"(...) hasta que cambié al otro lado,
No es ninguna sorpresa que te haya entrega"(...) hasta que cambié al otro lado,
No es ninguna sorpresa que te haya entregado,
Porque los traidores nunca ganamos.
Estoy en un auto de escape

Conducíamos el auto de escape,
Volábamos, pero nunca llegaríamos lejos,
No pretendas que es un misterio,
Piensa en el lugar donde me conociste.

Manejando un auto de escape,
Había sirenas en el latido de tu corazón,
Deberías saber que sería la primera en irme,
Piensa en el lugar donde me conociste
En un auto de escape,

Nada bueno comienza en un auto de escape"¹

• ── ◦ ── •

Draco escribió un par de cartas:

"Profesor R.L:

Se que quizás le sorprenda mi carta, pero la verdad es que no sabía a quién más comunicarle las inquietudes que tengo. Esto es un tema que ni con Potter puedo compartir del todo bien, porque a pesar de que me pide que confíe en él, sé que nunca podrá comprenderme del todo.

Hace unos cuantos días descubrí que nosotros tenemos una capacidad para hacer que nuestros seres queridos hagan lo que queramos. Claro, los que están limitados a nuestra manada. En realidad, ahora que lo pienso, no sé muy bien cuanto sabe usted acerca del asunto de los hombres lobos, por eso entiendo que una vez lea mi carta la deseche al instante, creyendo que me he vuelto loco.

No suelo reconocerlo, pero me da miedo que por impulsividad termine pidiéndole a cualquiera de mis allegados algo que en realidad no quería. Por eso, ahora que sé que usted tiene una manada más grande de lo que creí en primera estancia, es que me pregunto cómo ha podido controlar este tipo de impulsos.

Espero su respuesta y aprovecho la instancia para mandarle junto a Potter un presente por su cumpleaños.

D. Malfoy.

05 de marzo. 1997"

El regalo se trataban de un par de discos de música que escogió con Harry antes del desastre ocurrido en el cumpleaños de Ron. Las envolvió en papel de regalo sobrio y con ayuda de Harry, amararon la caja a Hedwig. Antes de que el ave emprendiera vuelo, Draco le acarició la cabeza y la sostuvo entre los brazos un minuto.

—¿Seguro que no quieres escribirle nada?

Harry negó con la cabeza y desvió la mirada, lo que hizo que Draco no insistiera; no estaban siendo días fáciles para ninguno de los dos.

En cuanto soltó a Hedwig, la lechuza agitó las alas y se fue hasta perderse en el cielo. Draco sacó la otra carta y antes de sellarla anotó la fecha de envío.

"Mamá:

¿Cómo estás? El colegio va bien, transcurre dentro de lo normal, con muchas tareas y trabajos (¡Nadie me advirtió que sexto iba a ser tan pesado!). La verdad es que ya deseo que sean vacaciones para poder pasar tiempo contigo y los tíos.

También volví a jugar quidditch, así que la próxima semana te mandaré fotos del partido. Siempre espero con ansias tu respuesta.

Con cariño, Draco.

05 de marzo del 1997"

Esta vez adjuntó la carta a una de las lechuzas libres que podían utilizar cualquier alumno. Se ganó la confianza de un pájaro rubio con media barrita de cereal y le ató la carta en el pata, antes de dejarla libre.

Ya no le quedaba nada más pendiente. Miró a Harry que lo esperaba en la barandilla viendo a las aves revolotear entre ellas, con un cigarro atrapado en la boca y el pelo que ondeaba al viento. Draco se aproximó y trató de animarlo con una media sonrisa.

—Tengo un mal presentimiento —contestó Harry a la mueca extraña de Draco.

—¿Un mal presentimiento de qué?

—De todo. Pareciera como si algo se avecinara y no pudiera hacer nada para evitarlo.

Draco le revolvió el pelo y encendió otro cigarro. Los suyos eran mentolados, un sabor que, aunque no le gustaba del todo, le servía para mantenerse fresco y no dormirse.

—Eso se le llama tener consciencia del paso del tiempo.

Harry asintió y se quitó el cigarro de los labios. Detrás de las gafas tenía unas ojeras impropias del chico.

