Siempre sospeche que el amor y los amigos no iban a formar parte de mi vida. Pero jamás había imaginado que iba a perder ambos en cuatro días, casi la mitad de una semana. El dolor no era desconocido, la decepción era algo que aprendí a tenerlo presente desde la primera transformación, pero lo que sentía ahora era tan diferente, tan distinto y tan similar que no pude evitar sonreír.

"¿Eres tú?", tus hermosos ojos azules que una vez me miraban con amor ahora lo hacían con rabia, tristeza y decepción.

Apenas llego a casa y es lo primero que me dices en semanas, no un abrazo, no una caricia, solo desconfianza. ¿Cuánto más tengo que entregar de mí?

¿Cómo podía arruinarse todo nuestro mundo en tan solo ocho días?, Pero era una mentira, desde que elegiste pelear en esta guerra también elegiste nuestro final, ¿Cuándo fue que todo empeoro?

Para no reír mordí mi labio inferior, era inevitable. Papá me enseñó a sonreír cuando el dolor era fuerte, ahora sentía un dolor tan similar al de esas noches. Debí haber mordido mi lengua en algún momento de desesperación porque sentí el sabor metálico de mi sangre, para evitar que escuches los sollozos que mi alma producía solté pequeñas bocanadas de aire, un aire que mis pulmones necesitaban, pero mi bienestar no era importante, no cuando nuestro amor corría peligro.

Tu mirada se endureció y lleno de odio, ¿Cuándo dejaste de confiar en mí, amor mío?

"¿Por qué piensas eso?", apenas puedo hablar sin temblar. Para evitar que notaras el temblor de mis manos las escondí en los bolsillos de mi pantalón.

Mis dedos rozan suavemente el papel arrugado que escondí antes de llegar a casa al no tener el valor de mostrártelo. Puedo sentir como mis dedos arden deseosos de mostrarte que uno de mis miedos se hizo realidad, sé que es producto de mi imaginación el ardor y deseo que todo lo que sucedió en estos días también lo sean.

Hay demasiado frio en la habitación. Necesito uno de tus abrazos. ¿No te importa romper mi corazón?

"Desapareces por días. No envías ninguna lechuza o Patronum al cual podamos contestar. ¿Dónde estuviste todo este tiempo?", la distancia es abismal entre los dos, pero no intentas dar un paso hacia mí.

"Solo fueron ocho días." Contesto sin dejar de sonreír, puedo ver el sufrimiento en tus ojos. Ignoro el frio que recorre por todo mi cuerpo y sé que tú también empezaste a sentir el frio, la forma en que tu nariz se mueve delata las lágrimas que tus ojos no quieren derramar. Tu orgullo siempre fue mas fuerte que tu amor.

"¿Solo ocho días?", tu risa es tan similar como la de tu hermano, nunca hablamos de las similitudes de ambos, hace mucho que dejamos de hablar de él o de nosotros.

"Estaba en una misión." Se que esperas más de mí. Mira mis ojos y ve cuanto me duele actuar tan misterioso. Mira mis ojos y ve el amor que siento por ti.

"Ojo Loco nos dijo que debías de regresar el día 20."

Lo sé, amor mío. Por favor confía en el amor que sentimos.

"Sucedieron algunas cosas." Retrocedo unos pasos, tengo que poner distancia porque tu mirada me está matando.

Nunca te mentí, ¿Por qué dudas de mí?

"¿Qué cosas?", usas ese tono frio, el que siempre usas cuando te enojas.

No preguntes, te lo suplico.

"No tiene importancia." Camino alrededor del sofá, finjo mirar nuestra chimenea como si pudiera brindar ayuda, esperando que alguien nos interrumpa y acabe con esta conversación. Si me concentro lo suficiente puedo escuchar como mi corazón da un latido fuerte, en el fondo sé que estoy mintiendo, pero entre mi corazón y la razón solo hay un ganador. Puedo sentir en mi estomago un dolor, es pequeño y pasajero. Mis manos pican por querer tocar y calmar el dolor, lo evito estrujando el papel, pero lo suelto de inmediato para no arruinar la imagen impresa.

