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❀ ═══════ • III • ═══════ ❀
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Luego de unos minutos de contemplar su nuevo Sharingan, Sakura parpadeó una vez y sus orbes volvieron a ser tan negros como la noche más oscura. Sarutobi carraspeó un poco para llamar su atención, le había dado su espacio para que asimilara el cambio, pero ya era hora de informarle algunas cosas para su nueva vida en Konoha.
—Sakura-chan, viendo que tu Sharingan era tan avanzado como para despertar el Mangekyō, debo suponer que tuviste un entrenamiento, ¿no es así? Necesito saber qué es lo que aprendiste hasta ahora.
La niña lo observó en silencio durante unos segundos, y él supuso que estaría organizando sus pensamientos antes de comenzar a hablar; en la realidad, Sakura comprendió que el Hokage no parecía estar al tanto de su situación, o al menos evitó mencionarlo. En cualquier caso, no iba a hablar de más sobre algo que su familia había guardado tan recelosamente, a menos que él le demostrara que lo sabía.
—Un. —Asintió—. Mis padres y mi hermano mayor me entrenaban en sus tiempos libres —comenzó, apartando su mirada del mayor y poniéndola sobre el hombro de este, hacia la ventana a su espalda—. Padre me enseñó a usar el Sharingan, algunas técnicas de fuego del clan y otras de tierra, aunque no domino completamente las de tierra aún. Madre me enseñó algunas técnicas de agua y el manejo del chakra. Y mi hermano Ryōsuke me ayudó a perfeccionar esas técnicas, me enseñó el manejo de armas, taijutsu y genjutsu básicos —relató con la mirada perdida. Mientras iba nombrando lo que había aprendido, por su mente pasaban cada uno de esos momentos como flashes—. Yo solía verlo entrenar con Padre o cuando lo hacía solo, y luego intentaba imitarlo por mi cuenta. Además de eso, estudiaba los libros y pergaminos que tenía Padre en su biblioteca cuando estaba aburrida.
—Vaya —comentó un poco asombrado de que una niña pequeña, de tan solo siete años y que no había asistido a la academia, supiera todas esas cosas que cualquiera debería saber teniendo casi el doble de edad que ella—. Eso es mucho entrenamiento para una niña.
—Ellos… —susurró un poco apenada—. Empecé a entrenar con mi hermano mayor con tres años y medio ya que quería pasar más tiempo con él porque siempre estaba haciendo misiones o entrenando y no tenía tiempo para jugar conmigo. —Infló sus mejillas sonrosadas en un mohín que la hacía ver adorable mientras narraba su disconformidad—. Ellos solían decir que aprendía demasiado rápido y que… yo… que yo era un prodigio —concluyó con timidez, pero también con un toque orgulloso. Después de todo, ella entrenaba para ser alguien tan fuerte como lo era su hermano mayor.
—Serás una gran kunoichi, Sakura-chan. —Le revolvió el cabello de forma afectuosa, haciendo que las mejillas de ella adquirieran un tono aún más rojizo que antes por el halago—. Muy bien. ¿Algo más que deba saber con respecto a tu entrenamiento?
—Mmm… —musitó con una mueca pensativa, mientras miraba sus manos en su regazo—. Hace poco —murmuró lo bastante audible para que el Hokage pudiera oírla—… En uno de los últimos entrenamientos… Ryōsuke dijo que creía que yo tenía el nivel de un Chuunin.
—Ya lo creo —concordó con los ojos cerrados y cruzando los brazos sobre su pecho—. Por lo que me has contado, puedo decir que pienso igual que Ryōsuke-kun. Sin embargo, ya que tienes talento como ninja y la edad adecuada, sugiero que ingreses a la Academia ninja y hagas todo el procedimiento para alcanzar el grado de Ninja Inferior —habló mirando directamente a los orbes oscuros de Sakura que lo miró confundida—. Sería demasiado sospechoso que una niña, que salió de la nada, tuviera tal potencial siendo tan joven y sin haber asistido a la Academia. Además, te servirá para que te integres en la Aldea y puedas hacer amigos —concluyó con una pequeña sonrisa alentadora.
—Está bien, señor —dijo algo dudosa por lo último.
Ella nunca había conseguido formar una amistad de su edad en el lugar donde vivía, solo podía considerar a su hermano como el único amigo que había tenido, pero él era ocho años mayor que ella.
—¿Dónde… dónde viviré, Hokage-sama? —preguntó con un poco de inquietud por lo que sería de ella desde ese momento en adelante.
—Se te otorgará un departamento con todo lo necesario cerca de la Academia. Y por el dinero no debes preocuparte, tus padres tenían ahorrado una gran suma de dinero, me encargaré de administrarlo para que vivas cómodamente. Tú solo deberás preocuparte de asistir a la Academia y aprender nuevas cosas.
La pequeña peli-rosa simplemente asintió con la cabeza, dibujando un intento de sonrisa con sus labios. Estaba tratando de no pensar tanto en lo ocurrido con su hermano mayor y que, de ahora en más, su única acompañante por el momento sería la soledad. De esos pensamientos surgió una duda que se reflejó en sus facciones, llamando la atención del anciano.
—Hokage-sama…
—¿Mmm?
—¿Por qué…? —musitó con vacilación, bajando el tono de su voz una vez más—. ¿Por qué no puedo quedarme con… otros Uchiha? Si el clan está aquí, ¿por qué mi hermano mayor no quería que supieran que soy una de ellos? —preguntó con clara confusión.