—No te preocupes por cosas que todavía no suceden —le dijo Draco, tratando de animarlo—. Y cuando sucedan, ya nos arreglaremos ¿no es así como funciona el asunto?

Aquello logró hacerle sonreír con levedad, el toque de vida que le hacía falta al rostro reluciente de Harry.

—¿Crees que a Lupin le gustará nuestro regalo?

Draco asintió, soltó el humo de los labios y le dio un beso en la mejilla; aunque notó de inmediato que Harry continuaba tenso. Se pensó como ayudarlo y cuando se acabó el cigarro, logró dar con una idea.

—¿Qué te parece si reducimos el día en fragmentos? —le comentó Draco—. Por ejemplo: quedan cinco días para mi partido de quidditch contra Ravenclaw, pero solo dos horas para la evaluación de encantamientos, así que en lugar de preocuparme por lo primero, me enfoco en lo segundo que está más cerca de suceder.

—Dos horas para encantamientos, pero treinta minutos para ir a almorzar... ¿Habrá chuletas? Ojalá hubiera chuletas, hace años que no como unas.

Quedaban cinco minutos para que tocara la campana y la buhonera se llenara de alumnos que mandaban cartas a las apresuradas.

Dos para que Harry y Draco se fueran del lugar mientras hablaban de comida.

Y diez segundos para que Harry dejara de gastar energía en pensar cosas que, según él, iban a pasar.

• ── ◦ ◦ ── •

De sorpresiva manera, Ron se las arregló para evitar a Harry en todas las variantes posibles. No le costaba demasiado porque podía pasar el día entero con Lavender, en los entrenamientos jugaba a su ritmo y en el dormitorio siempre era el último en ingresar, para meterse a la cama sin mediar palabra con nadie.

Harry lo habló con Hermione, quien tras haber escuchado las versiones de ambas partes, concluyó:

—Pues la verdad es que Ron tiene un poco de razón; es normal que se haya enfadado y, a decir verdad, me sorprende que no haya sucedido antes.

—O sea, igual peleamos hace un par de meses también sobre Draco.

—Entonces Ron tiene una paciencia impresionante—sentenció Hermione con un gran suspiro—. Debes ponerte en sus zapatos, Harry, partiendo del punto de que es un sangre pura y que de por si asimilar una relación entre dos hombres a él le cuesta muchísimo... ya viste como se puso con lo de Lupin y Sirius, ¡Y eso que eran ellos! —Harry se encogió en el sofá, con la pajita de un jugo en caja en los labios. Le hubiese gustado fumar, pero frente a Hermione no tenía las agallas para hacerlo—Ahora le pones en escena a Draco, que es un hombre lobo y además, la relación entre ellos dos nunca ha sido buena.

Ron, por obvias razones, no le comentó a Hermione lo de la relación de Harry y Draco, pero a Hermione en esos momentos le servía más hacerse la tonta y adoptar una postura de mediadora unilateral, que le traspasaba las quejas de Ron a Harry e intentaba que Ron escuchara las explicaciones de Harry.

—Me siento muy mal...

—Y Ron se siente de la misma forma —le aseguró Hermione— porque él te ve como un hermano, es por eso por lo que esta tan enojado. Se siente traicionado, engañado y pasado a llevar por quién es la persona a la que más confianza le tiene. Es por eso por lo que... no sé qué pueden hacer para reconciliarse, en especial si consideramos que Ron no te quiere ver ni en cuadro.

Mione ¿le puedes decir que quiero hablar con él?

—Ya lo he intentado, Harry, pero se niega. Mira, quizás hay que darle tiempo al tiempo ¿vale? No apresuremos las cosas: solo han pasado un par de días, trata la próxima semana.

Harry lo intentó, sin embargo, Ron colocaba cara de haber mordido un limón muy agrio y se marchaba. Ya en ese punto circulaban rumores, porque el inseparable amigo de "el elegido" ahora lo ignoraba por completo; lo que no hacía nada más que echarle más leña al asunto, ya que todos asumían que quién tenía la culpa en el conflicto era Ron.

—Es desagradecido, con lo mucho que quisiera ser amiga de Harry...

—De seguro es pura envidia, como él no destaca por nada.

