Está inspirado inicialmente en la canción "So it goes", de Taylor Swift. Quizás en algunas otras de otros artistas.

Ubicado 5 años después de Luna Nueva, y al día siguiente de que Anastasia deja a Christian.


Debería estar ambientando alrededor del año 2011, pero, honestamente acomodaré el tiempo en la historia para que sea a mi beneficio y es muy probable que coloque cosas o situaciones de hoy en día.

Por cierto, aunque creo que es algo obvio al ser un crossover con 50SoG, de todos modos, lo diré, esto contiene escenas hot y temas relacionados al BDSM. Por favor si vas a leerlo, QUE SEA BAJO TU RESPONSABILIDAD.

Disclaimer, ya se la saben… Twilight y sus personajes pertenecen a Stephanie Meyer. La serie de 50 Shades y sus personajes son de E.L. James. Yo juego con los personajes y los hechos. Si ven algo que sea reconocido, no es mío. Bla, bla.


Isabella POV

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—Me asustaste —dice, su voz es ahogada y de alivio. —Mi Isabella, mi asustaste, cariño.

Está inclinado sobre mí, su rostro está a unos centímetros de mí. Mi mano se levanta con cuidado, coloco mi palma contra su mejilla áspera y con barba, observo sus rasgos embelesada con su presencia. Un suspiro brota de mis labios cuando su perfume entra en mi nariz.

—Estas aquí —digo. Es real, está aquí, conmigo.

Su cuerpo se inclina aún más sobre mí, sus labios depositan un beso en mi frente del lado que no tengo ningún punto o herida. Las lágrimas se acumulan en mis ojos.

—¿Cómo te sientes? —pregunta. La suavidad en su voz me toma desprevenida.

—Confundida y muy adolorida.

—Mierda, Isabella. Acabas de darme el susto de mi vida —dice. Su cuerpo se endereza alejándose de mí en un movimiento, pero no se va. Se sienta a un costado de mí cuerpo, sobre mi cama de hospital. Una de sus manos se enreda con la mía.

—¿Cómo supiste que estaba aquí? —comienzo por la pregunta sencilla.

—Eso no importa ahora, cariño —dice él. Da un apretón a mi mano. —¿Qué carajos fue lo que sucedió?

—No recuerdo mucho —suelto. —Sé que, veníamos de La Push y estaba lloviendo, luego se oscureció a mí alrededor y desperté aquí.

—Tu auto está deshecho, especialmente del lado derecho. Es como si hubiera chocado contra un árbol, o un camión —me narra la situación en un tono bajo pero muy tenso y alerta. —El asunto es que, no hay marca de otros neumáticos sobre el asfalto, tampoco hay cristales rotos de algún otro auto o camión. No hay ni un árbol caído.

—No sé qué fue lo que pasó —digo

—Lo sabremos —asegura. —Tu padre y sus compañeros están investigando y mi gente está en el lugar del accidente investigando también.

—¿Qué? —grito. Ahogo un jadeo de dolor. —"Gente" ¿Qué demonios?

—Sí, cariño —Christian levanta una ceja. —Tengo gente que va a investigar esto junto a tu padre.

—No —chillo histérica. —No necesito eso. Angela y su hermano también están bien, yo estoy bien. ¡El maldito auto no importa! Puedo ahorrar para comprar otro.

—No estaba preguntando, Isabella —su tono mordaz me silencia. —Se hará. Punto.

Mierda. No podré hacer que desista de esto.

—Ahora, aprovechando que, no puedes levantarte de esa cama sin ayuda y que no huirás de mí…

Trago pesado. Sé lo que se viene.

—Estás molesto conmigo —digo.

—Bastante —responde cambiando su tono a uno más seco. —Te has asegurado que pase un infierno las últimas 36 horas, Isabella.

—Sé que en este maldito momento estás enojado conmigo, y sé que te mueres por castigarme, te juro que lo entiendo —le digo. —Pero, el maldito problema, Christian, es que ¡yo también estoy molesta!

Nuestros ojos se conectan, sus ojos grises están apagados, demostrando el sufrimiento al que lo he empujado los últimos dos días. Pero no voy a echarme hacia atrás, yo también estoy molesta con él.

—¿Molesta? —casi se ríe. —¿Estas molesta?

—Si. Y no me voy a disculpar si es lo que esperas —le advierto.

—¿Disculparte? —pregunta. Sus cejas se levantan, sus palabras son dulzura, pero el veneno escurre de su voz. —¿Y porque tendrías que disculparte, cariño?

Me lleva la chingada. ¿Otra vez? ¿Por qué todos saben cómo tenderme una emboscada para que yo sola me exponga? ¿Por qué soy tan imbécil que no puedo darme cuenta?

—Yo… —muerdo mi labio para callarme. La máquina que registra mi corazón aumenta la velocidad de sus sonidos.

—¿Sabes cuantas veces se paró mi corazón? —pregunta elevando el tono de su voz. —Me diste un jodido susto cuando no respondiste tu celular en toda la maldita noche del jueves. Me asustaste de nuevo cuando hablamos ayer y me dijiste que vendrías sola a este jodido lugar.

—No vine sola —protesto. O lo intento.

—Decidiste huir mientras yo estaba en Nueva York —me reclama. —Estaba lejos de Seattle, lejos de ti.

—Yo no…

—¿Por qué no me esperaste? —pregunta. Ahora parece desesperado. —Te dije que llegaba en la noche. Maldición, si hubieras esperado…

—Si hubiera esperado, me hubieras puesto sobre tus rodillas y azotado tan fuerte que no sería capaz de caminar —digo repitiendo sus palabras de la llamada que tuvimos mientras conducía a Forks.

—Si hubiera esperado por mí, habría podido acompañarte —sus labios se fruncen con fuerza. —¡Maldición! Te habría protegido y no estarías en una maldita cama de hospital en este momento.

—No podría saber que iba a tener un accidente —le digo.

—¡Mierda, Isabella! —continua gritando, pero ahora con una emoción diferente, ahora hay angustia en su voz. —¡Me diste un puto susto de muerte cuando vi tu auto destrozado en la carretera y rodeado de sangre!

—Lo siento —le digo con honestidad.

—¿Tienes alguna idea de cómo me sentí? —pregunta. Su voz baja de tono, pero sus emociones no. Sus manos se aprietan en fuertes puños —¿Tienes idea de lo que se siente, tener frente a ti algo que deseas con una fuerza sobrenatural, y no poder alcanzarlo?

Pasa sus manos por su cabello, tirando de sus rizos con mucha fuerza.

—¿Sabes cómo se siente ver que huyas de mí y yo, por más que lo intento, no soy capaz de alcanzarte?

—Cuando tomé la decisión de venir a Forks no lo hice porque quisiera huir de ti, Christian —confieso. —Lo hice porque tenía que hacerlo.

Me mira, sus ojos buscan algo en los míos. La tortura flota en su rostro y yo quiero golpearme.

—Escucha. Christian, yo, de verdad lo siento ¿Si? No quería terminar en el maldito hospital —hablo más tranquila. —Pero…

Me callo. Tomo una profunda respiración para calmarme, necesito pensar bien mis palabras.

—Siempre tan llena de secretos —sus ojos se entrecierran. —Hay algo que no me estás diciendo, ¿Qué es?

Mira, permíteme explicártelo, Christian. Resulta que estoy encabronada por el hecho de que te reuniste con anastasia a mis espaldas, así que decidí hacerte enojar para que dejaras esa ciudad porque soporto la idea de que sigas viéndote con ella mientras yo no estoy allí para marcar territorio.

¡Oh! Por cierto, estoy investigando tu infancia porque me parece traumático el odio que le tienes a tu madre debido a tus recuerdos con ella, así que le pedí a mi jefe que usara sus contactos para buscar información sobre ti, pero a cambio me ha pedido que te aleje de Seattle.

¡Chiflada estoy si le digo la verdad!

—Isabella —exhala con frustración. Pasa sus manos por su cabello, tirando de sus rizos con fuerza.

Él suspira, no sé si es de rabia, exasperación o dolor.

—Habla, Isabella.

Carajo. Si hay algo que le molesta a Christian es que hable cuando me ha pedido que guarde silencio, pero si hay algo que le encabrona más, es que no hable cuando me pide que lo haga.

—Es que… yo… —miro desesperada a mi alrededor, al menos lo más lejos que mis ojos pueden ir sin mover la cabeza. Necesito encontrar algo para decirle, algo para desviar su atención.

—¡Es aquí! —la voz de Angela desde afuera de la habitación me salva. La puerta es empujada con fuerza.

De ella, emerge mi amiga corriendo, bueno, realmente entra arrastrándose lo más rápido que puede en nuestra dirección. Mark y Steve, los compañeros de Charlie, vienen tras de ella.

—¿Angela? —pregunto, confundida.

—¡Ahí esta! —mi amiga chilla con histeria. —¡Y el cabrón todavía tiene el descaro de entrar en su habitación.

—Ang, ¿estás bien? —le pregunto.

—¡Ese es el hijo de puta! —apunta a Christian con ¿un bastón? —Te creí cualquier cosa, Grey, pero no un hipócrita.

—¿Disculpa? —Christian parpadea.

—¿Christian Grey? —Mark le pregunta caminando en su dirección.

—Soy yo —acepta poniéndose de pie. —¿Qué es lo que sucede?

—Acompáñenos, por favor —Mark señala la puerta con su cabeza.

—No —Christian niega con calma. —No me voy a mover de aquí hasta que alguien me diga lo que está pasando.

—Se lo explicaremos camino a la comisaría —Steve le dice.

Las manos del policía se estiran para tomar el brazo de Christian, pero él da un salto hacia atrás.

—Señor Grey… —Mark gruñe en advertencia.

Esta vez, es él quien extiende sus manos para tomar a Christian por los brazos, pero de nuevo se les escapa.

—No tienen ninguna razón o justificación para pedirme que los acompañe a la comisaría —Christian habla, esta vez más agitado. —Si me explican lo que sucede, los acompañaré.

—Está bajo arresto, señor Grey —Mark le explica. —Eso es lo que sucede.

—¡¿Qué?! —pregunto en un grito.

Todo explota en ese momento. Mark extiende sus brazos y aprovecha la confusión de Christian para rodear el cuerpo de Christian.

—¡Suéltenme! —Christian ruge. Mueve sus manos a diestra y siniestra para evitar que el policía pueda sujetarlo. Steve hace lo suyo, entra en auxilio de su compañero, pero solo se gana el un golpe.

—¡Maldición! —ambos policías gritan.

—¡¿Qué están haciendo?! —pregunto alterada. Puedo escuchar que el pitido de las maquinas a las que estoy conectada, ha aumentado taladrándome los oídos.

—¡Suéltenme! —Christian se sacude de nuevo. —Maldita sea, no me toquen.

Mark y Steve lo ignoran. Continúan rodeándolo y esquivando los golpes que el cobrizo les da, desesperado porque lo suelten. La comprensión me golpea, Christian no se está oponiendo a que lo arresten por no sé mierda, se está oponiendo a que lo toquen.

—¡Esperen! —intento intervenir. —No lo toquen, suéltenlo.

Maldigo internamente cuando las maquinas conectadas a mi cuerpo me impiden moverme. Los tres hombres parecen no escucharme, continúan en una lucha de poder que se está tornando peligrosa, ahora no es solamente Christian quien se sacude y suelta golpes, los oficiales están intentando responder.

Angela se sube a mi lado en la cama intentando escapar de los posibles golpes que le puedan causar.

—¡Los voy a demandar a los dos! —amenaza Christian. —¡¿Qué no saben quién soy?!

—Eso es muy bajo de su parte —dice mi amiga. —Usar su nombre para zafarse de un crimen.

—¡Carajo! ¡Que me sueltes! —se escucha una respiración cortada. Luego un golpe seco. —¡Mierda!

—Imbécil —otro golpe. Mark se queja. —¡Sujétalo bien!

—¿Qué demonios está sucediendo aquí? —Charlie pregunta en algún lugar de la habitación. Muevo mi cuello y lo observo de pie en la puerta mirando la masa de piernas, brazos y gruñidos que hay a unos pasos de mi habitación.

Da un par de zancada y entra en acción. Se lanza contra los tres hombres que continúan golpeándose entre ellos, con sus manos empuja a Mark y Steve lejos de su camino antes de cerrar el espacio que hay entre él y Christian levantando los brazos buscando rodear el cuerpo alterado de Christian por la espalda.

—¡Charlie, no! —grito, pero es inútil. Un fuerte golpe atraviesa la habitación dejando todo en silencio los tres segundos que tardamos en darnos cuenta de lo que ha sucedido.

Christian acaba de golpear a Charlie.

—¡Mierda! —chillamos Angela y yo al unísono.

Dos segundos, ese es el tiempo que le toma a mi padre poner en uso su entrenamiento militar y su experiencia como policía. Dos segundos le toma regresarle el golpe a Christian y aprovechar el aturdimiento de éste para empujarlo contra el suelo y someterlo con las manos en su espalda.

—Al menos ahora sabe cómo se siente que un hombre te someta —murmuro. Angela ahoga una risa.

—¿Qué mierda? —una nueva voz llena de sorpresa entra en mi habitación. Elliot aparece por la puerta. —¿Qué carajos está mal contigo, Christian?

—¿Acabas de golpear a un policía, imbécil? —Angela se baja de mi cama con cuidado, evitando las extremidades esparcidas por el suelo. —¡Tú suegro! Por si fuera poco.

—Eso es malo —Elliot jadea.

—¿Qué mierda está sucediendo aquí? —exige Charlie desde el suelo. Está sobre una de sus rodillas, sus manos sujetan la espalda de Christian manteniéndolo contra el suelo de la habitación.

Qué bonita manera de empezar una relación suegro-yerno.

—Un pequeño altercado, jefe —Steve le responde poniéndose de pie, sus manos se pasan por su ropa, acomodando y sacudiendo su uniforme.

—Lo teníamos controlado —dice Mark.

Charlie tararea. —Esperen afuera.

Los dos oficiales se miran entre ellos, pero acatan la orden.

—¿Puedes levantarlo? —le pregunto a mi padre. Él mueve su bigote, se levanta del suelo trayendo a Christian consigo mismo.

—Más te vale que no empeores esto —Elliot reprende a su hermano. Christian está de nuevo sobre sus pies, su ropa está desalineada, su cabello revuelto, su cuerpo está extremadamente tenso mientras su respiración agitada sube y baja sus hombros con rapidez. Al menos se guarda sus comentarios.

