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❀ ═══════ • II • ═══════ ❀
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Una hora y media después de arribar a la isla, Zoro continuaba recorriendo el pintoresco pueblo por su cuenta. Aunque, en realidad, era mejor decir que él caminaba por las calles con la intención de regresar a la zona comercial y dar una vez más con aquél lugar de comida que había cruzado al llegar y que, a su parecer, tenía una buena apariencia para saciar su apetito.
Para su mala suerte, no estaba teniendo éxito alguno en su misión.
Su estómago rugió como una bestia al toparse una vez más con un callejón sin salida, el cual se le hacía extrañamente familiar, sobre todo porque al fondo había un gato negro descansando sobre unas cajas vacías apiladas, aunque no estaba seguro del todo. El peli-verde le restó importancia al asunto y siguió su camino.
Un par de minutos después, nuevamente llegó a otro callejón donde había otro gato negro descansando.
—¿Qué ocurre con este sitio? —preguntó en voz alta para sí mismo.
Una vena palpitante comenzó a sobresalir en su frente y, sumado a su estómago que no dejaba de emitir sonidos para llamar su atención, provocaron que su mal humor se intensificara.
Se cuestionó seriamente sobre la preferencia de la gente de ese lugar por construir su ciudad a base de caminos laberínticos, sin salidas y que eran todos similares entre sí. También se preguntó si en esa isla se adoraba a los gatos o algo por el estilo porque este era el décimo gato negro que se cruzaba, y solo en los últimos cinco minutos.
Zoro regresó sobre sus pasos, más ofuscado que antes.
—¡¿Otro más?! ¡Demonios! —gruñó, rechinando los dientes y apretando los puños.
El gato negro —el mismo desde la primera vez— que reposaba sobre las cajas maulló con desprecio y cansancio al ver a este humano interrumpir su descanso por una hora completa. El felino se puso de pie, listo para sacar sus garras y arremeter contra el hombre, mas fue interrumpido en su plan cuando sus oídos captaron el movimiento de alguien más en el lugar y prefirió salir huyendo de ahí.
Unos segundos después, una suave risa cantarina resonó por todo el callejón, atrayendo de inmediato la atención del espadachín hacia lo alto de una de las paredes.
—Entonces… ¿Éste es el poder del espadachín de los piratas de "Sombrero de paja", tan buscado por la Marina? —dijo aquella persona con un tono bromista.
Mirándolo desde el techo del edificio más bajo, se encontraba una joven mujer con cabello rosa y curiosos ojos jades que parecía rondar su edad —unos diecinueve años—. La jovencita estaba recostada en el borde del techo con los codos apoyados y las manos sosteniendo su cabeza de forma relajada. Ella lo observaba con una expresión divertida pintada en su rostro de delicadas facciones.
—¿Quién eres tú? —cuestionó Zoro, descansando su mano sobre las empuñaduras de sus katanas con cautela.
Él ignoró su anterior comentario y mantuvo su guardia en alto a pesar de la postura despreocupada que ella mostraba. En su aventura en el mar ya se había topado con personajes de todo tipo, por lo que no podía permitirse subestimarla por su apariencia delicada y expresión amigable.
La mujer se puso de pie y él retrocedió un paso, reforzando el punto de equilibrio de su cuerpo que estaba listo para reaccionar al mínimo indicio de amenaza. No pasó desapercibido para él que la peli-rosa tenía dos katanas enfundadas en su costado izquierdo, colgando de su cinturón. Afianzó su agarre en la empuñadura cuando ella se dejó caer dando una voltereta en el aire, y frunció su ceño esperando su siguiente movimiento.
—Puedes relajarte, el tío Mihawk me envió por ti —informó cuando se enderezó.
Ella pasó sus manos por su ropa para cerciorarse de que todo estuviera en su lugar, la cual consistía de una camisa de mangas hasta los codos de color blanco, un pantalón corto negro hasta medio muslo, unas botas altas del mismo color y un cinturón rojo de tela amarrado en su cadera que sostenía sus dos katanas. También arregló su corto cabello rosa, colocando uno de sus lados de nuevo detrás de su oreja.
—¿Tío… Mihawk? —repitió sus palabras, quedando anonadado.
A ojos de Zoro —y de cualquiera en su lugar—, ella no se parecía en nada al Shichibukai.
Se tensó y alejó su rostro en un rápido reflejo cuando ella se acercó repentinamente, invadiendo su espacio personal mientras le tomaba ambas manos.
—Mi nombre es Sakura. Soy la sobrina de Dracule Mihawk. —Se presentó con entusiasmo, agitó sus manos entrelazadas de arriba hacia abajo mientras lo hacía—. Tú eres el cazador de piratas, Roronoa Zoro, ¿verdad? Estás siendo muy popular últimamente.
