"(…) Bueno, pastel de calabaza caliente y pesado,
dulce de chocolate, Jesucristo.
No hay nada que me guste más que tú.
Oh, casa, déjame regresar a casa.
Hogar es donde sea que esté contigo." 1
• ── ◦ ◦ ── •
Dentro del último compartimiento, con un cigarro atrapado entre los labios y los ojos puestos en el paisaje que se diluía al fondo; Draco lo esperaba. En lugar de traer el uniforme puesto, iba vestido con unos vaqueros negros que contrastaban con el suéter verde oscuro, el cual aparentaba ser tan caro como todas las prendas de segunda mano que Harry vestía a diario.
Tan pronto Harry entró, Draco esbozó una sonrisa, tomó el cigarro y se despegó de la pared tranquilo. Harry se apresuró a cerrar la puerta corrediza con pestillo y bajar la cortina, en el momento exacto en que Draco se encorvaba para robarle un beso de bienvenida.
Pronto y sin tener la necesidad de haber fumado ni un cigarro, percibió el amargo (aunque refrescante) sabor mentolado en la boca. Al separarse, Harry lo miró con seriedad.
—No soy fan de los de menta.
Draco emitió un ruido pensativo y dejó que Harry le quitara la cajetilla que traía en la mano.
—Pero aun así quieres que te siga besando ¿no?
Harry se alegró a modo de respuesta, y Draco le dio una calada al cigarro, justo antes de volver a ponerlo entre los dientes; sin embargo, no fue capaz de inhalar, ya que Harry lo aprisionó contra la pared y reemplazó el cigarro por sus labios.
Ya iba a cumplir una semana desde que no se veían en absoluto, entre idas y vueltas, con los trabajos de clases, mientras trataba de convencer al profesor Flitwick para que le recibiera la tarea asignada a principios del ciclo; Harry con suerte halló tiempo para comer.
Era impresionante el darse cuenta de la abstinencia por la que tuvieron que atravesar sin siquiera darse cuenta de que pasaban por un mal rato. Harry miraba de manera soñadora el reloj durante las eternas horas, con un anhelo atrapado en los labios para que las manillas se movieran más deprisa.
Harry, con todo, no dejaba de estudiarlo cada vez que se separaban. Draco se notaba más delgado con las mejillas hundidas y profundas ojeras; casi como si una parte del chico se hubiese gastado durante los exámenes y todavía no se recomponía.
Draco acabó por apagar el cigarro contra la cornisa de la ventana y se volteó a Harry con gesto jocoso.
—Según mis cálculos, tenemos media hora para que llegue el primero de los prefectos.
Harry fue directo a los labios de Draco con risas compartidas; no obstante, tuvieron que separarse al par de minutos para permitir que el prefecto de Hufflepuff entrara y confirmara que dentro de esa cabina no sucedía (o sucedió) ninguna pelea.
—Calculaste mal.
—Pero al menos ya no nos molestaran durante un rato.
Harry era consciente de lo real que era ese sentimiento en cuanto lo comparó con Ron, que no dejaba de quejarse de lo pegadiza que era Lavender con él.
—¡Mira mis labios! A este paso me va a dejar yagas.
En cambio, Harry juraba que nunca tendría suficiente de Draco.
Era consciente de que esa emoción pronto se iba a desvanecer junto al paso de los días y la costumbre se abriera paso más rápido que la novedad; y eso era, posiblemente, el motivo por el cual Harry deseaba aprovechar esa pequeña nirvana en la que ahora los dos coincidían.
No era similar a Cho Chang, mucho menos con Fey. Era único y extraordinario. Era un estado de ausencia de dolor, donde se creía invencible y el futuro se vaticinaba como una constante aventura.
Pese a, Draco terminó por ser el primero en separarse de Harry, quien se cruzó de brazos e hizo un mohín molesto con los labios.
—Temo que tanto intercambio de saliva pueda llegar a convertirte en un hombre lobo —dijo Draco, con los labios húmedos y brillantes.
Pretendió encender otro cigarro, pero Harry se lo quitó de los labios y salió un minuto de la cabina; a su regreso, traía en las manos una provisión considerable de dulces que compró de la bruja del carrito, que estaba a punto de ir a dar la primera vuelta en el tren.
