"No dejes que esos demonios entren de nuevo,
Lleno el vacío con dudas pulidas;
falso sentimiento
Ríndete.

Y me preguntó por qué me derribo,
para ser construido de nuevo
oh, espero de alguna manera,
despertarme joven otra vez
Todo esto es lo que queda de mí,
Agujeros en mi falsa confianza
Y ahora me acuesto esperando despertar joven otra vez"¹

• ── ◦ ◦ ── •

Lo que más odiaba Harry de los lunes era lo lleno que Draco tenía el horario.

Ambos compartían las clases matutinas. En transformaciones, saludaban a McGonagall y pretendían que todo estaba en orden, que el hecho de que el pelo de Harry hubiese acabado de color verde chillón no fue por haberse despistado. En encantamientos, después, fingían que lo llevaban bien, a pesar de que Draco acababa de hacer añicos las cortinas del salón tras haberse desviado del objetivo.

En el almuerzo cruzaron miradas y de no ser por el entrenamiento de quidditch de Gryffindor, Harry hubiese podido encontrar cinco minutos para acercarse a Draco y darle los ánimos que parecía estar suplicando por recibir.

Siempre le resultaba duro ver a Draco los días previos a una transformación. Llegaba demacrado a todas partes, daba un par de mordiscos a una fruta o se servía montañas abismales de comida; durante clases, explotaba magia como si esta fuera demasiado para ser contenida en su cuerpo y en las teóricas, en lugar de ser capaz de prestar atención, rayaba las hojas de pergamino con patrones desiguales, mientras movía su pierna debajo de la mesa cada vez más rápido, ansioso por salir corriendo de aquel lugar.

El único momento en que Draco se acercó un momento a Harry, para darle una sonrisa anodina, fue en la hora del almuerzo, que Harry decidió quedarse de los últimos en abandonar la mesa, para que Draco, una vez terminara con la labor de prefecto, le dedicara un minuto de atención.

"Estoy bien. Estoy bien" siempre le decía y Harry nunca le creía del todo.

Durante la cena, lo buscó desesperadamente y no lo vio por ninguna parte, a pesar de haber llegado temprano a comer. Tan pronto subió al dormitorio, lo buscó en el mapa y trazó su nombre con el índice. Lo definió ir directo al sauce boxeador junto a Madame Pomfrey y luego desaparecer.

De la nada sintió un frío desolador, abrió su baúl, dejó el mapa y sacó aquel polerón que Draco le había regalado. Se cambió a pijama, se puso el polerón encima, y se acostó a las nueve en punto con la nariz clavada en la prenda y los ojos puestos en la luna.

Con el olor de Draco tan cerca, casi lo podía sentir de nuevo en él. Junto a él. Perdido en él.

• ── ◦ ◦ ── •

Escondida entre las sombras de la casa de los gritos, Pansy esperaba muerta de miedo. Era capaz de percibir a los insectos que recorrían el techo y las paredes. Temía que una bizarra araña tuviera la grandiosa idea de recorrerle la espalda en cualquier momento y la hiciera delatar su presencia.

Aguantó la respiración cuando escuchó a Madame Pomfrey y Draco llegar. El chico, al instante en que entró, le dio un vistazo en la esquina exacta en que Pansy se escondía y subió las escaleras, tembloroso; mientras mantenía una conversación breve con la enfermera. En cuanto la mujer bajó la escalera y se fue de la casa, Pansy pudo volver a respirar.

Corrió hasta llegar al segundo piso, en donde se encontró a Draco, en ropa interior, sentado en la cama hecha trizas mientras miraba por el espacio entre las tablas. El cómo definía en especificó una tabla del piso rota y desgastada.

Aparentaba estar acostumbrado a esa situación. No le importaba ni los insectos, las telarañas y la mugre. Draco esperaba con aire anodino.

—No me mires, por favor.

Pansy se acercó, le dio un beso encima de la cabeza y le susurró una afirmación—Mírame, Draco, mírame. —Se transformó en una mariposa en cuanto Draco alzaba los ojos tristones y voló hasta la esquina más alejada de la habitación, en donde se quedó parada, admirando la lentitud con la que la luna llena era descubierta y toda la luz del astro iluminaba la habitación.

A pesar de oír la carne desgarrándose, el gemido ahogado de Draco y el fuerte aullido; Pansy cumplió su promesa. Una vez supo que la peor parte de la noche pasó, se volteó al gigantesco lobo blanco en frente. Era un animal grácil, delgado, con la mirada plateada, casi azul y el pelaje largo. El lobo la miraba, atentó a cualquier aleteó de la mariposa con olor humano que se infiltró en su morada.

Primero gruñó un poco y Pansy recordó las palabras de Draco: había tomado la poción, sin embargo, no estaba del todo segura de que alcance de conciencia humana tenía Draco. ¿Era su totalidad o una parte? No negaba que tenía algo de miedo. Era humano. Como pudo aleteó más cerca de Draco, que cerró los párpados y la dejó posarse en su nariz antes de soltar un resoplido que la hizo reír, antes de quedarse encima de su cabeza oculta entre aquella suavidad animal.