"No tiene importancia." Imitas mi voz, antes lo hacías y nos reíamos. Tus palabras se volvieron armas afiladas, cortando profundamente en lugares que ni siquiera sabían que existían," Desapareces por días y dices que no tiene importancia el motivo por el cual nos.", te detienes, tus labios que una vez me recitaban los poemas más hermosos te impiden romper mi corazón, pero ya lo estás haciendo. Lo has hecho desde hace meses, pero no te diste cuenta o lo ignoraste, tus ojos siempre fueron el espejo de tu alma.

"¿Qué sucede?", pregunto con la esperanza de que mientas, quiero mentiras dulces y no una verdad amarga.

Es hipócrita de mi parte hacer esa pregunta. No es momento de pensar en insignificancias, eso es para más tarde.

Siento tus ojos buscar en los míos, no puedo mirarte, no ahora. Eso me mataría. Sigo caminando por nuestro hogar huyendo de tu mirada.

"Hay un traidor entre nosotros y sospechamos de ti", susurras con miedo. ¿Desde cuándo me tienes miedo?

"Lo se."

No hay palabras después de eso, con los ojos llenos de la misma determinación que me enamoro, tomas tu chaqueta y sales sin mirar atrás. Te vas de nuestro hogar y me dejas atrás.

Había algo en la forma en que la puerta se cerró tras de él que me indicó que esta vez era diferente. No fue el sonido habitual de una desaparición, ni el sonido de las brasas de nuestra chimenea, sino un cierre lento, casi ceremonioso, como si Sirius supiera que no volvería. Me quedó inmóvil, permito que mis manos tiemblen y con mi corazón latiendo con un ritmo frenético que amenazaba con hacerse pedazos.

No sé cuándo termine de rodillas llorando por lo que somos ahora, atrás quedaron nuestras sonrisas cómplices, los te amo susurrados y los besos. Lo que más extraño no son tus caricias ni suspiros, es tu amor, tu confianza.

¿Cómo llegamos a esto?

¿Qué me falto?

¿Debo llorar cada noche anhelando tu regreso?

….

Mis dedos balancean mi varita, dudo en lanzar el hechizo. Me obligo a seguir respirando y cierro los ojos con fuerza fingiendo que todo está bien.

"Tempus", son las tres de la madrugada. El silencio es ensordecedor, roto solo por mi respiración uniforme que parece acentuar la ausencia de Sirius, con los ojos aun enrojecidos y la cara demacrada por nuestra última conversación. Han pasado dos días y aun no regresas. Aún me encuentro sentado en el borde de nuestra cama, siempre en el mismo lugar esperando que regreses con una tormenta de pensamientos y emociones de la casa de James y Lily, hace mucho que no los he vuelto a ver, hace mucho que deje de saber en donde viven.

Horas antes, había recibido una lechuza de Otsana, la pareja del líder de la última manada que Albus le pidió convencer a que se unieran de su lado, lamentablemente no obtuve una respuesta de parte del líder, pero algo extraño había pasado con su pareja a la mañana siguiente de la luna.

Habían tenido una discusión que comenzó por algo relacionado con mi presencia, como tantas otras veces pensé que debía de irme de inmediato. Pero esta vez las palabras no vinieron del líder, si no de su pareja.

"Quédate, curaremos tus heridas."

Ningún líder permitía que su pareja estuviera al mando, aunque Otsana era la primera que había visto de cerca. Hasta ahora no había conocido a una pareja de licántropos y no serían los últimos, pero eso aun no lo iba a descubrir.

Solo me pude quedar ocho días, fueron como unas cortas vacaciones por decirlo de alguna manera, porque caí en un sueño profundo hasta que la Luna cambio de fase. Pensé que lo primero que pasaría por mi cabeza seria la preocupación o el miedo por haber retrasado mi regreso, pero no fue así, no me había sentido tan relajado y feliz desde hace mucho tiempo, desde que Canuto me acompaño por primera vez.

Ahora es cuando pienso en que no debí quedarme, debí insistir en irme, pero la duda de saber si lo que Otsana me dijo era cierta o no. Fingí por ocho días que todo estaba bien, que nada lo que ella me decía era real. No podía serlo y creí mi propia mentira.

Hasta que la luna me mostro lo contrario, era real y el papel en mis bolsillos era la prueba de eso.

Vuelvo a cerrar mis parpados, coloco mis manos sobre ellos y presiono con fuerza intentando inútilmente dejar de llorar.

