Croulieau se despierta a la mañana siguiente como un príncipe Disney. Que no es con pajaritos, canciones y rayos de sol como lo hace una princesa, si no con mal humor, ojeras y queriendo un café, pero en los hombres eso es signo de rudeza y masculinidad, así que está bien.
Tanta felicidad desborda.
Esta eeees miputatazadecafeeeee, una tazaaaaa cada día igual, me hace sentiiiir que noosquieromataratodos, despertando asiiiií
Lovely. La tetera hace los ojos en blanco en la cocina agradeciendo un poco que no sea maldito TE lo que quiere.
—¿Qué pasó ayer? —pregunta, brazos en jarras.
—Yo creo que tiene que pedirle disculpas —empieza el plumero desde ya.
—Es que la has mandado a dormir y te has quedado con el idiota.
—Sí, se supone que las cosas románticas tienes que hacerlas con ella.
—Pues nada, no pasó nada. Todo fue puta madre perfecto —protesta Croulieau fulminándolas a ambas.
—Seguro, Croulieau, seguro. Perfecto para la bruja, no sabía que ahora trabajaras con ella.
—Sí, claro, no ves mi sombrero puntiagudo? —replica él, sarcástico
—Pues pareces tener cero interés en resolver esto.
—¡Estaba cansada! Anoche se la pasó aterrorizada porque alguien estuvo jugando con ella a la mansión encantada y no durmió, ¿¡Qué queríais que hiciera?!
—Ah, no... Esto no va a ser ahora nuestra culpa.
—¡No es como que estéis ayudando mucho, no!
—Es IMPOSIBLE ayudar cuando parece que quieres irte con él.
—Igualmente, ¡eso no justifica que te llevaras al hermano y que le hicieras enfadar hasta el punto de que quiere llevársela! —protesta el plumero a la vez.
—¡No quiero irme con él! ¡Si no lo aguanto!
—Para no aguantarlo… ¿Cuántas frases has intercambiado con ella? —pregunta la tetera.
—No las estoy contando.
—Mira, a mí no me importa eso, pero como se la lleve, Croulieau... —protesta el plumero.
—Pues si se la quiere llevar que se la lleve, ambos son insufribles —hace berrinche.
—Nada de que se la lleve. Me NIEGO. Está es LA oportunidad de que TODOS seamos otra vez personas, me da lo mismo lo que pienses —chilla la tetera.
Croulieau hace ñañaña a lo que dice la tetera, silenciosamente.
—¡Así que más te vale hoy ser un encanto y sí enamorarla! —añade el plumero.
—Mira, lo que hay es lo que ves, ¿vale? —protesta Croulieau a eso.
—Y no hablar con el hermano idiota. ¿Por qué no le encierras en las mazmorras? —propone la tetera.
—¡Ah! Sí, deberíamos quitarlo de en medio para que deje de molestar, buena idea —el plumero asiente.
—Lo encierras a él, te la tiras a ella, se acaba el problema.
—Claro y cuando ella me pregunte qué ha pasado con su hermano le digo que está... admirando las profundidades del castillo —replica él.
—A mí me parece perfecto —asiente el plumero sin pillar el sarcasmo.
—Leyendo en la biblioteca —sugiere la tetera.
Croulieau vuelve a suspirar con eso.
—¿Por qué ahora que tienes la oportunidad de resolverlo estás portándote como un idiota? —pregunta Belcebú.
—No me estoy portando como un idiota, hago lo que puedo, ¿vale? Esta es mucha presión —protesta la serpiente.
—Estas portándote como un completo idiota y más te vale que lo arregles —sigue el plumero.
—Es que hasta pareces tonto... Está aquí ella, es perfecta. Quiere quedarse a cambio de unos VESTIDOS. Y tú estás ahí en plan "is qui sin insifriblis!" —le imita la tetera con voz aguda.
—El que es insufrible es él. Ella... ¡es que a ella solo parecen interesarle los vestidos! Ya le regalé los que hay en el castillo, no sé qué más queréis que haga.
—Pues que te deshagas de él y la enamores, Croulieau, coño, que no es tan difícil —sigue Shax.
—De hecho, parece BASTANTE fácil —añade la tetera.
—¡No me digáis esto así como si fuera yo estúpido! No estáis dando una sola idea ÚTIL.
—Súbela A ELLA a la torre de astronomía, no al hermano.
—El hermano no piensa separarse de ella ni por un segundo, ya se lo dije —la serpiente mueve la taza de café con la cola—. Insiste en que tiene que conservar su virtud.
