"Las cosas no han sido las mismas
Hay una neblina en el horizonte
Solo han pasado un par de días y ya te extraño

Cuando nada va según lo planeado,
(...) haré todo lo posible para animarte
Si te sientes mal, solo quiero hacerte feliz, baby.

(...) Hemos estado hablando toda la noche,
Acerca de lo que quieres hacer hasta la mañana.
Ahora estás en mi vida.
Ya no puedo sacar de mi cabeza."¹

• ── ◦ ◦ ── •

—Padre, ha llegado carta.

Greyback se limpió las manos cubiertas de sangre con un paño blanco el cual, una vez terminó, le aventó a Jessica. La niña miró la sustancia en la tela que manchó sus dedos, dejándolos impregnados de un fuerte olor a pena. La mujer sentada al lado de Greyback se colocó de pie para retirar los platos sucios utilizados en la cena del hombre, mientras Jessica quedaba paralizada con una persistente opresión de complicidad en el pecho.

Guiadas por Thomas, dos figuras delgadas y ataviadas de negro ingresaron a la sala, sin revelar la identidad de ninguna de las dos debido a la capucha con el cual se cubrían todo rastro de piel visible. Olían a magia, pero solo uno poseía ese tinte de antaño que delataba pureza generacional.

—Del señor de las tinieblas.

El primer sujeto le extendió a Greyback una carta que este leyó con una expresión indescifrable. Jessica, sin embargo, no pudo centrarse por completo en él, ya que la segunda figura le llamó la atención.

—Espero que estés comprometida con la causa —habló con una voz densa, casi deshidratada—. La duda es de cobardes.

Jessica trató de no parecer preocupada y, por la reacción que obtuvo de los sujetos, se dio cuenta de que surtió el efecto buscado. Se acercó a Greyback a pasos que le costaron dar y en cuanto este terminó de revisar la carta, sonrió.

—Tengo mis lealtades definidas —declaró Jessica firme. Greyback se paró detrás de ella, para demostrar la diferencia de fuerzas; para dejar en claro que él era quien mandaba—. Padre es mi causa.

Greyback rodeó la frágil contextura de la niña con un único brazo y Jessica cerró los ojos al sentir las uñas del lobo rasgar el vendaje que le cubría la cicatriz que este mismo le infligió. La niña fue capaz de distinguir la perturbación de la segunda figura, cosa que la hizo esbozar una mueca burlesca.

Al final, se había cumplido lo prometido: ahora estaba completamente rota.

—Mi nombre está escrita en ella —dijo Greyback, delineando con el dedo la larga cicatriz en el rostro de Jessica—. De las mejores que tengo. Ella es la adecuada para hacerlo ¿no es así, hija mía?

Jessica levantó la mirada y asintió.

—Tuya, padre. De mi haz lo que quieras.

Greyback la soltó de sopetón a lo que Jessica ladeó la cabeza y siguió la orden silenciosa. Se despidió de la mujer con una mirada inerte y salió del cuarto junto a ambas figuras y Thomas que caminaba erguido al frente.

Pronto todo culminaría y esperaba que la recompensa que vendría de la mano compensara todo el dolor pasado.

• ── ◦ ◦ ── •

—Harry, ¿puedo pasar?

—¡No todavía!

Draco se quedó quieto detrás de la puerta, casi con miedo de que si hacía cualquier movimiento, algo malo iba a suceder. Todavía no se vestía para la fiesta de año nuevo y el pelo le caía húmedo sobre la espalda. Se encontraba muerto de frio debido al brusco cambio de temperatura y, si no se colocaba cualquier cosa encima pronto, de seguro atraparía un molesto resfriado.

—¡Voy a pasar!

—¡Te dije que no!

—¡Permiso!

Abrió la puerta con un empujón y se quedó por un segundo frente a Harry. Los dos se miraron sin saber qué decir, y de manera patética decidieron que la mejor opción era actuar patosos.

Llevaban todo el día con esa "vergüenza del después". Ese limbo en donde ninguno de los dos quería mencionar lo hecho la noche anterior, por miedo de jugar con la suerte y echar todo a perder.

Draco cerró la puerta con el peso de su espalda y fue a sacar del armario la ropa que iba a ponerse. Harry se lamió los labios y vigiló los movimientos gráciles de Draco, con la camisa desabotonada y el pelo disparatado.

