Cat Noir retiró las manos del rostro de Ladybug y le susurró al oído:

—Ya puedes mirar.

Ella abrió los ojos y echó un vistazo a su alrededor, con curiosidad. No reconoció el lugar, al principio, pero le pareció un parque o un jardín, con árboles y senderos que serpenteaban entre los setos. No podía ver mucho más en la oscuridad de la noche, pero, de pronto, el rugido lejano de un animal salvaje le puso sobre la pista.

—¿Esto es… el zoo? —preguntó con sorpresa.

A su lado, Cat Noir asintió con una sonrisa.

—Está cerrado a estas horas y ya no hay nadie. Así que podemos pasear por aquí todo lo que queramos. Lo tenemos todo para nosotros.

Ella se volvió para mirarlo, maravillada. Cuando su compañero había dicho que sabía a dónde iba a llevarla para su segunda cita, aquella posibilidad no se le había ocurrido en ningún momento.

—¡Qué gran idea!

—¿Habías venido antes aquí? —preguntó él, ofreciéndole la mano.

Ladybug se la tomó, aún sonriendo.

—Claro, como todo el mundo. Y no es la primera vez que estamos aquí los dos. ¿Ya no te acuerdas de Animan?

—Ah, sí, Animan. —Cat Noir frunció el ceño, pensativo—. ¿No tienes la sensación de que ha pasado muchísimo tiempo desde entonces?

—Sí. Bueno, espero que esta vez todos los animales se queden en sus recintos.

—Seguro que sí —sonrió Cat Noir—. Y, de todas formas, sospecho que, si volviese a suceder, nos costaría mucho menos solucionarlo. Desde entonces nos hemos enfrentado a retos mayores y a enemigos mucho más peligrosos.

Ladybug asintió.

—Es verdad. Y estoy convencida de que superaremos todos los desafíos que estén por llegar. Juntos.

Comenzaron a pasear por el zoo, aún de la mano. Cat Noir estaba de buen humor y siguió charlando, despreocupadamente:

—¿Sabías que este es el segundo zoo más antiguo del mundo?

—¿Ah, sí? ¿Y cuál es el primero? —preguntó Ladybug, medio en broma, convencida de que él se había aprendido aquel dato solo para impresionarla.

—El Tiergarten Schönbrunn de Viena —respondió al punto Cat Noir, con un impecable acento alemán—. Fue fundado en 1752, mientras que este de aquí, la Ménagerie du Jardin des Plantes, abrió sus puertas en 1794.

—Vaya —murmuró Ladybug, sorprendida—. Sabía que era muy antiguo, pero no tanto.

París, de hecho, contaba con otro zoo mucho más grande y moderno a las afueras de la ciudad. Pero la Ménagerie du Jardin des Plantes tenía más encanto y, al ser tan céntrico, le pillaba más cerca de casa. Por no hablar del hecho de que el padre de su mejor amiga trabajaba allí.

Sonrió para sí, recordando la vez que Otis los había invitado a una visita a puerta cerrada, cuando el zoo estaba vacío. Había ido con Alya, Nino y Adrián, aunque este último había tenido que marcharse enseguida porque tenía otro compromiso, como de costumbre. Suspiró. Los echaba mucho de menos. Y también los viejos tiempos que había mencionado Cat Noir, cuando todo parecía mucho más sencillo.

—¿Estás bien? —preguntó él con suavidad.

Ladybug volvió a la realidad. No pensaba contarle que ya había estado allí en una visita privada con sus amigos, porque el chico parecía muy satisfecho consigo mismo y porque, en el fondo, también a ella le parecía que aquella era una velada especial, simplemente porque podía compartirla con él.

—Sí —respondió, oprimiéndole la mano con suavidad—. Muchas gracias por traerme aquí.

—Gracias a ti por aceptar venir —respondió Cat Noir.

Cruzaron una mirada repleta de ternura y siguieron paseando. Pronto se dieron cuenta, sin embargo, de que todo estaba demasiado silencioso.

Se asomaron a varias jaulas y recintos, pero no vieron apenas animales. Se habían escondido en los refugios o estaban acurrucados en algún rincón, profundamente dormidos.

