Marinette se despertó muy tarde al día siguiente. Cuando bajó al salón, descubrió que sus padres estaban sentados a la mesa y le sorprendió que desayunasen tan tarde. Entonces se dio cuenta de que, en realidad, estaban a punto de almorzar.

—¡Buenos días, Marinette! —la saludó Tom—. ¿Has dormido bien?

—En realidad…, no muy bien —respondió ella con prudencia—. Por eso me he levantado a estas horas.

Sus padres cruzaron una mirada.

—¿En serio? —preguntó Sabine—. Pues nosotros no nos hemos enterado de nada.

—Al parecer, hubo un ataque akuma anoche —comentó su esposo, frotándose la nuca con desconcierto—. Todos… desaparecimos, sin más, y hemos reaparecido esta misma mañana. Como si hubiésemos dado un salto en el tiempo. Pero no estamos cansados, así que supongo que hemos estado… durmiendo, de alguna manera. —Se encogió de hombros—. La magia de los prodigios es demasiado complicada.

—Ah, ¿de verdad? —murmuró Marinette, tomando asiento a la mesa—. ¿Y qué ha pasado exactamente? ¿Ya ha vuelto todo a la normalidad?

—París entero fue transformado en un enorme laberinto —siguió explicando Tom—. Ni siquiera quedaron cámaras en la ciudad que grabaran lo sucedido, pero se registraron imágenes vía satélite. Es extraordinario. ¿Tú sabías que el nuevo Hawk Moth podía hacer esas cosas? —le preguntó a Sabine.

—No es el nuevo Hawk Moth —replicó Marinette—. No sabemos quién es, todavía. Pero Ladybug y Cat Noir acabarán por vencerlo, igual que al anterior —declaró con firmeza.

Sus padres sonrieron, conformes, y ella se sintió muy afortunada por poder contar con su apoyo. No obstante, se veía más insegura de lo que daba a entender. Después de la experiencia de la noche anterior, estaba empezando a creer que la amenaza a la que se enfrentaban era mayor y mucho más peligrosa de lo que habían pensado.

—¿Has hablado ya con Adrián? —preguntó entonces Sabine, cambiando de tema.

Marinette alzó la mirada sin comprender.

—¿Con Adrián?

—Vino a buscarte ayer por la tarde, pero aún no habías vuelto de la escuela.

—¿A-a-a buscarme? —tartamudeó Marinette—. Pero…

—Al parecer, no sabía que ibas a quedarte hasta tarde trabajando en tu proyecto —añadió Tom.

Marinette no dijo nada. Sus padres cruzaron una mirada, y Sabine preguntó con delicadeza:

—¿Va todo bien entre vosotros?

—Sí —se apresuró a responder ella—. Sí, claro, es solo que… —No terminó la frase. Inspiró hondo y en aquel momento decidió que, de todos modos, no tenía sentido retrasarlo más—. No —confesó en voz baja—. Es decir, sí que estamos bien, somos amigos y todo eso, pero ya no… ya no estamos juntos. Como pareja, quiero decir.

No se atrevió a mirar a sus padres a la cara cuando lo dijo. Sabía que los dos apreciaban sinceramente a Adrián, estaban encantados de que fuese el novio de su hija y se sentirían decepcionados al descubrir que lo habían dejado. Pero ellos no dijeron nada, y Marinette acabó por alzar la cabeza para mirarlos con extrañeza.

—¿Ya… lo sabíais? —tanteó.

Tom adoptó una expresión de tristeza. Sabine suspiró.

—Lo intuíamos, más bien. Llevabas unos días un poco apagada, siempre ocupada en mil cosas, pero parecías haber perdido la ilusión… Y ya no hablas nunca de él.

Marinette desvió la mirada.

—No hay mucho que contar, en realidad —murmuró—. Vamos a escuelas diferentes, tenemos proyectos vitales diferentes… Nos habíamos distanciado, y las cosas… ya no fluían igual entre los dos.

—Pero tú todavía le quieres, ¿verdad? —preguntó su padre.