—¿Paletas de sabor a sangre? —preguntó Draco, al tomar una piruleta roja—. Hace años que no como una de esas.
—¿Son de sabor a sangre? ¡Pensé que eran de frutilla! —contestó Harry, que le dio una probada a la paleta y arrugó un poco la nariz—. Agh… no me gustan.
—Eso es porque saben a sangre —recalcó Draco, que se terminó por meter la paleta a la boca e hizo un gesto complacido—. No recordaba que eran tan buenas.
Harry colocó los ojos en blanco, se comió la rana de chocolate que compró y le enseñó el cromo de "Merlín" a Draco con una mueca entusiasmada.
—Tenía la colección completa, pero me acuerdo de que, como nunca me salió el jodido Agripa, mi papá me lo compró.
—¿Puedo ver las tarjetas?
—No sé qué se hizo de ellas, supongo que quedaron en la mansión o que-se-yo.
Harry soltó un "Buu" desilusionado y bajó la mirada para notar que Merlín desapareció de la tarjeta. Se apoyó contra la pared y le tiró a Draco un paquete de gomitas para compartir.
—¿Planes?
—Hemos discutido los planes durante las últimas semanas, Harry. Tal parece que es el único tópico que tu cabeza llega a procesar.
—¡Son las vacaciones! No puedes negar que tú tampoco estás ansioso por ellas.
Draco observó a un costado, con una mezcla de emociones plasmadas en el rostro.
—Mientras que no sean similares a las del año pasado…
Harry se mordió un poco la lengua y se acercó al lado de Draco para tomarle de la mano. La piel morena de Harry que contrastaba con la lechosa de Draco lo que hacía que ambas se acentuaran aún más, igual que un bronceado en pleno invierno.
—No lo serán; te lo aseguro. En cuanto termine navidad, voy a ir contigo y todo irá bien ¿vale?
—Vale.
En el sentido literal de la palabra, ese contacto fue mágico. Una corriente cálida pasó de la mano de Harry y envolvió el corazón de Draco de forma tan natural, que no pudo dudar ni un segundo ante las palabras que el otro chico le dedicaba.
—¿Cuánta tarea te dejaron?
—Bastante, incluso Madame Pomfrey, Snape y la profesora Sinistra —suspiró Draco, apoyado contra la ventana—. Ni siquiera me van a evaluar ni nada, pero por alguna razón siento que si no las hago, algo malo va a ocurrir… en especial con Snape.
Draco no le preguntó a Harry que tarea le dejaron, porque cada una de las cinco clases que Harry tomaba, Draco también, así que por defecto compartían el mismo trabajo.
—Si quieres puedo dejarte copiar la mía cuando termine.
—Pero qué buen novio tengo ¿no? —se burló Draco, con un tono falso y media sonrisa—. Harry, eres genial para ciertas cosas, pero para hacer el trabajo de clases confío más en mi capacidad intelectual.
Lo que era una burla desdeñosa, pronto se tornó en contra de Draco. Harry no se mostró insultado mucho menos molesto, al contrario, apartó el paquete de gomitas y se relamió los labios.
—¿A si? Y según tú ¿En qué tipo de cosas soy bueno?
—¿Eh?… Ya sabes, cosas —contestó Draco, que chocó con la pared y se puso nervioso al ver a Harry acercarse sin quitarle la vista de encima—… por ejemplo, hacer que te quieran… matar.
Lo dijo tan suave que Harry ni se inmutó y, en lugar, se guardó los lentes dentro del bolsillo trasero. Draco se mordió el labio y desvió un par de veces la atención, para no tener que enfrentarse a los ojos hambrientos de Harry.
—¿Qué otras cosas?
—Eres bueno para defensa… contra las artes…
Harry en ese punto ya tenía la cara a poco menos de diez centímetros del rostro de Draco, quien cerró los párpados y entreabrió la boca, al intentar prevenir un beso que nunca llegó.
—Tal parece que soy bueno para hacerte callar ¿eh? —se rio Harry, satisfecho ante el gigantesco rubor que Draco adoptó—. Qué lástima… ¡si hubiese sabido esto hace tiempo me hubiera ahorrado un montón de peleas contigo!
Draco se quedó con los sentidos avergonzados y un poco encogido de hombros como si se cubriera de Harry con una barrera de pudor.
