—Tikki, puntos dentro —dijo Ladybug, y se transformó de nuevo en Marinette.

Sonreía aún cuando su kwami se plantó ante ella para dirigirle una mirada de reproche. No había dejado se sonreír, de hecho, desde que se había separado de Cat Noir apenas unos minutos antes.

—Marinette, ¿qué es lo que ha pasado? —preguntó Tikki, aunque lo sabía perfectamente.

—Nada en especial —mintió ella.

—Pero… Cat Noir y tú…

—Nos hemos besado, sí, porque nos gustamos. Pero no hay que concederle demasiada importancia, Tikki. No va a durar para siempre. Cuando derrotemos a la nueva mariposa, los dos podremos volver con las personas a las que queremos de verdad.

—Entonces, ¿vosotros dos no os queréis de verdad? —quiso asegurarse Tikki.

Marinette no respondió enseguida. Porque sabía en el fondo que ella sí amaba a Cat Noir, de una forma mucho más intensa y profunda de lo que había sospechado. Pero no se atrevía a admitirlo en voz alta, porque era consciente de que también seguía enamorada de Adrián. Y, puesto que no era capaz de explicar aquella situación tan extraña y desconcertante, prefería seguir engañándose a sí misma al respecto. Así podría justificar los intensos sentimientos que despertaba Cat Noir en su interior sin volverse loca. O eso creía.

—No quiero a Cat Noir tanto como quiero a Adrián, eso seguro —trató de explicarle; aunque su corazón latió un poco más deprisa al evocar los besos que acababa de compartir con su compañero felino—. Y él ya no está enamorado de mí como antes y no ha olvidado a su ex novia, así que supongo que estamos en la misma situación. Y eso es bueno, porque así ninguno de los dos sufrirá por esto. Pero, si nos gustamos un poco, pues no tiene sentido que reprimamos ese sentimiento, porque de todos modos no tenemos más opciones ahora mismo. ¿Entiendes?

—Creo que sí. Cat Noir es como Luka, ¿verdad? —aventuró Tikki.

—¿Como Luka? —repitió Marinette sin comprender.

—Empezaste a salir con Luka porque no podías estar con Adrián, puesto que él estaba con Kagami —le recordó el kwami—. Y Luka también te gustaba un poco, pero no tanto como Adrián.

Marinette se ruborizó, porque la comparación era bastante acertada. Pero algo le decía que, aunque sí era cierto que se había fijado en Luka y que había empezado a salir con él bastante ilusionada, lo que sentía ahora por Cat Noir no tenía nada que ver. Pero sacudió la cabeza, tratando de apartar aquel pensamiento de su mente, porque en el fondo la asustaba un poco.

—¡Sí! —exclamó con falso entusiasmo—. Sí, así es: como con Luka. Con la diferencia de que Luka estaba muy enamorado de mí, pero Cat Noir está en la misma situación que yo, así que no le romperé el corazón cuando lo nuestro tenga que terminar.

Tikki inclinó la cabeza, dubitativa.

—Pero lo tuyo con Luka no terminó solo por eso —comentó—. También porque no podías contarle que eras Ladybug, y a él no le gustaba que le mintieras al respecto, porque creía que no podías confiar en él.

—Con Cat Noir es diferente, porque él también tiene un secreto que ocultar —le recordó Marinette—. Y los dos sabemos que es importante mantener en secreto nuestra identidad, así que no presionaremos al otro al respecto.

—¿Estás segura? Recuerda lo que decía Alya la primera vez que te fijaste en Cat Noir: que, si empezabas a salir con él, acabarías por querer saber quién es en realidad…

—Y te repito lo que os dije entonces: no necesito saber quién es Cat Noir detrás de la máscara, porque confío en él ciegamente. Y creo que él se siente igual, porque hace ya mucho que no intenta descubrir quién soy, ni me insiste en que quiere revelarme su identidad. Se lo propuse, de hecho —recordó de pronto—, cuando derrotamos a Monarca, y me dijo que prefería que siguiésemos manteniendo el secreto. ¿No lo ves? Hemos crecido y madurado, y somos mucho más prudentes. No pasará nada —le aseguró.

Pero Tikki no parecía convencida.

—¿Y si lo descubrís por accidente?

—¿Cómo podríamos descubrirlo? —planteó Marinette a su vez—. Ahora ya no tenemos que destransformarnos después de usar nuestro poder, así que será mucho más sencillo mantener en secreto nuestra identidad. Confío en él, Tikki —le confesó—. Confío en Cat Noir más de lo que he confiado jamás en nadie.

