Caminaron un rato más por el laberinto mientras las últimas gotas de lluvia caían sobre ellos. Cuando por fin dejó de llover, Ladybug se quitó la manta que le cubría los hombros.

—¡Lucky charm! —exclamó, y la manta desapareció para ser sustituida por un megáfono.

Iba a lanzarlo al aire también, con la esperanza de tener más suerte en el próximo intento, pero Cat Noir la detuvo.

—¡Espera! Déjamelo un momento.

Intrigada, la superheroína le pasó el megáfono. Cat Noir lo alzó y empezó a gritar:

—¡EEEEHHH! ¡SUPERVILLANOOOO! ¡EEEH, ESTAMOS AQUÍÍÍÍÍ! ¡VEN A QUITARNOS NUESTROS PRODIGIOS, SI TE ATREVES!

El eco de sus palabras rebotó en los muros del laberinto, arrastrándolas muy lejos:

—¡Si te atreves…! ¡Si te atreves…! ¡Si te atreves…!

Ladybug y Cat Noir prestaron atención. Pero no se oía nada más.

Impaciente, ella le arrebató el megáfono para aportar su parte:

—¡OYEEE! ¡QUIENQUIERA QUE SEAS! ¡DA LA CARA Y VEN A PELEAAAR!

—¡A pelear…! ¡A pelear…! ¡A pelear…! —repitió el eco.

Aguzó el oído un momento. Como no oyó nada, alzó de nuevo el megáfono; pero Cat Noir la detuvo antes de que volviese a gritar.

—Espera.

Había alzado las orejas y escuchaba con atención.

—¿Oyes algo? —susurró ella.

—Sí. Viene corriendo hacia nosotros. Y parece muy enfadado.

—¿Muy enfadado? —repitió Ladybug.

Comenzó a girar el yoyó en modo escudo. Cat Noir, a su lado, también adoptó una posición de combate.

Ladybug oyó entonces los pasos que se acercaban. Atronaban sobre el suelo con un galope arrollador. Oyeron también un resoplido.

Antes de que vieran a la bestia ya habían adivinado que era muy grande y estaba muy furiosa. Cuando dobló la esquina y se plantó ante ellos, sin embargo, Ladybug se sintió intimidada.

Era una criatura enorme, con cuerpo humano y cabeza de toro, rematada por dos cuernos curvos y afilados.

—¡Un minotauro! —exclamó Cat Noir.

—¿Minotaurox? —Ladybug miró a su alrededor con la esperanza de ver al héroe portador del prodigio del buey.

—No, no, es un minotauro. El monstruo mitológico que habitaba en el laberinto de Teseo. —Lo examinó con atención—. Solo lleva un taparrabos, ¿será ese su objeto akumatizado?

—Espero que no —replicó su compañera con un estremecimiento—. Habías hablado de un maletín, ¿verdad?

El minotauro corría en tromba hacia ellos, con los cuernos por delante. Los superhéroes lo esquivaron con un prodigioso salto.

—¡No parece precisamente un hombre de negocios! —señaló Cat Noir.

—Entonces, ¿qué? ¿Crees que lo habrá escondido en alguna parte? ¿O probamos con el taparrabos?

—No tengo ni idea. ¡Cataclysm!

Durante un rato, hicieron lo posible por esquivar las embestidas del minotauro mientras lo estudiaban desde todos los ángulos. Era una criatura temible, enorme y poderosa; probablemente los superaba en fuerza, de modo que, si los atrapaba, no los dejaría escapar. Cat Noir recordaba también que el minotauro mitológico devoraba humanos, pero optó por no compartir aquel dato con Ladybug. Mientras lo observaba desde la distancia, consciente de que Ladybug estaba considerando ya el asunto del taparrabos, Cat Noir lo comprendió por fin.

—¡No es el villano akumatizado! —exclamó.

Ladybug aterrizó a su lado con una prodigiosa pirueta.

—¿Ah, no? ¿Entonces qué es?

—¡Uno de sus esbirros! La persona a la que buscamos no es el monstruo atrapado en el laberinto, sino el genio que lo proyectó: ¡Dédalo!

Ladybug pestañeó un momento, confusa, pero se recuperó de inmediato.

