"A veces pienso que debería estar medicada

Quizás todo sería mejor si estuviera un poco sedada

El sentimiento viene tan rapido y no puedo detenerlo.

Estoy en llamas, pero intento no mostrarlo.

Y tan pronto me levanta, me tira

Me levanta, me tira.

Cientos de veces al dia.

Me mastica y me escupe.

Siempre corriendo de algo.

Lo empujo, pero regresa

e intentar actuar en consecuencia nunca me ha llevado muy lejos" .

• ── ◦ ◦ ── •

Ella debía pagar por eso.

Las risas de Bellatrix resonaban sin censura en las paredes del vestíbulo, cerca de las chimeneas y frente a la fuente en medio del ministerio. Harry se encontraba solo, con las lágrimas cayéndole por las mejillas. Los pasos se hicieron firmes y rápidos. El corazón le latía a toda velocidad y la cabeza no dejaba de repetir palabras incomprensibles.

No reconocía si era su voz o la de Voldemort, pero reconoció que Voldemort le manipulaba dentro de la cabeza, como una entidad a la que le dejó la puerta abierta para que lo guiara.

«Debe pagar... Debe morir» dijo una voz en su cabeza. Harry asintió.

—¡Yo maté a Sirius Black~! —cantaba Bellatrix. Harry se apresuró a tomar el mismo camino— ¡Yo maté a Sirius Black~!

Harry la encontró saltando muy contenta. El cabello le revoloteaba de un lado a otro, casi burlándose de Harry.

—¡Yo maté a Sirius Black!

Harry se acercó, apuntó a la mujer y gritó—. ¡Crucio!

La mujer soltó una fuerte exclamación que la hizo tropezar de espaldas. Cambió la expresión por una de cachorro asustado. No le daba pena, para nada.

Harry mantuvo el maleficio, una sonrisa se le formó en los labios a medida que Bellatrix se quejaba de dolor.

«Bien, Harry. Ella debe pagar... Lo mató»

Para cuando se dio cuenta de lo que hacía, Harry dejó el maleficio y se sostuvo la cabeza.

—¡Déjame en paz! ¡Déjame!

«Sabes el hechizo, Harry. Tienes la ira. Hazlo. ¡Dilo!»

—¡Cállate! ¡Cállate!

«Ella lo mató... has que pague con la misma moneda. Ella no titubeó. Lo hubiese hecho con tu amiga. Con el joven Malfoy»

Los profundos ojos de Bellatrix brillaban de vida («De la vida que ella le arrebató»). La boca torcida en una mueca burlesca («Los labios que pronunciaron el hechizo»). La detestaba. («Eso es excelente») Pero el poco raciocinio de Harry lo hizo soltar la varita y caer de rodillas.

—Me decepcionas, Potter... —dijo una serpentina voz a sus espaldas. Harry cerró los ojos— justo cuando te volvías alguien interesante.

Bellatrix le sonrió a Voldemort y se arrastró a una de las chimeneas. Harry ya no prestaba atención, porque continuaba recuperando la respiración. Seguía recordando quien era. En quien quería convertirse. Y eso no era un asesino.

—Vamos... ¡Levántate, Potter!

El chico tomó la varita y se puso de pie. Viendo los ojos rojos de Voldemort. Harry no lograba llamarlo humano; él era algo más terrible que eso. Su figura alargada, piel verdosa, el aura frívola y la túnica que caía de Él como si fuera una percha. Pero seguía siendo un hombre... Un hombre terrible.

Esa maldita serpiente le seguía el paso, entre las piernas sin entorpecer el andar de Voldemort. Era gigantesca e igual de temible que el dueño.

—Voldemort...

—Siempre me ha sido curioso que no me temas, Harry. Es decir... Yo asesiné a tus padres. James y Lily Potter, las miradas en sus rostros, las lágrimas... el recuerdo me llena de vigor —El hombre sonrió, mostrándole unos afilados dientes—. Aun así, para ti tengo otros planes muchacho; primero, debes darme la profecía.

Harry sonrió, se dio vuelta los bolsillos del pantalón y le enseñó las manos vacías.

—Lamento decirle que se ha roto.

—¿¡Cómo?! —exclamó Bellatrix—. ¡No, amo, Miente! ¡Potter, la profecía! ¡Accio Profecía! ¡ACCIO PROFECIA!

Nada sucedió, Harry se encogió de hombros, haciéndose el desentendido.

—¡Cállate, Bella! El chico no miente. Veo la verdad en esos ojos —siseó Voldemort. La mujer se mordió el labio nervioso—. Meses de preparación, Potter... mis mejores mortifagos... Mi plan perfecto ¡Y vuelven a ser destruidos por ti! —Voldemort, en lugar de mostrarse enfadado sonrió—. Interesante, muchacho... te he subestimado.

