—Garras dentro, Plagg —murmuró Cat Noir.

Se transformó de nuevo en Adrián y miró con nerviosismo a su alrededor. Pero allí, en su habitación, solo seguían estando él y su kwami.

Respiró hondo. Vivía en tensión constante desde que sabía que su padre había sido Monarca y sospechaba que Nathalie podría estar siguiendo sus pasos.

Pero ahora tenía otras cosas en qué pensar.

—Plagg… —empezó.

—¿Sí? —preguntó el kwami—. Estás muy serio. ¿No lo has pasado bien en tu cita con Ladybug?

Adrián guardó silencio un momento. Quería compartir sus dudas con él, pero recordó que no era la primera vez que sospechaba de Marinette y que Plagg había intentado convencerlo entonces de que estaba equivocado.

—Sí —respondió por fin—. Sí, es solo que… estoy cansado. Es muy tarde. Creo que me voy a dormir.

—Es una muy buena idea —opinó Plagg, y voló como una flecha hacia la cama de Adrián para acomodarse sobre su almohada.

El chico se cambió de ropa y se acostó, aún pensativo. La cabeza le daba vueltas. ¿Sería posible que Ladybug fuese Marinette, después de todo? Mientras estaban juntos en el zoo, abrazados en la penumbra, le había parecido que estaba claro, como si hubiese tenido una iluminación. Pero, cuantas más vueltas le daba, más temía haberse equivocado.

Le pasaba, de hecho, que cuando estaba con Ladybug pensaba a menudo en Marinette. Eran algunos pequeños gestos o expresiones de ella, que le recordaban muchísimo a la otra chica de la que estaba enamorado. Pero siempre había creído que se debía a que la echaba mucho de menos y a que, en el fondo, se sentía culpable por iniciar algo con Ladybug cuando aún tenía sentimientos por Marinette.

Le había sucedido también algo similar durante aquel verano en el que ambos habían estado saliendo juntos. Había sido muy feliz junto a Marinette, pero recordaba con frecuencia a Ladybug. Había dado por sentado entonces que era porque no se veían desde la caída de Monarca, y él tenía muchas ganas de preguntarle por los detalles y, sobre todo, por saber cómo le iba. Era lógico que echara de menos a cualquiera de las dos chicas si pasaba un tiempo sin verla, ¿verdad? Eso era, al menos, lo que había creído hasta entonces. Pero… ¿y si no era simple añoranza? ¿Y si cada una de ellas le recordaba a la otra… porque eran la misma persona?

Cerró los ojos e intentó concentrarse en colocar todas las piezas en su sitio. Se dio cuenta de que algunas encajaban, pero otras…, no tanto.

Por ejemplo, si Ladybug era Marinette, eso explicaría su extraño comportamiento con respecto a Adrián Agreste. Y la razón por la que se empeñaba en protegerlo hasta el punto de haber mentido a toda la ciudad acerca de lo sucedido el día de la caída de Monarca. Porque, para ella, Adrián no era una celebridad con la que se había cruzado un par de veces. Era su novio.

Se estremeció. Esa era otra de las cosas que no encajaban. Porque no era posible que él y Ladybug hubiesen sido novios, hubiesen estado saliendo juntos…, sin que ninguno de los dos lo supiera.

Además, Ladybug no se había enamorado de él hasta hacía bien poco, ¿verdad?

De Cat Noir, se corrigió entonces a sí mismo. No de Adrián. Aunque fuesen la misma persona, ella no tenía ni idea.

Y sí. Si Ladybug era Marinette, entonces sí había estado enamorada de Adrián desde hacía muchísimo tiempo. De hecho…

Abrió mucho los ojos al darse cuenta. El chico por el que bebía los vientos Ladybug cuando se conocieron, el chico por el que había rechazado a Cat Noir una y otra vez… era él mismo. Adrián Agreste.

También podía ser Luka, ahora que lo pensaba, pero era menos probable, sabiendo lo que sabía acerca de Marinette.

Y Ladybug había estado saliendo con él hasta hacía poco. Y habían roto porque ella quería protegerlo del nuevo portador de la mariposa y centrarse en su misión, o eso le había dicho.

Adrián y Marinette se habían separado también por las mismas fechas.

