"Siento entrar las olas saladas

Las siento chocar con mi piel

Y sonrió mientras respiro porque sé que nunca ganaran

Detente ahí y déjame corregirlo

Quiero vivir una vida desde una nueva perspectiva"

• •

—Al auto, Draco.

Apretó la mano en torno a la manilla de la maleta y frunció el cejo.

—¿Auto?

—Sí, auto. No podemos aparecernos por ahí a plena luz del día —agregó Tonks—. Tenemos que pasar desapercibidos.

Draco asintió y buscó con los ojos a alguien conocido. Halló a Pansy, que le sonrió a modo de despedida. Sintió, a su vez, la miradas desdeñosas de varios brujos del andén 9 .

—¿Qué ocurre?

—No es nada. Vamos, al auto.

El carro de Tonks era enano, olía a cigarrillo, cuero y restos de comida chatarra. Quiso sentarse en el asiento del copiloto, pero Tonks se lo impidió al poner la mochila encima.

—Los niños van atrás.

—Tengo dieciséis.

—Me corrijo entonces. Los que no tienen licencia de conducir, van atrás.

Puso los ojos en blanco, metió la maleta y se sentó en el asiento trasero de Tonks, aunque tuvo que quitar varios paquetes de papas fritas vacías para lograrlo. Tonks encendió el vehículo, acomodó el espejo retrovisor, obligó a Draco para que se pusiera el cinturón y puso una cara extraña mientras decidía que canción poner de la extensa colección de CD.

Era el primer viaje en coche de su vida, sin embargo, estaba demasiado incómodo para tan siquiera pensar en la emoción que quería sentir (en parte porque el miedo ya lo comenzaba a dominar) (no confiaba, para nada, en las cosas creadas por muggles) (y esos automóviles a simple vista se veían demasiado complejos como para que un muggle tuviera, tan siquiera, la capacidad para manejarlo). Las rodillas chocaron con el asiento de enfrente, a pesar de tenerlas encogidas. No comprendió el funcionamiento para abrir la ventana, y odió el cinturón que le apretó el cuello ante el menor movimiento.

—Cierto... te tengo una cosa.

Tonks sacó la varita y comenzó a rebuscar entre toda la basura que tenía acumulada. Draco se preguntó la razón por la que no limpiaba el carro con el mismo movimiento de varita, pero pronto se percató que era el "orden" de Tonks.

Tonks encontró lo que buscaba, y sin asegurarse de la atención de Draco, le tiró una caja pequeña, pero pesada que le cayó sobre las piernas. Draco abrió el objeto con desconfianza.

—Es un móvil —señaló Tonks, revisando los laterales para no chocar al momento de sacar el auto del estacionamiento—. Los búhos son muy riesgosos, voy a suponer que no sabes hacer un Patronus, pero aun así debes querer comunicarte con el mundo de alguna forma ¿no?

—Vale... ¿Y este aparato sirve para eso?

Tonks posó los ojos sobre Draco a través del retrovisor, al compás en que habría un refresco al cual le dio un largo sorbo.

—No suenas muy contento por el regalo —juzgó—. Todos los chicos de tu edad quieren que le regalen un teléfono, deberías estar más agradecido ¡Incluso le cambié el color a azul!

Draco sostuvo el dispositivo y leyó la marca "Nokia.", para tratar de averiguar cómo encender el teléfono. Las teclas eran diminutas comparado a sus dedos, pese a esto, le gustaba que fuera firme, juraba que sería capaz de aventar el teléfono por la ventana e iba a seguir en perfectas condiciones.

—Encantador... —murmuró Draco, que arrugó la nariz tan pronto escuchó la música ruidosa que emitió el teléfono al ser encendido—. Me sorprende que funcione, normalmente ni siquiera esas cajas muggles encienden.

—Lo hechicé, de otra manera tu magia interferiría con las ondas del celular. Lo bueno es que funciona y que ya tienes el número de tu mamá, mis padres, y por supuesto, tu humilde servidora, agregados.

Durante el resto de hora, Draco estuvo intentando averiguar cómo funcionaba el teléfono, en específico, como escribir una frase a través de los botones. Al lograrlo se lo envió a Narcisa.

