—Bienvenidos a la nueva temporada de quidditch anual. Abrimos con Gryffindor contra Slytherin —comenzó Zacharias Smith, un chico de Hufflepuff que leía lo que debía decir en un tono monótono—. Los jugadores ya se encuentran en la cancha y, con Potter como buscador de Gryffindor y en Slytherin Harper.

Harry se preguntó si era necesario mencionarlo tan rápido, porque tan pronto eso ocurrió, un amplio grupo de chicas gritaron con todas sus fuerzas. Les dedicó una sonrisa nerviosa, disfrutando un poco de la atención.

Solo un poco. De verdad, un poco.

En ese momento recordó a James, quizás esa era la sensación que su padre sentía cuando iba a jugar un partido. Por los comentarios de Sirius, todo apuntaba a que James era muy popular y, en los recuerdos que vio, lo confirmó. Harry se quitó las gafas y se desordenó el pelo en el mismo ademán que recordaba que James realizaba.

Las chicas volvieron a gritar y Harry se sonrojó con fuerza.

Disfrutaba de eso más de la cuenta.

Volvió a ponerse las gafas y subió a la escoba, mientras trataba de mentalizarse que estaba ahí por una razón más importante que impresionar a esas chicas desconocidas.

El partido dio inicio, con los comentarios robóticos de Zacharias, que aburrieron al público de inmediato, por lo que quedó en manos de los jugadores el brindar un partido de primera.

Cosa que lograron al instante.

Ginny era increíble. Cruzaba el campo como una antorcha, pasaba la quaffle entre sus amigas con amplias sonrisas y encestaba puntos de forma elegante. Harry disfrutaba de ver la ira contenida de Zabini, cada vez que se lanzaba contra Ginny y la chica lo esquivaba en el último segundo.

Ron tambien (ese día) jugaba de maravilla, quizá era porque durante la hora anterior del partido recibió un montón de besos de Lavender o porque se hinchó a bollos de canela, pero parecía más despierto que nunca.

Harry surcó el cielo, y se percató que Harper, lo único que hacía era imitarlo.

«Novato. Malfoy no haría eso» pensó Harry, enfocado en buscar el resplandor de la snitch.

Disfrutó de desorientar a Harper, al pretender haberla visto. El chico era casi como una sombra pegada a la escoba de Harry.

—¿Acaso no puedes jugar por tu cuenta, Harper?

—¿De qué hablas?

—No lo sé, tal vez, si no copiaras todos mis movimientos conseguirías tener alguna chance contra mí.

El chico bufó y cambió de dirección.

Se distrajo con el público un rato. Hermione trataba de leer un libro, lo que era casi imposible con Lavender cerca, que se desvivía con cada atrapada que Ron hacía. Luna no dejaba de mirar con devoción a Zacharias o, mejor dicho, al micrófono que el chico sujetaba y Draco, lo observaba a él.

Draco le prestaba atención y cuando los ojos de ambos se cruzaron, este movió los labios como si lo animara, o eso fue lo que Harry interpretó.

No supo cómo era que Draco lo hizo, pero tan pronto regresó la concentración al partido; encontró la snitch, que revoloteaba cerca de uno de los postes de Slytherin. Harry despegó a toda velocidad, esquivó cuatro veces a las bludgers, con Harper varios metros detrás de él.

La snitch revoloteó por encima del público y rozó el pasto como si se burlara de los jugadores. Ese día se hallaba más escurridiza que nunca.

Una vez encima del público, Harry la alcanzó sobre las cabezas de las niñas que gritaban cada vez que lo veían. Las alas de la snitch se agitaron en la mano cerrada y las chicas se volvieron locas. Romilda Vane incluso trató de agarrarlo por la túnica para besarlo, pero Harry alcanzó a escaparse, mientras pretendía que no se dio cuenta de las intenciones ocultas de Romilda.

Zabini le propinó un golpe a Harper, que bajó de la escoba desanimado. Harry los ignoró y escrutó las gradas, en un afán desesperado de dar con Draco.

La palabra clave era desesperado. Harry pasó de Ron y los vítores de Lavender. De Hermione, que rodó los ojos. Pasó de todos desesperado.

Ahí se encontraba, junto a Nott, Daphne y Pansy, los únicos que aplaudían en las gradas de Slytherin; Draco lo miraba orgulloso al costado de Pansy que le gritaba a Ginny como loca, una vez que la chica se acercó a ella y la abrazó contenta.

Harry se acercó también a las gradas de Slytherin y depositó la snitch en las manos de Draco.

—Nunca rompo mi palabra, Malfoy.

Draco llevó la snitch al sol, la cual deslumbró tanto como su arete plateado y se volteó a Harry.

—Yo juego mejor que tú, eso es seguro.

—¿AH? ¡No te creas tanto!