—Pues HAY QUE MATARLO, o encerrarlo o… yo que sé —sentencia Belcebú.
—¿No te parece que ella va a sospechar si hacemos eso?
—¡Que va! Es tontísima, me lo contó Hastur —explica Shax.
—En serio, Croulieau. Hasta pareces nuevo —la tetera asiente.
Ojos en blanco porque, la verdad, hoy y después de lo de ayer, si querría que lo encerraran o yo que sé.
—De hecho, pareciera que te cae mejor el que ella —la tetera le mira.
—Pero si te he dicho que no le aguanto y que es un imbécil.
—¡Y pasaste hasta las mil con él!
—¡Discutiendo e intentando que me dejara pasar cinco minutos con ella!
—¿Y qué negociaste?
—Pues... —aprieta los ojos porque toda la negociación fue un despropósito—. Que subiríamos a cenar ahí y estaría él también.
—Uy, qué útil —protesta la tetera.
—En serio, yo hablo con Moloch, ella ni siquiera tiene porque saberlo —insiste el plumero.
—Gracias. Probablemente ni lo note si está lo suficientemente enfocada en ti.
—Ugh —protesta él porque aun va a tener que defenderlo.
—Así que tenemos un plan —sigue la tetera mirando al plumero.
—Voy a eso —el plumero sonríe saltando del mármol al suelo.
—¡No, no! ¡Esperad! Vamos a... voy a probar lo de la biblioteca, ¿vale?
—¿Encerrarlo ahí? ¿O qué? —Ojos en blanco del plumero.
—Uhm... sí, algo así.
—Vaaaaale, vale. Pero queremos ver que PASE algo, Croulieau —le protesta la tetera.
—Bonjour! —saluda el candelabro, entrando a saltitos a la cocina —. Ya se despertó tu amada…
Y este va a servirse más whiskey en el café porque no los aguanta a ninguno.
—¿Y dónde está? —pregunta el plumero.
—Ahora viene —explica el candelabro—. El hermano duerme aún, ella estaba esperándolo pero al parecer se ha aburrido y se ha vestido porque tiene hambre.
—¿Y la has visto desnuda? —pregunta la tetera.
—Ehhh... Mais oui —Hastur vacila.
—Ya es más de lo que ha hecho Croulieau —se burla el plumero.
Ojos en blanco de la serpiente para todos, tan agradables.
—Pero MUCHO más… ¿y es bonita? ¿Tiene buen cuerpo? —pregunta la tetera.
—Más que su hermano, oui. Tienes suerte, Croulieau —el candelabro hace un cejas cejas.
—¿Qué comparación de mierda es "más que su hermano"? —protesta Croulieau.
—Lo dice porque él está gordo —explica el plumero.
—¡No está gordo! —protesta la serpiente.
—Yo creo que lo está —el plumero se encoge de hombros.
—Tú porque tienes una cintura de menos de dos centímetros y crees que todos deberían ser así —ojos en blanco de la tetera.
—A lo mejor si algunas se cortaran con los pastelitos no serían ahora una tetera...
—Pues es que el hermano, más que gordo es… Blanco como la leche, se viste con cero gracias, es recatado como si fuera un cura…—enumera el candelabro.
—Como si todos los demás fuéramos un portento de belleza ahora... —comenta Croulieau
entre dientes, a pesar de que quisiera tomarse su whiskey tranquilo.
—Así que ¿te gusta… alguno? —pregunta la tetera.
—¿Eh? —la serpiente la mira, saliendo de sus pensamientos.
—Pues te quejas tanto de que si el físico no es importante… ¿sí te gustan? —insiste.
—No. Pero ¿tengo acaso opción? —protesta la serpiente.
—Pues, ¡más vale que te empiece a gustar ella! —le riñe.
—Es a ella a quien le tengo que gustar yo, lo que yo haga es cosa mía —no la mira.
—¡Es más fácil conseguir que le gustes si te gusta!
—Ay, claro que no, ¿acaso vives en un cuento infantil? —ojos en blanco.
—No, vivo en la realidad. Es más fácil que te guste alguien a quien le gustas. ¡Ugh!
—Madura, Belcebú —responde él, de malas, decidido a largarse de aquí porque está harto de todos.
—No es de madurez… Y espera, ¡que no te vayas!
Se va sin hacerle caso, saliendo por la puerta. El niño rebelde. Berrinchudooooo…
Un poco, pero ahí va Muriel, se la va a topar en el comedor. Ahí va la tetera tras ellos igual en el carro.
—Bon jour, monsieur Croulieau —sonríe Muriel.
