"Sin que siquiera lo notase la lluvia rodeó mis zapatos
Y mis ojos se humedecieron con las lágrimas que he guardado
Tu fuiste el paraguas sobre mi cabeza
En las noches donde la fría lluvia caía sobre mis hombros
Estaba tan acostumbrada a tenerte junto a mi
No puedo estar sin ti
Sola en la lluvia
Solo en la lluvia, sin nada más que dolor,
Cariño, solo quiero que sepas…
Sola en la lluvia, sin nada más que dolor.
Cariño, no puedo dejarte ir."
• ── ◦ ◦ ── •
De alguna manera no le impresionó el despertar en la enfermería. Todo lo que recordaba era el violento dolor. Ese desgarramiento de la carne en su más pura esencia, el sabor metálico de su propia sangre en la boca y la quemadura de las heridas recientes sobre su cuerpo.
Se encontraba acostado de lado, ya que cuando intentó reposar todo su cuerpo sobre el colchón, gimió de dolor. Debía tener la espalda hecha añicos. Sintió un olor medicinal excepcionalmente fuerte y al llevarse los brazos cerca de la nariz descubrió que este olor venía de ahí.
Cerró los ojos y trató dormirse de nuevo, pero lo único que logró fue descansar un poco la cabeza antes de percibir un segundo olor cerca de su camilla.
La cara tímida de Harry se dejó ver entre medio de las cortinas de la enfermería. Draco lo ignoró y fingió que continuaba dormido. No tenía ganas de lidiar con él, y mucho menos enfrentarse a la expresión llena de pena con la cual Harry lo miraría.
Lo sintió entrar, y sentarse al lado. Draco entreabrió la vista para descubrirlo con las manos entre las piernas y los ojos puestos en cualquier sitio, nervioso de estar ahí. Draco sonrió con malicia y sin pensarlo demasiado, asustó a Harry con un fuerte grito. El efecto de impresión fue tanto, que Harry le asestó un manotazo el cual, de no haberse cubierto con la almohada, le hubiese sacado un ojo.
—Serás imbécil… —gruñeron los dos al mismo tiempo.
Draco acabó por suspirar y acomodarse de nuevo en la cama. La sensación de relajación en esa camilla, después de una transformación era comparable al sueño inmediato que arreciaba tras correr doce kilómetros antes de meterse a la cama. Draco nunca había hecho lo segundo, pero se encontraba seguro que si algun día lo hacía, de seguro que sentiría aquello.
Harry, una vez se recuperó del susto, se quedó en la silla con los ojos puestos en Draco; o más bien en el pelo del chico, que se desparramaba sin orden encima de las sábanas pulcras, como si se tratara de finos hilos de plata.
Quizás también le miraba el rostro, que era la única parte del cuerpo que tenía descubierta. No sabía cómo reaccionaría de ver lo que ocultaba debajo de la sábana, y tampoco quería saberlo.
Draco quiso decir algo jocoso, más no pudo por la cortina que se descorrió con fuerza desvelando a Madame Pomfrey, quien entró cargada de material curativo.
—¡Por merlín! ¿Potter? ¿En qué momento llegaste? —preguntó la enfermera impresionada. Harry sonrió y Draco dedujo al instante que debía ser obra de la capa de invisibilidad—. Deberías estar desayunando, pero bueno… creo que esto es un poco conveniente; lávate las manos, vas a ayudarme.
Sin esperar la opinión de ambos, Madame Pomfrey hizo que Harry se levantara del asiento para tomarlo ella. Mientras Harry se iba a lavar las manos, la mujer ayudó a Draco a recostarse boca abajo con dificultad.
El simple hecho de tratar de moverse era doloroso. Cerró los ojos y se mordió el labio para evitar soltar algun quejido. Madame Pomfrey le tomó el cabello con delicadeza y Draco presionó el rostro contra la almohada, al darse cuenta de que aquello era lo único que podía hacer.
El frío al bajar la sábana fue inaudito; se removió un poco incómodo, en especial cuando pudo oler el nerviosismo de Harry. Se preguntaba los motivos de aquello, las razones más recónditas de lo obvio. Lo que lo colocaba nervioso, más allá de la sangre derramada.
Podría haberse puesto nervioso porque lo notó por primera vez; esa delgadez inhumana, esos ángulos rectos hechos a través de punzadas de hambruna. Sabía que buscaba en su espina dorsal y en los costados alguna suavidad. La única parte que podría haber encontrado era en donde la pretina del bóxer apretaba su cadera. Draco hace tiempo que no veía atractivo el cuerpo enclenque que le tocaba portar; así que descartó por completo la inquietud debido a la relación tan especial que mantenían.