—Te demoraste demasiado —bostezó Draco, que le devolvió la snitch—. Ya me estaba durmiendo.

—¡Como si pudieras hacerlo mejor!

—Eso es un hecho, Potter.

Harry suspiró, y Draco le sacó la lengua.

—Eres un caso, imbécil.

Harry quiso voltearse, pero Draco lo detuvo al tomarlo desde la cola de la escoba.

—Pero esa última atrapada fue espectacular —admitió con una sonrisa—. Ahora lárgate, que te debe de esperar una gran celebración.

Harry asintió y bajó a los camarines, entre un estado de sueño y adrenalina, con esa maldita sonrisa repitiéndose en su cabeza tantas veces que llegaba a ser insano.

"Espectacular" repitió Harry con un suave cosquilleo que iniciaba en el estómago y terminaba asentado en sus mejillas con apariencia de un sonrojo. "Para él, fui espectacular".

Dentro de los vestidores, se escuchaban aún los vítores a Gryffindor. Ginny fue la última en entrar, brillante por la emoción del partido.

Harry, en labor como capitán, los felicitó a todos con entusiasmo y, una vez comprobó que el equipo terminó de arreglarse, salió del camerino para cerrarlo. Zabini lo esperaba puertas afueras, con los brazos cruzados y un semblante siniestro. Sus amigos, a lo lejos, ya se iban al castillo, sin advertir de que Zabini aparentaba tener ganas de pelear.

—No sé cuál es tu propósito con Malfoy, pero es patético —gruñó Zabini, que golpeó con la palma la puerta de los camerinos—, por tu culpa se volvió igual de estúpido que tú y tus jodidos amigos.

—Déjame tranquilo, Zabini, si no quieres un veredero problema.

—¿Qué vas a hacer? ¿Pegarme? No tienes los huevos para hacerlo —se burló Zabini, volviendo a adoptar esa postura intimidante, desde cerca era incluso más guapo y alto—. De cualquier modo, si tu meta era lograr que Malfoy se reintegre al equipo, no funcionó. Díselo, Potter; que solo tendrá chance de regresar una vez deje ese victimismo vomitivo.

Harry sonrió. Zabini no contenía ni la más remota idea por todo lo que habían pasado y él trataba de resumirlo en ese adjetivo.

—¿Por qué no lo superas, Zabini? ¡De verdad! Llega a ser preocupante tu actual obsesión con Malfoy.

—¿Obsesión…? ¿De qué mierda hablas?

Harry lo interpretó al momento. Zabini pretendía de manera inconsciente jugar el papel de bully, para tener una excusa para comunicarse, aunque fuera con un mal proceder, con Draco.

—Debes sentirte devastado ¿no es así? —comenzó Harry, con un tono más dominante y las manos metidas en los bolsillos—. Que Malfoy, a pesar de todos esos años que llevaban siendo "amigos", nunca compartió contigo ni un cuarto del vínculo que formamos en un año ¿no?… Zabini, tú no sabes una mierda de nada. Pretendes saberlo, pero cuando un idiota habla acerca de algo que no conoce ¿sabes cómo queda? Aún más idiota.

—¡Te voy a golpear si no te callas, Potter!

—Te asusta admitir que Malfoy tiene la razón. Que los ideales puristas en los que has creído son anticuados, y que la persona que se suponía se aferraba más en ellos, los dejó de lado. ¡Estás tan aterrado!

Zabini golpeó la pared, sin encontrar las palabras para rebatir lo que Harry dijo.

—Aquí quién ha actuado de forma estúpida desde el comienzo eres tú, Zabini. ¡Ahora déjame ir!

Zabini contempló a Harry, en cual se mordió el labio. Harry pasó al lado, percatándose en como Zabini temblaba.

—Tú no sabes una porquería, Potter…

—¡Aquí el que no comprende la situación eres tú, Zabini! —juzgó Harry, que sacó un bombón relleno de menta que no le gustaba y que le extendió a Zabini—. Ni siquiera comprendes lo que sientes, y eso es lamentable. Me compadezco de ti, porque ahora te has quedado sin amigos, por lo que lo único que te sostiene es contentarte con tu masculinidad frágil y ese par de descerebrados.

Zabini miró la chocolatina y la tiró a la basura. La conversación concluyó en cuanto Harry regresó a paso lento al castillo, mientras saboreaba la victoria y los últimos fragmentos de la furia de Zabini clavados en sus recuerdos.

Unos ojos llenos de ira, de terror… de autenticidad.

Harry se derrumbó en el sofá de la sala común, con una sonrisa socarrona y un vaso de cerveza que le sirvieron tan pronto pisó la torre Gryffindor. La fiesta a espaldas les resbalaba por el cuerpo. Disfrutaba de las canciones de Queen que Dean colocaba y del suave talante con el cual Ginny se balanceaba por la habitación.