—Hola Elliot —miro al rubio. —No sabía que estuvieras aquí.

—Hola, nena —me mira tiernamente. —¿Cómo te sientes? ¿Cómo estás?

—¿Cómo quieres que esté, idiota? —gruñe Angela. —Está en una cama de hospital.

—Que mal genio tienes, mujer —el rubio la mira con una sonrisa.

—¿Cómo te sientes, Ang? —le pregunto. Con todo este altercado, no pude preguntarle.

—Con ganas de asesinar imbéciles —sisea mi amiga girando su rostro para ocultarlo. Aun así, estoy segura que Christian ha escuchado, todos lo hemos hecho. —Me duele todo, pero nada que no pueda soportar.

—Me alegro —digo.

—Angela —Christian la llama. —¿Puedes explicarnos, porque hiciste que los oficiales intentaran arrestarme?

—¡Hola, Christian! —la voz de mi amiga está cargada de un tono extremadamente irónico y amargo. —Que sorpresa verte aquí.

Todos le damos una mirada interrogante, pero ella mantiene su sonrisa falsa.

—Angela —dice él entre dientes. —Por favor.

—Sí, sí puedo explicarlo —asiente efusivamente mi amiga. —Pero, porque no respondes tu primero un par de preguntas… No, sé, por ejemplo, ¿Cuándo llegaste?

—Hace unas horas —responde en automático el cobrizo.

—¿Y cómo estuvo el viaje? —mi amiga se encoje de hombros, pero se encarga de ampliar su sonrisa. —Ya sabes… ¿Qué tal Nueva York?

—Estuvo bien —Christian se aclara la garganta.

Mierda, ya sé por dónde va la cosa.

Esto no me va a gustar. Tampoco le va a gustar a Charlie y mucho menos a Christian.

—¿No ha pasado nada nuevo? —Angela levanta una ceja. —¿Nada que quieras contarnos?

—Angela…. —intento alcanzarla con mi brazo sano para silenciarla, ella se arrastra un poco más lejos de mí.

Parece que lo único que hice fue activar una maldita bomba.

—No te la mereces, cabrón —Angela le gruñe. —Piensas que solo porque tienes dinero y una puta cara bonita ella te va a perdonar cualquier cosa. ¡Pues no! ¿Y sabes porque no? ¡Porque eres un imbécil!

—Angela —Charlie jadea sorprendido. Nunca la había visto así de exaltada.

—¡Y eres un naco, idiota, hipócrita, manipulador! —mi amiga continua desgarrando su garganta en gritos dirigidos a Christian. —No, no eso es poco, ¡Eres un cabrón, malparido y prostituto que estoy segura que no folla tan bien como presume! ¡Pendejo!

Mi mandíbula cae hasta el piso.

No hay puta manera que mi amiga acaba de gritarle todo eso a Christian a la cara, y frente a mi padre.

—¿De qué mierda estás hablando? —Charlie pregunta después de un rato procesando las palabras de mi amiga.

—Engañó a Bella —Angela suelta, así, de golpe y sin anestesia. —Tuvo el lujo de irse a Nueva York para engañar a Bella.

—Eso no es verdad —Christian dice sin dudar. Me mira sobre el hombro de Angela, sus ojos frenéticos buscan mis ojos con desesperación. — Te juro que yo no…

—No, no. Tus patéticas excusas a otro lado, Grey —Angela lo corta. —¿Te crees que un puñado de flores bonitas y costosas eran suficientes?

—No... —Christian se mueve intentando llegar a mí. —No las envié por esa razón.

—¡La jodiste, imbécil! —mi amiga camina furiosa hacia Christian, levanta su mano izquierda señalándolo con su dedo índice. —¡Estaba escuchando a Taylor Swift, Christian, ¡A Taylor Swift!

Hago una mueca, ¿Qué tiene de malo que escuché a Taylor Swift?

—¡Ni siquiera cuando Edward se fue cayó tan bajo! —Angela grita. No veo su rostro, pero apuesto que incluso hay lagrimas bajando de sus ojos.

—¡Oye! —jadeo, ofendida por su comentario.

Angela mejor que nadie sabe que caí más bajo que eso. ¡Vamos! Caí tan bajo que traté de matarme, y dos malditas veces. Así que, ambas sabemos que esa época fueron tiempos oscuros en mi vida.

—¡¿Sabes lo jodido que es escuchar All Too Well, Taylor´s Versión, 10 minute versión? —Angela sacude su brazo bueno y lo sacude con histeria. —¡En bucle, idiota! ¡La puso en bucle toda la puta noche!

Eso no es cierto. Yo no la puse. Fue Emily quien escogió esa playlist.

Pero, si no es mucho pedir, ¡alguien ciérrele la puta boca a mi amiga!

—Angela, querida —Charlie suelta a Christian por primera vez desde que entró, se acerca a mi amiga y le toca el hombro con suavidad. —Déjame ver si comprendo esto.

Estratégicamente coloca su cuerpo entre Christian y Angela dándoles una mirada intensa a cada uno, luego los ojos marrones de mi padre se deslizan hacia mí, verificando y rostro y el molesto aparato que continua sonando con insistencia gracias a mi ritmo cardiaco acelerado. Por ultimo mira hacia Elliot que se ha mantenido extrañamente en silencio.

—Papá —intento detenerlo, él sacude la cabeza.

—Christian y Bella… —nos mira a los involucrados. —Ellos… ¿Se supone que ellos están saliendo?

—Si —respondemos los cuatro. Charlie asiente.

—Y resulta que Christian fue a Nueva York… ¿A verse con alguien a escondidas de Bella?

—No —niega rotundamente Christian.

—Si —Angela afirma con voz superior.

—No lo sé —digo yo, Los ojos grises de Christian se disparan hacia mi rostro haciéndome sentir miserable. La expresión en su rostro es pánico absoluto.

—¿Qué significa eso? —Charlie me pregunta.

—Yo sé que Christian y Elliot se fueron a Nueva York —admito. —También sé que, ambos se vieron con Anastasia en un restaurante.

—Y al parecer estos dos estúpidos, tienen las bolas del tamaño de unas canicas porque ninguno de ellos le dijo a Bella lo que sucedía —Angela mira asesinamente a los hombres. —Ella tuvo que descubrir que él pendejo de novio estaba en Nueva York follándose a nada más y nada menos que su exnovia.

Christian junta sus cejas.

—Mierda —una voz dice al fondo. —Se lo advertí.

—¿Descubrir? —pregunta el cobrizo en voz baja.

—Lucas me llevó unas fotos, en ellas sales con Anastasia —le confieso. Ya no tiene ningún caso seguir ocultando que conozco esa información.

—¿Qué crees que hacia Lucas en Seattle? —Angela lo desafía. —¿Follarse a tu novia? ¡No, imbécil! Aunque, quizás si debió hacerlo.

Christian le gruñe mostrando sus dientes.

—Perro —dice mi amiga con desprecio.

Sacudo la cabeza.

—Lucas me dio esas fotos y me advirtió que serán publicadas el lunes en la portada del New York Times —digo. Mis ojos buscan a Christian. —Es probable que también haya un artículo sobre ustedes.

—Ruega por que no la hayan entrevistado —Elliot dice por lo bajo.

—No eres tan diferente al resto —Angela le escupe con asco. —¡Al menos Edward la quería solo a ella!

—Y dale con él —me quejo en voz baja.

—Edward la dejó irada en el puto bosque sí, eso lo hace un imbécil —mi amiga pone los ojos en blanco. —Pero, al menos, ¡no iba por ahí jodiéndose a sus estúpidas y vampiras exnovias!

Estoy segura que mi corazón ha dejado de latir. Estoy segura que la puta máquina que registra mis latidos dejó de sonar.

Joder.

Mierda.

Carajo.

¡Alguien pégueme un puto tiro!

—Al menos con él solo tenías que preocuparte porque no bebiera tu estúpida sangre —Angela dice mirando en mi dirección.

— Eso no fue lo que sucedió, Isabella —Christian niega. Al parecer ha ignorado la mención al mundo sobrenatural —Anastasia y yo no...

—¿Anastasia? —parece que Charlie apenas registró en su mente el nombre de la mujer en cuestión. Mi padre abre los ojos al máximo, una mueca se extiende por su rostro mientras gira su cuello lentamente hacia nosotras. —¿Esa Anastasia?

Mierda, parece sacado de la película de "El exorcista"

—Sí, sí. La misma Anastasia que estás pensando —Angela asiente. Sí, Charlie es el único de mis padres que sabe lo que sucedió con Anastasia, él nos ayudó a conseguir el abogado para el caso.

—¿Engañaste a mi hija con esa Anastasia? —Charlie se deja ir de nuevo contra Christian. Lo toma de los hombros y lo sacude con fiereza.

—¡Claro que no! —Christian habla apresuradamente. —Solamente accedí a verme con ella en ese restaurante para…

Una exclamación comunitaria de decepción atraviesa la habitación. Con esas frases, con esas putas palabras acaba de confirmar que sí vio a Anastasia, que sí se reunió con ella, y que sí son verídicas las fotos.

—Ya te jodiste —Angela exclama. Una sonrisa presumida aparece en su rostro.

—Hermano, cierra la maldita boca —Elliot le gruñe y se cubre su rostro con sus manos.

Christian los ignora, su atención está puesta sobre mí.

—Isabella… —intenta dar un paso en mi dirección. —Cariño yo no…

Cierro mis ojos con fuerza para no mirarle. Muerdo mi labio inferior con bastante fuerza, el sabor metálico de mi propia sangre se desliza por mi lengua.

—Iba a olvidar que nos atacaste a mí y a mis hombres. Iba a darte la oportunidad para que te explicaras y te defendieras sin un abogado —Charlie suspira usando el tono en su voz de padre decepcionado con su hijo. —Pero tú solo te has hundido.

—¿Qué? —Christian pregunta, confundido y ¿asustado?

—Date la vuelta —Charlie le ordena, Christian obedece en silencio, demasiado perplejo como para protestar. Mi padre mueve las manos a la espalda sacando unas esposas que estaban escondidas en algún lugar de su ropa. —Christian Grey, quedas bajo arresto.

—¡Papá! —chillo dramáticamente. Mis ojos se abren mirando la escena.

—No puede arrestarme así —Christian frunce el ceño. —No puede arrestarme sin ningún fundamento.

—Si puedo —Charlie le coloca las esposas en un movimiento.

—¿De qué delitos se me acusa?

—Te los iré diciendo en el camino a la comisaría —responde mi padre levantando sus manos y jalando a Christian de los hombros.

—Charlie, no, espera —suplico.

Intento levantarme de la cama para seguirlos, pero el dolor que atraviesa mi cuerpo detiene mis movimientos.

—¡Charlie! —grito. —¡No puedes llevártelo así!

—No te esfuerces —Elliot me advierte. —Te vas a lastimar.

—¡Adiós! —Angela canturrea.

—No te preocupes, hermano —Elliot habla avergonzado. —Nuestro abogado ya viene en camino.

—¡No! ¡Charlie, detente! —continuo llamando mientras observo la espalda de Christian desaparecer por la puerta de la habitación. —¡Elliot! Maldita sea, ¡suéltame!

—Pero, yo no te estoy tocando, eres tú quien… —se escucha un fuerte golpe. —¡Ouch!

La puerta de la habitación se golpea, nos deja a mis acompañantes y a mí en silencio. Los tres miramos hacia la puerta asegurándonos que nadie esté espiándonos.

—¡Carajo, nena! —se queja sobando su mandíbula. —Golpeas duro.

—Y esa no es mi mano fuerte —presume Angela.

—Si te gusta duro solo dímelo para estar preparado —se carcajea el rubio.

Afuera de la habitación se escucha el murmullo del desorden de afuera. La voz de Sue reclamándole a Charlie, él ignorándola y ladrando órdenes a sus secuaces, la voz de Christian bramando que lo suelten. También algunos murmullos de las enfermeras y los demás pacientes del hospital.

Segundos después, todo se queda en silencio. O al menos lo más silencioso que se puede.

—Bueno, ya que estamos solos —Elliot nos mira. —Alguien tiene la amabilidad de decirme, ¿Por qué carajos hicimos que arrestaran a mi hermano?

—Ya te expliqué porque —Angela pone los ojos en blanco. —Necesitamos que tu padre venga personalmente a sacarlo.

—Si, si —Elliot imita su gesto. —Dale un par de horas, ya viene en camino. Pero, ¿porque?

—Porque si —Angela y yo respondemos. Elliot hace una mueca.

—¡¿Tenías que gritarle todo eso?! —le pregunto a mi amiga.

—Si —dice ella. —¿Crees que yo no estoy molesta por esas estúpidas fotos?

—Angela —jadeo.

—No, escucha —me mira muy seria. —Si el cabrón de Lucas no hubiera tenido ese pequeño acto de bondad, no hubiéramos preparado un contra ataque y ahora mismo estarías siendo perseguida por los malditos paparazzi y lo más probable es que hubieras terminado como la princesa Diana.

—¿Comprometida con un heredero y empresario egipcio? —Elliot pregunta. Angela casi se le lanza encima con claras intenciones de destrozarle el rostro.

—¡Muerta! —chilla mi amiga. —¡Muerta dentro de un túnel en un puto accidente causado por los medios!

—Pero... ¿no fue la corona quien ordenó ese accidente? —Elliot se pregunta en voz alta. Lo ignoramos.

—¡Así que, discúlpame si decidí que hoy era un buen día para gritarle unas cuantas cosas a la cara a tu novio! —Angela continúa gritando. —Si debía hacer un drama para que lo arrestaran, al menos debía aprovechar para sacar mis sentimientos.

—Bien, lo entiendo — digo con voz conciliadora. —No me pasará nada, Ang, no me van a matar los paparazzi.

—De eso voy a encargarme yo —gruñe mi amiga. —Ahora, ¡tú, imbécil! ¿Qué mierda fue lo que sucedió en nueva York?

—¡Yo soy inocente! —el rubio levanta las manos, mostrando sus palmas.

—Sí, Elliot, lo sé —le digo.

—No me convences aun —dice Angela entre dientes. —¿Tu viste al reportero?

—¡Si! —Elliot rueda los ojos. Su tono es cansado y desesperado.

—¡¿Y porque no hiciste nada?! —Angela y yo gritamos.

—¿Qué se suponía que hiciera? —nos pregunta. —¿Golpearlo y quitarle la maldita cámara?