—No había caído en esto —murmuró Cat Noir, avergonzado—. De noche, la mayoría de los animales duermen.

—Como la mayoría de las personas, sí —respondió Ladybug—. Bueno, no te preocupes; seguro que hay algunos animales nocturnos en el zoo.

—Sí, los lémures, creo, y la pantera y algún otro gran felino. ¿Quieres que vayamos a verlos?

Ella asintió, y los dos se detuvieron ante un plano del zoo para rehacer su ruta en función de las nuevas circunstancias. La lista de animales que pudieron ver despiertos resultó demasiado corta, pero Cat Noir tenía un plan B.

—Había preparado otra cosa para después —le dijo a Ladybug cuando terminaron el paseo—. ¿Quieres verla?

—Claro que sí —contestó ella.

Cat Noir la condujo hasta un espacio cubierto de hierba, al abrigo de un grupo de árboles. Allí había dispuesto una manta y una cesta de picnic. No había velas ni rosas esta vez, pero a Ladybug no le importó. Su compañero estaba dispuesto a pasar tiempo con ella, a solas, y eso era lo importante. Si él aún no estaba preparado para volver a cortejarla como en los viejos tiempos, Ladybug no podía culparlo.

Se sentaron sobre la manta y Cat Noir abrió la cesta.

—Espero que tengas hambre —le dijo—. Pensaba que tardaríamos un poco más en venir aquí, la verdad. Siento que la visita al zoo haya sido un poco decepcionante.

—No estoy decepcionada en absoluto —le aseguró ella—. Pero la verdad es que ya he cenado.

—No es una cena. Más bien… un tentempié. Un piscolabis. Una recena.

Cat Noir sacó un termo, dos tazas y una bolsa de la panadería Dupain-Cheng.

—Croissants con chocolate calentito —anunció—. ¿Te apetece?

—¡Pues sí! —exclamó ella, encantada. El traje la protegía del frío, pero la noche era fresca de todos modos y tenía ganas de tomar algo caliente.

Cat Noir sirvió el chocolate en las tazas y le ofreció una a Ladybug.

—Pruébalo, está muy bueno. Y me ha costado un montón encontrarlo.

—¿Y eso? —se sorprendió ella.

—Al parecer, ahora todo el chocolate tiene que hacerse con leche de soja. Cada vez hay menos sitios que sigan usando la leche de vaca, y con los nuevos impuestos ecológicos, el chocolate tradicional ha subido mucho de precio. Pronto ya no se venderá, o lo tendrán solo en sitios muy exclusivos.

—Vaya —murmuró Ladybug, impresionada—. No lo sabía.

Pensó entonces en sus padres, que usaban chocolate para gran parte de su bollería. Se preguntó si aquellas nuevas normas los afectarían a ellos de alguna manera, y se dijo a sí misma que tendría que preguntárselo.

—Pero es por el bien del planeta, así que supongo que está bien —concluyó Cat Noir, encogiéndose de hombros.

—Sí —murmuró Ladybug.

Probó el chocolate, que estaba exquisito y a la temperatura perfecta.

Charlaron de cosas sin importancia mientras comían. Cuando acabaron, guardaron los restos en la cesta y se tumbaron sobre la manta para contemplar el cielo nocturno. Ladybug se acurrucó junto a Cat Noir y apoyó la cabeza sobre su pecho. Él le rodeó la cintura con el brazo.

—¿Te está gustando… la cita? —preguntó entonces, dubitativo—. No estaba seguro de cómo plantearla. No sabía si esperabas algo más… romántico, o tal vez…

—Todo está bien —lo tranquilizó ella—. A mí me gusta estar contigo en cualquier circunstancia.

—¿De verdad? —se sorprendió Cat Noir.

Ladybug rió.

—Claro que sí. No terminas de creértelo, ¿verdad? —añadió, algo más seria.