—¡LO SIENTO AMO! De verdad.

—¡Cállate Bella! No vine aquí... no sacrifiqué todo por tú asquerosas disculpas. Ya me encargaré de ti.

Voldemort sacó la varita de la túnica y la apuntó contra Harry.

—¡Expelliarmus! —gritó Harry.

Voldemort desvió el hechizo con movimientos tranquilos. Harry siguió haciendo magia. Una cargada de fuerza pero inestable. La varita trataba de resistir la potencia, pero cada vez resultaba más cansino el intentar. La serpiente tragó el ultimó hechizo de Harry sin inmutarse.

—¡Muy débil, Potter! ¡Yo te enseñaré como se hace! ¡Impedimenta! ¡Stupefy!

Harry se detuvo en seco; los lentes cayeron al suelo, rompiéndose en un ruido sordo, ahora definía a Voldemort como una figura borrosa.

—Muy bien... Potter, lo has vuelto a hacer—dijo Voldemort en un vago intento de sonar tranquilo—. La profecía era tarea de Lucius; ya pagará por eso, al igual que su muchacho... Draco, tu amigo ¿no? Estaré encantado de conocerlo; me pregunto cuántas maldiciones imperdonables soportará antes que me diga todo sobre ti. Lo vi en esas visiones, tienen un lazo patético.

—¡Cállate! ¡Él no tiene nada que ver con esto! —gritó Harry, palpando el suelo para buscar los lentes—. ¡Draco no lo merece!

—Potter... ¿Cuándo aprenderás que los sentimientos no son más que obstáculos? Yo puedo enseñarte... ¿Tú y yo podríamos ser grandiosos?... Lo he pensado demasiado. Yo puedo enseñarte a ser un verdadero mago.

Voldemort extendió la mano. Pero Harry no se movió, en parte por el miedo acreciente y por otro lado, porque la estatua de piedra de dos metros, que figuraba en el ministerio como mera decoración, cobró vida y se interpuso entre Voldemort y Harry.

Voldemort se volteó y miró a quien lanzó el encantamiento. Aferrado a la varita; Dumbledore llegó desde el fuego de una de las chimeneas y se colocó frente a Voldemort.

—¡Vete, estúpida!

Bellatrix, se deslizó dentro de una chimenea desapareciendo de la escena. Harry se puso los lentes con el cristal roto y se colocó en una postura defensiva.

—Hola, Tom, lamento la demora —saludó Dumbledore inexpresivo. Harry quiso lanzar un hechizo pero Dumbledore se lo impidió—. Harry, mantente al margen, por favor.

A pesar de las órdenes, Harry se mantuvo ahí, quieto. Apuntando con la varita a la espalda de la estatua, siendo consciente que Voldemort hablaba desde detrás de ella.

—Qué descortés, Dumbledore; estaba conversando con Harry como hombres civilizados ¿sabe?...

—Pues esa conversación no continuará, porque tú llegas hasta aquí. Has cometido una estupidez al venir al ministerio esta noche, Tom —anunció Dumbledore, saboreando cada palabra que le salía de la boca—. Los aurores ya están en camino.

—¡Pero cuando ellos lleguen, yo ya me habré ido! ¡Tú sabes cómo funciona esto! —Voldemort chasqueó la lengua, paseándose inquietamente al frente de Dumbledore—. Agh... eres tan molesto, anciano. ¡Por eso, hoy vas a morir!

De la varita de Voldemort salió un halo de luz verde, que Dumbledore desvió hacia el escudo de la estatua de piedra.

Dumbledore reunió, toda el agua del estanque del ministerio y con ella formó la hermosa figura de un fénix que golpeó a Voldemort reteniéndolo. Voldemort acabó disipando esa agua. Cayendo de bruces al suelo pero recuperándose al instante.

—¿No quieres matarme, Dumbledore? —inquirió Voldemort, tomando de poco a poco, todas las llamas que salían de las antorchas del ministerio—. Estoy seguro de que has debido de matar a alguien en toda tu vida.

—Si te soy sincero, Tom. No lo he hecho, tampoco pretendo hacerlo y... la muerte no me satisface tanto como verte encarcelado en Azkaban.

Voldemort soltó una risa, con la inmensa bola de fuego que logró reunir, la tiró contra Dumbledore y Harry.

Dumbledore se cubrió con el agua y, Harry fue protegido por la estatua de piedra, que lo tomó con facilidad del suelo y lo dejó entre uno de los recovecos del ministerio.

La estatua se puso al lado de Dumbledore, en guardia.

—¡No hay nada peor que la muerte, Dumbledore! Una vez que mueres, ya todo acabó.

—Eso es lo que te hace tomar esas estúpidas decisiones, Tom... Hay cosas peores que morir, te lo aseguro. —Dumbledore se limpió un par de cenizas de la túnica—. Si mueres ahora, no valdrá la pena.