—¿Qué ocurre?
Draco se relamió los labios y sintió la mano de Harry apartarle el pelo del rostro, junto al pulgar que le acariciaba la mejilla con ternura.
—No me gusta que me engañes así —bufó Draco, en tono molesto.
—¿Así cómo?
—Si no me vas a besar, no te me acerques tanto.
Harry soltó una risita sobre los labios de Draco y le apretó la nariz. Podía (Harry) ser más bajo, pero eso no le quitaba puntos al momento; era divertido tentar a Draco hasta el punto de que lo miraba desde arriba con una súplica apremiante.
—Está bien, mi culpa; deja que te compense.
• ── ◦ ◦ ── •
—Veo que estás sola, Pansy.
Pansy alzó la mirada y se encontró con la expresión alegre de Ginny. Ambas chicas aún continuaban con el uniforme puesto, pero Pansy no pudo no fijarse en que Ginny ese día decidió cambiar su peinado habitual (suelto, desenfrenado y agitado por el viento) a un par de trenzas desarregladas.
—Déjame inferir que tú igual, Ginny.
La chica se dejó caer al frente y tomó una de las revistas de moda que Pansy ya había releído cerca de veinte veces, para hojearla con aburrimiento.
—Neville y Luna están en su universo, mi hermano lo vi con Mione, y Harry, ni idea, dijo que iba a estar al final del pasillo.
Pansy arrugó el entrecejo, se inclinó sobre la mesa y susurró con interés.
—Qué coincidencia, Draco me dijo lo mismo.
Ambas chicas se miraron con complicidad, como si se dijeran un montón de cosas sin necesidad de palabras.
—La Amortentia.
—¿La de Draco?
—Sí, huele a Harry.
Los prefectos de Hufflepuff se voltearon un poco confundidos al ver a ambas chicas riéndose con tanto brío.
—Es alucinante y pensar que hace un tiempo montaron esa tremenda pelea durante el partido de quidditch del año pasado ¿te acuerdas? —añadió Ginny, al apoyar el mentón en la mesa, a lo que recibió un asentimiento por parte de Pansy—. Me da un poco de morbo saber quién de los dos suele tomar la iniciativa.
—De seguro Harry —dijo Pansy—. Draco es un muermo para este asunto, le da muchas vueltas y la única forma de que responda es que su pareja actúe. —Ginny la vigiló confundida ante tal análisis— ¿Qué pasa? Estuve con él la suficiente cantidad de tiempo para saberlo: nunca fui yo, siempre fue él. Es un novio atroz, mis condolencias para Potter.
—Ah… casi me olvidaba de eso. ¿No es incómodo ser mejor amiga de tu ex?
—Al principio, pero nos queremos tanto, que no comprendo cómo es posible que hayamos podido tener algo más allá de una amistad. Ahora el solo pensarlo me da escalofríos, siento que lo nuestro rozaba lo incestuoso.
Pansy se echó un poco hacia atrás para poder apreciar el paisaje de Ginny ahí sentada, con los codos hincados, mientras jugueteaba con un mechón que se le escapó del peinado y una risa risueña ante lo que Pansy acababa de declarar.
—¿Y las cosas con Dean?
—Cortamos, hace tiempo ya —soltó Ginny—. Si te soy sincera, creo que en determinado instante, me sentí como la mejor amiga de Dean y que era la tercera rueda entre él y Seamus.
—Te comprendo, chica. Eso significa que las terceras ruedas se juntan para charlar de los rollos amorosos del resto…
Ginny tomó la revista de moda que Pansy leía antes de que llegara.
—¿Planes? —preguntó Ginny.
—No muchos, esta vez me quedaré aquí las tres semanas, muerta de aburrimiento.
—Entonces quizás podremos coincidir… esta tienda tiene ropa bonita ¿te parece si quedamos y vamos un día?
Pansy se relamió los labios, vio a donde apuntaba Ginny y sintió por primera vez en la conversación ese suave pero persistente olor floral. Inconsciente, agradeció a Draco y las pocas ganas de este al querer esconder lo obvio.
—¡Claro! ¡Cuenta conmigo!
• ── ◦ ◦ ── •
Metió el equipaje en la maletera del coche de Tonks y tiró la basura del asiento al suelo del auto. La mujer ese día optó por un color de pelo magenta, el cual combinaba con la música estridente que salía de la radio.
