"Nos construí el mundo y te di la llave
Sigo sin poder que esto no es un sueño
Estoy enamorado de una maldita fantasía;
Es tan típico de mí (so me).
Pero he estado viviendo y la vida no es ficción
En mi cabeza: bailamos en la oscuridad
En mi cabeza: nos besamos bajo las estrellas.
Pero sabemos que eso no es lo que hacemos
Porque, cariño, esto no es como las películas." 1
• ── ◦ ◦ ── •
Harry le contó a Draco sobre la orden del Fénix, al menos todo lo que sabía. El chico hizo un mohín con los labios y exhaló resignado.
—Pues vale…
—¿Solo me vas a responder eso? Después de la mega revelación que te acabo de dar.
—¿No crees que te das demasiada importancia? ¿Qué otra cosa quieres que te diga, Potter?
—No lo sé… ¿Estás enojado aún?
—Es la quinta vez que te digo que no —suspiró Draco, que bajó la mirada a la bolsa que Harry traía en las manos—, pero no puedo negar que, el hecho de que los más fieles magos de Dumbledore tampoco sepan la profecía completa; me es un alivio.
La atención de Harry se dirigió a la media sonrisa de Draco. Una mueca que aparentaba que se guardó desde hace tiempo. Harry le apretó el hombro y, sin darle más vueltas al asunto, sacó de la bolsa el libro que le extendió a Draco.
—Hermione me dijo que era una novedad de alguien famoso… toma, te lo regalo.
Draco examinó la carátula, rozó con las yemas de los dedos los relieves de la portada y clavó el semblante relajado hacia Harry, quien sintió como le faltaba el aire o, mejor dicho, se le dificultaba respirar al tener esos ojos tan fijos en él.
—Si siempre me vas a regalar libros, tal parece que me sale a cuenta molestarme contigo —declaró Draco, a lo que recibió un reclamo por parte de Harry—. Eres un bobo, Potter… gracias, lo voy a leer. ¿Aunque sabes una cosa? Este tipo no es otro famoso más, está desarrollando una cura definitiva para la viruela del dragón y los avances que ha hecho ¡uff! Son interesantísimos.
—Ah… con razón.
Draco metió el libro en el bolso y le desordenó el pelo a Harry, lo que lo hizo ruborizar. Harry, con un simple par de palabras, se avergonzó ante la ignorancia que continuaba poseyendo acerca del mundo mágico.
Draco y él decidieron dar un paseo por el patio principal del colegio durante el recreo anterior a la siguiente clase, así que agradecieron al sol que decidió mostrarse y calentar un poco.
—Las clases de Madame Pomfrey son fascinantes, quizás deberías probar ir a alguna, por ejemplo, ahora soy un maestro con el Episkey —aseguró Draco, bastante orgulloso de sí mismo—Si por "accidente" ahora mismo te rompieras un dedo, yo te lo podría reparar en un pestañeo.
Harry frunció el cejo y escondió las manos dentro de los bolsillos del pantalón. Draco ser río de la actitud preservativa que Harry adoptó y le dio un codazo para aligerar la tensión.
—Tengo suficiente con mis clases.
—Tomaste solo cinco.
—¿¡Ves!? Una más que el mínimo, es bastante estrés para mí.
Draco puso los ojos en blanco—. Si, me imagino que lidiar con los admiradores y las cartas de amor por ser "El elegido", requiere un considerable gasto mental, Potter.
—Piérdete, maldito.
Harry consideraba que no estaba tan demente para imitar a Draco (o Hermione) y tomar ocho asignaturas, sin contar las lecciones extras.
Se tendieron bajo un árbol y Draco ojeó un poco las ilustraciones del libro, mientras comenzaba a tocar el tema de la fiesta de Halloween.
—¡Es estúpido! ¿Quién, en su sano juicio, le gustaría sacrificar su poca dignidad disfrazándose? ¡No pienso participar de ese patético circo!