Harry se aferró a la pared y gimoteó. La cicatriz volvía a dolerle. Dumbledore observó a Harry y cayó en cuenta de la sonrisa presente en los labios de Voldemort.

—Pensaba que esto era entre tú y yo. ¡Deja a Harry!

—Seguro, viejo, lamento por dejarte sin cuidado. Ya que no te importa la muerte... ¡Avada Kedavra!

Antes de que el halo de luz verde diera contra Dumbledore, Fewkes descendió del suelo, para recibir el impacto y volverse cenizas. Harry gritó, por el ave y dolor; ya no identificaba la razón.

Todo era una distracción para el plato fuerte.

Voldemort desapareció de un soplo, con la serpiente enrollada en su cuerpo.

Harry hundió las manos en su cabello y comenzó a llorar. La sangre escurrió desde la cicatriz hasta las baldosas, las manos se le mancharon de la sustancia y pudo sentir el sabor en los labios. El dolor era de tal magnitud, que en el momento en que Harry supo que esa cicatriz se abría, luego de tantos años sellados, se sintió morir.

Harry se puso de pie, con los ojos cerrados. Tambaleante, la estatua se separó y Dumbledore se abrió paso, pero lo único que recibió fue un empujón violento por parte de Harry.

Voldemort en el cuerpo de Harry, se llevó la mano derecha a la sangre que le goteaba en la frente, impregnando cada uno de los dedos. Lamió la sangre, abriendo el par de ojos rojos. Dumbledore pareció temblar.

—¡Vamos anciano! Si no te importa la muerte, asesíname. ¡Acaba con el sufrimiento de Harry!

—¡Suéltalo!

—Mátame... Por favor, hazlo... —gimió Harry o Voldemort. La consciencia de ambos se tornó de un rojo intenso. Era dolor puro— mátame... quiero verlo otra vez... abrazarlo otra vez...

Harry ya no sabía si hablaba él o Voldemort. El dolor le retumbaba en la cabeza, nublándole los sentidos. Para ese minuto ya debía haberse desmayado, pero continuaba ahí, de pie, sufriendo. Lloraba y reía. Tratando de recordar quien era y quien no era.

«Eres débil, Potter. Vulnerable. Por tu culpa Sirius murió... Si hubiese sido más fuerte»

—Mátame, por favor... hazlo.

«Exacto. Harry, morirás y te reunirás con él»

Unas pisadas se escucharon entrar. Del fondo del pasillo, la orden del fénix completa, junto a los chicos llegaban para ver a Harry delirando en el piso. Segundos despues llegaron los aurores, junto al ministro Fudge, y se quedaron de piedra, en cuanto vieron cómo Harry se arrastraba en el suelo.

Draco, se detuvo en seco, y miró a Harry. Harry lo miró a él, pero esa persona ya no era Harry. Olió la sangre, pero se percató que no era la de Harry, sino que era la del Innombrable.

Húmedo, viscoso. Inhumano.

—Mátame... te lo imploro, profesor.

—¡Harry! ¡Por favor! —gritó Hermione, la voz resonó por el ministerio— ¡No te vayas!

Draco dio un paso al frente y seguido por otros dos. Miró a Dumbledore que trataba de socorrerlo de cuclillas al lado.

—Harry, recuerda la canción... —dijo Draco—. La que tiene tu nombre.

«No los escuches».

«Solo Harry» «Es un nombre perfecto» «Harry».

El cuerpo de Harry se quedó inmóvil y en las baldosas se reflejó a sí mismo. Sin embargo, no se veía a él sino a Voldemort. El dolor se disipó como un soplido y pudo reunir las palabras que llevaba guardando todo ese tiempo.

»—Es cierto ... Tú eres el débil, porque naciste sin amor, porque nadie moriría por ti... Porque nunca conocerás lo que es la felicidad, ni la amistad. ¡Nunca conocerás lo que es ser amado!.

Harry bajó la cabeza y gritó. Poco a poco del cuerpo de Harry, Voldemort volvió a materializarse. Con la nariz arrugada y los ojos puestos en Harry. Voldemort se arregló el cuello de la túnica, volteándose hacia el ministro y las cámaras de los periodistas, le guiñó un ojo a Fudge y luego ladeó la cabeza al grupo de muchachos, examinando a cada uno con asco.

La serpiente volvió a envolver a Voldemort y él desapareció sin dejar rastro. Hermione se abalanzó sobre Harry para ayudarlo a recomponerse. Al mismo tiempo en que Draco detenía con magia la hemorragia que emanaba la cicatriz de Harry. El estomagó de Draco rugió, volvía a ser la sangre del chico, pero debía tranquilizarse.