En cuanto Draco se colocó el cinturón, el auto partió con una sacudida que lo hizo sobresaltarse.
—¿Quieres viajar? —comenzó Tonks.
—Si… con Potter planeamos ir a fishguard.
—Eso queda en Gales, Draco… no lo sé, es arriesgado.
—¡Será por el día! Ya tengo creado un horario muy estricto que vamos a seguir, las paradas de las chimeneas y…
Tonks se paró en un semáforo en rojo, le bajó a la música y atendió a Draco con las manos en torno al volante.
—No es eso, las cosas están peligrosas e ir tan lejos es complejo. Con suerte puedes dar una vuelta si quieres por la ciudad, pero aunque esté Harry… habrá que pensarlo.
Draco hundió las manos en los bolsillos del pantalón y se estiró cuanto pudo en ese asiento.
Claro que estaba al tanto de lo que ocurría en el mundo. Desapariciones, asesinatos, accidentes fatales. Draco leía "El profeta" de manera religiosa , con el sentimiento de que las cosas pronto llegarían al punto álgido y nadie se encontraría preparado para eso, a pesar de que las "autoridades" trataban de asegurar lo contrario.
Era complicado, sin embargo, Draco— testarudo como él sabía serlo— anticipaba aquel viaje con tanta ansia que no era capaz de dejar de pensar en la larga lista de preguntas que creó para la ocasión.
—¿Y por qué quieres ir ahí? Dudo que sea por una tarea del colegio.
Draco abrió la boca y le contó lo que revisó acerca de la preparación de la poción y las teorías que sacó a raíz de aquello; lo cual terminaba con la imperiosa necesidad justificable de ir a ver a Damocles Belby. La mujer escuchó atenta e hizo comentarios que le aportaron a Draco (al menos más que las recurrentes afirmaciones que Harry hacía al hablarle del tema). Al terminar de explicarse con lujo de detalles, se percató que llegaron a las primeras casas del barrio y Draco notaba la garganta resentida de tanto hablar.
—Es un tema interesante. No conozco a Belby y tampoco creo que Lupin sepa acerca de él —meditó Tonks, que bajó la velocidad ante un lomo de toro—. Considero que incluso podrías usar esta investigación para tu trabajo de fin de estudios.
—¿Te refieres a los EXTASIS?
—Si y no… te tocará hacerlo el próximo año cuando curses séptimo. Un trabajo individual o en parejas, que tiene que abarcar los conocimientos de los años anteriores. Sirve para eximirte en algunas asignaturas de los EXTASIS, pero deben ser temas intrigantes y bien fundamentados—explicó Tonks—. Yo lo hice acerca de si existía una posibilidad de poder imitar la habilidad innata de los metamorfomagos. Conclusión: Más o menos.
—No creo que nunca logre crear una cura; me conformo con que sepa mejor.
—Nunca digas nunca, pero si haces un buen trabajo teórico tendrás un diez asegurado.
Draco apoyó el mentón en el asiento del frente y desvió la mirada a la ventana. Afuera comenzó a nevar con levedad y a medida que se acercaron a la última casa de la avenida, la nevada se hizo más intensa.
Salió del auto y llevó la cabeza hacia atrás. Esta vez no había ningún chico francés que lo observaba a hurtadillas, ya que el parque, tal vez por la primera capa de nieve o por la humedad en los juegos, se encontraba vacío. Sacó la maleta del auto y entró a la casa, para volver a hundirse en los brazos de su madre, que lo esperaba con paciencia en el sofá junto a una taza de té y unas cuantas galletas de mantequilla.
Qué extraño se sentía una bienvenida tan cálida en fechas navideñas. En el pasado lo que siempre le aguardaba era una casa demasiado grande para tres, fría y oscura, con las decoraciones navideñas colocadas como si se tratara de una revista de interiores.
Qué extraño se sentía saber que existían ciertas personas que de verdad le importaba lo que conservaba para decir, porque su madre no lo dejó tranquilo hasta que le contó unas cuantas anécdotas de lo que iba de año. Andrómeda se sentó al lado de Narcisa y Ted en el sofá que acostumbraba a usar, Tonks, aguardó cerca de la chimenea.
Era escuchado, porque era importante.