—No… es decir, sí, claro que sé que hay algo entre nosotros y que no es… un sueño, esta vez. Pero, dado que los dos tenemos… otras personas…, aún no estoy seguro de cómo debo actuar. Ni de lo que esperas… de mí. —Ladybug no supo qué responder a esto, y él continuó—: Quiero decir… imagina que la trampa del jueves sale bien y descubrimos la identidad del Polillón y acabamos por recuperar el prodigio de la mariposa relativamente pronto. ¿Qué haríamos… después? ¿Seguiríamos juntos? ¿Volveríamos con… ellos? Supongo que tienes ganas de retomar la relación con tu ex novio donde la dejaste, y es lógico, así que no sé… si estás realmente interesada en… que seamos pareja tú y yo, porque sé que esto es solo… temporal.

Ladybug inclinó la cabeza, pensativa.

—Entiendo lo que quieres decir —murmuró—. Y hay algo… que tengo que contarte al respecto.

—¿Ah, sí? —preguntó él, curioso—. ¿Y qué es?

Ladybug dudó un momento antes de responder. Tenía la confesión en la punta de la lengua y sabía que sería capaz de expresarla sin problemas, porque era muy fácil hablar con Cat Noir y compartir con él cualquier cosa que le pasase por la cabeza. No temía a la reacción de su compañero, en realidad, ni a nada que él pudiese contestarle. Pero no quería hacerle daño ni confundirlo todavía más.

No obstante, Cat Noir le había reprochado en el pasado que ella no había sido sincera con él, le había ocultado información importante o no había sido capaz de confiar en su compañero. Y era cierto que todo ello les había acarreado problemas, discusiones y sufrimiento a los dos.

Inspiró hondo. Cat Noir merecía saber la verdad, decidió.

—Creo que… estoy enamorada de ti —confesó por fin.

Bajó la cabeza, incapaz de mirarlo a los ojos. Él dio un ligero respingo, sorprendido, pero no dijo nada. Ladybug continuó, incómoda:

—No te voy a mentir: todavía pienso a menudo en mi ex novio, todavía lo echo de menos. Pero sé que, si tuviese la oportunidad de volver con él…, tendría que renunciar a ti. Y no puedo, Cat Noir. No me siento capaz. Ya no me imagino mi vida sin ti.

—Milady… —murmuró él, conmovido.

—Sé que esta es una relación complicada: el secreto, la doble identidad, nuestra misión como protectores de París… —continuó ella—. Por eso he decidido que, cuando hayamos recuperado el prodigio de la mariposa y ya no haya riesgo de que nadie nos akumatice…, te diré quién soy… detrás de la máscara.

—¿Qué? Pero…

—Tú no tienes por qué hacer lo mismo —se apresuró a aclarar ella—. Si no estás preparado o prefieres que tu identidad siga siendo un secreto…, lo entenderé. A mí no me importa, en realidad. Sea cual sea tu verdadero nombre, yo te voy a querer igual.

—Ladybug… —musitó él.

Pero ella no había terminado.

—Y si, después de todo eso —prosiguió—, decides volver con tu chica…, también lo entenderé. Sé que eras muy feliz a su lado y que la echas mucho de menos. Y yo quiero que seas feliz, y además…, probablemente ella te merezca más que yo.

Enterró el rostro en el hombro de Cat Noir, con las mejillas ardiendo, sin atreverse a mirarlo a los ojos. Lo sintió inspirar hondo y se preguntó si no habría ido demasiado lejos. Tal vez él no esperaba que fuese tan sincera con respecto a sus sentimientos.

—Milady —dijo entonces Cat Noir, con suavidad—. ¿Crees que no me mereces? —Ella no respondió, y él continuó—: Eres una chica extraordinaria. Y ella también lo es —añadió, tras una pausa—. Me siento muy afortunado por haber tenido la oportunidad de conoceros a ambas. Y porque las dos tengáis… sentimientos hacia mí. Y es verdad que era muy feliz con ella, pero… también pienso que podría serlo contigo. Y no solo porque haya visto cómo podría ser nuestro futuro en común gracias a una extraña joya mágica, sino, sobre todo… porque es así como lo siento.

Ladybug tragó saliva, emocionada.