—Era... —murmuró Fudge, acercándose a pasos cortos pero rápidos—... el innombrable... No puede ser.

Dumbledore se puso de pie, guiñándole un ojo a Draco. Se puso frente a Harry que temblaba.

—¿Ahora le quedó claro ministro? Lo tuvo que ver frente a sus propios ojos. Tuvo que ver destruida la poca seguridad de su querido ministerio —acusó Dumbledore, calmado—. Tuvo que hacer que Voldemort entrara al cuerpo de Harry Potter y casi lo asesinara, para darse cuenta de que, Voldemort, ha regresado. Y lo hizo desde el torneo de los tres magos... déjeme decirlo que si hubiese escuchado...

—Pero... No puede ser... Usted aquí. ¡Que hacen, aurores! ¡Arréstenlo!

—Ministro, pero usted lo vio. Era el Innombrable... —dijo el auror a la derecha de Fudge—. Creo que...

—¡Quiero una explicación clara, Dumbledore! ¿Qué hace aquí Harry Potter y esos niños?... Porque vimos a un farsante como ese haciéndose pasar por el innombrable.

Draco frunció el cejo, apretó la varita con rabia, terminando de curar a Harry. Se volteó clavando los ojos en el ministro quien al verlo tembló.

—¿Malfoy?...

—Ministro, ¿cree que lo que vio es falso? Después de lo que pasamos. De lo que sufrimos —gruñó Draco, acercándose al ministro, metiendo la varita en el pantalón y apuntándolo con el índice—. ¡¿A pesar de esto tiene el descaro de culpabilizarnos a nosotros!? ¡Es un incompetente de mierda!

Hermione tomó a Draco por la muñeca, tratando de hacer que se tranquilizara; no obstante Draco estaba lejos de terminar.

Dumbledore tuvo que interponerse entre ambos, tomó a Draco por el hombro y lo separó. Hermione intentó hacer entrar en razón a Draco.

Dumbledore sacó del bolsillo un paquete de pastillas de limón, que se la entregó a Harry, quien la recibió sin replicar.

—Esto es un traslador, tómalo y no lo comas —Harry asintió con levedad, ajeno a todo. Draco lo observó de nuevo, mordiéndose el labio—. ¡Bien ministro ahora le diré y si queda algo en el tintero me tendrá que mandar carta! Porque bien sabe que soy un hombre muy ocupado.

—Usted no puede...

A pesar de que quiso saberlo, Harry no logró escuchar lo que no podía hacer Dumbledore, porque pronto fue sumergido por la negrura total y el característico mareo del traslador. Al abrir los ojos se encontró en medio del despacho del director sumergido en un soledad total. Soltó la bolsita de pastillas de limón, y se puso de pie.

Las lágrimas le brotaron de los ojos. Harry aferró la varita y la apuntó contra el espejo al frente de él.

• ── ◦ ◦ ── •

Narcisa dejó el vaso de agua que bebía sobre la mesa. Volvió a mirar el reloj colgado encima de la chimenea de la cocina. Todas las familias mágicas poseían uno, porque eran convenientes.

Tiró un poco de agua al ver como la flecha de Draco que decía; "En el colegio", ahora apuntaba; "Viajando".

¿Viajando a dónde? Debía ser un error. Así que no le prestó atención. De seguro iba a Hogsmeade. Era consciente que en más de una ocasión Draco se iba del colegio a Hogsmeade, a pesar de las horas. Debía regañarlo en cuanto lo viese, y le haría comprender los peligros de salir del colegio a tales horas de la noche.

Horas siguientes regresó a la cocina, la mansión se sentía tan sola y no le gustaba estarlo; por eso Narcisa se paseaba con frecuencia por la cocina, la silenciosa compañía de los elfos bastaba.

Era consciente de lo que Lucius hacía, pero Draco... ¿Por qué Draco?

«Draco Malfoy: Peligro mortal» «Lucius Malfoy: Peligro» «Narcisa Malfoy: en casa»

Dejó caer un plato de cerámica y los elfos se apresuraron a limpiarlo, Narcisa rondó por la cocina. No. No podía estar sucediendo.

Se dejó caer contra la pared, y continuó observando.

«Lucius Malfoy: Peligro» «Draco Malfoy: Peligro» «Narcisa: en casa»

Suspiró, acariciándose el pelo de forma maniática... buscó lápiz y papel y trató de redactar una carta... ¿De qué se trataba eso?

Pese a todo, cuando iba por la mitad de la nota, escuchó cómo las llamas de la chimenea se encendían. Narcisa se acercó a la sala, apresurada, pero en lugar de encontrarse con Lucius, se halló con Bellatrix. Quien la miraba con una mueca de dolor en el rostro.

—¡Bella! ¿Qué ha sucedido? ¡¿Esta todo bien?!

