"Detente,

Ahí, por favor, detente.

Que yo sé lo que te pasa por la mente

Exploramos otros labios

Y el vacío no ha cambiado

Al igual que yo te extraño ciegamente.

(…)

Olvidemos el pasado, ven y quédate a mi lado

Disfrutemos nuestros besos poco a poco."1

• ── ◦ ◦ ── •

El primero de marzo, día que coincidió con el cumpleaños de Ron, Gryffindor y Hufflepuff se disputaban en un juego decisivo; con este, se definía cuál de los dos equipos pasaba a la final, que se llevaría cabo con el ganador entre Ravenclaw y Slytherin.

Ron irradiaba maravilla. Quizás era por el efecto de la emoción de su cumpleaños y la convicción de que ese dia, en particular, no podía salir nada mal. Ron se subió a la escoba y desempeñó su papel como un verdadero profesional, hasta el punto en que Harry se preguntó si estaba jugando con su amigo o con un impostor. Realizó unas atajadas tan impresionantes que helaron al público y provocó que cayeran una avalancha de miradas recriminatorias sobre el pobre guardián de Hufflepuff.

Harry terminó por agarrar la snitch luego de rasgar el suelo con la cola de la escoba. La pelotita se agitó un par de veces en su agarre y sonrió a la par en que las gradas de Gryffindor gritaron victoriosas.

Tan pronto como Ron descendió, Lavender Brown esperaba ansiosa en las entradas de los vestuarios, igual que un perro ante la próxima llegada de su dueño. Ron puso cara extraña, pero acabó por aceptar la larga sesión de besuqueos que la chica quería darle como regalo de cumpleaños.

Harry le entregó la snitch a Madame Hooch y siguió la fila de jugadores. Hermione lo saludó con una mano, ya que la otra se encontraba ocupada con una caja mediana, envuelta con un lazo rojo. Era un obsequio para Ron. Sin embargo, al ver lo "ocupado" que estaba, se mordió el labio y dio media vuelta, sin decir ni una sola palabra.

Harry pretendió ir a atraparla, pero una marea de estudiantes bajó en ese momento de las gradas, por lo que se vio obligado a meterse a los vestidores.

Ron entró poco después, se despegó de Lavender que le aseguró que lo iba a esperar afuera, y dejó escapar un suspiro que resonó en todo el vestuario. Harry, que ya se encontraba dentro de la regadera soltó una risa; ahí se notaba la diferencia entre querer a alguien a, sencillamente tenerla.

—La verdad es que no entiendo por qué sigues con ella.

Es complicado —se excusó Ron—, solo estoy buscando el momento indicado, pero… ¡Bah! Ya da igual, hoy no quiero hablar de ella… ¿Por qué mejor no me das mi regalo de cumpleaños?

Esbozó una sonrisa y asintió. En cuanto se cambió a ropa de domingo (vaqueros, camiseta y converse), sacó del casillero una caja amarilla que Ron recibió con una gran sonrisa. Al mismo tiempo, el resto del equipo apareció por detrás, con grandes sonrisas, mientras le cantaban "cumpleaños feliz" a Ron.

Abrió primero el regalo de Harry. Era una edición de "Quidditch a través de los tiempos" limitada, que le había costado carísima, pero que se encontraba más actualizada que la versión tradicional del libro, con ilustraciones en movimiento y un apartado exclusivo del equipo favorito de Ron; quien al ver el regalo casi chilla de la emoción.

Cargado de regalos, Ron fue el primero en salir del vestidor, para pronto ser seguido por el resto. Harry, al ser el capitán, antes de irse, debía cerciorarse de cerrar el almacén de las escobas y los vestidores que habían ocupado.

A las afueras del estadio, definió con claridad una cabellera rubia que aguardaba bajo la sombra de un árbol como si no le importara demasiado esperar más rato del que ya llevaba ahí parado. Harry sonrió y se acercó a Draco que recién en ese momento levantó la mirada y lo saludó.

—¿Qué tal? Supergenial ¿cierto?

Como se lo esperaba, Draco no lo iba a aceptar tan fácilmente. El chico se despegó de la corteza del árbol, metió las manos en los bolsillos y se encogió de hombros.

—Estuvo bien, supongo.

—¿Solo bien?

—Si, bastante bien.

Draco comenzó a dirigirse al castillo junto a Harry, que lo miraba en un afán de sacar algo más en esa mueca silenciosa que atenuaba una sutil sonrisa.

—Escuché el griterío… ¿Así que el parásito Weasley está de cumpleaños? —Harry asintió—. Eso significa que ahora te debe estar esperando una fiesta descomunal en tu sala común. ¿No?