Sacudió la cabeza, extrañado. Ladybug le había contado que su chico estaba interesado en otra persona. Pero él no se había fijado en otra que no fuera ella. Marinette, de hecho, le había dicho a Cat Noir algo parecido: que su ex novio tenía sentimientos por otra chica.

¿Se referiría a Ladybug o a otra persona? Pero Marinette tenían modo de saber que Adrián también estaba enamorado de la superheroína. Él había sido muy cuidadoso en ese aspecto, para evitar que ella descubriese su identidad secreta.

Pero… ¿y si ya lo había averiguado por su cuenta? ¿Y si sabía que Cat Noir y Adrián eran la misma persona? Quizá eso explicaría por qué se había enamorado de los dos casi al mismo tiempo…

No tenía por qué, se corrigió enseguida. También él se había enamorado de Ladybug y de Marinette. Primero de una, luego de otra, y después había descubierto que aún tenía sentimientos por la primera, pero no conseguía olvidar a la segunda. Y eso era lo que lo volvía loco y le impedía disfrutar de su relación con Ladybug como podría haberlo hecho en otra época. Pero…, si de verdad las dos chicas eran una sola…

El corazón se le aceleró. Ladybug le había dicho que le revelaría su identidad el día que derrotasen al Polillón. ¿Y si, cuando ella pronunciase las palabras mágicas…, Adrián descubría que detrás de la máscara estaba Marinette? ¿Podría ser de verdad tan afortunado?

Pero no era posible, pensó. Era cierto que las dos chicas tenían muchas cosas en común. Pero también otras que las diferenciaban.

Sabía, por ejemplo, cómo era salir con Marinette, que era muy tímida y lo pasaba mal a la hora de expresar con claridad lo que sentía. Había tardado mucho en reunir el coraje para decirle a Adrián que lo quería, a pesar de que llevaba mucho tiempo enamorada de él. Lo del primer beso también les había costado bastante.

A Adrián no le molestaba, en realidad. Había sido bonito salir con Marinette, había sido una relación llena de ternura, en la que cada paso era importante porque ella necesitaba tiempo para sentirse cómoda a su lado. A él no le había importado esperarla, y ahora comprendía que era Ladybug quien le había enseñado a ser paciente y a tomarse las cosas con calma. Así, de hecho, había podido disfrutar más de cada etapa del camino.

Con Ladybug, en cambio, todo sucedía vertiginosamente deprisa. Su compañera de aventuras era apasionada, sabía lo que quería y era perfectamente capaz de decírselo a la cara. Adrián no podía imaginar a Marinette comportándose como ella…

¿O sí?

De pronto evocó una noche absurda y maravillosa en la que Cat Noir y Marinette se habían besado un par de veces… en una primera cita en la que los dos habían sido muy sinceros el uno con el otro. Es decir…, que Marinette era también muy capaz de mostrarse abierta y atrevida con un chico…, siempre que no se tratara de Adrián Agreste, claro. O siempre que ese chico fuese Cat Noir.

Se incorporó, con el corazón latiéndole con fuerza. Casi despertó a Plagg, que roncaba sobre su almohada. Pero el kwami farfulló algo sobre queso, se dio la vuelta y siguió durmiendo.

Sí que encajaban todas las piezas, en realidad. Marinette y Adrián… Marinette y Cat Noir… Ladybug y Cat Noir. Ladybug y Adrián. Todas las cosas extrañas que había hecho Ladybug… Todos los comportamientos inexplicables de Marinette… se entendían mucho mejor si asumía que las dos eran la misma persona.

Salvo que él las había visto juntas en alguna ocasión, así que no podía ser que…

…Pero, en aquella época, Ladybug tenía en su poder el prodigio del zorro, recordó de pronto.

Naturalmente, pensó, sonriendo para sí. La adorable Multimouse era Marinette, por descontado…, pero también Ladybug. De ahí que fuese capaz de actuar con la brillantez y el ingenio de la superheroína a pesar de que, en teoría, era la primera vez que utilizaba un prodigio. Y uno especialmente complejo de dominar, además.

Multimouse le había revelado su identidad a Cat Noir «sin querer», y por eso Ladybug ya no podría volver a confiarle el prodigio del ratón. Pero, tiempo después, cuando su compañera había elegido a otros portadores, no le había importado que Cat Noir estuviese presente. Así que, obviamente, todo aquello no había sido más que un teatrillo para que él no volviese a sospechar de Marinette.