Ella la miró con preocupación, pero finalmente suspiró.

—Si tú lo dices…, supongo que estará bien.

—Saldrá bien. Tiene que salir bien —añadió Marinette, tratando de convencerse a sí misma—. Si lo que hemos empezado hoy… —Hizo una pausa, porque el recuerdo de los besos compartidos con Cat Noir había vuelto a despertarle mariposas en el estómago—. Si lo que hemos empezado hoy fuese a causar algo catastrófico como… el fin del mundo, por ejemplo —prosiguió—, Bunnyx ya se habría presentado aquí para evitarlo, ¿no crees?

—Supongo que sí… —admitió Tikki, no muy convencida.

—Todo saldrá bien —insistió ella—. Tiene que salir bien esta vez.

Porque no estaba preparada para dejar marchar a Cat Noir una vez más, comprendió. Si aquella era la última oportunidad que tenía de dar rienda suelta a lo que sentía por él, antes de que los dos se viesen obligados a tomar caminos separados… no podía dejarla pasar.


—Plagg, garras dentro —dijo Cat Noir, y se transformó de nuevo en Adrián.

Su kwami también tenía un par de cosas que decirle.

—¿Te has vuelto loco? ¿Tenemos un nuevo enemigo y tú te dedicas a besuquearte con Ladybug? ¿Y qué pasa con Marinette?

—Marinette y yo ya no estamos juntos, Plagg —le recordó él, ignorando deliberadamente las dos primeras preguntas—. Y, de todas formas, no será para siempre.

—Si no va a durar para siempre, ¿qué sentido tiene empezarlo?

Adrián lo consideró seriamente.

—No lo sé —murmuró por fin—. La verdad, no lo sé. Solo me he… dejado llevar.

—Pensaba que ya no estabas enamorado de Ladybug —comentó el kwami.

—Eso pensaba yo también —reconoció el chico—. Pero lo de hoy ha sido… inesperado. Y también maravilloso —añadió, sonriendo.

Plagg dejó escapar un suspiro teatral.

—Oh, no, no me digas que vas a ponerte sentimental otra vez. Monotemático, con la cabeza siempre en las nubes y lamentándote por tu corazón herido…

Adrián volvió a la realidad.

—¿Qué? ¡No! Ya no es como antes, Plagg. He crecido y he madurado, y Ladybug también. Los dos tenemos claro que estamos enamorados de otras personas, y esto es solo… temporal. —Por su mente cruzaron imágenes fugaces del sueño de futuro que habían compartido juntos, pero las apartó de inmediato—. Ambos sabemos que no podemos estar juntos a largo plazo, porque tenemos que mantener nuestra identidad en secreto. Además, cuando derrotemos a la nueva mariposa podré volver a intentarlo con Marinette.

—¿Estás seguro?

—Si ella quiere, claro. —Suspiró—. Pero no puedo correr el riesgo de mantenerla en mi círculo, sobre todo ahora que tengo la certeza de que nuestro enemigo la tiene tomada con mi familia. No puedo seguir poniéndola en peligro, Plagg.

El kwami abrió la boca para hacer un comentario al respecto, pero cambió de idea y sacudió la cabeza.

—Sigo sin entender por qué te pones tierno con Ladybug, si tan enamorado estás de Marinette —dijo sin embargo.

«Porque a Ladybug también la quiero», pensó Adrián.

Pero no lo dijo en voz alta, porque aquello era un descubrimiento demasiado reciente y necesitaba digerirlo antes de pensar siquiera en compartirlo con Plagg. Durante mucho tiempo, en aquellos días en los que había sido feliz junto a Marinette, se había convencido a sí mismo de que a Ladybug ya solo la apreciaba como amiga. No le sorprendía, en el fondo, que aún albergase otra clase de sentimientos hacia su compañera enmascarada, si se tomaba la molestia de buscarlos en lo más profundo de su corazón. Pero no estaba seguro de que quisiera hacerlo, en realidad.

Había estado muy enamorado de Ladybug durante mucho tiempo, y había sufrido mucho porque ella no le correspondía. Su amor por Marinette lo había ayudado a superar aquel desengaño, y ahora estaba en paz con el hecho de que él y Ladybug solo serían amigos, y nada más. Plantearse de nuevo la posibilidad de que ambos llegasen a ser algo más resultaba… demasiado doloroso. Lo devolvía a un pasado al que no deseaba regresar. Incluso aunque ella estuviese dispuesta a corresponderlo ahora, ¿se veía él preparado para volver a amarla?