—Pero no me apetece para nada —bufó Harry, que recordó el desastre ocurrido en la fiesta pasada. Mucho alcohol en el ponche. Juraba que no iba a volver a beber en la vida—. Así que creo que solo voy a subir al cuarto y dormir todo lo que queda de día.

Draco se rascó la mejilla y ladeó la cabeza, antes de tomarse el pelo con una liga que traía en la muñeca. Harry, mientras trataba de no mirarlo demasiado, se dio cuenta de que el chico tenía las muñecas muy delgadas y en la nuca un par de lunares que siempre eran escondidos por el pelo. En el pasado, cuando traía el cabello corto nunca le generó intriga aquella parte, pero ahora que siempre la traía cubierta, el efecto que generaba en el interior de Harry resultaba difícil de explicar sin rozar a lo explicito.

—¿Y mi premio?

Draco ralentizó un poco el ritmo de los pasos que daba y levantó una ceja algo confundido.

— ¿Premio? ¿Por qué?

—No te hagas el idiota ahora —le gruñó Harry, que decidió que fijarse en las irregularidades del suelo era bastante interesante—. Mi premio por ganar.

—Eso no es un mérito tan grande, Potter.

Harry hizo un puchero con los labios. Draco se detuvo y también logró que Harry lo hiciera de inmediato. Draco le aplastó el pelo con la mano. Siempre después de montar en escoba le quedaba más alborotado y esponjoso de lo usual.

—Si lo es… podemos estar cerca de ganar las finales.

—Eso no va a suceder, porque ahora conmigo en el equipo, Slytherin se va a llevar la victoria, Potter —replicó Draco, que logró que Harry se cruzara de brazos y frunciera el cejo—. Pero si quieres te doy tu estrella doraba por lograrlo. ¿Qué es lo que quieres?

—Ven conmigo a mi sala común.

Un silencio se extendió entre ambos. Harry solo lo encaró con un rostro lleno de inocencia.

—¿Estás loco? Va a estar llena de imbéciles de tu casa.

—No sabía que te acobardabas tan rápido, Malfoy. A mí no me importó hacerlo en segundo, pero bueno, entiendo si tú no te atreves…

Draco cambió la expresión atónita a una algo molesta y estiró la mano hacia Harry.

—La capa.

Sin decir nada más, Harry asintió. Sacó la capa de invisibilidad del bolso antes de recordar lo que Hermione le mencionó.

—Tus pies se ven.

—¿Tanto? Bueno supongo que puedo hacer un hechizo de camuflaje a mis pies.

Subieron las escaleras del castillo y en el sexto piso Draco hizo el hechizo a la parte inferior del cuerpo. No era perfecto porque se notaban ciertas irregularidades, pero sabía que de ese modo nadie se iba a dar cuenta de su presencia. Una vez cerca de la entrada común, se cubrió con la capa y desapareció al instante.

Frente al retrato de la señora Gorda, Harry pronunció la contraseña y esperó a que Draco ingresara primero. Dentro, la gente ya disfrutaba de la fiesta, sin aguardar, ni siquiera, por los protagonistas del motivo. Cualquier excusa era válida en esa sala común para celebrar.

—¡Oye! ¡Harry!

El chico se volteó, para encontrar a Romilda Vane que le hacía señas con la mano; obstaculizando la entrada a los dormitorios. Lucía ya un poco alcoholizada, con las mejillas rosadas y una sonrisa llena de deseo. La música se encontraba al máximo del volumen.

—¿Por qué no me invitas a bailar? —le preguntó la chica, al mismo tiempo en que lo tomaba del brazo.—. Vamos~ no te hagas el difícil, si yo sé que eres de los que le gusta bailar.

—Para nada, Romilda.

—¿Pero cómo? Se te nota que debes tener sangre latina, chico. De seguro que si bailas conmigo puedo hacerte despertar ese lado oculto en ti.

Harry, tras varias negaciones, logró rechazar la invitación a bailar de Romilda Vane y se apresuró a subir al dormitorio junto a Draco, quien tan pronto entró, se quitó el encantamiento que traía encima, y lo miró con cara de pocos amigos. Agradecía que el cuarto estuviera vacío.

—¿Feliz? —Harry asintió varias veces—… como sea, me muero de hambre ¿tienes algo para comer por aquí?

—Creo que en la mesa tengo unos dulces, cómelos si quieres.

Draco asintió y se dirigió a donde Harry le señaló, mientras el chico se quitaba los zapatos y se sentaba en la cama. Draco se comió el primer caramelo sin prestar atención y luego observó a Harry con escepticismo.