Draco se vio obligado a admitir que poseía una familia. Una familia que lo quería.
• ── ◦ ◦ ── •
Harry dejó las maletas en la entrada de la casa. Se apresuró en fundirse en los regordetes brazos de la Sra. Weasley.
—¡Pero qué flaco estás, Harry! ¡Ten, come, por favor!
Harry analizó las empanadas de calabaza recién horneadas que yacían servidas en la mesa y, sin hacerse de rogar, fue directo comer. Ron, por su parte, se quedó estupefacto al ver a la mujer que se hacía llamar "madre" la cual se apresuraba en saludar a Harry primero, en lugar que a él, su propio hijo.
—¡Favoritismo!
—No te pongas celoso, Ron —bromeó Harry, que le estiró una empanada a su amigo—. ¿No me dijiste que era casi un hermano para ti?
Ron frunció los labios, pero tampoco se demoró en morder la comida que Harry le ofreció. Entre los dos terminaron de comer los primeros atisbos de sabor navideño y llevaron las maletas al cuarto.
Las camas, los comics, los carteles pegados en las paredes e incluso el calcetín que Harry dio por perdido, seguían tal cual lo dejó en el verano. Se aventó a la cama, con un suspiro cansado; Ron tan pronto entró, bajó de nuevo para llegar con un palto de galletas de navidad a rebosar. Harry se rio al verlo como una ardilla, con tanta comida dentro de las mejillas y sin pensarlo demasiado; rodó sobre la cama y encendió la radio mágica.
Era diecinueve de diciembre.
Sonaba música de "las brujas de Macbeth".
Y las vacaciones comenzaron entre las migas dulces que Ron desparramó sobre la colcha.
• ── ◦ ◦ ── •
Draco se permitió un día despertar triste.
Se suponía que no gozaba de motivos para hacerlo; habló con Harry la noche pasada (a través de la línea muggle) y comió una cantidad récord de pudin.
No obstante, el azúcar no fue capaz de combatir la nostalgia que lo golpeaba en los momentos más débiles de la noche.
Ese día bajó las escaleras a las cuatro de la mañana. Hacía frío por la chimenea apagada desde hace horas (su tío era el encargado de prenderla a eso de las seis) y el reloj no dejaba de recalcarle lo innecesario de despertarse tan temprano.
Se trajo un libro y una manta consigo. Con un encendedor polvoriento que encontró en la cocina, tras varios intentos logró hacer fuego y sonrió ante el calor que comenzó a emanar la chimenea.
Se sentó frente al fuego, abrió el libro y tras el primer párrafo, lo volvió a cerrar. No leyó, ni se durmió en ningún instante.
Estudió las pelotas del árbol de navidad, la estrella de la punta y las cintas rojas que lo rodeaban. Los regalos que se apoyaban abajo eran bastante pocos y Draco se dio cuenta de que se veían insuficientes porque faltaban los de él.
Saldría más tarde o mañana a comprarlos; aún faltaba para navidad.
Unas figuras colgaban del árbol, las cuales se trataban de elefantes variopintos con la trompa hacia arriba. Sacó uno y lo examinó a la luz del fuego.
Cerró los ojos, volvió a mirar al árbol, imaginándose a Lucius parado al lado, con un regalo en las manos y un gesto paternal. El obsequio era para Draco—el Draco más pequeño—, por supuesto, y de seguro que era uno de los tantos juguetes que ese año le dio por pedir, pero que pronto olvidaría su existencia.
Seis años: "¡A Theo le regalaron unos lápices que cambian de color con el sol!" Lucius asintió.
Siete años: "¡Quiero a Agripa! ¡Todavía no me sale!" Lucius redactó una carta y en media hora Draco ya contaba con el cromo entre los dedos.
Diez años: "Pansy pidió un nuevo juego de Gobstones y yo también quiero uno para jugar contra ella" Lucius le entregó varios galeones para que en la próxima visita al callejón Diagon se comprara el juego.
Llevó las piernas al pecho y contuvo las lágrimas.
El año pasado su padre ni siquiera se presentó a la apertura de regalos. Ese año tampoco estaría con ellos y prefería no ponerse a pensar en el próximo.
¿Y si pasaba los años y Draco nunca más volvía a esperar una navidad con su padre?
