba más de sí mismo, se dejó caer en el suelo con las piernas palpitando, el corazón descontrolado, los ojos llenos de lágrimas y horrorizados. Harry se acercó, poniéndose de cuclillas.
—Draco, está bien... estamos bien.
Los ojos de Ron se clavaron en ambos chicos, frunció el cejo. No tenía caso, era verdad lo que le dijeron; Ya le recriminaría a Harry cuando no estuvieran en riesgo de muerte. Se volteó para asegurarse de que Hermione estuviera bien. La chica parecía a punto de desmayarse, con el cabello disparatado y apoyada contra la pared.
—Mi papá... ¿Por qué?... O sea ¿Por qué lo continúa haciendo? —murmuró Draco, pronunciando entrecortado cada una de estas palabras—... Me va a matar... Él me va a matar.
Ginny, que era la más atlética de las chicas, se acercó a Draco algo incómoda; se puso de cuclillas al igual que Harry y, para llamar la atención de Draco, posó la mano sobre la cabeza de Draco.
—Me salvaste... Muchas gracias.
Draco no respondió nada y bajó la cabeza tratando de esconder el incontrolable llanto. Harry apoyó la mano sobre la espalda de Draco. Los chicos se quedaron un par de minutos ahí, tratando de ordenar la situación, los sentimientos que se querían desbordar.
Tras un rato Draco se levantó del suelo mejor. Harry le apretó el hombro y Draco hundió los pálidos dedos en el cabello de Harry, susurrando un suave: sigamos adelante.
—Siento a Sirius, está por aquí... —declaró Harry, rozando con la mano cada una de las puertas, deteniéndose en una—. Es la del arco.
Los chicos asintieron, mirándose con determinación antes de decantarse por entrar. Harry revisó la profecía para darse cuenta de que poseía fragmentada una parte debido a alguno de los tropiezos que tuvo.
Dentro de esa peculiar gran sala, escucharon como los sonidos de sus propios pasos provocaban un eco eterno. Ninguno se pudo sentir acalorado debido a la gran maratón que hicieron, porque el frío era aún más abrazador. Harry, a medida que se acercaban, escuchó gemidos provenientes del arco.
—¿Escuchan eso?
Draco, al contrario, se encontraba demasiado preocupado por la soledad del sitio, como si no hubiera un grupo de mortifagos tratando de cazarlos.
Luna se mostró igual de asombrada que Harry ante los ruidos del arco. Se acercó al chico, caminando al mismo ritmo, con los ojos puestos en el arco. Distinguieron como una tela se mecía entre medio del arco, agitada de un viento inexistente. En determinado momento los dos chicos se detuvieron de golpe, en especial tras definir los rostros que se dibujaban en el velo.
Fue de un instante a otro. Las sobras de humo llegaron al lugar, y cayeron en torno a los chicos, que lanzaban hechizos sin lograr darles. Draco identificó un olor nuevo. Un olor que odió tan pronto lo percibió. Un aroma enfermo y animal.
Estaba ahí.
De un pestañeo, cada mortifago dio contra un chico y los apresaron.
Draco tardó un instante antes de percatarse de la persona que lo sometía con la fuerza de un único brazo, mientras con la mano derecha recorría desde el comienzo de la cadera de Draco hasta el cuello. Las uñas largas que le ocasionaron un espasmo involuntario y sintió cómo rasgaba parte de la camiseta negra (ahora polvorienta) que Draco traía puesta.
A diferencia de los mortifagos, el no necesitaba ocultar su identidad («Porque es un carroñero», pensó Draco). Se apoyó en el cuello del chico, con el cabello largo y áspero acariciándole la nuca.
—Hola, cachorro.
—Greyback.
El hombre sonrió, y apretó más el agarre con el que mantenía a Draco quieto. La nariz de Greyback se posó en la mejilla de Draco, y se acercó a la oreja, donde mordisqueó con levedad el lóbulo, ocasionándole una repulsión inmediata.
