Se reunió con Ladybug en un tejado cercano. Estaba acompañada por Rena Rouge, y Cat Noir las saludó a ambas con una sonrisa.

—Bien, ¿qué tenemos? ¿Qué es exactamente esa mole?

En aquel momento, el robot disparó hacia uno de los elegantes palacetes del centro y lo hizo desaparecer en una nube de chispas.

—¡Ja, ja, ja! —se rió. Los superhéroes notaron que se trataba de una voz infantil—. ¡Voy a acabar con las casas de todos los ricos! ¡Para que tengan que irse a vivir debajo de un puente!

Se volvió hacia la mansión Agreste y la apuntó con el arma.

—¡No! —gritó Ladybug—. ¡Cat Noir, Rena, distraedlo!

Los superhéroes saltaron ante el robot, atrayendo su atención. Ladybug lanzó su yoyó y atrapó el enorme brazo mecánico. Tiró de la cuerda con todas sus fuerzas para desviar el disparo, y lo logró. El rayo volatilizador se perdió entre las nubes.

—¡El akuma debe de estar en su arma! ¡Vamos, Cat Noir, acaba con él!

El superhéroe se detuvo un momento, desconcertado.

—¿Ya, tan pronto? ¿No quieres que intente sonsacarle algo de información?

—¡Hoy no! —replicó ella—. ¡Tiene la mansión Agreste en su punto de mira!

Cat Noir se preguntó por qué era aquello tan importante. Obviamente, tampoco él quería que aquel villano mecánico hiciese desaparecer su casa, y tal vez a Nathalie con ella. Pero no tendrían muchas oportunidades de descubrir la identidad del nuevo portador de la mariposa antes de que empezara a aterrorizar París de forma habitual.

Rena cruzó una mirada con Ladybug y las dos parecieron entenderse sin palabras.

—¡Déjamelo a mí! —exclamó Rena.

Se llevó la flauta a los labios y tocó una breve melodía. De inmediato, la mansión Agreste desapareció de la vista de todos… para reaparecer un poco más lejos. El robot se detuvo, confundido, y miró a su alrededor. Cuando localizó de nuevo su objetivo, se dirigió hacia él, decidido, dándoles la espalda a los héroes… y al lugar donde se encontraba realmente la mansión Agreste.

—Daos prisa —urgió Rena—. Se dará cuenta del engaño en cuanto se acerque.

—¿Qué es lo que pretendes hacer, Ladybug? —preguntó Cat Noir, muy perdido.

—¡Poner a salvo a Adrián antes de que sea demasiado tarde! —respondió ella—. ¡Y a Nathalie, por supuesto! —añadió, deprisa.

—¡Pero…! —intentó detenerla su compañero.

Ladybug ya se había marchado. Con un suspiro de resignación, Cat Noir la siguió.

No se puso a su altura, sin embargo. Cuando estuvo seguro de que ella no miraba, cambió de dirección para llegar a la mansión Agreste desde otro ángulo.

Llegó a su habitación sin aliento y, ya transformado en Adrián, se asomó a la ventana. Vio a Ladybug encaramada al muro, blandiendo el yoyó a modo de escudo y ya con su lucky charm en la mano, una potente linterna. El enorme robot ya había descubierto el engaño, al parecer, y se dirigía hacia ella. La superheroína se tensó, dispuesta a enfrentarse a él.

—¡Ladybug! —la llamó Adrián desde la ventana.

Ella se volvió solo un momento.

—¡Ponte a cubierto, Adrián! ¡No te preocupes: yo te defenderé!

El chico esbozó una breve sonrisa, sintiendo una oleada de afecto hacia ella. Asintió y se retiró de la ventana. Ladybug ya lo había visto. Ya podía volver a transformarse en Cat Noir y unirse de nuevo al combate. Y tendría que hacerlo de inmediato, puesto que Rena ya había utilizado su poder y, a diferencia de ellos dos, tendría que recargar a su kwami antes de volver a entrar en acción.

Fue mucho más rápido y sencillo de lo que habían previsto. Ladybug cegó al robot con el haz de la linterna y, aprovechando su momento de confusión, enrolló la cuerda del yoyó en torno a sus piernas. El gigante mecánico cayó de bruces sobre el muro de la mansión, derruyéndolo. Cat Noir utilizó su Cataclysm en el arma del robot sin pensarlo demasiado. Después de todo, si aquel no era el lugar donde estaba oculto el akuma, podía probar infinitas veces más sin miedo a destransformarse. Pero resultó que su intuición había sido certera: la mariposa oscura salió volando y el robot desapareció.

Cat Noir se volvió hacia su compañera. Pero Ladybug se había encaramado a los restos del muro y tenía la mirada clavada en la ventana de Adrián Agreste.

—¿Milady? —la llamó él.

Ella volvió a la realidad. Lanzó el yoyó para purificar el akuma, pero Cat Noir detectó que estaba profundamente preocupada. La vio suspirar y sacudir la cabeza antes de dirigirse a la víctima de la akumatización, un niño que parecía muy confundido y que sostenía un robot de juguete entre las manos. Se inclinó a su lado y le preguntó con suavidad:

—¿Estás bien? —El niño asintió—. ¿Recuerdas qué ha pasado?

El chiquillo frunció el ceño, confuso.

