La profesora Sinistra lo esperaba con una gran sonrisa y, por lo visto, Draco era el último en llegar, a pesar de que eran solo cinco (incluido él) y eso que llegó un par de minutos atrasado.

De incuestionable forma, fue previsible las casas del resto. Tres chicos de Ravenclaw, que Draco nunca había visto, los cuales acaparaban los asientos más cercanos a la profesora; mientras que la cuarta persona se trataba de Tracey Davis o la chica con la que Draco acordaba haber tenido una aventura el año pasado.

Sin embargo, tal parecía que ese atractivo que Draco poseyó para que Davis quisiera estar con él, se esfumó en el verano, porque tan pronto lo vio llegar, puso la mochila en el asiento contiguo, para impedirle sentarse al lado.

Draco chasqueó la lengua y se sentó junto a un chico gordo de Ravenclaw, que observó a Draco con terror, al notar como este golpeaba encima de la mesa con su bolsa.

—Bien, por lo que veo, estamos todos —anunció la profesora Sinistra, que desfundó la varita con elegancia—. En virtud del tiempo, sean bienvenidos a Astronomía nivel éxtasis… profesora, su humilde servidora; Aurora Sinistra.

Draco se inclinó sobre la mesa y estudió el rostro de la profesora, que lucía igual que el año pasado. Los ojos castaños acentuados por una fuerte sombra dorada, la cual combinaba con la tonalidad mate de los labios. Con movimientos elocuentes y elegantes comenzó a trazar en la pizarra los puntos claves del temario, los cuales estuvo cerca de diez minutos explicando por encima.

—¿Profesora? ¿De verdad estamos todos? —la interrumpió Davis.

—Davis, Malfoy, Boot, MacDougal y Rivers. Señorita Davis; nos encontramos todos en el aula…

No obstante, eso último lo dijo vacilante, porque todos voltearon a la última persona que entró al aula. Se trataba de Daphne, la cual saludó a Draco con una resplandeciente sonrisa, y se acercó al escritorio de la profesora.

—Disculpe, profesora… me preguntaba si había una posibilidad de poder integrarme a esta clase…

Sinistra no pudo mostrarse más contrariada. Le hizo un gesto a Daphne, para que la chica bajara la voz y conversaran en privado.

—Oye, sal de aquí —gruñó Draco, con los ojos puestos en el chico del lado quien temblaba en un afán de mostrar una postura firme—… ¿Acaso no escuchaste? Sal-de-aquí. Davis tiene un maldito asiento vacío, hazle compañía a ella.

El chico agarró todas sus cosas y se fue a sentar con Tracey a pesar de la negativa de la chica. Daphne, al ver esto, le agradeció a Draco con un beso en la mejilla y se sentó junto a él.

—Bueno… la señorita Greengrass se integrará a la clase—dijo Sinistra, cerca de la pizarra— ¡Genial! ¡Todos tienen pareja de trabajo! ¡Así me gusta! Durante el resto del año, quiero que trabajen con la persona sentada al lado. ¿Vale?

Tracey no pudo poner una cara de disgusto más grande, lo que hizo que Draco se regodeara. De reojo estudió a Daphne, mientras recordaba alguno de los comentarios que Pansy le hizo acerca de Greengrass, pero no encontró nada destacable; al menos era consciente que debía poseer algo más que una cara bonita para que un chico como Nott estuviera con ella.

—Grosso modo lo primero que estudiaremos serán las edades cósmicas. ¿Qué saben acerca del big bang?

Draco y el resto de Ravenclaw levantó la mano. Sinistra le dio la palabra a uno de ellos, aunque se veía con más ganas de escuchar a Draco hablar. "Imparcialidad" fue lo único que pensó.

—De acuerdo con la teoría del big bang, la edad del universo se define a partir del momento del suceso a la gran explosión, conocida como Big Bang.

—Ciertamente es así. El big bang hace ya más de 10000 millones de años que marcó el comienzo de todo, del universo en el que ahora residimos.

