Disclaimer: Ya sabeis, Neil Gaiman, Terry pratchett y Madame de Villeneuf, rara combinación... hasta barroca diría yo.


El Ángel y la Serpiente

Mon Seigneur Antoine-Jaques Croulieau, Marqués de Parmentier, Conde de Foie-gras, Señor de Roquefort y de Champagne, esto-lo-otro-y-lo-de-más-allá era un noble de la época pre-revolucionaria en la campiña francesa, que contrario a lo que parece que piensan los parisinos, también es parte del país.

Su familia decía ser bretona, que era la manera en la que se llamaban a sí mismos para engañar a los franceses y hacerse pasar por unos de ellos en vez de unos asquerosos rôti-de-boeuf inmigrantes en el marco de la Guerra de los Cien Años que fue cuando su familia llegó al lugar, así que cambiaron su apellido británico Crowley a Croulieau, porque a la hora de meter vocales inútiles, parecía que los galos no tenían límite.

Tenían un castillo precioso, con bosques para cazar, jardines ordenados de manera geométrica y pistas de pádel, que obviamente no usaban porque en ese momento aún no era un deporte que existiera siquiera como lo es ahora.

Estaba a tomar por culo. En el quinto pino. Lo que en los cuentos se narra como "un país muy muy lejano", cosa que nunca resulta ser realmente tan lejana como alguien pensaría a no ser que vivas en una micro nación. Nadie podría haber llegado allí por error. Tendría que haber sido un error de unas cuatro horas y tres cuartos por un camino que claramente no era la vía principal de ninguna forma en la que se viera, pero había gente REALMENTE densa. Probablemente británicos.

Cuando la bruja le dijo que estaba pidiendo cobijo, Croulieau le dijo que no le jodiera, que cuando se metió en propiedad privada ni siquiera estaba lloviendo aun, que si quería le daba una manzana para el camino y aun gracias.

Porque aun siendo un castillo con mil sirvientes, solo tenían presupuesto para una neurona a compartir entre todos. Era eso o una lámpara de araña para la sala de baile. O sea, es que la duda ofende.

Así que el joven Croulieau había sido él personalmente el que había ido a abrir la puerta.

Técnicamente no tenía que ser joven, porque esta historia era para enseñar a las jovencitas de casa bien que, cuando sus familias las vendieran como si fueran ganado siendo demasiado jóvenes, para ser casadas con señoros feos y mayores a los que no amaban, si se esforzaban lo bastante y le daban una oportunidad, esa abominable bestia peluda acabaría convirtiéndose en un dulce príncipe con el Poder Del Amor TM.

Luego vino Disney... (y Wattpad y decidió que no permitían pedofilia en las historias aunque fuera para enseñar lecciones) así que convirtieron al joven en un niño que probablemente ni siquiera debería haber tenido permiso de hablar con extraños y lo mandaron a abrirle la puerta a la bruja, de manera que cuando al fin llegara Bella a romper la maldición la diferencia de edad entre ellos no fuera tan... ejem... preocupante.

Así que vamos a ignorar un poco el asunto de la edad y a quedarnos en un limbo indefinido en el momento en que le abrió la puerta a la bruja fea que quería cobijo de la tormenta. Porque además... esto es una historia Disney, ¿quién tiene padres en una historia Disney?

De acuerdo a Croulieau, preguntar a extraños algunas cosas como, "¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? ¿Cómo has llegado aquí? y ¿Cómo sé que puedo fiarme de ti?" parecen ser algo sensato que hacer pero de acuerdo a la bruja era una absoluta prueba de su superficialidad, porque si se hubiera presentado como una bella princesa no la habría cuestionado tanto.

Él opinaba que seguramente entonces hubiera hecho preguntas peores como: si la nobleza realmente era tan útil, si la tierra la trabaja la plebe por qué se quedan todos los beneficios esos asquerosos burgueses y si acaso no creía en la liberación del proletariado.

Visto lo visto esto lo hubiera llevado directo a la guillotina por comunista y republicano revolucionario en vez de a que lo maldijeran convirtiéndole en una bestia del tipo serpiente gigante y a todos sus sirvientes en mobiliario a pesar del que el castillo estaba ya bien amueblado, gracias. Así que no necesariamente iba a quejarse.

Pero la zorra despechada que parecía estar en pleno síndrome pre-menstrual tampoco era tan mala y le dijo que si lograba que alguien se enamorara de él aun en su aspecto así de desagradable, la maldición se rompería. Wahoo!

Tal vez debía plantearse de nuevo lo de comprar más libros para la biblioteca. Solo como una corazonada. Ojos en blanco.

Fundido en negro.

Esta eees mi pequeña aldeaaa un lugaaar cada día iguaaal, con el soool se levantan todos, despertaaandooo aaasiií...