—¡Si! —le respondemos. Elliot nos ofrece una mueca de indignación.

—¿Porque no me lo contó? —pregunto. Una opresión nace en mi pecho. —¿Por qué ocultarlo?

—Porque mi hermano es un idiota, testarudo, terco y necio que no escucha razones o consejos de nadie.

—¡Ves! —Angela mueve sus manos. —No estuvo tan mal las cosas que le grite.

Si, si hay algo mal. Hubo una maldita cosa que no debía gritarle.

Muerdo mis mejillas, ahora no puedo reclamarle sobre eso porque aún está Elliot aquí presente.

—Sí, respecto a eso —se remueve el rubio. —El único mal que hizo mi hermano fue no contarte que nos reunimos con ella. Pongo mi corazón en mi mano y te aseguro que Chris no se acostó con ella ni nada por el estilo.

—Eso no lo dudo, Elliot —obligo a mis labios embocen una sonrisa. —Confió en Christian, lo juro, pero aun así estoy molesta.

—Entendible —afirma él. —Yo le dije que te contara, que hablara contigo de esa reunión y de la demanda que... —se calla de golpe.

Angela yo nos miramos, luego lo miramos a él.

—Ya la jodí —el rubio nos mira con los ojos muy abiertos. Sus manos suben a su rostro frotándolo con fuerza.

—Si aprecias lo que sea que te cuelga entre las piernas —Angela da un paso en su dirección, su voz es baja muy grave y filosa, —más te vale que empieces a cantar como pajarito.

—Anastasia demandó a mi hermano —confiesa sin quitar las manos de su rostro.

—¿Que hizo que mierda? —ahora soy yo quien chilla y casi se lanza a por Elliot.

—Esa maldita —Angela gruñe.

—¡¿Porque hizo eso?! —pregunto.

Elliot aleja las manos de su rostro, sus ojos azules se colocan en Angela que está peligrosamente cerca de él, luego se desvían sobre mí que estoy a nada de caerme de mi cama de hospital. Se encoje de hombros, toma una profunda respiración antes de hablar.

—Bien, ustedes ya gritaron y sacaron lo que traen en su interior —dice mirándonos de nuevo. —Ahora es mi turno.

—¿De qué hablas, Elliot? —parpadeo.

—¡¿Lo sabias?! —pregunta subiendo el tono de su voz. —¡¿Estas consiente de esa mierda?!

—Sé muchas cosas, Elliot —le digo.

—Corta la mierda, cuñadita —sonríe de una manera espeluznante. —¿Lo sabias?

—¡Oye, imbécil! —Angela intenta empujarlo con su mano izquierda. —No le hables así, es una persona enferma y lisiada y merece respeto.

Le ofrezco una mueca a mi amiga antes de poner mi atención de nuevo en el rubio que, ha aprovechado la oportunidad y se ha acercado más a mi lado.

—Vas a tener que ser más específico si quieres obtener una respuesta de mí.

—¡Los malditos contratos! —explota. — Toda esa mierda de las reglas, los castigos, el puto sexo con dolor. ¿Sabías que mi hermano es un Dom?

—Yo… Bueno… —tartamudeo sorprendida por sus preguntas.

¿Cómo carajos se enteró Elliot de esto?

—¡Mierda! —da un golpe en sus piernas claramente frustrado con mi falta de respuesta. —No es tan difícil, cuñadita. Responde, ¿lo sabías, sí o no?

—Si —suspiro. Ya no tiene caso seguir ocultándolo, sobre todo cuando los que estamos presentes en la habitación sabemos la verdad.

—Maldita sea —Elliot gruñe. Se da la vuelta, se aleja de mi cama y comienza a caminar por la habitación con la misma apariencia que la de un león enjaulado. Sus manos frotan su rostro, se aprietan en puños, se pasan por su cabello; su cabeza va y viene se agacha, se levanta; su boca continúa soltando un sin fin de maldiciones.

No digo nada.

—¿Tú también lo sabías? —se detiene fijando su atención en Angela.

—Yo estaba allí cuando Bella leyó los contratos —es la respuesta que ella le ofrece. Eso enciende aún más las alarmas en la cabeza del rubio.

—¡¿Estas envuelta en esa mierda?! —gruñe histéricamente regresando hasta los pies de la cama. —¿Te ha hecho daño? ¿Te ha lastimado? ¡Dime que no te ha golpeado!

—No me ha pasado nada —respondo recelosa. No quiero darle más información sobre lo que hacemos su hermano y yo.

—Isabella —gruñe con frustración. —Escuché la llamada de ayer por la mañana... Dime por favor que no te ha hecho eso, que no te ha golpeado.

—Golpeado no —digo. Elliot exhala de alivio. —Azotado... pues, sí, lo ha hecho.

—¡Puta madre! —gruñe de nuevo. Elliot patalea con fuerza, sus botas resuenan contra el piso del hospital.

—¡Elliot! —trato de calmarlo. —No es tan malo como suena.

—No puedo creer que mi hermano haga esa mierda.

—Christian no es un criminal solo por sus gustos sexuales, Elliot —digo entre dientes bajando mi tono de voz, pero no la exasperación en ella. —¡La maldita ley no pena que folles duro!

—¡Pero si pena la violencia contra las personas! —me responde en el mismo tono.

—Christian no es un criminal —repito. —No va por la vida atando y golpeando a cualquier persona.

—Acaba de golpear a Charlie —Angela aporta.

—Eso no cuenta —hago una mueca de pocos amigos. —Lo que Christian hace, es consensuado.

—¿Tú se lo pediste? —el rubio continua con sus preguntas. —¿Tú le pediste que te atara, te amordazara y te golpeara?

—Suena mal si lo dices así —Angela acepta.

—¡Ese es el asunto! Es una puta línea muy delgada entre práctica sexual y agresión física y emocional a una persona —Elliot dice exasperado. —Esa es la razón por lo que Anastasia lo demandó.

—¿Pero que no tienen un acuerdo de confidencialidad? —Angela pregunta.

—Pero eso no impide alguna demanda —digo ausente. —Sobre todo si Anastasia alega su integridad física y emocional.

—Eso son algunos de los argumentos que usó —Elliot chasquea la lengua y mueve su mano para irlos contando. —Empezando por violación a la privacidad, agresión física y emocional, violencia doméstica, ¿abuso sexual? Entre otras cosas...

—Mierda —Angela silba.

— ¿Porque mierda hizo eso? —gruñó enfadada.

—¿Te sorprende que lo demandará? —el rubio se cruza de brazos y levanta una de sus cejas. —Su novio la golpeó mientras cogían ¿Qué esperabas?

—¡Que ella cerrara la puta boca y se olvidara de esa mierda! —la furia explota dentro de mí. —Anastasia sabía de los contratos, sabía a lo que se enfrentaba. ¿Y ahora lo quiere joder con una demanda?

—Pues sí, eso es exactamente lo que va a hacer —asiente el rubio.

—Maldita sea —gimoteo. —Esto apesta.

Elliot asiente y Angela suspira.

—¿De verdad estas envuelta en eso? —el hombre me pregunta. Casi parece desesperado porque le diga que no. —¿Christian te ha hecho esas cosas y tu… estas bien con eso?

—Tu hermano sabe lo que hace —digo, una sonrisa tranquilizante se desliza por mis labios. —Y lo hace jodidamente bien, Elliot.

—Pues, mierda —chasquea la lengua con una sonrisa bailando en sus carnosos labios. —¿Debería pedirle unas clases?

—Si necesitas a alguien para practicar —Angela bate sus pestañas. —Ya tienes mi número.

Elliot gruñe en tono juguetón, Angela se relame los labios y yo me carcajeo por su intercambio, aunque rápidamente mi risa se convierte en una tos por el dolor que atraviesa mi pecho.

—Por cierto, tengo otra duda —el rubio me mira. El color de su rostro de repente es verde. —¿Es cierto que Christian se folló a la amiga de mi madre cuando era adolescente?

—¿A Elena? Si.

—¡Ay qué asco! —da un par de arcadas.

—Creo que más bien ella se lo jodió a él —digo pensativa. —Teniendo en cuenta que ella le enseño esas cosas.

—No me jodas —Elliot se ahoga. Yo asiento. —Espero que mi madre no se entere de esto.

—Yo espero lo mismo —acepto. Estoy segura que a Grace no le haría ninguna gracia saber que su amiga folló duro con su hijo.

—Cambiando de tema ¿Cómo supieron que estábamos en el hospital? —Angela pregunta, su cuerpo se desliza con cuidado a mi lado. Elliot hace lo mismo, entre ambos llenan los huevos que hay libres en mi cama de hospital, cuidando no lastimarme.

—Ayer por la mañana, durante la llamada que les hicimos, Christian estaba furioso con las respuestas de Isabella y nos ordenó a todos movernos para regresar a casa.

—Sí, pudimos escucharlo —Angela asiente con una sonrisa.

—El vuelo duró cinco horas, aterrizamos en Seattle cerca de las cuatro.

—¿Y salieron corriendo hacia acá? —le pregunto.

—Esa era la idea de mi hermano —acepta el rubio. —Al inicio, intentó tomar el Charlie Tango para llegar más rápido.

Mierda… ¿Por qué no recordé que Christian tiene un maldito helicóptero que puede usar para ir y venir en menor tiempo que en el auto.

—Pero, no estaba listo y tardaban dos horas en acondicionarlo y hacerle pruebas y toda esa mierda —sus ojos se desenfocan y se ríe por el recuerdo que llega a él. —Luego desistimos de traerlo porque no estábamos seguros si podríamos aterrizarlo en algún lugar de este…

—¿Pueblo? —le ofrezco. Sé que Forks es muy pequeño, pero es lo que es, un poblado, un pueblo pequeño.

—Taylor hizo su trabajo y comenzó a negociar con Christian para que desistiera de la idea. Básicamente, le dijo que estaba siendo irracional —una nueva risa asalta al rubio, no tarda en convertirse en carcajadas. —Aunque, yo escuché que le dijo idiota.

Angela y yo nos reímos.

—La siguiente idea que tuvimos, bueno, en realidad yo lo sugerí, fue respetar la idea original y conducir hasta aquí —explica. Elliot tamborilea sus dedos contra los bordes de mi cama. —Aunque Taylor mencionó que con la lluvia y eso, nos tomaría más de cuatro horas llegar hasta aquí. Christian enloqueció después de eso.

—¿Loco? ¿Tu hermano? —Angela jadea. —No, no lo creo.

Elliot le da una sonrisa coqueta por su tono irónico.

—Entonces, en resumen, Taylor ganó, dejamos el helicóptero en casa y yo gané y vinimos en auto —Elliot se encoge de hombros. —Era relativamente temprano cuando llegamos frente a la casa de tu padre, pero, no había nadie.

—Le tomó unos veinte minutos a Welch hackear tu celular y enviarnos la ubicación.

—¡¿Qué hizo que?! —suelto un chillido.

—Mierda, eso no lo tenías que saber —Elliot se golpea en la frente. —Anyways... Descubrimos que estaban a 15 millas de nosotros, así que volvimos a conducir hasta ustedes.

—Llegaron al mismo tiempo que sucedió el accidente —Angela dice pensativa.

—De hecho, acababa de suceder —Elliot asiente. —Christian sacó a Isabella de los restos del auto mientras yo llamaba a emergencias.

—¿Christian me sacó del auto? —pregunto. La escena comienza a reproducirse en mi mente.

"Isabella, nena!... Abre los ojos, nena, por favor… ¡Vamos, cariño! ¡Por favor mi amor, vuelve conmigo!"

En el medio de mi estado inconsciente pude escucharlo.

—Imagino que a tu hermano casi le da un infarto —Angela murmura. Su voz me saca de los recuerdos.

—¡Casi me infarto yo también! —gruñe el rubio. —Hasta Taylor se puso pálido cuando detuvo el auto.

—¿Taylor también está aquí? —pregunto.

—Sabes que a dónde va Chris, va él —me responde. —Taylor se quedó en el lugar coordinando con Welch un equipo de investigación mientras Christian y yo seguíamos a las ambulancias.

—¿Christian está investigando el accidente? —Angela pregunta. Sus ojos se desvían momentáneamente a mí, sabe lo peligroso que puede resultar eso.

—Sip —Elliot le responde haciendo énfasis en la "p". —Y este es el único hospital de este lugar… así que no fue difícil encontrarlas.

—No sé si agradecer eso —Angela murmura.

La habitación se sumerge en el silencio, al menos de palabras porque las maquinas a mi alrededor siguen sonando.

—¿Bella? —la voz de Sue nos hace saltar a los tres.

—Adelante Sue —digo. La mujer se desliza al interior de la habitación.

—No sabía que estabas acompañada.

—Sue, ¿ya conoces a Elliot? —le pregunto. —Elliot es el nuevo novio de Angela.

—¿Tú también tienes un nuevo novio? —Sue mira con curiosidad a Angela.

—No. No es… —Angela intenta negarlo, pero Elliot ya se encuentra en movimiento, corriendo en dirección a Sue.

—¡Ya nos conocemos! Tu madrastra reconoció a mi hermano y nos arrastró con ella a su casa.

—No podía permitir que estuvieran afuera del hospital aterrorizando a todos por estar cubiertos de sangre —Sue ríe ligeramente. —¡¿Por qué no me habías dicho que tienes un nuevo novio, Angie?! —Sue mira a mi amiga con los ojos brillantes.

—Es que nosotros no estamos…

—¿Lo sabe tu madre? —Sue dice en tono malicioso.

—¡No! —Angela grita con histeria. —Y no creo que deba saberlo porque nosotros no…

—Por cierto, Christian es adoptado, eso no se lo dijimos cuando nos presentamos hace rato —Elliot escupe con entusiasmo. —Por eso no nos parecemos. Antes de que me lo diga, lo sé, él es más feo.

—Ambos son encantadores —Sue ríe. —Y me alegra que las tengan encantadas a ustedes.

—Es la misión de mi vida, encantar —Elliot se pone una mano en el pecho con dramatismo.

—Bueno, príncipe encantador —Sue se burla. —¿Por qué no me acompañas a buscar al doctor para que puedan ir a rescatar a tu hermano?

—Madame, será un placer —Elliot hace una reverencia. Le extiende su brazo a Sue para escoltarla hacia afuera de la habitación.

—¡Idiota! —Angela me golpea el brazo que tengo medianamente sano. —¡Elliot no es mi novio!

—Aun —le digo con una mueca. Ella chasquea la lengua. —Solo dale la oportunidad.