Adrián volvió a tumbarse, con un suspiro pesaroso. Era lógico que Ladybug hiciese todo lo posible, incluso mentirle o engañarle, con tal de proteger su identidad secreta. Aquello podía comprenderlo. Pero lo cierto era que ella le había ocultado muchas otras cosas con anterioridad. Y que, a pesar de todo lo que habían pasado juntos, le había costado mucho confiar en él.

Adrián había llegado a pensar que las cosas habían cambiado entre los dos, especialmente después de que ella le contara toda la verdad sobre Gabriel Agreste. Por supuesto, había compartido aquella información con Cat Noir, no con el chico que se ocultaba tras la máscara. Pero el dolor que le había causado a él descubrir los oscuros secretos de su familia se había atenuado un poco por el simple hecho de que Ladybug por fin hubiese decidido confiar en él. Sin embargo, no terminaba de entender por qué le ocultaba la verdad a Adrián, que era el primer afectado en aquella historia. Había aceptado la explicación de que Ladybug solo quería protegerlo, al igual que protegía a todos los ciudadanos de París. Pero no tenía mucho sentido, y ambos lo sabían.

Sin embargo…, si Ladybug era en realidad Marinette…, si había tratado personalmente a los Agreste y quería a Adrián de corazón…, su actitud tenía todavía menos sentido. Porque ya no era solo una heroína tratando de proteger a un civil. Era Marinette ocultándole a su novio la verdad sobre su padre. Participando en un homenaje a su memoria a pesar de que sabía de primera mano que había sido un supervillano.

Adrián cerró los ojos con fuerza. La relación entre Marinette y los Agreste era complicada. La historia de Ladybug y Monarca era… dramática, por decirlo de un modo suave. ¿Era ese el motivo por el que Ladybug había accedido a cumplir el último deseo de Gabriel Agreste? ¿Porque, después de todo, era el padre de su novio? ¿Y por qué razón los dos habían llegado a la conclusión de que lo mejor para él sería seguir viviendo en la ignorancia de lo que había sucedido en realidad? ¿Por qué Ladybug había confiado en Monarca, pero Marinette no confiaba en Adrián?

«Tal vez… Tal vez estoy equivocado», pensó. «Marinette no puede ser Ladybug. Y si lo fuera…»

Si lo fuera, ¿qué? A Adrián le daba vueltas la cabeza. Si resultaba que su antigua novia y su nueva novia resultaban ser la misma persona…, ¿qué iba a hacer al respecto?

Ladybug le había dicho que era esencial para su relación, y para la seguridad de París en general, que ninguno de los dos descubriese la identidad del otro. Para que no pudiesen traicionarse mutuamente si los akumatizaban.

Pero, si resultaba que Cat Noir había averiguado por accidente algo que no debía saber…

Frunció el ceño, decidido. Por muy confundido que se sintiese con respecto a la actitud de Marinette…, o de Ladybug…, no podía permitir que aquello lo perturbase hasta el punto de que su enemigo pudiese aprovecharse de ello. Tenía que hacer todo lo posible para que no tuviese ocasión de akumatizarlo.

Y eso implicaba, por descontado, que no podía dejar pasar la oportunidad de vencerlo, cuando llegase el momento.

Cuanto más se acercaban al «nudo» del que le había hablado Alix…, cuanto menos tiempo faltaba para que él tuviese que tomar la decisión adecuada…, menos comprendía por qué se plantearía siquiera dejar que el Polillón siguiese aterrorizando París durante una década más.

Estaba claro que, dadas las circunstancias, ni él ni Ladybug podían permitírselo. Pasara lo que pasara, tenían que acabar con aquella nueva amenaza cuanto antes.

Siguió dándole vueltas a su hallazgo durante un rato, pero, cuanto más lo pensaba, menos sentido le encontraba a todo. Y así, agotado por las emociones y las horas sin dormir, acabó rindiéndose al sueño.


Cuando se despertó, al día siguiente, ya no estaba seguro de si había descubierto la identidad secreta de Ladybug o se lo había imaginado todo. Por si acaso, decidió no comentarle nada a Plagg. Aún no tenía la certeza de que Ladybug y Marinette fuesen la misma persona y, de todos modos, tampoco tenía claro qué debía hacer con aquella información, si al final resultaba estar en lo cierto.