El lobo caminó hasta la cama y extrajo de debajo de la almohada una prenda café. Pansy recordaba haberla visto hace un tiempo, pero no sabía del todo donde. El lobo la mordió y de un salto se subió a la cama, con aquella tela cerca del rostro. A pesar de recostarse y estar tan cómodos, ninguno de los dos cayó dormido. Se dedicaron el resto de la noche a apreciar la luna pacientes de que la transformación terminara, como si se tratara de una condena apetecible.

• ── ◦ ◦ ── •

—¡Draco! ¡Qué felicidad! —exclamó la enfermera al verlo a la mañana siguiente—. Ni una sola herida.

Madame Pomfrey lo abrazó con fuerza. Pansy, aún como mariposa, se dirigió a los tablones de la ventana y miró la situación desde la lejanía.

Dos lágrimas rodaron por las mejillas de la mujer, algo que impresionó a Pansy que todavía no asimilaba lo estrecha que se volvió la relación entre ambos. Draco se limitó a quedarse ahí sentado en la cama, con la prenda encima de las piernas y la vista puesta en el insecto que aleteaba tranquilo.

—Una mariposa me ayudó.

Madame Pomfrey no comprendió nada y se reincorporó, mientras le dejaba a Draco espacio para que se vistiera, Pansy, en ese momento, se marchó por la ventana e fue a prepararse para hacer su acto de visita matutina habitual.

• ── ◦ ◦ ── •

Harry se mostró al segundo periodo.

—¿Qué haces aquí? ¿Acaso no tienes clases, jovencito?

La enfermera puso los brazos en jarras y Harry le enseñó su horario para demostrarle que, en efecto, tenía esa hora libre. Con un suspiro resignado lo dejó pasar.

Draco acababa de despertar de una siesta y ahora leía una novela que Hermione le recomendó. Puso el marcapáginas en medio y le dedicó el resto de atención a Harry, que vino decidido a hacerle infinitas preguntas acerca de su estado anímico.

—Estoy bien, esta luna fue gentil conmigo, Potter —declaró para confundirlo un poco. Era una locura pensar que el mes pasado Draco apenas pudo salir caminando de la casa de los gritos, y ahora se encontraba tan tranquilo—. Solo tengo un poco de hambre.

Harry se apresuró a rebuscar en los bolsillos de la única hasta dar con la mitad de una barrita de cereal y un chocolate algo derretido. Draco aceptó el chocolate, ya que la seca barrita mordida no le apetecía en absoluto.

—¿Entonces no hay nada que pueda hacer por ti?

Los ojos de Harry lo hicieron avergonzarse. Era curiosa la antítesis: Harry con el pelo despeinado, la camisa desabrochada encima de una sudadera amarillo oscuro, pero que aún con ese aspecto de chico "rebelde" (o idiota deportista) (Para Draco cualquiera de los dos calificativos valía), tenía una habilidad especial para lucir adorable.

—Bueno... siempre hay algo que puedes hacer por mí, pero va a tener que ser luego —susurró con tono tentativo, a lo que Harry frunció el cejo y comprendió—. Madame Pomfrey me dijo que me iba a dejar ser libre en la hora del almuerzo.

La mujer al oír su nombre se volteó, asintió y agregó:

—Nada de quidditch hasta el jueves.

Draco se encogió de hombros y volvió a dirigirse a Harry en voz baja—. Por lo que tenemos el tercer y cuarto periodo para nosotros solos, Potter. Si entiendes a lo que me refiero —Draco tomó el libro y lo abrió donde quedó— Por ahora, te iría bien ir a la biblioteca a hacer la tarea de transformaciones, porque estoy seguro de que ni siquiera la has empezado.

• ── ◦ ◦ ── •

—¿La voz?

Sinistra asintió, y le enseñó con el dedo la página que estudiaban. Draco echó el cuerpo hacia atrás para apreciar la ilustración medieval que se mostraba al frente; hasta cierto punto perturbadora. Un lobo que abría las fauces llena de dientes, mientras era rodeado por un grupo de humanos que seguían sus órdenes. Como si se tratara de una versión macabra del flautista de Hamelín.

"Facultad presentada, únicamente, en alfas. Funcional entre los miembros de una manada para controlar la voluntad y acción de los individuos de la misma."

Draco tragó en seco y se rascó la nuca un poco avergonzado.

Yo... ya la he utilizado.

—Me lo imaginaba —declaró Sinistra—, es la habilidad más instintiva que tienen los hombres lobo. Reluce por la sencillez de la misma y el dominio que uno tiene sobre sus emociones. Dime, Draco, ¿cuándo la empleaste?

—En el ministerio, con mi padre... le dije que se apartara de Potter y obedeció.

Ahora todo empezaba a cobrar sentido: "La voz... ¡Usaste la maldita voz!". La horrorosa sonrisa de Greyback que se reía porque se había doblegado ante la parte más animal de sí mismo.

Sinistra le tomó las manos en un gesto para hacerlo sentir acompañado. Draco se miró en el reflejo del vaso de agua que tenía al lado con un dolor de estómago inminente.

Eso no era divertido. Draco no era capaz de imaginarse las limitaciones de un poder tan abismal como ese. La profesora cambió de página y Draco se fijó en la ilustración que acababa de aparecer. Un lobo sentado a los pies de una princesa, que miraba a un lado sin prestarle atención.