—Ah... ehm... uhm —responde la serpiente demostrando saberse todas las vocales, tiene suerte que no le gruña.
—¿Cómo fue ayer en el observatorio? —sigue la chica.
—Uhm... Bien, bien —responde poco interesado en ello. El resto de muebles le espían, honestamente, desde la puerta.
—¿Sí? Me alegro que hayas hecho buenas migas con mi hermano, ¿sabes? Es muy raro que eso pase —asegura ella.
—No diría yo que he hecho... —la mira de reojo sin saber de dónde ha saca eso.
—Tengo un poco de hambre, ¿crees que podría desayunar algo? —mira alrededor.
—Ah, oui, claro. Seguro en la cocina ya están haciendo té y hay café recién hecho... diles qué te apetece —Croulieau señala con la taza.
—Ve con ella —susurra la tetera.
—Ah ¿tendrán chocolate? —pregunta esperanzada y ahí va hacia la cocina.
Croulieau le hace shush a la tetera.
—Sí, creo que sí, hasta donde yo recuerdo —gesto con las cejas a la tetera para que vaya a hacer chocolate.
—¡Qué bien! ¿Y hay bollería? ¿Unos croissants o pain au chocolat? —mira de nuevo a la serpiente, sonriendo.
—Eh... sí, claro, ¿por qué no? —vacila sin tener ni idea, siquiera de si sus cazuelas serán capaces de hacer todo eso, pero no le va a decir que no a esa carita de ilusión.
—O tarta tatín, ¡me gusta la tarta tatín! —se relame, imaginándola.
—C-Claro, lo que quieras para ti.
Muriel da algunos saltitos y palmaditas tan feliz y luego va a sentarse a la mesa. Gesto con la cabeza de la tetera hacia Muriel, mientras el candelabro enciende las velas.
—El chocolate —murmura Croulieau para la tetera haciendo gestos con la cara de que se vaya.
—Entonces ¿me contabas de ayer? —pregunta ella.
—Ehm, pues solo vimos un par de planetas y... —suspira yendo a sentarse con ella.
—¡Oh! ¡Qué bonito! Debió ser espectacular —sonríe complacida.
—La verdad, no, no mucho. A tu hermano no pareció impresionarle.
¡No es verdad! ¡Si le impresionó!
—Ay, claro que sí... —protesta ella—. No se lo tengas en cuenta a veces es un poco inexpresivo.
—De hecho, dijo que quería que lo repitiéramos hoy, quería que estuvieras tú también —la mira de reojo.
—Aww... gracias, eso sería divertido —le sonríe y Croulieau sonríe un poco con eso mirando a sus muebles porque ¡chupaos esa!
—Aunque luego se enfadó conmigo, así que tal vez sería mejor si fuéramos solo tú y yo —propone sin mirarla.
—Oh... ¿Se enfadó? ¿Por? No se lo tomes en cuenta, es que a veces es un poco sensible —se encoge de hombros.
Belcebú se vaaaaaa por el chocolate.
—Uhm. Creo que porque le dije que era un poco uhm... ¿molesto? —mira al techo, recordando.
—¿Se enfadó por eso? ¡Que va! —ella se muere de risa—. Si a veces hasta le gusta serlo, lo hace a propósito y se siente orgulloso y todo.
El candelabro mira a Muriel para pedirle la orden pero es que parece muy feliz hablando con Monsieur Croulieau así que...
—¿Lo hace a propósito? —él la mira con perplejidad porque eso no se lo esperaba.
—Mais oui, es un tonto en eso —asiente, tan tranquila, jugando con su servilleta—. Si te estuvo molestando no debes ofenderte...
—Mademoiselle… perdone la interrupción. ¿Qué le servimos de desayuno? —pregunta el candelabro finalmente.
—¡Ah! ¿Qué tienen?
Croulieau entrecierra los ojos porque no parecía que fuera a propósito ni que estuviera jugando.
—Ah, tenemos... El desayuno tradicional francés. Croissant con mantequilla y café.
—Ah, pero me dijo Croulieau que habría chocolate —ella le mira de reojo, un poco desconsolada.
—Ah, mais oui… chocolat, por supuesto —el candelabro asiente.
—Chocolat y croissants de mantequilla, si'l vous plait —pide ella, feliz de nuevo, sonriendo.
—Muy bien. Monsieur Croulieau desea algo más para acompañar a mademoiselle?
—Trae el café —le mira de reojo.
—Bien, bien —este asiente con la cabeza, yéndose dando saltitos.
—El caso es que no te tomes a mi hermano muy en serio — Muriel sonríe.