El aula de clases se quedó a oscuras y todos vieron expectantes las imágenes que la profesora Sinistra creaba con ayuda de la magia. Una brillante explosión de colores que se formó en un universo.

Draco cruzó los brazos sobre el escritorio y se maravilló ante las figuras planetarias mostradas frente a sus ojos.

—Siempre queda la duda de saber qué hubo antes del big bang… o aún mejor, ¿Qué tan viejo es todo? Ya que no podemos saberlo a ciencia cierta, nos queda a nosotros que estudiarla.

Las luces se volvieron a encender, Sinistra sacó tres pequeños frascos del escritorio y le entregó uno a cada pareja de estudiantes.

—Lo que tienen ahí frente son un gramo de polvo de estrella. La tarea de hoy es que definan una edad estimada de la estrella que se les fue asignada —explicó Sinistra, que dejó en la mesa de cada uno la guía de trabajo—. Ahora, préstenme atención, porque les voy a hacer una demostración para que lo hagan por cuenta propia.

El resto de la clase se la pasó con Daphne, viendo el polvo desde distintos ángulos, para acabar por definir que la edad de la estrella que ellos tenían, poseía unos trece mil años. Draco no pudo evitar preguntarse el valor que debía poseer una muestra tan pequeña y, aún peor, la manera en la que Sinistra logró conseguir polvo de estrellas.

Recordó la conversación que tuvo con Harry en el verano y comenzó a localizar en el aula la bola mágica, para encontrarla en una vitrina en lo más alto de la sala.

De seguro que la profesora debía darse un paseo por el callejón Knockturn de vez en cuando, de otra manera no hubiese conseguido ni la bola mágica o ese polvo de estrella.

A las diez y cuarto terminó la clase y el reducido grupo guardó el material, para que entraran al aula varios niños de tercero de Hufflepuff.

—¿Me esperas un rato Daphne? Tengo que hablar un minuto con la profesora —dijo Draco, a lo que la chica asintió con levedad.

Draco le dio un toque a la profesora en el hombro y la ayudó en silencio a ordenar el material.

—Profesora, acerca de las clases extra.

—Mismo horario que el año pasado, querido —respondió Sinistra, que sacó varias guías de tercero—. Estoy ansiosa de verte; comienzan la próxima semana, si vez a Spooner estaría agradecida de que le avisaras.

—¿No asistió a clases?

—Según entendí, por un contratiempo regresó tarde. Los cuartos tienen clases los miércoles, por lo que todavía no tengo la oportunidad de verla.

Draco no quiso arruinarle el día Sinistra con lo que notó de Jessica, así que se tragó el comentario, y ladeó la cabeza.

—Tan pronto la vea, le diré.

—Muchas gracias, querido, nos vemos.

Draco se despidió y se acercó a Daphne que se limaba las delicadas uñas con aburrimiento.

Seguía impresionado por el simple hecho de que Daphne estuviera en los Éxtasis menos cotizados de todos. No quería sonar grosero, pero aunque no vio la hoja con los resultados de Daphne en los TIMO, dudaba (mucho) de que hubiera alcanzado la nota mínima.

—¿Te gusta la astronomía? —se atrevió a preguntar, mientras bajaban la primera decena de escalones.

—Qué va… ya sabes que no soy muy buena, pero no quedé en herbología y como solo quedaban en mis opciones astronomía, cuidado de criaturas mágicas o estudios muggles… pues mi opción estaba clara.

—¿Qué otras materias tomaste?

DCAO, Encantamientos, runas y… ahora astronomía.

—¿Transformaciones no?

—No obtuve la nota mínima —contestó Daphne, que sonó decepcionada—. Ni tampoco en herbología o pociones

Draco la miró un instante. El estómago se le apretó un poco al escuchar a Daphne. Era muy probable que fuera la primera vez que mantenía una conversación tan larga y personal con Daphne, por lo que pensó varias veces las palabras que le salían de la boca.

—Bueno, pero obtuviste la nota para entrar a Astronomía, eso es un gran mérito ¿no?