"Se han confirmado que los omegas son los únicos miembros de la manada menos propensos a obedecer. En facto, de ser el omega también licántropo, es el único miembro dentro de una manada capaz de que el alfa le obedezca."

—¿Por qué el omega es el menos propenso a obedecer? —preguntó al darse cuenta de que en ninguna parte de la página lo explicaba.

—Eso es debido a que son los únicos capaces de cuestionar las decisiones del Alfa. El miembro que el propio alfa ha considerado en algun momento como un "igual". Además, debes tomar en cuenta de que los omegas no escogieron adherirse a la manada como el resto.

Draco hizo un ruido pensativo—. Pero mi familia... mi mamá, por ejemplo, no me lo pidió; siempre estuvo enlazada a mí. Fue automático.

Sinistra asintió, tomó un sorbo de té y se pensó lo que iba a decir con meticulosidad.

—Ponlo de la siguiente forma, Draco; tus padres te tuvieron porque ellos querían tener un hijo. no les pediste nacer y tampoco les pediste ser criado. Ellos, como padres, tenían (y tienen) la "obligación" de hacerlo ¿comprendes? Y esto se fortalece aún más porque fuiste un hijo deseado. Una decisión tomada de manera consciente; y al hacerlo, ellos escogieron ser parte de tu manada incluso desde antes de tu nacimiento.

» Por otra parte, tus amigos también te eligieron sobre otras personas para forjar un vínculo duradero y son libres de dejar ir ese vínculo cuando quieran. Por eso es también posible que sientas que el lazo con tus amigos es más débil que el de tus padres, ya que uno no puede decidir que no quiere seguir siendo padre, como si nada ¿no? Se puede desligar de una familia, de unos hijos, pero el título de "progenitor" seguirá para toda la vida.

Draco lo pensó un segundo. El cómo a pesar de todo el tiempo en que no había visto a su padre, el vínculo que compartía seguía con él. Dentro de él. Latiente y fuerte, como si lo acabara de ver en navidad. En cambio, el de Jessica, solo por un descuido de un par de meses, una amistad reciente y, por lo tanto, mucho más débil que la que compartía con Pansy, en una semana se había roto por completo.

—No obstante, uno no elige de quién se enamora. Solo sucede. La simple facultad de ser omega de un alfa es imposición de la naturaleza de ambos.

Lo pensó. ¿Consideraba que Harry era la única persona capaz de hacerlo doblegarse? No, ¿y si peleara en contra, este le ganaría? Tampoco estaba de todo seguro. Solo sabía que darían un espectáculo de primera.

Lo que sí sabía era que los dos se complementaban tan bien que a veces daba miedo. Él atacaba, mientras Harry lo defendía. Y cuando el defendía, Harry atacaba.

Ahora que pensaba en Harry, no podía quitárselo de la cabeza.

—Este poder es muy peligroso, como bien sabes —continuó Sinistra. Draco asintió. A veces aún pensaba en el rostro inexpresivo de su padre al obedecerle sin rechistar—y sé que te lo habrán dicho; las palabras son nuestra fuente más ilimitada de magia. Con ellas puedes destruir y sanar, romper y juntar. Una orden mal dicha puede significar las lágrimas de una persona, en el peor caso, la muerte de esta.

» Con la voz, Draco, tienes acceso a una maldición imperdonable. Posees la capacidad de hacer un imperio con la personas que más quieres; lo entiendes ¿cierto?

El chico murmuró una afirmación temerosa. Un sí, lleno de dudas.

—Por lástima, Greyback tiene acceso a esa facultad y, aunque solo sirve para órdenes sencillas ¿crees que alguna vez no lo hizo con una intención destructiva?

Ese era el problema, las exclamaciones dichas sin ningún matiz o vacilación eran las más peligrosas. No era lo mismo decir algo bromeando, que algo con rabia. Conocía a Greyback lo suficiente como para saber que el hombre no iba a dudar dos veces antes de mover a su gigantesca manada como sacrificio por un objetivo mayor.

Lo comprobó con Jessica en Navidad. A él no le interesaba la niña, pero sabía que le sería útil. Esa cicatriz era la muestra clara de aquello. ¿Quién le aseguraba que el hombre no le ordenó a la niña a autoinfligírsela?

—Y toma algo en cuenta, estas son órdenes dichas sin vacilación alguna, lo que significa que para poder emplear este poder no es necesario ser sometido por las emociones. Conozco lo suficiente a Greyback como para saber qué hace años que él ya sabe cómo no dejarse dominar por su sentir.

» Que no se te olvide, Draco: no hay nada que dé más miedo, que decir algo con la intención de herir a otra persona.

Draco se mordió el labio y alzó el rostro para encontrarse en los ojos de Sinistra. Era la imagen de una víctima que había presenciado algo horroroso.

• ── ◦ ◦ ── •

La primera clase de aparición sucedió un miércoles por la tarde. Afuera, por fin, después del duro invierno, se mostraban las señales de que la primavera se acercaba más rápido de lo previsto, con un sol que se ocultaba de tanto en tanto por las nubes.

