—Marinette, ¿qué haces?

Ella volvió a la realidad para darse cuenta de que se había apartado de la línea de puntos y estaba recortando el patrón por donde no era.

—¡Ay, no, lo siento mucho! —exclamó, apurada—. Me he distraído un poco.

Alzó la tela para examinarla con atención. Comprobó, aliviada, que sería capaz de arreglarla, si se centraba en su trabajo y no volvía a despistarse.

—No lo he estropeado del todo, menos mal.

Narcisa se sentó a su lado con una sonrisa tranquilizadora.

—Es muy tarde, y tienes pinta de estar muy cansada —observó—. ¿Seguro que no quieres dejarlo por hoy?

Marinette alzó la cabeza y miró a su alrededor. Se había quedado a trabajar en los diseños del desfile, como todas las tardes, junto con el resto del grupo. Pero, también como la mayoría de las veces, había terminado quedándose a solas con Narcisa. Todos los demás se habían marchado a casa hacía rato.

Se frotó un ojo con cansancio.

—Todavía puedo quedarme un poco más —respondió.

Necesitaba mantenerse ocupada para no pensar.

—Quizá no ha sido tan buena idea, después de todo —murmuró entonces Narcisa.

Marinette alzó la cabeza para mirarla.

—¿Cómo dices?

—Sigo pensando que eres una diseñadora con muchísimo talento —se apresuró a aclarar ella—. Pero tal vez todo esto… sea demasiada responsabilidad para ti sola. Quizá debimos contar con más diseñadores para el desfile…

Dejó la frase a mitad, atenta a la reacción de Marinette. Ella ladeó la cabeza, pensativa. En ningún momento había pedido ser la única diseñadora del evento. Era algo que le habían ofrecido, y que ella había aceptado con reservas, porque no estaba segura de cómo se lo tomaría Adrián, y porque aún no se sentía cómoda con la idea de homenajear a Gabriel Agreste. No obstante, estaban trabajando mucho todos en aquel proyecto, y la fecha clave se acercaba. No tendrían tiempo de reclutar a más diseñadores y tener listas sus prendas para el día del desfile.

—Creo que es un poco tarde para eso, ¿no? —respondió—. Es decir, a mí no me importaría en absoluto que fuésemos varios. Pero a estas alturas iremos muy justos de tiempo si tenemos que empezar desde el principio con nuevos diseños.

—Eso es verdad —murmuró Narcisa. Pareció que vacilaba un momento—. Pero no es solo por el trabajo —añadió por fin—. Lo cierto es que no contaba con toda esta polémica… —dejó caer.

—¿La polémica? ¿De qué estás hablando?

—Ay, Marinette, no me digas que no has oído los rumores… Mucho mejor así, en realidad. ¡Oh! Quizá no debí mencionarlo, ¡qué torpe soy!

—¿Qué rumores?

—Bueno, no sé si debo…

—No, no, Narcisa, dímelo. ¿La gente está hablando de mí a mis espaldas?

—Son solo… comentarios maliciosos sin ninguna clase de fundamento. No hay que prestarles la menor atención. —Marinette se quedó mirándola fijamente, esperando—. Vale, de acuerdo —suspiró ella por fin—. Algunas personas dicen… que solo te hemos elegido porque eres la novia de Adrián Agreste. Lo siento, Marinette. Tú sabes que eso no es verdad, y que solo lo dicen porque te tienen envidia.

Ella no reaccionó. Se suponía que debía sentirse ofendida, pero aquella acusación le resbaló como el agua sobre las plumas de un pato. Quizá porque en el fondo ella misma sospechaba que sí que era cierto, por lo que no le extrañaba que otras personas lo pensaran también.

—También dicen —prosiguió Narcisa, un poco decepcionada porque Marinette no se lo había tomado tan mal, después de todo— que empezaste a salir con él solo para poder acercarte a Gabriel Agreste y medrar en el mundo de la moda.

Esta vez sí, Marinette dio un respingo y la miró con los ojos muy abiertos.

—¿Cómo?

—Ya sé que es muy cruel —prosiguió Narcisa, disimulando su satisfacción ante el gesto horrorizado de Marinette—. Porque cualquiera que os haya visto juntos puede darse cuenta de que estáis muy enamorados, pero algunas personas tienen muy mala intención, ya sabes… Y como el padre de Adrián era un diseñador famoso… y tú quieres seguir sus pasos…

—¿Están diciendo… que he utilizado a Adrián para…?

—Para que los Agreste te abran las puertas del mundo de la moda, sí. Lo siento muchísimo, Marinette. Es evidente que siempre hay gente que va a hablar mal de ti a tus espaldas. Y el hecho de que te hayamos elegido precisamente a ti para hacer los diseños, siendo una alumna de primero, pues les da más argumentos para decir que…

—¿Que soy una enchufada? —completó Marinette con cierta amargura—. En cierto sentido así es. ¿O es que no me habéis elegido precisamente a mí por ser la novia de Adrián? ¿Porque conocí al señor Agreste personalmente?

