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❀ ═══════ • III • ═══════ ❀
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Dracule Mihawk bebió de su copa de vino con tranquilidad, degustando el agradable sabor tan conocido y delicioso para él. Levantó la vista y miró a su acompañante, una mujer de voluptuosas proporciones corporales, mientras ésta bebía directamente de una botella de sake sin ningún reparo en fingir elegancia.
—¿Cómo va el entrenamiento de Sakura? —cuestionó, observando el vino de su copa mientras lo agitaba levemente.
—Ella lo está haciendo muy bien —respondió, acomodándose en el sofá de la sala de su casa, poniendo su mirada en la pared frente a ella—. Aún estoy muy impresionada con su cambio tan radical. Después de que comió la fruta y ocurrió aquello, ella se negó rotundamente a aceptar mi propuesta. Por eso me tomó por sorpresa que apareciera repentinamente, me pidiera que la entrenara y verla tan dispuesta a hacerlo.
Senju Tsunade quedó pensativa por unos minutos, recordando el pasado en silencio.
La fruta que Sakura comió por accidente cuando era pequeña, perteneció por generaciones al clan Senju. Era una fruta del diablo muy especial y codiciada, tanto por piratas como por el Gobierno Mundial ya que, al igual que la Ope Ope no Mi, tenía grandes poderes curativos, pero que a diferencia de esa fruta, la que comió Sakura poseía una habilidad exclusiva que la hacía poderosa.
Era una habilidad milagrosa o peligrosa, dependiendo de en manos de quién estuviera. Sin embargo, estuvo en posesión del clan Senju por mucho tiempo, un clan pacífico —a pesar de sus grandes habilidades de lucha— que solía usar su poder para los civiles que pidieran por ayuda. Fue así que los Senju fungieron como curanderos hasta perfeccionar sus conocimientos y ser reconocidos como grandes doctores.
Lastimosamente, la fruta se perdió cuando Hashirama, el abuelo de Tsunade y el último portador, murió repentinamente de causas sospechosas sin dar tiempo a que sus descendientes recuperaran el poder de la fruta renacida. Pasaron varios años para que volviera a saber sobre su paradero.
En el lugar donde ella se estaba quedando por tiempo indefinido, Dracule Mihawk, el mejor espadachín del mundo, tocó a su puerta un día diciéndole que la había estado buscando para que le transmitiera sus conocimientos a su sobrina, la actual portadora de la fruta curativa.
Tal fue su sorpresa y emoción por recuperar el legado de su familia, que no tardó en aceptar la petición del hombre. Sin embargo, su ilusión se vio destruida cuando la niña se negó rotundamente a usar el poder que había causado que se quedara sin su hogar.
Tsunade mantuvo sus esperanzas por un tiempo de que la niña cambiara de parecer en algún momento, pero ésta fue esfumándose lentamente hasta desaparecer cuando los años pasaron sin piedad y no obtuvo noticias de ella nunca más.
Esto cambió cuando Mihawk la contactó nuevamente seis meses atrás y se apareció en su puerta otra vez, en esa ocasión fue la misma Sakura quien le pidió que le enseñara cómo usar su habilidad. Nunca olvidaría la determinación en la mirada de esa jovencita, una que no pensó ver en ella después de su primer encuentro.
—Está avanzando con su entrenamiento de combate cuerpo a cuerpo, y estoy haciendo que utilice el poder de la fruta en conjunto —continuó la mujer—. Aunque aún debe pulir su velocidad para usar correctamente el kenbunshoku haki. Con todo eso, está bien encaminada para el poco tiempo que lleva bajo mi tutela.
Tsunade sonrió con orgullo al pensar en su pupila de cabellos rosados. Agradeció a los cielos que la pusieran en su camino, el legado de su familia al menos estaba en buenas manos.
—Sobre lo otro… —Su sonrisa se desvaneció lentamente de su rostro—. No puedo decir lo mismo. Ella continúa negándose.
El hombre se puso de pie para mirar a través de la ventana, sosteniendo su copa en la mano. Tsunade lo vio sonreír misteriosamente en el reflejo del cristal, lo que despertó enormemente su curiosidad.
—De eso no te preocupes. Tengo la sensación de que ella sí está haciendo un avance. —Se giró hacia la mujer, con su usual semblante relajado—. Quizás, más pronto que tarde, ella solucionará su problema.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? ¿Qué es lo que sabes? —cuestionó realmente intrigada por sus palabras. Él solo bebió con parsimonia lo que quedaba de vino en su copa, tomándose su tiempo, y la dejó sobre la mesa después de vaciarla—. ¿Tiene que ver con ese pirata espadachín que trajiste?
Recordó que poco tiempo después de recibirlo en su hogar, él había enviado a Sakura a buscar a su pupilo que estaba merodeando por la ciudad, y ella se mostró entusiasmada al respecto, para su sorpresa.