Las horas pasaron con una lentitud exasperante desde que te fuiste Sirius. Debo de enviar una respuesta a Otsana, pero primero debemos de hablar no puedo irme sin antes hablar contigo.

Regresa, no me dejes. Vuelve, amor mío.

Intente comunicarme innumerables veces, cada Patronum sin responder, cada carta devuelta sin abrir retumbando en mi consciencia como una sentencia. Envié mensajes a Mary preguntando por ti que permanecieron sin leer, cada uno más desesperado que el anterior, mientras mi imaginación me torturaba con pensamientos de dónde podría estar y las cosas equivocadas que podrías pensar de mí.

El apartamento, que una vez había sido un refugio de amor y risas compartidas, la sentía ahora como una prisión de recuerdos. Las fotos en las paredes parecían burlarse de mí, recordándome los momentos felices que alguna vez compartimos entre nosotros y amigos. El sofá donde solíamos acurrucarnos mientras leía un libro y tu jugabas con mi cabello, la mesa donde cenamos incontables veces a la luz de las velas, todo ahora parecía formar parte de un pasado irrecuperable.

Vuelvo a lanzar el hechizo. Son las siete de la mañana, no puedo quedarme por más tiempo. Otsana me está esperando. Me levantó de la cama y caminó por el pasillo, dejo que mis dedos rocen las paredes como si buscara consuelo en la textura familiar, habíamos discutido sobre el papel tapiz y terminamos recostados en el suelo rodeados de latas de pintura porque dijiste que así no te haría recordar a la casa de tu familia.

Me detuvo frente al espejo de la cocina, habías colocado un espejo en cada cuarto diciendo que tu belleza siempre debía de ser apreciada ahora miro mi reflejo. El Remus que me observa desde el otro lado se parecía al Remus de cada mañana después de una luna llena: pálido, con el cabello desordenado, labios resecos y los ojos hinchados de tanto llorar. ¿Cómo habíamos llegado a este punto? ¿En qué momento la guerra se había apoderado de nuestro amor del que uno de nosotros había decidido huir?

Finalmente, exhausto, saco dos papeles de mis bolsillos. Uno era de hace nueve días, Otsana lo había guardado en mi ropa para evitar que se extravié y el otro papel era la carta que me había llegado la noche anterior.

Cierro los ojos y dejó que más lágrimas fluyeran libremente. Dejo el primer papel sobre la mesa y encima un libro para que el viento no lo mueva de su lugar.

No sabía cuánto tiempo más podría soportar la incertidumbre, cuánto tiempo más mi corazón podría latir con ese dolor sordo e interminable. Cada sonido del edificio, cada paso en el pasillo me hizo levantar la cabeza con esperanza, solo para que la decepción me golpeara una y otra vez.

Agarro con fuerza mi varita y cruzo la misma puerta que tú, no permito que mis pies se detengan, no dudo al desaparecer cuando llegó a las escaleras.

Tal vez cuando no esté en casa, tú regreses y puedas entender mi decisión.

El papel no era muy grande ni pequeño, tenía el tamaño suficiente para que las letras de Remus Lupin pudieran ser leídas con claridad y al otro lado del papel se podía vislumbrar una imagen pequeña y diminuta, pero tan nítida que nadie podría dudar de que lo significaba.

…..

El sol comenzaba a caer tras los inmensos árboles, tiñendo el horizonte de un rojo carmesí que reflejaba la intensidad de la masacre recién concluida. Hace unos días era un prado sereno, ahora era un panorama desolador de hierba aplastada y tierra removida. Los restos de la contienda estaban esparcidos por doquier: miembros humanos, partes de cuerpos con los cuales corrí bajo el brillo de la luna ahora solo eran testigos mudos del feroz asesinato de una bestia.

En medio de este escenario, los sobrevivientes de la manada se alzaban triunfantes. La brisa fresca de la tarde acariciaba sus cabellos manchados de sangre y tierra. Los rostros de las mujeres, cubiertos de sudor y polvo, reflejaban una mezcla de agotamiento, furia y dolor. Algunos se abrazaban, compartiendo llantos desconsolados, mientras otros simplemente se dejaban caer al suelo, aliviados por haber sobrevivido. Yo era uno de ellos, todo aún era difícil de comprender. Había llegado al bosque y caí en medio de una guerra, de sangre y risas.