—¡Tom! —lo riñó Sabine.

«Sí, todavía le quiero», pensó Marinette. Pero no estaba preparada para mantener aquella conversación con su familia.

—Tal vez no le quería tanto como yo pensaba —se limitó a responder—. O quizá no tanto como antes, en todo caso.

—Oh, cariño… —exclamó Sabine.

Rodeó la mesa para envolverla en un afectuoso abrazo maternal. Marinette cerró los ojos y se dejó llevar, luchando por no llorar. No tenía tiempo para lamentar su ruptura con Adrián. Tenía mucho trabajo que hacer, con máscara o sin ella.

—No es tan grave, en realidad —se esforzó por decir—. Hemos quedado muy bien, no nos hemos peleado ni nada de eso, y seguimos siendo buenos amigos. Por eso vino a buscarme ayer, supongo. ¡Oh, ya sé! ¡Debería ir a llamarle enseguida!

Y, fingiendo un entusiasmo que estaba lejos de sentir, se deshizo del abrazo de su madre y subió las escaleras de regreso a su cuarto, dejando su desayuno a mitad.

Una vez allí, encendió su teléfono. Tenía varias llamadas perdidas de Alya y una de Félix, pero ninguna de Adrián.

Suspiró. Llevaba tiempo queriendo hablar con él, pero nunca se animaba a llamarlo. Hasta aquel momento había tenido la sensación de que el chico estaba demasiado ocupado con su propia vida como para pensar en ella, pero, si era cierto que la tarde anterior se había acercado a visitarla…

«Quizá vino a comprar chouquettes, y preguntó por mí solo por cortesía», se dijo.

—Tikki, no sé si llamarlo o no —murmuró.

—¿Por qué no ibas a llamarlo? —planteó el kwami—. ¿Es que no sois amigos?

«Sí que lo somos», pensó ella, súbitamente animada. Y no tenía ningún problema en comunicarse con sus amigos ni en llamarlos cuando le apetecía. Tiempo atrás, había cometido el error de permitir que las cosas se enrareciesen con Luka por actuar de forma extraña con él. No podía repetir aquella actitud con Adrián.

Decidida, marcó su contacto en la lista.

Para su sorpresa, él respondió enseguida.

—¡Ma-marinette! —exclamó, con una sonrisa nerviosa—. Estaba a punto de llamarte.

—¿De verdad? —se sorprendió ella.

—Sí, de hecho…, de hecho…, pasé ayer por delante de tu casa y me acordé de ti, y entré en la panadería a preguntar a tus padres…

—Sí, sí, me lo han contado, y por eso te he llamado.

—¿De verdad? Claro, es lógico… Bueno, no quería nada en concreto, solo… hablar un poco contigo, ver cómo estabas…

—Pues… estoy muy bien, gracias por preguntar. ¿Y tú?

—Muy bien, también.

Sobrevino un silencio incómodo.

—Y… ¿cómo te va en la nueva escuela? —preguntó entonces Marinette, por decir algo.

—Muy bien, estoy terminando el módulo de cocina ya —respondió él, animado—. Cérise y yo estamos pensando en cuál vamos a apuntarnos a continuación. Ella prefiere decoración, yo primeros auxilios, aunque haremos los dos, claro, solo estamos decidiendo el orden y… —Adrián se calló al ver que la sonrisa de Marinette se había debilitado un poco—. Perdona, probablemente te estoy aburriendo. ¿Cómo estás tú? —le preguntó, antes de que ella pudiese responder—. ¿Qué tal las clases? ¿Y… el evento que estáis preparando? Sé por Nathalie que ya estáis trabajando en las prendas.

—Sí, sí, y la semana que viene queremos empezar ya con los ensayos. El desfile será en el Palacio de Cristal, creo. Va a venir mucha gente…

Su voz se fue apagando a medida que hablaba, al recordar la conversación que había mantenido con Narcisa la tarde anterior. «Mucha gente que pensará que soy una trepa que ha llegado hasta allí solo porque ligó con el hijo del gran Gabriel Agreste», pensó, alicaída.

