TW: Escena erótica semi explicita.

Traté de hacerlo lo mejor que pude, así que disfruten ^^

• ── ◦ ◦ ── •

"Te dije algo seguro

Algo que nunca había dicho antes

Yo (yo, yo),

no puedo apartar las manos de ti.

Mientras estás acostado al lado mío,

Cubriendo toda la noche anterior

Estoy drogado (drogado, drogado)

nadie me tiene tanto como tú.

Te quiero todo para mí

No dejo nada para nadie más

Soy un animal contigo.

Ningún ángel podría hacerme regresar,

Es más caliente que el infierno en donde estoy

Soy un animal contigo"1

• ── ◦ ◦ ── •

Era una grulla. Los relieves plateados de la camisa le robaron la atención por un minuto y lo mantuvieron pendiente mientras Draco desabrochaba cada botón con leves caricias sobre la tela. Dedos largos, delgados y pálidos que contrastaban contra la prenda y lo hacían mantenerse expectante.

Todo en él lo mantenía a la espera. La apretura de la camisa, la maestría con la que se ató el pelo con la varita y el cómo podía percibir el corazón desenfrenado de Draco al frente. Esos ojos llenos de dulzura y una sutil malicia que lo hacía sentir cohibido.

Presionó las manos contra el colchón y permitió que Draco lo tomara de la mejilla. Notó como este definía cada facción de su rostro lentamente, tomándose el tiempo que quisiera para memorizarlo.

La luz se vertía de manera tenue sobre la cama, se filtraba a través del dosel e iluminaba el cuerpo de Draco. Harry juraba que era la primera vez que conocía la piel del chico con tanta claridad. Esa blancura invernal, que de no haber posado la mano para sentir lo afiebrada de la piel, hubiese creído que estaría gélida.

El viento entró por la ventana semiabierta y los sacudió. Las cortinas ondularon en la misma dirección del pelo de Draco. Pronto comenzaría a llover y las gotas serían testigo de toda esa jovialidad.

Se atrevió a estirar la mano y meterla en la apertura de la camisa. Rozó con suavidad la carne indefensa al frente. Dejó una mano quieta en la cintura de Draco y esbozó una sonrisa tímida. Quemaba al tacto. Quemaba de la manera más placentera posible.

Cuando se acercaron, solo pudieron cerrar los ojos y recibir toda la dulzura en la boca del otro. Ese sabor del chocolate derretido entre sus lenguas y la naranja que contrastaba para brindarle una experiencia gastronómica de otro mundo.

Era tan sencillo darse cuenta de que la barra de chocolate que Draco le había regalado era costosa. Se notaba unos matices amargos, y la acidez de la fruta. Nada de gustos empalagosos al primer o segundo mordisco, con supuestos sabores ficticios.

No sabía si se le hacía más deliciosa la barra por lo que fuera que Draco hubiese puesto en ella. Cuando tomó otro cubito y lo puso encima de su lengua antes de que Draco volviera a tomarlo por completo, no fue capaz de definir el sabor de algun tipo de poción más allá de un fuego encendido en los labios de ambos.

Lo acercó más, subió la mano hasta el cuello de Draco y enredó los dedos en las hebras de cabello. Suave y un poco húmedas; notaba que se había dado una ducha esa mañana. El olor a acondicionador resaltaba más de lo habitual e impregnó el agarre de Harry con aquellos aromas limpios. Esa intensa frescura masculina.

Movimientos lentos en un principio, cada vez más feroces. Los dedos del chico pasaron de su rostro a sus hombros y de sus hombros a su espalda. Lo sentía en todas partes. Ardía sobre la ropa, nunca creyó pensar que el llevar una polera y pantalones le iba a resultar tan frustrante.

Con la nariz de Draco hundida en su cuello, fue capaz de percibir su respiración agitada en contra suya. Escuchó de repente una risa ahogada, un ruido que lo hizo fruncir el cejo. Lo volvió a oír, esa carcajada. Esa incomprensión.

—¿Qué es tan gracioso? —preguntó en un susurro acalorado—. Yo… es la primera vez que hago algo como esto.

Draco volvió a reírse, con su nariz pegada al cuello del chico. Se preguntaba si se reía de la vergüenza o de la inexperiencia.

—La mía también.

Mientes.

—¿Y tú no?

Lo vio alzar la mirada con un gesto cómplice y Harry percibió que este jugueteaba con el dobladillo de su polera. Le rozaba con las uñas el brazo, produciéndole cosquillas casi imperceptibles.

—Es mi primera vez así —contestó Draco—. Mira, escucha.

Lo escuchó claro. Lo escuchó porque deseaba entender esas risas. Los latidos de su corazón, las entrañas revueltas de nerviosismo, Harry se dio cuenta de que se encontraba igual que él; perdido y al mismo tiempo, radiante.