Cerró los ojos un momento, evocando los besos que habían compartido. Por supuesto que quería a Ladybug. La quería muchísimo, con todas sus virtudes y con todos los defectos que ahora era capaz de ver en ella, pero que en el fondo no le molestaban, porque formaban parte de su encanto. Pero quizá ya no estuviese enamorado de ella de la misma manera que antes. Ya no la situaba en un pedestal, ya no adoraba hasta el último de sus cabellos, ya no besaba el suelo que pisaba. Había aprendido a apreciarla de corazón, como a una buena amiga, como a la persona en la que más confiaba, con la que había vivido tantas aventuras que ya se sentía unido a ella con un lazo indestructible. Pero eso no era amor.

...¿O tal vez sí?

Sacudió la cabeza, confuso, sorprendido al descubrir que aquella «amistad» era un sentimiento mucho más intenso de lo que había sospechado; que, a poco que la avivara, volvería a inundarlo por dentro con una llama pura y radiante…, una llama que caldearía su corazón y lo llenaría de felicidad pura, pero sin abrasarlo esta vez. ¿Sería eso posible?

«No, no, no, no vuelvas a dejarte arrastrar», se regañó a sí mismo. «Tú sabes que no puede ser, y ella lo sabe también».

Y tampoco podía olvidar a Marinette.

Pero evocaba los momentos que acababa de compartir con Ladybug y solo deseaba volver a abrazarla, besarla y decirle al oído lo mucho que la quería. ¿Como amiga? Por supuesto que no, comprendió. Ladybug nunca había sido para él solamente una amiga, y nunca lo sería.

—No quiero volver a enamorarme de ella, Plagg —confesó—. Pero no puedo negar que la quiero muchísimo. La quiero de verdad.

—Eso suena bastante amoroso, la verdad —opinó el kwami.

Adrián frunció el ceño, confundido.

—Pero no puede ser, porque yo sigo enamorado de Marinette.

—En realidad, sí puede ser, y es perfectamente lógico —murmuró Plagg para sí mismo.

—¿Cómo dices?

—Nada, nada. ¿Sabes qué? Si quieres besuquearte con Ladybug, adelante, es tu vida. Solo asegúrate de que no provocáis el fin del mundo esta vez.

—¿Esta vez? ¿De qué estás hablando?

Plagg abrió la boca para responder, pero recordó oportunamente que todo lo que Tikki le había contado sobre el futuro apocalíptico causado por el hecho de que sus portadores descubriesen sus respectivas identidades era todavía un secreto para Adrián.

—Bueeeno, ha pasado en alguna ocasión… que, cuando los portadores de la mariquita y el gato negro se han enamorado…, han sucedido toda clase de catástrofes —respondió con ambigüedad—. Porque descubren sus identidades secretas, sus enemigos los pillan con la guardia baja, se sacrifican el uno por el otro, no se centran en su misión… y, claro, luego pasa lo que pasa.

Adrián sonrió ampliamente.

—Eso no nos va a pasar a nosotros, Plagg —le aseguró—. ¿No me has oído? Ya no estoy tan loco por Ladybug como antes, no hago cosas estúpidas para llamar su atención. Ni tengo el menor interés por descubrir quién es tras la máscara. Entre otras cosas, porque ahora mismo no querría que ella descubriese quién soy yo —añadió a media voz.

Plagg se quedó mirándolo.

—¿Qué crees que pensaría ella… si lo descubriese? —le preguntó.

Adrián se mordió el labio inferior, pensativo. Lo cierto era que no tenía la menor idea, porque las razones de la extraña actitud de Ladybug hacia Adrián Agreste eran un misterio para él. Pero sí tenía claro que, por algún motivo que se le escapaba, la superheroína apreciaba mucho a su alter ego civil, hasta el punto de mentir a toda la ciudad solo para poder ocultarle una verdad que consideraba demasiado dolorosa para él. Evidentemente, Ladybug debía proteger a todos los ciudadanos de París; pero Adrián tenía la sensación de que ella se esforzaba mucho más en protegerlo a él en particular.