—Saldrá fenomenal, seguro —trató de animarla Adrián, malinterpretando su expresión.

Marinette estuvo tentada de compartir sus dudas con él. Después pensó que el chico parecía feliz con su nueva vida y no merecía que ella lo devolviese a aquel ambiente tóxico del que había conseguido escapar.

De modo que permaneció callada. Hablaron un rato más, pero de nada importante. Cuando ya no supieron qué contarse, se despidieron, un poco incómodos, y cortaron la comunicación.

«¿Cómo hemos permitido que las cosas se torcieran de esta manera?», se preguntó Marinette.

Seguían siendo amigos, se hablaban con cordialidad, pero ya no parecía haber complicidad entre ellos, como si no tuviesen nada que decirse. «Con Cat Noir todo es mucho más fácil», siguió pensando. «Es tan sencillo hablar con él de cualquier cosa que me viene a la cabeza… Incluso de los temas más difíciles o incómodos».

Inspiró hondo. La noche anterior, atrapados en la soledad del laberinto, le había confesado a su compañero que había estado enamorada de él, en el pasado. Y Cat Noir no se había sentido molesto ni le había hecho ningún reproche. «Yo también pienso, en el fondo…, que podría funcionar», había dicho.

El corazón se le aceleró un momento…, pero Marinette se obligó a sí misma a recordarse que Cat Noir aún seguía muy enamorado de su ex novia y soñaba con retomar aquella relación algún día. Aunque lo suyo con Adrián no tuviese ya remedio, ella no tenía ningún derecho a sabotear la vida sentimental de su compañero.

«Tengo que centrarme en lo importante», se recordó a sí misma con firmeza. «No puedo perder el tiempo con asuntos del corazón cuando hay un nuevo supervillano en la ciudad».

Recordó entonces que había quedado aquella misma noche con Cat Noir para hablar de lo sucedido durante su enfrentamiento contra el Arquitecto. Y, a pesar de todo, no pudo evitar que se le escapara una sonrisa ilusionada.


—¿Cómo puedes estar tan seguro de que lo que viste no fue algo generado a partir de tus propios recuerdos? —le preguntó Ladybug a su compañero, cuando él terminó de relatarle su experiencia en la mansión recreada por el Arquitecto.

Cat Noir sacudió la cabeza.

—Había detalles que yo conocía y que no se correspondían con el escenario que vi, ni con la forma en la que actuaban los señores Agreste —le relató.

Ella esperó a que le explicara cuáles eran esos detalles, pero él no lo hizo. Tampoco le mencionó el extraño cuadro que había visto en lo alto de la escalera, entre otras cosas porque apenas lo recordaba. Ahora lamentaba no haberlo fotografiado para examinarlo después con detalle, pero de todos modos tenía la intención de investigar más por aquella vía, tal vez interrogando a Nathalie, antes de hablar de ello con Ladybug.

—Si el poder del Arquitecto le hubiese permitido entrar en mi cabeza para acceder a mis recuerdos, por otro lado —razonó—, habría descubierto mi identidad, ¿no? Como cuando nos enfrentamos a Wishmaker.

—Es cierto —asintió ella, pensativa—. Pero, entonces, ¿cómo es posible que el Arquitecto conociera la verdad sobre Gabriel Agreste y el secreto que ocultaba bajo la mansión?

—El Arquitecto, no: el nuevo portador de la Mariposa —puntualizó Cat Noir.

Ladybug se estremeció. Si su enemigo sabía todas aquellas cosas sobre Gabriel Agreste… ¿hasta qué punto estaba al tanto de todo lo que había hecho? ¿Conocería, tal vez… el origen de Adrián?

—Félix tenía razón —murmuró—. La nueva Mariposa tiene que ser alguien del entorno de los Agreste. Alguien que lo sabe todo. Y nosotros hemos estado perdiendo el tiempo con los miraculizados —se lamentó, profundamente avergonzada.

Cat Noir colocó una mano sobre su hombro y le sonrió con simpatía.