—No tienes por qué decidirlo ahora —le dijo con dulzura—. Es posible que tardemos mucho en derrotar al Polillón, y para entonces quizá las cosas hayan cambiado. Tal vez puedas volver aún con tu novia, o tal vez ya no, o quizá lo nuestro no salga bien a medio plazo y ya no estemos… juntos. Pero de todas formas quería que supieses lo que siento por ti. Para que no haya malentendidos en el futuro.

—Y yo te agradezco que hayas sido sincera —respondió Cat Noir—. De hecho…, también yo tengo algo que contarte.

—¿De verdad? ¿De qué se trata?

—El otro día estuve hablando con Alix.

Ladybug tardó un poco en comprender a qué se refería.

—Oh —murmuró entonces—. ¿Te dijo algo interesante?

—De hecho, sí.

Cat Noir procedió a relatarle la conversación que había mantenido con la portadora del prodigio del conejo. Le habló del "nudo" y de las dos ramificaciones que conducirían a futuros diferentes… en función de cómo actuara él en un momento determinado.

—¿Quieres decir que… si no derrotamos al Polillón en un par de semanas… ya no lo haremos en, al menos, diez años? —se alarmó ella—. ¿Y qué tenemos que hacer para que eso pase? ¿Y cómo vamos a saber…?

—Cálmate —trató de tranquilizarla él.

Recordó entonces los motivos por los que Alix no le había contado aquello a Ladybug: «Ya la conoces: se agobiaría muchísimo, se pasaría todo el tiempo preguntándose si debería hacer esto, lo otro o lo de más allá…».

Y sabía que Alix tenía razón; pero Ladybug no dejaba de ser su compañera y, por tanto, sentía que tenía que compartir esa información con ella.

Enseguida pensó que, probablemente, Alix ya contaba con ello. Sonrió.

—He estado pensando que eso quiere decir que estamos en el buen camino —le dijo—. Si en menos de dos semanas tendremos la ocasión de derrotar al Polillón…, eso significa que la trampa que le estamos preparando funcionará de alguna manera. Y que, si no nos conduce a descubrir su identidad…, al menos nos pondrá sobre la pista, o le llevará a cometer alguna clase de error.

—En ese caso, no podemos desaprovecharlo —murmuró Ladybug—. Pero tú… ¿no tienes ni idea de qué puede ser?

Cat Noir negó con la cabeza.

—Alix no me lo quiso contar. Solo dijo que, en un momento determinado, estará en mi mano tomar una decisión que conducirá a un futuro o a otro. —Suspiró—. No se me da nada bien decidir, Ladybug. Si tengo claro lo que quiero, no hay problema, claro, pero cuando no sabes a dónde te llevará el camino que escojas… ¿cómo puedes evaluar los resultados?

—¿No puedes saberlo? —preguntó ella—. Quiero decir…, si pudieses elegir entre derrotar al Polillón ahora y hacerlo dentro de diez años…, ¿por qué ibas a elegir la segunda opción?

—Porque quizá en el momento de la elección no tengas claro cuál de las dos opciones nos llevará a uno o a otro futuro —respondió él—. Y también porque es posible que cada acción tenga… consecuencias. ¿Recuerdas cuando te enfrentaste a Gabriel Agreste y decidiste darle otra oportunidad? ¿Y entonces él te robó los prodigios y pidió un deseo?

—Sí —musitó Ladybug.

—Si lo hubieses vencido en ese momento —prosiguió Cat Noir—, el prodigio de la mariposa no se habría perdido. Y Gabriel seguiría vivo..., pero Nathalie no.

Ladybug pensó que Gabriel habría muerto de todos modos, puesto que estaba afectado por el Cataclysm de su compañero. Pero nunca había compartido con él esa información, y seguía dispuesta a guardársela para sí.

—En aquel momento decidiste hacer lo que creías que era mejor —concluyó Cat Noir—. Y confiaste en Gabriel Agreste. Pero no podías saber qué consecuencias traería tu decisión.