—No estoy seguro —murmuró—. Al principio pensaba que no le gustaría enterarse de que su compañero es el hijo de su enemigo. Pero ahora sé que no culpa a Adrián de nada de lo que hizo Gabriel Agreste. ¿Por qué crees que se preocupa tanto por mí, Plagg? ¿Por qué insiste tanto en protegerme? ¿Crees que…? —Plagg contuvo el aliento, pero Adrián continuó—: ¿Crees que tal vez se siente mal por las veces que intentó darme un prodigio y la cosa no funcionó? A lo mejor piensa que soy tan inútil que no sería capaz de defenderme por mí mismo de ninguna manera, ni siquiera siendo un superhéroe —concluyó, abatido.

—Bueno, pues deja que siga pensándolo —replicó el kwami—. Así nunca llegará a sospechar quién eres en realidad.

Adrián asintió. En el fondo, le convenía que Ladybug siguiese creyendo que él y Cat Noir eran dos personas diferentes. Eso le permitiría seguir investigando los secretos de los Agreste con mayor libertad. Porque, independientemente de lo que estuviese sucediendo entre él y Ladybug, no pensaba permitir que ella lo mantuviese al margen de su propia historia.


—…Así que, como el último akumatizado fue una persona que no tenía nada que ver con los Agreste —concluyó Ladybug—, podemos deducir que la nueva Mariposa no tiene nada en contra de Adrián, y que las primeras akumatizaciones sucedieron cerca de él por pura casualidad.

La mayoría de los superhéroes se mostraron aliviados ante estas noticias, pero Argos se cruzó de brazos y le dirigió una mirada inquisitiva.

—¿Estás segura de eso al cien por cien, Ladybug?

—Técnicamente, yo solo apostaría por un 64%, como mucho —apuntó Pegaso.

Ladybug inspiró hondo. Sintió la presencia de Cat Noir a su lado, pero se resistió a mirarlo. Sabía que él la apoyaría, dijera lo que dijese, y no quería que se le escapase ningún gesto que pudiese indicar a los demás que algo había cambiado entre el superdúo.

—Es posible que esta última akumatización haya ocurrido lejos de los Agreste solo para despistar —admitió—. Pero ¿es nuestro enemigo tan inteligente y retorcido? La verdad, a mí no me lo parece.

—Bueno, este último akuma ha sido bastante complejo, ¿no? —hizo notar Rena Rouge—. Casi no parecía obra de la misma persona.

—¡Oh! ¿Estáis diciendo que podrían ser dos? —preguntó Pigella con los ojos muy abiertos.

Ladybug dudó. Aún no sabía si era una buena idea mantener al resto de sus compañeros al margen de todo lo que había averiguado. Estaba claro que algunos no lo creerían y, por otro lado, tal vez les viniera bien contar con ellos en la investigación. Quizá pudiese hablar en privado con Félix y Kagami, y con Alya, por supuesto… Con Alix no haría falta, porque ya lo sabía todo. Y, con respecto a…

Sus ojos se detuvieron en Viperion, que le devolvió una mirada interrogante. Tragó saliva. Había un asunto que aún no había abordado con nadie, y era el hecho de que, si la nueva Mariposa tenía, en efecto, todos los conocimientos de la anterior… la identidad del portador del prodigio de la Serpiente no sería un secreto para ella. ¿Sabría también que Luka conocía las identidades secretas de Ladybug y Cat Noir? En ese caso, ¿haría algo al respecto?

Decidió que hablaría con Luka a solas en cuanto tuviese ocasión, y lo anotó mentalmente en su lista de asuntos pendientes.

—No creo que sean dos —dijo entonces Cat Noir, respondiendo a la pregunta de Pigella—. Pero es posible que nuestro nuevo enemigo esté aprendiendo a usar sus poderes… muy deprisa.

—También puede ser que nos haya estado engañando todo este tiempo —apuntó Argos—, y no sea en realidad tan incompetente como parecía.

Ladybug le disparó una mirada irritada. Lo malo de convocar reuniones de un día para otro era que Félix tenía tiempo de sobra para acudir desde Londres, aunque ella le hubiese dicho que no era necesario.

—Entonces, quizá su supuesta obsesión con los Agreste sea también un señuelo —contraatacó—. ¿No te parece?

Argos entrecerró los ojos.

—No lo sé, tú eres la líder —replicó—. Y la que, aparentemente, sabe más cosas que el resto. Sería útil que compartieses esa información, por cierto. Nos ayudaría a centrarnos en nuestro objetivo.

—No sé de qué me hablas —respondió ella al punto.