—Era lo que había que hacer —la consoló—. Había que seguir todas las pistas para poder descartar las falsas. Míralo por el lado bueno: ahora tenemos un círculo mucho más estrecho en el que buscar. Después de todo, los Agreste no se relacionan con cualquiera.

Ladybug sacudió la cabeza, muy preocupada.

—Adrián ha estado en el centro de la diana todo este tiempo —le recordó—. No lo han estado atacando por casualidad.

Cat Noir le sonrió, tratando de animarla.

—Bueno, pero cuando resolvamos el misterio volverá a estar a salvo, ¿no crees, Ladytective? Y estamos más cerca ahora que ayer.

Ladybug apenas lo escuchaba.

—Tiene que ser alguien a quien él conoce, probablemente alguien en quien confía. ¿Cómo reaccionará cuando descubra que esa persona ha estado usando el prodigio de la mariposa para atacarlo?

—Eso…, si es que lo descubre —dejó caer Cat Noir. Ella alzó por fin la cabeza para mirarlo—. ¿Aún sigues decidida a ocultarle la verdad sobre su padre? —Ladybug vaciló, y él prosiguió—: Podría ayudarnos a descubrir a la nueva mariposa. Si confiases en él, tal vez podría…

—No —cortó ella. Cat Noir la miró, dolido, y Ladybug inspiró hondo y aclaró—: Confío en él, pero quiero mantenerlo lejos de todo esto.

Su compañero se quedó contemplándola, dubitativo. Se moría de ganas de volver a preguntarle por qué Adrián Agreste era tan importante para ella, pero sabía que no obtendría ninguna respuesta.

—Por eso eres una gran superheroína —le dijo con suavidad—: porque te esfuerzas mucho por proteger a todo el mundo, y especialmente a las personas que te importan. —Ella se volvió para mirarlo y él añadió, con una media sonrisa tímida—: Lo sé porque yo tengo la fortuna de ser una de ellas… o, al menos, me gustaría pensar que es así.

—Por supuesto que es así —respondió ella sin dudar.

Habló con tanta seguridad que Cat Noir se sonrojó ligeramente. Ladybug se dio cuenta de lo que había dicho y apartó la mirada, un tanto avergonzada. Se aclaró la garganta y cambió de tema.

—¿Qué les voy a decir a los demás? —se preguntó entonces—. No les puedo pedir que investiguen a los Agreste; si dieciocho superhéroes empiezan a meter las narices en sus asuntos de repente, nuestro enemigo se dará cuenta enseguida de que vamos tras sus pasos y será más difícil sorprenderlo.

—Es verdad, pero hay que decirles algo —respondió Cat Noir, mostrándole su bastón—. Tengo un montón de mensajes y llamadas perdidas, después de lo de ayer.

—Pues imagina los que tengo yo —suspiró Ladybug.

Abrió su yoyó y contempló con desánimo la aplicación de mensajería, repleta de notificaciones sin atender. Tomó una decisión y tecleó un mensaje rápidamente. Después lo envió a todo el mundo.

Cat Noir lo recibió también y lo leyó con curiosidad.

—¿Reunión para mañana? —quiso confirmar.

—Sí —asintió su compañera—. Aún no tengo la menor idea de lo que voy a contarles, pero al menos dispondré de un poco de tiempo para pensarlo, y ellos dejarán de preguntar hasta entonces. O eso espero.

—Debe de ser difícil organizar un equipo de tanta gente —comentó Cat Noir, pensativo.

—Sí que lo es. En su momento me pareció genial poder contar con tantos superhéroes de poderes variados, pero lo cierto es que al final eso solo complica las cosas. En el fondo, echo de menos los tiempos en los que solo estábamos tú y yo.

—¿En serio? —se sorprendió él.

Ladybug asintió, perdida en sus recuerdos.