—Ok, cupido. Iré a mi habitación por mi dosis de drogas antes de que te terminé rompiendo la otra pierna —me dice amenazadoramente, pero la sonrisa baila en la esquina de sus labios. —Te veré más tarde.

Angela se levanta de la silla soltando maldiciones en el proceso, se desliza hacia la puerta de la habitación con demasiadas muecas en su rostro y desaparece de mi vista. Yo me quedo en la soledad de la habitación, analizando lo que sucedió hace algunos instantes; el plan original que era sacar de Seattle a los tres hombres Grey, está funcionando más que a la perfección, pero aún estoy en conflicto por la manera en las que sucedieron las cosas. Angela merece un óscar por su actuación, sin duda, pero estoy rogando, suplicando que nadie se haya dado cuenta de su desliz al mencionar la palabra "vampiro".

Y espero que, si alguien se dio cuenta, se le olvide.

La siguiente hora la vivo en calma. Paso el tiempo mirando por la ventana, o al menos por el poco espacio que me permite mirar la persiana entrecerrada, el exterior permanece tranquilo recordándome lo aburrido que suele ser este pueblo. La ansiedad comienza a consumirme cuando no recibo ninguna noticia el exterior.

—¡Ya volví! —Sue entra por la puerta. Detrás de ella viene el doctor Gerandy y una enfermera.

—Sue dijo que querías hablar conmigo —el doctor me mira, avanza hasta mi cama. La enfermera comienza a rondar a mí alrededor, revisando los aparatos y mis heridas.

—Quiero irme de aquí —le digo. La enfermera y él hacen una mueca.

—Bella, eso no es lo correcto en este momento —me dice. —Tu ritmo cardiaco aumentó muchísimo en poco tiempo, tu cuerpo está inestable y si te vas, hay riesgo de que tu situación empeore.

—No me importa —le digo. —Quiero irme.

—¿Alta voluntaria? —resopla. —¿Sabes lo que eso significa?

—Sí, lo sé —digo.

—Esto va en contra de lo que te he dicho, Bella —me advierte. —Deberías estar en el hospital, donde podemos monitorearte, limpiar tus heridas y controlar tus medicamentos.

—Lo sé —digo de nuevo. —Pero tengo cosas que hacer.

—Bella —se queja él. Yo no me molesto en responder a ese tono. —Darte de alta, con tu historial médico… seria casi como cometer un asesinato.

Hago una mueca por esa frase. Apuesto lo que sea a que Forks es el causante de mi mala suerte y mí aparente relación amorosa con las salas de emergencias de los hospitales. Fuera de este maldito lugar no me pasa nada.

La enfermera me ayuda a sentarme.

—Qué bueno que un abogado viene en camino —jadeo cansada. Ese pequeño movimiento ha costado más energía de la que pensé. —Puedo presentárselo.

El doctor Gerandy me mira. Sus ojos se pasean por todo mi cuerpo evaluando la gravedad de mi decisión, sus ojos me abandonan un segundo para posarse sobre Sue.

—¿Sabes lo que me está pidiendo? —le pregunta.

—Estará bien —Sue asiente. —Yo cuidaré de ella.

El doctor Gerandy se debate por algunos segundos.

—Si te doy las medicinas… ¿Prometes asegurarte que las tome?

—Yo me encargo de eso, Bob —Sue asiente.

—Firma esto —dice, su cabeza se sacude mientras se acerca a mí, extendiendo las hojas que hay en sus manos.

—Gracias —sonrió. Garabateo mi nombre en las hojas.

—No me gusta nada de esto —dice el doctor. —Te daré espacio para que puedas cambiarte. Iré a preparar las medicinas.

La enfermera se dedica a desconectarme de todos los aparatos, revisa mis heridas y las venda con más cuidado dándonos algunas indicaciones mientras lo hace. Luego, con su ayuda y la de Sue, me quito la bata del hospital y me colocó la ropa que mi madrastra se ha encargado de traerme; un conjunto deportivo que perteneció a Seth, me queda holgado lo que ayuda a no lastimar mis heridas. Para mi suerte, la herida en mi pierna es en el muslo, por lo que las zapatillas deportivas que solía usar antes de mudarme, me quedan a la perfección.

Entre ambas me llevan hasta las afueras del hospital donde ya están esperando Angela y Elliot quien corre hasta mí para tomar el lugar de la enfermera.

—Papá acaba de llamar. Dijo que ya está en la comisaría y que espera por nosotros —Elliot me avisa. —¿Estas lista?

—Vamos —asiento. Elliot me ayuda a subir a los asientos traseros del auto, luego mete a Angela en el asiento del copiloto antes de subirse él mismo detrás del volante y llevarnos hasta nuestro destino.

Afuera de la comisaría, está la patrulla de Charlie, un auto elegante que aseguro es de Carrick. No le doy tiempo a que Elliot apague el auto, en cuanto detiene la marcha me lanzo por la puerta arrastrando mi cuerpo con ayuda de la muleta que alguien me dio minutos más temprano. Escucho a mis acompañantes intentando detenerme, pero no les hago caso, necesito llegar a Christian antes de que mi padre haga o diga algo indebido.

—¿Bella? —Mark se levanta de su escritorio mirándome con asombro.

—¿Dónde está mi padre? —pregunto ansiosa.

—Dentro, con el abogado del señor Grey —responde señalando el camino a las celdas. Giro mi cuerpo y comienzo a arrastrarlo hacia allí. —Espera, Bella...

Lo ignoro. Lucho para recorrer el pasillo que me separa del área donde está mi padre, puedo escuchar su voz hablando con alguien.

—Espera —un par de brazos me sujetan por los hombros. Levanto mi rostro para encontrarme con el de Carrick. —Dales un momento.

Parpadeo, confundida. El hombre solo sonríe y señala con su cabeza a la vuelta del pasillo de donde provienen las voces.

—Tu padre está afuera —Charlie dice. —Se nota que Carrick es una persona que ama a sus hijos.

—Lo es —es la respuesta que obtiene mi padre.

—Venir desde la ciudad solo por un capricho de dos de sus hijos —se burla mi padre. —Es admirable.

—Así es mi padre —Christian dice. Su voz está tensa.

—¿Tienes hijos, Christian?

—No.

—Entonces es probable que no comprendas la razón de mis acciones —se lamenta Charlie. —Tampoco es probable que comprendas toda la historia que te he contado o lo que te voy a decir.

¿Cuánto tiempo llevan hablando? ¿De que carajos ha estado hablando mi padre con Christian?

—¿Me vas a amenazar, cierto? —Christian habla con voz burlona, como si estuviera escondiendo una carcajada. —Está bien, adelante.

—No, hare eso —Charlie suspira. —No voy a desgastarme diciéndote las mil maneras en las que puedo descargar todo el cargador de mi pistola en ti.

—Sutil —dice Christian.

—Escucha, hijo —Charlie parece evadir su pregunta, —puedo pararme aquí, delante de ti y decirte lo que cualquier padre te diría: "Soy un policía y tengo un arma; si lastimas mi hija no vivirás para contarlo; si la lastimas te disparo" —mi padre se ríe sin ganas. —Pero, no esta vez.

—¿Charlie?

—Christian, si tú lastimas a mi hija... si ella de nuevo intenta... —la voz de mi padre se interrumpe por algunos segundos. Se escucha que se obliga a tomar un par de respiraciones. —No importa cuántas ganas tenga de torturarte o cuantas veces pueda llegar a dispararte. Si yo pierdo a mi Bella, ni haciendo mil agujeros en tu maldito pecho la voy a recuperar. Y no va a valer la pena.

—Lo entiendo.

—Por eso, Christian, estoy aquí frente a ti, diciendo, pidiendo, rogando y suplicándote que no la lastimes —la voz de mi padre se escucha rota. —No quiero volver a perder a mi hija, Christian. No quiero volver a verla gritando en silencio por ayuda, y tampoco quiero volver a verla como hace cinco años, al borde de la jodida muerte.

—No lo haré —Christian asegura con un timbre fuerte, claro y prometedor. —Yo también sé lo que se siente, Charlie. Sé que se siente que alguien te lastime, que alguien se vaya y te abandone. Así que puedo jurarte que si un día me atrevo a herirla, a lastimarla de esa o de alguna manera similar, yo mismo vengo y te traigo un arma para que me dispares.

Tengo que cubrir mis labios con mi mano para ahogar el jadeo que amenaza con salir de mi garganta. Mis piernas se tambalean y mi brazo lastimado hace notoria su incomodidad por sostenerme de la muleta. Carrick tiene que intervenir y rodear mi cuerpo con sus brazos para mantenerme de pie.

Charlie se queda en silencio. Yo me obligo a hacer lo mismo.

La ansiedad comienza a atacarme. Quiero saber que está pasando, que reacciones hay en ambos, quiero saber qué es lo que pasa por la mente de ambos.

—¿Cuáles son tus intenciones con mi hija? Espero que seas honesto conmigo.

—Charlie, si esperas qué mi respuesta sea la que cualquiera te puede ofrecer, la típica respuesta de "casarnos, tener hijos y morir juntos" no la vas a obtener. Todo eso dependerá de lo que Isabella quiera —la respuesta de Christian me toma desprevenida. No hemos hablado de eso, es muy pronto para hablar de eso, ¿verdad? —Yo nunca la obligaría a hacer algo que ella no quiera hacer.

Un sepulcral silencio recorre la comisaria. Supongo que la respuesta también ha tomado por sorpresa a Charlie.

—Pero eso no evita que sea honesto contigo respecto a mis intenciones con Isabella —Christian habla, esta vez más claro y fuerte, como si supiera que yo estoy aquí, escuchando la conversación. —Mientras yo viva, quiero ser yo lo primero y lo último que vea en el día; quiero ser yo quien vea y provoque todas sus sonrisas; quiero ser yo a quien le cuente sus problemas y a quien acuda cuando necesite ayuda; quiero que sean mis brazos a los que corra cuando busque consuelo o cuando busque cariño —mientras habla, sus palabras se van cargando de dulzura, aunque su voz no baja. —Quiero mostrarle todo lo que pueda; llevarla a conocer el mundo, a conocer museos, a conciertos, a cualquier lugar que ella me pida. Quiero darle todo lo que ella quiera, darle lo que tengo e incluso lo que no tengo.

Mis labios se aprietan con fuerza mientras escucho sus palabras. La calidez en mi pecho aumenta, los latidos de mi corazón también.

—Quiero ser el hombre de su vida —sentencia. —Quiero serlo todo en la vida de tu hija, Charlie. En esta vida, en la siguiente y en todas las que vayamos a vivir.

Los brazos que me sostienen se aprietan con más fuerza a mi piel, recordándome que Carrick está a mi lado, escuchando la conversación. Pero mi cuerpo ya no puede sostenerse. Ignorando el dolor, me deslizo de entre los brazos que me sostienen hasta que mi cuerpo toca el suelo de la comisaría. Alguien se desliza a mi lado, en silencio.

—¿Todo eso lo sabes con el poco tiempo que han salido? —Charlie finalmente pregunta.

—Sonaré como un loco, pero sí —Christian dice.

—Suenas como un maldito psicópata —le dice mi padre.

Christian suelta una carcajada. Yo respiro de nuevo.

—Llevo años yendo a terapia —Christian le dice. Su tono honesto pero aun lleno de diversión.

—Menos mal—responde Charlie, puedo escuchar su sonrisa, aunque eso se va rápidamente. —Ahora lo entiendo. Ahora comprendo que es lo que sucede.

—¿Comprender? —Christian se escucha confundido.

—Ayer, cuando vi a Bella volver a pisar esa casa que ha evitado por años, pensé lo peor, que estaba enferma, que se iba a morir…Ahora comprendo que tuvo que venir aquí a buscar esa parte que faltaba —mi padre suena orgulloso y dolido. —Ahora comprendo que al venir aquí, fue probarse a sí misma que puede seguir adelante. Que puede enamorarse de nuevo.

—¿Amor? —Christian pregunta en voz baja. Casi puedo ver sus cejas elevándose en su rostro con incredulidad. —¿Isabella está enamorada de mí?

Me quedo en silencio. Yo también quiero saber esa respuesta.

—Mi Bella puede amar a las personas demasiado rápido —mi padre dice con ternura.

Quizás ese es mi maldito problema.

—Ahora, por favor, Christian, habla con ella sobre este mal entendido para que yo pueda regañarla por obligarme a abusar de mi poder con un civil —Charlie vuelve a su tono duro y precautorio de policía. —Espero que hayas disfrutado el hecho de que permití que me golpearas, Christian, eso no volverá a suceder.

—¿Disculpa?

—Iré a buscar a tu padre —advierte Charlie ignorando a su última pregunta.

—Esperaré aquí —es la respuesta que Christian dice.

Charlie no dice nada más, sus pasos se escuchan en dirección a nosotros, pero nadie se mueve, todos parecen esperar alguna reacción de mi parte. Pero yo me siento muy cansada física y emocionalmente, estoy exhausta y no quiero moverme. Llevo cerca de tres horas despierta, pero se sienten como si hubiera pasado la mitad de mi vida en vela.

Mi padre no tarda en aparecer frente a nosotros. Sus pasos se frenan de golpe al vernos.

—¿Que estás haciendo aquí? —exige. Una de sus manos se coloca a los costados de su estómago.

—Llorando —respondo. Mi mano sana se levanta a mi rostro para limpiar mis lágrimas. —¿No se nota?

—¿Que no debes estar en el hospital? —gruñe con fastidio.

—Sí, debería —le respondo. Mi cuerpo está considerando la idea de regresar al hospital a que me droguen con más medicamento. —Pero, resulta que soy testigo del crimen del que acusas a Christian así que debo estar aquí.

Mi padre se limita a mirarme.

—¿Y ustedes? —les gruñe a Elliot que está junto a su padre, y a Angela que está en el piso a mi lado. —¿Qué hacen aquí?

—Apoyo moral —responden ambos. Con cuidado me ayudan a colocarme de nuevo sobre mis piernas.

—Pues, es todo suyo —sonríe Charlie. La malicia en sus ojos marrones me hace saltar. —Carrick y yo nos iremos a pescar para aprovechar el buen clima de hoy.

—¡¿Que?! —chillo. Obligo a mi cuerpo a girarse y avanzar un par de pasos en dirección a mi padre. —¿Te vas a ir a pescar? ¿Qué hay con la investigación?

—Tranquila, Isabella —Carrick da un apretón a mi brazo sano. —Christian tiene a personas investigando, tu padre también. Todo se resolverá.