Mi confusión fue breve, debía de actuar antes de que me mataran. Pudo ser mi magia, mi olor o mi ropa la que hizo que la bestia me notara. Ya era tarde cuando yo había llegado, habían acabado con la vida de muchos, por un momento pensé en que la manada me atacaría, pero el lobo una vez más me demostró que servía de algo.

Las nubes, ahora teñidas de un tono púrpura profundo, parecían guardar silencio, respetando la solemnidad del momento. A lo lejos, los árboles susurraban entre ellos, como si comentaran el desenlace de la matanza. Los cantos de los pájaros, que habían enmudecido durante la refriega, empezaban a resonar tímidamente, devolviendo poco a poco la vida a la escena.

Caminé entre los cuerpos de nuestros enemigos caídos, observando sus rostros inmóviles. La lucha había sido brutal, pero habíamos ganado y también perdido. Sabíamos que el matar era algo que estaba en nuestro ADN y el precio de la victoria, aunque alto, era un tributo que estábamos dispuestos a pagar. Habíamos sobrevivido a lunas de dolor, desprecio del resto del mundo y pero el peso de la responsabilidad era lo que más me abrumaba en ese momento.

Los heridos eran atendidos con urgencia. Bajo un cielo que ahora comenzaba a oscurecerse, la nueva líder de la manada y sus compañeras trabajaban sin descanso, sus movimientos rápidos y precisos. Años de transformaciones le habían dado la experiencia en curación. Las fogatas empezaban a encenderse, y el humo se elevaba en espirales, llevando con él el olor acre de la madera quemada y la carne chamuscada, no podíamos dejar evidencia de lo cruel que podíamos ser unos con otros.

Me detuve un momento, permitiendo que la magnitud de nuestra victoria se asentara en mi mente. Había defendido el hogar de una manada de la cual yo no era miembro, o eso quería creer. Un faro de esperanza y triunfo se encendía en mi corazón, nunca había sido aceptado por una manada, siempre fui un extraño, un enviado con la orden de reclutar aliados, jamás fui visto como un posible miembro de su hogar.

La noche, al fin, se cernió sobre nosotros, cubriéndonos con su manto estrellado. Y aun no venía Sirius, ninguna señal, ninguna respuesta. Tal vez me odiaba o aborrecía en lo que me había convertido, en lo que el lobo me convirtió.

No era normal, no era común, no sucedía de esta manera. No debía de suceder.

Las estrellas brillaban con una claridad inusitada, como si el universo mismo celebrara un suceso. Mientras me unía a mis nuevos compañeros alrededor de una de las fogatas, sentí una profunda gratitud y un renovado sentido de propósito, al menos por un día más iba a poder dormir con tranquilidad. Al menos por este día fingiría no saber lo que pasaría mañana con mi cuerpo, me mentiría al pensar que lo que estaba haciendo era lo correcto.

En la penumbra de la madrugada interminable del primer día de noviembre de 1981, Remus Lupin comprendió que, aunque el sol volvería a salir, su mundo había cambiado para siempre. La ausencia de Sirius era un vacío que ningún amanecer podría llenar.

"No tienes mucho tiempo." Otsana repite las mismas palabras desde la mañana de Luna llena. Al final no pude dormir mucho y me la pasé caminando por el nuevo bosque en el cual se encontraba la manada. Nadie se quiso quedar en el anterior donde el color y olor de la sangre aún se mantenía fresco.

Tiempo. Preciado y odioso tiempo.

Recordaba la historia de su mamá, una mujer fuerte que lo había criado prácticamente sola desde que Lyall decidió fingir que por su culpa no era un monstruo, mamá me había enseñado a ser valiente y a luchar por sus sueños. ¿Podría hacer lo mismo? ¿Podría ser tan fuerte como su madre, tan dedicado, tan amoroso? O la idea de una salida rondaba su mente, una posibilidad que le daba pavor considerar. ¿Era eso una señal de cobardía, o simplemente una opción más en su derecho a decidir?

Estuvo todo el día de ayer esperando en el bosque a que Sirius viniera, estuvo dos días esperando en casa y él no había regresado. Sirius lo había dejado y esa era una cruel verdad.

Me levantó y caminó lentamente alrededor de los árboles, Otsana tenía la mirada fijada en mí al igual que el primer día de conocerme. Era muy curioso que la primera persona en darse cuenta fuera una mujer lobo. Tantos años odiando al lobo para que al final sea el quien hiciera todo esto posible.