La incomodidad del algodón untado de alcohol lo hizo temblar. Esa torpeza que era ejercida le hizo inferir, correctamente, que Harry trataba de higienizar la zona de los omoplatos, mientras Madame Pomfrey se encargaba de cicatrizar con magia el corte que le atravesaba la espalda.
Una vez terminaron con la parte trasera, prosiguieron con el torso y los brazos; ya que por suerte en esa ocasión no sufrió heridas en las piernas. Al concluir, Madame Pomfrey se marchó con el material sucio en busca de un desayuno contundente que le devolviera la vida al cuerpo de Draco.
—Draco…
—¿Qué ocurre?
—Tú…
Harry había comenzado a hablar, pero fue interrumpido por un estrepitoso ruido.
—¡DRACO LUCIUS MALFOY BLACK! —gritó una voz—. ¡¿Cómo se te pudo ocurrir dejarme excluida de esto?!
Pansy llegó con Hermione que trataba de bajarle los humos. Draco se puso un poco pálido y, al darse cuenta de que todas las cortinas se encontraban descorridas, no tenía chance de ocultarse de su amiga furiosa. Con mucha suerte alcanzó a cubrirse un poco el abdomen con la sabana.
—Hola —saludó Harry con timidez, a lo que recibió la sonrisa de Hermione y un fuerte empujón por parte de Pansy—. ¡Oye! ¡¿Qué te pasa?!
—¡Cállate, Potter!
—Pans, relájate, por Merlín… a este paso vas a atraer la atención de todo el castillo.
—¡Draco! ¡Eres un idiota, imbécil e insufrible!
El chico frunció los labios y se cruzó de brazos.
—Y tú eres una insensata niña mimada.
—¡Mira quien habla! ¡Déjame que te recuerde que cuando teníamos nueve…!
En ese ambiente, ambos comenzaron a discutir. Hermione terminó por hacerse un lado junto a Harry que miraba sin saber qué hacer.
—¡Debiste haberme avisado! Si lo hubiese sabido yo… ¡Tú no tendrías todas esas heridas!
—No pienso dejar que te arriesgues a hacer algo tan estúpido. Ni siquiera te ha llegado el permiso.
—¿¡Y qué?! A la próxima iré contigo, ¡lo quieras o no!
—Eres un caso de tonta insuperable…
La chica abrió la boca y se vio tentada a soltar un gran insulto, que gracias a Madame Pomfrey, fue evitado.
—¡Chicos! ¡¿Qué tanto gritan?! ¡Venga! ¿No ven que el joven Malfoy esta débil?
—¡Pero su boca funciona igual de mal que siempre! —soltó Pansy, apartándose un mechón—. ¡Vámonos, Hermione! Y tú, perro debilucho, ni siquiera pienses en que te voy a prestar mis apuntes. ¡Que te den!
Sin decir más, Pansy se marchó a pasos acalorados. Draco soltó un bufido molesto, mientras se frotaba las comisuras de los ojos.
—Agh… las niñas de hoy no tiene ningún tipo de filtro —suspiró Madame Pomfrey—; venga, mejor toma tu desayuno. ¿Potter? ¿Acaso usted no tiene clases?
El chico se frotó la nuca y escuchó el segundo timbre; llegaría tarde, de cualquier modo.
—Me quedaré un rato más.
La mujer lo miró poco convencida, pero acabó por aceptar al recibir a un par de niños de segundo que acababan de llegar con pústulas en el rostro. Harry cerró la cortina para dejarlos ocultos, y se sentó de nuevo en la silla.
—¿Qué me miras? Ni pienses que te voy a dar —dijo Draco, alejando la bandeja de Harry.
Harry soltó una risa, como si estuviera burlándose de él—Es cierto, aquí el uno perro desvalido eres tú.
Draco cerró los ojos, con una vena de irritación inminente. Mascó una uva con rabia y volteó hacia Harry, para tomarlo por la muñeca. Harry se levantó del asiento entusiasmado.
—Siéntate —dijo Draco, al soltar la muñeca de Harry. El chico obedeció—. Ven aquí. —Harry frunció el cejo y se acercó. Draco se lamió los labios antes de posar la mano en el pelo de Harry—. ¡Buen chico!