Las admiradoras de Harry, sobre todo, vieron esa oportunidad para acercarse al chico, quien ya no tenía a un compañero para vaguear durante las horas libres que le quedaban mientras Draco o Hermione seguían en clases. Eran esos bloques horarios, en los que le tocaba ir de un lado para otro para no ser emboscado por una de esas chicas que le sacaban conversación de todas las maneras posible.

Durante este periodo de tiempo fue que Harry pudo comprender algo por milésima vez en la vida y era lo mucho que Ron le hacía falta. Extrañaba sus gestos, las malas bromas, la comprensión o tan solo la presencia del otro chico. Ron le recordaba que eran simples adolescentes, que la felicidad se encontraba en cosas pequeñas y que no debía complicarse la existencia si fallaba en clase. No era lo mismo que la amistad que tenía con Hermione, que le trasmitía realidad a sus fantasías. Era el vaso de agua fría, la que lo hacía mantenerse presente; pero Harry a veces, lo único que quería era ponerse a bobear con alguien y Hermione no era el tipo de persona con el que hacerlo.

Lo mismo le sucedía con Draco, cuya relación lo hacía sentirse seguro, escuchado y querido; pero al mismo tiempo, en muchas ocasiones —quizás por los problemas que acarreaban los dos por detrás—, le costaba tener lapsos de horas en las que las carcajadas fueran lo único que llenaran la habitación.

Ellos tres eran lo que lo hacían estar en equilibrio, por eso mismo, cuando la ligereza y la hermandad, se alejaba de él, era casi como si una parte de Harry fuera extraída de sí mismo.

Las miradas indiferentes o decepcionadas de Ron eran similares a puñales, que se le clavaban en el cuerpo y sangraba miseria, sin ser capaz de dejar de sentirlas. Nada dolía más que ser consciente de todo el daño ocasionado, del efecto causado y ahora, a pesar de tener la intención de repararlo, saber que haría falta un gesto más grande o un golpe de buena suerte para poder tener la oportunidad de curar las heridas.

Sabía que recuperar la confianza de Ron iba a ser complicado, pero que para él valdría la pena hacer el esfuerzo; porque le quería. Quería demasiado a Ron como para que este siguiera sintiéndose mal por su culpa.

Por cierta razón, la mente de Harry jugaba en contra del muchacho. Le recordaba el pasado y como Ron actuó sin interés de obtener algo de por medio; solo porque eran amigos, porque eran familia.

Al verlo ahí, tumbado encima de la cama mientras hojeaba una revista, Harry solo atinó a entrar, cerrar la puerta y mirar a Ron. El chico levantó la vista un segundo, y Harry sintió un escalofrío arañarle la espalda.

—¿Podemos hablar?

Ron alzó una ceja, cerró la revista y se levantó de la cama.

—Yo tenía la intención de decírtelo...

—Si, claro —bufó Ron sarcástico—. No me mientas.

—No te estoy mintiendo.

—Me irrita más saber que niegas la mentira. Tú tenías completamente la intención de guardarte toda esta mierda hasta que en cualquier momento explotara el asunto ¿no es así? —Harry bajó la cabeza, Ron lo conocía demasiado bien—. No soy idiota, Harry; así que por favor, no quiero hablar contigo, porque sé que aunque me lo expliques, no te voy a poder comprender todavía.

—Han pasado semanas, Ron.

—Y de ser necesario pasaran meses.

Ron avanzó hasta Harry que estaba detenido con los brazos flácidos a cada costado y la mirada pegada al piso. En cuanto Harry se enderezó, Ron arrugó la nariz al notar los ojos llorosos de Harry.

—Eres egoísta —lo acusó Harry—. Sabes que estoy aquí, dispuesto a suplicar por tu perdón y tú no dejas de pensar en tu rabia.

Aquello pareció irritar aún más a Ron, que lo agarró del hombro, para que se apartara de la puerta. Harry se negó con fuerza.

—¿Egoísta? ¿Yo? ¡¿Cuándo he sido egoísta contigo, Harry?! Te confié desde el minuto uno todas mis verdades y tú solo pasaste encima de ellas como se te antojó —discutió Ron, que volvió a tomarlo del hombro, esta vez para empujarlo—. Aquí el egoísta eres tú ¡Nunca tuviste la intención de decirme una mierda porque en el fondo tú nunca confiaste del todo en mí!