—Estaba enfadado… pero no recuerdo por qué.

—Querías destruir las casas de las personas con dinero —le recordó Ladybug—. ¿No tienes idea de por qué? ¿Alguien te dijo… que tenías que hacerlo? ¿Te habló de esta casa en particular? —añadió, señalando la mansión Agreste.

Pero el niño se mostró aún más confundido.

—Yo… no lo sé. No me acuerdo.

—Déjalo, Ladybug —intervino Cat Noir.

Ella retrocedió un poco, frustrada. Inspiró hondo y extrajo un talismán de su yoyó para entregárselo al niño.

Cat Noir la observó con aprobación mientras lo hacía. La primera akumatización de la nueva era post-Monarca los había tomado por sorpresa, pero ahora habían podido comprobar que su misterioso enemigo producía akumas corrientes. Los talismanes que creaba Ladybug podrían rechazarlos sin problemas. Trató de sentirse optimista: el nuevo portador de la mariposa era sin duda un villano novato. Aún no había aprendido a utilizar sus poderes como lo había hecho Gabriel Agreste, y los héroes le llevaban muchísima ventaja. No solo eran bastantes más, sino que sus líderes, Ladybug y Cat Noir, controlaban sus propios poderes con maestría y tenían mucha más experiencia. Acabarían por desenmascararlo, sin duda, y no tardarían mucho en hacerlo.

Ladybug estaba ya arrojando al aire su lucky charm para reparar todo lo que el villano akumatizado había destruido. Cat Noir se dio la vuelta para ver cómo las mariquitas mágicas restauraban el muro de la mansión Agreste. No importaba cuántas veces lo contemplara, el poder de Ladybug nunca dejaba de maravillarlo.

Una mujer llegó corriendo y abrazó al niño entre lágrimas. Cat Noir dedujo que se trataba de su madre.

—Ladybug, Cat Noir, ¿qué ha pasado? —les preguntó a los superhéroes, muy angustiada—. ¿Ha regresado Monarca?

—No, Monarca no volverá —respondió Ladybug con firmeza.

La madre estrechó a su hijo contra su pecho, con fuerza.

—Entonces, ¿qué es lo que le ha pasado a mi niño? No habrá sido… akumatizado, ¿verdad?

Ladybug y Cat Noir cruzaron una mirada.

—Nos tememos que sí —contestó él—. Pero no se preocupe. Ya lo hemos solucionado, y su hijo tiene uno de los talismanes mágicos de Ladybug. A partir de ahora, no podrán akumatizarlo.

—¿Akumatizarlo? —repitió una voz tras ellos.

El superdúo se dio la vuelta. Allí se encontraba Nadia Chamak, acompañada de un cámara del canal de noticias. Ladybug suspiró con resignación. Estaba claro que en algún momento tendrían que dar explicaciones sobre el retorno de los akumas. Y no solamente a la alcaldesa.

—Es una larga historia y…

—¡Ladybug! ¡Cat Noir!

Nathalie llegó corriendo para reunirse con ellos. Cat Noir se sintió muy aliviado de verla sana y salva.

—¿Todo bien, Nathalie? —preguntó Ladybug, aún preocupada—. ¿Dónde está Adrián?

—Eeeh, ¡lo he visto asomado a la ventana! —intervino Cat Noir, deprisa—. Justo antes de que repararas el muro. Está escondido en la casa, no te preocupes; estará bien.

Nathalie y Ladybug cruzaron una mirada cargada de inquietud. Cat Noir dejó a su compañera atendiendo a la prensa y se despidió con una excusa inventada sobre la marcha. Tenía que volver a presentarse como Adrián cuanto antes.

Una vez en el interior de la mansión, se destransformó y se asomó a la ventana de la habitación. Localizó a Ladybug de nuevo en lo alto del muro y la saludó. Ella lo saludó a su vez con una sonrisa, y Adrián se dio cuenta de que parecía profundamente aliviada. Una vez mas, se preguntó qué tenía de especial Adrián Agreste para la superheroína de París. Quizá Ladybug le había prometido a su padre que cuidaría de él, y aquella promesa era lo único que daba un poco de sentido al peso del enorme secreto que custodiaba. Pero Adrián no podía preguntarle al respecto. Había obtenido algunas respuestas como Cat Noir, pero no todas; y temía que su compañera llegara a cerrarse en banda si la presionaba más.

En cuanto a Adrián Agreste…, en fin, tendría que seguir interpretando su papel y fingiendo que nunca se enteraba de nada.

Contempló, pensativo, la figura de Ladybug mientras se alejaba por los tejados.

—Adrián —dijo Nathalie desde la puerta.

El chico se volvió.

—Hay akumatizaciones otra vez, ¿verdad? —preguntó.

Nathalie suspiró.

—Eso parece. Ladybug me ha contado que, aunque Monarca fue derrotado, los héroes no pudieron recuperar su prodigio. Y ahora lo está usando otra persona.

Adrián inclinó la cabeza, pensativo. Nathalie sonrió.

—No te preocupes. Ladybug y Cat Noir no tardarán en llegar al fondo de este asunto. Mientras tanto, tengo buenas noticias para ti: el señor Damocles ha contestado a mi mensaje.

—¿Tan pronto? —se sorprendió él.

Ella asintió.