—Durante mucho tiempo pensé que por eso había perdido los prodigios —le confesó—. Porque el maestro Fu se había sacrificado para poder hacerme un gran regalo, pero yo no sabía cómo arreglármelas con él, y una parte de mí deseaba volver a los viejos tiempos, cuando éramos un dúo y los planes no eran tan complicados. Por eso me esforzaba tanto en estar a la altura, en incluir a todo el mundo, en llamar cada vez a más superhéroes, en elaborar planes en los que todos tuviesen un papel…, en convencerme a mí misma de que tú eras un superhéroe más, y no la otra mitad de un todo.

Cat Noir abrió la boca, sorprendido, pero ella no había terminado de hablar. Sin atreverse a mirarlo todavía, Ladybug continuó:

—Pero sabía que eso no era verdad. Que solo eras uno más, quiero decir. Y, cuando perdí los prodigios…, me sentí culpable, porque no había sido capaz de aprender a gestionar aquella responsabilidad, pero también… porque, muy en el fondo, quería que pasara. Y que volviésemos a ser solo dos.

—No lo sabía —murmuró Cat Noir, abrumado.

Ladybug sonrió débilmente.

—No era algo que pudiese decirte, tampoco. Tenía otros motivos para querer mantenerte al margen, por otro lado, pero aún hoy, después de todo lo que ha pasado, sigo sin saber qué es… lo correcto. Si debo ser la líder de un gran equipo o la otra mitad de un dúo. Sé lo que debo hacer —añadió, alzando la cabeza para mirarlo—, pero lo que quiero hacer también… es parte… de lo que siento que… soy… —Se aturulló, incapaz de continuar, porque la intensa mirada de Cat Noir la había dejado sin palabras.

Pero él la había entendido.

—¿La otra mitad de un dúo? —terminó con suavidad.

—Sí —susurró ella, casi sin aliento.

No podía dejar de mirarlo. Los ojos verdes de su compañero estaban fijos en ella, y tan repletos de afecto que Ladybug se sintió de inmediato atraída hacia él. Cuando quiso darse cuenta, se estaba acercando para besarlo…

Pero no tuvo ocasión de retroceder, porque Cat Noir estaba realizando el mismo movimiento. Tras un instante de vacilación, sus labios se encontraron.

Ladybug cerró los ojos y lo besó, con toda la intención de que fuese un contacto breve, como de prueba. Pero la intensa emoción que recorrió su cuerpo en oleadas la sorprendió y la llevó a prolongar el beso instintivamente, alzando las manos para sostener con suavidad el rostro de su compañero contra el suyo. Cat Noir se separó un momento para recuperar el aliento, pero volvió a besarla de inmediato y ella respondió con entusiasmo, consciente de pronto de hasta qué punto había anhelado aquello.

Cat Noir pareció volver en sus sentidos entonces; abrió los ojos y se apartó un poco de ella.

—Espera, espera…

Ladybug evocó una escena similar, una noche de risas y llantos, una rosa roja…, una amarga decepción. Lo miró, desolada; pero el chico parecía más confundido que arrepentido.

—¿Estamos… akumatizados? —preguntó—. ¿O hechizados? Tal vez esto sea un sueño, ¿no? ¿No lo olvidaremos todo después?

—¡No! —exclamó ella—. Es decir —reflexionó—. No lo creo, ¿verdad? Quiero decir que parece… ¿real?

Miró a su alrededor con desconcierto, en busca del villano cuyo poder los habría obligado a comportarse de aquella manera. Pero allí solo estaban ellos dos.

Se miraron de reojo, ruborizados. Y después se echaron a reír.

Ladybug se sintió entonces ligera como una nube de verano. Qué fácil era todo con Cat Noir, pensó. Una situación que habría resultado terriblemente incómoda con Adrián, por ejemplo, o incluso con Luka…, terminaba siendo divertida junto a su compañero de aventuras. Lo contempló con cariño.

—Te quiero —le soltó de pronto.