Azirabelle sale de casa temprano poniéndose el sombrero y estirándose un poco el chaleco y las mangas de la camisa, tomando aire profundamente como todas las mañanas. Ese era precisamente el problema. Todos los días eran exaaactamente iguales. O casi exactamente iguales… al menos cambiaba el libro que leía.

La parte que, de hecho, le agobiaba tremendamente era que, eventualmente, se le acabarían los libros nuevos de la librería. Y consideraba que una vez que pasara eso DECIDIDAMENTE no podría soportar la vida en este sitio.

Mientras tanto, al menos esto del pueblo le parecía soportable. A diferencia de otras cosas del pueblo que no quería ni mencionar… por lo pronto iría a hacer los encargos de su hermana y, ehm, a cambiar el libro. En cuanto lo terminara. Cosa que iba a pasar en los próximos diez minutos. Menos mal que hoy no llovía, porque leer y caminar en la lluvia sí que no se podía.

Así que ahí abre su libro, saca de su bolsillo una manzana y empieza a caminar hacia la ABURRIDA panadería que no era capaz siquiera de hacer pastelitos de calidad, no, puro pan blanco ABURRIDO Y SOSO…

Sí, sí, sí, sí. Vale. Un castillo impresionante a las afueras perfecto como segunda residencia. Un consejo para compradores: si hay que tomar el transbordador espacial, no está TAN céntrico como dice el anuncio. El caso es que una propiedad interesante, finca rústica recién restaurada con un propietario vamos a decirlo de menos... excéntrico.

Un muchacho aburrido: de la vida, de la aldea, de sí mismo. A nadie le sorprende a decir verdad. Con un claro problema de adaptación social, probablemente neurodivergente en algún modo, pero en esta época solo había dos opciones: o el niño era tonto o tenía el demonio dentro. Como ahora, vamos.

¿Podéis haceros todos a un lado e introducir al fin al verdadero protagonista de esta historia? Gracias. Dios os Bendiga.

Gabriel.

Nadie cazaba como Gabriel. No lo decía él era un hecho. Nadie era fuerte como Gabriel, nadie era guapo como Gabriel, nadie era habilidoso como Gabriel y... nadie era algunas otras palabras que sirven para describir a las personas en las que ahora no era capaz de pensar porque Gabriel leía las cajas de municiones para su escopeta en voz alta y resiguiendo las letras con un dedo como Gabriel.

Estaba ahí sentado en la plaza del pueblo como si fuera una mascota promocional de algún producto popular, junto a su mejor amigo, Miguel, que aunque no era todo lo fuerte, ni guapo, ni habilidoso… Que se sentía Gabriel, al menos tenía todo lo necesario para poder ir a cazar con él.

—Ugh… ¿Has visto quien viene? —pregunta Miguel a Gabriel haciéndole un gesto con la cabeza.

—¡Es Azirabelle!—exclama al notarle—. Tengo que hablar con él.

—Ugh, nooo… Gabrieeeel, no sé por qué tienes una obsesión con ese hombre, ¡mira lo raro que es! —aprieta los ojos señalándole

—Pues sí es raro, pero sabes que lo necesitamos para nuestro negocio de caza si queremos que sea… fructi… fruta… que… dé beneficios. Yo no sé si el ochenta se escribe con tres o cuatro veintes y tú no sabes ni contar hasta diez treinta dieciséis —le mira de reojo.

—Pues yo lo sé, pero igualmente si hablas con él deberías hablar en su casa i en el cobertizo i en algún sitio en el que no te vean TODOS. ¡Da vergüenza!

—Nunca abre la puerta cuando está en su casa porque leer le provoca sordera, ¡ya lo he intentado!

—No sabía que leer la provocará.

—Yo tampoco, él me lo contó. No pienso leer nunca.

—No entiendo tampoco por qué le pasa eso…. Seguro tiene algo en la cabeza, mira como casi se cae. Es que ir leyendo mientras camina…

—Cuando trabaje para nosotros va a estar todo el día encerrado en el sótano, eso te lo aseguro.

—Menos mal, así quizás todos se olviden de él —ojos en blanco —. Y mira la ropa que trae… ese chaleco ha visto mejores épocas.

Gabriel arruga la nariz con eso, porque tiene razón pero ahí va a levantarse, pasándose una mano por el pelo y flexionando adecuadamente el brazo para que todos sus músculos tomen la forma perfecta de proporciones armónicas adecuadas como él sabe.

Azirabelle sigue… concentrado en su libro. Y en su manzana. Y en un Croissant que ya se compró en la panadería por el que probablemente merecería cruzar el canal de la mancha y acabar encerrado en la bastilla a punto de ser decapitado. Alguna cosa buena debía tener que esta historia no suceda en Reino Unido para variar.