—Gracias por la hospitalidad, Tsunade.
Sin responder a ninguna de sus interrogantes, Mihawk se colocó el sombrero en su lugar, guardó su gran espada y se marchó de la casa de la mujer con la intención de cumplir con lo que lo había llevado a esa isla en primer lugar.
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El espadachín de pelo verde y la chica de cabello rosa caminaban por las calles de la tranquila y pintoresca ciudad, dejando atrás el local en el que habían estado durante un tiempo mientras llenaban sus estómagos. Iban con rumbo al muelle, donde Sakura dijo que Mihawk esperaría a su pupilo para regresar a la isla Kuraigana. En ese momento, ella le estaba contando sobre la isla en la que estaban actualmente.
—Esta isla se llama "Isla Navidad", y ha estado bajo la protección de mi tío por un largo tiempo —relató ella—. Siempre fue un lugar bastante pacífico y acogedor por lo que antes de que Tío llegara, los piratas alborotadores solían hacer disturbios aprovechándose de ello. Desde que las cosas cambiaron para bien y la paz se estabilizó, la ciudad puede festejar su principal festival a lo grande. Incluso vienen turistas de islas cercanas.
—¿Un festival a gran escala? Nunca escuché de eso.
—Entonces no tenías idea de lo que estaba hablando antes —razonó ella, poniendo una mano en su mentón con semblante pensativo. Segundos después, cambió a uno más animado—. Es una gran celebración que tiene el mismo nombre de la isla.
El muchacho le prestó suma atención, sin quitarle la mirada de encima.
—Una vez al año, el 24 de diciembre, el clima de la isla que siempre se mantiene cálido cambia drásticamente en el centro, es decir, aquí, donde está la ciudad principal. Una enorme nevada cae cubriendo todo el lugar, es realmente peligroso salir ese día por las grandes ventiscas y el drástico cambio de temperatura. —Simuló temblar de frío, abrazándose a sí misma para acompañar su historia—. Pero todo cambia el 25. El clima se vuelve tolerable y la nieve que queda da la ilusión de que estás en un lugar completamente diferente y mágico. Ese día se festeja Navidad, todos los habitantes de la isla se reúnen para compartir y comer en un gran banquete en la plaza principal. Se adornan los árboles, las casas y los locales con luces de colores, y los muñecos de nieve hechos por los niños están por todos lados. También se entregan obsequios entre las personas cercanas, y hay espectáculos de todo tipo.
—Suena a algo realmente increíble —comentó Zoro con una sonrisa relajada al ver el entusiasmo de ella al hablar—. Si hay comida a montones, Luffy querrá venir sin dudar.
—Si no dan problemas, ten por seguro que serán bienvenidos. Las personas trabajan muy duro durante todo el año para abastecerse para ese día. —Sakura le sonrió.
La conversación se dio por terminada y caminaron uno junto al otro en un agradable silencio por varios minutos. Así fue hasta que Sakura sintió una intensa mirada sobre ella nuevamente; sabía que era de su acompañante por lo que pensó en ignorarla creyendo que lo hacía para no perderle el paso como había sucedido antes. Pero no fue así. Cuando le devolvió la mirada, prácticamente podía leer los pensamientos que estaba teniendo en ese momento. Él intercalaba su mirada de ella a sus katanas con insistencia, poniéndola nerviosa.
—¿Qué hay de ti? — habló Zoro de repente, rompiendo el silencio que los acompañaba cómodamente.
—¿Hmm? —Ella fingió no darse cuenta sobre a qué se refería.
—Es tu turno de contar sobre ti, sobrina de Mihawk.
—Llámame por mi nombre, no creo que sea conveniente divulgar mi parentesco con Tío. Podría haber forasteros escuchando. —Una gota de sudor resbaló por su sien mientras sonreía con nerviosismo.
No era fácil para ella hablar de sí misma, mucho menos tocar ese tema en especial.
—Sakura, entonces —corrigió. La observó expectante, demostrándole que tenía toda su atención para escuchar su historia, llevado por la curiosidad.
Ella suspiró al entender que no tenía escapatoria. Era lo justo, antes se había inmiscuido en la vida del joven y él respondió a sus preguntas sin rechistar. Ahora era su turno.
—He estado viviendo por períodos de tiempo en las islas que tienen relación con mi tío, desde hace varios años —comenzó ella—. En estos momentos estoy bajo entrenamiento físico con mi mentora Tsunade. Es una mujer muy estricta y respetable, pero le encanta beber sake a cualquier hora.
—Suena a una persona sabia. El sake es lo mejor —comentó casualmente.
Sakura sonrió con nerviosismo al recordar el mal genio de Tsunade al beber, su fuerza se duplicaba y ella debía sufrirlo en su entretenimiento como consecuencia.