Lavender y Ron se besuqueaban en una esquina, Hermione no se veía por ninguna parte, pero Harry no podía dejar de imaginarse a Draco junto a Ginny, los dos bailando al ritmo de la voz de Freddie Mercury.

"Oh, cada mañana me despierto y muero un poco

Apenas puedo sostenerme en pie.

Me observo en el espejo y lloro."

Harry sintió el peso de Fay Dumbar, una chica cuya interacción compartida fue mínima durante los últimos años y que comenzó a hablarle acerca de lo genial que estuvo en el partido.

No la escuchó, se terminó la cerveza de la mano y también otro trago (demasiado ácido para su gusto) que la chica le ofreció.

Ginny se quitó los zapatos y se lanzó a los brazos de Dean, con los labios ya pegados en la boca del chico.

"Alguien (alguien)

Oh, alguien (alguien).

¿Alguien puede encontrarme

a quien amar?"

Harry se volteó a Fay, una chica rubia, de labios delgados, pálida, que, de no ser por la mirada azulada y las pecas, sería un poco similar a Draco. Se acercó a ella y la besó porque ya no le quedaba más alcohol y hace meses que no saboreaba esa sensación de sentirse abrigado, aunque fuera por unos labios desconocidos. La chica no se negó, ya que en cuanto Harry se detuvo, ella tiró de la muñeca de Harry; reclamaba la necesidad de tener privacidad.

"Encontrarme a alguien para amar."1

Subieron al dormitorio de chicos vacío, porque todos seguían ocupados en la fiesta, y por el resto de tarde, Harry decidió que Fay Dumbar iba a ser la persona que iba a amar hasta que recobrara la razón al día siguiente.

Sin lentes, embriagado por el alcohol y el perfume frutal; casi no lo pensó cuando se sacó la camiseta y la chica ronroneó encantada al definir la piel morena de Harry deslumbrar frente la luz del atardecer.

Espectacular —gimió Harry, contra el pecho de la chica.

Fue divertido pretender que esos labios que besó, los pechos que amasó, los sonidos que se le escaparon y esos suaves costados que delineó con las manos; fueron algo que disfrutó sin dudas de por medio.

• ── ◦ ◦ ── •

Como acabó aburriéndose de los alegatos de Zabini en contra de Gryffindor y los insultos que lo acosaban hasta el dormitorio, Draco decidió tomar su bolsa y salir de la sala común.

No gozaba ningun plan de donde ir. Podría darse una vuelta en el baño de chicas del primer piso, pero no quería lidiar con Myrtle y el irse a encerrar a alguna sala de clases era patético.

Lo peor del asunto fue que pronto tocaría el toque de queda y, ahora que no era prefecto, se iría a castigo tan pronto lo encontraran por los pasillos.

Caminó hasta la biblioteca, donde madame Pince cerraba, cruzó la enfermería sin escuchar ni un misero ruido y también pasó por afuera de la sala de astronomía, que conservaba las luces encendidas, pero la puerta cerrada. Continuó de largo.

Subió un par de escaleras, dispuesto a ir a ese recoveco tan propio, pero a mitad de camino se detuvo en seco al escuchar un leve llanto en la cercanía y el olor tan propio de Hermione en el ambiente. Lo siguió centrado en ese aroma, hasta que lo encontró dentro de un aula vacía.

Empujó la puerta con levedad, a lo que la chica se sobresaltó incrédula. Draco hizo una mueca, paralizado sin saber si entrar o retroceder tan rápido como pudiera; sin embargo, tan pronto sus pies se giraron, la cabeza le gritó la palabra "empatía" tan alto, que no pudo seguir su más primitivo instinto.

—¿Qué es lo que quieres, Malfoy?

Draco se encogió de hombros, ni él sabía que era lo que hacía ahí.

—Te escuché llorar…

—Como si tan siquiera te importara.

Draco vio a Hermione, que se sentó en el suelo con la espalda contra la pared y la cabeza a gacha. La habitación se encontraba vacía, pero sin polvo y con las luces apagadas.

Quizás debía seguir el consejo de Harry y hacerse más cercano a sus amistades.

Hermione sacó la varita y comenzó a practicar unos pocos hechizos. Draco vio un par de pájaros que conjuró rondar por el cuarto y posarse en el candelabro central.

—Siéntate.

Se fijó en el espacio libre al lado de Hermione, y Draco obedeció sin decir nada. Hermione contrajo las piernas contra el pecho y movió la varita.

—¿Qué sucedió?

—Nada…

—Ajá, claro… haber entonces respóndeme otra cosa. ¿Qué haces aquí sola? Vas a todos lados con Harry. Son prácticamente siameses.

La chica chasqueó la lengua y los pájaros se giraron hacia Draco feroces, quien se mordió el labio.