Gabriel se le pone frente al paso, le quita el libro y le sonríe como anuncio de... menta para mascar. Lo que no es algo tan atractivo porque es posible que tenga aun algún trocito verde entre los dientes.

Azirabelle se queda pasmado mirando estúpidamente su propia mano, que sostenía el libro, unos segundos.

—Ugh… Ga-Gabriel —protesta cuando nota quién es.

Allò, Azirabelle. Cualquier día van a atropellarte con un carro si vas así por la calle.

—¿Me devuelves, por favor, mi libro? —estira la mano para recuperarlo, pero este lo levanta más aprovechándose de su altura para que no lo alcance.

—No... Estos libros son malos y te pudren el cerebro, cualquier día empezaras a tener ideas. ¿Qué tal que llegamos a un acuerdo?

—Gabriel… Si'l vous plait, solo quiero leer.

—Y podrás leer todo lo que quieras... cuando te asocies conmigo —igual mantiene el libro en alto, sonriendo de ladito.

—Ya hemos tenido esta conversación…. —pide, implorante.

—Pero me parece que no la has entendido bien. Vamos a tenerla de nuevo más lentamente.

—¡Sí te he entendido! —frunce el ceño con la insinuación—. Pero es que no quiero, Gabriel.

—Está claro que no estás valorando bien tus opciones. Nadie va a querer comprar libros en tu triste bibliería que quieres abrir. Además haces esto para la ridícula afición de tu hermana... esto es un negocio de hombres de verdad.

—Bueno, pues yo no tengo interés en el negocio de "hombres de verdad". Gabriel, por favoooor. Y es librería.

—Además, ¿qué es tan interesante de esto? ¿Es pornografía? —empieza a pasar las páginas y a mirarlo.

—Porn… ¡No! No. ¡Es una novela!

—No puede ser una novela, es vieja y destartalada para ser nueva. Y ni siquiera tiene dibujos.

—No es nueva… Y no tienen dibujos y… —trata de arrancársela de las manos, esta acaba por dejarle, bufando un poco.

—Vendré a buscarte con una oferta y más vale que la aceptes porque no te voy a hacer más y tú y tu hermana os vais a morir de hambre porque tú no vas a tener pantalones suficientes de mantenerla. ¿Se puede ser más ridículo que un hombre que tiene una mujer de jefa?

Miguel se ríe por ahí detrás con eso, escandalosamente, dándole ánimos a Gabriel.

—No tiene nada de malo tener una mujer jefa. Y de verdad, Gabriel… En serio no puedo trabajar contigo. Gracias por la oportunidad, pero estoy seguro que Miguel o alguien más podría ayudarte más que yo…. Que tengo ya otro trabajo.

—¿Sabes? El buen ambiente laboral está sobrevalorado y ¡los tiburones se comen a los peces! —algo así ha oído en algún sitio.

—Ehhh ya —Azirabelle parpadea—, pero yo no estoy interesado en tu oferta. Ahora, si me disculpas…

—Vas a ser toda la vida un triste tiburón sin peces que comer, Azirabelle, es todo lo que digo —le grita mientras se va, porque ni siquiera sabemos cómo funcionan las metáforas.

—Yo sería el… ugh, yo sería el pez —aprieta los ojos.

—Los tiburones no son peces, no seas idiota.

Azirabelle… suspira. Porque mira que…. Ughh! Entrando a la librería y tratando de ignorar a Gabriel, que se va con Miguel de nuevo.

Azirabelle termina de leer el libro dentro de la librería porque maldita sea…. Si le hubiera dejado Gast… Gabriel, ¡hubiera podido leerlo entero antes! Maldita sea. Y un rato más tarde sale con un libro nuevo, porque por alguna razón usamos la librería como biblioteca

Finalmente se vuelve a casa con su hermanita, que está sentada al lado de la chimenea en su máquina de coser cuando entra.

—¡Muriel! He traído lo que me has pedido…

—Ah, ¡muchas gracias! —le sonríe dejando de coser y arrancando los hilos de un tirón tan contenta.

—¿Cómo vas? ¿Sí crees terminar lo que querías? —pregunta sentándose en su butaca dispuesto a… leer.

—Sí. Igualmente mañana voy a partir a la ciudad, tengo que intentarlo, ¡es ahora o nunca! —asegura tan emocionada.

—Me alegra mucho —le sonríe —. ¿Segura que no quieres que te acompañe?

—No, claro que no. Alguien tiene que quedarse cuidando la casa y las gallinas, siento que tú eres el que deberías ir y yo quedarme, pero ¡te aseguro que tengo muchas posibilidades con mis diseños!