Él abrió mucho los ojos, sorprendido, y se sonrojó todavía más. Ladybug se arrepintió al momento de haber sido tan franca. Estaba a punto de matizar sus palabras cuando Cat Noir respondió:

—Yo también te quiero. —Ladybug se quedó sin aliento, y él se apresuró a añadir—: Es decir… estuve muy enamorado de ti, hace tiempo, pero ahora ya no, porque me enamoré de Ma… de mi novia…, quiero decir, mi exnovia. Pero es evidente que tú todavía… me gustas, y por otro lado sé que te quiero un montón…, porque eres mi mejor amiga, pero no tengo claro aún si es en sentido romántico, porque todo esto…

Siguió farfullando, pero Ladybug apenas le estaba prestando atención, porque se había quedado mirándolo con profundo afecto. Alzó la mano para acariciarle la mejilla, y Cat Noir cerró la boca y le devolvió una mirada repleta de confusión.

—Ay, gatito —dijo ella, sonriendo—. ¿Qué voy a hacer contigo?

—A lo mejor podrías besarme otra vez —sugirió él, esperanzado.

La sonrisa de Ladybug se ensanchó. Cruzaron una mirada rebosante de ternura y promesas por cumplir y, aún sonriendo, volvieron a besarse, esta vez con mayor convicción. Repitieron el beso una, dos, tres veces, disfrutando de las sensaciones que despertaba en su interior, preguntándose, maravillados, cuánto tiempo llevaban reprimiendo aquel sentimiento en su corazón. Ladybug le echó los brazos al cuello y suspiró al sentir las manos de él rodeándole la cintura. Hundió el rostro en el hueco entre el cuello y el hombro de su compañero; pensó vagamente que usaba la misma colonia que Adrián, al parecer, pero se esforzó por apartar a su exnovio de su mente. Y, justo en ese momento, Cat Noir susurró en su oído:

—Milady…

Y ella ya no pudo pensar en nada más que en él. Volvió a besarlo, incapaz de resistirse al torrente de emociones que la sacudía por dentro. Cat Noir preguntó entonces, aún susurrándole al oído:

—¿Y si resulta que todo esto es… un sueño, después de todo?

Ladybug percibió el temor en su voz, e intuyó todo lo que había sufrido a causa de la visión de Darker Owl.

Pero no se trataba solo de eso. Después de todo, ellos eran Ladybug y Cat Noir, tenían una misión que cumplir, una identidad secreta que proteger, un futuro apocalíptico que evitar… y dos personas a las que amaban todavía y con las que esperaban volver a reunirse algún día. Fuera lo que fuese lo que estaba sucediendo entre los dos superhéroes, ambos sabían que no podía durar para siempre.

—En ese caso —respondió ella en el mismo tono—, quiero aprovechar cada segundo a tu lado, antes de despertar.

No lo estaba mirando en ese momento, pero lo sintió sonreír.

Siguieron besándose un poco más, flotando en una nube, como si estuviesen encerrados en una burbuja que los aislara del resto del mundo. Por fin se separaron y, todavía abrazados, fueron poco a poco recuperando la sensatez.

—La verdad, cuando me citaste aquí para hablar de la batalla de ayer —comentó entonces Cat Noir, aún algo perplejo—, esto era lo último que esperaba.

—Yo tampoco lo tenía anotado en el orden del día —admitió Ladybug—. Tal vez nos hemos dejado… llevar un poco.

—O demasiado —matizó Cat Noir.

Los dos se echaron a reír en voz baja, aún abrazados, aún con las cabezas muy juntas. Pero Ladybug se puso seria, porque había captado un tono de duda en la voz de su compañero.

—Aún la quieres, ¿verdad? —adivinó—. A tu chica, quiero decir.

—Sí —respondió él en voz baja—. ¿Y tú…?

—Sí.

Permanecieron unos instantes en silencio, pensando.

—¿Crees que… podremos volver con ellos, algún día? —preguntó entonces Ladybug.

Cat Noir sacudió la cabeza.

—No lo sé. Yo la echo mucho de menos y no he perdido la esperanza de que… las cosas cambien, en el futuro. Pero tampoco puedo negar mis sentimientos por ti, supongo.

Ladybug tragó saliva.

—¿Tienes… sentimientos por mí?

—¿Por qué crees que te he besado, si no?

El corazón de ella latía como un loco.

—Estaba segura de que ese tren… no volvería a detenerse en mi estación —le confesó.

