Gracias a Li por su lectura previa.
Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Capítulo 2
― Siempre creí qué eras gay. Estaba contigo, apoyándote, por eso usaba esos efectos multicolores en las fotos del perfil de Facebook.
Edward miró a Esme deseando que se callara de una vez. Decidió ignorarla, anduvo con la almohada pegada a su parte delantera y caminó a donde estaba su novia, Bella se vestía con rapidez manteniendo el semblante desencajado.
― Nena, ¿qué haces?
Ella lo miró de esa forma que sabía quería darle un puñetazo por preguntar sandeces.
― Edward, no pretendas que me quede desnuda viendo cómo tu familia desfila por la habitación.
Chasqueó los dientes. Sus hermanas ya habían asomado la cabeza por la puerta y entraron con cualquier pretexto, haciendo que todo fuera aún más bochornoso.
― Hablaré con ellos ―prometió.
― No puedes echarlos de su propia casa, Edward.
― ¿Seguirás ignorándome? ―Esme increpó, cruzándose de brazos.
Edward apenas la miró y volvió a centrarse en Bella. Le llevó con ternura los largos mechones castaños detrás de la oreja.
― Quedémonos en otro lugar ―pidió él.
Ella lo miró de una forma distinta. No era la misma mirada cargada de amor, había desilusión y sintió un terrible miedo aguijonarse en su pecho.
― Siempre miraba tus fotos en Instagram y le daba un corazón ―continuó su madre en su propio monólogo―. Me había resignado a todas tus publicaciones con esos hombres musculosos, te veía feliz y para mí es todo lo que importa. Incluso lo hablé con tus tíos y demás familia.
Edward volteó, fulminando a su madre con la mirada.
― ¿Hiciste qué? ―pregunté encabronado. La tolerancia que podía tenerle había sido agotada en el instante que la escuchó.
― Desde tu fracaso con ese travesti nunca volví a verte con nadie ―reveló su hermosa madre.
― ¿Anduviste con un travesti? ―su novia preguntó completamente horrorizada.
Edward enredó sus dedos en el desordenado pelo cobrizo, tirando de las hebras con demasiada fuerza. Sus fosas nasales se expandían conforme exhalaba, había perdido la paciencia.
― Tanya no era ningún travestí, mamá ―gruñó― era fisicoculturista.
La mujer estrechó la mirada, formándose una línea de expresión en vertical en el entrecejo.
― Nunca me aclaraste ―rezongó―. La única novia que conocí fue Leah, ella sí era hermosa en toda la extensión de la palabra, aunque ella también lo es y no sé, pero siento que de un lugar la he visto.
Supo que se refería a Bella.
Edward rodó los ojos, su novia era más que hermosa, era la compañera más espectacular que tenía y la presentadora más joven del canal de deportes ESPN. Pero que le nombrara a Leah en todo esto, le encendió la mecha del mal humor. ¿Qué tenía que ver esa mujer con Bella?
― Esme, no vuelvas a nombrar a Leah después de lo que me hizo ―farfulló.
Su madre flexionó una pierna, empezando a mover sin control el pie y logrando producir un ruido molesto con el zapato y el piso.
Sabía que se había enfadado por haberla nombrado por el nombre.
― En todos los portales de Internet especulan de tu orientación ―prosiguió su progenitora. ― Hay fotos del bar gay que dicen visitas cada fin de semana y aunque sea muy de mente abierta y termine por aceptar verte criando un bebé con un hombre, necesito una explicación.
― Te he dicho hasta el cansancio que no creas lo que dicen de mí ―espetó.
Edward hizo lo posible por agotar el último gramo de paciencia y no sacar a su bellísima madre a empujones de la habitación, se repitió mentalmente que era la mujer que le dio la vida y no podía despreciarla, aunque quisiera.
― Tu madre tiene serios problemas con tu identidad sexual ―Bella murmuró antes de salir.
No queriendo perderla, se puso a vestir con rapidez; primero el bóxer y luego el pantalón de mezclilla, tomó de mala gana la camiseta de algodón que estaba en el piso y se cubrió el perfecto cuerpo trabajado de su tórax.