—No, no, además tú tienes que convencerles y explicarles. Es temprano aún, debes llegar rápido y Phillipe te hará compañía —abre el libro.

—Sí, tengo que acabar aun este vestido, ya es el último... ¿Cómo te ha ido a ti en el pueblo?

—Buff… mal. Me he encontrado a Gabriel….

—Oh... —sonríe un poco forzadamente porque eso siempre es un desastre.

—Ha sido un desastre, insiste e insiste que TENGO QUE meter a su estúpido negocio ese de caza.

—Ehm... y ¿no crees que a lo mejor deberías darle una oportunidad? Digo, te ayudaría a distraerte un poco y a ganar experiencia en lo que encuentras algo mejor...

—No, Muriel… De verdad, es un negocio que no me interesa ni el negocio, ni lo que hacen y mucho menos estar con ÉL y Miguel. ¡Son insufribles!

—Sabes que yo no voy a presionarte, pero...

—Pero… —levanta una ceja y la mira.

—No sé —suspira—. Con suerte ganaré el certamen y nos mudaremos a la ciudad para que puedas montar tu librería.

—Eso estaría muy bien. Mucho mejor que las otras opciones —cierra el libro suspirando, porque él es la verdadera víctima de esta historia y se levanta—. Venga, te ayudaré a guardar los vestidos

—¡Gracias!

Ahí los lleva cansadamente hasta el carro y le ayuda a Muriel a cubrirlos con un cuero para que si llueve no se mojen. Luego le pone una cesta con un poco de pan y queso y algo de leche. Y ya no le pidan más porque para las cosas que suele hacer Azirabelle… esto es MUCHÍSIMO trabajo y se ha ganado no hacer nada en un mes.

A primera hora de la mañana siguiente, porque la gente sensata no viaja de noche, es que Muriel engancha el carro que ayer prepararon muy proactivamente a Phillipe, el caballo y se despide de su hermano haciendo un gesto con la mano con un pañuelo como si estuviera montada en el tren yéndose a la guerra.

Acompañada del suave traqueteo de las ruedas en los caminos de tierra, atraviesa campos de lavanda floreciendo a la luz dorada de la primavera y campos de trigo amarillos meciéndose a sol del verano. Técnicamente esto no tiene ningún sentido, pero ¿has visto lo maldita sea bonitos que son los fondos de esta película? Pon un poco más de poesía en tu vida y un poco menos de física.

De todos modos nada de todo esto importa porque para cuando llegue la noche y se pierda va a ser invierno y va a estar nevando, así que… digamos que las estaciones están siendo un poco complicadas este año, o a lo mejor el castillo de Croulieau solo está un poco más lejos de lo que todos pensábamos.

No estaría de más que pusiéramos algunos carteles, a lo mejor ayudarían a los transeúntes. No, no nos referimos a los de no lamer las paredes. Pero bueno, niños, así de dura era la vida antes de la invención del GPS.

El caso es que Muriel no podría tener un viaje más accidentado. Phillipe sigue pensando que debían haber tomado el camino de la derecha que parecía más grande y despejado, pero qué va a saber él, si es solo un caballo.

La niebla fantasmagórica no ayuda a que Muriel no piense que quizás esto sea un plot-twist y acabemos escribiendo Sleepy Hollow. Los lobos hambrientos y feroces que aparecen y desaparecen según la trama lo requiera tampoco están ayudando. Maldita sea que este sea un momento en el que toca que vengan.

El caso es que se cae del caballo, que como todos los animales, es extremadamente valiente, así que corre por su vida lejos de donde está ella dejándola perdida, en el suelo, entre la nieve. Envuelta en su capa blanca de princesa Disney y rodeada de lobos sedientos de sangre.

Contra todo pronóstico y por el bien de la historia, consigue meterse en… adivina donde. Exacto. En una cueva… Digo, en el castillo de Croulieau.

Cierra las puertas de una patada antes de que los lobos consigan comérsela y entonces nota la reja de metal oscuro en estilo barroco en la que se lee en espejo, porque las letras están para que se vean desde fuera: "Dejad, los que aquí entráis, toda esperanza." Probablemente alguien más sabría que eso hace referencia a la novela de Dante "La Divina Comedia" de 1320 pero el muy huevón ha decidido quedarse a leer en vez de venir aquí a hacer comentarios inteligentes.

A Muriel se le abre un poco la boca y el corazón le da un vuelco con ello, pero se pone de pie y se acomoda mejor la capa, quitándose un poco la nieve de las botas, dispuesta a ir a dentro.

Camina dejando un rastro de huellitas en la nieve sobre la piedra de la entrada y mira de reojo los vitrales de colores góticos así como los porticones de madera vieja mientras sube los escalones que la separan de ellos.