—Puedo pasar mi tiempo sola si me apetece. Aparte, lo más probable es que Harry ahora lo esté pasando en grande en la sala común.

—¿Y por qué tú no estás ahí?

—¡Deja de ser tan preguntón! Podría hacerte la misma pregunta ¿sabes? —exclamó Hermione, con lágrimas que le saltaron de los ojos—¿Por qué no estás en tu maldita casa?

Draco vio los pájaros, intimidado por ellos y tragó en seco.

—No puedo pasar demasiado tiempo ahí. Al final de cuentas soy considerado un traidor y no sobra el comentario molesto cada cinco segundos.

Hermione se mordió el labio, como si se diera cuenta de que cometió un error.

—Lo siento… no debí… Harry me contó que hay mal ambiente en Slytherin.

—Sí, ya sabes, mierdas de puristas a la sangre —reconoció Draco, con una sonrisa que desconcertó a Hermione—. Ahora mismo trato de esconderme cuanto pueda de Zabini; está empeñado en hacer el mayor daño posible con sus malditas palabras.

Hermione analizó la mano de Draco y la sonrisa triste en los labios del chico. Los pájaros revolotearon por la sala, mientras Hermione agarraba la muñeca del chico.

—Tú ya no me… ¿Odias?

—¿Odiarte?

—Por ser nacida de muggles.

Draco rio y negó con la cabeza.

—No tendría sentido, ni siquiera soy sangre pura en este punto de mi vida… ya sabes, porque la luna me vuelve un lunático.

Aquello hizo reír a Hermione y Draco dejó que la chica entrelazara sus manos en un gesto amistoso.

Desde siempre que notó que Hermione emanaba un olor agradable, a lo mejor no tanto como Pansy, pero que en ese ahora se intensificó y casi pudo notar un tenue atisbo de sandia salía en cada carcajada que daba la chica.

—Oye… yo, lo lamento.

Hermione pestañeó y ladeó la cabeza sin comprender del todo.

—Por el beso, fue inapropiado y quiero disculparme.

—Ah, eso… hace tiempo que te perdoné por eso —dijo la chica. Él volvió a respirar tranquilo.—. Igual, tampoco es como si hubiese sido el primero.

Draco alzó una ceja burlesca—Pero estoy seguro de que fue el mejor.

—Ya quisieras, Draco. Tus labios no son comparables a los de Krum.

Recordó toda la historia de Hermione y Krum, y Draco tuvo que aceptar que tenía razón. Según su propia referencia con un par de chicas de Durmstrang, los labios búlgaros eran una experiencia de otro mundo.

Deseó continuar con la amena plática, pero la puerta se abrió de improvisto, y dejó a Lavender con Ron entrar, los cuales se besuqueaban sin descanso. Hermione los inspeccionó esceptica al igual que Draco, quien se aturdió un poco ante el perfume tan intenso de la chica.

Lavender al ver a Hermione sentada junto a Draco, soltó una exclamación inmensa.

—¡Granger!

Ron se separó y vigiló a Draco un largo segundo, luego a Hermione, con la nariz sonrojada y las manos de ambos entrelazadas. Draco juró que se enrojeció tanto como el cabello del otro chico.

—¿¡Qué mierda haces con el imbécil de Malfoy?! —reclamó Ron indignado, quién se acercó con par de pasos feroces—. ¿Acaso te gusta ese desgraciado?

Se separaron del agarre y Hermione volvió a llorar. Draco se puso de pie, e interpretó al instante el origen del lío con Hermione.

—Parásito Weasley, ¿Qué tal si te largas con tu noviecita a otra parte?

Lavender observó a Hermione burlona sin decir nada y volvió a tomar el brazo de Ron.

—Ro-Ro, déjalos, vamos a buscar otra sala para nosotros…

—Hermione ¡Eso es estúpido! ¿Cómo puede gustarte un hijo de puta como Malfoy? ¿Es que acaso no lo ves? Es vil y…

—¡Cállate, Ronald! —gritó Hermione, que vio a las aves, que se juntaron— ¡Tú no sabes una mierda! ¡Déjame tranquila! ¡Oppugno!

Las aves se lanzaron igual que flechas contra la pareja, que se marcharon sin llegar a darles. La puerta se cerró de golpe y Hermione cayó al suelo en un llanto desgarrador.

Draco la abrazó por los hombros y le acarició la cabeza.

Amarlo se siente horrible, Draco.

—Está bien… desahógate.

—Ya no quiero sentir esto nunca más —sollozó Hermione—. ¿Cómo puedo dejar de amarlo?

Draco suspiró y le permitió a Hermione darse media vuelta para fundirse en su pecho, con las lágrimas que le humedecieron la camisa. La permitió debilitarse, porque Draco no lograba encontrar palabras consoladoras que fueran de ayuda.