—Dice que aún tienen plazas libres, porque la escuela es muy nueva y la conoce muy poca gente. Nos ha invitado a ir a verlo mañana para cumplimentar los impresos de la matrícula.

—¿Mañana? ¿Ya?

—¿Es demasiado pronto para ti? Aún no has hablado con Marinette, ¿verdad?

—No quiero contarle esto por teléfono. No sé… cómo se lo va a tomar —reconoció en voz baja.

Nathalie le dedicó una sonrisa comprensiva.

—Puedes acompañarla a la escuela mañana, como todos los días, y se lo cuentas por el camino —sugirió—. Nosotros iremos a ver al señor Damocles después. O incluso por la tarde, si lo prefieres. Para que puedas despedirte de tus compañeros de la escuela de moda.

Adrián se imaginó pasando otro día más en el instituto Gabrielle Chanel, con las paredes forradas con imágenes de su padre, con todo el mundo hablándole de él, del gran hombre que había sido… y se estremeció.

—No creo que haga falta —dijo—. Aún no había tenido tiempo de hacer amigos, y de todos modos… supongo que a Narcisa seguiré viéndola, por lo del evento que estáis organizando.

—Como prefieras. Escribiré al director Damocles, entonces. Le pediré cita por la tarde, de todos modos, por si cambias de idea. Pero no tienes por qué ir a la escuela mañana, si no quieres, salvo para acompañar a Marinette.

Adrián sonrió.

—Gracias, Nathalie.


A la mañana siguiente, Adrián y Marinette se reunieron una vez más delante de la panadería. Como todos los días, ella traía el desayuno en una bolsa de papel. Parecía ausente y preocupada pero, cuando él la saludó con una sonrisa, le sonrió a su vez, dirigiéndole una mirada llena de cariño. Caminaron juntos hacia el colegio, compartiendo los croissants de la bolsa. Mientras Adrián se preguntaba cómo plantear la cuestión de la que quería hablarle, Marinette empezó:

—¿Estás bien?

Él la miró sin comprender.

—Sí, ¿por qué?

—Por lo de… anoche.

—Ah, el ataque del robot —entendió él por fin. Habían hablado por teléfono después de aquello y él había tratado de tranquilizarla, pero al parecer no lo había conseguido—. Estoy bien, de verdad. No llegó a atacarme directamente, y Ladybug y Cat Noir lo arreglaron todo enseguida.

Pareció que ella iba a hacer algún comentario, pero finalmente cambió de idea, sacudió la cabeza y trató de sonreír.

—Lo importante es que estás bien —le dijo, oprimiéndole la mano.

Él sonrió a su vez.

—Escucha, Marinette, hay algo de lo que quiero hablarte. ¿Recuerdas que este verano estuve dudando sobre si apuntarme a la nueva escuela del señor Damocles y la señorita Bustier?

—Sí —respondió ella—. Para encontrar tu propio camino, ¿no es así?

Adrián asintió.

—Finalmente me decidí por el instituto Gabrielle Chanel para continuar el legado de mi padre y para poder estar contigo. —Le dirigió una sonrisa repleta de cariño, y ella le sonrió también—. Pero me he dado cuenta de que tal vez esto no sea… lo mío.

—¿Quieres cambiar de escuela? —adivinó Marinette—. Pero el curso ya ha comenzado…

—Le pedí a Nathalie que preguntara al señor Damocles si podía matricularme en su colegio a estas alturas, y parece ser… que no es demasiado tarde aún.

Ella se detuvo y lo miró a los ojos, pero él desvió la vista, avergonzado.

—Lo siento, Marinette.

Ella alzó la mano para acariciarle la mejilla.

—No tienes que pedir disculpas —le dijo con dulzura—. Hemos hablado de esto otras veces, ¿recuerdas? Te has pasado la vida siguiendo el plan que tu padre había trazado para ti. Es perfectamente normal que quieras buscar tu propio camino.

Adrián la miró por fin, sonriéndole con ternura.

—¿Sabes lo que escribí finalmente en aquel documento que tuvimos que rellenar a final del curso pasado, sobre la carrera que queríamos estudiar? Que no tenía ni la menor idea de lo que quería hacer con mi vida, pero que, pasase lo que pasase… solo quería vivirla a tu lado.

Marinette se puso colorada.

—¿De-de verdad?

Adrián asintió.

—Y todavía lo pienso —continuó—. Empecé el curso convencido de que lo mejor de esta nueva etapa sería poder compartirla contigo.

—Pero no estás a gusto en la nueva escuela, ¿verdad? —adivinó Marinette—. Me he dado cuenta de que es un agobio para ti. Debes de estar ya cansado del mundo de la moda, después de todo lo que has vivido desde niño. Y por otro lado, lo de tu padre… —Se calló, sin saber cómo continuar.

—Sé que todo el mundo espera que continúe su legado, pero cada vez se me hace más difícil. En el instituto Gabriel Chanel sigo siendo el hijo de Gabriel Agreste. Aún tengo que aprender a ser solo… Adrián. Y tengo la sensación de que aquí no lo voy a conseguir. Perdóname, Marinette.