El comedor, después del almuerzo, fue despejado. Harry juraba que era la primera vez que asimilaba que aquella sala era gigante. Esa imagen casi lo hacía sentirse un poco triste, pero pronto descartó aquella pena por emoción al notar los cuadros demarcados con cinta en los tablones del suelo.

Frunció los labios al ver como Draco se iba a la otra esquina del cuarto sin siquiera detenerse a mirarlo. Sin embargo, no tuvo tiempo de molestarse demasiado por aquello, ya que Hermione pronto lo colocó en el recuadro en medio de ella y Ron. Esperaron impacientes a que Wilkie Twycross, el funcionario del ministerio que se encontraba encargado de enseñarles acerca de la materia, diera las primeras instrucciones.

Entre los estudiantes, además rondaba la profesora McGonagall y el profesor Flitwick. Harry dedujo que era porque los dos impartían las área de transformaciones y encantamientos, las cuales eran afines al tema. Ambos maestros, junto a Twycross demostraron su habilitada para aparecerse como si se tratara de un simple chiste. Todos (o bueno, casi todos, porque Draco y sus amigos nunca demostrarían que algo mágico les sorprendía) ahogaron una exclamación; entusiasmados por probar esa forma de magia.

Twycross, ante Harry, lucía un aspecto translúcido, como un fantasma. Tomó nota mental de inmediato de que quizás no era buena idea (una vez aprendiera a como aparecerse) el abusar de esa habilidad; en especial si no quería terminar por perder su tono de piel bronceado, a uno cada vez más inexistente.

Aun así, los humos de la motivación fueron opacados tan pronto se percataron que, a la hora de poner en práctica la habilidad, no era tan fácil como los adultos aparentaban que era. Twycross, además, les alteraba un poco los nervios a todos, ya que cada vez que pasaba por los pasillos entre los alumnos, no dejaba de repetir que debían ser cuidadosos si es que no querían sufrir una despartición. "Las tres D: Destino, desenvoltura y decisión"; mencionaba el hombre a cada maldito rato, cosa que solo lograba desconcentrarlos.

"Destino, desenvoltura y decisión" repitió Harry, tratando de acallar al hombre "Las tres D. Las D... D. Draco".

Se volteó a verlo en el preciso momento en que este puso los ojos en blanco al tener al hombre cerca. Frunció el cejo y se concentró tanto como pudo, en un par de minutos, sin quiera darse cuenta del todo bien, se escuchó un pequeño chasquido, pero Draco seguía con cara molesta en el mismo sitio.

Daphne estaba en el pequeño aro en donde tenían que aparecerse. La chica abrió muchísimo la boca y era la más sorprendida de todos por haberlo logrado.

—¡Un aplauso para la señorita Greengrass! —mencionó McGonagall con una sonrisa de madre orgullosa—. Muy bien hecho.

Seguida por un coro de aplausos, la chica regresó a su cuadrado con las mejillas sonrojadas, solo para recibir un largo beso de recompensa por Nott y un abrazo de Pansy. Al separarse de su amiga, miró a Draco, que dijo algo que Harry no pudo escuchar, aunque se notaba que era una felicitación celosa.

Al cabo de media hora, Hermione también lo logró. Ron fue el primero en aplaudir por la chica a pesar de que McGonagall todavía no lo había solicitado.

El último —para pesar de sí mismo y envidia de los demás— que lo logró en todo el curso fue Draco. A diferencia de las chicas, no obstante, en lugar de mostrar un rostro atónito, se apartó el pelo de la cara y bajó de la tarima como si lo que acabara de hacer no fuera impresionante.

—¡Esa es mi diva favorita! —le gritó Pansy, seguido por las risas amistosas de los miembros de Slytherin. Draco, debido a la mención, cambió su expresión de superioridad a un sonrojo vergonzoso casi de inmediato.

La clase acabó y todo lo que Harry pudo lograr fue sentir una extraña sensación de hormigueo por todo su cuerpo. Eso era mejor que nada. Mejor que Neville, quien había perdido una ceja a medio camino de ida.

—No te presiones con eso, Harry —le tranquilizó Hermione, que cerca de la puerta abrazó al chico del brazo y caminaron juntos— ya habrá más oportunidades.

—Lo dices porque tú si pudiste lograrlo —bufó Harry—... agh, ¡Que rabia!

Hermione sonrió a medias y le pellizcó una mejilla para alegrarlo un poco. Sabía que ahora lo único que podía hacer para que su amigo se sintiera mejor consigo mismo era hablarle de cualquier otro tema. Con Harry afirmado, se desvió de la ruta que tomaban para ir a la biblioteca y, en su lugar se encontraron en el patio. Harry pretendió no darse cuenta, pero le resultó imposible una vez que Hermione lo llevó debajo de un árbol. Ese árbol en donde conversaban de temas importantes o, a lo menos, impactantes.

Aun con el sol encima, este no abrigaba en lo absoluto. Harry observó a Hermione y se preguntó si la capacidad de no congelarse era algo intrínseco de las mujeres, porque no era capaz de concebir el hecho de que se paseara de aquí para allá sin unas medias que le abrigaran las zonas de las piernas que la falda dejaba al expuesto.