Narcisa parpadeó, un poco perpleja.

—Bueno…, no fue solo por eso. Si no fueses una buena diseñadora, no te lo habríamos propuesto.

Marinette resopló con irritación, se levantó y se puso a recoger sus cosas.

—Creo que me voy a casa —anunció—. Tienes razón: he trabajado mucho hoy y necesito descansar.

—No estarás enfadada conmigo, ¿verdad? Quizá no debí contarte eso, pero es que no me gusta que otros hablen mal de ti a tus espaldas. Es un asunto desagradable, pero mereces saber la verdad. Créeme: yo solo intento ayudarte.

Marinette se volvió para mirarla, dubitativa. Supuso que no sería justo castigar al mensajero solo porque era portador de malas noticias. Estuvo tentada de decirle que había roto con Adrián, por lo que a partir de entonces sería su trabajo lo que hablase por ella, y no sus vínculos con los Agreste. Después decidió que no tenía por qué justificarse ante nadie, ni siquiera ante Narcisa. Sacudió la cabeza y dijo:

—Ya lo sé. No pasa nada, no es culpa tuya. Me voy a casa, ¿vale? Termino de ajustar allí los diseños que faltan y ya seguimos mañana con los patrones.

Se despidió de su amiga y salió a la calle. Hacía ya rato que había anochecido, y se arrebujó en su chaqueta, porque hacía un poco de frío. Miró a su alrededor, con la ligera esperanza de ver a Adrián aguardándola en la puerta de la escuela. Pero, por descontado, él no estaba allí, porque ya no era su novio y, por tanto, no tenía por qué acudir a recogerla a la salida de clase. Suspiró, sacudió la cabeza y empezó a caminar hacia su casa, sola.

Echaba de menos a Adrián, pero nunca encontraba el momento adecuado para llamarlo. Ahora volvían a ser solamente amigos, pero habían sido novios, y hacía poco que habían roto. Él no se había puesto en contacto con ella desde entonces, y Marinette suponía que estaba intentando asimilar la ruptura, igual que ella. No quería molestarlo ni agobiarlo, porque probablemente necesitaría tiempo para reubicarse en todos los aspectos de su vida.

Se estremeció. De pronto, se sentía muy sola. Creía que estaba a gusto en su nueva escuela, haciendo lo que le apasionaba y rodeada de gente que compartía sus mismas inquietudes. Personas a las que estaba empezando a considerar amigos. Pero, si Narcisa estaba en lo cierto…

Frunció el ceño. Todos eran amables con ella, y Marinette siempre había dado por sentado que eran sinceros. ¿Quién la difamaba a sus espaldas? ¿Quién podía insinuar algo tan horrible como que había empezado a salir con Adrián solo por interés? ¿Quién podía llegar a creer que ella era una persona tan fría y calculadora, capaz de jugar con los sentimientos de su novio por pura ambición personal?

Parpadeó. Tenía los ojos llenos de lágrimas, y se dio cuenta entonces de que las palabras de Narcisa la habían herido más de lo que estaba dispuesta a admitir. Si sus nuevos amigos no eran amigos en realidad…, si solo fingían simpatía y buenas maneras para después hablar mal de ella a sus espaldas… ¿por qué? ¿Por pura envidia? ¿Por maldad? ¿Por atreverse a destacar, siendo la nueva?

—Marinette, ¿estás bien? —le preguntó Tikki.

Ella se secó las lágrimas de las mejillas y trató de sonreír.

—Sí, Tikki. Solo estoy un poco cansada. Cuando llegue a casa…

—¡Marinette! ¡Cuidado!

Ella alzó la cabeza y descubrió, horrorizada, un akuma que volaba hacia ella. Retrocedió por instinto, pero sintió la tentación de dejarse akumatizar. Tal vez así lograse averiguar por fin quién estaba al otro lado…

Sacudió la cabeza, tratando de apartar aquellos pensamientos de su mente. Estaba demasiado cansada y alterada como para ser capaz de controlar sus pensamientos. Si el akuma la alcanzaba, su misterioso enemigo sería capaz de descubrir su identidad secreta con relativa facilidad. No podía arriesgarse.

Retrocedió todavía más, irguió los hombros, cerró los ojos y respiró hondo.

—Mi dolor es mío, pero yo no soy mi dolor —murmuró, recitando el mantra que había aprendido del maestro Su-Han—. Mi dolor es mío, pero yo no soy mi dolor.

Repitió la frase varias veces, hasta que se sintió mucho más calmada. Entonces se atrevió a abrir los ojos. Descubrió que el akuma se alejaba de ella, aún cargado de energía negativa.