La mujer, en lugar de suavizar la mirada la endureció. Se puso de pie, y apuntó a su hermana con la varita.

—Tú... ¡Tú y tu maldito hijo!... Tu inútil marido. ¡No Narcisa, nada está bien! ¡Ahora el vendrá y nos matará a ambas! —le reclamó Bellatrix—. ¡Salió como la mierda!

—¿Draco...? Bella, por favor, baja la varita... ¿Qué ocurrió?

Narcisa vio cómo de las cocinas los elfos se asomaban. Ellos tenían la orden de atacar en caso de que algunos de los tres miembros de la familia fueran heridos. Los elfos se mantenían en guardia y preparados para hacerlo.

—¿No los sabías? ¡Draco es amigo de Harry Potter! Y hoy nos deleitó con su presencia en el ministerio. —Narcisa se puso pálida, recordando que dejó la varita en la mesada de la cocina—. Lo peor es que atacó a su propio padre para salvarle el pellejo a Harry Potter... ¡Y logró que se terminara por romper la profecía! ¡Oh, mi señor esta tan enfadado!

—Bella... quieres decir que...

—Estoy segura de que si yo le pido clemencia, me salvará. Pero tú, Cissy —gimió Bellatrix, rozando con los dedos el collar de zafiros que le regaló. Narcisa vio en ella una locura total. Ya no era su hermana—, él te asesinará en cuanto te vea. A ti y a tu hijo y cuando Lucius salga de Azkaban. Oh... él se llevará la peor parte.

Narcisa vio a los elfos y chasqueó los dedos. Dos de ellos desaparecieron para aparecer, instantes posteriores, detrás de la cabeza de Bellatrix con dos grandes sartenes. Golpearon a la mujer dejándola inconsciente y Narcisa la alcanzó a atrapar para que no se desplomara como saco de papas en el suelo.

—Escuchen, esto es una orden de la señora de esta casa —dijo Narcisa, poniendo el cuerpo de Bellatrix sobre la alfombra—. Quiero que se vayan de aquí. No los despido, sino que les pido que se escondan. Yo me voy ahora mismo y si alguien les pregunta donde estoy, a excepción de Draco, dirán que no saben. Por el contrario, si les pregunta Draco, les darán la siguiente dirección...

Narcisa sacó su varita de la cocina.

«Lucius Malfoy: viaje» «Draco Malfoy: viaje» «Narcisa Malfoy: en casa».

Asintió para correr lo más rápido que pudo a la habitación. Dejó el collar de zafiros sobre la cama, metió un par de prendas en una maleta y, fue al dormitorio de Draco, para repetir el proceso. Volvió a bajar a la cocina, sacó el reloj de la pared y lo metió dentro de la maleta. Se puso una larga capucha color negro. Quemó la nota que escribió (pero que dejó a la mitad) y tiró las cenizas a la chimenea.

Junto a un grupo de elfos, Narcisa abandonó la mansión. Afuera, en el patio y al mismo tiempo en que veía cómo toda la casa se llenaba de destellos. Narcisa tomó la mano de una elfina, que muy complacida, la ayudó a aparecerse en medio de unas calles desiertas a tales horas de la madrugada.

La elfina se despidió de Narcisa con una reverencia, le dio un beso en el anillo de la mujer y se desapareció con una sonrisa fiel en los labios. Narcisa apretó el mango de la maleta, tratando de suprimir el escalofrío que le subió por la espalda, debido al bizarro aspecto de la avenida.

Un tenue farol, cuya luz palpitaba cada cinco segundos, era la única ayuda de Narcisa para que pudiera enfocarse en los números de la casa. Narcisa se detuvo, según recordaba, la casa que buscaba era la última de esa avenida de muggles. Comprobó el número, abrió la pequeña puerta de la cerca y tocó la puerta.

Tuvo que esperar un largo rato y tocar la puerta un par de veces más para que se abriera la puerta. Apareció una mujer de similar altura, pero de contextura ancha. Con el cabello castaño peinado en dos trenzas sueltas, vistiendo un camisón de pijama rosado. La mujer gozaba de unos hermosos ojos azules y las arrugas en torno a las mejillas que demostraban lo mucho que sonreía. A Narcisa le llegó el olor a comida casera y a perfume floral.

—¿Cariño, está todo bien ahí abajo? —preguntó una voz masculina, la mujer lo tranquilizó con una voz pausada, para enfocar de nuevo los ojos en Narcisa.

Narcisa se tomó el gorro de la capucha y se lo quitó; el cabello rubio le cayó sobre la espalda y clavó los ojos en el rostro perplejo de la mujer. La luz de atrás volvió a palpitar, y durante el intervalo en que las dos mujeres quedaron a oscuras, no se dijeron ni una sola palabra. Al final se volvió a encender. Narcisa reunió las palabras y la valentía para hablar:

—Andrómeda... Cuanto tiempo sin vernos.