Trató de rememorar navidad de cuarto. La última navidad que pasó con Lucius. La última buena navidad. El hombre le regaló algo que no se acordaba. Quizás fue ropa, o perfume, se golpeó la cabeza para tratar de recordar.
Catorce años: "¿Regalo de navidad? Eso es para niños, papá. No me molestes ¿acaso no ves que estoy ocupado?".
Había sido tan imbécil en cuarto, desde el principio hasta el final del año.
Lucius continuaba de pie frente al árbol, con una sonrisa, el pelo que le caía sublime sobre sus hombros, las comisuras de los ojos alargados por la mueca contenta.
En cuarto no le tomó importancia a la navidad, porque se hallaba seguro de que en quinto las cosas serían normales. No existían motivos para que fueran distinto del ritmo usual.
Se enfocó en el lazo que lo ataba a Lucius. Era el más endeble de los que tenía, pero seguía ahí. Vivo, sereno y elegante.
Narcisa entró a la sala, le interrumpió los pensamientos y no dijo nada al limpiarle una lágrima que se le escapó. Su madre lo abrazó con tanto cuidado que de pronto lo recordó.
En cuarto, Lucius le obsequió el anillo de los Malfoy. Una sortija de plata maciza y duradera, que por la licantropía su madre transfiguró en oro. La analizó resplandeciente en el nudillo de su índice izquierdo.
—Lo extraño.
—Yo igual —contestó Narcisa, que interpretó sin necesidad de preguntar; al final de cuentas era su madre, ella siempre sabía de qué trataban las lágrimas de Draco—, todos los días, a todas horas.
—Sigue vivo.
—Lo sé, querido, y si no fuera así, lo seguiría en mi corazón.
—Mamá…
—Siempre juntos.
Draco alzó la mirada y Narcisa le dio un beso en la frente.
—Siempre juntos —contestó Draco.
El lazo de Lucius se fortaleció de manera inexplicable.
Dieciséis años: "Tu vida, papá. Solo quiero que continúes vivo para el día en que nos volvamos a reencontrar."
• ── ◦ ◦ ── •
Harry jugueteaba con la envoltura del último regalo que preparó.
Desde segundo que Harry hacía el esfuerzo por regalarle un detalle a sus seres queridos, a veces no podía por razones externas que escapaban de su poder, pero en varias ocasiones sí que lo intentaba.
Envió con Tonks, que vino un día de esa semana a tomar el té, varios regalos a la casa de Draco. Se trataban de decoraciones o papelería, porque no sabía que regalar con exactitud. Tuvo esa impresión incluso a la hora de escoger el obsequio de Draco, pero terminó por comprarle "El resplandor" libro del cual Harry vio la película y recordaba haberle gustado. Era consciente de que no era muy romántico de su padre, por lo que tras estar cerca de media hora peleándose consigo mismo y las palabras, logró escribir una dedicatoria que rozaba lo ambiguo.
Sin duda era un regalo del tipo cordial, pero tampoco se veía a él mismo armando una caja llena de cursilerías y mierdas del estilo que Ron, por ejemplo, recibió por parte de Lavender.
Dejó el regalo de Ron bajo el árbol y se quedó con la atención puesta en la decoración navideña.
Ese estilo tan acogedor de la navidad contrastaba tanto con los recuerdos de la navidades que pasaba con sus tíos; Harry se pasaba la víspera completa encerrado en la alacena debajo de la escalera, con las sobras de la cena de navidad mientras jugaba con las arañas, iluminadas por las luces navideñas que le llegaban por la rendija de la puerta.
Harry nunca recibió ni un mísero regalo de navidad o al menos no que recordara. Sus tíos no lo consideraban lo suficientemente importante para tan siquiera ser merecedor de poseer algo nuevo.
Bostezó, tocó una de las luces y sonrió con ilusión, al compás en que los polvos flu de la chimenea detrás de él se encendían. Harry se sobresaltó de inmediato, tomó la varita que llevaba encima por costumbre y la apuntó al intruso.
—¡Harry! ¡Hola!
Hermione se detuvo en la alfombra, cargada de regalos, vestida con un abrigo rosado, una falda de lana y medias de punto; sonreía con verdadera sinceridad y el pelo le caía lleno de frizz debido a la humedad.