—Mira, pensaba hacerme la loca, pero debes ser más consciente de tus acciones, Harry —mencionó con un tono de regaño, mientras sacaba un espejo del bolso—. Con tus rabietas te mueves demasiado y mira: lo que dejas al descubierto...

Harry se ruborizó al notar el chupón que tenía debajo de las orejas. Era de una tonalidad cercana a violeta, pero que juraba que cuando despertó era apenas perceptible. Apretó los dientes y con afán se cubrió la marca con un par de mechones de pelo.

Aun así, supo que Hermione no buscaba solo que se ocultara la marca. Ella no era tan simple como eso. "Las mujeres no son tan básicas como los chicos." Le había dicho y aquello le quedó grabado en la mente, "tonto" dijo también para rematar, aunque Harry compartía el calificativo para sí mismo.

Hermione transformó un montículo de hojas secas en una manta que colocó en el suelo y se sentó encima. Harry la acompañó con las orejas un poco rojas y un leve mohín en los labios. La tela, al estar hecha de hojas muertas, era áspera y rugosa, pero en realidad tampoco era como si se hubiese esperado otra textura.

—¿Quién te lo hizo?

Harry se preguntó qué era lo peor que podía pasar si llegaba a mentir. Ella, la semana pasada, le había guiñado. No obstante, Draco estuvo bajo la capa de invisibilidad. Ya no entendía nada.

Nadie.

La chica soltó un resoplido, lo miró con frialdad y añadió—No creo que Draco esté demasiado feliz de saber que lo negaste.

Se cubrió el rostro con las manos y lanzó un suspiro exasperado.

—Si lo sabes —comenzó— ¿Por qué lo preguntas?

—Porque quería confirmarlo. ¿Desde cuándo que están saliendo? ¡Son tan lindos!

Sintió un vuelco en el corazón. Un peso se le cayó de los hombros y se quebró en el piso. Hermione solo sonreía y eso lo hacía sentir feliz, era lo único que necesitaba; ni consuelo, preocupación o ira. Era mera y verdadera alegría.

Decidió entonces contarle la progresión de la relación con Draco, desde lo ocurrido a principios de verano. La chica lo escucho emocionada y atenta, sin querer perderse de detalle alguno.

—Eres tan tonto, Harry, desde que se te acercó más de la cuenta a finales del año pasado; estaba más que claro—bufó Hermione—. Aunque bueno, no te culpo, Draco también estaba súper ciego. Con mayúsculas: ¡CIEGO!

Agh... ya no me digas, no es tan sencillo ¿vale?

—Como sea, ¿no crees que es romántico? Los dos están des-ti-na-dos, en el verano leí una novela con esa misma temática sobre y ah... qué ternura —suspiró Hermione, algo que hizo que Harry se volviera a sonrojar—. Ya quiero ver el día en que Draco se vuelva mega posesivo y te defienda con su vida.

Harry frunció el cejo ante lo último.

—No necesito que nadie me defienda.

—Pero te gustaría.

—Malfoy defiende como la mierda. ¿Acaso no lo has visto en clases? Con mucha suerte y esfuerzo aprendió a hacer un patronus; y ya creo que se le debió haber olvidado.

"Un lobo" recordó Harry. Nunca le preguntó a Draco cuál fue el recuerdo feliz que le funcionó.

Hermione puso los ojos en blanco y se recostó.

—Eres cero romántico, idiota, por algo te costó tanto darte cuenta de lo que te gritaba hace meses.

Harry buscó algun contrargumento y cuando lo encontró, se lo pensó antes de soltarlo.

—Bueno, al menos yo si hice un avance... no sé tú como lo llevas con Ron.

Hermione abrió un poco la boca y sus cálidas manos pronto bajaron de temperatura.

—¿Cómo?

—Obvio desde cuarto.

—Te odio.

Harry le guiñó, se recostó en la manta y la miró de lado.

—Mira, solo... es complejo, además ahora esta con Lavender y tiene la cabeza lavada o algo así.

—No creo que le guste mucho Lavender, en realidad, salió con ella para demostrarle a Ginny que sí tenía experiencia con relaciones amorosas.

Hermione se volteó y quedó frente a él. El pelo moreno enmarañado era un arbusto de rizos encima de su cabeza.

—Lo sé, Harry, es que... ¿Por qué me tiene que gustar un imbécil? —se quejó consigo misma—. Con lo fácil que sería enamorarme de un hombre lobo arrebatador...

—No te lo recomiendo. Demasiado drama.

Aquello logró hacerla reír.

Si lo ponía en una balanza, Harry consideraba que, de manera objetiva (y por completa autocritica) el "imbécil" de la relación era él. Era natural, como la teoría de las aceitunas: a uno le debían de gustar las verdes y al otro las negras. Uno debía ser quien madrugaba y el otro quien necesitaba ayuda para despertar. Uno el imbécil y el otro tenía que ser más avispado.

—Casi me olvidaba, Harry —murmuró Hermione—. Creo que eso de la capa de invisibilidad solo funciona en la noche, porque los dos ya están bastante altos como para usarla sin que se les vea cada dos por tres los pies.

—No jodas...

—Tranquilo. Tus bonitas admiradoras estaban más preocupadas de verte los ojos, como para fijarse en el par de pies flotantes que te seguían.