—Nunca me he referido a mí mismo como cazador de piratas, pero creo que ya no vale la pena arreglarlo —respondió después de reaccionar a su actitud por demás relajada. Dio un par de pasos hacia atrás cuando ella lo soltó finalmente, con una sonrisa amistosa en entendimiento por su apodo—. ¿"Taka no me" te envió por mí?
—Sip. Te tomaste tu tiempo por aquí, ¿eh? —Ella cruzó sus brazos detrás de su espalda e inclinó un poco su cuerpo mientras lo miraba con sus brillantes y grandes ojos.
Sin poder evitarlo, Zoro se sonrojó al entender lo que implicaban sus palabras, pero prefirió disimular y fingir demencia al mirar hacia otro lado. Lastimosamente, no le fue muy bien en su cometido ya que Sakura lo notó, aunque lo malinterpretó.
—No me digas… ¿Tenías mucho entusiasmo por conocer la isla de la fantasía, la magia y la unión? —dijo mientras se cubría la boca para ocultar su sonrisa burlona—. Aunque debo decirte que todavía no es la fecha indicada.
—¿De qué estás hablando? —Una gota de sudor resbaló por su sien.
Tenía la sospecha de que ella se estaba divirtiendo a su costa, otra vez.
—¿Eh? ¿No fue por eso que te separaste de mi tío? —preguntó con confusión. Después de ver el sonrojo crecer en las mejillas del peli-verde, no pudo contener una risa al comprender verdaderamente lo que ocurría con él—. No estabas entusiasmado por recorrer la isla. ¡Tú sólo te perdiste!
Zoro se sonrojó furiosamente con vergüenza al recordar que se había perdido después de dar dos pasos ni bien puso un pie en el muelle.
—¿Ya terminaste, mujer rosada? Llévame con Mihawk —ordenó rechinando los dientes con indignación, intentando mantener su dignidad, o lo que quedaba de ella.
Él se dio la vuelta para salir del callejón sin esperar a la chica que intentaba apaciguar su risa al mofarse de él en su cara, terminando por quitarse un par de lágrimas de los ojos por el esfuerzo.
—Está bien, señor cazador de piratas. Vamos.
Sakura trotó ligeramente para alcanzarlo, parándose para caminar a su lado con una sonrisa amistosa como disculpa a su arrebato, liderando la marcha.
El joven pirata la observó de reojo desde su altura de una cabeza de diferencia, analizándola en silencio. Se dio cuenta de que ella era más baja que las mujeres que había conocido hasta el momento, incluso más que Nami que, a pesar de ser alta, era la más baja de las dos mujeres de la tripulación. Sakura tan solo parecía ser un par de centímetros más alta que la chica fantasma de Thriller Bark que, por alguna razón, permanecía en el castillo de Mihawk; pero como esa peli-rosa se la pasaba flotando con el poder de su fruta, no le parecía tan bajita como la peli-rosa que caminaba a su lado en ese momento.
Otra cosa que llamó su atención fueron las katanas que descansaban en su costado izquierdo, y que eran Daito o espadas largas. No podía reconocerlas como unas de las famosas meito, tampoco se le hacían familiares sus guardas. Este detalle le generó curiosidad porque, al ser sobrina del mejor espadachín del mundo y al poseer no una, sino dos katanas, significaba que sus armas deberían tener cierto grado de calidad y fama. Se preguntó si Mihawk la habría entrenado.
—¿Tienes algo que decir? —preguntó ella de repente, sin mirarlo directamente y manteniendo su sonrisa.
Zoro se sobresaltó al ser atrapado mientras la analizaba detenidamente, no se dio cuenta de que se había perdido en sus pensamientos por mucho tiempo.
—Nada que te interese —musitó apartando la mirada, fingiendo demencia ante la pena que le dio que lo descubriera. Sin embargo, recapacitó al pensarlo mejor, con una idea surgiendo en su mente como si fuera lo más obvio del mundo. Tal vez ella era a quien debía enfrentar en su entrenamiento—. Oye, en realidad…
El rugido feroz de su estómago los hizo detenerse en medio de la calle, interrumpiéndolo con descaro.
—Mmm… Creo que deberíamos solucionar eso. ¿Estabas intentando encontrar un restaurante antes? —Ella recordó que también escuchó cómo le rugían las tripas al peli-verde mientras lo observaba llegar al mismo callejón una y otra vez, minutos antes de intervenir y presentarse ante él.
—¿Hay algún problema con eso?
—Umm… Por ahí no es —indicó al verlo girar en una intersección—. Realmente tienes una mala orientación —dijo asombrada al verlo ir en otra dirección —errónea— nuevamente cuando frente a sus cabezas había un cartel que indicaba hacia dónde estaba la zona comercial y de restaurantes, incluso tenía una flecha dibujada.