—Bueno, pues ya lo ves, así es la vida.

Esta vez fue Ladybug quien negó con la cabeza.

—Quizá no deberíamos haber cruzado este puente, gatito. Los dos sabemos que esto no va a durar.

Por la mente de ambos cruzaron imágenes fugaces de un futuro soñado, una boda, cuatro bebés…, pero las apartaron de inmediato.

Cat Noir respiró hondo.

—A lo mejor podemos… aprovechar el tiempo juntos, antes de despertar —le sugirió en voz baja.

Ladybug alzó la cabeza para mirarlo. Le sonrió, y los dos volvieron a besarse con suavidad. Ella se maravilló, una vez más, al descubrir lo muchísimo que lo quería en el fondo, de una forma mucho más profunda e intensa de lo que había creído.

Se asustó un poco y, cuando se separaron, se esforzó por centrarse.

—Pero no podemos… no podemos distraernos con estas cosas —logró decir.

Cat Noir alzó una ceja, divertido.

—¿Ah, no?

—No. O sea, sí, pero no todo el tiempo. Quiero decir…, tenemos una misión y todo eso. Hay que… hay que descubrir la identidad de la nueva Mariposa, proteger a Adrián…

Le falló la voz en este punto; sabía que en el fondo seguía enamorada de él, y por eso se sentía culpable por dar rienda suelta a sus sentimientos por Cat Noir.

Su compañero, no obstante, se mostró de acuerdo con ella.

—Tienes razón —dijo, poniéndose serio—. Creo que no tiene sentido negar… lo que quiera que esté pasando entre nosotros, pero no podemos distraernos.

Ladybug se sintió muy aliviada.

—Gracias.

—Así que seguiremos trabajando en nuestra misión —prosiguió él—. Y creo que, para eso, lo mejor será… que no contemos nada de esto a nadie.

Ladybug lo miró con sorpresa.

—¿Quieres… mantenerlo en secreto?

—¿Quieres que vuelvan a empapelar París con fotos nuestras… besándonos? —replicó él.

Ladybug se estremeció.

—Tienes razón. Sí, tienes razón. —Se cubrió el rostro con las manos, temblando—. Pero es que son tantas cosas…

—Eh. —Cat Noir le acarició el cabello con afecto, y ella alzó la mirada hacia él—. Todo saldrá bien, ¿de acuerdo? Vamos a estar juntos de cualquier manera. Esto… nos hará más fuertes, dure lo que dure. Y seguiremos juntos después, pase lo que pase. Como amigos, como compañeros. Siempre seremos un dúo invencible. Desenmascararemos a la Mariposa y recuperaremos su prodigio. Superaremos todos los obstáculos y haremos frente a todas las situaciones… inesperadas… juntos. Y venceremos, como siempre. ¿De acuerdo?

Ella recuperó la sonrisa de inmediato.

—De acuerdo —asintió. Lo recompensó con un ligero beso en los labios—. No sé qué haría sin ti, gatito.

—Sospecho que tu vida sería mucho más aburrida —comentó él, sonriendo, y Ladybug tuvo que darle la razón, una vez más.

—Probablemente —respondió.


NOTA: Ante todo me gustaría pedir disculpas por mi largo silencio. Realmente he tenido mucho trabajo este último mes, pero, como ya he comentado alguna vez, no tengo la menor intención de dejar esta historia a mitad, así que la continuaré de todos modos, aunque pase mucho tiempo entre actualizaciones. Voy a intentar publicar el siguiente capítulo en la semana después de navidad, antes de fin de año, si es posible.

¡Espero que este os haya gustado! Por lo general no me preocupa mucho si la gente comenta o no, porque por las estadísticas ya sé más o menos si las historias se van leyendo. Pero hace bastante tiempo que las estadísticas no funcionan, así que ya no tengo ninguna pista al respecto. ¿Seguís ahí? ¿Os está gustando la historia? La voy a continuar de todos modos, aunque la lea poca gente, pero en todo caso, muchas gracias a todos por vuestra atención 😊.