La chica guardó la lima en la mochila rosada llena de chapas y se detuvo a un par de escalones de llegar al primer piso. Fue entonces que dio un salto y abrazó a Draco.

—Es verdad lo que ha dicho Nott: Draco, has cambiado—señaló la chica, y en el brillo de los ojos, Draco vio un atisbo más intenso que la vana belleza—. Nunca esperé recibir de ti algo similar a unas palabras de ánimo.

—Daphne, me haces quedar como si fuera un tipo horrible.

La chica se separó y metió las manos dentro de los bolsillos de la túnica.

—Es decir… tú luces como muchas cosas, Draco. De cualquier modo, creo que los TIMO fueron más que nada suerte ¡Te prometo que en la de selección múltiple la mitad la hice al azar! —exclamó la chica, al salir de la torre. Varios niños de tercero entraron y se quedaron embobados frente a Daphne, para luego fijarse en la expresión de perros de Draco y subir apresurados—, voy a necesitar tu ayuda, ¡Por favor!

Draco se rascó la nuca nervioso. Era la primera vez que se sentía intimidado por Daphne; atemorizado por la vibrante emoción de la chica que era demasiado para su pobre personalidad.

—Bueno… tal vez pueda ayudarte… en una que otra cosa, pero no prometo nada, ya sabes que soy prefecto y tengo que ayudar a Pans a hacer cosas de prefectos.

—¡Claro! Sin compromisos, aunque…. ¿Puedo pedirte una cosa?

Draco alzó una ceja—. ¿Qué pasa ahora?

—Yo me concentro mejor si me maquillo o maquillo a otros.

—Estas loca si crees que voy a dejar que me maquilles—se apresuró a decir Draco, que se apartó un par de pasos de la chica.

—¡No! Eso no… pero ¿puedo peinarte? ¡Tu pelo es tan exquisito! —dijo Daphne, quien se acercó para acariciarle las puntas del cabello—. Tan saludable, incluso más que el mío. ¡Por favor! ni siquiera debe ser siempre.

Por alguna inaudita razón, todas las chicas ahora parecían compartir aquel molesto deseo.

—Solo si quiero.

—¡Muchas gracias! ¡Eres el mejor, Draco! —gritó Daphne, en las mazmorras de Slytherin, lo que logró que un par de cabezas curiosas se alzaran.

—Oye… espera —interrumpió Draco—. Cuando veas a Nott ¿le puedes decir que necesito hablar con él?

—¡Vale! Sin problemas. ¡Buenas noches!

Daphne se fue a la habitación de las chicas, a lo que Draco soltó un suspiro casi aliviado; continuaba aturdido por el penetrante perfume de claveles que Daphne utilizaba, por lo que no notó el minuto en que Pansy se le colocó detrás para tirarle la trenza.

—¡Auch! ¿Qué quieres?

Pansy se cruzó de brazos y le apuntó la insignia de prefecto.

—Es hora de dar vueltas, idiota, y voy a necesitar los detalles de la inédita razón por la que Daphy toma los éxtasis de astronomía. ¡Está demente!

—Oh… gracias por el cumplido —agregó Draco.

Se quitó la liga con la que Pansy le amarró el pelo; estar tanto rato con una trenza, le dejó el pelo con unas ondas bastante estilizadas.

Pronto examinó la sala, y frunció el cejo al ver a varios chicos deambular aún por el lugar. Draco se aclaró la voz y empezó a ordenar la situación.

—¡Todos los niños de cuarto hacia abajo, a la cama! ¡Ya son las diez y media! ¡A la cama!

Los niños gruñeron molestos, mientras tomaban sus cosas y se iban a los dormitorios. Pansy, sin pensarlo demasiado, se aferró al brazo de Draco y los hizo apresurar. Una vez los niños se fueron a la cama, ambos chicos salieron de la sala común.

—No mentía ¿ves?… Todos los que estudian los éxtasis de astronomía son unos verdaderos lunáticos.