—A mí no me pareció que estuviera para nada haciéndolo a propósito —suspira.
—¿Qué vas a hacer hoy? —pregunta ella cambiando de tema.
—Uhm, si insistes en ir a coser ¿mostrarle la biblioteca? —propone él con lo que han hablado antes en la cocina.
—¡Uy! ¿Tienes una biblioteca? —levanta las cejas.
—Ah, bueno, sí. Mi padre tenía bastantes libros y... —sonríe un poco.
—No —decide Muriel muy seriamente—. No, no, no, ni se te ocurra llevarle.
—¿No? —Croulieau le mira perplejo con ese consejo, porque le parecía una buena idea—. Pero si está hablando de libros todo el rato, pensé que le gustaban.
—Ah, no, sí le gustan, pero si lo llevas ahí... —se muerde el labio porque entonces seguro no va a volver a querer a hablar con Croulieau o con nadie—. Se va a enfermar. Sí. Por el polvo de los libros. Eso. Es súper alérgico, hay que ir con mucho cuidado.
—Así quizás se muere —murmura Belcebú.
—No está tan sucia la biblioteca... creo —vacila la serpiente, mirando a Belcebú de reojo.
—Bueno, haz que la limpien primero, o algo. A fondo. Y no le digas que existe porque no tiene ningún autocontrol y se haría daño a sí mismo —sigue Muriel.
—Que la limpien. Vale —Croulieau asiente. (Que la limpien por meses, el servicio va a ODIARTE)
—Mejor... elige tu algún libro que te guste y préstaselo —propone sonriendo—. Si se los das de uno en uno no es tan peligroso.
—¿Un libro que me guste a mí? —se lo piensa—. No sé cuáles ha leído.
—Ah, eso no importa, le gusta comentar cualquiera —se encoge de hombros.
—Ehm... —Croulieau vacila porque es que él no lee demasiado. O más bien no admitirá que lo hace porque como que eso es bastante poco cool así que es más bien un placer culpable, porque además sus favoritas son las historias de romance. ¡Pero es que no hay bloody películas en esta época!
Uy, a Azirabelle eso va a encantarle
—¿Quoi? —Muriel le mira.
—¿Porque no... uhm, vienes tú conmigo a la biblioteca y me ayudas a elegir algún libro? —propone con una sonrisa tensa.
—¿Yo? Uy, no, no, esto no sirve si no es uno que tú hayas leído, se va a dar cuenta enseguida—niega con la cabeza.
—¿Va a hacerle examen? —pregunta por ahí atrás la tetera, que ha traído el chocolate.
—Seguro, es terrible con eso —Muriel asiente, lamentándose.
—Bueno, en realidad el hermano no nos... Pues... Nos interesas más tú—suelta la tetera que... Es incallable.
—Ah, bueno. Yo lo digo porque yo me voy a ir a coser —explica ella, encogiéndose de hombros.
—Croulieau, no podrías tú… ¿coser con ella? —pide belcebú.
—¿Con la cola? —la serpiente la levanta, mostrándosela.
—Ah, no, no, por mi está bien. Que vaya con mi hermano —asegura Muriel, tan tranquila.
—Ahh... Ugh, pero... No. O sea, no sirve mucho esto —sigue la tetera, apretando los ojos.
—¿Servir de qué? —pregunta Muriel, sin entender.
—Que se vaya a coser, mademoiselle…
—¿Por qué no? Igualmente te voy a hacer tu cubre teteras —sonríe y le hace pat pat en la tapa.
—Ugh… —la tetera se sonroja y Croulieau sonríe de ladito con eso, tomando otro traguito de su Whiskey en el que ya no queda café dentro.
—Bueno, pues, lo que digan. Entre más pronto acabemos con esto, menos necesitaré un cubre teteras —suspira Belcebú.
Muriel sonríe conforme con eso y Croulieau piensa que la chica le cae bien.
Ugh. Pues... ¡No debería!
¿Por? ¿Se va a levantar la princesa o qué?
Vale, vale. ¡No le llamen la princesa!
—Ehm… allò —ahí estaaaaaá entraaaaaando.
—Bonjour! —Muriel le sonríe.
—Bonjour! —sonríe a ella y mira a Croulieau de reojo—. Bonjour.
Este hace un gesto con la cabeza.
—¿Cómo amaneces? —pregunta Muriel.
—Dormí mal y poco, pero… Bueno —suspira Azirabelle, que de nuevo es la verdadera víctima de esta historia.
—Oh, ¿y eso por qué? —pregunta Muriel que ella siente que ha dormido bastante bien.