Una vez con la muda de ropa encima de la cama, Draco detuvo las manos en el nudo de la toalla y se volteó a Harry con un suspiro en los labios.

—Deja de mirarme así.

—¿Así cómo?

—No tengo pensado comerte.

Harry se sonrojó y comenzó a abotonarse la camisa con el cejo fruncido—... estúpido.

Draco se vistió rápidamente, para quedar con un traje de dos piezas azul bastante cómodo para la ocasión —el detalle de no colocarse corbata era lo que lo hacía catalogarse a sí mismo como casual. Harry, por su parte, y sin tener demasiada idea de cómo era celebrar año nuevo en la casa de los Tonks, se colocó una camisa que Draco le prestó (larga de mangas, pero que le quedaba angosta) y unos jeans negros que no recordaba haber metido a la maleta.

En cuanto Draco se plantó frente al espejo con una peineta y varias ligas para el pelo, Harry se mordió el labio algo ruborizado.

—Lo siento...

Draco frunció el cejo y lo miró, a lo que Harry estiró la mano y le tocó una parte específica del cuello. Apreció un chupetón que resaltaba en la extensión de piel, que de lejos aparentaba una especie de reacción alérgica, pero al llevar los dedos a la zona, sintió unas leves hendiduras en donde aún quedaba el recuerdo de los dientes de Harry.

—Se ve bastante mal... creo que tenía curitas en mi bolso.

—¿Curitas?

—Son como... —murmuró Harry, que rebuscó dentro de la mochila y le extendió una curita con diseño de estrellas—. Son para las heridas.

Draco vio el objeto en las manos sin comprender del todo. Harry suspiró, abrió la curita y la colocó en el cuello de Draco, quien al volver a verse en el espejo se percató que ese pedazo de tela había cubierto la herida.

—No tenía otros diseños, pero se ve bien... supongo.

Harry separó los dedos, antes de que Draco lo tomara de la mano y se la llevara a los labios, en donde depositó un beso, que casi podía calificarse como una suave caricia.

—Si es por este motivo —suspiró Draco, enseñando los dientes—; No me importa quedar con todo el cuerpo lleno de "curitas".

El otro chico volvió a sonrojarse y se separó de Draco con un mohín en los labios que pronto se convirtió en una tenue sonrisa.

• ── ◦ ◦ ── •

—Será un año abundante —mencionó Andrómeda, al depositar sobre la mesa de centro varias copas limpias—, ¡miren como llueve!

El agua chocaba con las ventanas. Harry recibió la copa y se miró en el reflejo de la misma.

No recordaba haber celebrado nunca un año nuevo, de hecho lo usual era esperar en la alacena mientras observaba como sus tíos disfrutaban de un coctel especial para ese día. El resto de los años los pasó como cualquier otro día, quizás en Hogwarts habían servido unos platos más deliciosos que lo habitual, al igual que con los Weasley, pero nada como lo que estaba viviendo con los Tonks; en donde el ambiente de fecha especial destellaba.

Después de la cena, venía esperar las doce con un montón de cosas deliciosas para picar. Harry sin darse cuenta se terminó una bandeja de canapés y solo se percató de esto cuando vio a la tía de Draco retirar la loza sucia para buscar más.

Todos en esa casa tenían gustos muy particulares y diferenciados. Ted leía "El profeta" en uno de los dos sillones mientras tomaba su segundo vaso de whiskey de la noche y Narcisa sentada en el otro sillón, igual de grácil como una gacela, movía la cabeza al ritmo de la suave melodía que salía del estéreo. Nymphadora decidió que iba a hacerle compañía a Lupin esa noche, con la promesa de que la mañana del primero de enero regresaría.

Draco se levantó del sofá que compartía con Harry y fue a revisar los vinillos que sus tíos guardaban, cambió la música a una de estilo setentero, cosa que hizo que su tía y madre se miraran de manera cómplice. En cuanto se volvió a Harry, le hizo un gesto para que lo siguiera.

—¿Van a salir? —les preguntó Narcisa al ver a Draco cerca de la cocina—, queda poco para que den las doce.

—Ya regresamos.

Harry le sonrió a Narcisa y siguió la espalda de Draco. Salieron por la puerta trasera de la casa que conducía a una pequeña terraza. La lluvia mojaba la escalera, pero no había humedecido la mesa con sillas que había a un costado, en donde Draco se sentó, con la única intención de fumar.