—¡Muy bien! —exclamó—. ¡Haremos entonces que el minotauro nos guíe hasta él! ¡Distráelo, gatito!

Cat Noir asintió y se plantó de un salto ante la criatura.

—¡Oye, tú, saco de pulgas con cuernos! —lo llamó, burlón—. ¿Quieres morder el polvo en una carrera contra mí?

El minotauro bramó y se volvió hacia él, furioso. Aprovechando que estaba distraído, Ladybug se colocó tras él, con el yoyó a punto. Cuando el monstruo se disponía a cargar contra Cat Noir, la superheroína le lanzó el yoyó, enredando la cuerda entre sus cuernos, y saltó sobre su espalda, encaramándose a sus hombros.

El minotauro se encabritó y trató de sacársela de encima, pero ella tiró de la cuerda y lo obligó a mantener la cabeza en alto.

—¡Ahora, Cat Noir!

El superhéroe saltó por encima de ambos y aterrizó tras ella. Inmovilizó los brazos del minotauro con su bastón, como si fuera un arnés. El minotauro bramó y se debatió, pero ellos permanecieron firmes sobre su lomo.

Momentos después, lo habían domado.

—Muy bien, torito —dijo Ladybug, cansada, pero sonriente—. Ahora nos vas a guiar hasta tu jefe. ¡Andando!

Y el minotauro echó a trotar por el laberinto, aún inmovilizado de cintura para arriba por las armas de los superhéroes, que seguían encaramados a su lomo.

Recorrieron los pasillos del laberinto durante lo que les parecieron horas. Por fin, cuando los primeros rayos del amanecer comenzaban a asomar por el horizonte, el minotauro los condujo hasta una enorme plaza central ocupada por un único edificio.

—¡La mansión Agreste! —exclamaron los dos con sorpresa.

Cruzaron una mirada.

—¿Tú crees que Adrián está allí dentro? —preguntó Ladybug con preocupación.

—Eh… no. No lo creo. Pero sí es posible que encontremos allí a…

No terminó la frase. Porque ante ellos se alzaba la persona a la que estaban buscando.

Era un hombre alto y barbudo; vestía una túnica blanca ceñida a la cintura y calzaba sandalias, al estilo de los antiguos griegos. Llevaba una bolsa de cuero en bandolera, de la cual asomaban varios rollos de papel.

—Dédalo —murmuró Cat Noir.

—¡El objeto akumatizado! —exclamó Ladybug, con la vista fija en el zurrón.

Agotado por la caminata, el minotauro se derrumbó en el suelo. Los superhéroes lo liberaron para recuperar sus armas y se plantaron de un salto ante el villano akumatizado.

—Bienvenidos, Ladybug y Cat Noir —los saludó con una sonrisa—. Soy el Arquitecto. ¿Os gusta mi laberinto?

—Nos las hemos arreglado para llegar hasta aquí —replicó Cat Noir—. Está claro que no es tan complicado como tú pensabas.

—Oh, ¿eso crees? —sonrió el villano.

Chasqueó los dedos y la bolsa de cuero que colgaba de su hombro desapareció de pronto.

—¡No! —exclamó Ladybug.

—¿La quieres? Está allí —añadió el Arquitecto, señalando a la mansión Agreste—. Es el corazón de mi laberinto, y no es un edificio cualquiera. Oculta vuestro mayor temor, y por eso tiene un aspecto diferente para cada persona.

—¿Qué estás diciendo? —replicó Cat Noir, perplejo—. Es la mansión Agreste.

Ladybug asintió, confirmando sus palabras. El villano sonrió.

—Oh, ¿así que los dos veis lo mismo? Interesante.

Los superhéroes cruzaron una mirada.

—Tiene que ser un farol —murmuró Ladybug.

—¿Entras tú y yo lo distraigo? ¿O quieres que lo hagamos al revés?

Esperaba que ella optara por entrar a registrar la mansión, dejándole a él la tarea de distraer al villano, como solían hacer; pero Ladybug vaciló, insegura, y tardó un poco en responder.

Cat Noir recordó entonces que allí, en aquella mansión, su compañera se había enfrentado a Gabriel Agreste completamente sola y había perdido el prodigio de la mariposa. Colocó una mano tranquilizadora sobre su hombro.