—Tenemos que purificarlo, Tikki —murmuró—. ¡En marcha!


Adrián echaba de menos a Marinette, por lo que había decidido dejarse caer por la panadería para comprar la merienda y, de paso, preguntar por ella. Pero Sabine le había dicho que aún no había vuelto a casa.

—Últimamente se queda en la escuela hasta tarde, trabajando en el homenaje a tu padre que están preparando. ¿No te lo había dicho?

—Sí, sí, lo sabía, pero… creía que hoy llegaría a casa un poco más temprano.

Sabine lo miró con extrañeza. Adrián intuyó que Marinette no le había contado que ellos dos ya no estaban juntos, y se preguntó por qué. Sabía la razón por la cual él mismo no lo había comentado con nadie: porque aún necesitaba un tiempo para hacerse a la idea, y porque en el fondo no se sentía preparado para hablar del tema con otras personas, salvo con Ladybug. ¿Sería lo mismo para Marinette?

—Le diré que has pasado a buscarla —dijo Sabine.

—Gracias, pero no hace falta. Ya… ya la veré más tarde, supongo.

Cuando salió de la panadería, se preguntó qué debía hacer. Podía regresar a casa, por supuesto.

Pero también podía pasear por el barrio, siguiendo la ruta que conducía a la escuela Gabrielle Chanel, por si se encontraba a Marinette «por casualidad». Entonces podría saludarla y ver cómo estaba. Y comprobar que todavía seguían siendo amigos, que las cosas no se habían enrarecido entre los dos, a pesar de todo.

—¿No volvemos a casa todavía? —le preguntó Plagg.

—Aún no. Necesito tomar un poco el aire y pensar.

El kwami lo miró de reojo, pero no dijo nada.

Giraron por una calle que estaba vacía a aquellas horas, a excepción de un hombre que hablaba por el móvil, muy ofuscado:

—¡…los nuevos requisitos del ayuntamiento! —estaba diciendo—. Es una locura, ¡teníamos todos los papeles en regla! Pero ahora habrá que cancelar el proyecto, después de todo lo que hemos invertido. ¡Es un auténtico desastre! —Hizo una pausa, escuchando la réplica de la persona al otro lado del teléfono, y prosiguió—. No, no, ya lo he intentado y no hay manera de convencerla. Yo voté por ella de buena fe, ¿sabes? Pero esto será la ruina para nuestra empresa. Tendremos que despedir a mucha gente, y eso si no nos vamos a la quiebra directamente…

Se calló de golpe, y Adrián volvió la cabeza con curiosidad. Y descubrió, horrorizado, que un akuma acababa de fusionarse con el maletín del empresario. Corrió hacia él y lo sujetó por los hombros.

—¡Señor! Señor, escúcheme. ¡Trate de mantener la calma! No haga caso de la voz que…

—Demasiado tarde —dijo él, mientras una máscara luminosa de color violeta se materializaba sobre su rostro—. Voy a solucionar este problema de una vez por todas…

Adrián retrocedió, alarmado, mientras las sombras cubrían el cuerpo del desconocido. Dio media vuelta y echó a correr, en busca de un sitio discreto para transformarse. Se ocultó en un portal y murmuró:

—¡Plagg, garras fuera!

Salió de nuevo a la calle, ya como Cat Noir. Miró a su alrededor en busca del akumatizado, pero no tuvo tiempo de localizarlo. De pronto, el suelo tembló bajo sus pies, y el superhéroe se vio obligado a apoyarse en su bastón para no caerse al suelo.

Y entonces la ciudad empezó a cambiar ante sus ojos. Las calles se aplanaron y los edificios se transformaron en altos muros desnudos que crecían hacia el cielo. Cat Noir permaneció en su sitio, asustado, tratando de mantener el equilibrio. Cuando por fin cesó el terremoto, se encontró en medio de un enorme corredor a cielo abierto que parecía no tener final. A ambos lados se alzaban altísimos muros de piedra. Pero no había nada más.

Percibió entonces un movimiento justo encima de su cabeza, y alzó la mirada… para encontrarse con Ladybug, que se precipitaba sobre él con cara de susto.

—¡Cuidadoooo, que voooy! —gritó ella.

Cat Noir tuvo el tiempo justo de alzar los brazos para recogerla, pero el impulso de la caída de su compañera lo derribó al suelo. Ambos rodaron en un confuso lío de piernas y brazos, enredados en la cuerda del yoyó.

—Uf… lo siento —murmuró Ladybug, incorporándose con gesto dolorido—. El edificio del que me había colgado desapareció de repente.

—No te preocupes. —Cat Noir miró a su alrededor, intrigado, un poco más tranquilo ahora que estaban los dos juntos—. ¿Qué está pasando? ¿Dónde estamos exactamente?