—¿No estas oyendo que ya hay gente investigando? —mi padre se cruza de brazos. —Quiero saber qué fue lo que pasó, ya tengo a oficiales investigando y estoy seguro de que a Christian no le molestará que le eche un vistazo a lo que su gente investigue.

—Pero… pero… —balbuceo.

—Bella, hija, sé que estás nerviosa y asustada por el accidente, pero, tú lo dijiste, Isaac está bien, Angela y tu están aquí, es lo importante —Charlie acaricia mi cabello enmarañado. —Hasta que la investigación no arroje un resultado, no puedo hacer más.

—Está decidido —Carrick sonríe. Camina hasta quedar a mi lado. —No te preocupes, Isabella, llegaremos al fondo de esto.

—Pues, si… pero, es que —continuo diciendo frases sin sentido.

—Ve a casa, Bella, deberías estar descansando. Tú también, Angela —Charlie señala el fondo del pasillo que nos lleva a la puerta de la comisaría. —Carrick si quieres aprovechar el sol, es mejor que nos vayamos.

—Andando —Carrick acepta. —Yo invito las cervezas.

—Me agrada tu suegro —Charlie me mira con una sonrisa tan brillante que no he visto en años.

—Pues, si, a mi también me agrada… pero, es que —continuo diciendo frases sin sentido.

—Yo las cuido —Elliot sonríe. —Ustedes vayan a divertirse.

Charlie y Carrick asienten, ambos se dan una palmada en el hombro y comienzan a caminar por el pasillo, alejándose de nosotros.

—El barco no es grande, pero lo he estado arreglando… —Charlie comienza a contar la historia del barco con el que salía a pescar con Harry. Nosotros nos quedamos perplejos, mirando como ambos hombre se ríen por un comentario y como se alejan perdiéndose de nuestra vista.

—¿Se fueron? —pregunto cómo una idiota.

—Sí —Elliot y Angela asienten.

—Lo bueno es que papá vendría para sacarme de aquí —escuchamos que alguien dice entre dientes.

—Mierda —nosotros tres respondemos.

—Iré por Mark —Angela suspira. Comienza a arrastrarse hacia la puerta gritando el nombre del policía.

Elliot me ayuda a llegar hasta la celda donde se encuentra Christian sentado en la silla que hay al interior. Mis ojos lo examinan; su playera de cuello blanca parece estar en buen estado, sus pantalones negros lucen arrugados al igual que su abrigo color negro. Sus ropas lucen más desordenado que cuando lo vi en el hospital, ahora es notorio todo el movimiento que ha tenido.

—Joder, hermano, tu suegro es... —Elliot sonríe. Se gira para encarar a su hermano. —Interesante.

Christian lo ignora. Su atención está sobre mí.

—¿Por qué estás aquí? —pregunta. Se levanta de la silla y se acerca lo más que puede a los barrotes de metal de la celda. —¿Qué sucede?

Arrastro mi cuerpo lo más cerca de él que puedo. Hago una mueca, la maldita celda lo mantiene muy lejos de mí. Sus manos logan alcanzarme, sus manos acunan mi rostro con cuidado, sus pulgares limpian las lágrimas que se han deslizado de mis mejillas.

—Te duele —dice. Sus ojos grises suben y bajan, analizándome.

—Lo siento —le digo. El dolor, la vergüenza y el remordimiento me azotan produciéndome más sollozos.

—Hablaremos más tarde de esto, cariño —me dice tiernamente. —Ahora necesitas descansar y recuperarte.

—Isabella, deberías ir a casa a descansar.

—Estoy bien —le digo poniendo mis ojos en blanco.

—No, Isabella. No estas malditamente bien —Christian dice haciendo una mueca cuando me ve acomodar el apoyo de la muleta debajo de mi brazo para darme más estabilidad. —Una de tus piernas ni siquiera puede sostenerte.

—Ya sé cómo lidiar con eso —resoplo. —No es la primera vez.

—Elliot, llévala a la casa de Charlie —le ordena a su hermano.

—No. No me voy a mover de aquí hasta que no te saque de esa maldita celda, Christian —hago el intento de cruzarme de brazos para lucir más seria, pero la muleta debajo de mi brazo y la herida en mi otro brazo, me lo impiden.

Christian me da una mirada burlona.

—Elliot, llévatela y mantenla ahí —repite. —No me importa si la tienes que amarrar a la puta cama.

—Hermano, sé que dije que tenía curiosidad, pero cumplir fetiches con tu mujer no creo que sea lo correcto —Elliot levanta las manos mostrando sus palmas. —Es decir, es sexy, eso no te lo voy a negar, pero sería muy incómodo.

—Elliot —sisea entre dientes el cobrizo.

—Hay límites que yo no pienso cruzar —niega el rubio. Ahora soy yo quien le ofrece una mirada burlona a Christian.

—Yo ya te hacía pudriéndote en el calabozo —Angela le gruñe al cobrizo. Se acerca y detrás de ella veo que viene Mark.

—¡¿Tienen un calabozo para criminales?! —Elliot pregunta. La excitación es clara en su voz.

—No —decimos Angela, Mark y yo.

—Estoy segura de que tu hermano es el criminal más peligroso que ha tenido este pueblo desde que me fui —digo. —La tasa de crímenes cometidos en Forks es casi nula.

—Honestamente, tú viniste a traer algo de acción a este aburrido pueblo —Angela acepta. —Antes de que llegaras, lo más divertido que podíamos hacer era esperar a que la señora Stanley esparciera un chisme nuevo.

—¿De verdad? — Elliot abre los ojos, sorprendido.

—Sí, aquí no hay mucho por hacer —le digo. —Pueblo chico, infierno grande.

—Un infierno de color gris —Angela dice con una mueca. —Aquí no es tan soleado como en Seattle, siempre es deprimente.

—¿Me llamaste, Bella? —Mark se acerca acompañando y ayudando a mi amiga.

—Sí, Mark —le sonrió amablemente. —Puedes, por favor abrir la celda para liberar al señor Grey.

—¿Abrirla? —pregunta.

—Sí, Mark, por favor —mantengo mi sonrisa y mi tono lleno de amabilidad. —Quiero irme a casa a descansar.

—Es que yo... —se remueve, nervioso.

Me lleva la fregada. Ya me imagino lo que va a dirá este hombre.

—¿Qué sucede, Mark? —le pregunto dulcificando mi voz.

—Tú padre dijo que iría a pescar —explica lo que yo ya sé. —Se fue con el abogado del señor Grey.

—Sí, lo sé —exhalo. Obligo a mis labios a no borrar mi sonrisa. —¿Y eso que tiene que ver con lo que te he pedido?

Respira, Isabella. Respira maldita sea. No puedes atacar a un policía. Bueno, si no tenemos en cuenta mi condición actual, en realidad si puedo hacerlo, puedo atacar a uno, dos, tres o más policías, pero, moralmente no debo de hacerlo.

—Me dijo que cuando volviera, él vendría a liberar al señor Grey.

Cierro los ojos y cuento hasta el diez. No, mejor que sea hasta el veinte. Mierda, llegare al 100 antes de poder conseguir un solo gramo de calma. Pero la realidad es que, este pobre hombre no tiene la culpa de lo maquiavélico que es mi padre.

—¿Te parece si lo llamó? —le pregunto a Mark. —Así podemos hablar con él para que puedas liberar al señor Grey.

—Tu padre dijo que, a donde iban, no tendrían señales en sus celulares —Mark explica. —Que nadie podría llamarlos.

—Disculpen —Angela murmura. —Tengo una llamada, los espero afuera.

Por la esquina de mis ojos, veo a mi amiga tomar su celular, girarse y arrastrarse en dirección a la salida de la comisaría.

—Mark, por favor —sigo hablando con el oficial. —Abre la celda.

—Bella, no puedo hacer eso.

—¿Por qué no? —le pregunto.

—Tú papá se enojará conmigo si vuelve y ve que lo he liberado —al oficial le tiembla la voz. —El jefe Swan me matará.

Resoplo.

—También me matará a mí —siseo entre dientes. —Así que abre la maldita celda Mark, para que ambos podamos tener una muerte honorable.

El hombre duda una vez más y juro que yo estoy a nada de golpearlo con la muleta.

—Mark. Me escapé del maldito hospital, arrastre mi pierna lastimada hasta aquí con ayuda de esta puta muleta; el brazo me arde como si se me fuera caer en jodidos pedazos; por si fuera poco, me acabo de tomar un jodido cóctel de una mezcla muy peligrosa de sedantes y analgésicos —le gruño arrastrándome en su dirección con cada palabra que sale de mi boca. —Así que, no estoy segura de a cuál, de las tres siluetas tuyas qué veo, le estoy hablando. Pero si estoy segura de algo, Mark, te juro que si no abres la maldita celda..

—Bella... —intenta sonar conciliador.

—¡Abre la maldita celda, Mark! —bramo ferozmente.

El hombre corre a abrirla. Rodea mi cuerpo con cuidado antes de que sus piernas lo estampen contra los barrotes mientras sus manos buscan frenéticamente las llaves. El maldito tintineo del metal chocando contra el metal comienza a ponerme los pelos de punta, pero Mark es inteligente y logra abrir la puta celda antes de que me dé un taque.

—Listo, señor Grey —le dice.

—Gracias Mark —Christian da un asentimiento y camina hasta a mí.

En segundos tengo su cuerpo contra el mío. Sus brazos me sujetan con cuidado, asegurándose de no lastimarme pero presionándome contra su pecho, su nariz está contra mi cabello respirando mi aroma hospital, lo más seguro.

—Hola —le digo haciéndome hacia atrás.

—Hola —me dice.

—Vámonos antes de que Mark quiera encerrarte de nuevo —le digo. Christian asiente. Nos acomoda de una manera en la que él es mi soporte para caminar.

—Mark, por favor, huye antes de que Charlie regrese —miro al policía que retuerce las llaves en sus manos.

—Sí, yo… ya me voy —el hombre asiente. Camina detrás de nosotros, escoltándonos hasta la salida.

Afuera de la comisaría, el ambiente se siente ligeramente pesado, además que repentinamente hay unos rayos de sol tocando mi rostro.

—Señor —Taylor aparece frente a nosotros. Su voz es tensa, dura, cuidadosa.

—Hola Taylor —le digo al hombre. Sus ojos me miran, su semblante cambia en cuanto me ve.

—Señorita Swan —dice mi nombre con cierto alivio. —¿Se encuentra bien?

—He estado mejor, Taylor —le sonrío con cansancio. —Pero, estaré bien.

—Nos preocupó a todos —el hombre dice. —Sobre todo al señor Grey.

—Me imagino —digo mirando por mis pestañas a Christian que está concentrado lanzándole miradas furiosas a su guardaespaldas.

—Dime, Taylor —Christian apura al hombre. —¿Qué encontraron?

Taylor luce dudoso de hablar. Supongo que mi presencia es la que está molestando.

—¿De verdad es necesaria toda esta investigación? —pregunto. —Estoy bien, ya pasó.

—No voy a quedarme cruzado de brazos si alguien intenta lastimar a Isabella —Christian bufa. —El accidente es extraño. Si fue algo causado, voy a encontrar al causante porque quiero que pague.

Pongo los ojos en blanco.

—¡Bella! —la voz gruesa y potente de Sam me sobresalta.

Viene caminando a nosotros.

—Hola Sam —le saludo con mi mano buena. —¿Sucede algo?

Sam se detiene a un costado de Taylor y de frente a mí. Su corpulento cuerpo resulta amenazante e imponente, lo que hace que Christian y Taylor entren a un estado alerta. Yo quiero reírme de la situación. Los hombres blancos, de estatura ligeramente más alta que el promedio, cuerpo musculoso, vestidos de manera elegante y con una pose casi militar, se sienten amenazados por mi amigo con sus rasgos Quileutes, con su torso desnudo, sus shorts de mezclilla improvisados, con su estatura similar a la de ellos y su pose más relajada aunque no menos tensa.

—¿Podemos hablar en privado, Bella? —pregunta. Sus ojos están fijos en Christian y sé que está lanzándole miradas que gritan: "vete".

—No —Christian gruñe, sus manos me sostienen con más fuerza.

—Si —digo yo. —Yo iré a hablar con Sam y tú podrás hablar con Taylor.

—Isabella… —dice, es evidente que no está convencido con la idea. —No.

—¿Cómo que no? —pregunto, incrédula. —¡Tú tienes que hablar con Taylor!

—Primero te llevaré a casa de Charlie para que puedas descansar, mientras eso sucede, Taylor irá a comprar algunas camisas para cualquier hombre semidesnudo que se nos cruce —le da una mirada a Sam. —Luego, podré hablar con Taylor.

—¡Pero yo necesito hablar con Sam!

—Isabella, por favor —suplica. —Necesitas descansar.

—Lo haré cuando hable con Sam —digo firme.

Christian aprieta la mandíbula. De nuevo está molesto, pero a mí no me importa, quiero hablar con Sam, necesito escuchar lo que sea que quiere decirme. Veo a Elliot estirar su mano y colocarla sobre el hombro de su hermano, le da un apretón silencioso. Christian toma una profunda respiración. La presión de sus manos en mi cuerpo disminuye, aún está renuente, pero poco a poco comienza a soltarme. Se asegura que esté lo más firme posible sobre mis pies y la muleta, me ayuda a dar un par de pasos antes de soltarlo.

—Vamos, Sam —le digo al moreno. Mi cabeza señala hacia un costado.

—Te ayudo —el hombre corpulento estira sus brazos para ayudarme. Yo acepto, cansada de estarme arrastrando de un lado a otro. Su brazo grande y cálido rodea mi cintura y sin ningún esfuerzo me levanta del suelo. Ambos fingimos que no escuchamos el gruñido de Christian detrás de nosotros.

—¿Qué es lo que sucede, Sam? —le pregunto cuando nos alejamos unos pasos de los tres hombres. Sé que son tan chismosos que aún están mirando en nuestra dirección, si no es que están caminando detrás de nosotros para escuchar nuestra conversación.

—Aun no —dice él. Mira en dirección a la comisaría por encima de nuestros hombros. —En el borde del bosque están Jacob, Paul y Angela. Ahí hablaremos.

—Está bien —digo. Mi corazón se acelera. Si tenemos que cruzar todo el estacionamiento de la comisaria para estar lo suficientemente lejos como para tener esta conversación, significa que es algo malo.