—Entraré yo, si lo prefieres —sugirió—. Además, no podemos descartar que haya mentido y el objeto akumatizado esté todavía por aquí.

Ladybug asintió, y a él le pareció que se mostraba bastante aliviada.

—Lo haremos así, entonces. Ten cuidado, Cat Noir.

Él le guiñó un ojo antes de separarse de ella. Ladybug inspiró hondo y se plantó de un salto ante el Arquitecto, adoptando una posición de combate. El villano sonrió.

—¿Así que el bichito quiere jugar? —la provocó. Desplegó entonces unas enormes alas de pluma blanca que brotaron mágicamente a su espalda—. Pues jugaremos —concluyó.

Cat Noir aprovechó la distracción para correr hacia la mansión Agreste. No le fue difícil alcanzar la escalinata, porque el Arquitecto no hizo nada por detenerlo. Eso le hizo pensar que quizá se tratase de una trampa, y que tal vez no deberían haberse separado. Pero tenían que registrar el edificio de todos modos y, por otro lado, él estaba muy interesado en averiguar qué iba a encontrar allí dentro. No podía olvidar que la persona que movía los hilos del Arquitecto, el nuevo portador de la mariposa, parecía tener una cuenta personal con los Agreste.

De modo que entró en el recibidor, dejando atrás la batalla entre Ladybug y el Arquitecto. Y se detuvo en seco.

En lo alto de la escalera, con las manos tras la espalda, dirigiéndole una mirada de reproche… estaba su padre.

Cat Noir retrocedió un paso, alarmado.

—¡Pa… señor Agreste! —se corrigió a tiempo.

Aquello no era real, se recordó a sí mismo. Si se trataba de un escenario creado por el Arquitecto, no debía darle ninguna pista sobre su verdadera identidad.

—Cat Noir —respondió el señor Agreste, alzando una ceja—. ¿Qué haces en mi casa? ¿Qué es todo ese escándalo?

—Estamos luchando contra un villano akumatizado —respondió él—. Pero eso tú ya lo sabías… Monarca —le espetó.

Estaba bastante seguro de que la nueva mariposa conocía la verdadera identidad de su predecesor. Ya era hora de que empezaran a caer las máscaras, pensó.

Pero Gabriel Agreste le dirigió una fría mirada.

—No sé de qué me hablas —replicó.

Cat Noir vaciló. Era idéntico a su padre, hablaba exactamente como él. Sabía que tenía que ser un engaño, una visión. Pero parecía muy real, y algo se le removió por dentro. Una mezcla de angustia y añoranza muy difícil de combinar.

Cerró los ojos con fuerza pero, cuando los abrió, Gabriel Agreste seguía allí.

—¿Y bien? ¿Qué es lo que quieres de mí? —preguntó.

Cat Noir inspiró hondo.

—Quiero que desaparezcas de mi vida de una vez por todas —respondió con rabia.

Le arrojó el bastón. Gabriel no hizo nada por esquivarlo y, por un momento, Cat Noir creyó que lo golpearía. Pero el arma atravesó su imagen y la disolvió como si fuese de humo.

Y una vez más, el superhéroe se enfrentó a una mezcla de sentimientos contradictorios: tristeza, alivio, rabia… Respiró profundamente, tratando de calmarse. Tenía que ser una visión creada por sus enemigos. Si realmente todo aquello reflejase sus peores miedos, aquel Gabriel Agreste lo habría llamado por su verdadero nombre.

Así que, decidido a averiguar cuánto sabía exactamente el nuevo portador de la mariposa, se encaminó al antiguo despacho de su padre. Se detuvo ante el retrato de su madre y lo observó con atención, tratando de recordar dónde estaban los botones secretos que activaban el mecanismo. Los localizó enseguida. Alzó las manos y los pulsó.

Y el suelo se hundió bajo sus pies.

Aquello significaba que, o bien su enemigo extraía aquella información de sus propios recuerdos, o bien estaba muy bien informado.

Con un nudo en la garganta, contempló el santuario subterráneo a través del cristal, mientras el ascensor descendía. Al fondo se veía la cápsula que había contenido el cuerpo de Émilie Agreste, y el corazón se le aceleró. Dado que en aquel extraño lugar su padre seguía vivo… quizá su madre estuviese allí también. Ladybug le había mostrado la cápsula vacía. ¿Y si ahora… ya no lo estaba?