—¿Tu madre sabe que fumas?

Draco alzó la mirada con el cigarro ya encendido entre los dedos y contestó:

—No, pero ya lo debe saber —reconoció tranquilo—. Las madres lo saben todo. Y además, tampoco es como si me molestara en ocultarlo.

Dejó el cigarro en el cenicero y le hizo un gesto a Harry para que se sentara al lado. Hacía bastante frío, por lo que se cruzó de brazos y examinó la explanada. El patio de la casa era bastante pequeño y con el mal clima que hacía, Harry era solamente capaz de ver unos cuantos árboles y arbustos congelados.

—¿Qué miras tanto? ¿Quieres que saltemos la verja y nos escapemos?

Harry negó con la cabeza, aunque no fue capaz de ocultar la furtiva alegría ante la imagen mental.

—No seas idiota.

—Sí, lo sé, es una mala idea —se rio Draco, que tomó el cigarro y se acercó a él de manera lenta—, pero eso te fascina ¿no?

Draco inclinó la cabeza hacia él, aunque Harry tomó el cigarro de los dedos del chico y se lo colocó en la boca

—Me gustan las malas ideas que parecen tener sentido —concluyó Harry dándole una fumada al cigarro antes de devolvérselo—, por ahora, solo disfrutemos un rato más de esto.

Draco finiquitó el cigarro de dos fumadas más y en cuanto lo fue a apagar se encontró a Harry bajo la lluvia, con el rostro hacia arriba.

—¡Eso sí que es una mala idea!

—¡Solo ven! ¡Esto es de lo mejor!

Era gélido, hasta el punto en que ya sentía todo su cuerpo reclamando que se detuviera y regresara adentro a cambiarse de ropa; pero al mismo tiempo, resultaba refrescante. Un chapuzón que le despejaba la mente, un eterno zumbido que susurraba paz total y lo mantenía presente como una constante.

Draco lo tomó de la mano. Los mechones de pelo que tenía a los costados del rostro se le pegaron a la piel y las gotas de lluvia caían por sus mejillas.

—¡¿No usas un hechizo impermeable para los lentes?!

—¡Esto es lo que me hace humano!

La mano de Draco le quitó las gafas y Harry trató de verlo sin ser capaz de hacerlo con claridad. Draco era una pequeña mancha de luz que se entremezclaba con la casa de fondo.

Un estrepitoso sonido lo hizo alzar la mirada y ver el primer fuego artificial que iluminaba el cielo, volviendo la noche en día por un instante.

—Harry.

—Feliz año nuevo.

Draco lo abrazó con fuerza y Harry se sintió abrigado. Como nadar bajo el agua. Bucear con la consciencia tranquila de que nada malo te va a pasar, porque traes salvavida puesto y un brazo te mantiene firme.

—Feliz año nuevo, tonto.

Eran dos chicos y la lluvia.

Por un minuto —ese minuto tan extraño del año nuevo— se volvieron eternos.

• ── ◦ ◦ ── •

En cuanto año nuevo terminó, Harry regresó donde los Weasley. La garganta le escocía bastante (al final había atrapado un resfriado) y, a pesar de que había llegado con el estómago bastante por el desayuno lleno de pasteles y comida sobrante de la noche anterior, no fue capaz de rechazar la tarta de manzana que la señora Weasley le plantó en frente tan pronto cruzó la puerta.

Abrazos por doquier, Harry dio tantos que los brazos terminaron por dolerle.

—¡Apestas a la colonia de Malfoy! —exclamó Ron, que fue el último en abrazarlo una vez estuvieron en el cuarto de este—. ¡¿Pero qué mierda?! ¿Acaso dormiste con él?

Harry se ruborizó y trató de olerse a sí mismo, pero no dio con nada diferente.

—Malfoy no usa colonia, ni perfume.

—¡Yo qué sé! Pero apestas a él; ve a darte una ducha antes de que comience a darme arcadas.

Harry rodó los ojos, pero se metió al baño ansioso por sentirse un poco más abrigado. Aun con el eminente resfriado, no se arrepentía ni un poco de la noche anterior y como Draco no le mencionó nada acerca de sentirse algo enfermo —porque nunca desaprovechaba alguna oportunidad de recalcarle los arrebatos de idiota que tenía Harry de vez en cuando— Harry era capaz de soportar la consecuencia de su accionar a cambio de un momento irreproducible.