—Dumbledore quiere divertirse o eso me dijo —contó Harry—. Ya sabes, esta viejo, pero no puedo negar que me gustaría verlo disfrazado de Santa Claus.
—¿Santa Claus?
—Un tipo gordo y barbón que se viste de rojo y le trae los regalos de navidad a los niños muggles —explicó Harry, a lo que Draco asintió dudoso—. De una cosa estoy seguro, Dean va a ganar.
—Ah… Dean es el bastardo que sale con la Weasley ¿no?
Harry afirmó lo que Draco le dijo y adoptó una postura más bien desanimada ante las palabras; Draco no se lo dejó pasar, sonrió burlesco y cerró el libro de un movimiento.
—¿Qué pasa, Potter? No será… ¿Qué acaso te gusta la hermanita de Weasley? —preguntó, acercándose con malicia—. Pobrecito El elegido, que tiene que vivir una patética historia de desamor.
—¡No me gusta Ginny!
Draco abrió la boca y fingió sorpresa.
—¡No bromees! ¿Entonces te gusta Dean?… pobre El elegido, ya que ahora le toca vivir una historia de aceptación propia y desamor. Tranquilo, Potter, cuentas con mi apoyo.
Harry soltó un gruñido exasperado y se acostó contra el tronco con los brazos cruzados, con las risas de Draco que adornaron el ambiente. Si tan solo el imbécil supiera. Una cosa fue clara, se contentaba con el hecho de que Draco ya no estuviera enfadado con él y eso era un avance.
Hablaron acerca de la transformación pasada y, Draco le contó la poca información que reunió con el libro. Al final, de manera inevitable, Harry llegó al encuentro que tuvo con Tonks hace un par de días atrás.
—¿¡Estuvo todo el tiempo aquí?! ¿Por qué no me dijiste nada, Potter?
—¡Porque lo único que decías eran incoherencias!
—¡Antes de que peleáramos! ¡Eres un tonto!… ahora voy a tener que esperar un tiempo para poder preguntarle acerca de Lupin —gruñó Draco.
Harry le contó sobre la conversación que mantuvo con Tonks y Hermione en tres escobas. Draco escuchó con atención, pero tampoco se sorprendió ante nada de lo que Harry le relató.
—Estaba al tanto de la mayoría, Lupin me lo dijo cuando hablé con él en Grimmauld Place ¿te acuerdas? —Harry afirmó, mientras vigilaba la forma tan practicada con la que Draco se ataba el cabello con la varita—. De por si no es común que Greyback muerda para convertir, pero creo que el resto de los miembros de su manada sí tienen el permiso para atacar. Ahora ¿Qué le prometió el innombrable? Ni idea. Sospecho que deben ser presas o incluso terrenos.
Coincidió con Draco respecto a que esa era la opción más viable respecto a lo que Greyback pudo haber pedido a cambio de sus "servicios".
—Malfoy, tengo una pregunta.
Draco alzó una ceja como respuesta, al compás en que dos mechones de cabello se soltaron del rodete, a cada costado del anguloso rostro de Draco. Harry juraba que cada mes (en específico, cada luna llena) el pelo le debía crecer como dos o tres centímetros.
—¿Cuándo y cómo te mordieron?
—¿No te lo he dicho?
—No que me acuerde. Por eso querías el testimonio de Nott ¿verdad? Me dijiste que se relacionaba con el tema de tu mordedura, pero no alcancé a preguntarte antes de que te enfadaras.
Draco frunció las cejas y se lamió los labios, preparado para relatarle a Harry la noche de finales de cuarto año. Quedó de piedra al oír como Greyback pudo ingresar, junto a otros carroñeros, a los terrenos del colegio.
—¡¿Pero ¡¿cómo?! Se supone que estaba protegido…
—Potter, pasamos todo el miserable año con un profesor que era un mortifago encubierto, no me sorprende el hecho de que Greyback haya podido ingresar —admitió Draco.