• ── ◦ ◦ ── •

Aquella mañana de viernes, Harry se levantó de un salto, vigorizado por la selección del equipo de Quidditch, que se iba a llevar a cabo esa tarde; a pesar de esto, pronto se percató que no era el único que lucía tan emocionado.

Lo saludaron un montón de personas camino al desayuno, la gran mayoría chicas que se sonrojaban al verlo; Ron se limitaba a farfullar un par de miseras palabras, en un intento de ignorar la angustiosa anticipación que le revolvía el estómago.

—Ya te digo yo ¡en la tarde va a estar lleno! —exclamó Ron, tan pronto se hizo un espacio al lado de Hermione—. ¡Mione! ¡No puedes perderte el entrenamiento!

La chica hizo una mueca extraña y se encogió de hombros.

—Pues vale.

—¿De verdad vas a venir? —preguntó Ron el instante después.

—¿Acaso eso no es lo que querías?

—Eh… ¡Esta bien! Si…. ¡Ven! Siempre es bueno tenerte en las prácticas, me das buena suerte.

Ron al terminar de decir eso se llevó un gran trozo de pan a la boca, pasando en alto la expresión soñadora que puso Hermione. Harry frunció el cejo y chasqueó los dedos frente a la chica para llamarle la atención.

—¿Qué sucede, Harry?

—La práctica es a las cuatro.

—Si lo sé —dijo Hermione, en un tono aburrido—. Harry no se en donde tienes la cabeza; literalmente todas las chicas, de tercero en adelante, se intercambiaron los folletos de las prácticas.

—¿Eh? ¿Y eso por qué? Solo necesito a las personas que saben jugar ¿¡Acaso has visto la lista!? ¡Es gigante! No sé qué voy a hacer…

Ginny llegó, saludó a Harry con un suave toque en el hombro y se hizo un espacio junto a Harry para integrarse en la conversación.

—¡Tu tranquilo! Lo único que debes hacer es seleccionar primero a los cazadores.

Harry la miró confundido, primero a Ginny, y luego a Hermione que se encogió de hombros.

—¿No es obvio? Porque una vez me selecciones como cazadora del equipo, te voy a ayudar a descartar al resto.

Harry no pudo estar más contento al oír eso, que le dedicó una amplia sonrisa a Ginny antes de sacar varias frutas cortadas. Hermione durante todo el intercambio de palabras se vio incómoda, como si pensara en algo que no podía decir; aunque demostraba tener muchísimas ganas de hacerlo.

Durante pociones, Harry pudo olvidarse un momento acerca de las prácticas y en su lugar se enfocó en preparar los brebajes con meticulosidad, mientras seguía las indicaciones escritas a mano, en lugar que las impresas en el texto de pociones avanzadas. De vez en cuando, Ron estiraba el cuello y trataba de leer, pero debido a que la letra del príncipe mestizo (seudónimo con el que libro fue firmado) era tan pequeña, apretada y parecía que la tinta se emborronó, resultaba complicado interpretar las palabras sin poner demasiada atención.

Slughorn alagó a Harry por el asombroso rendimiento, lo que lo hizo ganarse unas miradas desdeñosas de Slytherin que lo pusieron nervioso.

Como el profesor esperaba, muy pocos estudiantes lograron realizar una muestra de poción de odio apta para ser bebida. Harry se ganó una elaborada felicitación, mientras que Hermione recibió un par de palabras animadoras y Draco solo obtuvo un "bien" superficial. Este último acabó por arrugar la nariz y esconder las manos en la túnica.

—Mione ¿tienes alguna esencia de murtlap en tus cosas?

Hermione, un poco resentida porque Harry la superó otra vez, buscó entre sus pertenencias hasta dar con un frasco con un líquido amarillo, que se lo entregó con un mohín con los labios. Al término de la clase, Harry se apresuró a interceptar a Draco que estaba dispuesto a largarse lo más rápido posible.

—¿Qué quieres ahora, Potter? ¿Restregarme tu maldita poción "maravillosamente perfecta"?