"HoLa ToD2Do BiE3n con TonkS"

Al minuto recibió una corta respuesta: "Te espero. Mamá :) "

Era un comienzo mediocre, pero esperaba terminar acostumbrado a la sensación de comportarse como una persona normal.

Llegaron al barrio muggle, donde los niños que jugaban en medio de la calle debieron de apartarse para dejar a Tonks avanzar. Luego de varios intentos, Draco consiguió abrir la ventana, y se impregnó de ese olor mundano, fresco y tranquilizador.

Era impresionante la diferencia. Sentía su magia y la de Tonks, ambas eran corrientes de antigüedad que flotaban dentro del coche; no obstante, esa presión tan común en Hogwarts, de la magia del resto chocando con la de él, era inexistente y Draco por eso mismo no cabía de felicidad.

Nunca creyó que un día llegaría a alegrarse de la existencia de los muggles.

Se detuvieron al final de la larga avenida, donde Draco despertó de ese instante de ensoñación. Se metió el teléfono en el bolsillo del pantalón (era práctico, algo que le gustó) y salió del auto.

Le pareció curioso como todo era miniatura, a lo mejor era la tendencia de ese año. El auto, la casa, la cerca que delimitaba el comienzo de la vereda, hasta la propia Tonks; aunque no confiaba en que el aspecto que le mostraba era el verdadero— quizás ni ella lo sabía.

Recordó el verano pasado, cuando visitó la casa de Harry y el patio de sus vecinos. Ellos compartían el mismo estilo de decoraciones pequeñas, aunque las cercas eran más altas, al menos las del patio trasero.

Sacó el equipaje, y al cerrar el maletero, advirtió la curiosa presencia de un chico con el que aparentaba compartir edad. Atlético y alto, o al menos eso aparentaba, pero Draco no estuvo tan seguro de lo verídico de esto porque se encontraba al principio de la cuadra, justo en frente de la plazuela.

Draco le sacó la lengua, arrugó la nariz, se volteó y siguió a Tonks dentro de la casa.

La casa, era como se lo esperaba, ya que sufría los efectos de un hechizo agrandador. A la comunidad mágica no le iba el minimalismo.

Tan pronto puso un pie dentro del hogar, soltó los bolsos y fue a abrazar a Narcisa, que lo esperaba parada en las escaleras. La agarró con fuerza, para asegurarse de que, al fin, a quien sostenía era su madre, que no se le iba a escurrir de los brazos y que la sonrisa era dedicada para él. Para Draco.

Ese lazo, el que Narcisa creó por el mero hecho de ser su madre, se estrechó y volvió a ser tan tangible igual que cualquier pared o cuadro de la casa.

—Estás bien Draco... Vamos a estar bien... Vamos a estarlo, me aseguraré de que así sea.

Ella olía a hogar, pero no la mansión. Se trataba de un detalle más profundo que cualquier cosa material y aunque se prometió de camino no hacerlo, no pudo contener las lágrimas al percibir el tenue matiz del perfume de Lucius.

Del perfume que Lucius usaba desde que tenía memoria, de la fragancia que Draco utilizó hasta antes de la mordedura.

Al separarse recayó en el inédito humilde aspecto de Narcisa. El cabello recogido en una trenza desordenada, no percibía ni una joya aparte del anillo de matrimonio y lucía un pantalón por primera vez.

Los ojos de Narcisa se humedecieron al tocar el rostro de Draco con los dedos. Rozó los surcos de las nuevas cicatrices y comparó el cabello de Draco con las primeras canas que le salían.

—Sigues hermoso.

Draco tomó la mano de su madre y depositó varios besos en el dorso.

—Tú también.

Narcisa le dedicó una tímida sonrisa y Draco volvió a abrazarla para acabar por voltearse hacia el otro par de aromas que distinguió. El primero era similar al de Narcisa y el propio. Magia vieja y cálida como la leña. El otro igual era mágico, pero con un toque ahumado. Descubrió que era mestizo con el mero olor.

—Has crecido tanto —señaló su tía, Andrómeda, que se levantó del sofá—. La última vez no eras más que un bebé.

El hombre no dijo nada, pero supo al segundo que se trataba de su tío, Ted Tonks. Le dedicó un cordial asentimiento de cabeza y metió las manos dentro de los bolsillos.

Andrómeda pretendió abrazar a Draco, pero al ver el gesto defensivo que adoptó, se quedó de pie al lado de Ted. No podían culparlo, Draco con suerte asimilaba el hecho de que esa iba a ser su realidad los próximos meses.