Son grandes y parecen pesados, probablemente están cerrados, piensa equivocadamente, porque por lo visto "¿Para qué vamos a cerrar si igual nunca nos visita nadie? Además, ¿sabes lo que cuesta abrir las cerraduras cada vez que alguien quiere entrar o salir del jardín? Y aún hay más, si alguien quiere venir a guarecerse de la lluvia o lo que sea, pues que entre y a la mierda todo ya, hombre, si más bajo no podemos caer."

Así que cuando presiona suavemente, se abre una rendija y la luz suave y la sensación de la temperatura interior la invita a entrar más que cualquier cosa que haya visto de camino aquí. No duda en hacerlo y cerrar la puerta a su espalda con un suspiro.

Ya dentro del castillo, todo está en silencio y parece vacío. Hay una alfombra roja que cubre todo el pasillo del hall hasta las imponentes escaleras renacentistas. En las columnas que sostienen los altos techos hay candelabros con velas encendidas y tapices que adornan las paredes del fondo para darle más calidez a la estancia.

Todo lo demás está cubierto por plantas.

Un poco menos a lo Jumanji y un poco más a lo invernadero de alguien a quien las cosas claramente se le están yendo de las manos y tiene un sentido del humor algo perturbado.

Algunas están en tiestos con frases idiotas escritas en ellos del estilo "Aun no muero", "Plantaspersonas", "Dale la culpa a las raíces", "Háblame sucio" y "Planta de apoyo emocional", pero hay árboles aquí dentro que brotan del suelo.

Especialmente el gigantesco manzano que, si esto fuera una catedral gótica, ocuparía el lugar reservado al altar y que crece hasta que la copa toca el techo.

Sacre bleu... —susurra ella viendo el árbol, impresionada, acercándose con las cejas levantadas.

Una tenue luz de velas se mueve un poco haciendo que cambie la sombra de Muriel contra este haciendo que, si acaso, esto se vea un poco más aterrador.

Ella parpadea sin notar eso pero sí pone carita de terror, tocando el tronco y dándose cuenta que es un manzano.

La luz sigue moviéndose de un lado a otro, y la sombra de Muriel sigue creciendo a contra luz. Se escuchan unos golpecitos como si alguien martillara.

Allò? — Muriel se da la vuelta sobresaltada con eso, viendo de donde viene el ruido.

No hay nadie ahí, a excepción de un candelabro acostado en el suelo, que parecería, alguien o algo, ha puesto en mitad del sitio por el que Muriel ha caminado hace un segundo y que claramente no estaba ahí un minuto antes.

Digamos que, esto puede evocar dos tipos de pensamientos: o que fue Muriel en el recibidor con el candelabro, o alguien está jugando a Toy Story

Ella frunce el ceño al verlo y su primer instinto es mirar alrededor mientras se agacha a recogerlo.

Ugh. Claro, eso tenía que pasarle, desde luego… Tenía que CAERSE.

—¿Hay alguien ahí? —vuelve a preguntar ella yendo hacia donde le parece, con el candelabro en alto.

—Buff… —es que si tan solo pareciera que tiene piernas, esto sería un poco más simple. Además, seguro, SEGURO que ahora lo lanza por ahí. Y él no se está haciendo más joven, no quiere otra abolladura ya, gracias.

—¿Quién ha bufado? —da la vuelta sobre si misma habiendo oído un bufido, levantando el candelabro hacia el otro lado—. Es solo que me he perdido, nos han atacado unos lobos y mi caballo se ha asustado y se ha ido corriendo... está oscuro y nieva fuera.

—Mira que, que haya nieve en esta época del año… —refunfuña un poco el candelabro—. Ehm… no te asustes, ¿vale?

Muriel vuelve a girar buscando de donde viene la voz.

—No sueltes el candelabro. Hagas lo que hagas, casi…

—El candela... Aaaah! —grita asustándose y obviamente suelta el candelabro al verlo moverse.

—Muy agudo, genio —se burla un reloj al fondo con una risita.

—Waaaaahhh! —no alcanza el sarcasmo a caer en su sitio puesto que el que cae es él, apagándosele los pabilos con el movimiento.

Muriel aún no se recupera del susto del ver al candelabro moverse que se gira al reloj, cayéndose ella también de culo

Genial… genial. Todos a jugar a Toy Story. El candelabro se pone de pie con muchas dificultades analizándose la base a ver si… Ugh, aquí está la abolladura.

—No salgas corriendo, niña, nadie te va a hacer nada, pero no creerías de veras que este castillo está así nada más por las buenas —sigue el reloj mientras Muriel sigue en el suelo, azorada y con la boca abierta.

—Abandonado no está… oh, venga, ¡no pongas esa cara! ¿Nunca habías visto a un reloj diciendo tonterías?