Calló un momento, sorprendido, al comprender de pronto que quizá la elección que tendría que hacer él en un futuro cercano ayudaría a corregir las consecuencias de la que había tomado Ladybug entonces. El prodigio de la mariposa se había perdido porque ella había decidido confiar en Gabriel Agreste. Quizá había algo de justicia poética en el hecho de que su hijo fuese a tener la oportunidad de arreglarlo a corto plazo.

—¿Quieres decir… que crees que es posible que la elección que a priori parece ser la mejor… podría tener… otras consecuencias? —comprendió Ladybug, sobrecogida.

—La Bunnyx adulta que nosotros conocemos procede de un futuro en el que el Polillón todavía está haciendo de las suyas —explicó él—. Ese futuro existe todavía, a pesar de que ahora hay una ramificación. Eso quiere decir que una versión de mí mismo escogerá no derrotarlo cuando tenga la oportunidad. No hago más que darle vueltas a eso, Ladybug. ¿Por qué razón haría yo tal cosa? Lo único que se me ocurre es que, para salvar París, tenga que dejar que pase algo terrible a cambio. O sacrificar a alguien que me importa.

—No pienses en eso —protestó ella—. No tiene por qué ser así.

—No, claro. También es posible que, cuando llegue el momento, no pueda saber realmente cuál de las dos opciones conducirá a la derrota del Polillón, y cuál lo ayudará a conservar su prodigio durante una década más. Y, la verdad…, estoy asustado. Tengo miedo de meter la pata.

Ella lo abrazó con fuerza.

—No vas a meter la pata —le aseguró—. Yo no te dejaré. Y pase lo que pase, sean cuales sean las consecuencias… las afrontaremos juntos.

Él la contempló con cariño.

—Tú y yo contra el mundo, milady —dijo, sonriendo.

Ella le devolvió la sonrisa.

—Siempre, gatito —respondió sin más.

Pero estaba inquieta, en el fondo. No solo por todo lo que él le había contado y por la posibilidad de que pudiese tomar la decisión equivocada por las razones que fueran, sino también porque, si vencían…, también tendrían que plantearse qué iba a ser de su relación. Si iban a recuperar pronto el prodigio de la mariposa, quizá Cat Noir aún estaría a tiempo de volver con su ex novia. Se le encogió el corazón, pero decidió no mencionar el tema, porque le pareció egoísta y superficial.

Sin embargo, fue él quien lo sacó a colación.

—Todo esto significa también —dijo— que, si elijo bien y recuperamos el prodigio de la mariposa en pocos días…, podremos replantearnos lo nuestro entonces.

—Sí —susurró ella.

—¿Tú volverías con tu chico… si pudieses? —tanteó Cat Noir.

—A mí me gustaría que tú fueses «mi chico» —respondió Ladybug con timidez—. Incluso después de recuperar el prodigio perdido. Pero, si tienes la oportunidad de regresar con tu ex novia…, si todavía la quieres y la echas de menos…, adelante, yo no voy a intentar detenerte. Te revelaría mi identidad de todos modos. Para que sepas siempre dónde encontrarme, aunque volviésemos a ser solamente amigos.

«Y para que tengas toda la información que necesites a la hora de tomar tu decisión», pensó en silencio. Sabía que Cat Noir se había sentido atraído también por Marinette y tenía la esperanza de que aquello pudiese inclinar la balanza en su favor, llegado el momento.

Pero no se trataba solo de eso. Realmente pensaba que no era justo pedirle a su compañero que eligiese a una chica que ocultaba su identidad tras una máscara, por mucho que ella sí estuviese dispuesta a escogerlo a él sin conocer su verdadero nombre.

Cat Noir apoyó la cabeza en el hombro de Ladybug con un suspiro.

—Ese es el problema —murmuró—. Yo no sé si podría volver a ser solamente tu amigo.

El corazón de Ladybug se aceleró. Buscó algo apropiado que decir, pero no lo encontró.

—Pero, si fallo a la hora de reconocer el nudo —continuó él—, o de escoger la opción correcta…, y tenemos que seguir enfrentándonos al Polillón durante varios años más…, ¿qué será de nosotros?