El último aroma que le llegó era pastel de manzana recién hecho. Se le abrió el apetito y miró a la cocina ansioso.

—¿Por qué no te sientas? —dijo Andrómeda, al adivinar el pensamiento de Draco—. Creo que tenemos mucho de que conversar. ¿Quieres pastel? Es de manzana verde, Cissy me dijo que eran tus preferidas.

Draco se río y asintió—. Sí, por favor, no pude comer nada en el tren.

• •

La casa era un desastre. Una larga figura salió por la puerta principal, donde un grupo de cinco personas lo esperaban.

—Mi señor...

—La marca y nos vamos.

Bellatrix se mordió los labios, asintió y apuntó la varita al cielo. Un dibujo de una calavera se mostró en el cielo junto a un estruendo. Los mortifagos vitorearon entre ellos y comenzaron a desaparecer de la escena.

Un hombre se abrió paso entre el grupo, que hizo que Bellatrix lo mirara con verdadero asco.

—¿Algún problema, Greyback?

El hombre se atrevió a mirar a Voldemort a esos ojos flamantes y con el fresco rastro de la muerte. Greyback saboreó el aroma a carne humana inerte. Llegaba, por fin, su turno.

—Fue una lucha intensa ¿no es así?

Voldemort sonrió y predijo las intenciones de Greyback.

—¿Quieres darle una probada a madame Bones, amigo?

Greyback se encogió de hombros, con una sonrisa llena de filudos dientes—. ¿Puedo...?

—Has sido una gran adhesión, amigo. El resto puede irse, mientras yo espero a que termines.

Greyback miró con desdén a Bellatrix que se colocaba roja de rabia y entró a la casa. De entrada se encontró con la bruja tendida en el suelo, con un gran charco de sangre debajo del cuerpo, el monóculo roto que se le clavó en la mejilla y los ojos sin vida.

La magia fuerte de la bruja se desvanecía.

—Te lo dije, Amelia, que no iba a quedarme sin hacer nada. Deberías haber escapado cuando te lo advertí. Aunque me pregunto ¿seguías en contacto con ella? No está aquí, pero ¿por qué será que siento su olor...? —habló Greyback, con las palabras que retumbaron por la casa. Se agachó y tomó el rostro de la bruja con desprecio en el acto—. Eres una maldita, perra. Me obligas a seguir con mi plan B...

Le quitó un par de cristales de las mejillas y se fijó en el astrolabio decorativo que cayó al suelo desde una estantería. Soltó el cadáver y tomó el objeto para luego acercarlo a la nariz. Percibió el ferroso olor del artefacto y un atisbo a desconocido... pero encantador.

—Ya veo, interesante...

Lanzó el objeto contra la ventana, que se hizo trizas, tomó el cuerpo de Amelia y le dio un mordisco en el cuello.

—Eres una verdadera, perra —gruñó, con la boca llena de sangre—, pero tu sabor no está mal, unos cuantos años menos, Amelia... y hubieses sido perfecta.

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"Ministro Fudge renuncia. El ingreso de Rufus Scrimgeour como nuevo Ministro de magia."

/Abajo del titular, el (ex)ministro Fudge bajaba la cabeza a las cámaras. Para luego pasar a una nueva imagen donde Scrimgeour, saludaba al público que lo vitoreaba. /

Afirmaciones recurrentes. Llamados a una falsa calma. El antiguo ministro de magia Fudge incitó, en pleno auge del regreso del Innombrable, a toda la comunidad mágica la prolongada calma.

La gente ahora se cuestiona; ¿pudo haberse evitado? No hay una respuesta clara a esta cuestión, pero todas las flechas apuntan a que Fudge, debido a una amplia negativa, decidió no tomar cartas en el asunto antes de que la situación se tornara más grave.

El mismo exministro Fudge afirmó que: «Voy a dejar el poder, porque la gente así lo desea. Somos una democracia y si mi presencia en el poder causa más inseguridad que otro sentimiento, esa es la única respuesta cuerda. Desde mi elección, que no había visto a la gente tan unida para esta petición. Dejo el cargo, con la esperanza de que Scrimgeour, sabrá hacer un mejor trabajo a favor de toda la comunidad mágica.»