Harry recordó, del mismo modo, la cantidad de personas que ingresó durante ese periodo. Estudiantes de intercambio y periodistas. Draco tenía razón, en algún momento cualquiera de los seguidores de Greyback pudo haber entrado y nadie se dio cuenta; tal vez el mismo Rosier, quien era la única persona que Harry reconocía como mago dentro de las filas de Greyback, que mantuviera aún el aspecto de un hombre normal.
—Esa noche, entre el grupo de personas que te mordieron ¿solo se encontraba Greyback?
—Sí… ni Rosier o la chica muda. Era Greyback y otras doce personas que no conozco —recordó Draco—, aparte, es super extraño, porque era luna nueva y aun así Greyback pudo trasmitirme la enfermedad.
—¿Es eso extraño?
—¿Acaso no prestaste atención en las clases de DCAO de tercero? Los hombres lobos se convierten en luna llena y son tan peligrosos porque si llegan a morder a un ser humano, sea muggle o no, existe la posibilidad de trasmitir la licantropía. Pero un licántropo en forma humana es igual de inofensivo que cualquier otro ser humano… o eso nos enseñaron.
» Por eso, no tiene sentido que Greyback me haya podido morder una noche cualquiera, debió ser inofensivo.
» Lo que significa que Greyback debe saber cómo convertir a personas sea o no luna llena.
Harry se quedó pensativo un largo instante hasta que se le ocurrió una vaga idea.
—Podría ser una habilidad adquirida.
—¿Qué pretendes, Potter?
—La magia lunar, Malfoy —supuso Harry—. Tú mismo lo dijiste, no es lo normal, pero si Greyback lo hizo es porque debió haberlo aprendido… Malfoy, el libro, me dijiste que no pudiste en luna llena —Draco asintió, y miró a Harry intrigado—. ¿Y si pruebas lo contrario?
—Luna nueva… como humano.
—¿Cuándo cae luna nueva?
—Fue hace un par de días atrás —sopló Draco—. A inicios de noviembre cae de nuevo.
Hermione lo dijo, ella pudo leerlo en luna llena y Harry también tuvo la posibilidad de leerlo una vez, por lo que no le hacía sentido que Draco, aun estando convertido no hubiese podido leerlo.
Se quedaron un rato en silencio; Harry, preocupado por las posibilidades que Greyback barajaba para convertir a gente a diestra y siniestra, además de cuestionarse en la razón específica del porqué, si era capaz de hacerlo, no efectuaba esa habilidad a menudo.
Draco se llevó las piernas al pecho y se mordió el labio.
—Tengo miedo —admitió Draco en un murmullo—. De lo que Greyback puede llegar a hacer…
—Si, es normal, pero ¿Por qué mejor no te concentras en lo que no puede hacer?
—¿Cómo qué?
—Eh… buena pregunta —río Harry, lo que logró sacarle una media sonrisa a Draco—. Por ejemplo, ¡él no puede ir a Hogsmeade! Y… ¡Tampoco puede hablar contigo!
—Que no le haya dado el chance de hacerlo no significa que no pueda, Potter —contestó Draco entre risas.
—¡Agh! pero de cualquier modo él nunca podrá formar un vínculo como el que tenemos ahora.
Harry se cubrió la boca, una vez se percató de lo que acababa de decir en voz alta. Desvió la mirada de la mueca atónita de Draco y como al minuto siguiente, alzó una ceja.
—Bueno… tampoco es como si… ya sabes…
—No, Potter, completa la idea —dijo Draco, con el leve tono de orden. Se acercó a Harry, quien no pudo dejar de analizar la manera tan particular con la que la manzana de adán de Draco subía y bajaba cada vez que oía algo que le hacía gracia—. ¿Qué tipo de vínculo tenemos ahora?