• ── ◦ ◦ ── •

Phineas Nigellus, lo miraba con rabia, tratando de que Harry entrara en razón. El hombre en la pintura se paseaba de un cuadro a otro, siguiendo a Harry por el despacho.

Cuando Harry llegó ahí, el lugar se encontraba ordenado, en el estado en que Dumbledore lo dejó antes de ser despedido. La pulcritud en un despacho con tantos objetos era algo necesario.

Lo primero que hizo fue tratar de abrir la puerta, pero cayó en cuenta de que debía tener un encantamiento de cerradura, ya que por más hechizos que aplicara (incluso los destructivos); la entrada se mantuvo inmovible y en perfectas condiciones.

El despacho de Dumbledore, luego de que Harry llegó, parecía como si un torbellino hubiese arrasado. Harry no pudo controlarse, ya que lo único que pudo razonar para suprimir el dolor, para dejar de pensar en lo inevitable, fue destruir y lanzar lo que encontró. Entre ellas, varias mesas, un montón de cachivaches, pesados libros, que aventó contra la ventana hasta que la rompió. En las manos, seguía quitándole las hojas a un libro de pociones avanzadas en árabe.

—Por favor, niño. ¿Qué sucedió para que te pongas así? —gruñó Phineas—. Los adolescentes son unos prepotentes. Dumbledore me dijo que era posible que llegaras un poco alterado, pero esto es el colmo.

Harry, de cualquier modo, no se atrevía a decirle a Phineas que su tataranieto había muerto. En parte porque Harry no determinaba cómo pronunciar el nombre de Sirius sin que le llegaran las ganas de llorar como un remolino.

Odió a Phineas porque le recordaba a Sirius; tomó un chivatoscopio del piso y se lo lanzó al cuadro.

Cuando el artefacto dio contra la pared, la puerta se abrió. Dumbledore entró al despacho, sin sorprenderse ante el estado del mismo. Se quedó quieto en la entrada, examinando los movimientos de Harry.

—Es comprensible que estés enojado, Harry... Eso es bueno —dijo Dumbledore, acariciándose la barba—. Los sentimientos nos demuestran que existen heridas más dolorosas que las físicas... lo que nos recuerda que estamos vivos.

—¡No me hable! ¡No quiero escucharlo!

Harry le lanzó a Dumbledore el libro que rompía y pateó con fuerza la estantería, haciendo que se derrumbara en el piso.

—Déjalo, Dumbledore... Los mocosos siempre son así; se creen únicos y especiales, y cuando uno quiere ayudarlos no se puede —se quejó Phineas, sentándose en el retrato—. Mejor maldícelo de una vez, para que se quede quieto... igual que el irresponsable de mi tataranieto. ¡Con razón se llevan tan bien!

Harry se limpió los ojos y tomó unas tijeras que lanzó hacia el cuadro. El hombre se quedó viendo cómo las tijeras se clavaron en la pared quedando estáticas.

—Phineas, no es momento ahora... Harry, sé que estás pasando por algo muy duro; lo que estás sintiendo es comprensible, porque... —Harry vio los ojos de Dumbledore detrás de los lentes. Quería destrozarlo todo, incluso a Dumbledore; abalanzarse sobre él, arañarle el arrugado rostro, golpearle la cara y romperle los lentes—. Es válido porque eres humano.

—¡Entonces no quiero seguir siendo un humano de mierda! ¡NO QUIERO SENTIR NADA DE ESTO! ¡Nada...! ¡No importa...!

Harry se negaba a llorar frente a Dumbledore. Se acercó a la puerta y tomó el pomo sabiendo que no se iba a abrir, lo agitó y tiró de el mismo con fuerza. Tanta que acabó con la muñeca adolorida.

—Claro que importa, Harry.

—¡Déjeme salir! ¡Estoy bien! ¡Voy a estar bien!

—No lo estás, y eso es normal —respondió Dumbledore—. Puedes continuar destrozando mis cosas, tengo suficientes, aunque te voy a pedir que dejes los recuerdos intactos. —El hombre se acomodó los lentes y revisó la ventana con el agujero, que decidió abrir por completo—Incluso es comprensible si me quieres golpear. Yo te dejaría hacerlo, Harry. ¿Quieres hacerlo?

Harry se acercó, con la varita apuntando a Dumbledore, pero en cuanto el hombre cerró los ojos, Harry advirtió como la irracionalidad lo consumía, se apartó de Dumbledore, con la mirada clavada en la salida de sol y los campos de Quidditch.

Recordaba que en tercero, Sirius se transformó en perro para verlo jugar tal vez quería comprobar si era tan bueno como decían los rumores o si era mejor que James. Después de eso, le llegó su preciada Nimbus 2000.