Harry lo vio tomar el pomo y lo detuvo, sosteniendo a Ron desde el borde de la camisa del uniforme.

—Yo sí confío en ti...

—Harry, no seas falso, si no pudiste confiar en mí ni siquiera con algo tan básico como esto, ¿qué me asegura que no me mientes con otras cosas? ¿Qué tantas otras mierdas de ti no sé mientras que tu sí que lo sabes todo de mí?

—¡Lo sabes todo! ¡Ahora lo sabes todo!

Ron examinó a Harry durante un largo minuto. Uno que se le hizo eterno. Ron sostuvo tanto rato el pomo que cuando lo giró, el mismo se sorprendió de que la puerta se abriera. Harry nunca le colocó pestillo.

Al ver al minuto siguiente el pasillo vacío, cayó en cuenta en que Ron acababa de desechar sus palabras. Esas palabras que le costó tanto pronunciar.

Salió corriendo de la habitación, sin saber en que minuto comenzó a llorar. Tenía el rostro enrojecido y el estómago se le contorsionaba de sentimientos dispares, uno de los más reconocibles era la vergüenza absoluta.

Bajó siete pisos como si se trataran de nada y se halló en medio del patio. Sin compañía. Él y un cielo lleno de estrellas, sin nubes, la luna menguante y el viento que le secó las lágrimas. Ahí, por fin, después de todo el día fue capaz de no sentir nada.

Ahí diferenció que en los matorrales del bosque prohibido llegaba una figura de entre las sombras. Los ojos de Jessica se clavaron en los suyos en una expresión atónita, cargada de sospecha, para luego volver a esa mirada tranquila.

Traía un conejo en los brazos al que le hizo un par de caricias antes de soltarlo y, sin decir nada, Jessica partió de ese punto de vuelta al castillo.

Harry sintió que acababa de ver algo que no debía, pero que tampoco comprendía el motivo de esto.

Miró al conejo, que dio un par de saltitos y se acercó a Harry para acurrucarse en las piernas del chico durante el tiempo que estuviera ahí; sin sentir nada.

• ── ◦ ◦ ── •

La mañana del partido de quidditch, Draco despertó con una sensación taciturna sobre los hombros. Era extraña y le hizo ralentizar un poco los pasos que daba de camino a los baños de los prefectos.

Como si se tratara del protagonista de una serie, no pudo evitar sentirse aludido ante las miradas de reojo, altivas o extrañadas de varios alumnos. Chicas que se volteaban para reconsiderar a Draco como un buen partido, chicos que rumiaban detrás de las lagañas perezosas y aseguraban que seguía siendo el mismo hijo de puta que a principios de año.

Draco ignoró a todo el mundo y se metió al baño con una sonrisa satisfecha; cuanto se alegraba de tener ese puesto en aquel preciso instante, en donde lo que más deseaba era dejar de estar en boca de todo el mundo por cinco minutos.

Al menos gozó de la tranquilidad durante esos únicos cinco minutos, ya que cuando se disponía a abrochar la hilera de botones de la camisa, se encontró con el desprecio tangible de Ron que parecía haber tenido la misma idea.

Era la primera vez que sentía como un silencio era similar a una apuñalada. Ron se relamió los finos labios, sorbió la nariz y comenzó a desvestirse para meterse a la ducha. Draco no pronunció ni una sola palabra durante el minuto y medio en el que esta interacción transcurrió; se limitó a actuar como si nada hubiera ocurrido entre ambos, o mejor dicho, como si no conociera a Ron en absoluto.

Una vez Ron desapareció camino a las duchas, Draco soltó un suspiro aliviado, dobló su ropa y se marchó con un escalofrío que le gobernaba el cuerpo. Sabía que un día iba a tener que entablar algún tipo de conversación incómoda con el chico, pero Draco planeaba alargar ese momento cuanto más pudiese.

Llegó al desayuno y se sentó en el puesto habitual con sus amigos. Pansy ese día llegó un poco más tarde, ya que se demoró más de la cuenta con el intenso maquillaje en tonos verdosos que se hizo.