Muriel vuelve a mirar el candelabro, luego al reloj, luego al candelabro, luego al reloj. Hemos tenido una conversación muy seria sobre las palabrotas hace un rato, Muriel, no nos hagas repetirlo.

—Ah, sí, claro. Ilumínanos con tus brillantes palabras —replica el reloj al candelabro, porque por lo visto tenemos un chiste... recurrente por aquí.

—Badun tss…—protesta el candelabro.

—Tic. Tac. Tic. Tac —responde con una risita.

—Ehm… Bueno, chica… ¿y qué haces tú aquí?

Ella sigue sin habla porque insisto en que le hemos prohibido usar palabrotas.

—Ha venido a romper la maldición, ¿acaso no es obvio, lumbrera? —sigue el reloj.

—No tiene eso tanta gracia si es lo primero que dices. ¿Qué hay del suspense? —protesta el candelabro.

—Después de diez años, considero que ya ha habido bastante.

—¿M-Maldición? —es lo primero que Muriel consigue susurrar.

—No para ella….

—Te parecerá rara esta pregunta, pero ¿qué opinas de las serpientes?

—¡A saco seguimos yendo! Podrías haber empezado por reptiles.

—¡No voy a estar perdiendo el tiempo con eso, soy un reloj!

—Y los relojes no saben NADA. ¿Te gustan los reptiles grandes? —pregunta el a Muriel.

—¿L-Las serpientes? —repite Muriel a quién sí le parece rara la pregunta, sinceramente y aun no le da el cerebro para mucho más que repetir las cosas.

—Concretamente las que son sarcásticas y pretenciosas y se creen el no va más... —añade el reloj.

—Peeero que tienen maldiciones encima que potencialmente pueden quitársele…

—M-Mi hermano una vez... m-me enseñó un libro de dragones. Son muy bonitos y... feroces.

—Ehm…. Esta es menos bonita y menos feroz… —asegura el candelabro, con una si risita un poco falsa.

—Claro, de verdad, no es un mal tipo cuando lo conoces, ehm... todo un... partidazo —asegura el reloj falsamente también, asintiendo.

Ella vuelve a mirar a uno y luego al otro... y piensa que debe haberse caído y golpeado muy fuerte en la cabeza en el bosque porque nada de esto parece tener sentido desde hace un buen rato. Eso parece, Muriel, eso parece.

—¿Y… bien? —presiona un poco el candelabro porque esta chica no parece el candelabro más brillante de la cuadra.

—Creo que... será mejor que me vaya.

—Espera, espera... hay tiempoooo —asegura el reloj—. Porque no te tomas un té y te calientas un poco, pareces cansada y hace frío fuera.

—Nuuuuuu —el candelabro brinca tras ella un poco —. Si, y afuera ahora nieva. Mañana seguro habrá sol y ¡será de nuevo primavera!

—Sí, ¿qué pasa con eso? ¡Es súper raro! —exclama ella.

—¡Muy raro! —asiente el reloj.

—En general TODO es muy raro, sí… hace unos diez años que lo es —asiente a la vez el candelabro.

—Claro que hablar con los muebles también es bastante raro.

—Por favor, evitemos cantar al respecto —pide el reloj—, ya pasamos por ahí una vez y no salió bien.

—Hombreee… que tú tengas mala voz no implica que los demás la tengamos —protesta el de las velas y se gira con Muriel—. ¿Te parecería menos raro si esto fuera cantado?

—Solo faltan algunos carteles de bébeme y cómeme en las cosas para que esto sea más raro —asegura.

—Y nos faltan unos cuantos años más y un poco de drogas duras también, pero ¡no estábamos en eso! —riñe el candelabro al reloj con un codazo —. ¿Te damos algo de comer entonces? ¿No quieres ir al baño?

—¿El baño habla también?

—Ehh… no.

—No después del trauma de tener que ser un baño —añade el reloj.

—Digamos que hay un infierno dentro del infierno…

—Creo que buscaré un orinal por ahí —decide Muriel sonriendo nerviosa.

—Cuidado, hay algunos que se creen ensaladeras con muy malas pulgas.

—Tal vez salga mejor al jardín entonces.

—No, no, no… en serio, el baño de la planta baja es completamente seguro —señala el candelero hacia allá.

—Ese estaba puesto antes de que esto pasara —asegura el reloj también y Muriel les mira sin estar muy segura.

—A estas alturas ¿te parece que vale la pena mentirte? —pregunta el candelabro.

—Ehm... ¿y vosotros tenéis nombres? O sea... ¿qué os pasó?

—Ah, sí, sí… yo soy Hastur y el… —el candelabro señala al reloj.

—Ligur —se presenta con una pequeña reverencia.

—Oh. Eso también es raro —Muriel sonríe incómodamente—. Yo soy Muriel.