El ascensor llegó al suelo y se detuvo. Cat Noir salió y miró a su alrededor. La sala estaba vacía. Todo seguía en silencio.

Con el corazón en un puño, el superhéroe avanzó hacia la cápsula. El eco de sus pasos resonó por toda la cripta. Conteniendo el aliento, se detuvo ante el ataúd de cristal y se asomó para ver lo que había en su interior.

Respiró hondo. Estaba vacío.

O no exactamente, porque a través del cristal pudo ver con claridad el zurrón del Arquitecto: el objeto akumatizado que estaba buscando.

Pulsó el botón para abrir la cápsula y recuperó la bolsa. Sintió la tentación de destruirla de inmediato con su Cataclysm para que todo volviese a la normalidad de inmediato; pero Ladybug no estaba presente para purificar el akuma, por lo que optó por esperar a reunirse con ella. Se colgó el zurrón al hombro y dio media vuelta.

Y se quedó en el sitio. Porque allí, en pie ante él, estaba Émilie Agreste.

Por fortuna para él, se sintió tan conmocionado que fue incapaz de pronunciar una sola palabra. Porque en aquel momento la mujer sonrió y dijo:

—Cat Noir. ¿Has venido a traerme de vuelta?

—Yo… yo… —logró decir él.

Cerró los ojos e inspiró hondo, luchando por mantener la cabeza fría. Tenía que ser una trampa del nuevo portador de la mariposa. Si todo aquello estuviese solo en su cabeza, su madre lo habría llamado por su nombre.

Tenía que asegurarse.

—Señora Agreste… —murmuró—. ¿Qué está pasando aquí?

Ella rio.

—Oh, pero tú ya lo sabes, y Ladybug también, ¿verdad? Mi esposo lo sacrificó todo para salvarme. Vosotros se lo impedisteis. Y ahora habéis construido una falsa historia sobre él, porque en el fondo os avergonzáis de lo que hicisteis.

Cat Noir tomó nota mental de lo que implicaban aquellas palabras. Por fortuna, el poder del villano no había conseguido meterse en su cabeza ni enredar en sus recuerdos. Su madre jamás habría hablado de aquella manera.

Pero eso significaba que el portador de la mariposa sabía muchas cosas. Conocía no solo el rostro que se había ocultado tras la máscara de Monarca, sino también las intenciones que había tras sus actos.

«Tiene que ser Nathalie», pensó, angustiado. ¿Qué otra persona, si no, estaría tan bien informada?». Probablemente Tomoe Tsurugi conocía aquella historia también, pero no parecía ser el tipo de persona que reivindicaría la memoria de Gabriel Agreste; más bien se alejaría de ella, tratando de que las consecuencias de sus actividades secretas no la salpicasen.

—Señora… Agreste —murmuró, pensando deprisa—. ¿Hay alguien que desee… traerla de vuelta ahora mismo?

Los ojos de Émilie relampaguearon.

—Ya estoy de vuelta, gato desvergonzado. Y os lo voy a hacer pagar.

«No es mi madre», se recordó Cat Noir a sí mismo.

Pero no tenía valor para seguir interrogándola. Le lanzó el bastón y la imagen se esfumó.

Inspiró hondo y miró a su alrededor. No parecía que hubiese nuevas amenazas inmediatas, por lo que sujetó bien el zurrón y se dirigió al ascensor sin atreverse a mirar atrás.

Salió de nuevo al despacho de su padre. Todo estaba tranquilo y en silencio. Aún así, esperando una trampa, avanzó en tensión hasta el recibidor. Tampoco allí había nadie.

Algo llamó su atención, sin embargo. Antes no se había dado cuenta, porque el falso Gabriel Agreste estaba parado justo delante, pero ahora se fijó en el cuadro que presidía la escalinata. Durante mucho tiempo, después de la muerte de su madre, los había mostrado a él y a su padre, de luto. Nathalie había sustituido recientemente aquel cuadro por otro que representaba a la familia Agreste, sonriente y feliz, en una imagen de tiempos mejores. En aquel retrato, Adrián era muy pequeño, un niño de unos dos o tres años. Su madre lucía una radiante sonrisa.