—¿Por qué querías que viniera?

—La verdad es que no pensé en el paso dos —declaró Harry, mientras Draco se llevaba el segundo dulce a la boca— ¿tienes algun plan?

Draco sonrió de manera coqueta, se terminó el tercer y último dulce y se sentó tan cerca de Harry que sus narices rozaron.

—¿Sangre latina?

—No puede ser…

—Esa chica parecía muy convencida de sus palabras ¿No te apetece bailar?

—¿Te gusta bailar?

Draco se encogió de hombros—. La verdad es que no es algo que me moleste demasiado.

Se levantaron de la cama y cerraron los ojos para concentrarse en la melodías que lograban filtrarse del piso de abajo. Acababa de terminar un tema de Queen y empezó a sonar una de las cumbias de Celia Cruz.

—Mira, el destino está de mi lado.

Harry soltó una risa y comenzó a moverse como pensaba que se bailaba la cumbia. Draco lo miró con una sonrisa en el rostro y lo acompañó de cerca. En determinado momento, decidieron que era buena opción tomarse de las manos y comenzaron a agitarse a son del ritmo.

En cuanto Draco atrajo a Harry a su cuerpo y lo tomó del mentón, escucharon que la puerta se abría con fuerza. Antes de que Ron ingresara al cuarto, Harry se apresuró a empujar a Draco hasta que este tropezó con la cama y quedó tendido.

Se dio un golpe mental.

Se olvidó del paso uno: cerrar la puerta con llave.

—¡Oye Harry! Romilda me dijo que estabas… —comenzó Ron, antes de definir el rostro de su amigo y el sujeto infiltrado en la habitación—aquí…

Ron analizó a Draco confundido, quien se hizo el desentendido mientras miraba a la ventana con el codo hundido en la almohada, como sí la persona fuera de sitio se tratara de Ron.

—¿¡Malfoy?! ¡Harry! ¿¡Pero qué carajo?! — gruñó hacia Harry— ¿Por qué mierda Malfoy está en nuestro dormitorio?

Harry cerró con pestillo la puerta y trató de tranquilizar a Ron, que estaba tan rojo como su pelo.

Bonitos chupones, Weasley ¿quién te los hizo? ¿La vampira que tienes por novia?

Escuchó un gruñido que escapó de los labios de Ron. Harry miró a Draco con el cejo fruncido, sin poder creerse que el chico le echara más leña al enfado de Ron.

Draco, en cambio, se notaba que intentaba no entrar en pánico. La voz de Celia Cruz, lentamente se desvaneció del ambiente y en su lugar comenzaron a sonar las brujas de Macbeth. El desgraciado a cargo de la música tenía buen gusto.

—Malfoy —le llamó la atención Ron con fiereza— ¿Qué mierda haces acá?

El chico sonrió confianzudo, aunque sus palabras no acompañaron la siguiente declaración.

—Vine a darme el lote con Harry.

El aire se congeló. Draco se llevó las manos a los labios y Ron se paralizó. Eran palabras que él no había pensado, palabras que delataban esa verdad que debía mantenerse oculta.

Harry comenzó a reírse a modo de aligerar el ambiente; cosa que no sucedió.

—¿Pero qué estupideces dices, Draco? Déjate de bromear; él vino a…

—No estoy bromeando.

—¿Qué? No estoy entendiendo nada —suspiró Ron, que miró a Harry furioso—. Harry, esto es una broma de muy mal gusto. —se volteó a Draco y lo apuntó con el dedo— Malfoy explícate, porque si viniste a joderme de alguna manera…

—No vine a eso, ya te lo dije, vine a darme el lote con Harry ¿es que acaso no lo entiendes? —bufó Draco, antes de quedarse callado y ver con ojos asesinos a Harry—. Potter, ¿qué clase de dulces eran esos?

Harry abrió mucho los ojos y corrió a la mesa de noche, para luego rebuscar en los bolsillos de Draco. Ese envase. Arrugó los envoltorios con la mano y tragó en seco.

—Te comiste los equivocados…

—¡No! Me comí los que tú me dijiste.

—¡Pero no eran estos, grandísimo idiota!

—¡¿Se puede saber de qué dulces hablan?! —Inquirió Ron, que le arrebató uno de los envoltorios de los caramelos y lo analizó confundido— ¿Harry por qué compraste los dulces rellenos de veritaserum de mis hermanos?

Draco se enderezó en la cama, con la mirada sombría y las manos en la cabeza.

—Espera… si Malfoy los comió eso significa que… oh, mierda.

—¡No es lo que crees!