Decidió, por tanto, centrarse en otros asuntos pendientes… como la investigación que estaba llevando a cabo sobre su propia familia.

A pesar de que ya había pasado algún tiempo, no había olvidado lo que había visto en el interior de la mansión Agreste proyectada por el Arquitecto. Y aquel extraño cuadro que presidía la escalera, y que representaba también a una cuarta persona que acompañaba a Gabriel, Émilie y el propio Adrián. Pero, por más que había investigado acerca del pasado de los Agreste, no había encontrado a aquella niña por ninguna parte.

Adrián tenía claro que, si había alguien que tuviera información sobre ella, esa debía de ser Nathalie. Pero aún no le había preguntado al respecto, porque, si era cierto que Nathalie había tomado el relevo de Monarca, Adrián no podía darle la menor pista de que él y Ladybug andaban tras sus pasos.

Pero tenía que encontrar respuestas en alguna parte, y había pensado en un modo de hacerlo.

Tratando de apartar de su mente el misterio de Ladybug y Marinette, se aseó, tomó una libreta y un bolígrafo y se dirigió a la cocina.

Se había levantado muy tarde, pero de todos modos era domingo, por lo que encontró allí a Nathalie tomando café mientras leía la prensa en la tableta.

—Buenos días, Adrián. ¿Has descansado bien? ¿Quieres desayunar?

—Sí, gracias —respondió él, sentándose a su lado.

—Le diré a Placide que te prepare unas tortitas. ¿O prefieres otra cosa?

Adrián dudó un momento. Su guardaespaldas había resultado ser un cocinero muy competente, y sus tortitas estaban bastante más sabrosas que las que solía hacer su padre. Al principio, Adrián se había sentido culpable por pensarlo. Pero ahora no tenía ningún problema en admitirlo.

—No quiero molestarlo —dijo de todos modos—. Sé que ya es tarde para desayunar…

—Estará encantado de ser útil, no te preocupes. Y más con la que está cayendo —añadió, pensativa. Adrián la miró, intrigado, pero Nathalie no dio más detalles—. Considéralo un almuerzo de media mañana. ¿Te parece?

El chico asintió, y Nathalie envió al guardaespaldas un mensaje de voz para que se reuniese con ellos en la cocina. En efecto, el hombretón no tuvo inconveniente en preparar el desayuno para Adrián. Cuando se puso a cocinar, el chico inspiró hondo y preguntó a Nathalie, intentando que su voz sonase despreocupada:

—Por cierto, Nathalie, estoy trabajando en un proyecto de la escuela y me preguntaba si tú me podrías ayudar.

Ella dejó la taza a un lado y se volvió para mirarlo.

—¿Sí? ¿De qué se trata?

—Estamos trabajando en nuestro árbol genealógico. Y creo que estoy un poco atascado. Veamos. —Abrió la libreta por una página donde había dibujado previamente un esquema con su árbol familiar, que no parecía demasiado extenso. Nathalie se inclinó sobre él para examinarlo con interés—. Sé que mis abuelos paternos tuvieron un único hijo, ¿verdad? —continuó él—. Gabriel Agreste. Pero no sé cómo se llamaban ellos. Mi padre no solía mencionarlos, y no he encontrado información sobre ellos en ninguna parte.

Nathalie vaciló un momento.

—Eso es porque Gabriel Agreste no era el verdadero nombre de tu padre —le reveló al fin—. Se llamaba Gabi Grasette. El otro, por el que todo el mundo lo conoce, es más bien…, su nombre artístico.

Adrián se quedó mirándola con sorpresa.

—¿Entonces mi apellido no es…?

—Es Agreste, por supuesto. Tu padre hizo todos los trámites legales para cambiar sus datos. Pero tus abuelos, claro está, no se apellidaban así. —Adrián inclinó la cabeza, pensativo—. Ahora tú debes decidir qué haces con esta información —prosiguió ella—. Tu padre siempre se avergonzó de sus orígenes humildes y trató de ocultarlos, tal vez porque no se sentía a la altura de la familia de tu madre. Creo que tú deberías conocerlos, pero quizá prefieras no compartirlos con nadie más —concluyó, señalando el árbol genealógico.

Adrián se echó hacia atrás, sorprendido. No era aquella la información que esperaba desvelar en su conversación con Nathalie, pero se trataba, sin duda, de un dato sorprendente… y muy importante.