En algún momento la lluvia empezó a caer, llevándose consigo la suciedad y el polvo de nuestros cuerpos. No había podido estar tranquilo, el lobo había estado inquieto por lo ocurrido del día de ayer, tal vez también sentía lo que estaba por hacer o por lo que Otsana estaba a punto de hacer a mi cuerpo. Deseaba que esa lluvia pudiera limpiar también mis dudas y miedos, dejándome con una claridad que en ese momento me era esquiva. La decisión no era solo sobre mi vida, sino sobre la vida que comenzaba a latir dentro de mí.

Era Sirius quien debía de estar junto a mí, no la manada de Otsana. No odiaba a la mujer, tampoco era su amiga, pero sentía empatía con ella. Yo la salve y ella me volvería el favor, solo debía de tomar una decisión.

Con una profunda inhalación, coloque una mano en mi vientre plano, sintiendo una conexión tenue pero creciente con la pequeña semilla de vida que llevaba dentro de mí. Intente fingir que todo era un error, quería creer que solo era una broma de Otsana, pero ayer cuando llegue al bosque entendí que no era un error.

…..

La lluvia seguía cayendo, incesante, y camine hacia Otsana y permanecí junto a la nueva líder de la manada, observando el mundo que nos rodeaba con una nueva perspectiva, consciente de que, fuera cual fuera mi elección, mi vida ya había cambiado para siempre. El lobo dentro de mi había decidido ser parte de esta manada, también a si lo había decidido Sirius, pero aun tenia a James, Lily, Peter y Mary. Volvería a contactarse con ellos cuando pudiera arreglar su varita o conseguirse una nueva.

Por el momento debía de poner su vida en orden.

"Debo de regresar por unas cosas", me adelante antes de que Otsana hablara, sus ojos color miel se entrecerraron y el brillo de la sospecha me hizo sonreír un poco. Después de lo de ayer había pensado que solo la vería con los ojos muertos en vida.

"No", no dijo el motivo, aunque no era necesario. Todos aún estaban temerosos y nerviosos al igual que yo, pero soy un Gryffindor y ser valiente era algo que hace mucho había dejado de ser. Ya era hora de mostrar mi valentía aun cuando por dentro solo quería correr y esconderme fingiendo que todo era normal.

"Solo será una máximo una hora, no hay mucho que desee recuperar." Era verdad, estaba seguro que Sirius se había desecho de la mayor parte de mis cosas.

"Ulva te acompañara", iba a refutar, pero Otsana siguió hablando, "sea cual sea tu decisión, eres parte de nosotros y nosotros te cuidaremos, Remus."

Ulva era una joven de 14 años que había sido víctima de Fenrir Greyback, podía pasar como la hermana pequeña de Otsana por el cabello castaño cobrizo con la diferencia de los ojos celestes que tenía Ulva.

….

Ambos llegamos al departamento con facilidad, esa debió de ser una señal para no tomar el celular y escuchar los mensajes. Debí seguir el plan y recoger mis cosas. Pero mi preocupación por Sirius fue más fuerte. Siempre manteníamos los hechizos de seguridad, por mis nervios no había notado que esta vez no estaban activados, solo quería saber de él, solo lo quería a él.

La luz del teléfono parpadeaba incesante, pensé tontamente que eran de él, pero antes de que pudiera escuchar la bandeja de voz, una llamada entro. No debía de contestar, pero lo hice, por Sirius, porque aún lo amaba y aun ahora ese era mi mayor preocupación.

"Remus, ¿Qué pasa?", la voz de niña de Ulva sonaba tan lejana, pero era yo el que estaba lejos, caía y caía en mi oscuridad. En la oscuridad que él creo.

El mundo, mi mundo, se detuvo. La habitación, que hasta entonces había sido un refugio cálido y familiar, se transformó en una celda opresiva. Sentí que las paredes se cerraban sobre mí, robándome el aliento. Todo mi ser se rebeló contra la realidad de esas palabras. Asesinados. James y Lily, mis mejores amigos, con quienes había compartido risas, sueños y secretos. Ahora, esas vidas se habían apagado de manera brutal e irrevocable.

No quería pensar en el pequeño, no podía pensar en Harry. No cuando esta tarde haría algo cruel y mezquino.