—¿Me extrañaste? —preguntó Greyback, con las uñas de la mano clavándose en la piel de Draco—. Te llamé varias veces, pero nada... una lástima encontrarnos en estas condiciones tan peculiares.
Draco, no respondió, porque su atención se centraba en el arco. Harry volvía a tener la profecía en las manos apretándola furioso, a la par en que Lucius se acercaba a él con lentitud. Draco vio alrededor tanto como el agarre de Greyback le permitió; notando al resto de mortifagos reteniendo con fuerza al resto de adolescentes.
—¡Potter, última oportunidad! La profecía y tus amigos no saldrán lastimados —exclamó Lucius, señalando a Hermione que se mantenía quieta mientras Bellatrix le pinchaba el cuello con la varita retorcida. Hermione, aun en esas desfavorables condiciones, no le dio el placer a Bellatrix de verla temblar—. Soy un hombre de palabra. La profecía y los soltaremos.
Hermione le pidió que no lo hiciera, al igual que el resto de los adolescentes. Draco se mordió el labio, tratando de zafarse de Greyback que lo atajaba aún más. Era doloroso, y se percataba de que el hombre ni siquiera usaba un cuarto de su verdadera fuerza.
De la fuerza que Greyback utilizó cuando se conocieron. Draco incluso pensaba que esa vez tambien se contuvo.
Greyback jugueteó de modo morboso con Draco. Mordiéndole la piel blanquecina, dejando marcas lascivas en el cuello. Draco estiró el cuello tratando de evitar el contacto de la lengua del hombre contra las gotas de sangre que emanó una de las mordidas que le hizo.
La profecía destelló en la mano de Harry, quien la acercó a la mano de Lucius. Dos mortifagos apuntaban hacia Harry. Draco sintió cómo la mano de Greyback se posaba encima de su boca para acallarle los gritos (¿en qué momento comenzó a gritar?).
Harry no podía hacer eso, los esfuerzos por llegar ahí, las decisiones de sublevación que Draco realizó. Todo quedaría reducido a nada.
Draco acabó clavando con fuerza los dientes en la mano de Greyback, llenándole los sentidos de la sangre marchita del hombre.
—¡NO LO HAGAS! ¡APÁRTATE DE ÉL!
Harry y Lucius se miraron entre si confundidos. Lucius retrocedió dos pasos sin comprender la razón de los movimientos que realizaba y Harry soltó la profecía. Lucius la vio caer y se abalanzó sobre la esfera que se deshizo a los pies de Harry.
En ese fragmento de segundo, justo cuando Lucius trataba de reunir los fragmentos de la profecía, y el resto de los chicos se abalanzaban sobre sus captores; varias estelas de un color blanco llegaron al sitio. Dos hechizos dieron contra el par de mortifagos que apuntaban a Harry, quienes cayeron desmayados. Harry recobró la consciencia y lanzó un hechizo contra Bellatrix que soltó a Hermione.
Lucius se puso de pie, para ponerse a pelear con Ojo loco Moody, y Draco le dio un codazo en el esternón a Greyback que lo soltó adolorido. Las acciones fueron rápidas, ya que de un minuto a otro, Greyback y Draco se debatían en un duelo sin fin.
—La voz... ¡Usaste la maldita voz! —río Greyback, que desviaba la magia de Draco con una varita resquebrajada—. Tienes suerte, cachorro, que hoy es luna nueva.
—¡Cállate, hijo de puta!
Greyback mantuvo uno de los hechizos de Draco y se lo devolvió con el doble de fuerza—. Esa no son maneras de llamar a tu futuro líder, Draco... pero podemos iniciar el proceso de reformarte ahora mismo.
Sirius se puso al lado de Harry y lo tomó por el hombro.