Y eso que Draco estaba lo más encorvado que podía. Asumió que ya no podía hacer nada para remendarlo y sonrió, mientras sentía como Hermione se apegaba a su cuerpo y lo abrazaba con fuerza. Aceptó el contacto y se quedaron así, intercambiando de tanto en tanto pequeños susurros solo para saber que el otro seguía prestando atención.

• ── ◦ ◦ ── •

—¿Cómo llevas los avances?

Draco se sintió intimidado por la mirada inquisitiva de Snape. Unos ojos vacíos, cristalinos y que no dejaban demasiado a interpretación. Después de revolver dos veces la matalobos en sentido a las agujas del reloj, se dirigió al profesor.

—Lento pero seguro —contestó Draco, quitándose los guantes de látex—, aunque la última dosis que probé; no salió bien, tal parece que la vainilla entra en conflicto con el efecto del acónito.

Snape cubrió la matalobos con un asentimiento, se separó del mesón y le pidió a Draco que se sentara en la silla.

—Antes de que te vayas, quiero que practiquemos un poco de Oclumancia.

Sin duda la dinámica que los dos mantenían era extraña. Draco no podía no sentirse incómodo ante el trato que Snape mantenía con él, como si siempre tuviera la guardia alta. Draco se sentó con las piernas cruzadas y el cuerpo exhausto. Lo único que quería era tomar sus cosas e irse derechito a la cama. En especial en aquellos momentos, que desde la clase que tuvo con la profesora Sinistra no dejaba de darle vueltas al mismo tema de modo obsesivo.

Lo miraba de derecha a izquierda y de izquierda a derecha para llegar siempre a la misma conclusión.

Por eso mismo falló todas las veces que Snape entró en su cabeza. A pesar de los regaños del hombre, Draco, por más que trataba de cortar el paso, este lograba rasgarle la mente y entrar un segundo. Snape ejerció tres veces contra él y hubiese sido una cuarta de no ser porque Draco terminó en el piso, en una postura fetal, con la cabeza pitando con fuerza.

Al menos era consciente que ya tenía avances en esa área, porque Snape solo era capaz de navegar en unos recuerdos que se veían como imágenes difusas, mas no recientes. Fragmentos sin sentidos del pasado.

—¿Ocurrió algo?

—Nada —mintió Draco, que se limpió la boca y se colocó de pie con temblores—. Creo que ya...

—Draco, tienes que ser más fuerte que esto ¿entiendes? —gruñó Snape con severidad—. ¿O acaso crees que siempre estarás en perfectas condiciones cuando alguien quiera meterse a tú cabeza?

—Lo sé, pero...

—¡Pero nada! Ellos harán lo posible para tomarte con la guardia baja, débil; en el peor momento. Cuando seas más vulnerable que nunca y tú deberás bloquear el paso.

Tragó en seco y asintió.

—Vete, pero mañana vamos a seguir; y ten por seguro que esto solo se irá complicando. Quiero comenzar a fortalecerte desde tus debilidades.

Snape lo observó irse y Draco fue directo al baño del primer piso. El único sitio en todo el colegio en donde sabían que nadie lo iba a molestar, en especial cuando lo que menos quería era que los niños comenzaran a dispersar rumores con base a su aspecto demacrado.

Del bolso percibió una vibración y al revisar se percató que provenía del espejo de dos caras. No le apetecía hablar con Harry, así que lo ignoró.

Las palabras de Snape resonaban con fuerza en su cabeza y se mezclaban con las de Sinistra. Tomó un largo sorbo de agua y se mojó la cara. Tenía frío.

—¡Pero si es Malfoy! —lo nombró una voz chillona y femenina a espaldas—; no te ves del todo bien ¿Qué sucedió, Draco? ¿Acaso peleaste con la chica de pelo corto?

—No es de tu incumbencia, Myrtle —le contestó de mala gana, mientras se volteaba y definía la figura fantasmagórica de la chica, que le sonreía con un talante coqueto—. Así que vete.

La chica se hizo la desentendida y rio. Por instinto, en cuanto el espectro se le acercó con rapidez, Draco se echó hacia atrás, hasta chocar con el lavabo. Era mero reflejo, ya que tenía más que claro que ella no podía tocarlo.

Myrtle se le inclinó cerca del rostro y estiró la mano como si estuviera jugueteando con un mechón de pelo de Draco. Solo traspasaba las hebras rubias como si nada.

Vamos~ estás muy pálido, Draco... tú sabes que puedes decirme cualquier cosa; soy tú amiga. Yo siempre te escucharé.

Agh, apártate...

—Eso no es muy caballeroso de tu parte —le regañó Myrtle—, debes estar tranquilo, bien sabes que soy la mejor para guardar secretos.

Vio a la fantasma y volvió a sentir como el espejo vibraba dentro del bolso. Draco se apartó del lavabo, de la chica muerta y el agua, para sentarse en las baldosas gélidas sin saber qué pensar.

La conclusión era miedo. Recién comenzaba a sentir los efectos de conocer los alcances de ese poder. Le daba miedo querer más, llegar a saber demasiado y dejarse consumir por completo. Le daba miedo saber muy poco y por su ignorancia ser consumido por completo. Era una cadena sin fin. Sin embargo, lo que más le helaba la sangre era una única cosa:

—Tengo miedo de lastimarlo —susurró más para si mismo que para al fantasma.