Advirtió como Draco arrancaba el césped, nervioso, al igual que Harry, aunque él lo controlaba con gritos internos.
—Quiero volverme parte de tu manada, Draco.
Malfoy detuvo la mano y contempló el patio general. Algunos chicos lo miraban de lejos, mientras otros se iban de ahí, sin prestarles atención. Draco sonrió, pero negó con la cabeza.
—Buen intento, pero no pienso volverte parte de mi manada, Potter.
Sin duda, aquello no se lo esperaba. Frunció el cejo, con el corazón apretado y esa inconfundible molesta sensación abrumadora, que surgía como advertencia del llanto.
—¿Qué? Pero… ¿Por qué?
—Porque eso significaría que tendrías que romper el vínculo con el que estás atado a Lupin y no pienso hacerle tal cosa cuando acaba de perder a Sirius.
Draco parecía que pensó en eso largo y tendido, porque lo dijo sin dudar. Harry bajó la cabeza, y admitió la dura razón plagada en cada palabra. Al menos eso le sirvió para que espabilara y volviera a recuperar el control sobre su cuerpo.
—Hasta que Lupin no me demuestre que tiene más vínculos, no pienso hacerte parte de mi manada, Harry, no porque no quiera, sino porque no estoy seguro de lo que puede llegar a ocurrir si un lobo queda sin vínculos —se explicó mejor, deslizando la mano por el pasto, para subirla por la manga de Harry y posarla sobre el hombro del chico—. Yo este verano, perdí el lazo con Jessica y te aseguro que es una sensación devastadora.
Draco rozó con el pulgar la tela de la túnica de Harry y la deslizó hasta el cuello del uniforme. Se encontró con la cadena que le regaló. Harry la llevaba desde el mismo día en que la recibió, así que en cierto punto se olvidó de que la traía puesta; acostumbrado de tener ese objeto que a veces rozaba para recordar la felicidad que le abrigó el corazón el día que pasó con Draco.
Draco tiró de la cadena, lo que hizo que Harry se le acercara. Examinó el material, hasta llegar al anillo que colgaba. Desde cerca, identificó a la perfección el piercing de Draco, y que, en efecto, el anillo hacía juego con el pendiente de forma no intencionada. Draco esbozó una media sonrisa, como si acabara de rememorar algo bueno.
Harry bajó la mirada a la mano izquierda de Draco, que era la mano no dominante del chico y, por lo tanto, en la que usaba una gran cantidad de anillos, pero ninguno era similar al que él portaba en el cuello.
—No necesitamos ser manada para compartir juntos, Harry —sentenció Draco, que volvió a esconder el colgante dentro de la ropa de Harry y se separó—. Sucederá en su debido momento, pero por ahora, tendrás que contentarte con ser mi amigo.
Harry cerró las manos en puños, que le hicieron poner los nudillos blancos y se mordió el labio.
Amigo. Amigo. Estúpidos amigos.
Draco se recostó contra el tronco, con el libro sobre el regazo y un aura tranquilizadora que lo rodeó. Harry, por un segundo, temió que Draco llegara a notar lo rápido que le latía el corazón y lo mucho que deseaba arruinar esa amistad.
—¿Ocurre algo? —le preguntó Draco, al notar que lo examinaba con intensidad.
Harry negó con la cabeza y se apoyó al lado de Draco; de un modo tan natural que no resultó raro que ambos hombros se rozaran cada vez que Draco cambiaba de página.
• ── ◦ ◦ ── •
—Daphne, te dije que no.
La chica hizo un puchero y se inclinó sobre los apuntes de astronomía.
—Porfiss~
—No, y ahora si quieres que te enseñe como medir la distancia entre estrellas, me vas a dejar de molestar.
Daphne hizo un puchero y escuchó lo que el chico le explicó sin prestar demasiada atención. Draco suspiró exasperado, una vez le hizo una pregunta y la chica le contestó con algo, completamente, distinto:
—Pansy también piensa que es buena idea… ¡No sé por qué te molesta tanto!