—No puedo decirte que es mi culpa por completo... eso sería demasiado arrogante de mi parte, pero sí que lo ocurrido esta noche, fue en gran parte mi responsabilidad —dijo Dumbledore, tomando a Harry por el hombro cuando no sintió el golpe—... Un error de anciano, Harry. Esto fue una sucesión de errores de anciano. Por favor, sentémonos, tenemos mucho que hablar.

—La muerte de... ¿Cómo pudo haber sido su culpa? ¡Fue mía! Porque no fui rápido, no fui fuerte.

—No, no, Harry. La muerte de Sirius fue un error...

Harry guardó silenció más que nada porque el cuadro encima de ellos ahogó una exclamación.

—Dumbledore, ¿está diciendo que el último heredero de la casa Black ha fallecido? —Dumbledore lo confirmó y Phineas se fue de inmediato del cuadro. De seguro a Grimmauld Place, para revisar en cada recoveco de la casa que lo dicho por Dumbledore era innegable.

—Voldemort lo secuestró... Voldemort lo hizo ¡ESE HIJO DE PUTA LO ENGAÑÓ!

Harry se desordenó el cabello y tiró del mismo con fuerza. Tenía sangre reseca en los labios y las heridas de las rodillas les ardía como mil demonios.

Dumbledore negó con la cabeza y se llevó a Harry al sofá. Hace un año estuvo sentado en ese mismo sitio, con Sirius al lado sirviéndole de soporte y Fawkes en sus piernas. Ahora ninguno de los dos se hallaba ahí y volvió a caer en cuenta de lo terrible que era la muerte.

—Sirius nunca fue secuestrado.

—¡Pero Kreacher me dijo que no estaba en casa!

—Kreacher te engañó.

—¡La culpa es de Kreacher...! Pero ¿Cómo?... Se suponía que obedecía todas las órdenes de Sirius... ¡Kreacher es un miserable! ¡Nunca apreció a Sirius y...!

—Pero aun sabiendo esto, Kreacher no tiene culpa en la muerte de Sirius —respondió Dumbledore—. La culpa es de Sirius, por no tratarlo como es debido; no sé cuál habrá sido la relación que mantuvieron durante la adolescencia de Sirius, pero...

Harry se cubrió los oídos, suprimiendo un gemido ahogado.

—¿¡Cómo puede estar diciéndome esto, profesor?! Está defendiendo a ese horrible elfo... Ese maldito elfo que... ¡Ese elfo que debería estar muerto en lugar que Sirius!

—Kreacher es lo que los magos hemos hecho que sea. Te contaré la historia completa, Harry. —Dumbledore se sentó al lado de Harry, algo nuevo en él, ya que siempre le hablaba de cara a cara. Al menos sentir la compañía del adulto lo hizo sentirse más comprendido—. Kreacher me dijo esto anoche: que Sirius en navidad, le ordenó que se fuera y el interpretó eso como que podía irse de la casa, por lo que se fue con la única miembro de la familia Black que aún respetaba; Narcisa (y Lucius por defecto). En ese punto Kreacher pudo comenzar a trabajar como doble agente entre la familia Malfoy y Black.

» Aun así Kreacher se encontró limitado, ya que no pudo decirle a Lucius nada acerca de la orden, pero le contó algo aún más trascendental que eso. Kreacher le contó a Lucius, acerca de tu cercana relación con Sirius. Algo que llegó a Tom y le sentó como anillo en el dedo.

» La visión que tuviste, nunca fue real, la creo Tom, sabiendo que tú no dudarías en venir al ministerio si eso significaba salvar a Sirius... lo que terminó ocurriendo.

Harry se abrazó a sí mismo. Se percató de que volvía a llorar y de que Dumbledore no lo hizo sentir humillado respecto a eso, en realidad le extendió un paquete de pañuelos.

—¿Por qué Sirius no estaba...?

—Por mi culpa, cité una reunión de la orden esa misma tarde, presintiendo que algo no iba bien... Sirius acompañó a Lupin, porque ya no quería seguir siendo excluido y tú justo apareciste en la casa cuando él no se encontraba. Kreacher aprovechó de engañarte y decirte que se fue. Lo que era indiscutible, pero no te especificó donde. Se muy bien que se lo preguntaste.

» Entonces llegó el profesor Snape, y nos cuenta la visión que tuviste. Confundido porque él era consciente de esa reunión, y luego de verte desaparecer con Umbridge hacia el bosque prohibido por tanto tiempo, supuso que ya se dirigían al ministerio.

Harry frunció el cejo. Snape. ¿Por qué Snape no fue al ministerio? A pesar de que Harry le dijo las indicaciones, Snape no fue al lugar de los hechos. Se mantuvo gris.

Harry apretó los labios y se cruzó de brazos. Snape ahora le daba peor impresión por una razón desconocida.