—Bueno, mirad, el caso es que no tenemos ninguna pista clara —se apresuró a intervenir Cat Noir—. Puede que la nueva mariposa tenga una cuenta pendiente con los Agreste, pero también puede que no, y todo sea una casualidad o lo haya orquestado así para despistar. Puede que sea un genio del mal increíblemente retorcido o puede que no sepa muy bien lo que está haciendo y se limite a probar cosas, sin más. La cuestión es que aún no sabemos quién es ni qué es lo que quiere. Por no saber, no tenemos aún un nombre para este nuevo supervillano.

—Podríamos llamarlo «Polillón», sin más —sugirió King Monkey.

—Oye, esto es serio —protestó Ryuko.

—Bueno, en realidad, tanto da un nombre que otro, ¿no? —replicó Cat Noir—. Yo voto porque lo llamemos «Polillón». ¿Alguien más?

Todos se mostraron de acuerdo, aunque Bunnyx esbozó una sonrisa pícara, y Ryuko resopló y apartó la mirada con irritación. Ladybug se había quedado contemplando a su compañero con cariño, agradeciéndole internamente que hubiese tomado las riendas de la situación antes de que ella se enzarzara en una discusión con Argos que podría haberla llevado a desvelar más de lo que pretendía.

—¿Ladybug?

Ella volvió de pronto a la realidad. Se dio cuenta entonces de que se había quedado contemplando a Cat Noir…, mientras el resto de los superhéroes tenían los ojos fijos en ella.

—¿Qué? Perdona, ¿qué decías?

—Que qué quieres que hagamos ahora —repitió Rena Rouge—. Para seguir la pista del Polillón.

Ladybug ya tenía la respuesta preparada para aquella pregunta, anticipando que se la plantearían.

—Bien, pues, dado que no podemos descartar nada aún, propongo que aquellos que estéis cerca de Adrián Agreste de forma habitual estéis atentos para protegerlo cuando haya nuevas akumatizaciones, solo por si acaso. —Sintió que Cat Noir se removía a su lado con incomodidad, pero evitó volverse de nuevo para mirarlo—. Vosotros ya sabéis quiénes sois. Los que viváis más lejos o no frecuentéis sus círculos, simplemente patrullad por la ciudad y estad preparados para acudir a la batalla cuando haya una alerta akuma. Tarde o temprano, el Polillón cometerá un error. O dará la cara por fin. En cualquier caso, tenemos que estar preparados para conseguir toda la información que podamos. Cualquier dato puede ser vital.

Y con estas palabras, Ladybug dio por concluida la reunión. En esta ocasión, Argos no se quedó para hablar con ella y Cat Noir en privado, aunque les dirigió a ambos una larga mirada pensativa antes de alejarse con Ryuko.

Cuando por fin se quedaron a solas, Ladybug se volvió hacia su compañero.

—Tenemos que hablar a solas —le dijo.

Él asintió.

—Contaba con ello —respondió.

Se dirigieron juntos hasta su punto de reunión habitual y se sentaron en su lugar favorito, con la Torre Eiffel al fondo.

—¿Crees que es buena idea seguir manteniéndolos al margen? —preguntó entonces Cat Noir—. Félix sabe que no les estás contando toda la verdad.

—Y Alix también, y no monta un escándalo por eso —replicó Ladybug—. Cuando tengamos una pista firme contaremos con ellos para rastrear y derrotar al Polillón.

—Acerca de eso… —empezó Cat Noir—, he estado pensando en todo lo que vi en la mansión creada por el Arquitecto. Cuantas más vueltas le doy, más convencido estoy de que la persona que se oculta tras la máscara del Polillón… tiene que ser Nathalie.

Ladybug sacudió la cabeza.

—Sí, es la opción más lógica, pero hay muchas cosas que no me cuadran.

—Sé que crees que Nathalie es nuestra aliada porque se volvió contra Monarca en el último momento, pero ¿y si solo lo hizo para engañarte? ¿Y si, en el fondo…, sabía que su caída era inevitable y quería conservar algunos ases en la manga?

—Todo eso es posible, sí, pero hay otra razón por la que pienso que tiene que ser otra persona.

—¿Ah, sí? ¿Cuál es?

—Que el nuevo portador de la mariposa odia a Adrián Agreste, o como mínimo no le importa ponerlo en peligro con tal de conseguir lo que quiere. Y Nathalie nunca haría nada para perjudicar a Adrián.