—Hay un akumatizado, creo. No lo sé seguro, porque solo vi el akuma que buscaba a su víctima, pero cuando volví, ya transformada, todo había empezado a cambiar.

—Sí, hay un akumatizado —confirmó él—. Lo vi cuando lo poseyó el akuma, pero no sé qué aspecto tiene ahora. Llevaba un maletín —recordó—, y ese es su objeto akumatizado.

—¡Buen trabajo, gatito! —exclamó ella. Pero le cambió la expresión de pronto—. Me ha parecido ver a Adrián Agreste mientras venía. ¿Sabes dónde está?

—¿A-A-Adrián Agreste? —balbuceó él—. No, ni idea. ¿Estás segura de que era él?

—Bastante segura, sí. Entró en un callejón, pero luego… —se encogió de hombros.

Cat Noir tragó saliva.

—Podemos buscarlo, si quieres, aunque creo que deberíamos centrarnos en el villano akumatizado.

—Puede que las dos cosas estén relacionadas. ¿Recuerdas que todos los akumatizados a los que nos hemos enfrentado hasta ahora estaban vinculados a los Agreste, de una manera o de otra?

Cat Noir reflexionó, recordando al empresario y la conversación que había escuchado. Él, personalmente, no lo conocía de nada. Además, tenía la sensación de que su disgusto se debía a una gestión en el ayuntamiento que no había salido como él quería.

—No creo que este sea el caso —respondió con prudencia, y ella lo miró, sorprendida.

—¿No? Pues sería toda una novedad.

—Tenemos que salir de aquí, de todas maneras —dijo él, echando un vistazo al largo corredor que se abría ante ellos—. Por el camino podemos buscar a Adrián, si quieres.

Ladybug se mostró de acuerdo. Comenzaron a caminar por aquel pasillo de muros infinitos, y pronto se dieron cuenta de que París, como tal, había desaparecido por completo. El suelo era totalmente uniforme, y los muros no mostraban otra cosa que sólida piedra gris. Sobre sus cabezas solo se extendía el cielo nocturno, sin luna.

Cat Noir se dio cuenta de que Ladybug caminaba muy pegada a él.

—¿Está demasiado oscuro para ti? —comprendió. Gracias a la visión nocturna de su traje, eso no le suponía un problema.

—Un poco, sí —admitió ella—. Pero puedo encender la luz del yoyó, como si fuese una linterna.

—También puedes fiarte de mí —respondió él, tomándola de la mano—. Y tener el yoyó preparado por si lo necesitas para defenderte.

—Ese también es un buen plan —admitió Ladybug, oprimiéndole la mano con suavidad.

Siguieron avanzando hasta que el corredor torció a la derecha. Cuando giraron la esquina, vieron que seguía y seguía. Sin otros edificios ni mobiliario urbano de ninguna clase. Solo los muros interminables.

—No hay nadie —susurró Ladybug, cohibida—. ¿Dónde se ha metido todo el mundo?

—Me recuerda un poco a cuando nos enfrentamos a Gamer —comentó Cat Noir—. Como si estuviésemos atrapados en un mundo aparte. Solo nosotros dos, y el villano.

—Y Adrián —apuntó Ladybug, pero su compañero sacudió la cabeza.

—No creo que Adrián se encuentre aquí, milady. Es lógico pensar que habrá desaparecido, como todos los demás. Y la única manera de traerlos de vuelta es…

—…Derrotando al villano, sí —suspiró ella—. Lo sé. Pero ¿dónde se ha metido?

Cat Noir se estaba haciendo la misma pregunta. Llevaban un buen rato caminando por aquel extraño lugar, y no había rastro del hombre akumatizado. No se había molestado en presentarse ante ellos para tratar de arrebatarles sus prodigios. No oían su voz retándolos a enfrentarse a él.

No se oía nada, en realidad. Era como si allí dentro solo estuviesen ellos dos.

Avanzaron durante un rato más. El camino giraba a veces, a izquierda o a derecha. En ocasiones se bifurcaba y tenían que decidir qué ramal tomar. Al principio lo pensaban mucho, pero al final terminaron por elegir al azar porque, de todas formas, todos los caminos parecían iguales.

Entonces Cat Noir lo entendió.

—Estamos en un laberinto —dijo.

Ladybug se detuvo para mirarlo.

—¿Un laberinto? —repitió—. ¿Quieres decir que podemos dar vueltas y vueltas por aquí sin saber a dónde vamos?

—O puede que haya otra opción —murmuró él.

Había alzado la mirada al cielo que se extendía por encima de los muros, con gesto calculador. Entonces sujetó a Ladybug por la cintura.

—Agárrate bien —dijo, y activó su bastón.