Ahora, el cuadro era el mismo, pero había una cuarta persona allí: una niña un poco mayor que Adrián, de cabello castaño y ojos verdes.

Cat Noir se quedó mirando la imagen con perplejidad. Alzó el bastón, decidido a hacerle una fotografía para estudiarla más tarde, pero justo en aquel momento recibió una llamada. Respondió de inmediato.

—¡Cat Noir! —exclamó Ladybug—. ¿Todo bien? ¿Necesitas ayuda?

—No, no, ya tengo el objeto akumatizado. Enseguida me reúno contigo.

—¡Date prisa! No sé cuánto más podré aguantar. El minotauro ha recuperado fuerzas, y ahora son dos contra una.

Cat Noir asintió. Sin preocuparse más por el extraño cuadro, salió de nuevo al exterior.

Se reunió con Ladybug en el tejado de la mansión. Su compañera parecía agotada, pero se le iluminó la expresión al verlo.

—¿Todo bien? ¿Qué has encontrado ahí dentro?

—Cosas muy raras —respondió él—. Pero te lo contaré más tarde. Lo primero es lo primero. ¡Cataclysm!

Destruyó por fin el zurrón del Arquitecto, que acababa de percatarse de la situación y volaba hacia ellos, enfurecido. Demasiado tarde: el poder de Cat Noir redujo a cenizas el objeto akumatizado y todo comenzó a regresar a la normalidad.

Mientras Ladybug capturaba el akuma, Cat Noir saltó para rescatar a la víctima, que ya no era el Arquitecto y, por tanto, había perdido sus alas. Lo cazó al vuelo y, cuando aterrizó con él en brazos, lo depositó con suavidad sobre el suelo.

A su alrededor, el minotauro había desaparecido y las paredes del laberinto se difuminaban para volver a transformarse en los edificios de París. Cat Noir miró a su alrededor. Se encontraban en la plaza Châtelet, justo delante de la mansión Agreste. Señal de que aquel lugar no representaba sus miedos más profundos, sino que había sido escogido deliberadamente por sus enemigos como escenario. O bien el Arquitecto les había mentido, o bien el portador de la mariposa le había mentido a él.

Se inclinó junto al hombre que, muy confundido, se había sentado sobre el suelo.

—¿Qué ha pasado? —murmuró.

—Ha sido akumatizado, señor —le explicó Cat Noir—. Pero ya lo hemos solucionado.

—¿Recuerda algo de lo que ha sucedido? —añadió Ladybug, reuniéndose con ellos.

—Yo… no lo sé. Teníamos un proyecto firmado con el anterior alcalde para la construcción de varios bloques de viviendas…, pero la nueva alcaldesa ha cambiado la normativa por razones… medioambientales, creo. Prefiere usar esos terrenos para construir un parque.

Ladybug y Cat Noir cruzaron una mirada.

—Pero eso no es… malo, ¿verdad?

—Supongo que no —murmuró el promotor, hundido—. Pero el proyecto ya estaba en marcha y mi empresa va a perder mucho dinero si no sale adelante. Tendremos que despedir a mucha gente…, y, por otro lado, las casas tampoco son malas, ¿sabéis? La gente tiene que vivir en algún sitio.

—Seguro que encuentran una solución —trató de animarlo Ladybug—. En París habrá sitio para todo, ¿no?

El hombre dejó escapar una risa amarga, pero no respondió.

—¿Recuerda algún detalle de la akumatización? —siguió preguntando ella—. ¿Algo que nos pueda dar una pista sobre la persona que estaba al otro lado?

—No, lo siento.

Cat Noir se apartó, disimulando su decepción. Ladybug le entregó a la víctima el amuleto protector y los dos superhéroes se despidieron de él y se fueron cada uno por su lado, mientras el sol de la mañana bañaba los tejados de París.


Ya en casa, Adrián se destransformó con un suspiro de cansancio. Había sido una noche muy larga.

—Creo que lo de hoy ha sido un mensaje, Plagg —murmuró con preocupación—. Creo que la nueva mariposa sabe exactamente quién era mi padre y por qué hizo lo que hizo. Y sabe que nosotros lo sabemos también. No sé si pretende chantajearnos o simplemente burlarse de nosotros, pero después de lo de hoy…, estoy empezando a pensar que sabe muy bien lo que hace, y no es un villano tan novato como creíamos.