—No podremos volver con nuestros ex novios hasta que lo derrotemos —susurró Ladybug—. Y es poco probable que ellos vayan a esperarnos tanto tiempo.

—¿Crees que nuestra vida en común… sería como en la visión de Darker Owl? ¿Que, de adultos, llegaríamos a casarnos…, e incluso a tener hijos…, sin saber nuestras verdaderas identidades?

—No creo que llegase a suceder así —respondió ella con prudencia—. Pienso que en la visión éramos Ladybug y Cat Noir porque ninguno de los dos conoce la identidad del otro todavía, así que no podíamos imaginarnos de ninguna otra manera. Sin la máscara, quiero decir. Y, en cuanto a la boda y los bebés…, tampoco hay tanta prisa, ¿no? Somos aún muy jóvenes, podemos esperar a derrotar al Polillón para hacer todo eso. Aunque tengan que pasar años.

—Claro, ese es otro problema. Si seguimos adelante con lo nuestro…, durante años…, ¿podríamos mantener en secreto nuestras identidades al mismo tiempo?

Ladybug reflexionó. El principal motivo por el que se había negado a iniciar una relación con Cat Noir hasta hacía bien poco (aparte del hecho de que existía Adrián, por supuesto) era la posibilidad de que él volviera a convertirse en Cat Blanc. Que llegasen a descubrir sus identidades de alguna manera y uno de los dos fuese akumatizado en algún momento y pudiese traicionar al otro.

—Tendríamos que hacerlo así, no hay otra forma —respondió—. Mientras cualquiera de los dos pueda ser akumatizado, no debemos conocer nuestras identidades.

—Pero, si no nos han akumatizado hasta ahora…

—A mí sí han estado a punto de akumatizarme —le reveló ella entonces. No tenía intención de hablarle de Cat Blanc, pero decidió que aquello sí podía contárselo—. Un par de veces.

Cat Noir la miró con sorpresa.

—¿Qué…? Pero… ¿cómo pasó? ¿Y por qué no me habías dicho nada?

Ladybug se encogió de hombros.

—No fui exactamente yo, sino mi identidad civil. La primera vez no sé qué pasó ni por qué dejé de oír de pronto la voz de Hawk Moth en mi cabeza, y la segunda… había alguien a mi lado que me ayudó a rechazar la akumatización. —Le dirigió una tímida mirada de soslayo, pero él no lo captó. Seguía contemplándola con perplejidad—. Si volviese a pasar una tercera vez, nuestro enemigo podría descubrir mi identidad. Y necesito que la tuya se mantenga a salvo…, para que puedas rescatarme. Y por la misma razón tú no debes descubrir quién soy yo…, antes de tiempo.

Cat Noir inclinó la cabeza, pensativo.

—Eso lo entiendo. Lo que me pregunto es… si podríamos mantener una relación a largo plazo…, no necesariamente como la que vimos cuando lo de Darker Owl, sino…, simplemente como novios…, sin llegar a descubrir la identidad del otro. Por error o por accidente, quiero decir.

—Yo tampoco lo sé, pero estoy dispuesta a intentarlo. Yo no voy a tratar de descubrir tu identidad, y sé que tú tampoco vas a hacer nada al respecto. Y ahora ya no nos destransformamos de forma automática después de usar nuestro poder, así que es menos probable que suceda por casualidad. Podría salir bien… Es decir, si tú quisieras —añadió, con timidez.

Él le sonrió.

—Lo estoy considerando muy seriamente, milady —le confesó.

Ella le devolvió la sonrisa.

—No tienes por qué decidirlo ahora —le recordó.

—Lo sé —respondió él.

«Pero tal vez sí deba decidirlo en unos días, si tenemos la oportunidad de derrotar a nuestro enemigo», pensó.

Se preguntó, de todos modos, si existía aún aquella elección para él. Incluso si escogía correctamente cuando llegara el momento y lograban recuperar el prodigio de la mariposa a corto plazo, ¿estaría Marinette interesada en volver con él? Durante su conversación con Cat Noir, ella había hablado de Adrián con mucho afecto, pero también había dejado claro que consideraba que su relación había terminado y que eso era lo mejor para los dos.