Cat Noir no respondió enseguida, porque no sabía qué decir a eso. Él también deseaba creer con todas sus fuerzas en las buenas intenciones de Nathalie, en que ella lo quería de verdad. Pero ya había cometido aquel mismo error con su propio padre, y sabía que no podía permitirse el lujo de tropezar dos veces con la misma piedra.

—De todos modos, tengo un plan para descubrir la identidad del Polillón —prosiguió Ladybug—. Es un plan delicado y que requiere mucha discreción, y por eso no lo he compartido con los demás.

—¿Ah, sí? —Cat Noir la miró con interés—. ¿De qué se trata?

Ladybug inspiró hondo antes de empezar.

—En la escuela Gabrielle Chanel están preparando un homenaje a Gabriel Agreste. —Cat Noir no dijo nada; se limitó a mirarla con prudencia, preguntándose si debía desvelar que conocía aquella información—. La Fundación Gabriel Agreste colabora con ellos, y van a organizar un desfile de moda en el Palacio de Cristal, en un par de semanas.

—Creo que he oído algo al respecto, sí —respondió él por fin.

—Si el Polillón está tan obsesionado con los Agreste como parece —prosiguió ella—, se las arreglará para estar presente, de una manera o de otra.

Cat Noir la contempló con admiración.

—Y nosotros podemos ir también, y espiar discretamente —completó—. ¡Muy ingenioso, milady! Pero ¿cómo vamos a reconocerlo entre la gente?

—Muy fácil: intentaremos causar una akumatización. Como hicieron los chicos del Françoise Dupont con Gabriel Agreste, aquella vez. La cosa no funcionó porque fueron a elegir justo a la única persona de todo París que podía autoakumatizarse a voluntad, pero si escogemos a otro…

Cat Noir ya estaba negando con la cabeza.

—No me parece buena idea, Ladybug.

—Pero ¿por qué no? No puede ser muy complicado: es un evento importante para mucha gente, habrá nervios, ansiedad…, será fácil conseguir que alguno de los organizadores se agobie un poco y…

—No —cortó él, con firmeza—. Como tú misma has dicho, es un evento importante para mucha gente. —Vaciló un momento antes de añadir, en voz baja—: Especialmente para Marinette.

Ella lo miró con perplejidad.

—¿Marinette? —repitió.

Cat Noir desvió la mirada.

—He oído decir… que es la diseñadora oficial del evento. Es… la novia de Adrián Agreste, ¿lo sabías?

Ladybug dudó, preguntándose si debía decirle que ellos dos ya no estaban juntos. Después recordó que ella solo se lo había contado a sus padres, y muy recientemente. Y que ninguno de sus amigos comunes le había comentado nada al respecto, por lo que suponía que también Adrián estaba siendo extremadamente discreto sobre el tema.

—Sí que lo sabía —respondió por fin—. Por eso la han elegido a ella para diseñar las prendas del desfile.

—¿Qué? —Cat Noir se quedó mirándola—. ¡Eso no es verdad! La han escogido porque es una diseñadora muy talentosa.

Ladybug se tomó un momento para responder, sorprendida ante su vehemencia.

—No dudo que lo sea —dijo por fin, con prudencia—. Pero tampoco puedes negar que Marinette tiene una relación especial con los Agreste. Y en su escuela hay muchos buenos diseñadores, ella no es la única. Es evidente que la han seleccionado porque era… porque es la novia de Adrián.

Cat Noir desvió la mirada, aún enfurruñado.

—Es posible que eso le haya abierto algunas puertas —admitió por fin, de mala gana—, pero se lo merece con creces. Y estoy seguro de que ha trabajado mucho para que el evento en honor a Gabriel Agreste salga perfecto. Puede que Gabriel fuese un terrorista, un psicópata y un mal padre, pero Marinette no lo sabe, y no merece que echemos a perder su gran día.

Ladybug se había quedado escuchándolo con la boca abierta. Cuando Cat Noir terminó de hablar, tragó saliva y lo tomó de la mano.

—Recuerdo que Marinette… era especial para ti —dijo por fin, con suavidad. Él alzó la cabeza para mirarla con cierta sorpresa, y ella continuó—: O, al menos, eso fue lo que dijo André, la última vez que lo akumatizaron. Habéis… habéis salido juntos en alguna ocasión, ¿verdad?

—Somos buenos amigos —respondió él con prudencia—. En algún momento… en algún momento pareció que había algo entre nosotros, pero… lo cortamos de raíz.

« lo cortaste de raíz», recordó ella. Pero no lo dijo en voz alta.