Descalzo salió detrás de Bella. Bajó corriendo cada escalón y se detuvo al ver que su familia estaba reunida en el salón, mirándolo con sumo interés.
Su novia, detenida en el último escalón, volteó hacia él y, juró que nunca en su vida se sintió tan señalado. Pero en lugar de dar explicaciones se puso a cuestionar, porque así era él.
― ¿Qué hacen todos aquí?
Su padre enarcó las cejas rubias.
― Aquí pasamos cada verano, hijo ―explicó.
― ¿Qué haces tú aquí? ―la rubia, que también era su hermana, indagó― y con una chica, porque si eres mujer ¿verdad?
Edward resopló. Se estaban pasando con su broma y no era gracioso.
― Si pasaras más tiempo con nosotros, sabrías que ya eres tío ―su hermana Alice señaló al pequeño bulto envuelto en una frazada que cargaba su cuñado Jasper.
Recordó haberle enviado un obsequio hace unas cuantas semanas. Así que tan alejado de su familia no estaba, no podían reclamarle nada.
Sintiéndose mejor bajó cada escalón y abrazó a Bella, envolviendo con sus brazos la estrecha cintura.
― ¿Desde cuándo se reúnen y pasan los veranos juntos? ―interrogó.
No es que fuera un mal hijo o pésimo hermano, solo que no recordaba qué su familia fuese unida.
― Tenemos cinco años pasando los veranos juntos, al menos una semana ―Jasper fue el único que respondió.
Edward encogió los hombros, pues no estaba enterado de que su familia se reunía. Nunca lo habían invitado y era triste reconocer que era por su culpa.
― Señorita… ―Carlisle se aclaró la garganta y saludó de mano a su novia― disculpe mi atrevimiento, su cara me recuerda a una persona, solo que…
― Sí, papá ―terminó por decir―. Bella es presentadora de ESPN, sale en televisión todos los días.
Los ojos de su padre se iluminaron. Edward determinó que lucía como un niño en medio de una juguetería y sabía lo que vendría, no se que equivocó cuando Carlisle tiró del cuerpo de Bella y la abrazó de manera efusiva.
― Siempre supe que mi hijo era mi orgullo… ―señaló hacia él― sabía que tenía buen gusto por las chicas. Bienvenida a la familia, señorita.
― Bella, dígame solo así ―pidió su novia.
Edward por primera vez desde que apareció su familia sonrió.
Nunca pensó que a sus treinta y un años se sentiría completo, teniéndolos.
No se trataba de cariño porque obvio los amaba. Edward salió de su casa a los dieciocho años para vivir un sueño; se convirtió en el mejor jugador y ganó reconocimiento, por su puesto su familia estuvo para él, apoyándolo. No obstante la prensa amarillista empezó a involucrarse, a perseguir a sus padres y hermanas, los atosigaban por obtener una misera reacción, fue tanto el hostigamiento mediático, que terminó poniendo distancia para protegerlos.
Se convenció de que no hizo nada malo. Tan solo pagó el precio de la fama.
Suspiró, sintiéndose en confianza.
Miró a su chica y decidió que disfrutaría el momento.
― Familia ―mencionó orgulloso― les presento a mi novia ―la sacó de los brazos de su padre y la aferró con fuerza― ella es Bella Swan ―exhaló― Nena, ellos son mi familia.
― Hola ―murmuró la castaña.
Edward besó sonoramente la mejilla de la chica y la apretó a su cuerpo.
― Ah, ya sé de dónde la he visto ―escuchó que su madre divagaba mientras presurosa bajaba los escalones―. ¡Ella es Bella Swan!, sale en ESPN deportes y no es travestí.
¡Hola! Les agradezco su apoyo. Espero que logre mi objetivo y les arranque una sonrisa, mi intención es que rían mucho con esta historia, díganme ¿les gustó?
Edward tiene 31 años y Bella 27
Les hago una invitación para que vean el edit que Li nos regaló para esta historia, estará en el grupo de Facebook *
Gracias totales por leer 🌞