Me levanté tambaleante, con las piernas temblorosas y el corazón latiendo a un ritmo frenético. El teléfono cayó de mis manos, golpeando el suelo con un estruendo sordo que pareció reverberar en mi pecho. La lluvia fuera se intensificó, como si el cielo mismo llorara la pérdida que yo aún no podía asimilar.

Caminé por el departamento sin rumbo, Ulva seguía mis pasos y su voz aun no me alcanzaba, cada rincón evocando recuerdos de ellos. La taza de café que Lily me había regalado en mi último cumpleaños, aún en la mesa; el libro de Quidditch que James había insistido en que leyera, con su marca de página en el capítulo cinco, descansando en la estantería que Sirius y él habían construido para mí. Cada objeto se convirtió en un símbolo de su ausencia, y la realidad de la muerte de ambos se hundió en mi mente con un peso insoportable.

Me desplomé en la cama fria, incapaz de contener las lágrimas que finalmente brotaron. Sentí una mezcla de ira, tristeza y una profunda sensación de impotencia. ¿Cómo podía ser que dos almas tan llenas de vida y de promesas hubieran sido arrebatadas de manera tan violenta? ¿Quién podría cometer una atrocidad semejante? Mary había dicho un nombre, pero no podía ser cierto. Él los amaba, era su mejor amigo. No podía ser cierto.

Era verdad, ¿Podría ser verdad?

No. Mi Sirius no podría ser capaz. Pero él ya no era mi Sirius, eso era algo que mi corazón lo sabia.

En algún momento Ulva empaco mis cosas y la vi recoger unos libros.

Libros.

Un libro.

Mas lagrimas escaparon de mis ojos al recordar la imagen. ¿Habrá visto la imagen? No quería pensar en eso, había tantas cosas en mi cabeza, por primera vez no quería pensar. No ahora.

"Remus… Están muertos, los encontró... Sirius los delato. James y Lily han muerto... Él era el traidor… Todo este tiempo nos estuvo traicionando"

Las horas pasaron en un borrón de lágrimas y aun podía escuchar la voz rota de Mary. Me encontré reviviendo momentos felices y conversaciones íntimas, como si aferrarme a esos fragmentos de pasado pudiera mitigar el dolor del presente. Pero nada podía llenar el vacío dejado por su partida.

Finalmente, me levanté y me dirigí al espejo de la cocina. Miré mi reflejo, observando los ojos enrojecidos y el rostro demacrado que me devolvía la mirada. En ese momento, supe que debía hacer algo. No podía dejar que sus muertes me consumieran. Ellos no lo hubieran querido, ya había tomado mi decisión.

"¿Remus?", llamo Ulva, su rostro preocupado termino por hacer que despertara. No era el único que sufría, ella era demasiado joven y había obligada a vivir una vida cruel.

Debía de ser fuerte como ella, como Otsana que vio a su compañero y amigos morir masacrados por un monstruo sin corazón y alma.

Con una determinación nacida del dolor, juré que viviría mi vida como yo quisiera. No importaba cuánto tiempo tomara ni cuán peligroso fuera el camino. Todos mis amigos se habían ido, y si yo era el único que quedaba con vida, seria para recordar la clase de personas que eran. Con el eco de su risa aún resonando en mi mente y el amor que siempre les tuve como mi guía, me preparé para enfrentar la oscuridad que había creado él. Estaba seguro que el resto de la Orden haría lo necesario para que todo regrese a la normalidad y yo debía de enfrentar las consecuencias mi decisión.

…..

Cuando regrese al bosque con mis cosas, Ulva corrió hacia Otsana a decirle al oído algo, sospeche que era sobre mi comportamiento y la demora de nuestro regreso. Con una mano en mi vientre me acerque a ellas.

Y mientras la primera luz del alba comenzaba a filtrarse por las copas de los árboles, solo una cosa era segura: ya nada sería igual y estaba en mis manos decidir si acabar con todo recuerdo del hombre que amaba o seguir amando a Sirius Black a través de otro ser.

Sabía que el camino por delante no sería fácil, que cada elección vendría cargada de consecuencias y sacrificios. Pero también sabía que, en algún lugar dentro mío, encontraría la fuerza para tomar la decisión correcta, la decisión que mi corazón y mente pudieran aceptar en paz.