—¿Es raro que nos llamemos Hastur y Ligur? ¿Preferirías otro nombre?

—No, no, solo no los había oído nunca.

—Muriel tampoco es especialmente común —sonrisita —. Es un gusto igualmente —y en realidad, por una vez, Hastur dice eso con sinceridad.

—Ah, es que a mi madre le gustaban los nombres raros... ¿Y hay más muebles que hablan? ¿Por qué no me los enseñáis? —propone levantándose y sonriendo.

—Los muebles de circo… —refunfuña Hastur, pero ahí van igualmente.

Fundido en negro.

Mientras tanto, en el ala oeste están hablando de aprobar un proyecto de ley. Digo, está Croulieau sujetando una tacita de té llamada Erick con la punta de su cola, enrollado en una butaca frente al fuego y bajo una manta, jodido de que alguien lo haya despertado prematuramente de la hibernación, oyendo a su tetera, Belcebú, quejarse de algo cuando Shax, en forma de plumero para sacar el polvo entra corriendo.

—… absolutamente increíble que la gente no tenga el respeto mínimo de tocar la puerta cuan… —la tetera se interrumpe a sí misma al ver al plumero entrar, sin tocar, pensando que ¡es absolutamente increíble que la gente no tenga el respeto mínimo de tocar la puerta!

—¡Amo Croulieau! —Shax casi se atraganta con la mitad de las vocales porque es la primera en decir el nombre en voz alta en esta historia y parece más complicado de lo que se veía al principio—. ¡Hay una muchacha en el hall!

Y ahí va la serpiente gigante a regar de té toda la alfombra de Damasco porque debe haber oído mal.

—Ya, claro… seguro. Y yo soy un príncipe del infierno —la tetera pone los ojos de tetera en blanco.

—Se ha perdido y ha entrado a pedir cobijo y claro, se lo hemos dado porque ya no queremos más problemas con más brujas.

—¡Que a nadie se le ocurra preguntarle nada! —exclama Croulieau.

—Eh... no sé si ya es un poco tarde para eso, amo Croulieau —Shax admite, nerviosamente.

—Es que ya no hay muchas cosas peores que nos puedan pasar… ¿qué va a hacernos ahora una bruja diferente? ¿Matarnos? —protesta la tetera.

—Por lo menos empezaríamos a tener buen té por aquí para variar —responde Croulieau a eso apretando los ojos a la buena nueva de Shax.

—Si no quieres empezar a beber te de bolsita, ¡yo tendría más cuidado con esa boca!

Croulieau levanta la cola en signo de rendición.

—El caso es que a lo mejor podría ser la que rompiera la maldición —propone Shax que es lo que ha oído decir a los otros dos.

—Las probabilidades de que eso pase son muy pequeñas, no es la primera vez que vemos a alguien pasar por la puerta y asumimos que será así cuando en realidad son esos Testigos que solo vienen a dar biblias —razona Belcebú.

—Acabaríamos con esto antes si solo uno de vosotros hiciera el favor de hacer lo que tiene que hacer, pero como aquí nadie me tiene el más mínimo respeto... —se queja Croulieau.

—Ya sabe lo que decía su familia sobre los romances en el trabajo —replica Shax y Croulieau bufa.

—Además… ¿quién en su sano juicio…? —protesta bajito, la tetera.

—Y no es como que no lo hayamos intentado igualmente —añade la tacita.

—Claramente no con bastante ahínco. Uno pensaría que os gusta ser implementos del hogar o algo así —protesta Croulieau.

—Tampoco sabemos si esto sirva si ocurre internamente.

—Pues de eso me quejo, ¡que no os esforzáis!

—Y solo faltaría que alguien se enamorara para que no sirviera y luego tuviera que buscarse a alguien más y romperse el corazón igual. O sea… nada bueno saldría de esto —sigue alegando la tetera.

—Tampoco es que tú te esfuerces mucho—añade Shax—. Más vale que vayas ahí y enamores a esa chiquilla tonta activamente antes de que el estúpido árbol acabe rompiendo el castillo.

—¿Q-Qué yo haga... qué?

—¡Lo que tienes que hacer para sacarnos de encima esta maldición y que todos podamos renunciar en paz! —le riñe Belcebú.

—Pero yo no... O-O sea... yo... soy una... serpiente y... —Croulieau le mira a todos con azoro.

—¿De verdad tenemos que volver a discutir esto? —Shax se queja yendo a sentarse a otra butaca.

—A las mujeres les encantan las serpientes. Bolsos de serpiente, zapatos de serpiente, cinturones de serpiente —propone Erick, la tacita, enumerando.

—¡Todo eso implica matarme! —exclama Croulieau.

—Todo sea por el bien de la trama —asegura Shax.