Se cambió a pijama a pesar de que iban a ser recién las cinco y regresó a la habitación. Por más que Ron y él probaron usar el espejo (luego de convencer a Ron de que no sería mala idea hacer algunos experimentos) se dio cuenta de que a largas distancias el aparato perdía por completo la utilidad. Terminaron por resignarse tan pronto Ron sacó su tablero de ajedrez.

—Hermano... no quiero que terminen las vacaciones —se lamentó Ron—. ¡Ya quiero acabar Hogwarts!

—Bueno, aún nos quedan bastantes cosas que aprender ¿no? Y pronto será tu cumpleaños.

—Pronto... aún quedan dos meses, ¡que lata!... Aparte: ¿terminaste tu tarea?

—Si, aproveché un poco el tiempo.

—Debiste haberte aburrido como ostra para haber hecho la tarea —teorizó Ron que movió una pieza y puso a Harry en jaque—. Dime la verdad ¿la hiciste tú o se la copiaste a Malfoy?

—Tú que crees.

Malfoy es muy imbécil, pero no soy tan tonto como para desaprovechar la oportunidad de tener todo correcto —sentenció Ron, que hizo una vaga imitación del posible pensamiento de Harry. El chico al estar más pendiente de lo que Ron hablaba, movió una pieza de manera inconsciente, lo que le dejó a Ron la victoria servida— ¡Jaque mate!, ¡Oh! ¡Por Merlín! ¡Dame la tarea, por favor!

Harry sonrió ante la manera tan infantil que tenía Ron de reaccionar. Se deslizó sobre la cama y abrió la maleta, de donde extrajo varios pergaminos rellenos con su letra ordenada y clara; además de haber completado varios otros apuntes que Draco hizo para adelantar contenido del próximo semestre.

—¡Fabuloso! ¡Esto es como tener los libros de Hermione al alcance! —exclamó Ron, que rebusco entre sus cosas y sacó varios pergaminos.

—Espera, creo que en esta parte me equivoque —señaló Harry con el dedo—. Bueno, yo no, Draco me dijo que él se equivocó y que lo iba a arreglar después.

Ron se encogió de hombros y leyó la respuesta.

—Tranquilo; el pobre no es quisquilloso—le dijo con firmeza—. Todo sirve. Haz lo que quieras, yo voy a terminar de hacer esta basura de una vez por todas.

No lo iba a decir en voz alta, pero Harry, en realidad, tenía bastantes ganas de retomar las clases; más que nada para poder continuar con la historia de Tom Riddle y las clases que tenía con Dumbledore.

Estiró el brazo entre su ropa doblada (debía pasársela más tarde a la señora Weasley, para que le ayudara a lavarla antes de regresar al colegio), y extrajo del fondo varias historietas que Draco le entregó antes de irse: "Tú les sacas mejor provecho" le había dicho.

Ahora, mientras pasaba las páginas del primer comic de la pequeña pila, no era capaz de dejar de pensar en lo mucho que también deseaba que las vacaciones terminaran y volverlo a ver.

Volver a escabullirse entre clases para dar con la privacidad que tanto amaban encontrar a hurtadillas. Sentir ese fuego que quemaba el secreto y enfriaba la racionalidad presente. Esa lógica que tanto les costaba tomar en cuenta mientras se daban codazos en los pasillos sumergidos en la oscuridad.

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—Esta niña cada día pasa menos tiempo en casa —suspiró Andrómeda, al escuchar la puerta cerrarse—. Aparte parece que siempre anda con prisa.

Ted se sentó en su lugar habitual y sonrió hacia su mujer.

—Déjala, Dromeda, no vez que ya no es una niña. Con lo rebelde que era Dora de adolescente, me sorprende que hayamos logrado mantenerla en la casa por tanto tiempo.

Draco miró a su madre algo incómodo, seguía sin acostumbrase del todo a esas conversaciones familiares que luego le despertaba la curiosidad de saber las cosas que debían decir de él cuando no se encontraba presente; no obstante, siempre acababa en la conclusión de que, en realidad, no quería saberlo.

Decidió escabullirse de la conversación con una vaga excusa y subió las escaleras con el murmullo aun presente de la plática. Al llegar a la pieza se encerró justo en el momento en que soltó un estornudo con el que maldijo a Harry mentalmente. Luego se maldijo a sí mismo, por haber compartido la misma neurona y dejarse llevar por las (malas) ideas del otro.