—¡Porque la puta fiesta de Halloween es una estupidez! —gruñó más fuerte de lo que esperaba, Sinistra frunció el cejo y lo regañó por la elección de palabras— No tengo intención de participar. Iré de estudiante de Slytherin y traidor a la sangre, eso es suficiente.
La chica puso los ojos en blanco y lo tomó por las huesudas muñecas.
—¡Pero Draco! ¡Estás desaprovechando tu potencial! Además, tú sabes que quiero volverme estilista y tú-
—¡No pienso ser tu jodida muñeca, Daphne!
Sinistra le dio un golpecito en la cabeza a Draco con un pergamino enrollado.
—Tienes miles de palabras para escoger, Draco; no elijas las peores.
—Lo siento, profesora —rumió Draco, que esperó a que Sinistra regresara al escritorio, y así apartar el agarre de Daphne—Ves… haces que me regañen por tu culpa. —Escribió un par de números en la calculadora, y notó que Daphne inflaba las mejillas— Además ¿Qué gano yo?
—No se… quizás ¡Cien galeones!
—Daphne, por si te olvidabas, no me hace falta dinero.
La chica apoyó la barbilla en la mesa, pensativa y de ese modo pasó el resto de la clase. Draco terminó el trabajo, que entregó con el nombre de ambos y una vez en la sala común, Daphne se reunió con Pansy para explicarle la situación y volver a abordarlo; con argumentos, un poco más convincentes.
—Ganas el respeto de ser el ganador del primer lugar.
—Pans, sabes que ni con eso, me van a perdonar el título de traidor.
—¡Ganas una historia increíble para decirle a tus hijos! —agregó Daphne.
—No quiero tener mocosos.
Daphne se cruzó de brazos —¡¿Por qué eres tan complicado?!
—Es parte de mi encanto… ahora ¿se pueden marchar? Quiero descansar un rato antes de las vueltas; ¡En silencio!
Pansy y Daphne se miraron entre ellas, hasta que a la primera pareció ocurrirle una última carta.
—Puedes recalcarle la victoria a Potter.
Draco, que acababa de recostarse en el sofá, bufó al escuchar a Pansy.
—A Potter no le importa el concurso ni la fiesta.
—Pues yo creo que podría interesarse un poquito más si tú participas.
Draco frunció el cejo, contrajo los labios y tragó en seco. Las chicas no lo interrumpieron.
—Y Zabini, se pondría muy, pero muy enfadado.
Eso ultimó logró persuadir a Draco, que se incorporó y se frotó las comisuras de los ojos.
—¡Nada patético, ni femenino, ni estúpido!
—¡Es un trato! —exclamó Daphne, emocionada—. ¡Tengo planes increíbles!
—Y lo haré si Nott igual pasa por la vergüenza.
Las chicas corrieron a buscar a Nott, que leía en una esquina de la sala común. Les tomó varias de sus mejores estrategias persuasivas, pero pronto Nott observó a Draco enfadado y Daphne le alzó satisfecha el pulgar.
Draco acabó por dejarse caer en el sofá, con el dorso de la mano pegada en el rostro. Era tan estúpido.
Aunque, no negó la poca (mínima, miserable) emoción ante la posibilidad de volver a tener los focos encima por una buena razón.
• ── ◦ ◦ ── •
Harry, durante el torneo de los tres magos, recordaba haberse peleado con Ron y hacer que Hermione fuera el intermediario "indirecto" entre ambos.
Ahora Harry era el intermediario entre Ron y Hermione.
—Dile a Ro-Ro —comenzó Hermione, quien se sentó en el sofá de la sala común— que Lavender Brown lo busca.
El problema era que Ron no precisaba de motivos para estar enojado con Hermione, por lo que la unilateral situación se tornaba cada vez más extraña.