Ron comenzó a temblar. El envoltorio le resbaló de las manos y señaló a Draco con el dedo.

—¿Qué relación tienes con Harry?

Malfoy abrió la boca, pero Harry se la cubrió antes de que pudiera pronunciar la primera silaba.

—Somos amigos —agregó Harry en un chillido.

—Quiero escuchar lo mismo de Malfoy— exigió Ron, que separó a Harry y tomó a Draco del cuello de la camisa— ¿Qué relación tienes con mi mejor amigo?

Draco esbozó una sonrisa. En ese momento, antes de hablar, miró a Harry de reojo y los dos se dieron cuenta de que la discusión estaba perdida, por lo que continuó con el discurso.

—¿Potter y yo? —se rio— somos pareja.

Ron lo soltó, sin saber qué decir— ¿Pareja así como novios?

—¿De qué otra manera sería, imbécil? —afirmó Malfoy—. ¿Acaso tienes algun problema con eso, Weasley?

—¡Malfoy! —le gritó Harry—. Tan solo… vete.

Draco pasó al lado del cuerpo inmóvil de Ron, tomó la capa de invisibilidad y antes de desaparecer, habló por última vez:

—Potter, después hablamos. Y otra cosa, Weasley, feliz cumpleaños.

Con el sonido del portazo que dio Draco, Ron se volteó a Harry, quien solo sentía como el corazón se le iba a salir del pecho. El labio le temblaba al igual que la voz.

Ron

—No quiero escucharte.

—Por fa-favor…

Ron aguardó una respiración, miró a Harry con una furia creciente. Era una ira contenida. La peor de todas.

—Pensé que nos teníamos confianza, Harry, de verdad que lo creía —murmuró Ron, que se mordió el labio. No estaba enojado por la relación en sí misma, se dio cuenta Harry, sino por el hecho de haberle mentido por tanto tiempo—Mira… buena atajada la del partido, me voy.

—Ron ¡Espera!

Ron no dudó ni un poco y salió del cuarto en un par de minutos. Harry, por su parte, se sentó con suavidad en la cama, sin creerse como había pasado de bailar a estar al borde del llanto.

La puerta se abrió y al minuto siguiente Draco entró de nuevo, puso el pestillo y los cubrió a ambos con la capa de invisibilidad.

—Para la próxima, no te olvides de poner el seguro, tonto.

Harry comenzó a llorar en el pecho de Draco, quien lo abrazó, con fuerza.

—Te dije que te fueras.

—Solo un hijo de puta lo haría en esta situación.

—Lo arruiné todo.

Hundió la mano en el pelo de Harry y le dio un beso en la frente.

—Lo arruinamos todo, pero ya encontraremos la forma de solucionarlo. Siempre la encontramos ¿no?

Harry no respondió. Draco deseó que lo hubiese hecho.

• ── ◦ ◦ ── •

Del rostro de Hermione caían lágrimas a borbotones.

Se aferró a la bufanda escarlata y apretó el bolso contra el pecho, en un inútil afán de que la pena que la aturdía se disipara de una vez por todas. No entendía que era lo que le faltaba para poder hacer que Ron se volteara y la mirara con los mismos ojos con los que ella lo observaba a diario. Era tan doloroso, el cómo a pesar de haberse reconciliado, haber regresado al punto del principio (a esa aborrecible amistad) los celos que la abrigaban no disminuían ni un poco.

Escuchó una cantarina voz provenir de uno de los salones de clases. Se limpió las lágrimas con el dorso de la mano y prestó mayor atención. Era ese tipo de voz que uno no esperaba escuchar cantar; demasiado aguda para ser masculina, pero con un deje maduro, como el de una mujer adulta o, por defecto, una voz resentida por los cigarros. Era un canto de pecho, por lo que las bocadas que daba entre versos lucia agotados. Cantaba con certeza, con pasión, como si cada palabra fuera la última que iba a pronunciar.

Se acercó en silencio a la sala y quedó afuera, lamentó que fueran de esos salones de clases en donde la puerta no tenía ventana.

Pronto se le unió otra voz entre risas, aguda, suave, tierna. Un fuerte olor a acetona se le clavó en la nariz y Hermione, por un momento tardó en darse cuenta de que se encontraba afuera de la misma sala de clases que el año pasado utilizó junto a Daphne y Pansy para avanzar en el trabajo de astronomía. Lo recordó, porque identificó que ese olor eran esmaltes de uñas. Hermione no solía pintarse las uñas, porque a veces, mientras estudiaba, se las mordía y por comodidad prefería mantenerlas cortas. El pintarlas no iba con ella, pero envidiaba el cómo algunas chicas podían tener las uñas largas y cuidadas a la perfección.