Harry frunció el cejo, apartó la mano de Draco, levantó el rostro y se cruzó de brazos.
—Eres un imbécil —gruñó Harry, que extendió la mano y le sacó un racimo de uvas—. Mira que deberías estar agradecido de tenerme aquí. Dispuesto a darte los apuntes que te faltan.
—Es cierto, quizás por eso deberías ir a clases de una vez, Potter; en lugar de molestarme.
Harry aceptó que Draco tenía razón, se ajustó la corbata roja y dejó el racimo sin fruta en el plato, antes de marcharse.
Draco se quedó pensativo y sin siquiera notarlo, una vez terminó de comer, se durmió el resto de la mañana.
• ── ◦ ◦ ── •
Harry continuaba con los vívidos recuerdos de Tom Riddle, sentado en la misma mesa con Slughorn, mientras era partícipe del emblemático y alabado club de las eminencias.
El chico que deslumbraba belleza, con esa fingida inocencia que le cubría el gesto y la curiosidad que solo asentaba la maravillosa figura que buscaba encubrir.
"Tu misión, Harry, es averiguar qué fue lo que Slughorn le dijo a Tom esa noche. La historia verdadera".
Al mismo tiempo, seguía mortificado por el fracaso que tuvo al haber fallado en la misión encomendada de Dumbledore. Ahora en las cocinas junto a la escritura furiosa de Draco, Harry se castigaba a si mismo mientras comía un delicioso trozo de tarta chocolatada.
—¿Ya te inscribiste en las clases de aparición? —le preguntó Draco al momento en que alzó la mirada para darle un sorbo a la taza de té que Dobby les había servido a ambos.
—Si… —murmuró Harry, recordando la hoja que Ron le entregó para que firmara incluso antes de saber de qué se trataba.
—Entonces ¿Por qué te escuchas tan muerto?
—No te puedo decir… ya sabes… cosas de Dumbledore.
Draco frunció el cejo, hizo desvanecer la pluma y cerró el material escolar de un movimiento. Harry dejó el postre a la mitad, y fue arrastrado por Draco fuera de las cocinas.
Caminaron un par de veces por los pasillos, hasta que encontraron un espacio que estaba deshabitado a esas horas de la tarde, porque la gran mayoría de estudiantes se hallaba ocupado por las clases extracurriculares de la tarde.
—Caminas un poco extraño —señaló Harry a lo que Draco se volteó molesto—. Solo digo…
—Me hice daño en la cadera, Madame Pomfrey me dijo que estaría mejor mañana.
—Entonces deberías volverte a tu sala común y descansar.
—Cierra el pico de una vez.
Draco se dejó caer en una banca y Harry se apoyó en una pared lateral, con los brazos cruzados y una mueca agría.
—Debemos parar con esto —dijo Draco, apuntándolos a los dos—. En teoría… soy tu novio ¿no es así? —Harry se miró los pies y al alzar la vista, se detuvo en los puños firmes que mantenía Draco sobre su regazo— ya me está hartando eso de las "cosas de Dumbledore" que yo, solo por ser Malfoy, no puedo saber.
Harry se mordió el labio dudoso.
—Te quiero decir, pero no sé si es correcto.
Draco hizo un sonido pensativo hasta que abrió el puño y se lo enseñó.
—Cinco preguntas.
Harry le cerró dos dedos.
—Solo tres.
—¿Y medio?
—Tres.
Harry miró por la ventana. Caía una llovizna fina y tranquila. Desde ese punto del castillo se llegaba a vislumbrar las túnicas azules de Ravenclaw practicando quidditch en el estadio.
—Está bien… tres preguntas.
Durante el momento en que Draco pensaba las preguntas, Harry se quedó algo nervioso de anticipación.
Odiaba tener que ocultarle información, porque era pésimo guardando secretos; Harry siempre deseaba escupirlo todo a largas cascadas de palabras, sin embargo, temía que en esa ocasión su impertinencia pudiera afectar, en cierta medida, la confianza que Dumbledore depositaba en él en cada lección.
Lo peor era que iba a tener que suprimir esa conversación de su cabeza lo más rápido posible, porque en la noche volvía a tener clase con Dumbledore y temía que el tema que tocara aquella jornada fuera Oclumancia.
—¿De qué trata lo que te tiene raro?
—Tenía que preguntarle algo a Slughorn, que me pidió Dumbledore y salió muy mal. Muy mal.
—Deduzco que las clases se relacionan con el Innombrable… ¿Qué es lo que estudian de él?