Y, además, había otra persona. Cat Noir se había preguntado quién podría ser, pero no había llegado a ninguna conclusión. Lo lógico habría sido pensar que se trataba de un compañero de su nueva escuela. Pero Marinette había dicho que se conocían muy bien, y no hacía tanto tiempo que había cambiado de instituto.

Cat Noir se sentía cada vez más confundido. Aún quería muchísimo a Marinette, pero no podía negar que también adoraba a Ladybug y que la posibilidad de enamorarse otra vez de su mejor amiga… y de que ella le correspondiese…, le parecía un sueño hecho realidad. Un sueño que, si pasaba por alto los extraños detalles de la visión de Darker Owl, como los relojes o los bebés, por ejemplo…, podría ser hermoso.

Podría ser perfecto.

Y peligroso, también. Porque, cuanto más tiempo pasaran juntos, más posibilidades habría de que alguno de ellos descubriese la identidad del otro por accidente.

Pero Cat Noir empezaba a pensar que aquel sentimiento era una bola de nieve que habían echado a rodar montaña abajo. Y se había vuelto tan inmenso que ya no había manera de detenerlo.

Permanecieron en silencio un rato, abrazados, disfrutando simplemente de su mutua compañía. Entonces Ladybug se deshizo las coletas para estar más cómoda y su cabello cayó suelto sobre sus hombros.

Cat Noir se quedó contemplándola, maravillado.

—Te has soltado el pelo —observó.

—Bueno, sí —respondió ella con perplejidad.

—¡Te has soltado el pelo! —repitió él—. Ya sé que para ti no es nada extraordinario —explicó—, pero yo nunca te había visto con el cabello suelto. Es… una bonita novedad.

Ladybug se sonrojó.

—¿Te gusta?

—Mucho —admitió Cat Noir.

Se acurrucó a su lado con una sonrisa de satisfacción, y Ladybug no pudo evitar echarse a reír.

—Qué fácil es hacerte feliz, gatito.

—No te haces una idea —respondió él, aún sonriendo—. En realidad, soy un felino de gustos sencillos. Me gusta pasar el tiempo con la gente que me importa. Me gusta hacer reír a mi chica —añadió, tras una pausa. Ladybug se quedó callada un momento, sin atreverse a preguntar si se refería o no a ella. Cat Noir añadió entonces—: Una vez dijiste… que te gusta mi sentido del humor.

—Sí —respondió ella—. Y sabes que hablaba en serio, porque estaba afectada por el poder de Verdad. A ella… a tu ex novia… también le gusta, ¿verdad? —se atrevió a preguntar.

Él lo pensó un instante antes de contestar:

—No estoy seguro. Creo que no tiene muy claro cuándo hablo en serio y cuándo estoy de broma, y eso la desconcierta un poco. Debes saber, milady, que en mi vida privada soy un gato muy formal.

Ladybug sonrió.

—¿De verdad? Nunca lo diría.

—De verdad. Una vez le gasté una broma… No lo hice con mala intención, solo intentaba hacerla reír, pero la pobre se lo tomó muy mal. No es que no tenga sentido del humor, porque es muy graciosa y divertida, es que creo… que no se lo esperaba de mí.

Ladybug inclinó la cabeza, pensativa.

—Creo que la entiendo, ¿sabes? Yo, al principio, pensaba que eras incapaz de tomarte nada en serio. Porque siempre estabas haciendo juegos de palabras y diciendo tonterías. No es que no lo encontrara divertido, pero me parecía… fuera de lugar, especialmente si lo hacías mientras yo intentaba… salvar el mundo.

Cat Noir se rió con suavidad.

—Es verdad —admitió—. A veces puedo ser un poco inoportuno.

—Pero, ahora que te conozco mejor —continuó ella—, entiendo que solo intentas animarme y rebajar un poco la tensión. —«Que es tu forma de decir que es bueno que estemos juntos», quiso añadir. Pero finalmente no lo hizo—. Porque sí eres capaz de centrarte y entregarte al cien por cien a tu misión —continuó—. Porque, cada vez que yo fallaba o tenía dudas…, ahí estabas tú, siempre, desde el primer día. Para ser mi roca. Mi tabla de salvación en el naufragio.