• ── ◦ ◦ ── •

Al día siguiente, el rumor de que Draco salía con Hermione se extendió por todo el colegio.

Harry corrió en busca de la chica, que llevaba escondida el día entero en la biblioteca.

—¡No es verdad! Malfoy, ayer me ayudó porque…

Le explicó su gusto por Ron, del cual Harry ya estaba al tanto, y como Draco le brindó ayuda; Harry enlistó un par de cosas en sí mismo.

1. No haber tenido "eso" con Fey, porque de esa forma no hubiese surgido un malentendido con Draco.

2. Encontrar a Draco en ese mismo instante.

—No me han dicho nada feo, todavía… si bien varias chicas me preguntaron que como lo hice y tal… he tratado de disipar el rumor, pero no hay caso —dijo la chica, que cerró un libro y ojeó otro—. Deberías buscar a Draco, yo he querido, pero si me acerco a él… ya sabes, será echar más leña al fuego.

Harry se fue de la biblioteca y revisó el mapa del merodeador, para dar con Draco en un pasillo del tercer piso, lo más probable para dirigirse al salón de encantamientos. Harry apresuró el paso, y se encontró con susurros chismosos a lo largo de todo el camino.

—¡Malfoy!

—¡QUE NO ESTOY SALIENDO CON HERMIONE GRANGER! —gritó Draco enardecido, para acabar por fijarse en Harry. Todo apuntaba a que se ensimismó tanto en ese pensamiento, que no percibió el aroma de Harry—. Ah… eres tú, Potter, por si lo preguntabas, no, no salgo con tu mejor amiga.

—Sí, Hermione me contó.

Draco metió las manos en los bolsillos, les gruñó a los niños que los vigilaban y se metieron al aula de encantamientos, donde el profesor Flitwick terminaba de ordenar unas plumas.

—¡Hola muchachos! —saludó el hombrecillo—. ¡Me enteré de la noticia! Hermione es un excelente partido si me dejas decirte, joven Malfoy.

Draco se desordenó el pelo exasperado, dejó el bolso de un golpe en la mesa, pero Harry le cubrió la boca antes de que dejara escapar cualquier estupidez.

—Profesor, no están juntos, es un tonto rumor —aclaró Harry, a lo que el profesor Flitwick se sorprendió.

—Oh… vaya, entiendo, lo siento —dijo Flitwick, que convocó un par de muñecos de práctica en medio de la sala—. Bueno, entonces voy a tener que reembolsar el dinero que nos quitó Madame Pince.

Draco soltó un gruñido exasperado y exclamó:

—¡¿Los profesores apuestan por nuestras relaciones!?

Flitwick se dio cuenta de que metió la pata, ya que sonrió incómodo y salió de la sala.

—Esto es una grandísima estupidez, Potter ¡Estoy harto! Al menos mis amigos cercanos ya saben que es un rumor, pero el resto… —Draco se sacudió la cabeza—¿Sabías que medio Ravenclaw parece tener un crush con Hermione? ¡Yo no tenía ni idea! ¡Y también un cuarto de Slytherin! —Draco apoyó la barbilla en la mesa—. ¡Tengo tanta hambre que me comería un hipogrifo! no pude ir a desayunar porque si me movía en el pasillo me llegaban maldiciones por doquier.

—¿En serio no has comido nada?

—Una barrita energética. Después voy a pasarme a la cocina a ver si puedo robarme un par de pasteles.

Harry rebuscó en la mochila y le dejó encima una bolsita de frutos secos y una leche chocolatada, que Draco aceptó encantado.

—Si te soy sincero, no tengo ni idea de que hacer para ayudarte —declaró Harry—. Hermione me dijo que Lavender fue la que empezó el rumor ¿no?

—Eso es seguro. Weasley no tiene las pelotas para decir que Hermione está enamorada de otro tipo que no es él.

—¿Tú también crees que ese romance con Lavender es una fachada?

—¡Mierda, Potter! Eso es lo más obvio —gruñó Draco, que dio un golpe en la mesa—. Ayer se puso como loco, porque Hermione me tomó de la mano; no sé por qué yo tengo que pagar por las estupideces de Weasley. ¡Por Merlín! Esta situación es estúpida.

—Si… —dijo una voz soñadora a espaldas de ambos—. Es estúpida.

Los chicos gritaron y se dieron media vuelta. Luna traía un conejo en brazos y venía acompañada de Neville. Ambos chicos saludaron, pero ninguno necesitó una explicación para darse cuenta de que ellos tampoco eran partidarios del rumor absurdo.

Harry se inclinó en el oído de Draco y le susurró:

—Tus sentidos están fallando, Malfoy.

El chico frunció el cejo y le contestó de vuelta:

—Lamento tener otras cosas en las que pensar, Potter.