—Ella también tiene conocimientos médicos y me está enseñando todo lo que sabe. Espero llegar a ser una gran doctora algún día.
—Si Chopper estuviera aquí, estaría encantado de compartir sus conocimientos contigo. Estoy seguro que se llevarían bien.
—¿Chopper? —Ella lo miró curiosa, inclinó su cabeza mientras entrelaza sus manos detrás de la espalda. Se relajó un poco con su comentario que, sin saberlo, desvió el tema principal.
—Es el médico de nuestra tripulación. Es un reno con nariz azul que comió una fruta del diablo que le permite ser como un humano —explicó. Carraspeó con nerviosismo al ver el brillo en los ojos jades de ella.
—Qué interesante. Tienes unos nakamas muy curiosos. —Sonrió amistosa.
Zoro asintió, estando de acuerdo con ella en eso, sus compañeros de aventuras eran únicos y especiales. Cada uno tenía su propia locura con la que cargar, pero eran buenos sujetos al final del día; a excepción del cocinero pervertido, ese solo era un idiota.
Dejó sus cavilaciones de lado y su atención se desvió a las katanas de ella una vez más. Desde que las vio colgando de su cinturón, había estado ansioso por saber sobre éstas. Para su mala suerte, cuando iba a preguntar al respecto, una anciana se acercó a ellos para pedir indicaciones y se quedó unos largos minutos contándoles historias y divagando con sus anécdotas.
—Muchas gracias, linda muchachita. Aquí tienes unos dulces, compártelos con tu novio.
—¡N-Nosotros no somos…! —Sakura se giró con el rostro encendido hacia el espadachín, o al menos a donde debería haber estado, pero no encontró nada más que el aire—. ¿Eh?
—El joven giró en aquella calle —indicó la anciana, para luego seguir su camino como si nada.
Sakura se golpeó la frente con la palma abierta de su mano derecha, resoplando con resignación.
—Debí arrastrarlo del brazo desde un principio —bufó, corriendo hacia el lugar indicado para alcanzar al muchacho antes de que se alejara demasiado.
Corrió de calle en calle, girando en una intersección y otra, observando con ojos de halcón cada rincón donde se pudiera haber metido el peli-verde. No podía creer lo que estaba pasando, sólo le había quitado los ojos de encima por cinco minutos, no podía haber ido tan lejos.
Como último recurso, se metió en un callejón desierto y se subió con agilidad al tejado de un edificio para contemplar el lugar desde un punto más alto. El muelle se mostró ante ella a unas calles más allá de su ubicación.
—¿Podría ser…? —murmuró para sí misma.
Sakura cerró los ojos y se concentró durante unos segundos. No esperó mucho más para dirigirse hacia allí después de percibir a quien buscaba; saltó del edificio para correr con rapidez y cuidado entre las personas que circulaban en su camino.
Una cabellera verde y una amplia espalda tonificada la recibieron al llegar al lugar, adentrándose en el muelle conformado por una gran pasarela de madera que bordeaba la costa, siendo lo único que los mantenía separados de la profundidad del mar.
—¡Oye! —gritó mientras se acercaba a su lado dando grandes zancadas.
Zoro se dio la vuelta ante el brusco llamado, reconociéndola al instante.
—¿Dónde estabas? —cuestionó él, cruzando los brazos y mirándola en forma de reproche por su ausencia.
—¿Me estás preguntando dónde estaba yo? —respondió con incredulidad, sintiéndose ofendida por tal actitud—. ¡Estaba buscándote a ti! Desapareciste en el momento que te quité la mirada. ¿Cómo puedes tener tan mala orientación?
—Solo me alejé unos pasos y te perdí de vista. No es mi culpa que este sitio esté construido como un maldito laberinto —restó importancia—. Aun así, llegué aquí antes que tú. —Se mofó con burla.
—Eres todo un caso —suspiró con divertida resignación ante las ocurrencias de su acompañante.
Rápidamente se dio cuenta de que Roronoa era un hombre por demás peculiar y único.
—Dejando eso de lado… —Dio un vistazo a cada lugar donde se amarraban los barcos—. ¿Dónde está ese tipo? ¿Me dejó aquí tirado?
—No lo hizo. Tío está en el otro muelle, en el lado este de la isla. Estamos en el muelle sur, y ahora por tu culpa debemos recorrer el doble de camino —resopló nuevamente.
Zoro echó la cabeza hacia atrás, alejándose todo lo que su equilibrio le permitió cuando ella deliberadamente invadió su espacio otra vez, mientras pinchaba su pecho con su dedo índice derecho a manera de recriminarle.