No sabía que tenía ese baño que siempre lograba hacerlo sentir vulnerable, casi miserable. La pena de Myrtle era contagiosa.

—¿A quién?

—A todos, pero sobre todo a Potter.

Tenía miedo de cometer el mismo error de Greyback; de lastimar a los que más quería por mera ambición. Draco temía aquello, porque sabía que esa ansía de siempre querer saberlo todo era su virtud más peligrosa. Su defecto más hermoso.

Myrtle cerró la puerta del baño y se acostó de estómago al lado de Draco con los codos hincados en el suelo; o algo por el estilo. No sabía si un fantasma era capaz de hacer algo como aquello, ya que solo traspasaba el piso.

—¿Ahora son amigos?

—Somos algo más complicado que eso.

La fantasma hizo un ruido como si comprendiera a lo que se refería. Draco no estuvo del todo seguro de que Myrtle de verdad entendiera todo ese rollo.

—¿Le hiciste algo?

—No, ese es el problema: tengo miedo de hacerle algo.

El espejó volvió a vibrar y esta vez Myrtle también lo percibió, porque se quedó viendo el bolso—. ¿Es Potter? —Draco asintió—, los chicos son extraños... quizás antes de comerte la cabeza, deberías decirle. No es tan malo hablar.

—No es tan sencillo.

—Estoy segura de que sí.

—Tú no entiendes una mierda, ¡Ni siquiera sé por qué estoy hablando contigo!

Draco se levantó del suelo frustrado, tomó su bolsa y le gritó a la chica que se puso a llorar.

—¡No hagas tanto escándalo! Despertarás a todo el castillo.

—¡Eres un grandísimo imbécil, Malfoy!

Gruñó y se fue del baño antes de que Myrtle rompiera una cañería para que el agua expulsada le diera en contra. Caminó a la sala común, con las manos en puños, sintiéndose algo abochornado. ¿Cómo era posible que un fantasma lo acabara de insultar? Y lo que era peor: ¡Él lo había permitido!

Pateó una piedra en las catacumbas que chocó con los pies de Harry. El chico aguardaba afuera de la entrada de Slytherin, con las manos metidas en los bolsillos de la sudadera del equipo de quidditch.

—Buenas noches.

—No me gusta tu tendencia de buscarme con el mapa, Potter—bufó Draco, al ver el pergamino que sobresalía del bolsillo del pantalón de chándal. Harry se encogió de hombros—. ¿Qué quieres?

—No contestabas el espejo.

—Porque hoy no me apetece hablar contigo.

Harry arrugó la nariz, enfocó a Draco detrás de los lentes y se cruzó de brazos. Intentó a varias formas de formular la misma pregunta, pero Draco solo contestaba respuestas mordaces mientras se alejaban de la entrada de la sala común.

—De verdad que eres complicado, Draco. Dime el sentido de tu enfado —se quejó Harry, que lo persiguió por las catacumbas hasta dar con un sitio más recóndito— ¿Ayer te chupé tu cosa y hoy no quieres verme? ¿Tan mal lo hago?

Draco se puso rojísimo, se cubrió el rostro y respiró hondo.

—¡No lo digas en voz alta, por Merlín!

—¿Qué mierda te pasa entonces? —presionó Harry—. No creo que fueras a hablar con Myrtle por gusto.

Draco suspiró exasperado, se apoyó contra las baldosas, encendió un cigarro y le contó lo que aprendió en la clase de Sinistra. Harry lo escuchó escéptico y cuando Draco terminó lo único que pudo decir fue:

—¿Acaso eres imbécil?

—¡¿Por qué hoy todos se empeñan en decirme que soy imbécil!?

—Porque te estás imaginando una situación demasiado hipotética. Sinistra te lo dijo ¿no? Que los tipos como yo, somos inmunes a tu poder.

—¡No eres inmune!

—Bueno no, pero casi.

Draco puso los ojos en blanco y Harry le restó importancia.

—Soy fuerte. Y ya me resistí a tu voz una vez ¿Por qué no volvería a hacerlo una segunda?

—¡No quiero que exista una segunda!

—Es por eso por lo que eres tonto, Draco; te estás preocupando por cosas que todavía ni suceden —farfulló Harry—. Lo de tu padre en el ministerio fue malo, pero al final lo resolvimos ¿cierto? Si llegara a pasar lo mismo, solo nos tocará volver a solucionarlo.

Draco se apoyó contra la pared, relajó los brazos y bajó por completo la guardia.

—Llevas un tipo de vida extenuante, Potter. No creo que pueda soportarlo... —declaró Draco— ¿Acaso tú y tus amigos siempre solucionan así los problemas? ¿Actúan y luego "lo piensan"?

Harry se encogió de hombros—Más o menos.

—Están locos —sentenció—. Me sorprende que todavía no se hayan matado.

Harry apoyó su mano sobre el hombro de Draco y apretó para trasmitirle un poco de su calor. El chico por fin se tranquilizó y dejó de apretar las manos. "Con él" pensó "Tal vez si esté bien".