—Eso es… muy bonito —murmuró Cat Noir, casi sin aliento.

—Lo que quiero decir es que eres mucho más de lo que pareces a simple vista —prosiguió Ladybug, tratando de centrarse—. Hay un superhéroe muy competente detrás del gato que dice tonterías. Y detrás del chico serio y formal hay alguien con un maravilloso sentido del humor. Y los dos son parte de ti, pero hay que llegar a conocerte bien para descubrirlo.

—Es posible —reconoció Cat Noir, pensativo—. Supongo que son las desventajas de tener una doble identidad. ¿Te pasa a ti también?

—Oh, sí, todo el tiempo —sonrió ella—. Soy mucho más seria y responsable como Ladybug porque tengo una misión que cumplir y todo eso. Pero en mi vida diaria soy un desastre con piernas —sonrió—. Por eso me costó tomarme en serio tus sentimientos hacia mí, al principio. Pensaba que me habías idealizado, que solo veías la cara de la superheroína y que no te gustaría la chica que había detrás de la máscara, si algún día llegabas a conocerla.

—Y ahora… ¿no piensas así?

Ella sonrió otra vez.

—Eres mi mejor amigo —respondió con sencillez—. Hemos pasado muchísimas cosas juntos. Tú me conoces mejor que nadie. Me has visto triunfar, pero también me has visto caer y has estado a mi lado en mis peores momentos. Y, aun así…, me querías.

—Eso no es del todo exacto —puntualizó él con suavidad—. Todavía te quiero.

Ella alzó la cabeza para mirarlo. Los ojos felinos de Cat Noir estaban repletos de ternura. Cuando los labios de él volvieron a posarse sobre los suyos, Ladybug suspiró y le echó los brazos al cuello. Se estremeció de felicidad al sentir los brazos del chico rodeándole la cintura.

—Después de todo lo que ha pasado —murmuró ella, entre besos—, y después de tanto tiempo…, todavía me quieres. ¿Cómo no voy a quererte yo?

—No me quieres por eso, y lo sabes —le susurró él al oído, juguetón.

Ella soltó una risita.

—¿Ah, no? ¿Y por qué te quiero, entonces?

—Por mi inimitable sentido del humor, tú misma lo has dicho. Y porque te hago reír.

Frotó la mejilla contra su cuello como si fuese un gatito, y ella dejó escapar una carcajada sin poderlo evitar.

—¡Para, para! Me haces cosquillas.

—¿Ah, de verdad? —preguntó él, sonriendo maliciosamente—. ¿Cómo, así?

Sus dedos recorrieron los costados de su compañera, que se retorció de risa entre sus brazos.

—¡No, para! —protestó.

Cat Noir se detuvo de inmediato. Aún riendo, Ladybug se acurrucó entre sus brazos.

—Qué falta de respeto —murmuró con fingida indignación.

Pero él se había quedado extrañamente callado, y ella alzó la cabeza para mirarlo.

—¿Cat Noir? ¿Qué te pasa?

Él volvió a la realidad.

—Sí, sí, solo… —Sacudió la cabeza—. Da igual. Estoy bien, de verdad —le aseguró, al ver que ella seguía observándolo con inquietud.

Le dedicó un guiño simpático, y Ladybug sonrió, más aliviada, y volvió a acurrucarse junto a él.

Cat Noir la rodeó con el brazo y le acarició el cabello, y ella cerró los ojos para dejarse llevar por su caricia.

Pero el corazón de él latía salvajemente contra su pecho.

La risa de Ladybug. Aquella risa, pura y fresca como una cascada. La habría reconocido en cualquier parte.

Era la misma risa de Marinette.


NOTA: De verdad que pienso que a estas alturas, sobre todo después de haber estado saliendo juntos como Adrinette, deberían ser capaces de reconocerse de alguna manera (como Alya a Nino). Pero en fin, tenemos que inventarnos drama 0_0 . ¡Feliz San Valentín por adelantado!