Sin siquiera saber cómo, Ojo loco cambió de oponente y Draco quedó frente a su padre. El rostro de Lucius era rabia pura, alejado de cualquier atisbo similar al hombre el cual Draco le dedicó sus primeras palabras. El lazo entre ambos, en cambio, se tensaba y en menos tiempo de lo que razonó, desarmó a Lucius.
—¡No te atrevas, Draco! —gruñó Lucius, viendo de reojo la varita que le pertenecía a metros de distancia.
—Lo siento —susurró Draco, con las palabras quedándose atrapadas en su garganta—¡Desmaius!
Lucius cayó de rodillas al suelo, y Draco sintió la mano de Ojo loco Moody posársele en el hombro antes de que una luz lo cegara, acompañado de un fuerte agarre que tiró de él.
Ya no yacía en la cámara de la muerte, aunque tampoco conservaba idea alguna de donde se hallaba, solo que estaba a salvo; un pensamiento que se reforzó cuando Hermione fue traída por una mujer de cabello violeta. Hermione y Draco se miraron, con temor, escuchando los gritos de Ron que acababa de llegar por Kingsley.
—¡¿Y la batalla?!—cuestionó Draco, alzando la varita en contra a Ojo Loco que lo miró escéptico—. ¡Debemos volver!... Mi papá... Harry.
Ojo Loco tomó la varita de Draco, bajándola. El chico no comprendía nada.
—Tranquilo. Sirius en un rato llegará con Harry; ahora esperaremos.
Draco asintió, apuntándose con la varita para sanar las heridas que Greyback le dejó en el cuerpo; aunque era casi inútil. Se encontraba débil, con hambre y frío, a lo que decidió guardar la poca fuerza mágica que le quedaba, por si las dudas. El resto de los chicos llegaron, Luna reposaba inconsciente; pero respiraba. Ginny llegó soltando un hechizo que Ron esquivó a duras penas y Neville se recostó en el suelo recuperando la respiración.
Harry. ¿Dónde estaba Harry? Debía Esperar. Contaba cada segundo, que se convirtieron en eternos minutos.
Draco empezó a esperar, sin saber que esa espera se extendería más de lo previsto.
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Observó como Draco se desvanecía de la escena y el asintió. Sirius lo miró con una sonrisa.
La última vez que Harry vio a Sirius, este no era más que una sombra de la fotografía del anuario. Ahora, por su parte, embriagado de la emoción de la batalla; Sirius lucia varios años más joven; el cabello negro le caía sobre los hombros con desenfado y los tatuajes que le decoraban desde la clavícula hasta el mentón, parecían recién hechos. Harry incluso se percató que los tatuajes de Sirius eran mágicos, porque se movían.
—¡Bien hecho, Harry! —exclamó Sirius, disparatando el cabello de Harry—. Tenemos que...
—¡NO! ¡El niño no se va a ningún lado! —gritó Bellatrix, lanzando un par de hechizos contra Sirius que el hombre esquivó—. ¡Debe pagar por lo que ha hecho! ¡Contaminar a un Malfoy! ¡Dame la profecía!
Harry, se defendió de los hechizos que venían de los distintos mortifagos aparte de Bellatrix. Vio cómo, luego de llevarse a sus amigos de la escena, los miembros de la orden del fénix regresaban a la batalla emocionados.
Tanto Sirius como Harry se acercaron al velo, esquivando una maldición imperdonable que salió de la varita de Bellatrix. Harry saltó el cuerpo desmayado de Lucius, aún impresionado por lo que Draco hizo.
Contraatacó dos encantamientos, juntando espaldas con Sirius, que se debatía con dos mortifagos al mismo tiempo. Harry le daba dura batalla a Bellatrix que no dejaba de lanzar su magia enloquecida. Harry no era consciente de las órdenes de Voldemort, pero era una obviedad que la mujer no las seguía, porque atacaba para matar a Harry.