—No hay nada que perdonar, ya te lo he dicho. Tienes que seguir tu propio camino. Y me parece muy buena idea que te matricules en el colegio del señor Damocles, si aún estás a tiempo. Nosotros seguiremos viéndonos después de clases, los fines de semana… Que vayamos a escuelas diferentes no significa que nos vayamos a separar.

Adrián se sintió muy aliviado de pronto.

—¿De verdad… no te parece mal? —Ella negó con la cabeza, sonriendo—. ¡Gracias, Marinette!

La abrazó con todas sus fuerzas, y ella le devolvió el abrazo de buena gana.

—Yo quiero estar contigo —le susurró al oído—. Pero, por encima de todo, quiero que seas libre para elegir qué es lo que quieres hacer con tu vida.

Él le tomó el rostro con las manos y la miró, emocionado, con los ojos llenos de lágrimas.

—No sé qué he hecho para merecerte, Marinette.

Ella se rió.

—No seas bobo —lo riñó.

Se besaron con ternura y se quedaron mirándose a los ojos, embelesados, hasta que Marinette exclamó de pronto:

—¿Qué hora es? ¡Vamos a llegar tarde a clase! Es decir… si vienes tú también —añadió con timidez.

—¡Te acompaño! Y voy a asegurarme de que llegas a tiempo. ¡Super-Adrián, tu héroe particular, no va a permitir que quedes mal ante el profesor!

La tomo de la mano y echó a correr, tirando de ella sin previo aviso. Marinette lanzó una exclamación de sorpresa y lo siguió. Y los dos, entre risas, corrieron juntos hacia el instituto Gabriel Chanel.


Cat Noir estaba sentado sobre el tejado de siempre, esperando a Ladybug.

Había sido un largo día. Nathalie y él habían asistido a la reunión con el director Damocles, que les había dicho que estaba muy feliz de poder contar de nuevo con él como alumno. Adrián había sonreído por primera vez desde que se había despedido de Marinette en la puerta de la escuela. A pesar de que ella se había mostrado muy comprensiva, él sentía que la iba a echar de menos a todas horas en su nueva etapa. Pero el señor Damocles le había contado también que a su instituto asistían algunos de sus antiguos compañeros de clase. «Te sentirás como en casa, ya lo verás». Y Adrián sabía que tenía razón. O que, al menos, estaría más a gusto allí que en un lugar que parecía enteramente dedicado a la memoria de su padre.

Por la tarde había llamado a Marinette, habían quedado en el parque y habían compartido todas las novedades.

—Me han preguntado por ti en la escuela —le dijo ella—, pero no les he dicho que te habías cambiado de centro, por ahora. Solo que hoy no habías asistido a clase porque no te encontrabas bien. Seguiré dando largas hasta que dejen de preguntar. Y si alguien vuelve a hacerlo al cabo de un tiempo, le contaré la verdad.

—Gracias, Marinette —respondió él, aliviado—. La verdad, no me gustaría que hubiese rumores al respecto, sobre todo ahora que todo tu instituto está volcado en ese homenaje que están preparando a la memoria de mi padre. Lo cierto es que no tuve tiempo de hacer amigos allí y, por otro lado, Nathalie ya se ha encargado de hablar con la directora y aclararlo todo. Nadie más tiene por qué enterarse.

—Bueno, la gente se dará cuenta de que no estás, lógicamente —respondió Marinette, encogiéndose de hombros—. Pero cuanto menos se hable de ello, mejor. Me doy cuenta de que también te sentías incómodo en la escuela porque todo el mundo te trataba como a una celebridad. Y sé que no te gusta eso.

—No me gusta, en efecto. Y siento que tú eres una de las pocas personas capaces de entenderlo.

Por la noche, al transformarse en Cat Noir, había recibido un mensaje de Ladybug citándolo en su punto de reunión habitual. Y allí estaba él, aguardándola, aún pensando en Marinette, aún preguntándose si había tomado la decisión correcta.

—Buenas noches, gatito —dijo entonces Ladybug a su lado—. Qué serio estás.

Él se volvió para saludarla con una sonrisa.

—He tenido un día complicado. ¿Y tú? Pareces cansada.

Ella suspiró.

—Sí, lo estoy. También ha sido difícil para mí.

Le había resultado muy extraño recorrer sola los pasillos del instituto Gabrielle Chanel, asistir a las clases con la silla de Adrián vacía a su lado. Al contrario que su novio, ella sí había hecho algunos amigos en la escuela, con los que compartía la pasión por la moda. Pero echaba de menos la leal presencia de Adrián junto a ella.

Sin embargo, sabía que aquel cambio era lo mejor para él. No solo porque el chico debía descubrir su propio camino, sino, sobre todo, porque tenía el presentimiento de que el nuevo portador de la mariposa lo había elegido a él específicamente como objetivo. Si Adrián se alejaba del foco mediático, y especialmente del círculo al que había pertenecido su padre… quizá estaría mejor protegido. Arropado por sus amigos de su antigua escuela, también. Tal vez ya no tuviese a su lado a Marinette… Ladybug… para protegerlo a todas horas, pero por otro lado ella también tendría las manos libres para correr a transformarse y acudir en su ayuda si él la necesitaba.

—Bueno, ¿qué era lo que querías decirme? —le preguntó entonces Cat Noir, devolviéndola a la realidad.

Ella abrió su yoyó.