—Es tontísima la situación —declaró Luna, que dio un brinco por encima de los escritorios para detenerse frente a la mesa de ambos—. Porque Hermione está loca por Ron y Ron por Hermione. Y tú Draco… bueno…

La chica le sonrió a Harry y se volteó a Neville; dejó el conejo en la mesa, que dio un par de brincos y saltó a los brazos de Draco, quién le palpó la cabeza.

—En fin… ¿Quieren un ejemplar de "el quisquilloso"?

Los chicos negaron con la cabeza.

—Oye, Harry —llamó la atención Neville, que a pesar de tener los ojos de Draco encima, los ignoró de manera olímpica— ¿Es cierto que ayer… estuviste… ya sabes… de esa manera con Fay Dumbar?

Draco frunció el cejo—¿Quién Fay Dumbar?

—¡Nadie! —se apresuró a decir Harry.

—¿Fay Dumbar? —repitió Luna—. Es una chica rubia, bajita… va en mí mismo año, pero es amiga de Romilda Vane; bueno, era… ahora están peleadas.

Draco puso una mueca extraña, lo más probable es que fuera su primera vez que escuchaba todos esos nombres.

—Romilda es la líder del club de fans de Harry —explicó Luna—. El otro día me ofrecieron veinte galeones a cambio de un par de huevos de ashwinder. ¡Con lo complicados que son de encontrar!

Sin importarle demasiado que eran los huevos de ashwinder, Draco miró a Harry furioso y Luna tiró del brazo de Neville.

—Parece que metimos la pata, Nev.

Y sin decir mucho más, Luna recogió al conejo y salieron de la sala. Draco, en eso, alzó una ceja.

—¿Es decir que, mientras yo consolaba a tu mejor amiga, tú explorabas tu asquerosa sexualidad?

—Si lo pones así me haces quedar como el malo.

—¡Pensaba que Hermione y tú eran muy unidos! Si Pansy no está por ningún lado en la sala común y Daphne no sabe dónde está, ¡Me voy a preocupar por ella!

—¿¡Acaso no tengo derecho a disfrutar de la fiesta que organizó mi equipo!? Incluso creí que Hermione estaba en el dormitorio, no le gustan tanto las fiestas…

Draco contrajo los labios y apoyó la barbilla en la mesa.

—Agh… ya da igual, ahora lo importante es como hacer para que dejen de molestar con ese rumor de mierda.

Se inclinó sobre la mesa y de reojo examinó a Draco, quien abrió la envoltura de una cajetilla de cigarros caros.

—No tengo ni idea.

Draco ladeó la cabeza y le hizo un gesto para que se pusiera de pie, para que salieran de la sala. Con Harry al lado, nadie se atrevió a encarar a Draco, pero sí que recibió vistazos acusadores. Subieron hasta el primer baño de hombres, y tras clausurar la entrada, en cuanto el ultimo chico se fue, Draco le tiró los cigarros a Harry.

—Yo tampoco tengo ni idea.

Llegaron a encantamientos con las camisas impregnadas de nicotina y pensamientos rumiantes.

• ── ◦ ◦ ── •

—Hola Harry.

Dumbledore lo esperaba detrás del escritorio. El anillo ya no se encontraba encima de la superficie y, detrás de los lentes de medialuna, lograba percibir unas leves ojeras.

Encima de la mesa, reposaban dos tazas de té y una caja de galletas de limón.

—Me enteré acerca de la noticia del Joven Malfoy y la señorita Granger —declaró Dumbledore, que le dio un sorbo al té—. No puedo negar el hecho de que estoy bastante impresionado.

—Profesor… no salen juntos.

Dumbledore suspiró aliviado y asintió.

—Eso es bueno… siéntate por favor, Harry, hoy deberás estar preparado para nuestra lección.

El chico mordió una galleta y se acomodó los lentes.

—¿Por qué?

—Porque estudiaremos Oclumancia.

Harry se mordió el labio. No quería, bajo ningún pretexto volver a estudiar esa rama mágica.

—Sé que tus experiencias con el profesor Snape fueron, ¿para qué mentir? Nefastas, pero estoy seguro de que intentarlo de nuevo puede resultar beneficioso.

Harry confiaba en Dumbledore, así que le creyó. Se terminó el té con las galletas, acompañado por una anécdota que el anciano tuvo con un muggle llamado Kowalsky y luego hizo que Harry se sentara en el mullido sofá.

—Despeja la cabeza. Ahora que estudias hechizos no verbales, puede que te sirva de ayuda. Mientras yo un intento meterme en tu cabeza, piensa en algún encantamiento protector.

Con esas palabras, ya era suficiente para que Harry sintiera que ya había dado el doble de pasos que con Snape el año pasado.