—Creo que… me lo pensaré un poco —decidió al final.

Antes de revelar al mundo el origen secreto de Gabriel Agreste, prefería investigarlo por su cuenta. Por si encontraba alguna cosa que pudiese ayudarlo a desenmascarar al nuevo portador del prodigio de la mariposa.

—Como quieras —respondió Nathalie.

—¿Podrías decirme, entonces…, cómo se llamaban de verdad mis abuelos?

—Sus nombres de pila son los que ya conoces: Simon y Martine. Solo que no se apellidaban Agreste, sino Grasette.

—Y no tuvieron más hijos, ¿verdad? Aparte de mi padre, quiero decir.

—No.

—Y mi madre… y mi tía Amélie… son las únicas hijas que tuvieron mis abuelos maternos, ¿correcto? —Nathalie asintió—. Es decir…, que Félix es el único primo que tengo.

—Correcto. —Adrián frunció el ceño, inquieto, y ella lo notó—. ¿Qué pasa? ¿Necesitas más información?

Él inspiró hondo antes de empezar a elaborar su historia.

—No, es que…, tengo recuerdos de alguna reunión familiar, cuando yo era más pequeño. Recuerdo a una prima un poco mayor que yo, ¿puede ser? ¿Una prima segunda o más lejana? O tal vez fuera una amiga de la familia. Quizá por parte de la familia de mi tío en América. Del padre de Félix, quiero decir.

Nathalie lo miró con desconcierto.

—No lo creo —respondió—. Es decir, sí que es cierto que Félix tiene familia en Estados Unidos por parte de su padre, pero nunca han venido a Francia, que yo sepa. Quizá Félix haya ido a visitarlos alguna vez, pero tú, no. Y si Gabriel tenía familia algo más lejana…, como primos que a su vez tuviesen más hijos…, ni tu madre ni tú llegasteis a conocerlos nunca. Tu padre cortó todos los lazos con su pasado cuando vino a vivir a París. —Adrián no dijo nada, y Nathalie continuó—. ¿Por qué? ¿Quieres que intentemos ponerte en contacto con ellos? Tus abuelos paternos fallecieron hace tiempo, pero quizá quede algún Grasette en su ciudad de origen… algún tío de tu padre, tal vez.

Adrián negó con la cabeza. Era una conversación interesante, pero no le estaba proporcionando la información que necesitaba.

—Lo cierto es… que no puedo quitarme de la cabeza a esa niña —respondió con cierta precaución, mirando a Nathalie de reojo para estudiar su reacción.

Pero ella solo hizo un gesto de extrañeza.

—Pues no sé quién pueda ser, Adrián. ¿Seguro que no lo has soñado? Oh, espera: ¿es posible que fuera Chloé?

—Si se tratase de Chloé, lo sabría —replicó él. Pero no quería insistir demasiado para no levantar sospechas, de modo que terminó—. Es igual, no sería importante. Quizá no lo recuerdo con claridad, o es posible que fuera la hija de algún amigo o conocido de mis padres. Y en ese caso no tendría por qué incluirla en el árbol genealógico.

—Eso es —asintió Nathalie.

Adrián la observó un momento, pensativo. En otros tiempos, le habría hablado del cuadro. Le habría dicho que le sonaba haberlo visto en algún sitio. Pero ahora, sencillamente, no confiaba en ella lo suficiente como para darle a entender que conocía aquella información.

—Está muy bien que quieras conectar con tus orígenes —dijo entonces Nathalie, sonriendo—. Y que intentes conocer un poco mejor la historia de tu familia… y comprenderla.

Adrián se quedó mirándola, preguntándose hasta qué punto lo decía en serio. ¿Estaría de acuerdo con que él investigase hasta el punto de descubrir por sí mismo la verdad sobre Monarca… y Mayura?

Pero decidió aprovechar la oportunidad, porque había otra cosa que quería comentarle.

—Es verdad que me he distanciado un poco… después de lo que pasó —reconoció—. Supongo que necesitaba hacerme a la idea y llorar a mi padre a mi manera.

—Es natural —respondió ella—. Has perdido a tu madre y a tu padre en muy poco tiempo. Pero quiero que sepas que, si de mí depende, nunca estarás solo.