Carajo. Tengo un maldito mal presentimiento.

Son segundos los que tardamos llegar hasta nuestros amigos. Sam me deposita en el suelo de nuevo, recuesto mi cuerpo contra uno de los árboles que están entre Angela y yo. Jacob y Paul están de pie frente a nosotros, con su mirada fija a nuestras espaldas en dirección a donde se han quedado Christian y Elliot hablando con Taylor.

—Christian está a nada de venir corriendo hacia acá —se burla Angela. Su cabeza está inclinada en esa dirección también.

—¿Y ese quién es? —Jacob gruñe, sus brazos se cruzan sobre su torso desnudo.

—Mi novio —digo.

—¡¿Tú que?! —los tres lobos me gritan.

—Mi novio —repito.

—Novio —dicen al unísono. Los tres estiran su cuello para tener una mejor visión del hombre que, estoy segura, está haciendo muecas en nuestra dirección.

—¿Y cuándo pensabas decirnos ese pequeño detalle? —Sam pregunta.

—¿No lo dije? —me hago la loca. —Qué raro, yo recuerdo como que sí lo comenté.

—Lo antisocial también te hizo mal educada —Paul habla. —Usualmente, alguien extraño debe ser presentado a los amigos.

—Sobre todo si es tu maldito novio —Jacob bufa.

—Al menos ahora comprendo porque nunca viste a Jacob como algo más que tu amigo —Sam dice pensativo. —Los cobrizos son lo tuyo, al parecer.

Hago una mueca de fastidio. Jacob una de indignación.

—Cuando terminemos de hablar hago las respectivas presentaciones —digo.

—Sí, ¿Por qué querían hablar en privado con nosotras? —Angela pregunta de manera insistente. —¿Qué es lo que sucede?

—Queremos hablar del accidente —Jake dice con precaución.

—¿Qué hay con eso? —pregunta mi amiga.

—Cuando Sue nos llamó para avisarnos, todos nosotros fuimos dispuestos a ayudar —Sam dice. Angela y yo asentimos. —Llegamos antes que la ambulancia y los policías por obvias razones.

—Pero cuando llegaron ya estamos afuera de los restos del auto —dice Angela.

—Solamente Bella —Sam dice. —Nosotros nos encargamos de sacar a tu hermano y a tí.

—Aun así, debemos agradecerles —le digo con honestidad. —Gracias por salvar mi trasero de nuevo.

—Cuando las trasladaron al hospital, nosotros nos quedamos allí —Sam se remueve, como si estuviera inseguro de continuar hablando. —Al inicio, la preocupación y la ansiedad no nos permitió notarlo, al menos hasta que Paul lo mencionó.

—¿Notar? ¿Qué cosa? —Angela pregunta. —¿De qué estás hablando?

Sam me mira. Su garganta sube y baja con evidente nerviosismo.

Mi cerebro ya está trabajando en mis recuerdos, yo obtengo la respuesta a esa pregunta antes de que alguien pronuncia palabra alguna.

Es inevitable que una corriente de frio me recorra. Mi corazón se acelera, o se detiene, no estoy segura. El sudor frio cae de mi frente como gotas de hielo perforando mi piel, recordándome que esto es malditamente real.

—Les aseguro que, en cuanto lo notamos, hicimos lo posible por asegurarnos del problema, pero deben saber que ya nos llevaba ventaja.

—Sam, no te estoy siguiendo —Angela sacude la cabeza.

—¡Déjate de idioteces, alfa! —Paul grita, le da un empujón. —Un vampiro, había un maldito vampiro allí, en el accidente, con ustedes.

—Mierda —Angela jadea. Yo no consigo producir ningún sonido con mis cuerdas vocales.

—Creemos que fue atraído por el aroma de la sangre —Sam explica.

—Quil, Jared y Embry intentaron seguirle el rastro… —Jacob me explica, —pero, lo perdieron cerca de la frontera con Canadá.

—El resto nos quedamos montando guardias cerca de ustedes —Sam nos mira, parece más aliviado al decirlo, pero aun continua con nerviosismo.

—¿Es uno de ellos? —Angela se atreve a preguntar.

—No —Sam niega. —Gracias a su alimentación, los aromas de los Cullen eran ligeramente diferentes, este vampiro es uno de los, err… ortodoxos.

—Vampira —consigo escupir —Es una mujer.

—¡Uy! Disculpa por no respetar el género de las sanguijuelas —se queja Paul chasqueando su lengua.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco…

—¡¿Qué mierda dijiste?! —su cabeza se gira de un movimiento hacia mí. Sus ojos están abiertos de par en par, las aletas de su nariz dilatadas bufando por aire, sus hombros subiendo y bajando con rapidez.

—Es una vampira —repito mis palabras. —Una "ella".

—¿Cómo sabes? —Jacob da un paso hacia mí.

—Porque la vi —murmuro con la garganta seca.

—¿La viste? —Sam pregunta.

—¿Qué no le estas poniendo atención? —Paul le da un empujón a su alfa. —Sí, la vio.

—Al inicio, creí que era solo una alucinación por el accidente, la histeria y el trauma —les digo. —Pero, ahora que lo mencionas…

—¿Puedes describirla? —Sam me pregunta.

—Tamaño promedio, blanca, perfecta, pelirroja y loca —les digo.

—¡Es ella! —los tres saltan. Sus cuerpos comienzan sacudirse en espasmos.

—¡No se les ocurra! —grito previniendo el desastre que está a punto de suceder. Toma algunos gruñidos, respiraciones y maldiciones, pero se logran contener.

—Entonces, me están diciendo que, ¿una vampira estuvo en el accidente, lista para beber nuestra sangre? —Angela pregunta.

—Si —Jake y Paul dicen.

—Supongo que notó nuestra presencia y se fue —dice Jacob. —Pero, aun así, no están a salvo.

—Al menos hasta que le arranquemos la puta cabeza roja —Paul gruñe. Su cuerpo se sacude de nuevo.

—¡Detente! —le ladra Sam. Al instante se calma.

—¿Cómo que no estamos a salvo? —Angela chilla con histeria. —Ya tengo bastantes problemas con mi vida como para añadirle una vampira loca que quiere beber mi sangre.

—No lo hará —le dice Jacob.

—¡¿Cómo mierda estás tan seguro de eso?! —Angela continua con histeria. Jacob abre y cierra la boca un par de veces.

—Porque no te quiere a ti —digo.

—¿De qué ca-ra-jo hablas? —Angela junta sus cejas.

—Victoria, la vampira, no te quiere a ti —repito. —Yo me llevé lo peor del accidente por una razón.

—¿Crees que fue ella? —Sam pregunta, la preocupación ha aumentado en su rostro.

—¿De qué mierda están hablando? —Paul pregunta, exasperado.

—En el accidente, cuando el auto fue golpeado por primera vez y arrojado afuera de la carretera —me estremezco, —alguien decía mi nombre.

—Carajo —Paul me mira.

—Un momento, ¿dijiste que la sanguijuela sabe tu nombre? —Jake me pregunta ignorando al resto. Todas las cabezas se giran hacia mí.

—Si —digo casi inaudible. Al instante tengo a tres licántropos temblando a causa de una casi inminente transformación que no es nada correcto que suceda frente a dos humanas.

—¡Basta! —Angela les ruge. Con su mano sana golpea la frente de cada uno de ellos. —Ahorita no es momento para sus estúpidos problemas de control de ira.

—Lo siento —tararean los tres.

—Ahora, tú —mi amiga me señala. —¿Explica cómo carajos es posible que un vampiro conozca tu nombre?

—Vampira —le repito.

—Sí, sí, un vampiro "ella" —pone los ojos en blanco.

—Porque yo soy lo que busca —les digo. —Me quiere a mí y de preferencia muerta.

—¿Estás diciendo que existe la posibilidad de que haya una psicópata detrás de ti? —Sam jadea. Aunque el tono de incredulidad en su voz es clara.

—¿Qué no estas escuchando? Gran, poderoso e imbécil alfa —Paul grita manoteando en el aire con sus enormes brazos. —¡Hay una maldita sanguijuela, vampira chupasangre, psicópata, detrás de ella!

—Maldición —Jacob de frota el rostro.

—Jacob, llévalas a Seattle —Sam comienza a dar órdenes. —Asegúrate que estén allí a salvo, nosotros nos encargaremos de ella.

—No, ya no va a funcionar —digo apresuradamente. —Ya sabe que estoy viva.

—Bella, necesito protegerlas —me dice con la mandíbula apretada. —Necesito llevarlas a un lugar más seguro.

—Ese es el maldito problema, Sam. Ni en Seattle estaré bien.

—Bella —intensa sonar calmado y en control, pero puedo escuchar la histeria detrás de ese tono.

—Ella no se detendrá, Sam —doy un paso en su dirección con una súplica silenciosa. —No va a parar hasta tenerme, hasta alcanzarme, torturarme y matarme.

—¡¿Y porque quiere hacer eso?! —Jacob comienza a temblar.

—Ojo por ojo —digo ausente.

—No me estés jodiendo —Paul es quien me gira en su dirección con un movimiento brusco. —¡No me digas que esto es por tu maldito chupasangre!

—Pareja por pareja —digo sin mirarlo.

—¡Y una mierda! —grita. Su voz produce un efecto en cadena. El bosque a su espalda se altera, los animales reconocen que hay algo peligroso cerca de ellos y corren a ocultarse.

De nuevo los gruñidos y temblores nos rodean. Incluso Angela suelta un par de maldiciones bastante coloridas.

—¡Así no llegaremos a ningún lado! —me quejo. Los tres licántropos aprietan sus ojos, sus labios, sus puños y se esfuerzan en tranquilizarse.

—Habla, Swan —Paul me demanda.

Decido tentar un poco el terreno. Sé que todos ellos conocen esta conversación, aunque se la conté a Jacob, gracias a la mente de la manada todos los lobos saben. También se lo conté a mi amiga cuando tuvimos que contarle toda la verdad, así que, quiero creer que estamos en la misma sintonía.

—Todos saben lo que sucedió en Phoenix, —digo, todos asienten.

—Sí, el idiota que se obsesionó contigo —Jacob asiente. Todos lo imitan. —¿Qué hay con eso? ¿No mencionaste que los Cullen lo habían asesinado?

—Si eso hicieron —me encojo de hombros. —Pero, a su pareja no. Ella siguió viva.

Una nueva ronda de gruñidos, maldiciones y temblores azota el ambiente a mí alrededor.

—Victoria es su pareja y es probable que, ella me quiera muerta porque esa es su manera de vengar a James.

—Pero tú ya no estas con Edward —Angela exclama con indignación. —¡Él te dejó aquí porque no te quería como su pareja!

—¿Te dejó a la merced de una loca? —Jacob gruñe.

—Ellos dijeron que no la consideraban una amenaza —explico. —Incluso yo había olvidado que estaba por aquí, rondándome.

—No me jodas —Paul gruñe entre dientes. —¿Cuánto tiempo ha estado esa puta chupasangre aquí?

—No lo sé —respondo con honestidad —Después de que ustedes mataron a Laurent en el claro, nada sobrenatural pasó, creí que todo eso se había ido.

—¿Sabes lo que eso significa? —Paul da un paso más en mi dirección. Escucho sus movimientos sobre la hierba del bosque.

—Paul… —Sam le advierte.

—¡Jodete, alfa! —le gruñe. Su rostro furioso se gira en mi dirección. —Es tu maldita culpa esto, Swan.

—¡¿Mi culpa?! —levanto una ceja. —¿Acaso yo pedí esa psicópata tratara de asesinarme en una accidente?

—¡Es tu maldita culpa que nosotros seamos licántropos!

—¿Por qué carajos eso sería mi culpa, imbécil? —le reclamo. —Yo solo soy una humana.

—¡Es tu puta culpa por meterte con ellos! —escupe. —¡Por tu puta culpa los chupasangre no nos dejan en paz!

Sí, esto está a punto de pasar. Voy a tener una maldita pelea con Paul.

—¡¿Crees que yo pedí esto?! —grito. —¿Qué yo pedí que un puto vampiro se obsesionara conmigo? ¿Crees que yo pedí que James me cazara y me lastimara? ¿Qué yo pedí que ahora su novia vampira psicópata quiera vengarlo?

—¿Qué dijiste? —una voz tensa, gélida y familiar hace que todos nos sobresaltemos.

—¡¿Christian?! —jadeo. Mi cuerpo se gira de un movimiento, mis ojos se topan con un hombre con hombros agitados, cabello cobrizo rizado y muy despeinado, una expresión de confusión, molestia e incredulidad en su rostro, y con ojos muy abiertos.

—Mierda —jadeamos todos.

—Esto no es bueno —Jacob dice. Sus ojos miran frenéticos a su alfa.

—No, no lo es —Sam acepta. Paul no dice nada, simplemente se limita a mirar a Christian y a Elliot que está detrás de su hermano.

—Christian... —intento decir algo, exprimo mi maldito cerebro en busca de una excusa para ofrecerle, pero nada se me ocurre.

¿Qué maldita excusa puedo darle? No sé cuánto ha escuchado de la conversación.

—Casi te pierdo, Isabella —Christian da un paso en mi dirección. —Tuviste un maldito accidente, tengo personas investigando hasta por debajo de las piedras para saber qué es lo que sucedió, y tu estas aquí, bromeando sobre vampiros, muertes y no sé qué más.

—Nosotros no… —me corto. No quiero terminar esa frase.

—¿Crees que es divertido? —pregunta. —¿Qué es momento para estúpidas bromas?

—¿Ves que alguien se está riendo? —Jacob se mueve, da varios pasos en dirección al cobrizo. —Esta no es una maldita broma.

—Jake —le suplico. Él sacude su cabeza.

—Quizás, si le dices… sí él lo sabe… —mi amigo suelta las palabras seguido de un suspiro. —Solo es una idea.

—Todo será más fácil, Bella —la voz de mi amiga intenta darme ánimos. Angela lleva diciéndome eso desde un inicio, ella fue la primera en decirme o proponerme que fuera honesta con Christian respecto al tema.

—No puede saberlo —lloriqueo.

—Bella —Sam llama mi atención. El tono resignado y tenso que hay en su voz, me alerta. —Tienen razón. Supongo que tenemos que decirle.

—¡¿Qué?! —salto en su dirección. —¡No podemos hacer eso! ¡Tienes que estar jodiendo!

—¿Decirme que cosa? —Christian mueve su cabeza, sus ojos lanzan miradas confundidas a todos nosotros.