El arma se alargó súbitamente, elevándolos a ambos hacia las alturas. Ladybug echó los brazos en torno al cuello de Cat Noir y miró hacia abajo con inquietud. Los dos siguieron subiendo y subiendo mientras el suelo quedaba cada vez más lejos, hasta que las sombras lo cubrieron por completo.

Cat Noir mantenía la vista fija en lo alto. Esperaba llegar a la parte superior del muro y dejarse caer allí para mirar alrededor en busca de una salida. Pero, por más que subían, las paredes seguían quedando por encima de ellos.

—Creo que están… creciendo —murmuró con incredulidad.

Ladybug apartó por fin la vista del suelo y miró a lo alto. Llevaban un buen rato elevándose y aún no estaban cerca de superar las eternas paredes del laberinto.

—¿Cuánto puede alargarse tu bastón? —le preguntó a su compañero.

—Todo lo que necesitemos, en teoría. Pero…

Cat Noir miró hacia abajo. Hacía mucho rato que ya no se distinguía el suelo bajo sus pies. Por encima de sus cabezas, los muros seguían creciendo.

—Creo que no vamos a salir de aquí por arriba, gatito —murmuró ella.

Cat Noir apretó los dientes, pero no dijo nada.

Aún siguieron elevándose varios minutos más, hasta que él admitió por fin que aquella no era la vía de escape que había imaginado.

—¿Volvemos abajo? —le preguntó a Ladybug.

Ella miró a su alrededor. No tenía ni idea de cuánto habían subido (¿un kilómetro? ¿Dos? ¿Más?), pero los muros de piedra seguían rodeándolos por todas partes. No podrían localizar la salida desde allí, por mucho que lo intentasen.

—Sí —murmuró—. Tendremos que encontrar otra manera de orientarnos aquí.

—Se me ha ocurrido otra idea —dijo Cat Noir.

Pulsó otro botón de su bastón, y este comenzó a replegarse. Ladybug se abrazó a él con fuerza mientras ambos descendían otra vez hacia las tinieblas. Cuando por fin aterrizaron en el suelo, ella alzó la cabeza para mirar a lo alto. Los muros seguían ahí, rodeándolos por todas partes. Se estremeció.

—¿Y bien? ¿Cuál era tu idea?

Cat Noir le dedicó una sonrisa pícara.

—¡Cataclysm! —exclamó, y su poder destructor se activó en la palma de su mano.

Lo descargó sobre el muro más cercano, que se agrietó con un siniestro crujido. Cat Noir y Ladybug retrocedieron.

El Cataclysm abrió una brecha en la pared. Cat Noir dirigió una mirada triunfal a Ladybug y se dispuso a cruzarla. Su compañera lo siguió, sonriendo.

Se encontraron en otro corredor idéntico al que acababan de abandonar, pero Cat Noir no se desanimó. Volvió a cargar su Cataclysm, encantado de poder hacerlo todas las veces que hiciera falta, y destruyó la siguiente pared.

Y así siguieron avanzando en línea recta, con Cat Noir en cabeza, resquebrajando un muro tras otro. Al principio, agradecieron no tener que dar vueltas y vueltas. Pero no tardaron en darse cuenta de que así tampoco iban a llegar a ninguna parte.

—¡Cata…!

—Espera —lo detuvo Ladybug, y Cat Noir la miró, interrogante—. No tiene sentido que sigas destruyendo muros, gatito. Ni siquiera sabemos a dónde vamos.

Él echó un vistazo a la pared de piedra que les cortaba el paso, y después miró hacia atrás, hacia todos los muros que había destruido para llegar hasta allí.

—¿Qué propones que hagamos, pues?

Ladybug tragó saliva. De pronto, tenía un nudo en la garganta.

—No lo sé —murmuró—. No lo sé.

Empezaba a estar cansada… y tenía un poco de miedo. Estaba acostumbrada a villanos chillones de trajes extravagantes que causaban el caos en la ciudad para llamar su atención. Era sencillo, pues, localizarlos y enfrentarse a ellos para arrebatarles el objeto akumatizado. Pero aquello… aquello era muy diferente.

Suspiró.

—¡Lucky charm! —exclamó.

Se encontró de pronto con un pato de goma entre las manos. Reprimió un grito de frustración.

—¡Lucky charm! —repitió.

El patito desapareció. Un lápiz de labios se materializó en su lugar.

Ladybug siguió intentándolo.

—¡Lucky charm! ¡Lucky charm! ¡Lucky charm!

Su poder invocó toda una serie de objetos inverosímiles, pero ninguno de ellos parecía serle de utilidad en aquel laberinto. O quizá ella estaba demasiado cansada y desanimada como para encontrar una solución. Se quedó contemplando su último lucky charm, una manta roja con puntos negros, preguntándose si valía la pena continuar.