—¡Diosa! ¡Hermosa! ¡Reina! —le gritó Daphne en cuanto la vio llegar, Pansy le sonrió de manera brillante y se sentó al lado de Draco, que ya le tenía servido un vaso de jugo de naranja—. ¡Tan hermosa que sería capaz de comerte a besos!

Nott frunció el cejo y tomó a Daphne de la cintura sin emitir ningún comentario; sin embargo, no fue necesario, porque Daphne pronto reconoció el motivo del silencio de su pareja y se calló.

Lo miraban a él y acto seguido se les unió Pansy.

Como no hacerlo si estaba pálido, con el corazón en la mano y el plato vació. Por primera vez podía decir que no tenía hambre y que se encontraba ansioso (por no decir nervioso) del partido. Era una sensación agobiante que Draco sentía por primera vez sin comprender el motivo de esto. Casi veía al resto de Slytherin— al resto del colegio (excluyendo a sus amistades)— como enemigos personales.

Y a lo mejor era cierto. A lo mejor, loúnico que deseaban todos era que cuando estuviera en el cielo se cayera de la escoba y no volviera a montarse nunca más en una.

Los de Slytherins se vestían de verde, llevaban pancartas y querían ver el juego; pero no verlo jugar a él. No querían que un traidor a la sangre, testarudo y que retozaba con el "enemigo", los representara en el juego

Pero ya estaba decidido, Draco era el buscador; la supuesta mejor opción y ya no iba a poder echarse para atrás, porque la humillación de tal acto sería peor que la derrota.

Ravenclaw no emitía opiniones, pero estaba claro que ellos veían la oportunidad de ese partido como la última. Si ganaban iban a llegar a los finales, si perdían; les tocaría arañar el podio.

Zabini pasó por al lado, escoltado por Crabbe y Goyle además de un séquito de muchachitos de Slytherin de tercero y cuarto, que lo idolatraban como una especie de príncipe. Se detuvo en el puesto de Draco y sin decir ni una sola palabra sacó un par de cosas de la bolsa que cargaba encima.

La primera era una energética que se la aventó a Draco, la cual por poco no atrapa. Era de manzana y cítricos, a lo que esbozó una media sonrisa, en cuanto se percató que Zabini aún se acordaba que ese era el único sabor de esa marca de bebidas que Draco soportaba tomar. El resto era demasiado dulce.

Lo segundo fue un pin. A lo que se hizo un espacio entre Nott y Daphne y lo dejó frente a Draco con un golpe estridente en la mesa: "Buscador de Slytherin".

—Todos los jugadores deben tener el suyo —le dijo, antes de guardar las manos y seguir avanzando por el pasillo.

Draco observó el broche, antes de sacar la varita, tocarlo para transformar la plata en acero y tomarlo con cuidado. Con solo ese objeto en el poder se sintió más fuerte y tranquilo, como si de verdad tuviera la capacidad de enfrentarse al otro equipo. Abrió la bebida y se embriagó del dulzor de la misma, mientras trazaba con la yema del pulgar el relieve de la serpiente junto a cada letra del pin.

De reojo vio las uñas pintadas de verde de Pansy y por primera vez se atrevió a examinar la mesa de Gryffindor. Harry todavía no se presentaba a desayunar, ni tampoco Hermione o Ginny. Ron masticaba la comida con cara de perros y parecía estar haciendo un gran esfuerzo para no mandar a la mierda a Lavender que no se le despegaba del brazo.

Cambió de foco. Luna comparaba el grosor de su brazo con el de Neville. Después fue a Hufflepuff; Jessica no estaba.

Se fijó en el rostro de la gente para percatarse de una única cosa: nadie lo miraba a él.

Sonrió calmado, se colocó el pin y tomó un pan tostado con ansia. Hasta que lo mordió no se dio cuenta de la verdadera hambre que tenía.

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Era una sensación inexplicable.

El cómo el corazón le bombardeaba adrenalina; enviaba estímulos desde la cabeza hasta la punta de los dedos. Tomaba el palo de escoba y la cola de caballo que ondeaba al viento.

Los vítores enardecidos de ambos equipos hacían eco. Eco, como si Draco estuviera encerrado en una habitación aparte. Eco, como si esos gritos no trataran de él.