Draco se mordió el labio y Harry, sin saber qué decir, decidió sacar la mano derecha de Malfoy de dentro de la túnica. Los largos dedos de Draco tenían algunas yagas, además de haber adoptado una hinchazón que lucía dolorosa.

—Uno de los ingredientes era acónito ¿no? Supuse que pudo tener efecto en ti —mencionó Harry, que dejó caer un par de gotas en las manos de Draco.—. ¿Por qué no usaste guantes?

Draco poseía un leve sonrojo en las mejillas, hipnotizado por la delicadez con la que las tersas manos de Harry untaron el líquido entre sus dedos, para que los pequeños cortes sanaran y la hinchazón disminuyera; no obstante, de un segundo a otro, le arrebató la esencia de murtlap y chasqueó la lengua en un afán de hacerse el indiferente.

—El efecto no es inmediato… siempre se me olvida el hecho de que ahora soy alérgico a esa maldita planta.

Harry sacó de la mochila un par de guantes de látex negros, que le entregó a Draco.

—Quédatelos y la esencia de Murtlap es de Hermione, así que devuélvesela cuando ya no la necesites ¿vale? Me tengo que ir, en la noche hablamos.

Dejó a Draco parado en medio del salón de clases vacío, para ir a reunirse con Ron que lo esperaba a regañadientes para repasar el cronograma de la práctica por milésima vez. Ron le dedicó una mirada de odio puro a Draco, que lo ignoró para perderse en uno de los tantos pasillos del colegio.

—Sigo sin entender cómo te puedes llevar con alguien tan desagradable.

—¿Vamos a discutir eso de nuevo?

Ron se cruzó de brazos y negó con la cabeza. Bajaron con calma los extensos tramos de escaleras hasta la biblioteca; Madame Pince miró a Ron con escepticismo, y el chico le dedicó una elaborada disculpa para que lo dejara entrar.

Dejaron todos los papeles encima de una de las mesas más recónditas y Harry volvió a meterse en el papel de capitán del equipo de quidditch.

Ron, en cambio, pareció fuera de lugar, no porque estuviera nervioso por las audiciones, sino porque no dejaba de pensar en sus propios asuntos. Una vez ayudó a Harry con un par de tácticas, se dio una vuelta por las estanterías, cosa que era poco común en él y al regreso, lo único que hizo fue ordenar las piezas del tablero de ajedrez.

Estuvieron ahí dentro unas largas horas, hasta el almuerzo, donde comieron gustosos y se reencontraron con Hermione que venía con la cabeza repleta de runas. Ron de camino al campo se colocó ansioso, pero no tanto como las veces anteriores, o quizás, su estado lucía poca cosa comparado a Harry, que casi se desmaya al ver esa larguísima fila de alumnos que aguardaba por su llegada.

Dentro nadie se callaba. Ginny tuvo que gritar cerca de cuatro veces para que por fin le prestaran atención a lo que Harry iba a decir.

—Vale… eh… si esto… —las cabezas se voltearon, cohibiendo a Harry que se rascó la nuca—. Como bien sabrán, todos los alumnos de primero deben irse, porque no tienen permitido jugar quidditch.

Varios niños alargaron exclamaciones y se fueron del campo, para subir a las gradas.

—Asimismo, los estudiantes de otras casas no pueden jugar por el equipo de Gryffindor, así que… Eddie, llévatelos.

Eddie, de Ravenclaw, puso los ojos en blanco y se llevó a un amplio grupo de a lo menos quince personas. Harry respiró un poco más aliviado, ya que ahora debía hacerse cargo de unos sesenta.

—Vale, calentaremos de forma general —dijo Harry con el silbato en mano— Den vueltas al campo, por favor.

Ron sonrió y al instante rondaba por el cielo, al igual que varias personas. Harry se refugió en las palabras que le compartió.

"—Muchos de los que vendrán, ni siquiera sabrán como montar en escoba".