—Yo… —tartamudeo. No puedo decir nada más allá.

—Díselo, Bella —Sam dice, ahora en un tono más cálido.

—¿Pueden dejar esa mierda? —Christian gruñe. —¿Por qué hablan como si yo no estuviera presente? Si tiene que decir algo solo háganlo.

—No puedo —sacudo mi cabeza.

—Vamos, Swan, díselo —Paul habla. Su tono altanero, irónico y burlón vuelve a encender la molestia de la conversación pasada.

—Cierra la maldita boca, imbécil —escupo en su dirección.

—Paul, no te atrevas —Sam le gruñe. —Eso es algo que Bella debe hacer.

—Por supuesto que tiene que hacerlo ella —sisea Paul. —Ella fue la estúpida que nos metió en esto, ella que nos hunda más.

—¡¿Cuál es tu maldito problema?! —le grito. —¿Por qué me odias, imbécil?

—Tú eres mi problema, Swan. ¡Si no te hubieras metido con Cullen nada de eso hubiera paso! —Paul me ruge de regreso. Su cuerpo retoma los temblores, las sacudidas que avisan que está a nada de transformarse. Pero, yo no le tengo miedo. —¡Esa asquerosa sanguijuela lleva años, Swan, años acercándose al pueblo y haciéndonos la vida de cuadritos.

Paul camina de nuevo en mi dirección buscando asustarme con su estatura y su estúpida pose amenazadora. Sam es rápido y extiende un brazo para detenerlo.

Esta vez yo avanzo en su dirección. Me arrastro por la hierba del bosque para darle la cara a Paul. Yo aún no me doblego y no pienso hacerlo ante él.

—Bella… Paul, deberían… —Sam intenta sonar conciliador. Escucho movimiento cerca de mí, pero mis ojos no se despegan de Paul.

—Esa maldita chupasangre es la culpable de que más de nosotros tengamos esta estúpida maldición de perros —dice el moreno Puedo ver la molestia en su voz, puedo ver la furia subiendo por sus venas. —¡Son niños, Swan! Collín y Brady son solo unos niños que tienen que transformarse solo para asesinar a una vampira psicópata que está detrás de tu pálido trasero.

—¡¿Y qué quieres que yo haga?! —le pregunto. Mis ojos pican, mi pierna buena ya no me sostiene y el resto de mi cuerpo lastimado me está matando. —¿Quieres que me entregue? ¿Qué yo renuncie a mi vida para que esa loca sacie su sed de venganza.

—No vas a hacer eso —Christian dice en voz alta y firme. —No entiendo de que carajos hablan, pero no voy a permitir que hagas algo estúpido.

—Toda su vida se ha basado en eso —Paul se burla. —En decisiones estúpidas.

—Paul… —Jacob habla en un tono de advertencia. Ahora sé que él fue una de las personas que se movieron cerca de mí, su voz se escucha demasiado cerca.

—¿Por qué no tomas otra decisión estúpida? —me reta el hombre lobo que tengo frente a mí. —Dile a tu nuevo noviecito que el mundo no es como cree.

—Cállate —escupo. —No te atrevas.

Paul me dedica una sonrisa con sorna.

—Cuéntale en qué tipo de mierda enfrentará si se mete contigo —Paul escupe las palabras como si él fuera un protector de algo más que su miseria. —Dile que el cabrón de tu ex-novio es un maldito vampiro que estaba obsesionado con beber tu sangre.

Escucho que alguien chasquea la lengua antes de ocultar una risa con una tos muy falsa. Luego alguien resopla. No me molesto en girarme a buscar a los responsables, mis ojos siguen fijos en Paul.

Voy a golpear al imbécil si no se calla.

—Si claro —la voz de Christian suena cargada de diversión. —Y resulta que yo soy Robert Pattinson en la película "Batman".

—Pues, si se parece a él —escucho que Angela comenta. —¿O solo se parece a Edward?

Ahora quiero golpear a Angela.

—No me cree —se burla el enorme hombre moreno. —¿Por qué no se lo muestras, Swan? Muéstrale la marca en tu muñeca, esa que te causó el vampiro sanguinario que te secuestro y torturo en Phoenix por culpa de tu noviecito.

—¿La mordida? —Christian pregunta. —Ya me contó la historia.

—Te contó lo que ella quiso —se carcajea Paul. —No la verdadera historia.

—Paul, cierra la boca —doy un paso en su dirección. Una mano demasiado caliente me detiene, se coloca a la altura de mi estómago para evitar que siga avanzando.

—Dile Swan —me reta.

—No —respondo secamente.

—Dile a tu noviecito que en el último cumpleaños que pasaste en este pueblo, tu vampiro y su supuesto hermano, casi te asesinan para chuparte la sangre —el moreno continúa provocándome. Ahora puedo sentir el aire caliente que sale por su nariz a causa de la furia que hay en su cuerpo. —Dile que esa es la verdadera razón por la que se fueron, por eso te abandonaron. Porque sabían que romperían el tratado con los lobos.

—Paul —digo con los dientes apretados. —¡Cierra la puta boca!

—¡Dile que ahora esa vampira pelirroja quiere asesinarte! —ruge con dificultad, los espasmos de su cuerpo son demasiados y no le permiten hablar. —Dile a tu nuevo novio, que nosotros tenemos que ir por allí arriesgando nuestro trasero solo porque tú eres demasiado cobarde para enfrentar las consecuencias de tus estúpidas decisiones al meterte con vampiros.

—¡Cállate! —le grito. Mi visión se vuelve borrosa, mi cabeza da vueltas y mis oídos zumban.

—¡Dile Swan! ¡Dile que eres demasiado cobarde y egoísta como para entregarte a ella! ¡Que eres demasiado egoísta como para morir!

Escucho a los demás tomar aire para protestar, pero para mí ya es tarde, yo ya no puedo controlarme. Levanto mi mano derecha, mi mano dominante y con la que puedo hacer más daño, ignoro las punzadas y el dolor que atraviesa todo mi brazo con el movimiento. Obligo a mi mano a estamparse en la cara del hombre moreno.

Es inevitable que el sonido de la bofetada me traiga un déjà vu.

El rostro de Paul se gira con el impacto. Es la misma reacción de aquella vez. Vuelve su rostro hacia mí, sus ojos completamente negros, consumidos por la rabia, y la furia que hay en él. Un temblor, otro, y otro, una convulsión, dos, tres, fuertes espasmos recorren su cuerpo obligándolo a echar su cuello hacia atrás. Un aullido mezclado con un rugido brota de lo más profundo de su pecho.

—¡Paul! —gritan al unísono Sam y Jacob. Ambos se lanzan hacia él buscando alejarlo lo más posible de mí.

—¡Aléjala! —escucho a mi amiga chillar las palabras con histeria y horror.

Frente a mí, Paul vibra con violencia y se impulsa hacia adelante. Sam y Jacob lo empujan con fuerza hacia atrás, lanzándolo por los aires varios metros lejos de mí. El sonido de un desgarro se hace presente y el hombre explota siendo remplazado por una piel con pelaje de color plateado.

Un par de brazos cálidos y familiares rodean mi cintura sujetándome con firmeza. De alguna manera, mis pies dejan el suelo por algunos segundos, alguien tira de mi cuerpo con demasiada fuerza que me hace volar hasta aterrizar de nuevo detrás de un cuerpo que yo conozco bien.

—No —jadeo. Mi cerebro procesa toda la información.

Estoy detrás de Christian, él me está protegiendo con su cuerpo del enrome lobo color plateado que avanza amenazadoramente en nuestra dirección.

—¡No te muevas, Isabella! —me ordena con insistencia. El lobo da un paso en nuestra dirección, descubre los dientes, y otro gruñido estremece toda su enorme figura. Sus ojos oscuros y rabiosos puestos sobre mí.

—¡Aléjate de ella! —brama el hombre que me está protegiendo, nos obliga a dar un paso hacia atrás. Un nuevo gruñido brota del pecho del lobo. —¡Aléjate!

—No que eras Batman —Jacob se burla. Su cuerpo se interpone entre nosotros y el lobo furioso. —¡Oye, tarado! Así no es como se da una buena primera impresión.

Paul gira su cabeza en dirección a hermano de manada, enseña sus dientes en señal de irritación. Después, regresa su mirada colérica hacia mí.

Mierda, de verdad está cabreado. El coraje que sentía en mi interior se ha disipado, la bofetada que le di fue sufriente para desquitarme por sus hirientes palabras. Pero, yo más que nadie sabe que lidiar con un lobo furioso no es algo sencillo.

—Jake —digo preocupada. Veo que ahora luce dispuesto a lanzarse contra de su hermano. Y, aunque yo ya he visto cómo termina una pelea entre ellos, pero aun así, me preocupa que se lastimen. Ahorita lo menos que necesitamos es a dos lobos fuera de combate.

—¡Bella! —Sam habla aumentando el tono de su voz. —¡Aléjense de ellos!

Mi lado razonable entra en acción, obliga a mi cuerpo a obedecer la orden. Mis manos buscan los costados del cuerpo de Christian, ahora soy yo quien tira de él casi hasta donde se encuentra Angela sosteniendo a Elliot quien parece a punto de desmayarse.

—No puedo creer que seas tan débil —Angela gruñe en dirección al rubio que está a nada de desvanecerse en sus brazos.

—¡Paul! Retrocede —Sam le gruñe en tono alfa. La cabeza del lobo plateado va de un lado a otro, como si una lucha interna estuviera desatándose en él. Sus patas se mueven moviéndose algunos pasos hacia atrás, pero, al final, no le hace caso, no obedece a su alfa.

Paul lanza un escalofriante gruñido en dirección a Jacob, sus patas patinan sobre la tierra y la hierba del bosque, los pasos que retrocedieron solo le han permitido tomar impulso para lanzarse contra Jacob.

—¡Jake! —grito. Mi voz es ahogada por el sonido del desgarro de la piel y la ropa de Jacob. El gran lobo marrón está listo cuando su hermano arremete contra de él.

—¡No! —Christian me detiene. Mis manos sujetan a sus brazos con fuerza. A través de mis manos puedo sentir su cuerpo sacudirse por las respiraciones erráticas que da. Puedo sentir sus emociones como si fueran mías, siento su agitación, la sorpresa, incredulidad y desesperación, pero eso no es lo peor. Puedo sentir el miedo que hay en su cuerpo. Sí, Christian tiene miedo. Y eso solo se siente como un montón de cuchillos atravesando mi cuerpo.

—Sam —consigo decir. Con cuidado me muevo intentando liberarme del agarre de Christian para llegar al hombre moreno que mira con atención a los dos lobos.

—¡No te muevas! —Christian ordena, alarmado.

—Sam —vuelvo a intentar. Esta vez, no me muevo.

—Tranquila —Sam dice al aire. —-Jacob se hará cargo.

Veo al lobo marrón empujar al lobo plateado al interior del bosque. Aún podemos escuchar los gruñidos de ambos.

—¡¿Qué carajo?! —el grito de Elliot llega a mis oídos. Es inevitable que un escalofrío me recorra.

—Supongo que, ahora si tendremos que dar una explicación —Sam murmura.

—¡¿Tienes una idea de lo que me estas pidiendo?! —salto en su dirección. —¡No podemos hacer eso, Sam! No podemos revelarles esos secretos a más personas.

Siento las manos de Christian buscarme de nuevo. Necesita sentirme a su lado, necesita sentirme segura.

—¿Y cómo vas a explicarle esto? —Sam pregunta. —Lo está viendo, Bella. No puedes simplemente decirle que no es real.

—Maldita sea —sollozo. Mi cuerpo se dobla, mis rodillas se impactan contra la tierra húmeda y cubierta de hojas y hierba. Mi cabeza se esconde entre mis manos.

Es inevitable que un sollozo me atraviese el alma.

Lloro porque, sin pedirlo, me arrastraron a este mundo y yo creí estar bien con eso. Mi cuerpo se ahoga en lágrimas es porque, ahora soy yo, quien tiene que arrastrar a Christian a este jodido mundo. Mis lágrimas bajan por mi rostro, quemándome, lastimándome, haciendo eco a la idea de que, es probable que después de esto, Christian no quiera volver a verme.

—Lo que acaban de ver son dos hombres lobos transformándose —Sam habla. Suelta la información sin aviso, sin anestesia, sin detenerse a pensar.

Es inevitable que me estremezca.

—Tienes que estar de broma —Elliot es quien habla. —Esta es una puta broma con cámara escondida, ¿verdad?

—No —Sam dice. No me molesto en levantar mi rostro a mirarles, no quiero ver el pánico y la decepción en el rostro de Christian.

—Esas cosas no existen —es Christian quien dice con terquedad.

—En las películas los licántropos se transforman con la luna llena —Elliot dice pensativo.

—Matamoros es la palabra correcta. —Sam explica. —Nos transformamos a voluntad.

—¡¿Son nahuales?! —Elliot chilla con histeria y emoción.

—Sí, algo así —Sam bufa.

—Esto tiene que ser una maldita broma —Christian dice de nuevo. Está en negación.

—Quisiera que fuera así —Sam murmura. —Quisiera que fuera una maldita broma la existencia delos vampiros, así nosotros no tendríamos que transformarnos en perros gigantes para destruirlos.

Mi rostro se levanta. Mis ojos se enfocan en Sam, le doy una mirada triste y avergonzada. Sé que, aunque yo no hubiera venido a Forks, aunque yo no me hubiera mezclado con los Cullen, los habitantes de la Push habrían cambiado. De todos modos serían lobos. Pero, resulta inevitable que sienta que Paul tiene razón, que es mi culpa.

—¡Los malditos vampiros no son reales! —Christian gruñe con frustración. —Eso es solo un maldito invento de Hollywood.

—Esto no es una maldita película de "Drácula", imbécil —Angela le gruñe. Sus manos hacen maniobras para recostar el cuerpo pálido de Elliot contra un árbol.

—Me gusta más la de "Entrevista con el vampiro" —Elliot comenta con voz ahogada. Angela pone los ojos en blanco.

—¿Acaso ves a Brad Pitt o a Tom Cruise? —mi amiga regresa su atención al cobrizo. —Con Tom Cruise enfrente, Bella no estaría contigo, idiota.

—Aunque, Brad Pitt era mejor vampiro que Tom Cruise —Elliot continúa delirando.

—Ahora que lo mencionas, Keanu Reeves en esa película de Drácula era mejor vampiro que ellos dos —mi amiga dice en un tono pensativo. —Y, no sé si lo notan, pero ese hombre no envejece"

—¡¿Keanu Reeves es un vampiro?! —Elliot grita.