—Quiero enseñarte esto: la lista de miraculizados que estuvieron en la mansión Agreste el día en que Monarca fue derrotado. Me la ha enviado Max esta misma tarde.

—¿Ya? —se sorprendió él—. Qué rapidez.

—Tal vez los servidores de industrias Tsurugi no estén tan bien protegidos como piensa Tomoe. O quizá Max y Markov sean hackers mucho más competentes de lo que todo el mundo cree. En todo caso, he estado trabajando con la lista. Son veintidós personas en total. Si las investigamos una por una tardaremos mucho tiempo, por lo que he pensado que podemos dividir el trabajo con el resto del equipo. Dado que los conozco a todos y sé dónde viven, voy a repartir los objetivos por zonas geográficas. Así, cada héroe se encargará de investigar a un sospechoso que viva en su propio barrio, o muy cerca. De los que estén más lejos ya nos encargaremos tú y yo.

Cat Noir la contempló con admiración.

—Es un plan muy ingenioso, milady.

Ella suspiró y se frotó un ojo con cansancio.

—No sé si es ingenioso o no. Solo sé que tenemos que acabar con este asunto cuanto antes. No podemos permitir que la nueva Mariposa siga utilizando sus poderes hasta que llegue a ser tan poderosa como lo fue Gabriel Agreste.

Cat Noir apretó los dientes.

—No —coincidió—. No podemos consentirlo.

—Me alegro de que estés de acuerdo, gatito. He citado al resto del equipo aquí en un rato para explicarles el plan y repartir tareas. Pero quería hablarlo contigo primero, a solas. Y hablar de lo de ayer.

—¿Ayer?

—El robot atacó la casa de Adrián Agreste. La primera akumatizada lo tenía como objetivo a él también.

Cat Noir contuvo el aliento un instante. Después respiró lentamente.

—El robot atacaba las casas de la gente rica en general —le recordó—. No la mansión Agreste en particular.

—Estuve hablando con el niño, y con su madre, y ninguno de los dos sabe de dónde vino ese súbito «odio a los ricos que tienen mansiones». Es la primera vez que él dice algo semejante, por lo que tiene que ser una idea que le puso en la cabeza la persona que lo akumatizó.

Cat Noir frunció el ceño, pensativo.

—Por otro lado, quien se llevó el prodigio de la mariposa tuvo que encontrarlo en la mansión Agreste —prosiguió ella—. No debió de resultarle muy difícil deducir que Gabriel Agreste era Monarca. Tal vez esté intentando acabar con el legado de su antecesor…

—Todo el mundo sabe que la batalla final tuvo lugar en la mansión Agreste, Ladybug —objetó él—. Y todo el mundo cree que Gabriel luchó del lado de los héroes. Que participó en la batalla precisamente porque todo sucedió en su casa. Tiene sentido, ¿no?

Ladybug se mordió el labio, pero no dijo nada.

—¿Es una intuición que tienes… o un temor sin fundamento? —preguntó él, con suavidad.

Ella alzó la cabeza para mirarlo.

—¿Qué quieres decir?

—Que puede que tu instinto esté intentando guiarte por el buen camino. O puede que, simplemente, te estés preocupando demasiado por la seguridad de Adrián Agreste. Porque le prometiste a su padre que cuidarías de él. Y tal vez eso te impide mantener la cabeza fría en este asunto.

Ladybug enrojeció.

—Eso no es así —protestó—. Solo estoy intentando atar cabos. Y tú deberías hacer lo mismo —le reprochó, enfurruñada.

Cat Noir sonrió.

—No te enfades. Ya sabes que estoy de tu parte. Siempre.

Ladybug se calmó un poco y sonrió a su vez.

—Eso es verdad —reconoció.

Permanecieron un momento en silencio, hasta que Ladybug recordó otra cosa que quería decirle:

—Ah, por cierto: no hagas planes para este sábado por la noche, ¿vale? Tenemos una cita en los estudios de televisión.

—¿Ah, sí? ¿De verdad?

—He concertado una entrevista en el programa de Nadia Chamak. La gente empieza a hacerse preguntas, y ha llegado la hora de responderlas.

—¿La hora de contar… la verdad sobre Gabriel Agreste? —preguntó él, esperanzado.

Ladybug hizo una pausa antes de responder.

—No me refería a… eso, sino… al retorno de las akumatizaciones. Tenemos que explicar a todo el mundo que hay otro portador del prodigio de la mariposa. Será un mal trago para todos, pero tienen que estar alerta. Creo que, si contamos que es un villano novato, que no sabe crear megaakumas y, por tanto, los talismanes mágicos funcionan contra él… y que, además, todos los héroes estamos disponibles para proteger París…, la gente se sentirá mucho más tranquila. Porque empiezan a correr rumores sobre el regreso de Monarca, y eso puede contribuir también a que haya más sentimientos negativos.

Cat Noir inclinó la cabeza.

—Entiendo. Sí, tienes razón. Cuenta conmigo para esa entrevista, entonces.

No pudieron hablar más, porque en aquel momento empezaron a llegar el resto de los héroes. Rena Rouge, Carapace, Vesperia, Bunnyx, Ryuko, Viperion, King Monkey, Pegaso, Polymouse, Tigresa Púrpura, Pigella, Minotaurox, Caprikid, Rooster Bold y Miss Hound. Y también… Argos, acompañando a Ryuko.