Justo entonces sonó un trueno y empezó a llover copiosamente sobre ellos. Cat Noir desplegó el paraguas de su bastón para cubrir a Ladybug. Ella lo miró con resignación.

—Quizá deberíamos descansar antes de seguir —propuso él—. Mientras amaina un poco la lluvia, podemos pensar qué hacer a continuación.

A Ladybug le sorprendió que fuese precisamente Cat Noir el que sugiriese pararse a pensar antes de actuar. Por otro lado, parecía claro que su compañero tenía tan pocas ganas de mojarse como ella.

Buscaron refugio bajo las ruinas del muro que acababan de destrozar. Ladybug se envolvió en la manta y apoyó la espalda en la pared con un suspiro de cansancio.

—No entiendo por qué tenía que llover precisamente ahora —se quejó.

—Míralo por el lado bueno. Es de noche, antes estaba el cielo despejado, luego se nubló y ahora llueve. Eso quiere decir que el tiempo atmosférico es cambiante. Tal vez también amanezca en algún momento.

Ladybug se animó un poco.

—Eso estaría muy bien —admitió—. Aunque… no sé si me apetece pasar toda la noche aquí al raso.

—Todo se lleva mejor en buena compañía —replicó él con suavidad.

Ladybug se sonrojó un poco y miró de reojo a su compañero. Pero su gesto era calmado y amistoso; sus palabras no llevaban segundas intenciones, y ella se preguntó vagamente si hubiese preferido que lo hicieran.

Se arrebujó en la manta con un suspiro.

—Me he quedado sin ideas, Cat Noir —confesó—. Podemos seguir dando vueltas y vueltas sin rumbo, pero no sabemos a dónde vamos, ni dónde encontrar al villano akumatizado.

Él lo pensó un momento.

—Quizá podamos usar tu yoyó como el hilo de Ariadna.

—¿El hilo de qué?

—De Ariadna. ¿No conoces la historia de Teseo en el laberinto?

—No, pero seguro que tú me la vas a contar.

Cat Noir sonrió.

—A Teseo también lo encerraron en un laberinto, pero la princesa Ariadna, que se había enamorado de él, le dio un ovillo de hilo para que pudiese escapar. Teseo ató un extremo del hilo a la puerta cuando entró, y así más tarde pudo volver a salir, siguiendo la madeja.

—No recuerdo haber visto una puerta por ninguna parte —comentó Ladybug—. Solo… aparecimos aquí de repente.

—Y solo nosotros —recordó Cat Noir—. ¿Dónde estarán todos los demás?

Ladybug tuvo entonces una idea. Abrió el yoyó y se dispuso a llamar a los otros superhéroes. Con un poco de suerte, pensó, habría más miembros del equipo atrapados allí dentro.

Pero el comunicador ni siquiera emitía señal.

—Estamos solos de verdad —murmuró Cat Noir, que había estado observándola.

Ladybug no respondió. Cerró los ojos con cansancio y apoyó la cabeza sobre el hombro de su compañero. Él sonrió y le rodeó los hombros con el brazo. Ella se acurrucó a su lado, buscando su calidez, mientras la lluvia caía torrencialmente alrededor de su refugio.

—¿Crees que la nueva mariposa empieza a ser un poco más… creativa? —planteó.

Cat Noir se estremeció.

—Espero que no —respondió—. Últimamente no estoy de humor para jugar al gato y al ratón.

Ladybug lo miró de reojo, preguntándose si aquel juego de palabras había sido intencionado. Pero él permanecía serio, contemplando la lluvia con gesto pensativo.

—No estás solo —le recordó—. Pase lo que pase, nos enfrentaremos a esto juntos.

Cat Noir le dirigió una sonrisa repleta de cariño.

—Claro que sí —respondió.

Permanecieron un rato en silencio, el uno junto al otro, viendo la lluvia caer. Ladybug se esforzó por pensar en un plan de acción; pero se sentía tan a gusto junto a su compañero que lo único que quería era cerrar los ojos y disfrutar de aquel momento de calma a su lado.

«Céntrate, Marinette», se regañó a sí misma. «Estás en mitad de una batalla contra un villano akumatizado».

Un villano akumatizado que se había limitado a encerrarlos allí, en medio de ninguna parte, y a desaparecer sin más.

«¿Y si nunca logramos escapar de aquí?», se preguntó de pronto. «¿Y si nos quedamos encerrados en este laberinto para siempre?»

Se estremeció.

«Para siempre… junto a Cat Noir», susurró entonces una vocecita maliciosa en su mente.

Trató de descartar aquella idea pero, por alguna razón, retazos de un sueño imposible regresaron de nuevo a su memoria.

Y se encontró a sí misma murmurando:

—Cat Noir… ¿alguna vez piensas… en aquel sueño?