—El profesor Snape me ha dicho que eres bastante… incompetente en la materia, pero no me puedo mostrarme de acuerdo con su opinión si nunca te he visto intentándola.

—Haré mi mejor esfuerzo.

—Muy bien, Harry, ahora relájate.

Harry cerró los ojos y pensó en un "protego" una y otra vez. El único problema es que, ni en la cuarta ocasión, logró hacer que Dumbledore fuera expulsado de su cabeza.

Lo único bueno es que el dolor que experimentaba no era similar al que sentía con Snape. Con Dumbledore, aunque igual era como si le estrujaran la cabeza con fuerza, después de una intromisión, el hombre salía y una nube de relajación envolvía a Harry por completo; lo que le servía para que recuperara fuerzas.

Lo hicieron una quinta, sexta, séptima vez, sin resultados notorios; hasta que a la octava Harry pudo protegerse y logró impedir que Dumbledore retrocediera.

El hombre sonrió satisfecho.

—¡Bien hecho, Harry! —exclamó, buscando la caja de galletas—. Toma otra, te la mereces.

• ── ◦ ◦ ── •

Draco entró cabizbajo al salón de Snape, en cuanto escapó por quinta vez de un grupo de tipos que no dejaban de rumiar acerca de lo hermosa que era Hermione y lo estúpido que era Draco.

Al menos no podían decir que era feo y eso le elevaba el ego.

—Dime, por favor, que lo que he escuchado todo el miserable día es mentira.

—Lo es —contestó Draco, que se derrumbó en la silla. Snape se pasó la mano por el cabello y convino aliviado—. Jamás. Con Granger. Nunca.

—Eso era todo, ven acércate, el periodo de maduración de la poción ya ha concluido. Te voy a enseñar como comprobar que funciona.

Draco obedeció, se levantó y fue al lado de Snape, frente al caldero.

—Profesor, acerca de lo del otro día, quiero disculparme por haberme dejado llevar por mis impulsos.

Snape tomó a Draco por el hombro en un gesto tranquilo.

—Aun así, no está en mi poder el devolverte el cargo de prefecto.

Al destapar la tapa, un humo azul se derramó encima de la mesa y un olor fuerte a acónito llenó el salón, Draco quiso vomitar, pero se contuvo de forma ejemplar.

—Con el humo y el olor ya puedes percibir que la poción funciona, no obstante, para estar más seguro, vamos a utilizar esto.

Snape abrió una caja que atesoraba encima de la mesa, con un lazo negro.

Aperta luna hominis —pronunció Snape, que apuntó a la caja con la varita—. Este hechizo lo creé para esta función en especial; ya verás por qué.

Al destapar la caja, Draco se percató de dos objetos; una piedra lunar que vio incontables veces y un hueso con varios agujeros en este.

Un hueso de un hombre lobo.

—¿Cómo es que…?

—No quieres saberlo —gruñó Snape, que tomó un gotero el cual llenó con pócima—. En fin, hay dos métodos, usar una piedra lunar verdadera o un hueso de hombre lobo. ¿Cómo compruebas que una piedra de estas es autentica? Si al caer una gota de pócima, esta se mantiene intacta; es auténtica y la pócima funciona, por otro lado, si viertes una gota en un hueso de licántropo y la poción la atraviesa; la pócima funciona.

Snape le mostró ambas opciones, y Draco vio al hueso ser atravesado por la poción, como si se tratara de ácido. En cambio, en la piedra, la misma solución resbaló sin gloria alguna.

—Por lo tanto, esta poción es efectiva y si tomo en cuenta la cantidad que hicimos, será suficiente para tres… no, dos lunas llenas —indicó Snape, que dejó las cosas guardadas de nuevo. Draco se dedicó a comenzar a verter la pócima en dosis—. La próxima la harás tú mismo, bajo mi supervisión, pero no te ayudaré en nada. ¿Entendido?

Draco afirmó, con un frasco en la mano.

—Profesor, ¿no hay una manera de hacer que esto sepa mejor?

—Si le agregas azúcar la pócima pierde efectividad, al igual que otros ingredientes; por eso existen las recetas.

Snape poseía un gigantesco recetario que, en realidad, usaba para comprobar ciertas dudas, porque la mayoría de las pócimas ya las conocía al pie de la letra. Draco observó de nuevo la página de la poción matalobos, junto a la letra pequeña y apretada de Snape que empleaba al escribir en papel, pero nunca en el pizarrón, en donde se esforzaba en hacerla legible.

—Supongo que el sabor se lo debe otorgar el acónito.

—Es lo más probable, Malfoy.

—Eso quiere decir que, si no llevara acónito… ¿Podría saber mejor?

—Si no llevara acónito, crearías otro brebaje distinto; ya sabes que el acónito es el ingrediente principal de…

—¡Sí! Pero, quizás haya algun procedimiento para hacer un brebaje alternativo —explicó Draco, que derramó un poco de poción en la mesa—. Solo decía.