Pudo haber entrado, pero no lo hizo. Se quedó pegada contra la puerta, con los ojos hinchados y la tentación de saber de quienes provenían esas voces. Quizás se había imaginado todo, pero lo dudaba mucho, en especial una vez pudo sentir como las mujeres dentro, hablaban entre susurros confidenciales y palabras indescifrables.

Acabó por largarse al percatarse que no iban a continuar cantando, que eso había sido un momento irrepetible, del cual ella no debía ser testigo, pero lo fue. Avanzó por el pasillo y se sentó en la primera banca que encontró, con la mirada puesta directa a la torre de Ravenclaw.

Admiró la solemnidad y la calma que le ocasionaba esa estructura y se preguntó por un momento como estaba Luna. A lo mejor se encontraba con Neville, paseando por los alrededores del castillo, como siempre lo hacían los fines de semana. De cierta manera, anhelaba lo que ellos tenían, esa amistad confidente, ese punto en el cual las dos personas siguen siendo amigas a pesar de que es una obviedad que quieren dar ese otro paso.

Aun así, eso no fue lo que desvaneció sus divagaciones, sino que se trató de como en lo más alto de la torre, Ron se apoyaba contra la baranda y miraba al paisaje general del castillo.

Los ojos de ambos cruzaron por una milésima de segundo, pero ella estuvo segura de que él no la identificó bien, porque estaban demasiado lejos y el único motivo por el que ella supo que era Ron, fue por el vibrante rojo de su cabello.

Era impropio verlo alejado de todos. De una fiesta que tenía su nombre, de una novia que de seguro ahora lo buscaba con locura. Hermione, que sentía el corazón alterado por una mezcolanza de enojo y curiosidad, fue hasta los escalones de la torre; sin embargo, aunque buscó una entrada, nunca dio con el pasaje que llegara a la parte en la que Ron se hallaba. Algo frustrada, se sentó y esperó. Todo lo que sube, tiene que bajar.

No tenía ni idea de cómo iba a reaccionar cuando lo viera, porque ni ella tenía clara la razón por la que aguardaba ahí, por él. Esperó mucho tiempo, tanto que la noche ya se alzaba de forma orgullosa y ella continuaba con la mirada puesta en la nada.

Cuando bajó Ron, este la quedó mirando como si no la reconociera. Al verse de cerca, definió el par de ojos hinchados y los labios mordidos, con sangre reseca por la comisura de la boca. Hermione, por primera vez, identificó en él algo similar a un espíritu de medianoche, que no le resultó para nada atractivo. Se levantó con lentitud y supo de inmediato que Ron acababa de pasar por algo doloroso, o al menos, algo que le había afectado demasiado.

No era fácil ver a la persona que iba por la vida con una sonrisa en el rostro y un aire despreocupado, portar un aspecto moribundo. Ron permitió ser abrazado, dejó caer la cabeza sobre el hombro de Hermione y hundió las manos en la melena de la chica.

El corazón le comenzó a latir con una fuerza abrumante. ¿Hace cuanto que llevaba anticipando un contacto similar a ese? Un contacto tan íntimo y sincero. Húmedo, porque pronto pudo percibir un par de lágrimas que le mojaron el cuello y el chico, con pavor, se las limpió.

Mione… ¿Soy alguien que no merece confianza?

Hermione se paralizó, sin saber que responder, esperó hasta que dijo la última frase que la hizo palidecer.

—Yo le confié todo a él… pero no me pudo contar una misera parte de su vida.

No fue necesario mencionar ni un nombre, para que Hermione comprendiera que Ron hablaba de Harry. Era la única persona que lograría llevarlo a las lágrimas.

• ── ◦ ◦ ── •

Notas:

1) Détente: Carolina Gaitan.

Hola!

¿Adivinen quien se terminó la serie completa de la Celia Cruz? Su humilde servidora.

Lamento no haber actualizado la semana pasada. Ahora que estoy en la recta final de esta segunda parte, me cuesta cada vez mas mentalizarme a la hora de editar los capítulos, algo que se potencia aun más con el horripilante calor que está haciendo últimamente.

En otras novedades: ¡Ya soy estudiante matriculada en la universidad! Que felicidad, tengo aun que hacer tramites de adulta (que horror), pero al menos logré entrar a la carrera deseada.

Es loco ponerme a pensar que comencé este fic cuando aún estábamos en pandemia, y recién terminaba segundo medio.

En fin. ¡Nos vemos la próxima semana!

The Machine