—No quiero ningún despiste más. Esta vez te tomaré de la mano, y a la primera que vea que te alejas —instruyó y dejó en suspenso su frase, acercando más su rostro al de él para hacer contacto visual y que entendiera que hablaba en serio—... te cargaré como una princesa por toda la ciudad.
Antes de que Zoro pudiera replicar para defender su dignidad y expresara su disconformidad con su sentencia, fueron distraídos por los gritos de personas que corrían despavoridas alejándose del muelle.
—¿Qué pasa? —preguntó el joven al retener a un hombre que pasó por su lado.
—¡Piratas! ¡Están robando el gran almacén y están armados! —Fue lo único que logró articular en su histeria, para luego soltarse y salir huyendo.
—No lo permitiré.
—¡Oye, espera! —gritó Zoro después de que Sakura murmuró esas palabras y salió disparada de su lado con dirección al disturbio.
Él la siguió de inmediato, llegando justo a tiempo para ver cómo la peli-rosa apartaba con una patada voladora a uno de los piratas que estaba cargando una caja y luego continuaba golpeando a un par que iba saliendo del almacén.
Sakura se ganó toda la atención de los presentes después de hacer su vistosa entrada, colocándose frente a la puerta rota del lugar para impedir que continuaran saqueando el almacén.
—¡Es suficiente! —sentenció con voz fuerte y firme.
El descontento no se hizo esperar en los piratas bandidos, quienes rápidamente se agruparon y sacaron sus espadas y todas sus armas punzocortantes, incluso algunos tomaron palos de madera, listos para quitar de en medio a cualquiera que se interpusiera en su camino y los desafiara.
—¿Qué está pasando aquí? —dijo uno de ellos, abriéndose paso hasta el frente.
—¡Capitán, esa mujer está impidiendo que nos llevemos los suministros!
—¿Una sola mujer? ¡¿Eso los está retrasando, bastardos?! —rugió con incredulidad.
—No dejaré que se lleven una sola caja de este lugar —declaró Sakura con el ceño fruncido.
—Un momento… Yo te conozco —continuó el capitán, observándola con detenimiento—, eres la mujerzuela que rechazó a mi hermano menor en la mañana y le dio un cachetazo.
Zoro llegó en ese momento al lado de Sakura y se colocó un paso por delante de ella al escuchar esa declaración ofensiva, su ceño se frunció en profundidad ante esto. Observó a la muchacha por el rabillo del ojo cuando ella también se adelantó, sin amedrentarse ante las agresiones recibidas.
—No pueden simplemente llevarse el esfuerzo de otras personas. —Ella dejó de lado su comentario y continuó firme en su sitio—. Solo lo diré una vez: Lárguense de aquí, o sufrirán las consecuencias —advirtió con seriedad.
Los piratas se mantuvieron en silencio por unos segundos que parecieron más largos de lo que en realidad fueron, entonces las carcajadas resonaron con fuerza y se rieron de sus palabras como si hubiera contado el chiste más gracioso del mundo, burlándose de ella también.
—¿Quién diablos te crees? ¡Bastardos, no tengan piedad! Vamos a demostrarle a esta perra quién manda. Si te retractas ahora mismo, consideraré dejarte vivir y llevarte con nosotros como nuestra mujerzuela.
Los subordinados vitorearon las palabras de su capitán, demostrando que estaban de acuerdo y listos para acatar la orden.
—Hazte a un lado —indicó Zoro, colocando sus manos en las empuñaduras de sus katanas, listo para deshacerse de la escoria que tenía enfrente. Sin embargo, Sakura levantó un brazo frente a él y le impidió su avance. Le dio una mirada interrogante por esa acción.
—Es mi deber proteger a la gente de este lugar que ha sido como mi hogar —comenzó ella con voz segura, mostrando una sonrisa tranquila y confiada—. Yo me haré cargo de esto. Por favor, no interfieras.
El peli-verde la observó a los ojos detenidamente por unos segundos, analizándola, encontrándose con la firme determinación reflejada en ellos. Suspiró y asintió, respetando su decisión y poniéndose al margen. Apenas la conocía o sabía de sus habilidades, pero tampoco podía subestimarla. Después de todo, ella le confesó que estaba bajo entrenamiento y también poseía esas dos katanas que se veían formidables; ella sabía luchar. Confiaría en su palabra. Aun así…
—Está bien. Pero intervendré si las cosas se ponen feas.
Sakura le regaló una sonrisa sincera, agradecida por su preocupación y por tomar en cuenta su petición. Ella se preparó para lo que se avecinaba, y lo que sorprendió a Zoro fue que se quitó sus armas y se las lanzó; las atrapó en el aire con la confusión marcada en su rostro. ¿Acaso no las iba a utilizar para pelear? ¿Qué pretendía hacer?
—Pero, ¿qué…?
—Cuento contigo —interrumpió y se alejó de su lado apretando sus nudillos y haciéndolos crujir.
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