—Tu primera vez, ¿Cómo?

—Mi primera vez siendo consciente de las consecuencias.

Esta vez rio. Una carcajada limpia y fuerte. Ambos sobrios. Al borde del precipicio. Al borde de la locura. De eso trataba ser consciente de lo que pretendían hacer con la experiencia de gente ajena tatuada en el cuerpo.

Dejó de sostenerse en el colchón y Draco lo tomó con habilidad. Pasó las manos por los hombros del chico y le bajó la camisa. Se acercó más a Draco, a esa piel descubierta; quería buscar un olor nuevo, un olor más allá de lo limpio; algo más que esa frescura amaderada. Algo más.

Más, más y más. Siempre era más.

Volvió a clavar los dedos en el cabello de Draco y lo besó. Descargó toda la frustración en aquel contacto, mientras Draco le quitaba la camiseta sin dejar de sostenerlo. Vio como lo miraba. Como los comparaba. A Harry también le gustaba compararse con Draco. La eterna piel bronceada de su torso, la flacura sana del abdomen, el vello en torno a su ombligo.

En Draco solo eran cicatrices. Por completo, vello que había dejado de crecer hace tiempo por la piel cicatrizada en formas angulosas. Era piel, costillas y un poco de músculo que se flexionaba al inclinarse sobre su boca.

Y Harry solo podía besarlo. Una cantidad de veces insuficientes porque nunca sería capaz de concebirlo por completo. Temblaba de ira, frustración y deseo. De quererlo con tanta fuerza que no era capaz de explicar.

—Harry… cálmate —suspiró Draco, tan pronto Harry le mordió el labio. Lo tomó de las manos y dejó de temblar.—. No me voy a ir a ningún lado. Tenemos todo el tiempo que necesitemos.

Vio el brillo en los ojos de Draco y se preguntó si podía compartirle ese fulgor aunque fuera por un instante. Si fuera lobo, juraba que ahora sus ojos también destellarían con esa fiereza hipnótica.

Asintió ante las palabra de Draco y pasó la lengua por encima de la gota de sangre que brotó de la mordedura. Salado, algo metálico, predominaba el salado. Quiso rasguñar su propia piel para que Draco probara su sabor, darle el lujo de la herida recíproca, pretendió hacerlo, pero Draco negó con la cabeza y entendió que no era necesario. Que no era necesario hacerse daño para quererlo.

Reposó la cabeza en el cuello de Draco y comenzó a juguetear con él. Contó las vértebras primero de arriba abajo y luego de abajo arriba, mientras suspiraba por las caricias de Draco en él. El cómo había metido su mano en sus pantalones y frotaba. Sintió como el chico en la séptima vértebra temblaba incómodo y sonrió. Una debilidad, una oportunidad.

Junto a una risa proveniente de la boca de Draco, este se detuvo y sacó la mano.

—Me da cosquillas.

—¿Solo cosquillas?

Era suave, pero Harry lo quería más rápido. Más primitivo. Le mordió el cuello y estiró la mano a los pantalones de Draco con algo de torpeza fingida. Presionó encima y lo volvió a encarar.

—¿Ahora te da cosquillas?

Escuchó como Draco insultaba al aire. Insultaba la altanería de Harry. Insultaba su propia docilidad.

De un momento a otro lo comprendió, cambió de estrategia y procedió con la intensidad que Harry le suplicaba de manera silenciosa.

Empujó a Harry contra los almohadones cubiertos de encaje carmesí y se cernió encima de él. Era como el sol al medio día encima de un lago, enfrentados de manera eterna, condenados a mirarse sin ser capaces de pronunciar una palabra en el idioma que conocían.

La aspereza de los besos de Draco comenzaron encima de su clavícula y descendieron. Cada centímetro de piel era probado de formas extraordinarias. Formas inauditas que solo lograron hacerlo temblar. A veces cambiaba de dirección o se concentraba en un punto, también regresó al cuello varias veces para dejar su marca en su piel.

Y Harry lo miraba con ternura. En cuanto Draco volvió a subir, Harry le acarició la cara, definió las facciones con las manos y lo hizo acercarse a él. Harry se atrevió a hacer lo que Draco no hacía por miedo de la remota posibilidad de trasmitirle la licantropía. Lo mordió con completa brutalidad en el cuello, a lo que Draco solo ahogó una exclamación. Al terminar Harry pasó la lengua por la herida reciente y volvió a besarlo.

Draco se desabrochó el cinturón y se quitó los pantalones de un movimiento. Ayudó a Harry a hacer lo mismo, con los pensamientos nublados y el cuerpo ardiendo de sensaciones desconocidas. Como era posible que así, casi desnudos, tuvieran más calor que antes.