—Draco, por lo menos yo avanzo. Imagínate si me hubiera parado a pensar todos los "y sí" Creo que ni siquiera hubiera pasado de tercero... Aparte, tú me lo prometiste.

—¿Qué cosa?

—Que aprenderías a controlarlo ¡así que ahora no te eches para atrás y afróntalo como un hombre!

Draco pestañeó un par de veces, desvió la mirada sonrojado y acorraló a Harry contra la pared. Con un suave movimiento subió los lentes del chico y con la mano lo sostuvo del mentón.

—Nadie se está acobardando, Harry. Que te quede claro —respondió Draco en un tono duro—. Un Malfoy siempre cumple sus promesas.

Harry se rio de él, entrelazó los brazos en el cuello de Draco y alzó ambas cejas.

—Más te vale, Draco, porque con mi estilo de vida no puedo tener a un miedoso a mi lado —afirmó Harry, sin duda—. Ya te lo dije una vez: te quiero libre, Draco. Déjame escuchar tu voz.

• ── ◦ ◦ ── •

Notas:

1) False confidence: Noah Kagan.

¡Hola!

Esta parte constituye la numero 100 del fic. ¿Se lo imaginan? Una absoluta locura. Les agradezco el apoyo que le está dando a esta historia, de verdad... sencillamente, me cuesta asimilar un número tan grande como es el 100.

En fin, también quiero darles las gracias por la acogida del extra anterior. Estaba un poco nerviosa por publicarlo, pero estoy contenta de que les haya gustado.

Bien, lo prometido es deuda. Voy a responder unas cuantas preguntas.

Pequeño Q&A.

Comenta AnataYume:

Definitivamente Draco debería enseñarle Oclumancia (o al menos las bases) a Harry antes que vuelva a enfrentarse a Snape ... me tienes en dudas de que lado esta con respecto a los Malfoy...
por otro lado, debemos recuperar a Jess, siento que Draco no acepta porque es un alfa que quiere su propia manada y Fenrir no se lo permitiría, después de todo él destruiría a Harry para subyugar a Draco, como hizo con Jess y eso significa que tampoco le importa su manada, solo es otro egoísta,
es intrigante eso de los secretos de Draco (me carcome la curiosidad
Feliz navidad y maravilloso año nuevo, espero que tú y tu familia esten bien!

Respuesta: Hola! Ten por seguro que Draco en cierto momento le enseñará a Harry Oclumancia. No en esta parte, pero si en la tercera. No puedo decir más.

Snape es un personaje gris. La verdad es que a veces ni siquiera yo sé. Lo que sí sé es que quiere (aunque no lo admita) a Draco, es por eso por lo que es tan severo como laxo. Depende de como lo pille Draco ese día.

Todo el asunto con Jess se esta maquinando poco a poco para culminar en unos cuantos capítulos más. Pero hay una cosa fundamental que mencionaste y es en el hecho de que Jess es alfa y, por lo tanto, la única forma de que ella se haga manada con Draco es que acepte voluntariamente someterse a otro alfa volverse gamma. Cuando era humana, Jess, era más sencillo, porque solo asumir un rango beta. Y además, la niña, está siendo manipulada por Greyback 24/7.

Ya se van a revelar todos los siguientes, pero todavía falta para llegar ahí.

Continúa, en otro capítulo:

Pansy es la hermana de Draco, no hay mejor descripción...
mira que dejar que Harry responda a todas las preguntas de Ron, y porque tiene chupetes, espero que no caiga en los chocolates de Romilda ... En serio Harry? Tu mejor excusa es un elfo? ... Siento que esta es la calma antes de la tormenta... y tu descripción de un Draco recién follado (o follando) fue muy sexy
Espero tu especial con ansias

Respuesta: ¡El hecho de que Draco ponga en aprietos a Harry es canon! JAJA Me divertí mucho escribiendo esa escena. La mejor parte es el hecho de que Ron de verdad le cree y se preocupa. I can't. AJAJ

Estos capítulos, tal como sucede en el príncipe mestizo, son bastante tranquilos. Intento incluir sucesos nuevos, pinceladas de misterio y situaciones divertidas para no aburrir, pero de alguna manera hay que esperar hasta junio, para que se ponga en marcha todo de nuevo. Lo bueno es que en los próximos tres capítulos, aprox, se pondrá un nuevo mini Drama, además que se retoma el quidditch...

Aprovecho de responder con tu comentario unas cuantas preguntas que ya me han dejado, que me resulta un poco ¿extraña? Acerca de los roles Top! y Bottom! Que Draco y Harry tienen en mi fic. Los que me conocerán de otros fics sabrán de antemano que no me gusta encasillar a mis personajes de parejas BL en roles del tipo. Siento que es heteronormar una relación homosexual de la manera más sutil posible, y no es mi estilo. Por eso mismo la escena que narré en el episodio anterior lo dejé más a la interpretación de cada uno. Imagínenselo como quieran. Lo único que busco con ese tipo de escenas es demostrar todo el deseo que mis chicos se tienen por el otro independiente del género de ambos.

That's it.

¡Muchas gracias por comentar! Siempre disfruto leerte. ❤️❤️❤️

✧✧Espero que tengan una bonita semana ✧✧

The Machine.