—Ehh… bueno ojalá algún ejemplo no incluyera solo trozos de serpiente. Creo que podrías huir antes de ese momento Croulieau… —Belcebú le mira —. Pero antes tienes que ir y… arreglar esto.

Croulieau mira a todos sus muebles y traga saliva porque es que todo esto...

—No es pregunta. ¡Anda!

—¡Solo ve ahí e invítala a cenar! Tienes dos penes ahora, eso es mejor que un bolso de serpiente —le insta Shax también.

—No tengo... ¿d-de dónde sacas...? NO ME HE ACOSTADO CON ELLA —asegura Croulieau en un chillido para todos, porque ya sabe cómo son luego.

—Ughhh! ¡No quiero saberlo! —protesta Belcebú.

—Ay, por favor, eso está más que claro. Venga, venga —insta Shax igual.

—P-Pero... ¿y qué le digo?

—Pues… ¿"Hola. Bienvenida a mi humilde hogar"?

—¿Humilde? —arruga un poco el morro.

—Y luego le das algún halago sobre su pelo o algo así.

—S-Su pelo. Vale. ¿La has visto? ¿Es bonita? —pregunta la serpiente.

—Para ti, sí. Ni aunque no lo sea. No estamos en posición de elegir.

—Además, ¡es una chica! ¡No puede ser muy fea! —protesta la tetera.

—Y por eso es que no debimos romper todos los espejos del castillo —murmura bajándose de la butaca y reptando por el suelo.

—Debimos… ¡tú rompiste casi todos!

Ojos en blanco de la serpiente. En lo que sale y se va a buscar a ver dónde están con la... chica. Seguida por todos porque no es como que nos vayamos a perder el chisme.

Lo que pasa es que es mucho más fácil resbalarse como bloody serpiente que dar saltos como imbécil siendo una puta tetera.

Pero tienes un montón de tacitas bailando a tu alrededor.

Yay… Si no fuera por el carro de servicio siempre llegarían tarde a todos lados. Aunque bajar las escaleras con un carro del servicio es de lo menos práctico.

Saltad en una acrobacia, no seáis cagaos.

Eso lo dices tú que eres una serpiente.

Muriel ha logrado marear a Hastur y a Ligur con cosas sobre moda y vestidos y telas y costura hasta que cualquier interrupción parece como caída del cielo, así que la sombra serpenteante de Croulieau en la pared les hace respirar un poco a ambos.

La chica parece quedarse sin habla también al darse cuenta, girándose hacia la serpiente gigante que acaba de aparecer con terror.

Esta se yergue hacia arriba, mirándole fijamente a los ojos de manera que cualquier persona calificaría como impresionante. Y también intimidante y amenazadora.

"Ehm… hello". Ah no, que es "Allô"

Muriel no es la excepción, es echa para atrás, golpeándose el culo contra algún otro mueble y haciéndose pequeñita, segura de que la serpiente se la va a comer. Reza sus oraciones en bajito.

Croulieau tiene a bien de hacer eso de la lengua antes de empezar a hablar.

—A-Allò, bienvenida a... —empieza y ella salta rueda por el suelo para salir de su campo de visión, tratando de escapar.

Croulieau parpadearía con eso si acaso tuviera parpados, pero como no los tiene solo la mira con perplejidad, girándose a ella sin entender.

Muriel toma un atizador de fuego y levanta unas brasas candentes hacia la serpiente.

—¡No vas a comerme! —grita agitando la brasa hacia él, que se echa para atrás con ello.

—No voy a... claro que no voy a comerte, ¿Podemos hablar de esto de manera civilizada? —pide Croulieau levantando la cola en señal de rendición, echándose para atrás.

Muriel le mira fijamente y va a salir corriendo a intentar encerrarse en algún cuarto, muerta de miedo porque... joder.

—Ah… ugh… esto está yendo muy muy bien… —suelta Hastur, sarcástico.

—Casi no la has asustado ni nada —asiente la tetera.

Ojos en blanco a todos, pero luego los aprieta porque tienen razón.

—Bueno, quizás está... cansada. No dejéis que se marche del castillo y veremos si mañana está más receptiva... —decide y ahí se va Croulieau a buscar su regadora, dispuesto a ir a gritarle a las plantas para sacar la frustración.

—Tú podrías intentar ensayar con alguien como le vas a hablar mañana —propone la tetera.

—Lo haré con los potos. Parecen ser más útiles que todos vosotros.

—Como si no estuvieran completamente aterrorizados. ¡Hasta parece que tiemblen!

—¡Pues así mismo como está ella!

El candelabro hace los ojos en blanco, decidiendo que vale, que se vaya… ahora mismo le preocupa más pensar cómo van a conseguir que no quiera irse.

Fundido en negro.