—Sus recuerdos.
Draco se mordió el labio y cerró las palmas de nuevo. Harry revisó el pasillo de lado a lado, antes de sentarse a su lado, extender la mano y posarla en la rodilla de Draco, para incitarlo a que continuara.
—Dime… ¿Qué es lo que están buscando averiguar de él?
—Es complicado, de por si el hecho de conocerlo ya es suficiente (o al menos eso espero). Ahora mismo nos enfocamos en encontrar un punto débil. Algun sitio en donde atacar para hacer el mayor daño posible.
—¿Hay algo en lo que pueda ayudar?
Harry negó con la cabeza.
—Esa es otra pregunta.
—Harry… por favor.
Lo vio en sus ojos. Esa súplica que lo debilitaba por completo.
—No todavía —sentenció Harry—, y espero que nunca te tengas que involucrar en este asunto tan desagradable.
Draco pareció entenderlo y Harry se sintió aliviado.
Como si los sentidos de Draco se afilaran, revisó otra vez ambos lados del pasillo antes de inclinarse sobre el chico y darle un profundo beso lleno de comprensión. Como si le contara todo lo que no le había dicho de esa manera. Cuando Draco se quiso separar, Harry no se lo permitió. Fue más insistente. Más arriesgado. Más sincero.
Terminaron separándose con la respiración agitada. Los labios rojos, húmedos y los ojos desorbitados. Toda acción terminó en cuanto Draco lo empujó al escuchar los pasos de unos niños al fondo, quienes al verlos tan agitado, creyeron que era porque acababan de tener una discusión demasiado intensa.
En cuanto los niños se fueron, Harry miró con inocencia fingida a Draco; el cómo se ocultaba a si mismo con la túnica y parecía listo para irse pitando de ahí.
—¿Qué ocurre, Malfoy?
—Nada —respondió de mala gana—. Creo que ya es hora de que nos vayamos.
Draco hizo el ademán de levantarse, pero Harry lo evitó, posando las manos en las piernas de Draco.
—Basta.
—¿Por qué? —preguntó Harry, antes de susurrar cerca de su oído—. ¿Acaso te pusiste duro por un besito?
La mano se deslizó encima de la tela de la túnica con la que Draco se cubría; rojo de vergüenza, Draco le dio un fuerte golpe en el estómago a Harry, que logró que este se doblara sobre sí mismo adolorido. Escuchó la fuerte risa de Draco y sin ser capaz de alegar algo más, sintió un leve beso en su coronilla.
—Ten por seguro, que el día que pueda ayudarte, mataré por hacerlo, Potter —dijo Draco a modo de despedida—. Nos vemos.
Lo vio desaparecer del pasillo en pasos largos y elegantes. Harry volvió a mirar afuera, la lluvia había menguado, pero seguía nublado. Deseaba con toda la fuerza del mundo que ese día nunca llegara, porque sabía que cuando Draco decía algo como aquello, siempre lo hacía en serio.
• ── ◦ ◦ ── •
—Es sorprendente lo mucho que has progresado.
Draco respiró pesadamente y tomó agua. Sentía que la cabeza le iba a explotar y estaba seguro de si Snape volvía a ejercer aquel hechizo contra él una vez más, ya no iba a ser capaz de detenerlo.
—A pesar de lo débil que te dejó la pasada luna, eres capaz de mantenerme afuera; creo que de verdad tienes talento para la Oclumancia, Draco.
Trató de buscar algún tipo de sarcasmo en los halagos de Snape, pero no lo encontró. Esbozó una media sonrisa y tiró el rostro hacia atrás. Desde la conversación con Harry en la tarde que había estado muy poco amigable, y no estaba de ánimo para que nadie lo molestara. Sumado a lo anterior, estaba Pansy, que no le daba ni la hora.
—Profesor, ¿Cómo está la poción?
—Estupenda —reconoció Snape, que se acercó a los calderos—. Le estuve echando un ojo durante las vacaciones y sigue estable. Una matalobos en toda regla.
En cuanto Snape abrió el caldero, el olor a plata que emanaba la poción le aturdió la nariz. Draco recobró un poco la consciencia que le faltaba, se puso de pie y se aproximó a pasos lentos al mesón.
Entre medio del caldero y el silencio de ambos siendo interrumpido por el suave burbujeo de la pócima, Draco se encontró ensimismado en una pregunta dolorosa, que no sabía cómo pronunciar sin sonar como un niño pequeño.