Dicho y hecho, una gran mayoría de chicas, rieron al tambalear a pocos centímetros del cielo. Harry las llamó con calma, y ellas se iban contentas por el simple hecho de que Harry hubiese pronunciado su nombre. Varios hombres igual estuvieron en ese grupo, y Harry no hizo nada más que frotarse las comisuras de los ojos.

—¡Nos vemos, Potter! —le gritó Romilda Vane, bajándose de una escoba, con un brillante lazo rosado que obstaculizaba a la hora de volar.

La situación le resultó, hasta cierto punto, hilarante.

Con esa orden, quedó un razonable grupo de veintisiete alumnos que, de verdad, deseaban entrar al equipo de quidditch. Vio las gradas de Gryffindor repletas, a pesar de que eran las audiciones. Hermione, que previno esa aglomeración, fue a sentarse en Ravenclaw, junto a Luna y Neville, que en algún momento llegaron.

Harry llamó con el silbato a los estudiantes, y percibió el bonito cabello pelirrojo de Ginny que se alejó de Dean Thomas desde las gradas. Harry soltó un gruñido y se cruzó de brazos.

—¿Quiénes están postulando para el cargo de buscador?

Vio dos tímidas manos alzarse y Harry asintió. Así prosiguió con todos los puestos, hasta que quedaron tres grupos equitativos, donde Harry pudo ponerse como buscador.

—Grup jugaran; tranquilos, que esto es una evaluación individual así que no importa si su grupo gana o pierde, solo estaré encargado de evaluarlos.

» El equipo perdedor jugará con mi grupo C. Y ahí me dedicaré a reducir.

Ron, en ese segundo, palideció al ver que le tocaba a hacer frente a Cormac Mclaggen por el puesto de Guardián, un chico rubio de porte atlético y que manifestaba tener un molesto pasatiempo en dedicarle miradas lascivas a Hermione.

Harry sabía que debía ser objetivo, pero no iba a negar que se rehusaba por completo en dejarle a Cormac el puesto de guardián.

Escobas en el aire. Harry se elevó, para hacer de árbitro y estar lo más atento al equipo, mientras realizaba apresuradas notas en un portapapeles. Ginny, en el equipo de Ron, hacía increíbles jugadas, desempeñándose de maravilla como cazadora. Katie Bell le daba una batalla digna de admirar y ambas chicas lucían estar disfrutando en grande al enfrentarse la una a la otra. Desvió la mirada a los buscadores para caer en cuenta de que ambos chicos (de tercero o talvez segundo) dejaron pasar en tres ocasiones la snitch a pesar de que revoloteaba cerca de sus narices.

Ron y Cormac se disputaban en un juego igualado, a pesar de que la gran mayoría de los vítores iban dirigidos a Mclaggen, orientados por el aspecto físico del chico. Las únicas personas que animaban a Ron (además de Harry, que lo hacía a través de telepatía) (o eso le gustaba creer) eran: Lavender Brown, Luna y Neville, aunque notó las miradas infraganti que Hermione le dedicaba a Ron por encima del libro.

Mclaggen hizo una importante atajada, que hizo a Harry lamentarse.

—¡Ginny! ¡Deja que hagan tiros! —gritó Ron a su hermana, que no les daba demasiado chance al resto de cazadores para tirar en contra a Ron y así permitirle demostrar sus habilidades.

—¡No es por nada, hermanito, pero yo todavía estoy a prueba! —gruñó Ginny, que agarró la quaffle— ¡Ni se te ocurra, Katie!

Los bateadores se mostraban confundidos por la dinámica del equipo que les tocó, pero pronto se acostumbraron a los griteríos y se dedicaron a jugar. Jimmy— un chico bajito de tercero— y Ritchie, fueron el par que más destacaron en la posición, a pesar de no tener la misma habilidad deslumbrante de los gemelos Weasley.

Ron pudo hacer unas cuantas atajadas, pero Cormac seguía pavoneándose hasta que, en determinado minuto pareció ser que había olvidado por completo como jugar. Se sacudía hacia arriba y abajo, lo que lo hizo perder cinco puntos que Ginny hizo del tirón.