—¡Vamos Hermione! Estoy justo aquí… no entiendo por qué te enfada tanto que ahora salga con Lavender.
Hermione se mordió el labio y arrugó la nariz.
—No estoy enfadada, el tema es que… ¡La chica es demasiado…! —Hermione quiso explicarse, pero se tragó las palabras. Harry reconocía que solo se trataban de celos unilaterales—. Normal…
—¿Y eso es malo?
—¡No lo entiendes, Ronald! Juegas con sus sentimientos ¡Estoy segura de que Lavender no te gusta!
—Ya, pero… a ella yo sí le gusto —se excusó Ron, encogido de hombros.
—Chicos… —llamó la atención Harry—. ¿Por qué no tenemos esta conversación en el dormitorio?
Hermione frunció el cejo y Harry cerró la boca.
—No hay nada más que comentar. Ronald, Lavender te busca, se encuentra en la sala de adivinación.
Ron negó con la cabeza y se fue de la sala común. Harry espantó a un par de niños de tercero que se les quedaron viendo y se mordió el, labio.
—¿No quieres conversar acerca…?
—¡No, Harry! Ahora déjame leer en paz.
Observó como sacaba un pesado libro del bolso y lo dejaba encima de las piernas. Harry, por su lado, empezó a ojear el texto del príncipe mestizo. Hermione estaba siendo irracional, pero de cierta forma la comprendía.
Según Ron, luego de discutir con Ginny (y que su ego fuera a ser pasado a llevar), decidió comenzar a salir con Lavender.4
Harry al menos se alegraba de no estar en una situación similar a la de Ron. Cho Chang ya ni lo miraba por los pasillos, y no le gustaba ninguna de sus admiradoras.
Podía enfocarse en temas que le comían la cabeza, como, por ejemplo; ¿Qué era lo que provocaba el sectumsempra? O ¿Por qué Dumbledore todavía no lo llamaba?
Tuvo un par de clases y Dumbledore desapareció. Harry no lo iba a decir en voz alta, pero a veces se encontraba a si mismo revisando el mapa del merodeador, en un intento de averiguar qué hacía. A veces se quedaba durante horas resguardando la figura estática de Dumbledore hasta que esta desaparecía de la nada.
Harry terminó por aburrirse de comprobar con tanto esfuerzo el texto del príncipe mestizo e invitó a Hermione a ir a darle una visita a Hagrid. Hacía buen día, y desde hace semanas que no hablaba con Hagrid. Hermione tras pensarlo un minuto acabó por asentir, dejó el libro en el dormitorio y salió junto a Harry hacia la cabaña.
Hagrid continuaba molesto con ellos por no haber escogido cuidado de las criaturas mágicas nivel éxtasis y por eso mismo Harry se sentía algo mal al respecto, así que hizo el silencioso trato con su yo del futuro de tomar la asignatura en séptimo.
Tocaron un par de veces hasta que Hagrid los dejó entrar. Fang dormía a pata suelta sobre el sofá y, en cada pared de la cabaña, se percibía un acogedor olor a pan recién hecho.
Conversaron un rato con Hagrid quien terminó por perdonarlos y les sirvió dos grandes tazas de chocolate caliente, que dejaron a medias. Pese a la acostumbrada amabilidad de Hagrid, los chicos notaron como su gran amigo se hallaba bastante disociado; menos cariñoso y pensativo de lo normal.
—Es Aragog… creo que se está… muriendo —dijo Hagrid, que dejó que una lágrima le cayera del rostro—, el resto de las arañas están agresivas y Aragog ya casi no come.
—Bueno, él ha tenido una gran vida —comentó Harry, aunque, en lo más profundo de sí mismo, no sintió pena por la inmensa araña que casi los devora a él y Ron en segundo—… O podría ser que no come porque prefiere los conejos.
—¿Qué conejos, Harry? —preguntaron tanto Hagrid como Hermione.