Él se tensó al sentir que ella lo tomaba del brazo para arrastrarlo hacia otro lado.
—¡O-Oye! ¡Detente! —Se quejó, poniendo resistencia.
—Escucha, tienes dos opciones —empezó ella con tono firme, poniendo las manos en la cadera—: Dejas que te lleve de la mano para no perderte, o me sigues por tu cuenta sin quitarme los ojos de encima como hacías hace un rato. —Zoro se alejó cuando ella invadió su espacio personal una vez más, y lo observó acusadoramente, estrechando sus ojos—. La segunda opción es vergonzosa para mí, y la primera para ti. Como yo conozco el camino, elijo la primera —sentenció. Puso un dedo sobre la boca de él al ver que iba a protestar—. No acepto un no por respuesta. Vamos.
Con todo dicho, Sakura tomó la muñeca de él —en realidad, también le daba pena tomar su mano, contrario a lo que había afirmado antes— y lo arrastró por el camino correcto. El peli-verde la siguió por detrás, caminando a grandes zancadas mientras rechinaba los dientes ya que se sentía como un niño regañado.
El estúpido cocinero pervertido estaría bailando como un idiota al tener a una mujer sosteniéndolo de esa manera, pero él se sentía un tanto invadido y, hasta cierto punto, abrumado por la belleza exótica que ella poseía —lo era incluso en ese mundo donde lo exótico y extravagante abundaba—. Si tenía que reconocer algo en el parentesco con Mihawk, era que ambos poseían ojos peculiares, siendo, indiscutiblemente, los de Sakura mucho más bellos y brillantes. Además, ella tenía su carácter; aunque firme, no le resultaba molesto como sucedía con Nami o Perona que se la pasaban gritándole cuando él no entendía qué había hecho mal.
Solo unos minutos bastaron para llegar a la zona donde estaban la mayoría de los restaurantes, y se adentraron a una pintoresca taberna que también servía comida. Ambos se acomodaron en una mesa para dos, situada en una esquina junto a una ventana. El lugar estaba recibiendo a muchos clientes en ese momento —algunos ruidosos—, aun así, la camarera los atendió de inmediato.
—Yo solo pediré el postre —ordenó Sakura con una sonrisa, señalando en el menú para que la mujer tomara su pedido—. ¿Tú qué vas a pedir?
—No traigo dinero conmigo. —Zoro recordó ese importante detalle.
Cuando estaba con la tripulación, Nami era la que le proporcionaba dinero en préstamos con un recargo de 300% al momento de devolverlo; y desde que estaba en la isla Kuraigana, él sólo comía la comida de Mihawk y éste no le pedía nada a cambio. Anteriormente él desempeñaba el trabajo de cazarrecompensas cuando se quedaba sin efectivo, lo que le ganó su apodo, pero desde que se convirtió en pirata ese trabajo había quedado olvidado. Por lo que se podría decir que estaba en bancarrota.
—Ordena lo que quieras. Ésta vez va por mi cuenta. —La peli-rosa sacudió su mano de un lado a otro un par de veces, restándole importancia al asunto—. Tú invitas la próxima —agregó después, cubriendo su rostro con el menú de forma intencionada para ocultar sus mejillas arreboladas por lo que había dicho.
Roronoa la observó estrechando sus ojos en sospecha, pero aceptó la propuesta de todos modos.
—¡Pero no puedes pedir bebidas alcohólicas! —exclamó ella de repente, recordando las palabras de Mihawk—. Tío dijo que no beberás hasta que logres aquella técnica.
La boca de Zoro se desencajó y casi tocó el suelo al escuchar eso, mas se recompuso rápidamente, suspirando en gran derrota. Tenía la esperanza de beber un poco de sake después de no hacerlo por un largo tiempo, pero ella le recordó que el espadachín mayor le había ordenado no beber ni una sola gota de alcohol hasta que no consiguiera imbuir su katana con el haki de armadura —el busōshoku haki—.
—Cualquier cosa está bien —habló para la camarera, aceptando su destino; sin embargo, ella solo se quedó en su lugar, esperando con nerviosismo su pedido al no poder ser capaz de tomar una decisión así por un cliente. Zoro chasqueó la lengua con hastío al ver que la mujer parecía más un robot esperando una orden para efectuar la siguiente acción que un ser humano pensante—. La especialidad de la casa.
—Sus órdenes estarán listas en un momento.
—Asustaste a la pobre mujer —mencionó Sakura una vez que se quedaron solos, divertida por la situación.
—No es mi culpa que no pueda leer el ambiente. —Se excusó con indiferencia. Acomodó sus katanas a un costado de su asiento, lo suficientemente cerca para tomarlas en caso de emergencia.