Al pensar en él de manera involuntaria, fue aturdido por un sentimiento desolador, como si le faltara una parte de su cuerpo.

Sin Harry todo se sentía vacío.

Se recostó en la cama de Harry y hundió el rostro en la almohada que este utilizó. Olía tanto a ese misterioso aroma, que sentía que en cualquier momento su corazón iba a salírsele del pecho.

Recordaba la manera en la que los dos complementaban tan bien. El cómo durante determinado momento de la noche, dieron con la posición exacta para dormir abrazados sin molestia alguna.

No fue consciente del tiempo que pasó ahí en un estado etéreo. Era flotar y solo pensarlo de todas las formas habidas en el universo.

Decidió que ya era momento de hacer lo que su tía le había pedido. Desarmó la cama por completo con un nudo en el estómago y, aunque se le ocurrió la idea de cambiar sus sabanas para colocarse en la cama de él las que había utilizado Harry, descartó la idea algo asqueado por siquiera haberlo pensado. Puso sabanas limpias y mientras extendía la tela encima del colchón, su pie chocó con una pequeña bolsa debajo de la cama.

Cayó pronto en el recuerdo de lo que era.

Con todo lo ocurrido en navidad, el tema de los regalos recibidos en navidad quedaron en el olvido. Dentro de su closet había obsequios aún cerrados, y dentro de esa bolsa había guardado el de Harry.

Se acercó con el presente y lo abrió. Se trataba de un libro muggle que tuvo en la mira durante un tiempo; era una novela de terror con una trama que era del gusto de Draco, por lo que no pudo evitar preguntarse si Harry le había pedido una sugerencia de regalo a Hermione o si, por casualidad, el mismo Draco lo mencionó mientras hablaban.

Revisó si había dedicatoria y, al hallarla, tembló.

"No, y antes que me lo preguntes en persona, no he leído este libro.

Me vi la peli: Literalmente me EXPLOTÓ la cabeza. Y como siempre dicen que el libro es mejor que la peli, te lo regalé así después me cuentas que tal. Siempre me gusta oírte hablar de libros, pareces tan emocionado que casi (solo casi) me dan ganas de ponerme a leer.

Que disfrutes de la lectura y no pienses que te la regalé porque me recuerdas a algún personaje o algo por el estilo. Tú todavía no estas taaan loco. Un poco malhumorado, pero puedo lidiar con eso.

Feliz navidad, tengo muchas ganas de ir a tu casa lo que queda de año y hacer lo que tienes planeado.

Harry. Navidad de 1996"

Esa pequeña muestra de Harry en el libro fue suficiente para él. La nota gritaba la personalidad del chico de manera tan embriagante que Draco se sorprendió. Él, que siempre le costaba encontrar las palabras para trasmitir todo su sentir, enmudeció al notar que con tan frases tan sencillas y certeras, Harry era capaz de hacerlo sonreír como estúpido.

Abrazó el libro y se quedó un largo rato ahí tendido, sin ser capaz de ventilar la habitación que aún albergaba el rastro mágico que Harry había dejado como un obsequio adicional.

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Notas:

1) Late night talking: Harry Styles.

Hola!

Ha pasado un tiempo ¿eh?

Al fin completamente libre para dedicarme al 100 a mis proyectos de Fanfiction. Tengo que aún terminar mi especial de fin de año, y editar capítulos para enero que también va a estar algo movido, pero ahora que no tengo la presión inconsciente del estudio encima, creo que podré lidiar con todo más fácilmente.

Lo único malo es que planeaba publicar todo lo que me quedaba de esta segunda parte durante diciembre, pero ya no podrá hacerse.

Un capítulo un poco más cortito de lo habitual, pero bastante fluff y con leves toques de misterio para compensar mi ausencia. Ahora damos comienzo a 1997.

Como último: ¡Les quiero agradecer a todos por su apoyo incondicional! Gracias por esos mensajes de ánimo que me dejaron en mi tablero, mensajes privados y comentarios. Todos hicieron que pudiera hacer mi mejor esfuerzo y salir adelante.

THE MACHINE.

PDT: Estoy haciendo el especial de fin de año, esta vez con un Q&A pero general acerca del fic. Si tienen alguna pregunta que quieran hacerme acerca del rumbo del fanfic, algun detalle que les queda confuso, o curiosidades que quieran saber, me la pueden hacer saber.