—Unos conejos que encontré hace una semana muertos cerca de la entrada del bosque prohibido.
Hagrid le dijo que encontró unos huesos de conejos, lo que significaba que, sea lo que fuera que hincó los dientes en esos conejos, se lo devoró por partes.
—No debes acercarte al bosque prohibido, Harry. Es peligroso. Ahora con la situación de Aragog, sus hijas están más agresivas y no dudaran en atacar a cualquier intruso; también los centauros se encuentran molestos —advirtió Hagrid, que le dio un mordisco a un pan—. Estoy seguro de que cualquier persona que entre al bosque prohibido, y no sea yo, podría terminar muerta… Dumbledore… No sé si debería decírselos…
Ambos chicos se enderezaron en las gigantescas sillas, con las orejas atentas.
—Bueno, tampoco es que me haya dicho que fuera un secreto —reconoció Hagrid, como excusa para lo que quería decir—. Dumbledore dijo que, si bien puso las barreras adecuadas en el bosque prohibido para que no entren criaturas sospechosas… puede que se hayan debilitado y como ahora él tampoco puede ingresar a sus anchas al bosque prohibido; tiene que tomar el camino largo para reafirmarlas.
—¿Quieres decir que pueden ingresar mortifagos por el bosque prohibido?
—¡Por las barbas de merlín! ¡No pienses esas barbaridades, Harry! Por eso ahora tengo más trabajo. Estoy tratando que los centauros se tranquilicen, ya que ellos eran las criaturas más adecuadas para hacer la labor de proteger el bosque.
Harry y Hermione se miraron entre ellos preocupados. Hagrid los intentó calmar, pero lo logró con mediocridad, puesto que el saber que el bosque prohibido podría ser un punto ciego para los mortifagos les provocaba un mal presentimiento.
Acabaron por tomar la cena en casa de Hagrid y se fueron el minuto exacto en que era demasiado temprano para irse a la cama, pero demasiado tarde como para merodear fuera de colegio.
Hermione y Harry, se atrincheraron en una de las mesas más recónditas de la biblioteca. Lejos de Madame Pince, Romilda Vane y los alumnos de quinto y séptimo que estudiaban con esfuerzo para las próximas evaluaciones.
—¡Esa debe ser la razón por la que Dumbledore desaparece de su despacho durante horas! —comentó Harry, que le enseñó el mapa del merodeador a Hermione, en donde Dumbledore ya no estaba en la oficina—. De seguro que va a poner los escudos en el bosque prohibido.
—No está bien espiar a la gente, Harry —regañó Hermione—. De cualquier modo, las barreras las está colocando Dumbledore ¡Así que no podrán destruirlas!
Harry hizo una mueca extraña y bajó la voz.
—Hermione, Draco fue mordido en el bosque prohibido, el mismo día de la última prueba.
Hermione se peinó el pelo con los dedos en un gesto nervioso.
—Durante el torneo entraron y salieron muchas personas, Harry, alguien pudo haber dejado entrar a Greyback.
—Ya, pero ¿Qué nos asegura que no hay pequeños agujeros inseguros en el bosque prohibido? Dime, las barreras se pueden romper con magia ¿no?
—Sí, ¡pero Dumbledore es el mago más poderoso de todos! No cualquiera podría romper unas barreras puestas por el mismo… quizás Grindelwald, pero él está en Nurmengard y Voldemort, tampoco ha entrado al colegio todavía para atacarte.
—Quirrel…
—¡Ya, pero es distinto! ¡No mezclemos las cosas, Harry! Lo único que nos queda es esperar ¿vale? —sentenció Hermione, que se levantó de la mesa—. Y hacerle caso a Hagrid, no hay que entrar al bosque prohibido, además ¿para querías entrar ahí? Ese lugar lo único que trae son problemas. ¡Si yo fuera la ministra de magia ya lo hubiese cerrado!