Se arrepintió enseguida de haberlo preguntado. Ambos habían hablado del tema una sola vez, mucho tiempo atrás. Y no habían vuelto a mencionarlo.

Con un poco de suerte, se dijo, él lo habría olvidado. Y no sabría de qué le estaba hablando. En tal caso, ella podría…

—A veces, sí —respondió Cat Noir a media voz.

Ladybug se quedó sin aliento. Se estaba preguntando si estaban realmente hablando del mismo sueño cuando él añadió, un poco avergonzado:

—No lo puedo evitar. Sé que ahora suena ridículo: la boda, los niños… Pero en aquel momento parecía tan real…

Ladybug tragó saliva.

—Es verdad —reconoció—. Yo tampoco… yo tampoco puedo olvidarlo, a pesar de todo.

—Debió de ser muy extraño para ti. Verte envuelta en toda aquella historia, quiero decir. Y me alegro mucho de que aquello no cambiara las cosas entre los dos. Creo que nunca te he dado las gracias por eso.

Ladybug pestañeó desconcertada…, hasta que recordó que nunca le había dicho a Cat Noir que había llegado a sentir algo especial por él. No con la máscara, al menos.

—Soy yo quien tiene que darte las gracias —respondió—. Por seguir a mi lado, a pesar de todo. Es verdad que nos han pasado todo tipo de cosas extrañas, pero seguimos juntos, seguimos siendo amigos y compañeros. Eso me da esperanzas, ¿sabes? Me anima a pensar que, pase lo que pase, venceremos siempre.

—Tú y yo contra el mundo.

—Siempre, gatito.

Ladybug reprimió un suspiro. Había un pensamiento que rondaba su mente, pero no se atrevía a expresarlo en voz alta. Sin embargo, necesitaba compartirlo con Cat Noir de alguna manera. De modo que susurró:

—No lo puedo olvidar porque fue… muy especial para mí también —confesó por fin.

Él se volvió hacia su compañera con sorpresa, preguntándose si seguía refiriéndose a la visión de Darker Owl. Ella añadió:

—Parecíamos muy felices, ¿verdad? Estábamos juntos…, y estábamos bien. Nos compenetrábamos…, teníamos muchas cosas en común…

—Un montón de niños en común —apuntó Cat Noir, aún desconcertado.

Ladybug se echó a reír.

—Es verdad. No es que fuese algo que yo deseara —se apresuró a aclarar—. Quiero decir, supongo que querré tener bebés, cuando sea mayor, claro, no ahora, es solo que… —Se detuvo un momento para aclarar sus pensamientos—. Es esa sensación de que… todo fluía muy bien entre los dos. De que podría… funcionar. ¿Comprendes lo que quiero decir?

Él inclinó la cabeza, pensativo.

—¿Igual que funcionamos… como equipo? Lo cierto es que me sorprendió que fuese todo tan perfecto en aquel sueño. Por supuesto que había imaginado un montón de veces que tú y yo acabábamos siendo pareja, pero… no sé, hemos tenido nuestros problemas y altibajos como compañeros también, ¿verdad?

—¿Crees que, si fuésemos pareja, discutiríamos mucho más?

—No lo sé. ¿Por qué estamos teniendo esta conversación?

—¡Por nada! —se apresuró a responder ella—. Por nada. Quiero decir que es absurdo, claro, porque tú sigues enamorado de tu chica, y yo tengo un novio… o sea, tenía un novio al que quiero un montón y con el que espero poder volver… algún día…

Se le quebró la voz sin poderlo evitar. Cat Noir la miró con ternura y la envolvió entre sus brazos, tratando de consolarla.

—¿Es por lo que hablamos el otro día? —preguntó en voz baja—. Por lo que pasaría si resulta que la información que tenemos por Bunnyx es cierta. Si pasamos años y años luchando contra la nueva mariposa y ya no podemos retomar las relaciones que dejamos… en pausa.

Ladybug desvió la mirada.

—Sí…, no… No lo sé, la verdad. Lo siento, sé que no tendría que molestarte con estas cosas. Es que a veces, cuando recuerdo aquel sueño…, no puedo evitar pensar… que parecía funcionar. A pesar de las identidades secretas, de la misión superheroica y todo eso. Podíamos estar juntos. Y ser felices. Incluso… formar una familia.

—Pero era un poco absurdo, si lo piensas bien. Quiero decir… en el sueño seguíamos siendo Ladybug y Cat Noir. ¿Crees que sería posible que nos casáramos, que viviésemos juntos, que incluso tuviésemos hijos… sin llegar a descubrir nuestras identidades secretas?

Ladybug se rió.