—Es verdad que este akuma ha sido muy… elaborado —comentó Plagg, pensativo—. Es extraño.

—Sí que lo es.

Adrián evocó el laberinto y sus leyes cuidadosamente pensadas para agotarlos física y mentalmente. El Arquitecto no había sido un villano akumatizado más. Seguro que Ladybug se había dado cuenta también.

Al pensar en ella recordó la conversación que habían mantenido mientras esperaban a que dejase de llover. La superheroína le había confesado que ella sí había estado enamorada de él, en el pasado. Y que eso explicaba, en parte, la extraña visión de Darker Owl.

Sacudió la cabeza. Era cierto que ya no estaba con Marinette, pero tampoco quería volver a enredarse en la maraña de decepciones que suponía estar enamorado de Ladybug. Además, no había perdido la esperanza de poder volver con Marinette algún día.

No obstante, al recordar la confesión de Ladybug, una agradable calidez inundó su corazón. Y no pudo evitar sonreír.


Lila estaba furiosa. Pero, por una vez, su ira no estaba dirigida contra Marinette, o contra Ladybug y Cat Noir, sino contra sí misma, porque había cometido un grave error.

Las líneas de su plan maestro consistían en infiltrarse poco a poco en el mundo de los Agreste y mantener mientras tanto a los superhéroes ocupados con villanos torpes que no les supusiesen un gran desafío. Así, cuando todo estuviese preparado, ninguno de ellos lo vería venir.

La tarde anterior había estado a punto de akumatizar a Marinette, algo que llevaba mucho tiempo deseando hacer. Pero ella había resistido la akumatización, y Lila, frustrada y molesta, se había dejado llevar.

El Arquitecto había sido su akuma más complejo hasta la fecha. Lila había pretendido enfrentar a los superhéroes a sus propias mentiras sobre Gabriel Agreste, haciéndoles creer que se trataba de un reflejo de los fantasmas que habitaban en su interior. Pero por alguna razón Cat Noir no se había dejado engañar por sus ilusiones, y Ladybug ni siquiera había llegado a entrar en la mansión.

Lila podría haber obligado al Arquitecto a seguir presionando a los superhéroes, pero, a medida que se enfriaba su ira, empezó a darse cuenta de que aquello era un movimiento arriesgado y también precipitado, y por eso los había dejado marchar sin más.

Además, el subconsciente la había traicionado, y había alterado el cuadro de la familia Agreste sin darse cuenta. Y estaba bastante segura de que Cat Noir se había fijado en él.

Quizá no le concediera importancia, por otra parte. Pero no podía arriesgarse.

Inspiró hondo. Tal vez estuviera mostrando sus cartas demasiado pronto. No podía permitir que descubriesen su relación con los Agreste. Pero, por otro lado, ella sabía que Ladybug y Cat Noir estaban ocultando la verdad sobre Monarca. Y, dado que hasta el momento aquella era la única grieta que había encontrado en el invencible superdúo, estaba dispuesta a aprovecharla.

Inspiró hondo. Quizá no hubiese cometido un error fatal, después de todo. Y las cosas con Adrián estaban bastante avanzadas. Su plan de aislarlo del resto del mundo parecía estar funcionando. Apenas mencionaba ya a Marinette, y ella tampoco hablaba mucho de él, señal de que las cosas no iban bien entre los dos. Un empujón más y acabarían por romper.

Era cierto que Adrián se mostraba últimamente serio y distraído, y ya no hablaba con Cérise tanto como antes, a pesar de que ella apenas se separaba de su lado en la escuela. Pero quizá eso fuese también una buena señal.

Adrián era la clave, se recordó a sí misma. Estaba bastante segura de que Ladybug había montado toda aquella farsa por él. Era el punto débil de la superheroína, y Lila estaba segura de que, cuando terminase de tejer su red en torno a Adrián Agreste…, Ladybug caería también.


NOTA: Disculpad si estos días tardo en actualizar y apenas incluyo comentarios. Tengo mucho trabajo últimamente y me cuesta encontrar ratos para escribir. Pero voy a seguir haciéndolo, poco a poco, y el fic seguirá actualizándose. ¡Tengo un Ladynoir que desarrollar y un plan malvado que poner en acción!