—Sólo estaba haciendo su trabajo. —Ella lo imitó, dejando sus propias armas con sumo cuidado a su lado. Él bufó desinteresado como única respuesta—. Mejor cambiemos de tema. Cuéntame de ti.
—¿Por qué debería hacerlo? —Enarcó una ceja.
—Siento curiosidad sobre la persona a la que mi tío está entrenando.
La joven lo miró con sus brillantes orbes verdes, expectantes, y él pudo ver la genuina curiosidad en ellos. No se trataba de un comentario burlesco o despectivo, sino de real interés por lo que le tenía que decir. Ella había sido amable con él desde el comienzo y le estaba invitando un plato de comida en ese momento, no estaría mal corresponder esa amabilidad con algo que no le afectaría para mal de ninguna forma.
—Voy a ser el mejor espadachín del mundo —dijo con convicción—. Ese es mi sueño. Y mi sueño también está ligado a otra persona, se lo prometí y no pienso romper mi promesa. —Recordó a su amiga de la infancia por unos segundos, mas decidió apartar su imagen de su mente por ese momento—. Pero, antes de separarme de mi tripulación, me di cuenta de que no soy lo suficientemente fuerte.
Sakura lo escuchó con atención, percatándose de cómo apretaba sus puños al decir lo último. Ese sentimiento de frustración que lo envolvió mientras hablaba fue fácil de reconocer para ella.
—Fuimos completamente aplastados antes de cruzar al Nuevo Mundo. Fue como darnos una cucharada de lo que nos esperaría. No estábamos preparados —continuó él—. Es por eso que debo volverme más fuerte, para cumplir mi sueño y también por mis nakamas, por mi capitán. Luffy será el Rey de los piratas y yo debo estar a la altura para que él cumpla su sueño.
—¿El Rey… de los piratas? —repitió con asombro, ampliando sus ojos—. ¿Estás hablando en serio?
—Sí.
Para Sakura, éste hombre frente a ella era la personificación de la convicción. No había hecho su pregunta porque dudara de sus palabras, sino por el asombro y la fascinación que le producía escucharlo hablar con tanta determinación y lealtad hacia su propio sueño y el de su capitán.
Este hombre… era algo fuera de lo común. Ahora podía entender por qué su tío lo tomó como aprendiz.
—¿Por qué elegiste a mi tío?
—Para ser el mejor, debo aprender del mejor. Algún día derrotaré a "Taka no me" y me haré con el título del espadachín más fuerte del mundo. Haré que mi nombre llegue tan alto que alcanzará a esa persona.
—Entiendo. —Ella sonrió con suavidad, sus mejillas se sonrojaron y lo observó con admiración reflejada en sus brillantes jades—. Entonces esfuérzate al máximo —alentó, levantando su puño.
El peli-verde tragó saliva sin saber qué responder ante sus palabras de apoyo que estaban cargadas de una calidez que parecía poder palparse. Esta chica… era rara para él. No en un mal sentido, no sabía cómo expresarlo correctamente, pero era diferente a lo que estaba acostumbrado.
—Ah~ —suspiró de forma cantarina—. Solo escucharte me ha motivado. ¡Yo también me esforzaré más de ahora en adelante!
Cuando Zoro iba a preguntar a qué se refería con eso, el semblante de ella cambió drásticamente a uno serio y giró su rostro hacia la entrada. Unos segundos después, un grupo ruidoso de hombres se abrió paso hasta la barra después de azotar la puerta para entrar; piratas, y no de los amables. Él también cambió su expresión, poniéndose alerta.
Ambos se quedaron expectantes a los piratas el tiempo que duraron ahí, que no fue mucho ya que el dueño les explicó —temblando como una ramita contra el viento— que su local ya estaba repleto y no había lugar para más clientes. Los sujetos protestaron en voz alta ante esto, pero se fueron de todos modos después de que el pobre anciano lograra convencerlos de que no podía atenderlos como se merecían si se quedaban allí, disculpándose con ellos una y otra vez.
El lugar quedó en completo silencio por varios segundos después de la partida de los ruidosos piratas, manteniendo la tensión, y expectantes por una posible represalia de éstos. Solo se disipó cuando la camarera pasó entre las mesas y les sirvió la comida; todo regresó a la normalidad.
Sakura suspiró sonoramente, llamando la atención de Zoro.
—Vaya manera de arruinar una comida. —Se lamentó. El ruido del estómago del muchacho la hizo reír—. Pero parece que no tienes problemas. ¡Comamos!
Dio una cucharada a su postre y sonrió ampliamente al sentir el dulce sabor inundar su boca; sonrió con calidez al ver a su acompañante comer como si la vida se le fuera en ello.
Espero que esos tipos no causen problemas, deseó ella en su interior.
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