—Eso es imposible, Mione.
—¡Nada es imposible! Yo encerraría el sitio en una cúpula y colocaría un muro con tal de que los estudiantes no puedan ingresar.
Harry suspiró, se paró de la mesa y acompañó a Hermione fuera de la biblioteca, que no dejaba de comentarle los proyectos que iba a llevar a cabo en cuanto lograra volverse ministra de la magia. Harry casi baila de alegría al encontrarse de frente con Ginny, que venía con el resto de las chicas del equipo de quidditch y Luna, conversando acerca de la fiesta de Halloween.
—¡Harry! —Ginny le llamó la atención, al separarse del grupo— ¡Mira, toma!
Ginny le extendió una pequeña revista, con el logo colorido de "Sortilegios Weasley" encima.
—Mis hermanos se enteraron de la fiesta y ahora venden disfraces —mencionó Ginny, que le dio otra revista a Hermione—. Ahí están todas las opciones y si les gusta alguno lo mandan a pedir… los precios están bastante bien ¿no creen?
Harry se fijó en eso y concordó con Ginny,
—No se les pasa una ¿eh?
—Ya sabes cómo son; ¡ellos serían capaces de vender piedras! —río Ginny—. De cualquier modo, yo no voy a pedir uno, pero me pidieron que difundiera la oferta.
Hermione abrió la revista, y se encontró con cerca de un centenar de disfraces—. ¿Y de qué te vas a ?
—Dean está confeccionando unos trajes, para Seamus, él y yo… es de una serie muggle que le fascina. Está emocionado porque es la primera vez que hace ropa —comentó Ginny, hasta que los gritos de sus amigas la interrumpieron—. Bueno. Eso ¡Nos vemos!
Ginny corrió de vuelta a hacia sus amigas y entraron al comedor. Hermione pasaron de largo, y de camino a la sala común comentaron los diseños que había dentro.
—No voy a negar que no son listos. Mira incluso en el reverso viene un listado de hechizos sencillos para hacerle las modificaciones que quieras a los disfraces —señaló Hermione—. Hechizo cambia color, agostador, alargador… van a hacer muchísimo dinero.
Harry se mostró de acuerdo, pero como tampoco poseía algún tipo de idea de que iba a disfrazarse, se guardó en panfleto. Daba igual, aún le quedaba tiempo para decidirse.
Una vez terminó la cena y la sala común se llenó, Neville se le acercó a Harry con una mueca preocupada.
—¡Harry! El profesor Dumbledore dijo que quería que fueras a su despacho… ¿Está todo en orden?
Harry soltó un chiflido contento— Sí, Neville.
Y sin detenerse más, Harry salió de la sala común, casi corriendo. Ansioso de ver que secreto de Tom iba a descubrir esa noche.
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Notas:
1) Movies: Conan Gray. Esto es tan Harry imaginándose escenarios ficticios. sjsaja
2) Creo que no lo he dicho, así que lo aclaro. Hay eventos que únicamente voy a mencionar por encima, ya que se mantienen yal cuál como ocurrió en el canon.
¡Hola!
Adivinen quien acaba de terminar el último capítulo de esta segunda parte xD. Ahora solo me queda editar…
La primera parte tuvo 54 capítulos (54!), esta tiene 41, pero les aseguro que lo que se viene lo compensará por completo. Y claro, dejé algunos cabos sueltos que se van a terminar de resolver en la tercera parte…
Por el momento este fanfic, sin editar, ya superó las 400k palabras… mi plan inicial siempre fue superar las 200k, pero ya lo he duplicado y eh… wow. Trataré de no llegar a las 600k, pero me gusta describir demasiado, y hacer sentir las escenas llenas de vida y tensión.
En fin, me pondré a releer las reliquias de la muerte (libro que no es de mis favoritos, pero bueno) y vemos que tantas cosas del canon se acaban de ir al garete. JAJAJ.
The Machine