El ministro Scrimgeour, ha entregado a toda la comunidad, las medidas necesarias para mantener la seguridad, durante estos periodos. (Consultar página 10, para revisar las medidas a detalle) ..."

"Legado milenario destrozado. La caída de los Malfoy y los Black"

/En la imagen, se mostraba a Lucius, Narcisa y Draco que posaban para una foto familiar. Era vieja, ya que Draco no albergaba ni una sola cicatriz en el rostro y las facciones eran aún redondeadas. /

Con el reciente fallecimiento de Sirius Black, durante el pasado evento en el departamento de misterios; se demostró que el supuesto mayor mortifago del Innombrable, en realidad era el padrino de Harry Potter y siempre estuvo apoyándolo.

«Un hecho lamentable» Afirmó la antigua jefa del departamento de Aplicación de la ley mágica, Amelia Bones (ver página 14) «Con la muerte sale la verdad al sol... En la muerte todos somos héroes y Sirius Black murió siendo ese héroe que siempre se hizo pasar por villano por el bien de su ahijado».

Por otra parte, se reveló que Lucius Malfoy fue encerrado en Azkaban el pasado sábado y el paradero actual de tanto su esposa e hijo es desconocido.

Lo que nos demuestra lo torcido que esta el árbol genealógico de los Black. En el actual reportaje: "La verdad de los sangre pura" de la aclamada periodista Rita Skeeter, se nos da un vistazo a detalle de los cuestionables e inmorales hechos que los Black, Malfoy y Lestrange han llevado a cabo para mantener la sangre limpia... o eso se pretende demostrar.

«De los Malfoy nos quedan las mentiras, en los registros queda grabado como se codeaban, durante el siglo XV con muggles de la alta nobleza; antes de que saliera el estatuto del secreto mágico. Por otro lado, los Black finiquitaban a aquellos traidores de la sangre y mostraban en primera fila a los "verdaderos" sangre pura. Con los ideales bien marcados; sin embargo, el mejor ejemplo lo tenemos con Walburga Black (madre de Sirius Black), quien para mantener la sangre "siempre limpia", se casó con su primo Orión Black» menciona Rita Skeeter en el extenso reportaje que está siendo todo un éxito..."

/Al final de la página se puede leer una pequeña nota, que era firmada con el escudo de la familia Bones/.

"La familia Bones comunica el sensible fallecimiento de la ex Jefa del Departamento de Aplicación de la ley mágica; Amelia Bones. Se la lamenta la perdida de tal grandiosa bruja, y se invita al velorio que será realizado el XX de julio desde las 10 de la mañana hasta las 19 horas."

"El mundo está jodido" pensó Hermione que recortó esos fragmentos del periódico, los metió en un sobre y se los ató a la pata de la lechuza que le trajo el diario. Se los mandaba a Harry, ya que era consciente de que ahora estaría ansioso (a pesar de haber pasado solo un par de semanas) por saber la situación de la comunidad mágica.

Se lamentaba no poder entregarle buenas noticias (menos la de Sirius).

Bajó las escaleras con el panfleto que le llegó. No era posible continuar atrasando las explicaciones.

Sus padres veían las noticias devastados, tomados de las manos, mientras devoraban las galletas, que Hermione preparó la noche anterior. En la televisión pasaban imágenes de West Country antes y después de que un terrible huracán azotara la ciudad.

Esa era la versión muggle.

Aquella destrucción masiva no era natural. Árboles arrancados de raíces, heridos gravísimos, desaparecidos que aparecían debajo de los escombros. En "El Profeta" se hallaba la versión legítima; donde los mortifagos fueron quienes llevaron a cabo la destrucción junto a la ayuda de un gigante.

—Mamá, Papá; tenemos que hablar...

Su madre, una mujer parecida a Hermione, con piernas generosas y una melena descontrolada; apagó la TV. Su padre le dio un mordisco a una galleta, y el poblado bigote quedó con unas cuantas migajas, que se quitó con una servilleta.

—Hija... ¿Tiene que ver con lo que está pasando?

—Eso no es natural —agregó su madre, al separarse de su padre; a continuación, le señaló el asiento entre medio de ambos—, ven siéntate, querida.

Hermione se acercó y respiró hondo.