—Sí que parece absurdo, la verdad. Pero, aún así…

—Aún así…

Ninguno de los dos terminó la frase. Contemplaron la lluvia unos instantes, en silencio. Y entonces Ladybug se atrevió a confesar:

—No creo que fuese un engaño de Darker Owl, en realidad. Creo que el prodigio del cerdo funcionó como debía. Y nos mostró… lo que deseábamos en el fondo de nuestro corazón.

Cat Noir inclinó la cabeza, pensativo.

—En mi caso, sí, supongo que era así, al menos en aquella época. Pero tú… —Ladybug no dijo nada, y él la miró de reojo—. No era lo que tú querías, ¿verdad?

Ella hizo una pausa antes de contestar.

—Sí que lo era —susurró por fin, sin atreverse a mirarlo—. Al menos en aquella época.

Cat Noir tardó un poco en reaccionar.

—Estás de broma, ¿verdad?

—No —musitó Ladybug. Se había sonrojado un poco y aún no se atrevía a levantar la mirada—. Lo siento, Cat Noir.

—¿Quieres decir que yo te… te gustaba? Pero… ¿cómo…? ¿Y por qué no me dijiste nada?

—Fue todo muy confuso, la verdad. Creo que empecé a verte de otra manera cuando perdí los prodigios, y tú estuviste siempre a mi lado, apoyándome sin reservas. Pero no fui capaz de darme cuenta entonces, y creo que… tampoco era consciente de lo que sentía cuando… cuando nos enfrentamos a Darker Owl. Tardé un poco en asimilarlo, y cuando lo hice por fin… intenté decírtelo, pero tú… en fin, ya habías pasado página. Así que llegué a la conclusión de que no valía la pena volver a mencionarlo. Y luego las cosas… salieron bien con aquel chico del que llevaba tanto tiempo enamorada, y empezamos a salir, y tú también tenías novia, así que… ¿para qué darle más vueltas?

Cat Noir se había quedado mirándola, desconcertado. Cuando ella se cubrió la cara con las manos, muy avergonzada, la abrazó con afecto.

—Eh —murmuró—. Oye, no pasa nada. Hemos tenido una historia complicada, pero siempre salimos adelante y nos enfrentamos juntos a todos los peligros y a todos los problemas. Incluso a los del corazón. ¿No es así?

—Sí —susurró ella.

—Mírame.

Ladybug se atrevió a alzar la cabeza. Los ojos verdes de Cat Noir estaban repletos de cariño.

—Somos amigos, ¿verdad? —dijo él, y ella tuvo la sensación de que aquella palabra implicaba mucho más de lo que parecía. No eran solamente amigos. Había un vínculo especial entre ellos dos, estaban unidos por todo lo que habían vivido juntos. Ella siempre sería alguien especial para él, y viceversa, pasara lo que pasara.

Ladybug sonrió y alzó la mano para acariciarle la mejilla.

—Claro que lo somos —respondió, y sus palabras tenían exactamente el mismo peso que las de él.

Cat Noir sonrió.

—Me alegro de que podamos hablar de cualquier cosa —le dijo—. Ojalá eso no llegue a cambiar nunca.

—Nunca cambiará —le aseguró ella.

Cruzaron una mirada intensa, repleta de afecto. Después volvieron a abrazarse. Ladybug sentía que el cariño que albergaba hacia él amenazaba con desbordar su corazón. «Soy muy afortunada por tenerte a mi lado», pensó.

—Yo también pienso, en el fondo…, que podría funcionar —dijo Cat Noir entonces, en voz baja.

El corazón de Ladybug se aceleró. Pero en ese mismo instante entró en pánico. Porque seguir por ese camino implicaba renunciar definitivamente a Adrián, y era algo que todavía no estaba preparada para hacer.

—Pero todavía… echas de menos a tu novia, ¿verdad? —preguntó en un susurro.

—Sí —confesó él—. Y no he perdido la esperanza de volver con ella, algún día.

—Yo también espero poder recuperar a mi chico, algún día —murmuró Ladybug.

Cat Noir inspiró hondo y se separó de ella, con esfuerzo.

—Entonces, eso es lo que vamos a hacer los dos —le aseguró, con una sonrisa—. Derrotaremos a este villano, encontraremos al nuevo portador de la mariposa y recuperaremos el prodigio de una vez por todas.

Ladybug asintió. Cuando su compañero se apartó de ella, se sintió decepcionada y aliviada al mismo tiempo, pero se esforzó por sonreír.

—Mira —dijo entonces Cat Noir—, parece que ya llueve menos.

Ladybug lo contempló un momento con cariño.

—En ese caso —dijo, poniéndose en pie—, ha llegado la hora de resolver este laberinto.


NOTA: Al final no voy a poder actualizar tan a menudo como esperaba, así que ya no puedo prometer que habrá capítulo nuevo cada semana. Pero la historia seguirá adelante y, como ya habréis adivinado, en esta ocasión será un bonito Ladynoir 😊 .