Cat Noir lo miró con sorpresa y cierto recelo.

—¿Tú no estabas en Londres? —le soltó sin más.

—Yo también me alegro de verte, Cat Noir —replicó él—. Ryuko me habló de la reunión, y pensé que sería buena idea acudir, a pesar de que no he sido invitado.

Habló con ligereza, sin un ápice de reproche en su voz, pero Ladybug bajó la cabeza, un poco avergonzada.

—He convocado a todo el mundo para una misión de rastreo en París —explicó—. No me pareció que estuvieses en situación de ayudar, puesto que vives en otra ciudad.

Él se encogió de hombros.

—No pasa nada. Si molesto, me voy.

—No, no, para nada. Ya que estás aquí, eres bienvenido.

Ladybug evitó mirar a Cat Noir, que se había cruzado de brazos con gesto serio. Era muy consciente de que su compañero no terminaba de confiar en Argos. Lógicamente, él no conocía toda la verdad sobre Félix, porque ella no le había contado la trágica historia de las gemelas Graham de Vanily, para no comprometer el secreto de sus vástagos. Por tanto, lo único que sabía acerca del portador del prodigio del pavo real era que tiempo atrás había engañado a Ladybug para robarle todos los prodigios y entregárselos a Gabriel Agreste. Y que después había hecho desaparecer a todo el mundo en París, bajo la siniestra luz de una luna roja. El hecho de que más tarde hubiese ayudado a Ladybug revelándole la verdadera identidad de Monarca para que ella pudiese enfrentarse a él por fin no compensaba, en su opinión, todo el mal que había causado hasta entonces. Pero ella sabía que Cat Noir confiaría en el instinto de su compañera, una vez más, aunque no estuviera completamente de acuerdo con todas sus decisiones.

Ladybug inspiró hondo y comenzó:

—Escuchad todos: Cat Noir y yo vamos a necesitar vuestra ayuda.

Les explicó brevemente en qué consistía la misión. Después envió al dispositivo de cada uno los datos de la persona a la que debían investigar. Mientras ellos leían la información con curiosidad, ella les recomendó:

—Sed discretos. Partimos de la base de que todas estas personas son ciudadanos inocentes que fueron miraculizados y terminaron en la mansión Agreste influenciados por Monarca. Ninguno de ellos tuvo por qué haber robado el prodigio después. Pero tenemos que aclararlo de todos modos, para poder descartar esa posibilidad.

—Entiendo —asintió Rena; parecía emocionada, y Ladybug sabía por qué: el instinto periodístico de Alya no podía resistirse a una investigación interesante—. ¿Qué quieres que hagamos, entonces? ¿Los interrogamos como quien no quiere la cosa? ¿Los seguimos sin que se den cuenta?

—Intentad recopilar información sobre ellos, con discreción. Pero lo más importante es que los tengáis localizados la próxima vez que haya una akumatización.

Los héroes se miraron unos a otros, intrigados.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Viperion.

—El portador de la mariposa tiene que transformarse para akumatizar a alguien, es lógico —dijo Argos, pensativo—. Si cada uno de vosotros tiene controlado a su sospechoso en ese momento, podremos descartar a un montón de gente la próxima vez que alguien sea akumatizado.

—Eso es —asintió Ladybug—. Aseguraos de tener activada la alerta akuma. Posiblemente Cat Noir o yo os avisemos incluso antes. Pero, cuando recibáis la señal, no acudáis a la batalla: id a buscar a vuestro sospechoso y tenedlo vigilado hasta que derrotemos al villano akumatizado. Si alguno de ellos es la nueva Mariposa, probablemente estará escondido y no podréis encontrarlo. Pero así, poco a poco, podremos ir tachando gente de la lista.

—Me parece un buen plan —aprobó Vesperia.

Ladybug miró de reojo a Bunnyx, pero ella mantenía el gesto impenetrable. Suspiró para sus adentros. La portadora del prodigio del conejo lo sabía todo. Sin duda podría decirle si iban bien encaminados o si estaban siguiendo una pista falsa. Pero, por supuesto, no lo haría.

Ladybug dio entonces por concluida la reunión y todos se fueron marchando, salvo Cat Noir, que permaneció a su lado, y Argos y Ryuko, que esperaron discretamente en un segundo plano hasta el final.

Cuando todos los demás se hubieron ido, la pareja se aproximó a Ladybug y Cat Noir.

—Hemos oído que el akumatizado de ayer atacó la mansión Agreste —dijo Félix.

—Y sabemos que el primer akumatizado atacó a Adrián —añadió Ryuko.

—¿Creéis que el nuevo portador de la mariposa tiene por objetivo a Adrián Agreste? —preguntó Cat Noir—. ¿Por alguna razón en especial?

Argos le dirigió una mirada penetrante. Demasiado larga para el gusto de su primo, que entornó los ojos, incómodo, pero no añadió nada más.

—¿Qué es lo que sabe exactamente, Ladybug? —le preguntó a la superheroína, como si Cat Noir no se hallase presente.

—Conoce la verdadera identidad de Monarca, si es lo que estabas preguntando —respondió ella—. Sé que acordamos que no lo diríamos a nadie, pero él merecía saberlo.

