"Quiero verte una y otra vez
(159 cm)
Quiero tenerte entre mis brazos
(159)
Desearía poder morderte
(159)
Me haces enojar
El aspecto es un poco frío
Los extraños parecen congelarse
Puedes irte fácilmente
Tengo miedo"
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—¡Y la quaffle en aire! —exclamó una voz cantarina que resonó por todo el campo.
Draco arrugó el entrecejo al ver a Luna Lovegood detrás del micrófono dispuesta a ser la hilarante locutora del partido. La chica miraba el partido a través de aquellos (absurdamente) inmensos lentes y traía una bufanda azul enrollada en la cabeza como si se tratara de un hiyab.
Luego enfocó a la profesora McGonagall parada al lado, que dejó escapar un suspiro al darse cuenta de lo mismo que Draco: el cómo la locución del partido se basaba en la equidad de esa tela azul. No sería adecuado (a pesar de que en el pasado hubo una especie de monopolio del puesto con Lee Jordan) que un estudiante del equipo participante de la competencia fuera el narrador.
Sin embargo, no creía que el puesto fuera lo suficientemente despreciable como para que alguien como Luna fuera la última opción viable.
Volvió a concentrarse en lo importante: el partido. No conocía el nombre de ninguno de los estudiantes que volaban como flechas al frente, los cuales, ataviados con brillantes túnicas amarillas, desfilaban de un lado a otro con sonrisas deslumbrantes que dejarían a cualquiera ciego.
Draco era consciente de que si se enfocaba en la extraña locución de Luna iba a terminar por perder el foco del partido. Respiró profundo y como mejor pudo acalló conmoción general; las risas ante los comentarios lunáticos, los gritos de ambos lados, el nerviosísimo habitual por ser observando. Todo se convirtió en este tan anhelado silencio.
Al abrir los ojos, soltó un gruñido al recordar que el uniforme de Hufflepuff era amarillo. Draco consideraba que debían prohibir ese color en los partidos, ya que su sensibilidad visual se vio afectada. No era capaz de diferenciar del todo bien la snitch, que debía estar revoloteando por algún lado.
También deberían prohibir esas sonrisas; prefería que su rival echara humo por la cabeza de rabia a tener que sentir un poco de empatía por el otro. El quidditch, según la perturbada percepción de Draco, era que se debía generar amistades con tu equipo en base de querer aplastar al contrincante y al ver esas sonrisas, se perdía la maldita gracia.
Se frotó los ojos y continuó buscando, pero le resultó imposible.
Hace ya tiempo se dio cuenta de que su sentidos, gracias a la condición, habían mutado. Era más sensible a todo y ahora los tonos estridentes, como el amarillo o flúor le molestaban más de la cuenta. Lo que sí le gustaba de esos nuevos ojos era que en medio de la penumbra nocturna, en comparación con lo recordaba del pasado, era capaz de diferenciar los objetos con lucidez.
Dejó salir una maldición frustrada, a lo que el buscador del equipo, un chico menudo, flaco, pero de rostro redondo; tembló. Era menor que Draco por al menos dos o tres años.
—¡Oh no! ¡Tal parece que el vampiro de las serpiente está algo frustrado! ¡No tomaron en cuenta su condición para hacer el partido en un día tan caluroso! —declaró Luna, enojada con el comité organizativo, que no era nadie más que la profesora McGonagall—. Habrá que techar el campo para la próxima temporada…
En efecto ese día hacía calor, pero tan arriba, acompañado del el viento que cruzaba con fuerza; era imposible sentirse abatido por algo como eso.
—¡Que no soy un vampiro! —le gritó Draco de vuelta, a lo que nadie tomó en cuenta. De seguro que un vampiro hubiese dicho lo mismo si lo hubieran acusado —. ¡Mierda!
Definió las gradas, hasta que dio con un pequeño espacio rojo entre el amarillo. No tuvo necesidad de acercarse para caer en cuenta de que se trataba de Harry y el resto, quienes se habían puesto de acuerdo para lucir esas camisetas escarlata.
Un poco más tranquilo por la presencia de Harry, Draco volvió a concentrarse y la alcanzó a ver por una milésima de segundo más que suficiente.
La pelotita volaba arriba de la cabeza de un muchacho rubio. Draco prácticamente se abalanzó encima, mientras escuchaba como las gradas de Slytherin enardecían.
Seguía sin comprender como era que la Snitch siempre se lograba escabullirse. Cuando lograba acariciarla con los dedos, esta volaba más rápido aún y seguía con la indescifrable trayectoria.
—¡Les dije que era un vampiro! —gritó Luna, en cuanto Draco la tomó con firmeza y se detuvo de lleno—. ¡Esa manera de volar es inhumana!
Draco la ignoró y le entregó la snitch a Madame Hooch.
Desde el partido anterior que las cosas mejoraron con creces. Vio a sus compañeros que gritaban emocionados y se iban casi corriendo de vuelta, dispuestos a comenzar el festejo estuvieran o no los motivos de ello.
Abajo, al lado de la entrada a los vestidores, una pequeña aglomeración de chicas de la casa, encabezadas por la hermana menor de Daphne, saludaron a Draco con grandes sonrojos en las mejillas, que lo obligaron a tener que tragarse la mueca autosuficiente y se metió al vestidor.
—¡Vamos! —gritó Zabini, que le dio un par de puñetazos a unos casilleros y tomó a Draco por los hombros—. ¡Ahora contra los GRYFFINDORKS!2
Con un bailecito animoso, Zabini le desordenó el pelo y, en consecuencia, la coleta que Draco se hizo esa mañana.
Al quitarse la camiseta sintió un par de palmaditas que le llegaron en los hombros. Goyle, Crabbe y Urquhart le agradecieron a Draco de manera amistosa, antes de comenzar a desvestirse. Draco, en ese punto, ya no era capaz de contener la sonrisa inquebrantable que le llegó al escuchar el resto de las felicitaciones del equipo.
Afuera, como si se trata de una especie de recuerdo, identificó al momento a Harry, que lo esperaba apoyado contra un árbol, con los brazos cruzados y ambas cejas alzadas. En cuanto Draco se acercó, Harry lo tomó por la muñeca y lo obligó a sentarse en el pasto, oculto detrás de varios frondosos arbustos, con los labios de su novio presionados de inmediato en la comisura de su boca.
—Muéstrame tus colmillos, vampiro.
—Cuidado, que según Luna soy contagioso…
—Esa es la jodida idea —contestó Harry, relamiéndose los labios—. Si me toca vivir toda la eternidad, al menos quiero que tu seas el responsable de aquello.
Por esas razones, para que Hufflepuff tomara nota, era válido sonreír.
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Notas:
1) 159 cm: Tank.
Hola!
Capítulo extremadamente corto (creo que el más corto de todo el fic), pero tengo motivos.
¡Estuve desde la semana antepasada preparando la mudanza al dormitorio de mí universidad! Ahora ya estoy asentada, pero por eso no había tenido tiempo de editar el capítulo de la semana pasada.
Este capítulo lo recorté del capítulo de la próxima semana, pero me sabía mal dejarlos sin capítulo semanal, porque se que hay personas que siempre lo esperan.
¡Espero que les haya gustado este pequeño extracto! Ya la próxima semana habrá capítulos de su longitud habitual.
The Machine.