Trató de no mostrarse impresionado e hizo el protocolo que el Señor Weasley y Lupin le recalcaron con afán:
—En primero, ¿Qué pieza te asignó Ron?
La chica afirmó y sin dudar contestó— Alfil.
Harry bajó la varita, quitó la mano de la luz del árbol y se acercó a su amiga para ayudarla a bajar la carga de regalos.
—Creía que ibas a pasar navidad con tus papás, además como estás enfadada con Ron…
—Sí, en realidad vengo por la semana —se rio la chica, que depositó los regalos en el árbol, al mismo tiempo en que miraba a cualquier lado en busca de más miembros de la familia—, en navidad me voy; ya lo hablé con Ginny y la Señora Weasley.
Pronto la señora Weasley llegó y abrazó a Hermione, Ginny bajó y ambas chicas se fundieron en un contacto fraternal. Todo apuntaba a que los únicos que no estaban enterados de esa presunta visita eran Harry y Ron, que al bajar la miró impresionado.
Pronto Harry volvió a quedarse frente al árbol con una sensación ajena, hasta que Hermione le tocó el hombro y le puso una taza de chocolate caliente en las manos. Ron se acercó con timidez a Hermione, cosa que la chica apreció y en silencio los dos decidieron irse a sentar en la sala para aclarar algunos temas pendientes.
Harry los estudió entre sorbos de chocolate caliente, ese modo con el que Ron se sonrojaba y asentía, al compás en que Hermione reía con soltura. Iban bien.
—¿Todo en orden, Harry? —le preguntó Ginny, que se acercó. Harry asintió—. ¿Qué te parece? Ya tengo el vestido listo para el día en que Hermione se vuelva mi cuñada.
—Son obvios ¿no? —aseguró Harry—. Llevaban así desde cuarto.
—Yo diría que desde vacaciones de segundo —le recalcó Ginny, que bajó la voz—. Ron no paraba de hablar de Hermione cuando regresó del colegio.
Escucharon una estridente risa de Ron y Harry determinó que ya habían llegado a la reconciliación. Volvían a ser amigos que se miraban con otro tipo de intenciones, pero amigos al final de cuentas.
Ginny se acercó al par con dos tazas más de chocolate caliente y Harry se apoyó de brazos cruzados contra la pared. Era una imagen bonita de apreciar a la lejanía, entre luces rojas, verdes y doradas; con el olor de las galletas navideñas recién horneadas y la suave melodía de los villancicos que sonaban en el toca discos.
No pudo volver a dar con la triste nostalgia del pasado, después de recordar que su familia continuaba ahí al frente y respiraban el mismo vivo aire.
• ── ◦ ◦ ── •
—¡Buenas!
Draco entrecerró la vista hacia el chico de pelo negro al frente. Pasó de largo.
—¡Oí! ¡Draco!
Volvió a detenerse, puso los brazos en jarras y esperó a Adrien que se acercó en largos pasos.
—¿Hace cuanto llegaste?
—Una semana.
—¿Y por qué no me contactaste? —preguntó el chico con un mohín en los labios—. De no ser porque me dio por dar una vuelta, nunca me hubieras hablado, en fin, ¡qué bueno que estás aquí! Por lo que veo sigues dejándote crecer el pelo ¿eh? Y ¿Qué te parece el mío? Mis tíos me metieron a una escuela llena de niños pijos y no me dejan llevarlo teñido. ¿En tu internado de niños mágicos no te ponen problemas por el pelo?
Draco hizo el mejor esfuerzo por no sonreír; no se acordaba de la tendencia de hablar hasta por los codos de Adrien.
—Primero, te queda bien el pelo oscuro—contestó Draco, con seriedad—, segundo, por lo que puedes ver, ya estoy aquí y tercero: no, los magos no tenemos problemas por ver a gente con pelos de cualquier color.
Adrien chasqueó la lengua y se río.
—Pareciera por tu tono de voz que hablar conmigo fuera lo peor del mundo; si te hago recuerdo en el verano hicimos más cosas que solo hablar, las cuales no parecieron disgustarte demasiado…
Adrien vestía una gabardina azul y unas botas verdes, que no combinaban para nada, pero al tratarse de él, sí que le quedaban. Draco arrugó la nariz y desvió la mirada, con las manos metidas dentro de la chaqueta negra.