Estuvo decidido: uno de los dos niños agarró la snitch, y Harry le dedicó una amplia sonrisa a Ron, antes de jugar con el equipo de Cormac, quien seguía confundido.

Harry estuvo un rato examinando la habilidad de Delmeza Robins, como cazadora, hasta que vio la snitch. En menos de diez minutos de partido, Harry ya afirmaba la pelotita en las manos, victorioso, no solo por el reciente juego ganado, sino también porque dio con el equipo de quidditch ideal.

Tres cazadoras espectaculares, dos bateadores que les faltaba mejorar un poco en el tema de la confianza; Ron en el puesto de guardián y él como buscador.

—¡Muchas gracias a todos por venir! —se despidió Harry, que recibió un par de quejas a la que hizo oídos sordos. El principal fue Mclaggen que exigía que la prueba fuera repetida.

Una vez el turno de las audiciones de Griffyndor terminaron a las seis. Les tocaba ahora a Ravenclaw, aunque Cho Chang no se veía por ningún lado.

—Pude haberlo hecho un poco mejor… pero nada mal ¿eh? —dijo Ron con falsa modestia—. Cormac desde que pisó la cancha no tuvo oportunidad.

—¡Ron lo hiciste super genial! —alagó Lavender Brown, que respiraba muy agitada, tras bajar por las gradas para decir esas palabras.

Ron le agradeció y, Harry se fijó en Hermione, que puso los ojos en blanco más grandes del universo.

—Felicidades, Ron, aunque Cormac parecía bajo maleficio confundus ¿verdad? —dijo Luna, que separó al escarbato de su cabeza—. Bueno, como sea, Freddy ya está más grande ¿ven?

Harry miró de reojo a Hermione que se hizo desentendida ante el comentario de Luna, pese a que se sonrojó con levedad. Harry acarició el escarbato con una pícara sonrisa, y se acercó a la oreja de Hermione para susurrarle:

—Qué raro ¿no crees, Mione?

Hermione lo separó de un empujón y se alejó con los brazos cruzados. Sin embargo, Hermione más adelante, llamó la atención de Ron con un chasquido y las mejillas sonrojadas.

—Eso ya no importa… en esta práctica se demostró quién de todos es el mejor, y ese es Ron. Felicidades —aseguró la chica, a lo que recibió una sonrisa brillante de Ron—. Tú también Ginny, estuviste increíble.

Ginny se apartó el pelo y contenta abrazó a Hermione del brazo, para marcharse juntas. Harry se limitó a soltar un suspiro con el estómago rugiente de hambre, necesitaba recuperar la energía gastada durante toda la tarde.

• ── ◦ ◦ ── •

Hijo:

No es crimen escribirte ¿verdad? Ha pasado un tiempo… las cosas se complicaron. El señor tenebroso, continua molesto, pero está bien. Esperé hasta que entraras al colegio. Me gustaría saber cómo te está yendo o como deseas que te vaya. Entraste a Sexto ¿no? Es un año complicado, debes esforzarte cuanto puedas. Quería explicarte por qué estuve tan lejano a ti el año pasado, pero ya no puedo, y no hay día en el que no me arrepiente de eso. Draco, cuídate, por favor, cuídate. Los extraño a ambos. Y sé que no vas a escribir de vuelta. Está bien, Draco, lo comprendo. Me gustaría ver a tu madre, pero tampoco se dónde esta. Draco, te quiero ¿vale? No estoy enfadado.

Ha pasado un tiempo y solo quería decirte esto. Esta carta la estoy escribiendo a costas de él. ¿Sabes a lo que me arriesgo haciendo esto? Da igual. Yo me busqué este destino. De verdad que deseo que cuando nos volvamos a ver pueda abrazarte, Draco. El otro día pasé por fuera de esa heladería que tanto te gustaba de pequeño, ¿te acuerdas de ella? ¿Te acuerdas de como tu mamá siempre nos retaba por comer antes de la cena?