—Ya —murmuró Argos. No le quitaba la vista de encima a Cat Noir, y este soltó por fin, molesto:

—¿Por qué me miras tanto? ¿Es que tengo monos en la cara?

Argos no respondió a la provocación. Se volvió de nuevo hacia Ladybug, pero en esta ocasión les habló a los dos:

—¿Creéis de verdad que el nuevo portador de la mariposa está entre ese grupo de miraculizados?

—No podemos saberlo con certeza, pero tenemos que descartarlo antes de investigar otra posibilidad —respondió ella—. ¿Por qué? ¿Tenéis alguna otra idea?

—El hecho de que mi primo se haya visto implicado en los dos primeros ataques no me da buena espina, Ladybug. Pienso que la nueva Mariposa podría ser alguien estrechamente relacionado con los Agreste. Alguien que heredó el prodigio de su anterior portador. Porque sabía quién era realmente.

—¿Estás pensando en Nathalie? —Ladybug negó con la cabeza—. Hemos estado colaborando con ella después de la muerte de Gabriel. Solo quiere dejar atrás el pasado. Es la primera interesada en que todo este asunto se aclare cuanto antes.

—Puede ser, pero no es la única —insinuó Argos.

Ryuko se volvió para mirarlo.

—¿Te refieres a mi madre?

—Es otra posibilidad que no podemos descartar tampoco, Ryuko —dijo Ladybug con delicadeza.

Ella no se lo tomó a mal. Bajó la cabeza con resignación y dijo:

—Lo entiendo perfectamente.

Cat Noir la miró con simpatía. La comprendía muy bien. Él y Ladybug sospechaban que había muchas posibilidades de que Tomoe Tsurugi hubiese estado al tanto de las actividades secretas de Gabriel Agreste. Si eso llegaba a confirmarse… sería duro para Kagami. Porque ella, igual que Adrián, sabía en el fondo que su madre era muy capaz de hacer algo así.

—Solo queríamos deciros —prosiguió Argos— que este plan de rastrear a los miraculizados está muy bien, pero no debemos perder de vista lo importante: que es muy posible que el prodigio no se perdiera por casualidad. Y que me parece poco probable que alguien lo encontrara también por casualidad.

Cat Noir se encogió de hombros.

—No tan improbable —señaló—. Ese fue el origen de Queen Bee, de hecho.

—¿De verdad? —preguntó Ryuko con curiosidad.

—Sí, así que no podemos descartar esa posibilidad tampoco —respondió Ladybug—. Pero también tendremos en cuenta vuestras sospechas, por supuesto.

—Si Argos está en lo cierto —añadió Ryuko—, Adrián puede estar en grave peligro. Sé que lo tienes en cuenta, pero, por favor… cuida de él.

Argos se volvió para mirar a Cat Noir con curiosidad, atento a su reacción. Ladybug, pendiente de Ryuko, no se dio cuenta.

—Lo haré —respondió la superheroína, sonriendo a su amiga con simpatía—. No te quepa la menor duda. Cat Noir y yo haremos todo lo que esté en nuestra mano para protegerlo ante cualquier amenaza.

Cat Noir contemplaba la escena con seriedad, pero su gesto se suavizó ante las palabras de Ladybug.

—Yo vigilaré también a mi madre, por si acaso —añadió Ryuko.

—Pero ten mucho cuidado —advirtió Argos—. Tomoe es muy perspicaz, y no es fácil engañarla.

—Ya no puede controlarme igual que antes —le recordó ella—. Y todavía no lo sabe. Cuento con esa ventaja.

Argos asintió, pero aún parecía preocupado.

Se despidieron de Ladybug y Cat Noir y se alejaron por los tejados, en busca de un lugar más discreto para estar a solas. Aterrizaron sobre una azotea, un poco más lejos. Argos se quedó contemplando, pensativo, las siluetas del superdúo de París, mientras se alejaban por el horizonte.

Tenía muchas cosas que asimilar.

No había asistido a la reunión solo porque no quisiera verse desplazado. Lo cierto era que tenía mucho interés en volver a ver a todos los superhéroes, desde la última vez que se habían encontrado todos juntos.

En aquella ocasión había detectado un amok entre ellos. Los había observado uno por uno, intrigado. ¿Cómo era posible? Había alguien en aquel grupo que controlaba a un sentiser. ¿Quién era, y por qué? No había logrado localizarlo entonces, y por eso había acudido a aquella reunión, decidido a no marcharse sin averiguarlo.

Y ahora, tras haber afinado su percepción todo lo posible, había descubierto la verdad: el portador del amok era el propio Cat Noir.

Mientras Ladybug explicaba su plan, Argos no podía dejar de dar vueltas a aquel descubrimiento. ¿Por qué era precisamente Cat Noir quien llevaba un objeto amokizado? ¿Quién se lo había dado? ¿A qué sentiser controlaba? Y, lo más importante… ¿quién lo había creado?

Tenía que haber sido Mayura, o Shadow Moth. Pero, que él supiera, todos los sentiseres creados por ellos habían sido destruidos poco después. ¿Tal vez Ladybug y Cat Noir habían salvado a uno de aquellos sentiseres, y habían conservado su amok por alguna razón? Sacudió la cabeza. Conocía lo bastante a Ladybug como para creer que habría devuelto de inmediato el amok al sentiser, si hubiese considerado que merecía seguir viviendo. Por otro lado, ahora que lo pensaba, se había encontrado con Cat Noir en otras ocasiones, ya bajo la máscara de Argos. No había percibido ningún amok las primeras veces. Solo después de la caída de Monarca.