—No me pareció buena idea —continuó Cat Noir—. Era peligroso para Marinette, y por otro lado…, ella no sabe quién soy yo. No estaba seguro de que fuera a gustarle también la persona que había tras la máscara. —Sacudió la cabeza con un suspiro—. Ni siquiera podía dar por sentado que le gustase yo como Cat Noir. De verdad, quiero decir. No como a una fan fascinada por un famoso superhéroe.

—Pero tú has dicho que… sois amigos.

—Sí… —respondió él.

Pero Ladybug percibió con claridad el tono dubitativo de su voz.

—Lo siento mucho. Esto de las identidades secretas es… complicado.

Cat Noir no dijo nada. Seguía contemplando la Torre Eiffel con melancolía, y Ladybug sintió una súbita oleada de afecto hacia él.

—Todavía te importa Marinette, ¿verdad?

—No quiero disgustarla —se limitó a contestar él—. Lo siento, Ladybug. No puedo aprobar tu plan.

Ladybug suspiró.

—Podemos cambiarlo un poco, si lo prefieres —sugirió—. Y no ponerlo en práctica el día del evento, sino la víspera, durante los ensayos. Pase lo que pase, podré arreglarlo después, y el desfile se puede llevar a cabo al día siguiente, sin contratiempos. Y, con un poco de suerte, sin nuevos supervillanos a la vista, si logramos desenmascarar al Polillón a tiempo.

Cat Noir se volvió para mirarla con interés.

—¿Crees que estará presente durante los ensayos?

Ella suspiró de nuevo.

—Creo que es más probable que esté presente el día del desfile —puntualizó—. Pero, si realmente es alguien muy cercano a los Agreste…, es posible que esté involucrado en el evento también. Si es Nathalie —añadió—, seguro que estará. Y podremos desenmascararla entonces. O descartarla, si no es la persona que estamos buscando. En todo caso, conseguiremos información muy valiosa, incluso aunque no tendamos la trampa el mismo día del desfile.

Cat Noir bajó la cabeza, pensativo.

—Entiendo. Gracias, Ladybug. Me parece bien, entonces. Solo…

—¿Sí?

—¿Puedo avisar a Marinette de nuestros planes? No me gustaría…, no me gustaría que fuese ella quien acabase akumatizada. —Ladybug no respondió enseguida, y Cat Noir añadió—: A no ser, claro, que pienses que ella es el Polillón…

—Por supuesto que no —se apresuró a contestar su compañera—. Es decir…, es poco probable, supongo, aunque entra dentro de lo posible, ¿no? —dejó escapar una risa nerviosa, pero Cat Noir no se dio cuenta.

—¿Puedo hablar con Marinette, entonces? Sé que no va a contar nada a nadie. Y nos puede ayudar, también. Y estar atenta, y hablar con nosotros si ve algo sospechoso.

Ladybug lo pensó. Sabía que tenía que decirle que no, que aquel plan era secreto, porque, además, eso era lo que él esperaba. Pero también sabía que no había nada de malo, en el fondo, en que Cat Noir fuese a contarle a Marinette algo que ella ya sabía. Además, así su compañero se quedaría más tranquilo.

—¿Sabes qué? No me parece mala idea. Pero es muy importante que todo sea super secreto.

—Lo será —le aseguró él—. Confío totalmente en Marinette.

Ella le sonrió.

—Lo sé, gatito.

Él se mostró inseguro de pronto.

—¿Crees que… Marinette es mi punto débil?

La sonrisa de Ladybug se ensanchó. Alzó la mano para acariciarle la mejilla con cariño.

—Es posible —respondió—. Pero, si ese fuera el caso, me parece algo muy tierno por tu parte.

Cat Noir frunció el ceño, preocupado.

—No debería serlo. Lo cierto es que no quiero ponerla en peligro. Ni a ella, ni tampoco a ti, ni a nuestra misión.

—No lo harás, porque yo no lo permitiré. Y, ahora que lo sé, puedo tenerlo en cuenta. Para asegurarme de que todo sale bien.

Cat Noir la miró por fin a los ojos.

—Eso… estaría muy bien —murmuró, perdido en su mirada—. Gracias, milady.

—No hay de qué, gatito —susurró ella.

Estaban ya muy cerca el uno del otro, por lo que les pareció perfectamente lógico sellar en acuerdo con un suave beso en los labios. Cat Noir se mostró dubitativo al principio, pero aceptó el segundo beso con más entusiasmo. Ladybug, sin embargo, se separó de él después para volver a mirarlo a los ojos.