—Es una historia larga, pero deben saberlo... ¿Recuerdan a mi amigo, Harry? —Sus padres asintieron. Hermione ya les había relatado con emoción algunas de las aventuras que hizo junto a sus amigos (aunque se saltó detalles cercanos a una muerte muy dolorosa)— Bueno... él es bastante... No... Es demasiado famoso en el mundo mágico.

Sabía que iba a guardarse partes esenciales de las historias para protegerlos. Pero eso era necesario, porque amaba a sus padres.

• •

Los ojos del chico volvieron a clavarse sobre él. Enderezó la postura y examinó con detención el suave vaivén que el chico realizaba sentado en uno de los columpios, con una cerveza que bebía junto a sus amigos.

Draco no comprendía qué era lo que lo hacía (a sí mismo) tan interesante para que el chico no le quitara el ojo de encima. Era solo él, porque el resto encontraba más atrayente, lo que las chicas de shorts, pequeños crop-tops, y bronceado tenían para decir.

Draco consideraba que el tambien estaría mas interesado en las chicas, si es que su atención no estuviera tan centrada en los ojos de aquel chico.

Volvió a tomar el libro que dejó sobre las piernas. Ya iba por la mitad y lo comenzó la noche anterior (Tonks no estuvo muy feliz al verlo despierto a las dos de la mañana) (horas a las que ella llegaba de una de las misiones ultrasecretas, que Draco aseguraba, eran acerca de Harry) (toda anormalidad en un mundo con magia siempre eran ligadas al Elegido).

Se sumergió de nuevo en ese ambiente vampírico del libro. Hermione tuvo cierta razón al darle ese libro, ya que logró conectar con Drácula desde los primeros capítulos.

Pudo sentir al chico dejar el columpio para sentarse al lado, pero Draco pretendió que no le interesaba.

De cualquier modo, no importó, porque al par de segundos el chico lo interrumpió.

—Buenas, rubio —saludó el chico, con un extraño acento que no logró definir de entrada.

Dejó escapar un suspiro, puso el marca páginas, cerró el libro y levantó la mirada hastiado.

El chico era tan alto como él o poseía las piernas en exceso largas. Olía a agua salada y parecía no saber de la existencia del bloqueador solar, porque detrás de ese bronceado se apreciaban varias pecas y una reciente rojez, esa quemadura dolería a la hora de dormir.

—¿Qué quieres?

—Pasaba a saludar, el otro día te vi y me pareciste... extraño —declaró el chico, que le mostró una tímida sonrisa, y agitó la lata de cerveza que traía en la mano—, no en el mal sentido de la palabra.

—Extraño no es un buen adjetivo.

—¿Cuál sería la palabra...? ¿Único?

—Ajá.

—Singular.

—Ya...

—Particular.

—Solo me estás dando sinónimos de la misma palabra —dijo Draco, que estiró el cuello de la camisa manga corta. Hacía un calor de mil demonios, pero era mejor que encerrarse en el cuarto sin poder usar magia—. Si te soy sincero, nunca me interesaste y ahora me pareces el normal, más normal de este mundo.

El chico se llevó la mano a la frente y se echó el pelo hacia atrás. Carajo.

Ese movimiento fue, en definitiva, intencional.

Pestañas largas, cejas pobladas, nariz grande y ojos claros que podían ser azules o celeste muy claro, dependía de la luz.

El chico tomó un largo sorbo de cerveza y aguardó a que Draco terminara de analizarle los rasgos.

—No eres inglés.

—Soy francés, con familia aquí. Tú tienes el aspecto de un completo británico.

—Eso es porque lo soy.

—Y apestas a bloqueador solar.

—¿Acaso no sabes cuándo quedarte callado? —gruñó Draco.

—En realidad, quiero preguntarte muchas otras cosas, pero no creo que sea adecuado... todavía.

Se refería a las cicatrices. Narcisa le preguntó— quizás demasiado— acerca de estas y rechazó la invitación de sus tíos de ir a la playa, porque no quería quitarse la polera. De por sí, ponerse manga corta fue toda una odisea para él y esa autoestima que disminuía cada día.

El recuerdo de haber sido en el pasado un chico normal, en la piel de un adolescente de infancia feliz, era doloroso.

—¿Todavía? ¿Qué te asegura que habrá una segunda vez?