Un hechizó dio contra Bellatrix que la disparó hacia atrás. Sirius y el giraron en el momento exacto en que uno de los dos mortifagos caía desmayado.
—¡Excelente, James! —felicitó Sirius, con una risa—. ¡Vamos Bella! ¿Acaso no tienes más que dar?
Harry logró derribar al ultimó mortifago, se dio vuelta en busca de sonrisa de Sirius. No obstante, Bellatrix llena de furia, lanzó un hechizo que dio en medio del pecho de Sirius que lo tiró con fuerza una gran cantidad de metros hacia atrás. Harry lanzó una maldición contra la mujer, que no acertó, porque ella ya se daba vuelta, con esa pútrida sonrisa grabada en la mente de Harry.
Se giró a ver a Sirius, pero ya era tarde.
El hombre era envuelto con una atemorizante suavidad por el velo, quitándole toda la vida del rostro. La sonrisa se desvaneció y esa delgada tela le cerró los ojos.
«Tranquilo, Sirius saldrá. Atravesará el arco y todo estará bien».
La tela lo cubrió, Harry se acercó al velo en paso lento.
Al dar el siguiente paso, se apresuró.
Gritaba. Harry gritaba, pero ya no se escuchaba a sí mismo.
«Atravesará el velo, y el mundo completo se dará cuenta de que en realidad era un héroe».
No.
«Pasaremos el verano juntos por primera vez. Saldremos a pasear. Comeremos helado».
¿Por qué todavía no caía?
—¡Sirius! ¡Sirius! ¡SIRIUS!
«Seremos una familia de verdad».
Los gemidos del arco se intensificaron, poco a poco se le unieron las últimas palabras de Sirius, y la risa del mismo. Harry vio a su padrino desvanecerse como si no hubiera sido nada más que un espíritu. Como si nunca hubiese sido real.
Pero Harry recordaba el tacto de Sirius.
Su vida.
Antes de que Harry atravesara el velo, los brazos de Lupin lo apresaron.
—¡Sirius! ¡SIRIUS!
—Ya no se puede hacer nada, Harry... —dijo Lupin en tono quebradizo, pero Harry no pensaba en eso. Arañó los brazos de Lupin tratando de soltarse, se le rompieron las uñas de tanto rasguñar, en el vago e inútil intento de sostener ese lazo con el que Sirius y Harry eran atados—. Ya no... Se ha ido. Harry, Sirius ya se fue.
»—Sirius... ya no regresará.
Lupin cayó al suelo con un llanto desgarrador al comprender las palabras que salieron de si mismo y Harry aprovechó ese pestañeó de debilidad para soltarse de Lupin.
Ya no se alcanzaban a juntar las piezas rotas. Sirius se desvaneció, mecido por el velo, ahora viajaba a la misma tierra donde sus padres descansaban.
Una llama se encendió en el pecho de Harry, quien retrocedió dos pasos. Se miró las manos, los moretones en las rodillas, la mueca de profundo dolor de Lupin, que fue socorrido por Tonks.
Harry apretó los dientes y salió de la cámara de la muerte.
El ambiente era caliente entremezclado con una lluvia torrencial que no mojaba a Harry.
Quería ver sangre; sangre de una persona en específico.
«Su culpa, es su MALDITA CULPA»
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Notas:
1) Stay with me: Miki Matsubara.
(Basicamente escogí esta canción por la muerte de Sirius. Como Harry y Lupin deseaban que Sirius se quedera con ellos y los recuerdos que el mismo hombre les dejó ca cada uno 😢).
¡Hola!
Lo lamento. Aunque me plantee no asesinar a Sirius (amo escribir a Sirius. Amo a Sirius en sí mismo. Amo el Wolfstar), él es un personaje que me pone excesivas trabas en el camino, su muerte fue necesaria (y muy dolorosa, estuve un largo rato mirando la computadora, pensando en lo que acababa de hacer).
THE_MACHINE