Snape se lo pensó un segundo y se encogió de hombros.

—Quien creó la poción fue Damocles Belby y, según tengo entendido, hizo varios prototipos antes de lograr dar con la adecuada —contestó Snape, que limpió el caldero una vez Draco terminó de embotellar—. Sin embargo, temo que, si quieres saber más acerca de esas otras pócimas, tendrás que hacerte cercano al inútil de su sobrino, Marcus; creo que estaba en… ¿Hufflepuff? No… ¡Gryffindor! —Snape frunció el cejo—. ¿Ravenclaw? Bueno, en una de esas casas sin importancia.

Draco sintió el peso de la caja de madera blanca, le colocó el hechizo protector y de invisibilidad, y la metió dentro del bolso.

Marcus Belby. No sostenía ni la más mínima idea de quién era ese chico. Suspiró aburrido y se colgó el bolso en el hombro.

—¿Eso es todo por la lección de hoy?

—En efecto, hoy tengo papeleo que hacer así que te puedes ir.

Se despidió y salió del salón desconcentrado en saber quién era Marcus Belby. Lo más probable es que estuviera en el club de Slughorn, debido a su conexión familiar con Damocles, pero no sabía cómo contactarlo si él no era parte del club.

"Ah… pero Harry sí está en ese estúpido club".

Corrió a la sala de Slytherin, ignoró los insultos y se fue al dormitorio en donde guardó la caja, sacó el espejo de dentro de la almohada y se lo llevó a uno de los cubículos del baño donde puso un hechizo ensordecedor para llamar a Harry.

El chico apareció al cuarto llamado, con una interrogante en el rostro.

—Marcus Belby, ¿Quién es?

—Eh… no sé.

—¡Por Merlín, Potter! Estoy cien por ciento seguro de que va a ese club de Slughorn.

—Ah, bueno, si te soy sincero; no me acuerdo… y tampoco he ido a ninguna reunión.

—¿Qué? ¿Por qué? —inquirió—. ¿Te han invitado tan siquiera?

Yep… pero no me va el rollo de ponerme traje para ir a comer una cena.

Draco negó con la cabeza, se mordió el labio y gruñó una maldición.

—A la próxima vas, te pegas como una lapa a Marcus Belby y le cuentas porque soy una persona de lo más encantadora.

—¿Por qué ese tipo es tan importante?

—Tiene algo que necesito, urgente, así que lo harás, Potter y vendrás a decirme que tal te fue.

—No quiero hacerlo —dijo Harry, que puso ojos de perrito, los cuales surtieron nulo efecto en Draco—. Podrías buscarlo mañana.

—Con mi reputación de mierda, el tipo va a escapar en cuanto me vea, Potter ¿Cuándo es la próxima junta?

—… Esto… ¡Hermione! —gritó Harry, que colocó el espejo boca abajo— ¿Cuándo es la próxima reunión de Slughorn? … ajá… ¿Qué?… ah… vale gracias —Harry esperó un segundo antes de volver a levantar el espejo—. Mañana, y en navidad habrá una fiesta.

—Genial, ahora, vas a hacer lo que te dije ¿no, Potter?

Draco hizo el mayor esfuerzo para sonar amenazante y logró que Harry tragara en seco y asintiera.

—¡Fabuloso! ¡Nos vemos!

—¡Espera!

—¿Ahora qué?

—¿Cuánto es suficiente?

Draco se lo pensó un largo momento.

—Hasta que el tipo se enamore de mí.

—¿Qué? No jodas, ¿Cómo te puede gustar un tipo que no conoces?

—Potter, no me gusta, a quien quiero es a su tío; así que más te vale hacer lo que te digo —determinó Draco—. Adiós.

Era consciente que dejó a Harry con más dudas que respuestas, pero esa era la intención inicial, porque ahora era una obviedad de que iría sin rechistar solo para saber por qué Marcus Belby era tan importante.

Que Harry ahora creyera, de forma errónea, que tenía un gusto por la gente mayor era un efecto colateral que podría resistir.

"Una pequeña venganza por lo de Granger" pensó con apatía, mientras se dirigía al cuarto "Es un imbécil. De seguro que esa tal Dumbar ni siquiera es tan bonita".

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Notas:

Somebody to love: Queen.

¡Hola!

Sin duda, lo que más me cuesta relatar en mis fics de HP, son los partidos de quidditch; ¡Me cuesta mucho hacerlos interesantes y dinámicos!

¡El próximo capítulo es Halloween! Me gusta mucho ese capítulo, pero sin duda mi favorito, es el numero 25… es decir, en tres actualizaciones más…

¿Por qué? Porque es una bomba… (inserte risas malévolas).

The Machine