—¿Está bien? —le preguntó—. ¿No estás… seguro?

—¿Qué quieres decir? —preguntó él a su vez.

—Hace un tiempo, te habrías lanzado a la piscina sin dudarlo, aunque estuviese vacía. Y ahora que no lo está…, parece como si necesitases comprobar la temperatura del agua cada vez, y nunca terminases de encontrarla a tu gusto.

—Sí. Sí, es posible —reconoció él—. Tengo miedo, Ladybug —confesó por fin en voz baja.

—¿Miedo… de mí?

—¿De ti? No, no, en absoluto. Tengo miedo… de dejarme llevar. Y de volver a enamorarme. Y que sea un desastre, o que no haya vuelta atrás, o que nos hagamos daño…, no lo sé. Por nada del mundo querría estropear nuestra amistad, milady.

Ella lo miró, conmovida.

—Eso no va a pasar nunca —le prometió—. Siempre seremos… tú y yo contra el mundo. Y eso no va a cambiar. Te lo prometo, gatito.

Él sonrió, más calmado. Volvieron a besarse. Ladybug le echó los brazos al cuello y él le rodeó la cintura. Sin embargo, cuando más absortos estaban en el beso, las orejas de Cat Noir se irguieron de pronto, y él se separó de ella con cierta brusquedad.

—¿Qué…? —empezó Ladybug con desconcierto, pero Cat Noir la interrumpió para decir con tono casual:

—Me parece bien tu plan de acción, milady, aunque me gustaría que pudiésemos hacer algo más que patrullar por la ciudad… ¡Hola, King Monkey! —saludó, alzando la cabeza hacia una de las chimeneas.

Ladybug siguió la dirección de su mirada y vio al superhéroe encaramado a ella.

—¡Ladybug, Cat Noir! —exclamó King Monkey, con una amplia sonrisa—. ¿Qué hacéis aquí?

Ella se sonrojó de inmediato, comprendiendo lo cerca que habían estado de ser sorprendidos en una situación comprometida. Y maldijo interiormente el día en que se le había ocurrido entregar los prodigios a todos los héroes para que patrullasen libremente por París.

—Estamos pensando en planes para localizar al Polillón —respondió Cat Noir—. Pero ya hemos terminado nuestra ronda y nos iremos a casa enseguida.

—¡De acuerdo, pues! ¡Yo seguiré con la mía! ¡La justicia nunca duerme! —exclamó, y se marchó saltando de tejado en tejado.

Ladybug aún estaba roja como un tomate. Se alegró, sin embargo, de que los hubiese sorprendido King Monkey, y no Rena, Ryuko, Vesperia o Viperion (o incluso, ¡horror!, Argos). Cualquiera de ellos habría sospechado, como mínimo, que los dos superhéroes sentados en el tejado tan juntos y ruborizados estaban haciendo algo más que «pensar en planes».

—Buf, eso ha estado cerca —murmuró entonces Cat Noir.

Se miraron de reojo, un poco apurados. Y se echaron a reír.

—Solo hace un día que hemos empezado con esto y ya casi nos han descubierto —dijo después Ladybug, un poco preocupada—. A lo mejor no será tan sencillo mantenerlo en secreto.

—Tal vez debamos escoger otro lugar para nuestras reuniones. O quizá otro momento.

Ladybug asintió.

—Con tantos superhéroes rondando por París, va a ser difícil encontrar un sitio al que ellos no puedan llegar —opinó—. Pero es poco probable que salgan a patrullar bien entrada la noche, ¿no te parece?

—¿Quieres… que nos veamos por la noche? ¿De madrugada, tal vez?

—Sí, eso estoy sugiriendo. ¿Qué opinas tú?

Cruzaron una mirada. Y Ladybug leyó en los ojos de Cat Noir que él también deseaba retomar el beso que habían interrumpido. El corazón se le aceleró.

Cat Noir tragó saliva.

—Me parece… bien. ¿Nos vemos… más tarde, pues?

—Más tarde —asintió ella.

No se atrevieron a compartir un beso de despedida, por si había más héroes cerca, pero cruzaron una mirada cargada de promesas.


NOTA: ¡Feliz Navidad, y feliz fin de año, y feliz 2024 por adelantado! Ladynoir volverá ya el año que viene (¿creéis que la sexta temporada llegará también en 2024? ¿O ya para 2025? En todo caso, ¡por aquí seguiremos mis historias y yo!).