Adrián alzó la cabeza para mirarla, con el corazón repleto de sentimientos encontrados. Deseaba de veras poder confiar en Nathalie y agradecerle todo lo que estaba haciendo por él. Pero ¿y si al final resultaba ser el enemigo contra el que estaban luchando?

Le sonrió a su vez, aunque fue una sonrisa tensa.

—Muchas gracias, Nathalie —dijo, sin saber todavía si lo sentía de verdad—. Escucha… Quería preguntarte por el homenaje que estáis preparando en la fundación. Como ya no voy a la escuela Gabriel Chanel, estoy un poco desconectado de todo.

Ella lo miró con extrañeza.

—¿Cómo, Marinette no te pone al día?

Adrián tragó saliva. Cierto, tenía que pasar por ese engorroso trámite.

—Ah…, Marinette y yo ya no estamos juntos. Lo dejamos hace unas semanas. ¡Pero somos buenos amigos! —se apresuró a aclarar—. Lo que pasa es que, como vamos a escuelas diferentes, ya no nos vemos tanto como antes…

—Pero, Adrián, ¿qué ha pasado? ¿Os habéis peleado? Sé que la querías mucho…

Él se detuvo un instante, dudoso. La mujer con la que estaba hablando podía ser el Polillón…, pero no dejaba de ser también Nathalie.

De modo que le abrió su corazón, una vez más.

—Aún la quiero —le confesó—. Y la echo de menos. Pero nuestros caminos se estaban separando poco a poco, y no solo porque fuésemos a escuelas distintas. Estuvimos muy unidos en el colegio, pero ahora tengo la sensación… de que nuestros intereses no son los mismos. Aunque tal vez sea una etapa, ¿no crees? Quizá, cuando sea capaz de descubrir qué quiero hacer en el futuro, la vida me reúna de nuevo con Marinette.

«O quizá ya nos haya reunido», pensó. Y el corazón se le aceleró ante aquella posibilidad.

—Es posible, sí. Lo siento mucho por vosotros dos. Hacíais muy buena pareja.

Adrián sonrió para sí al considerar que ambos podrían ser Ladybug y Cat Noir.

—Siempre lo he pensado, de hecho —admitió—. El caso es que, por unas razones o por otras, hace tiempo que no nos vemos. Y me gustaría asistir al evento el sábado que viene, por la memoria de mi padre, pero también porque sé que Marinette se ha esforzado mucho y es importante para ella.

—Claro, no hay problema —asintió Nathalie—. No te lo dije porque suponía que querías mantenerte alejado de los focos…

—Y ese es el problema, que todavía quiero. Habrá prensa, ¿verdad?

—Nacional e internacional —confirmó ella.

—¿Será raro… si yo no asisto?

—En otros tiempos, cuando eras la imagen de la marca Agreste, sí habría resultado extraño que no estuvieras. Pero ahora ya no tienes por qué. Salvo que quieras ir para apoyar a Marinette.

—Temo que eso la ponga más nerviosa aún —dijo él, sonriendo—. Ojalá pudiese estar presente para transmitirle mi apoyo… pero sin tanta gente alrededor. Y sin periodistas —dejó caer.

Nathalie picó el anzuelo.

—¡Ah, claro que puedes! Tenemos el ensayo general el próximo jueves. Será muy parecido al desfile definitivo, pero con muy poca gente, solo los organizadores, los modelos y los técnicos. Y, por supuesto, Marinette.

—¡Eso sería perfecto! Si no hay ningún problema en que me presente allí, me encantaría poder asistir.

—Ninguno en absoluto. Me parece una gran idea que estés, de hecho. Comprendo que quieras seguir manteniendo tu privacidad, pero era una pena que fueses a perderte el trabajo de Marinette.

—Sí —respondió Adrián—. Sí, muchísimas gracias.

Se preguntó por un momento cómo se tomaría Marinette que él y Ladybug fuesen a provocar una akumatización en el ensayo para tenderle una trampa al Polillón. Después recordó que ya se lo había contado a Marinette, para prevenirla, y ella se había mostrado conforme.

Y por último se le ocurrió que, si era cierto Marinette era Ladybug, entonces el plan de arruinar su gran noche había sido cosa suya.

Y sonrió. Solo Ladybug podía ser tan audaz y tan generosa a la vez, pensó.

Y Marinette también, se corrigió de inmediato.