—¿Por qué no existiría una segunda vez? —preguntó el chico, al mismo tiempo en que le extendió la lata de cerveza. Draco lo miró inseguro, pero la tomó— Soy Harry.

Otro maldito Harry.

—Conozco a otro Harry, cuál es tu apellido.

—Pero yo debo ser mejor.

Se lo pensó e hizo un mohín con los labios. Esa era una afirmación demasiado poco probable de cumplir.

—Apellido.

—Puedo darte mi nombre completo en francés. Son cinco nombres y dos apellidos.

Draco determinó que los franceses eran complicados.

—Dime otro nombre que no sea Harry.

—Adrien.

—Vale, yo soy Draco.

—¿Solo Draco?

Asintió y le dio un sorbo a la bebida—: Solo necesitas esa información. No creo que conozcas a otro Draco.

El chico le mostró los caninos y luego se lamió los labios. Gozaba de una manera distinta de pronunciar su nombre, como si jugueteara con las sílabas. Le dijo algo en francés que Draco comprendió a medias, porque estudió el idioma hace años, sin lograr hablarlo con fluidez. Era una frase con las palabras: británico y típico, incluido.

—Un placer conocerte, Draco.

—Igualmente, Baguette.

El chico volvió a hablar en francés. Sonaba enojado a pesar de que no lucía estarlo.

Luego cerró la boca, estiró el brazo y lo dejó apoyado de forma desinteresada sobre el hombro de Draco, quién respondió con una mirada acusadora y le devolvió la lata.

Juzgaba que ahora, los muggles eran un poco (de verdad ¡un poco!) más interesantes.

— Qué rápido...

—Ya sabes lo que dicen de los franceses —dijo en un susurro cerca del oído de Draco—. Somos muy activos en este asunto...

Draco le dio un golpe con el libro a la mano del chico, que la despegó del hombro y se levantó (Draco) de la banca.

—Solo me queda decirte; bienvenido a Inglaterra.

Draco se dio media vuelta y se marchó, con la certeza de que el chico jugueteaba con lo que quedaba de cerveza, al mismo tiempo en que se las ingeniaba para volver a verlo.

Nunca había hecho una cosa similar a esa, (¿acababa de coquetear con otro chico?) pero Draco estaba dispuesto a divertirse ese verano.

• •

—¿Hola? ¿Con quién hablo?

Se escuchó un largo silencio a través de la línea. Draco se sentó en la cama ansioso, mientras dejaba a un lado la guía telefónica que compró para esa exclusiva ocasión.

—¿Con quién hablo? ¿A quién busca?

Odiaba esos aparatos. Draco no conservaba ninguna idea de cómo tratar con muggles.

—Busco a Harry Potter, soy amigo suyo de Hog...

Le cortó.

Volvió a marcar cinco veces hasta que le tomaron de nuevo la llamada.

—¡AQUÍ NO VIVE NINGÚN MALDITO POTTER!

—Pero... ¿Me puede decir donde contac...?

Volvieron a cortar la llamada.

Ahora le quedaba intentar comunicarse a través del espejo, porque se encontraba seguro que, aunque volviera a llamar, no le contestarían.

Vio la cabeza de Andrómeda asomarse por el umbral de la cocina. Acababa de meter al horno un gran pollo.

—¿Mala suerte?

—Ugh... si, los tíos de Potter son los peores muggles que he conocido en mi vida.

—Has hablado con muchos entonces, ¿no? —sugirió Andrómeda, al darse vuelta para lavarse las manos. Draco agradeció que no pudiera verlo sonrojarse—. Tonks me dijo que te vio hablar con un chico muggle, el otro día. ¿Es tu amigo?

—Nah... da igual. ¿Dónde está mi mamá?

—Cissy salió, pero me dijo que volvería a la hora de la cena ¿Por qué no pones la mesa? Me vendría bien un poco de ayuda.

Draco asintió y dejó el teléfono en el bolsillo. Ya tendría oportunidad de comunicarse con Potter, más tarde.

• •

Notas:

1) New perspective: Panic at the disco.

2)El modelo que Draco usa es un: Nokia 1910 anunciado en los 94, popularizado en el 95 y 96.

¡Hola!

Primer capítulo de esta segunda parte completo. Adrien es mi nueva adicción, estoy deseosa de que comencemos de destapar capas y capas de verdades.

The Machine