Harry lo apreció. Era como una escultura hecha de hielo, una obra de arte que gozaba, al mismo tiempo, tanto de fragilidad, como dureza y majestuosidad. Sintió de la nada la diferencia de clases palpables entre ambos, el cómo todo en Draco emanaba esa aura de riqueza, de ser capaz de codearse entre nobles sin pasar un mal rato. Juraba que solo sería necesario que se colocara un traje de tres piezas para que fuera donde la reina y esta le pidiera a él tomar el té.

Se sintió tan simple. Ordinario, casi vulgar. Solo era Harry al final de cuentas, un chico normal. Un niño.

—Harry… —suspiró Draco en sus labios— Oh, Harry… —suspiró en su pecho, en su corazón, en su vientre—. ¿Cómo me controlo contigo, Harry?

Le apretó los muslos desnudos y Harry estiró el cuello al sentir dolor de las uñas contra la carne. El cómo rasguñaba mientras subía sus manos por toda esa piel simplona, ese pellejo humano. Quizás no era ni la mitad de refinado de lo que Draco era, pero Harry sí sabía una cosa: que era capaz de hacer que aquel chico de enfrente enloqueciera por completo.

Torcer la situación hasta el abismo.

Rozó con las yemas del pulgar el pezón izquierdo de Draco, lo apretó y retorció divertido. El improvisto y la espontaneidad hicieron que Draco lo mirara sorprendido, dejara de aferrarse a la piel de Harry y suspirara.

—No hagas eso… es… vergonzoso.

Ignoró su llamado de atención, a lo que Draco a duras penas pudo reaccionar en venganza. Sin pena y con una sonrisa burlesca, apretó en torno al bulto en los calzoncillos de Harry, logrando que este soltara una queja.

—¿¡Que!?

—No lograras que pierda los estribos tan fácil… Hoy no…

Harry alzó una ceja y luego miró el miembro de Draco que ya se asomaba por el borde de su calzoncillo. El estómago de su pareja se movía de manera irregular, como si le costara respirar, como si le costara asimilarlos a ambos.

—No estoy tan seguro de eso.

Harry lo sostuvo y Draco lo observó con algo de temor. Trataba de imaginarse lo que fuera le quería decir, pero todo el bochorno entre ambos que ya no los dejaba pensar con claridad. Con mucha suerte eran capaces de mantener una conversación coherente.

—Harry… No… espera.

Yo te quiero libre, Draco.

Se reacomodó. Harry daba movimientos rítmicos con la mano mientras besaba el pecho de Draco, quien solo fue capaz de imitarlo. De tentarse y desear que Harry lo volviera a ver a los ojos para poder acariciarle los labios plenamente.

Libertad. Ninguno de los dos se iba a someter al otro. Iguales y libres. En eso consistían. Decisiones tomadas con completa libertad. Con completa seguridad.

Se vertieron en el pecho, en el corazón, en la cordura de ambos. Draco quería ser libre y Harry era su única salida para serlo. Libres pero feroces, temerarios, valientes y estúpidos. Eran todo y eran nada. Querían ser uno.

Draco tiró de los hilos, trató de robarlo de la manada ajena pero eso significaba coartarle la libertad a Harry y no podía hacerlo. Y Harry no entendía por qué este no lo tomaba, porque no lo arrebataba, porque todavía no se dejaba domar por la crudeza de la desolación momentánea.

Eran libres, pero todavía no eran manada. Estaban juntos, pero todavía no eran uno. No entendían que les faltaban, a quién debían suplicarle por eso. Que debían sacrificar para serlo. Cuantas lunas debían tratar de cazar para lograrlo.

El deseo, la pasión y la lujuria no eran capaces de satisfacer esa hambre. Harry clavó las uñas en la espalda de Draco, mientras Draco clavaba sus garras en la de Harry. Juntos, pero no uno. Pronto, faltaba tiempo, faltaba algo.

Más, más, siempre era más. Insaciables y tacaños. Querían todo, pero eso significaba soltarlo todo. Hasta lo que no tenían.

Por el momento solo dejaron que el calor los consumiera por completo. Que, a pesar de la lluvia torrencial que se vertía afuera de la torre daba golpes estridentes contra las ventanas, lo que de verdad ellos podían escuchar eran los barrotes del respaldo de la cama golpeando la pared y el sonido de la crudeza de ambos, cada vez más cerca, hasta el punto de volverse una única sombra en la habitación.

• ── ◦ ◦ ── •

Notas:

1) Animal: Troye Sivan.

Hola!

He aquí mi intento de escribir esa escena de la forma que sentía este momento merecía. I know, que no es erótica como tal, pero sí que vertí todo el sentimiento que me trasmiten estos dos chicos cuando están juntos.

Para aclarar posibles confusiones. No, Draco todavía no hace parte de su manada a Harry.

En fin. Nos vemos el miércoles con más.

The Machine.

PDT: El próximo capítulo Preguntas y respuestas, que se me están acumulando.