—Era tarde cuando bajé y luego la cama parlotea —explica sentándose junto a ella en la mesa.
—Ah, sí. A mí me contó una historia para dormir —sonríe mientras le traen lo que ha pedido de desayuno, le hace un gesto de asentimiento como agradecimiento al mueble en cuestión.
—Yo creo que conmigo no ha dejado de moverse —comenta mirando lo que le han traído a ella.
—Uhm... Eso es extraño —comenta Muriel, compartiendo con su hermano el chocolate y los croissants de su plato.
Croulieau sonríe de ladito y se muerde la lengua para no volver a decir un comentario del tipo "por algo será" y molestar al rubio, sin entender del todo porque no para de venirle ese impulso de hacer eso.
—Quizás sí lo es, pero ¡No ha dejado de moverse! —insiste, agradeciendo a su hermana que comparta con él y empezando a comer.
La serpiente mira el techo pensando que por lo menos que alguien haya tenido acción nocturna no está mal para variar, sonriendo de ladito por su propia broma y prefiriendo no decir nada.
—A lo mejor podrías pedirle que no se mueva o que lo haga de otro modo, más suave —propone Muriel.
—¿De un modo más suave, como si fuera un barco? —le pregunta Azirabelle.
Porque el tamaño no importa, si no el movimiento de las olas... sigue Croulieau para sí mismo, mirando por la ventana y sonriendo como si no estuviera escuchando la conversación.
—Por ejemplo, seguro eso sería más relajante —Muriel asiente.
—Pues eso pensaría uno. Un ritmo suave y constante —asiente Azirabelle también.
Y ya que estamos... que vibre, porque por pedir que no quede. Añade como si lo dijera en voz alta, haciendo un movimiento de la cola, pero solo riéndose solo.
—De todos modos habría que ir al pueblo a traer algunas cosas si vamos a quedarnos aquí unos días —valora Muriel, suspirando.
—¿Qué quieres traer? —pregunta Azirabelle—. No sé qué ha pasado con Philippe.
—Pues pijamas, ropa limpia, zapatos y mi cepillo del pelo, esa clase de cosas —enumera su hermana.
—Ahh, sí, sí que deberíamos —asiente.
—Tampoco hay ninguna prisa, aquí hay ropa y cosas de sobras que podéis usar los dos —asegura Croulieau a eso.
—Pero… pues no es lo mismo que nuestras cosas. Si sería útil cambiarnos la ropa interior —discute Azirabelle.
—Hay ropa interior también —se encoge de hombros.
—¡Usada!
—Seguramente es mejor que la tuya de pobre —replica, frunciendo un poco el ceño.
—¡Oye! ¡De pobre pero limpia! —protesta.
—No he dicho que la que hay aquí este sucia.
—¡Pero no es mía!
Ojos en blanco y lo que le pasa es que piensa que si se van igual no vuelven.
—Es importarte usar ropa nuestra y poder entrar y salir —le reta Azirabelle.
—Siempre que vayáis acompañados, no tengo inconveniente —decide la serpiente.
—¡Ah! Que bien, podríais ir los dos al pueblos entonces —propone Muriel.
—Los… ¿Los dos? Pero… —Azirabelle mira a Croulieau.
—No creo que sea... —Croulieau mira a Azirabelle de reojo.
—¡Como vamos a ir! ¡Él es una serpiente! —exclama el rubio, mirando a Muriel de nuevo.
—Pues en un caballo, Azirabelle, es más fácil que lo lleves a él que a una cama, ¿no te parece? —protesta Muriel, porque su hermano siempre está con estas tonterías.
—Quizás podría llevarse el candelabro —propone Croulieau—. Es más pequeño y manejable...
—Pero ¡si tú has dicho que querías acompañarle! —exclama ella.
—¡Quizás deberías ir con la chica! —protesta la tetera—. Mientras nosotros hacemos el resto con el hermano.
—Yo he dicho que tiene que ir acompañado, ¡no he dicho que tenga que acompañarle yo a...! —se detiene a sí mismo pensando que probablemente como lo mande con el candelabro o cualquier otro lo van a matar en cuanto cruce las puertas.
—Ah, no te preocupes, yo me quedo trabajando contigo, que vayan a divertirse —asegura Muriel a la tetera.
—¡P-Pero…!
—Ugh. Vamos —protesta Croulieau, bajándose de la silla.
—Nunca saldremos de esta pocilga —protesta la tetera, dramáticamente.
Pat pat pat en la cabeza por parte de Muriel.
Ugh.