—No jodas Elliot —Christian le ladra a su hermano. Es ignorado.

—No que yo sepa —Angela frunce las cejas. —Aunque, tal vez podríamos ponerlo al sol y…

—Angela —digo entre dientes.

—¿Podríamos concentrarnos? —Sam nos mira. Sus ojos están muy abiertos y, aunque está haciendo su mayor esfuerzo por mantener la seriedad, puedo ver la sonrisa bailando en sus labios.

—Si, perdón —Angela se sonroja. —¡El jodido punto aquí es que Hollywood no sabe hacer películas de vampiros!

—Angela… —Sam y yo gruñimos.

—Bueno, ¡Hollywood les metió mierda en la cabeza sobre los cuentos de terror! —mi amiga levanta los brazos, manoteando al aire con dramatismo. —Los monstruos en las películas no son como en la vida real.

—¿No lo son? —Elliot hace un puchero de decepción. —¿Ni los de Guillermo del Toro?

—Ese es otro tema que dejaremos para después —Ang le dice con ternura. —Ahora, al menos hasta donde yo sé, Edward no podía convertirse en un Batman.

—Murciélago —digo yo.

—¡¿Se convierta en murciélago? —Angela y Sam preguntan, o gritan, al unísono.

—No —resoplo. —Eso es un cliché de Hollywood. Los vampiros no hacen nada de eso, no se convierten en murciélagos, no duermen en ataúdes, no les afectan los crucifijos o los ajos.

—El sol no les quema, ni los convierte en cenizas —Sam me ayuda con su aportación.

—Si están expuestos a la luz del sol, solamente brillan como malditas bolas de discoteca —murmuro. —Así.

Sin pensarlo, extiendo mi brazo derecha hacia donde está el rayo de sol que se filtra a través de la copa de los árboles del bosque. En segundos, mi muñeca comienza a brillar.

La maldita cicatriz parece brillar más que otros días.

Veo a Christian arrodillarse frente a mí. No me muevo. Sus manos toman mi muñeca, la lleva hacia su regazo, pasa sus dedos por los relieves, da un leve respingo por la temperatura, como siempre lo hace cuando la toca, pero se controla a tiempo. Su mano levanta la mía, la lleva a dirección de su rostro, acerca mi muñeca al rayo del sol. Sus ojos se colocan en la cicatriz, analizándola cual si fuera la primera vez que la ve.

—Es el veneno —digo como una explicación a las preguntas silenciosas que hacen sus ojos. —El veneno del vampiro que me mordió es lo que la mantiene así, fría, dura, brillante y a veces dolorosa.

—No puedes decirme que esa maldita marca en su muñeca no es real —Angela dice a lo lejos. —Esa maldita marca no es humana, nada que sea humano o de este mundo sería capaz de dejar esa marca de esa manera.

Todo el maldito bosque se queda en silencio.

La falta de reacción o respuesta alguna de parte de Christian causan que mi corazón se detenga por algunos segundos.

Esto es malo. Malo.

Esto está mal. Muy mal.

Un lobo de color marrón emerge de entre los árboles, se acerca lentamente hasta que queda visible para todos nosotros, pero ahí se detiene, su gran cabeza va y viene por todos nosotros, evaluando nuestra reacción. Da una mirada a sus espaldas, sacude su gran cabeza y regresa la vista a nosotros.

Sus ojos negros se fijan en mí. Inclina su cabeza hacia un lado en una pregunta silenciosa a mi posición en el suelo. Extiendo mi mano hacia él en una invitación para acercarse, él acepta, trota rápidamente en mi dirección.

—¡No! ¡No te acerques! —Christian se gira, se asegura que su cuerpo se interponga en el camino del lobo. Está de nuevo frente a mí, cubriéndome, protegiéndome.

—Solo es Jake —consigo decir con voz ronca. Como si mis palabras pudieran ofrecerle algún consuelo y calmarlo. —Jacob no me va a hacer daño.

—¡Es un maldito animal, Isabella! —Christian deja fluir por primera vez la histeria en sus palabras.

—Lo sé —intento sonreír, aunque no me ve. —Pero, también sé que Jake no me hará daño.

Extiendo de nuevo mi mano hacia el lobo, la reacción es instintiva, El lobo marrón baja las orejas, inclina el cuello bajando su enorme cabeza en un gesto de sumisión y se acerca a mí con pasos cautelosos.

—¡No te acerques a ella! —repite Christian.

Observo sus manos extenderse hacia enfrente, como un escudo para su cuerpo y para el mío, como si su gesto pudiera detener al enrome lobo que avanza en su dirección. Jacob me da una mirada, con cuidado, el lobo color marrón baja su cabeza y recuesta el frente de su cabeza contra las manos extendidas de Christian.

—Mierda —es la reacción de Christian. Su pecho sube y baja de nuevo con rapidez, su respiración se vuelve errática de nuevo. La escena casi produce una sonrisa en mí. Jacob está obligando a Christian a acariciar su pelaje para mostrarle que no es peligroso y a la vez, para mostrarle que es real, que todo lo que hemos dicho es real.

Con mucho esfuerzo, me levanto sobre mis rodillas, impulso mi cuerpo para tener el suficiente espacio para que mis brazos rodeen el cuerpo de Christian hasta acariciar al lobo marrón que continúa frotándose contra las manos del hombre ligeramente tembloroso.

Esta vez, Christian no logra detener lo inevitable.

Jake desliza su cabeza hasta que la palma de mi mano se desliza sobre el pelaje suave y esponjoso del lobo. La sensación es familiar y a la vez extraña. Han pasado años desde la última vez que acaricie a uno de los lobos.

—Buen chico —le digo en tono infantil rascando su cabeza con mis dedos. Jacob resopla y me produce una risa. —¿Pateaste su trasero? ¿Le diste una paliza?

Como si escuchara mis palabras. El lobo plateado emerge del bosque con las orejas en alto.

—Chismoso —digo a sabiendas que puede escucharme.

Jacob se separa de mi mano, su cabeza se gira de nuevo hacia su hermano lobo, lo observa por algunos segundos antes de regresar su atención a mí. Sus patas lo conducen en un círculo rodeando mi cuerpo y el de Christian quien se estremece con más fuerza cuando siente a la bestia pasar tan cerca de ambos. Finalmente, Jacob se deja caer a mi lado en el suelo, manteniendo sus ojos fijos en el lobo plateado que se mantiene en la línea del bosque.

—Isabella —Christian pronuncia mi nombre. —Esto es… yo... —aprieta los labios, interrumpiéndose.

—Sé que esto es demasiado —acepto. —Sé que esto es demasiado para digerir y que es probable que tengas preguntas.

—¡Toda mi jodida vida está en duda ahora! —dice exaltado.

—Lo sé —acepto de nuevo. Mi voz tiembla. —Y no sabes cuándo lo lamento.

—¿Esperas que crea en todo esto así de sencillo? —pregunta. —¿Qué acepte que hay vampiros, perros gigantes, y no sé qué más?

—Lobos —la voz humana de Jacob se escucha a mi lado. —Sí, somos perros gigantes, pero se escucha mejor la palabra "lobo".

—¡Hermano, ¿viste como cambió?! —Elliot aplaude con emoción. —¡Eso sí que es otra onda!

Jacob le sonríe.

—Jacob —Sam llama su atención. Veo que le lanza unos pantalones cortos para que tape su nuevo estado de desnudez.

—Gracias, Sam.

—Dime que esto es una maldita broma —Christian me suplica. Su voz agitada, su rostro con una mueca de pánico y desesperación, sus ojos brillando con una emoción que no puedo reconocer. —Isabella, por favor. Dime que esto no es real.

No respondo. No sé cómo hacerlo o que decirle.

Me limito a colocar mis ojos en él. Ambos nos miramos por un tiempo, teniendo una de nuestras extrañas conversaciones silenciosas. Una conversación que comienza a causar estragos en el maravilloso hombre humano que está frente a mí.

Mis ojos le han dado la respuesta que él busca.

—Todos esos accidentes sin explicaciones, las heridas tan extrañas… —Christian habla, enumera todos los hechos que le han parecido extraños durante las veces que hablábamos de nuestra vida. —Todos esos malditos secretos que pareces siempre guardar.

Aprieto mis labios. Mis ojos pican de nuevo, con las lágrimas amenazándome con bajar.

—Christian —digo su nombre con voz ahogada. Hay un maldito nudo en mi garganta. —Intenta entenderme…

—¿Qué carajos quieres que comprenda? —me pregunta. —¿Qué estas más lejos de lo que yo puedo alcanzar?

—Eso no es verdad —consigo decir. —Estoy aquí, frente a ti.

—¿Eres real? ¡¿Esto es jodidamente real?! —grita. Los músculos de su cuello se aprietan. —¿Que es real de lo que me has dicho? ¿Qué es falso de todo lo que hemos hecho?

—Todo lo que te he dicho es verdad —le digo. —Solo omití algunas cosas. Esto no es algo que pueda decirle a cualquier persona.

—¡Yo te conté cosas que nadie más sabía! —me grita. El pánico y la rabia en su voz. —Yo si confié en ti.

—Christian, yo...

—¡Te conté la mierda que había en mi vida! —su tono es elevado, pero es evidente el reclamo en sus palabras. —Pensé que tú podrías entender...

—¡Y lo hago, Christian! —le digo. —Te comprendo. Pero, tú tipo de mierda, no es igual a la que hay en mí vida.

—No, tienes razón —acepta. —Tu mierda es la del tipo que se cruza en el camino y lo jode todo.

Doy un respingo. Sé que sus palabras son causadas por el shock, el miedo a lo que desconoce y la incertidumbre de la situación.

—Christian, puedo explicarte todo lo que...

—No —me corta. —No, no puedo hacer esto.

—Espera, no… —sacudo mi cabeza. ¿Qué quiere decir?

—Necesito… necesito pensar, comprender esta mierda y ... —murmura. Sus cejas cobrizas se juntan arrugando su frente. —No puedo hacer esto. No ahora.

—¿Christian? —pregunto. No entiendo lo que quiere decir, no entiendo lo que sus palabras significan.

—No puedo, Isabella —sacude su cabeza. —No podemos... no ahora.

—Christian —estiro mis manos hacia enfrente. Él sacude su cabeza con más fuerza, mueve su cuerpo, se coloca de pie en un movimiento ágil. Da dos pasos lejos de mí.

Pánico, pavor, terror, miedo.

No, por favor no. No otra vez.

—¡No! — consigo gritar. —¡No te vayas!

—Es que, yo... —las palabras quedan atoradas en sus labios. Sus ojos grises se colocan sobre mí, pero no me están mirando, están desenfocados y opacos.

"Bella, no quiero que me acompañes"

—Chris… —jadeo. —Po-podemos hablar. Pu-puedo aclararte todas las dudas que tengas. Pero, po-por favor no te vayas.

Necesito moverme. Quiero alcanzarlo, necesito alcanzarlo.

No puedo permitir que se vaya, no puedo perder a Christian.

"Mi mundo no es para tí"

Mi cuerpo ha decidido que este es el momento ideal para recordarme lo lastimada que estoy. Con un solo movimiento, todas las heridas han producido un dolor agudo, dejándome inmovilizada.

—Isabella... —da un paso hacia atrás.

"¿Tu... no... me... quieres?

No..."

—No... —digo con un hilo de voz. —No, n-no... No lo hagas Christian.

Mi cabeza da vueltas. Todo a mi alrededor se vuelve borroso.

"No me convienes, Bella"

—Isabella, yo solo... —sacude su cabeza, cierra sus ojos e inclina su cabeza a un lado. —Ve a casa.

"Una ruptura limpia es mejor"

—Chris... —estiro mi mano de nuevo. Necesito alcanzarlo.

Él no responde. Aprieta los puños de sus manos, se da la vuelta sobre sus talones y sale disparado hacia la dirección donde se encuentra el estacionamiento de la comisaría.

"He permitido que esto llegue muy lejos"

—¡Espera! —grito. Mi estómago se revuelve.

No puede irse. No puede dejarme.

No puede volver a pasar esto. No puedo perderlo, no a Christian.

"No volverás a verme"

—¡Christian, espera! —suplico. Obligo a mi cuerpo a moverse.

Necesito moverme.

Mis rodillas se arrastran por la tierra, mi cuerpo se atora y se va hacia delante. Mis manos evitan que mi rostro se estrelle contra el suelo del bosque. Mi cabeza se levanta, busco frenético, la silueta de Christian. Él sigue caminando, sin mirarme, sin detenerse, sin volver a mí.

Necesito alcanzarlo.

Impulso mi cuerpo, consigo que mi pierna derecha se doble y mi pie se apoye contra el suelo, mis brazos me empujan mi cuerpo con las fuerzas que aún me quedan. Mi otro pie intenta levantarme. Caigo de nuevo contra el suelo.

Un zumbido atraviesa mis oídos. Mi visión se vuelve borrosa, no puedo ver a Christian.

Necesito que se quede conmigo.

Abro mi boca para llamarlo, para decir su nombre. No puedo. Mi respiración es errática, entre jadeos intento que el aire llegue a mis pulmones, pero, no lo estoy consiguiendo.

"Adiós, Bella"

No. No. No. No. No. No. No.

No puedo perderlo.

No puede dejarme.

No puede irse.


¡Hola!

Antes que nada me gustaría darte las gracias principalmente por darle la oportunidad a esta alocada historia. También quiero agradecerte si has dejado alguna muestra de apoyo, ¡te juro que has alegrado mi día! Y, también me gustaría decirte lo mucho que me emociono cuando leo los comentarios que dejas en la historia, leer todas esas teorías e ideas que tienes, hace que yo misma pierda la cabeza. ¡Por favor, no dejes de hacerlo!

Debo confesar que este capitulo salió muy diferente a como lo planeaba. Tuve una extensa discusión con mi Beta (mi amix) ella dijo que no debería hacer que Christian se enterara del mundo sobrenatural, al inicio estuve de acuerdo, pero, algo dentro de mí sabe que la relación de Bella con lo sobrenatural aun no se ha terminado y ocultársela a Christian solo haría que cuando el problema detonara, fuera de una peor manera.

¡Juro que no me arrepiento de como resulto este cap! Yo solo soy una marioneta que los personajes usan para contar su historia. Espero que lo disfrutaras tanto como yo al escribirlo.

Nos leemos en el siguiente.