Las calles se encontraban resbalosas debido a la nevada que cayó en la noche y Draco tuvo que andar con cuidado para no caerse.
—Seré claro contigo; estoy con alguien.
Adrien frunció el cejo y le siguió el paso a Draco.
—Mmh… ¿No será el otro Harry?
—Cree lo que quieras, pero lo que sucedió entre tú y yo es cosa del pasado. Podemos ser amigos o lo que sea y si quieres me puedes acompañar a comprar los regalos de navidad que me faltan ¿vale? Pero como amigos.
Adrien se lo pensó un instante, examinó la hora en el móvil y metió las manos en el bolsillo del buzo.
—Pues vale, vamos —suspiró, al copas en que veía un par de copos de nieve del cielo—. El otro día en el instituto hablaban sobre las relaciones abiertas. ¿No quieres que intentemos algo similar con tú "personita especial"?
Draco soltó un gruñido y lo vio con cara de pocos amigos.
—No, a Harry no le pondrás las manos encima.
—¡Ja! ¡Lo sabía! —exclamó Adrien—. Eres tan fácil de engañar… en fin, puedo entonces concluir que es verdad la teoría.
—¿La teoría?
—Que los chicos de internados son maricones —dijo Adrien con completa seguridad mientras sacaba una cajetilla del bolsillo— ¿Quieres uno?
Draco le dio un puntapié, sacó un cigarro y avanzó en largos pasos; daba igual, de cualquier modo Adrien lo iba a seguir.
• ── ◦ ◦ ── •
—¿Lo enviaste?
Greyback posó la atención en aquel jovencito; bajito, delgaducho, que mostraba las primeras muestras de los dolorosos cambios apresurados de la pubertad. Era bastante bonito, a pesar del aspecto miedoso, con unos ojos vidriosos que parecían estar a punto de llorar. Le hizo un gesto para que se acercara y de manera cariñosa le apretó el muslo sobre la tela del pantalón.
—Sí, padre —contestó el niño con resquemor.
—Hija, ¿podrías darnos un poco de privacidad, por favor? —La mujer de pelo negro obedeció, se separó de la pared y miró a Greyback— Gracias, recuerda venir más tarde con tus hermanos para terminar de realizar los preparativos.
La mujer le enseñó una expresión tierna, cerró la puerta y dejó a Greyback en soledad con el muchacho, quien comenzó a temblar; sin embargo, aunque el frío de la navidad se acentuaba de maravilla en aquel lugar construido a base de piedra, esas reacciones involuntarias del cuerpo del niño, no eran por aquella causal.
—Esa carta es para alguien importante, cachorro —susurró Greyback—. Espero que llegue a tiempo.
—Mi hermano me ayudó —aseguró el chico, que permitió que las manos de Greyback se deslizaran hasta el hueso de la cadera—. ¡Llegará a tiempo! ¡Te lo aseguro, padre!
Greyback río, tiró del muchacho que se sentó en sus piernas y tembló—. ¿Sabes quién pagara si esa carta no llega? Te doy una pista: tu hermano, Rosier, me sirve muchísimo más que un cordero asustadizo.
El chico casi dejó de respirar en cuanto Greyback hundió las uñas largas, sucias y filudas en la cintura del muchacho que ahogó una exclamación. En cuanto la primera gota de sangre escurrió del cuerpo, el niño abrazó el cuello del hombre.
—Por favor, padre —suplicó el muchacho—. Llegará, te lo prometo, pero por favor… no me haga lo mismo que a…
Quitó las manos y lamió la sangre juvenil del chico, que cerró la boca, tan pronto reparó en como Greyback ya no lo miraba de una forma fraternal.
—Shh… Lo miras del lado negativo, cachorro; tranquilo, deja que padre se encargue de ti
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Notas:
1)Home: Edward Sharpe & The magnetic Zeros.
¡Hola!
Vuelven a aparecer los lobos después de varios capítulos… próximo capítulo: angst.
También regresa a escena Adrien, me encanta escribirlo; tiene una actitud tan altiva y pone de los nervios a Draco tan rápido, que se me hace imposible no quererlo.
Navidad, navidad, ¡yei! Se que recién es la primera semana de octubre, pero… ¿No lo sienten? Yo ya tengo el espíritu navideño metido en el cuerpo.
The Machine