Te adoro. Te estimo. Cuídate mucho, en especial durante las transformaciones. La situación esta siendo peligrosa, pero estoy seguro de que Narcisa ya tomó las riendas de la situación. Nos vemos. Te quiero.

Draco se quedó un largo rato con la carta de su padre en las manos; la leía a la luz del atardecer, en el escondite que tanto le gustaba, detrás del cuadro. Hace un año que no iba a ese sitio y, por alguna razón, apenas recibió la carta supo que debía abrirla ahí.

En privado, sin tener miedo de ser encontrado con unas palabras que deseaba leer hace mucho (demasiado) tiempo.

Encogió aún más las rodillas, abrazándolas. Releyó la primera palabra: Hijo. Podría ser considerados por el resto un traidor a la sangre, pero al menos para Lucius continuaba siendo su hijo. Eso era lo único importante.

Se llevó el papel a la nariz y percibió el aroma familiar. La magia antigua, el perfume de siempre de Lucius o, mejor dicho, el perfume que tanto Lucius como él (durante un tiempo) usaban, porque Draco quiso copiarle a su padre. Derramó unas leves lagrimas sobre el papel, preguntándose la razón detrás de los manchones de tinta azul.

Lucius nunca escribía en tinta azul, ya que lo consideraba vulgar, pero todo apuntaba a que esa carta la escribió con el primer bolígrafo que encontró. Esas faltas de tildes por las prisas junto a la ausencia de la firma, lo que señalaba que Lucius consideró que era mejor que no tuviera, para que no la requisaran. Daba igual. Las cartas casi no eran vigiladas. Las cartas no podían hacer daño.

No un daño físico. Claro estaba, porque esa carta se le clavó en el corazón con tanta fuerza que deseo retroceder el tiempo.

Quería escribirle a Lucius, pero era consciente que lo pondría en peligro si hacía tal acción, por eso lloró aún más fuerte. Tenía tanto frío, por lo que buscó calor al hundir la cabeza entre sus piernas. Quería abrazar a Lucius: un maldito mortifago, enemigo de Harry Potter, ¿era eso un crimen?

Se mordió el labio, y miró el paisaje del patio de Hogwarts. Los niños que correteaban uno detrás del otro, otros estudiantes que practicaban hechizos, mientras Zabini coqueteaba con una chica de Ravenclaw que desconocía y, la hermana de Ron paseaba de la mano con ese chico de su misma casa. Todos vivían sin preocupaciones; eran capaces de hablar con su familia sin necesidad de esconderse por esto.

Cerró los ojos. Saboreó el dulzor del helado de la heladería a la cual Lucius se refirió. El sabor preferido de Draco era el de pistacho, pero como casi nunca quedaba, se conformaba con el de Vainilla francesa, cuya única diferencia era que se preparaba con las vainas y no de la esencia artificial. Recordaba tan bien esas tardes en las que su padre pasaba por el de la piscina después del trabajo y los dos iban a comerse un helado a costas de Narcisa.

Eran días brillantes. Eran días normales. Eran recuerdos felices.

Draco le dio un beso a la carta y la guardó en el bolsillo de la túnica, con la frente contra el cristal, mirando la felicidad ajena para tratar de contaminarse de ella.

• ── ◦ ◦ ── •

Hola!

Un poquito triste el final, lo sé. Lucius realmente siento que es ese tipo de papá que nunca dice lo que siente, pero que adora a sus hijos.

Salí de vacaciones, o, al menos, ya no tengo más evaluaciones. De manera oficial salgo el 28 y tengo cerca de un mes de descanso. Viva las vacaciones de invierno, en donde tengo más de una excusa para auto recluirme en mi habitación y escribir.

Si todo sale como espero, y escribo un montón, pronto podré dar comienzo a la etapa de edición intensa de esta segunda parte y dar paso a dos actualizaciones semanales. No prometo nada, pero solo deseo que así suceda.

¡Espero que estén super!

THE MACHINE.