Definió las facciones angulosas de Snape, su nariz ganchuda y como parecía tener las ojeras más profundas que la última vez que lo vio.
Abrió la boca un par de veces y se contuvo.
—Tu padre me pidió que te convenciera para que regreses con él —dijo Snape, a lo que Draco respiró tranquilo—. El señor de las tinieblas dijo que estaba dispuesto a perdonarlos si tu madre y tú, aparecen antes de que comience el verano.
Llevó las manos al borde del mesón y se mordió el labio.
—No voy a ir.
—Es una buena oferta, Draco, quiere hacerte mortifago y podrías aprender maldiciones cuanto menos interesantes de tu tía.
—No me interesa, y usted lo sabe bien.
Snape esbozó media sonrisa, cerró el caldero y miró a Draco de manera analítica.
—Si, es cierto —sentenció—. Voy a hacerle llegar tu respuesta a Lucius.
Draco se mordió el labio y decidió preguntar a pesar de que sabía que no le debía nada a su padre.
—¿Cómo se encuentra mi papá?
—Bien, fiel al señor de las tinieblas, lo que es aún más importante.
Draco asintió y con eso dio por acabada la conversación. Se despidió de Snape, recogió sus cosas y salió de la sala. Solo para toparse con Jessica que venía de entrada. Se quedaron viendo un minuto que pareció eterno.
—Jess… tu rostro.
La niña se llevó las manos a la cara y definió la larga cicatriz. No lucía para nada agotada por la luna de la noche anterior, de hecho, rebozaba una frescura envidiable.
—¿Te gusta, Malfoy? Siempre que la veo, me recuerda a ti.
Sonaba tan hiriente como una bofetada.
—Lo siento, Jess, yo…
—Eres un cobarde, Malfoy, me sorprende tan siquiera haber pensado en un momento lo contrario.
Sin demora, entró de un empujón a la sala de Snape, cerró la puerta e invocó un hechizo insonorizador. Draco se quedó un minuto en el pasillo, sintiendo como los ojos le comenzaban a escocer, hasta que las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas.
Sentía una mezcla de emociones. Por un lado, rabia consigo mismo, rabia de no haber ido el día pedido y haber hecho frente a la situación. Por otro, era seguridad. Había tomado la decisión correcta, o eso quería creer.
La más desconcertante era esa punzada de envidia. De verla tan bien, tan fresca, tan vibrante, mientras que él se encontraba cada día más apagado. Como si las lunas en ella solo le dieran más vitalidad a su cuerpo.
Caminó con el corazón encogido.
La última emoción era pena. No por Jessica, sino por el recuerdo de lo que habían sido durante un breve periodo de tiempo el cual nunca llegó a apreciar.
Mientras intentaba quedarse dormido, un nuevo sentimiento lo atacó. De no haber sido como era de obstinado y orgulloso, quizás hubiese ido donde Greyback al primer llamado y hubiese aceptado su propuesta. Se preguntaba cómo sería su vida de ser así, y se le helaba la sangre.
Esa noche tuvo muchas pesadillas. Todas protagonizadas por lobos que le arrancaban el cuello a mordidas y lo obligaban a arrodillarse.
El temor nunca se había sentido tan vivo, presente y, sobre todo, angustiante.
"Probablemente ya no estés ahí para cuando de la vuelta
Coloco las manos dentro de mis bolsillos
Y aunque camino como si no pasara nada
Mis mejillas se vuelven a humedecer con facilidad."1
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Notas:
1. Umbrella: RM & Yuiko.
Hola!
Este lunes primero van a tener el especial de fin de año ¡yei! Aún pueden dejarme preguntas en los comentarios.
Este capítulo es previo a todo el meollo de san Valentín. Se viene capítulo más o menos largo.
No me gusta el troupe de des-comunicación sin fundamento de fuerza mayor, es por eso por lo que intento que mis chicos hablen lo que más puedan y, aunque me gustaría que Harry dijera todo lo que pasa por su cabeza, siento que quedaría demasiado OOC y poco acorde al canon de los libros.
En su momento, se dirán todo. Pero por ahora, mantengamos a Harry con ciertos secretos, antes de que a Draco le toque tener que guardar uno.
El fundamento de este fue una idea que me dieron hace muchísimo tiempo en un comentario. Ustedes son mi mayor fuente de inspiración para cuando me faltaba un gancho de angst en la historia ¿eh?
The Machine.