—Le pedimos a Sirius que regresara al cuartel y se quedara ahí, pero ya sabes cómo era... armó un escándalo y acabé aceptando que viniera, pensando que, a lo mejor, podría ser redimido de los crímenes de los que era acusado si nos acompañaba... si lo hubiese obligado, Harry... Pero no pude negárselo, vi la desesperación en los ojos de Sirius y la voz de Lupin asegurándome que no iba a suceder nada...Siempre he sentido una clara debilidad por las afirmaciones de Lupin, no por nada lo escogí prefecto.

Harry advirtió que Dumbledore trataba de ordenarse los pensamientos. Harry se quedó con la mirada en la nada, recordando el sonido de la voz de Lupin en el momento en que lo sostuvo para que no atravesara el velo.

—¿Usted... sabía acerca de la relación entre... —Harry no conseguía reunir las palabras, no por qué le avergonzara hablar acerca de eso, sino porque le costaba pronunciar el nombre de su padrino— Sirius y Lupin?

Dumbledore asintió con lentitud y se quitó los lentes para dejarlos a un lado.

—Lo supe desde qué ellos estudiaban, en realidad creo que fui el primero que se enteró... No me acuerdo el año de ambos ¿Tal vez quinto? Porque el profesor Lupin ya era prefecto... de todas formas los encontré besándose en los camarines de Gryffindor —contó Dumbledore, con una sonrisa—. Son muchos años de relación... siempre me pareció impresionante el nivel de sentimientos del profesor Lupin para continuar con ese amor incluso después de que Sirius fuera encarcelado, injustamente, claro está, pero en ese minuto nadie era consciente de este hecho.

Harry era consciente que debía disculparse con Lupin. No, esa no era la palabra. Debía hablar con el hombre. Se impresionaba ante la fortaleza de Lupin al no haberse derrumbado al ver a Sirius morir y lograr que Harry fuera la prioridad.

Se preguntaba qué cosas Sirius y Lupin compartieron, de las cuales él nunca se enteraría. Se cuestionaba si algún día, llegaría a forjar tal vínculo con una persona.

Pensar en eso no le ayudaba, para nada, a no llorar.

—Ahora me queda la parte más complicada de explicarte Harry, y quiero decirte que esto fue mi culpa, que quizás, si hubiese sido más fuerte, si te lo hubiese contado antes... hace cinco años, nada de esto hubiese ocurrido —declaró Dumbledore. Apretando las manos en la falda de la túnica—. Es sobre la profecía.

—Pero la profecía se rompió, ya no existe.

—Se rompió el registro de esta. Harry. Pero ya llegaremos a eso, ahora escúchame con atención.

Harry asintió y sacó varios pañuelos siendo consciente de que incluso necesitaría más.

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"El único con poder para derrotar al Señor Tenebroso se acerca..., Nacido de los que lo han desafiado tres veces, vendrá al mundo al concluir el séptimo mes... Y el Señor Tenebroso lo señalará como su igual, pero él tendrá un poder que el Señor Tenebroso no conoce... Y uno de los dos deberá morir a manos del otro, pues ninguno de los dos podrá vivir mientras siga el otro con vida... El único con poder para derrotar al Señor Tenebroso nacerá al concluir el séptimo mes..." (J.K. Rowling. 2003, p.842)

Harry, eres, sin lugar a duda, el Elegido... Lamento no habértelo dicho antes. Debí hacerlo pero no pude, porque siempre que tuve oportunidad, tú... te veías tan feliz y yo, sin pensarlo...—la voz de Dumbledore se quebró con levedad y esperó un segundo antes de continuar— Harry eres importante para mí y te prometo que haré todo lo que este a mi disposición para que no mueras a manos de Voldemort.

Harry se quedó mirándose las manos un largo rato. La luz de la mañana iluminó el despacho, Harry levantó las piernas encima del sofá y echó la cabeza hacia atrás pensativo.

—Profesor, ¿tiene alguna pastilla de limón? —dijo Harry, cerrando los ojos. En realidad le apetecía un cigarro, pero supuso que ni tras los últimos sucesos, Dumbledore le iba a dar uno.

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1) Free: Florence + The Machine.

¡Hola!

Nos damos cuenta de que la huida de Narcisa nos deja un camino muy diferente en la línea temporal...

Solo dos capitulos para finalizar quinto . ¡Una locura total! Ahora me toca releerme "el misterio del príncipe", planificar los eventos de sexto. Muchos post-it de por medio y té. Antes de ponerme a escribir las vacaciones, me tocará hacer eso y analizar los eventos invariables, aunque... el hecho de que Narcisa haya escapado cambia muchas cosas de la trama. Lo dejo ahí.

PDt: Estos últimos capítulos han sido bastantes largos.