Era habitual que el griterío se inclinara a un lado; nadie más que los propios Slytherin querían verse a sí mismos ganar. La gente del resto de las casas se sentaba al frente de las gradas de Slytherin y apoyaban al equipo de turno que jugara en contra de ellos.

Cuando estuvo en el campo trató de buscar a Harry, pero fue imposible. Cada estudiante era un puntito en el panorama y si Harry estaba entre ellos, no lo podía ver. Ahora, mucho menos, que buscaba una miserable pelotita.

Agudizó los sentidos. La vista no lo ayudó demasiado, así que probó con el oído; quizás escuchaba las vibraciones de las alas agitándose, peor solo alcanzó a oír las bocanadas de aire de algunos cazadores.

Se detuvo en el aire cerca de Cho Chang y Draco, por primera vez sintió algo más que indiferencia al verla. Cayó en cuenta de que esa muchachita tan distinta a él era la niña de la cual Harry estuvo encaprichado. Esa niña que apestaba a colonia de bebé, largas pestañas, rostro de muñeca japonesa, sin ni una miserable marca que importunara esa perfecta piel.

Draco chasqueó la lengua y Cho Chang lo miró con un fruncimiento de cejas, antes de devolver la visión al campo de juego.

No era lugar ni momento para ponerse a pensar en esas cosas.

Rastreó la cancha y hasta que al fin encontró una cosa que se agitaba de arriba abajo, casi en un gesto de burla. Draco se lanzó a atraparlo, pero de más cerca se dio cuenta de que solo se trataban de los aretes de una niña que, al verlo acercarse a toda velocidad, ahogó una exclamación.

—Mierda —gruñó Draco, al darse cuenta de que Cho Chang salió a atrapar la verdadera snitch.

Se abrazó a la escoba y salió detrás.

La chica era buena, pero sobre todo, era ligera. Daba giro entre medio de las gradas sin titubear y parecía una flecha que rompía el viento. Era la primera vez que se ponía a analizar el estilo de juego de Cho Chang, ya que en el pasado jugaba con un pensamiento distinto.

En el pasado, su vida se basaba en "el fin justifica los medios". Seguía sorprendido de que nadie con que él había jugado saliera herido de verdad.

No obstante, gracias a este rápido estudio, fue que Draco identificó la principal falencia de Cho. Ya que como una flecha, iba rápido en una dirección, pero los giros que daba le cortaba la velocidad que retomaba tres segundos después.

Esos segundos eran de gloria.

Como pudo, la guio a una curva pronunciada y Cho perdió la velocidad mientras que Draco tomó la delantera. Estiró el brazo y de un fuerte zarpazo arañó el cielo para tomar la snitch.

La sintió. Caliente, que agitaba las minúsculas alas queriendo escapar.

El partido concluyó de manera limpia, al menos por su parte. Cho bajó de la escoba y la tiró al suelo con fuerza, antes de meterse a los vestidores para marcharse.

Slytherin estalló en vítores. Draco (aun con la snitch en la mano) descendió y se acercó a Zabini, que parecía estar aguantando una sonrisa.

Draco vio que Zabini estiraba la mano y Draco dejó la pelotita en el centro de su palma. Le guiñó un ojo y al mismo tiempo en que Zabini cerraba el agarre en torno a la pelotita, Draco se le acercó al oído.

—Fue un buen calentamiento.

Se fue a los camerinos con las manos en los bolsillos y el mentón alzado, sabiendo que Zabini a sus espaldas iba a terminar con el rostro adolorido de tanto sonreír.

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Notas:

1) Getaway Car: Taylor Swift.

¡Hola!

Me encanta escribir a Ron enfadado. Traté de explicar el motivo de su sentir lo más claro posible y no solo el suyo, sino también el de Harry.

Las escenas de quidditch son las que más me cuestan y, al mismo tiempo, las que menos me gustan escribir xD. Aun así, para trama y añadir variedad, sé que son necesarias.

Un par de episodios más para que comience la cuenta regresiva de esta segunda parte.

THE MACHINE.

Pdta. Puse Gateway car de Taylor, porque representa por excelencia el dilema en el que Harry está metido: seguir con una amistad en que la confianza es unilateral. En fin. Ya sabemos que a estos chicos lo de comunicar las cosas les cuesta.do,