Había otra explicación, claro: que el propio Cat Noir fuese un sentihumano a cargo de su propio objeto amokizado. Y que hubiese sido liberado hacía poco.

Y eso conducía a una única posibilidad, que él supiese.

Observó a Cat Noir con curiosidad. ¿Podría ser él… el propio Adrián Agreste?

Se había acercado a los héroes de París después de la reunión con el único propósito de examinar de cerca a Cat Noir y confirmar sus sospechas. Y su percepción no lo había engañado.

Él era el portador del amok. Y lo llevaba en la mano izquierda, la contraria a la que exhibía su prodigio.

Un anillo. O dos, tal vez.

Tenía que ser Adrián.

Lo estudió con atención mientras interactuaba con Ladybug. Que era Marinette. Es decir, aquellos dos eran pareja.

Pero Marinette les había hecho prometer a todos que Adrián jamás descubriría el secreto de la verdadera identidad de su padre. Y, no obstante, se lo había revelado a Cat Noir.

Frunció el ceño. ¿Podía ser la historia de aquellos dos realmente tan enrevesada?

—Kagami —le dijo a su compañera—. ¿Sabes si Ladybug y Cat Noir conocen sus identidades secretas?

—No, estoy segura de ello —respondió ella—. Ladybug me lo explicó una vez: nadie debe conocer las identidades secretas de ambos, porque si fuese akumatizado, los traicionaría a los dos a la vez. Y por esa razón ellos dos tampoco pueden saber la del otro. Para que, si cae uno de los dos, su compañero pueda acudir al rescate manteniendo a salvo su identidad.

—Entiendo —murmuró Argos.

—¿Por qué lo preguntas?

—Por nada en especial. Supongo que porque nosotros dos sí sabemos quiénes somos, detrás de la máscara. No me imagino lo que tiene que ser mantener una relación cargando con un secreto como ese.

—Pero ellos dos no son pareja —señaló Ryuko—. Ladybug es Marinette. Y ya sabes que ella está con Adrián.

—Ya —se limitó a responder Argos, con una sonrisa.

Se sintió tentado de compartir con ella lo que acababa de averiguar. No solo porque le parecía muy divertido, sino, sobre todo, porque Marinette creía que estaba manteniendo a Adrián al margen de todo lo que consideraba que podía hacerle daño. Y Ladybug, como heroína, también estaba actuando en consecuencia. Pero estaba pasando por alto un detalle importante: que Cat Noir era el propio Adrián. Era imposible, pues, que sus planes para ocultar la verdad a su novio saliesen bien, después de todo. ¿Y a dónde los llevaría eso?

Argos no lo sabía. Tampoco tenía claro qué le había contado Ladybug a Cat Noir, exactamente. ¿Le habría hablado de la verdadera naturaleza de Adrián? ¿Se había enterado él de la verdad, después de todo? Decidió que más tarde llamaría a Marinette y la interrogaría al respecto. Si su primo había descubierto por fin todos los secretos que le ocultaban…

No, no podía ser. Una revelación así lo habría impactado profundamente. Y Cat Noir le había parecido bastante entero. Probablemente solo había descubierto la verdad sobre su padre. Lo cual tampoco habría sido plato de buen gusto para él.

En cualquier caso, tenía que asegurarse de que Marinette no le revelaba más de la cuenta sin querer.

Suspiró. Qué difícil era todo con aquellos dos.

—¿Estás bien, Félix? —le preguntó entonces Ryuko—. ¿Estás preocupado por Adrián?

«Sí, mucho», estuvo a punto de decirle él. «Pero no por lo que tú piensas».

—Creo que Ladybug se equivoca, y que el nuevo portador de la mariposa está más cerca de Adrián de lo que ella piensa —se limitó a decir.

—¿Qué podemos hacer nosotros, pues?

—Mantenernos vigilantes —respondió él—. Y estar listos para entrar en acción.

«Y yo, sobre todo, tendré un ojo puesto en Cat Noir», se prometió a sí mismo.


NOTA: Esto es algo que debería pasar en la temporada 6, atendiendo a la propia lógica de la serie. Tal como aprendimos en "Festín", el portador del pavo real puede detectar los amoks cuando está transformado. Por tanto, Argos adivinaría que Cat Noir es Adrián en cuanto se encontrasen los dos bajo la máscara, porque él ya lleva puestos los anillos de los Agreste. Lo que no creo que pase, porque ya he perdido todas mis esperanzas al respecto, es que Ladybug le revele a Cat Noir la identidad secreta de Monarca. Debería hacerlo, porque en teoría confía en él y blablabla, pero todos sabemos ya cómo funciona esto, ¿verdad?

NOTA 2: A partir de ahora voy a intentar publicar un nuevo capítulo del fic todos los fines de semana. Serán un poco más cortos, pero creo que vale más la pena que la historia avance regularmente, aunque sea poco a poco, en lugar de que haya parones largos entre capítulos, aunque luego los textos sean más largos. No sé, ¿qué os parece?

¡Gracias por leer!