—Sakura-chan —comenzó a hablar empleando un tono suave, sintiendo el pesar de tener que decirle algo tan delicado—. La noche que nos conocimos… apenas unas horas antes, el clan Uchiha… fue masacrado.
La niña ahogó un grito en su garganta del asombro, al mismo tiempo, sus ojos negros se pusieron brillosos precediendo su llanto.
—¿Q-Qué? —dijo con voz temblorosa—. ¿Cómo? ¿Por qué? Eso quiere decir que… ¿S-Soy la… última? —Miró sus manos que agarraban las sábanas en puños, sintiendo que los sentimientos que se habían acumulado en su interior comenzaban a abrumarla con esa noticia.
—No, Sakura-chan. Hubo un sobreviviente. —Sakura levantó la cabeza rápidamente y lo observó con sus ojos abiertos de par en par—. Un niño de tu edad, Uchiha Sasuke es su nombre.
Cuando terminó de hablar, vio las gruesas lágrimas que dieron rienda suelta por las mejillas de la niña.
Sakura apartó la mirada de Sarutobi y la fijó nuevamente en sus manos temblorosas. "Un niño de tu edad" era lo único que se repetía en su mente una y otra vez. Eso quería decir que alguien como ella estaba sufriendo la pérdida de sus seres queridos; tras asimilarlo, se sintió muy triste por él y más lágrimas salieron de sus bellos ojos. Aunque siquiera lo conocía, sabía que compartían el mismo dolor, y ahora estaban solos en ese mundo.
No, solos no, se tenían el uno al otro. Eran los últimos Uchiha, y al ser parte del mismo clan debían estar unidos y protegerse el uno al otro. Esos eran los pensamientos de Sakura mientras lloraba en silencio. Había aguantado mucho esos días en el hospital mientras se recuperaba, tratando de no llorar frente a las enfermeras que la cuidaban.
El Tercero, como si hubiera leído su mente, rompió el silencio que había mantenido para darle tiempo de asimilar lo que le había dicho.
—Sakura-chan —llamó con seriedad, atrayendo su atención sin dejar de sollozar—. Sasuke no sabe que tú también perteneces al clan. Y no debe saberlo por el momento. —Ella reaccionó abriendo más los ojos—. Siento mucho que tengas que ocultar quién eres, pero ya lo dijo Ryōsuke: es por tu seguridad… Y también la de Sasuke-kun.
Entonces él sí sabe sobre mi situación, pensó agachando la mirada. Mordió su labio inferior antes de emitir un débil:
—Entiendo, Hokage-sama.
El anciano la contempló con una expresión de tristeza, pero como había dicho antes, era por la seguridad de ambos pequeños. Soltó un suspiro de cansancio antes de llamar su atención una vez más.
—Pero puedes tratar de acercarte a él… No te lo prohibiré. Solo omite la parte de que eres una Uchiha.
Eso alivió un poco el adolorido corazón de Sakura, haciendo que se limpiara las lágrimas con el dorso de su mano derecha. Al menos podría estar cerca de la última persona que pertenecía a su clan, daría su mejor esfuerzo para tratar de ser su amiga y demostrarle que no estaban solos.
El líder de la Villa sonrió levemente al ver el brillo de determinación que emergió de los orbes negros de la niña, adivinando lo que estaría pensando, y rezando en su interior para que cumpliera con su objetivo.
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Unos días después, en un salón de la Academia Ninja.
—¡Silencio, clase! —repitió el maestro Iruka a sus jóvenes aprendices de ninja por enésima vez, pero éstos pasaban de él y seguían conversando entre ellos, ignorándolo completamente.
Tomó una gran bocanada de aire inflando sus pulmones y luego, con voz fuerte, gritó:
—¡SILENCIO!
La clase quedó en completo mutismo y todos prestaron atención al frente donde estaba Iruka. Él sonrió complacido de haber logrado obtener finalmente la atención de sus alumnos.
—Bien. Quiero que conozcan a alguien. ¡Adelante! —exclamó con una sonrisa mirando hacia la puerta.
Al salón de clases ingresó una bonita niña de la misma edad que los niños presentes, quien se posicionó al lado de Iruka, frente a todos.
Ella vestía unas sandalias ninjas azules y un vestido verde pistacho claro, de mangas largas y por debajo de las rodillas, que hacía juego con sus enormes y hermosos ojos color verde jade; en su cabello, de un extraño rosa brillante, llevaba una cinta roja a modo de diadema con un moño en la parte superior, haciéndola ver adorable.
Sin embargo, la niña no se notaba del todo feliz. Su semblante era serio y su mirada estaba en dirección al suelo, haciendo un esfuerzo por esconder la tristeza que sabía con seguridad se reflejarían en sus orbes.
—Tenemos una nueva estudiante que fue transferida hoy, ella vendrá a la Academia de ahora en adelante —anunció el maestro.
Sus nuevos compañeros la observaron con curiosidad, analizándola meticulosamente; tener toda la atención sobre ella la incomodó en cierto modo, provocando que se encogiera en sí misma de manera inconsciente.
—Preséntate —alentó con una sonrisa.
—Un. —Sakura asintió con timidez, luego paseó su mirada al frente para darse valor antes de hablar—. Sakura —pronunció lo suficientemente audible.
Estar bajo ese intenso escrutinio le estaba pasando factura y comenzaba a ponerse nerviosa.
—Bueno… ¿Puedes decirnos tu nombre completo? ¿O es que acaso es un secreto? —bromeó Iruka, brindándole una sonrisa a su nueva alumna, con la intención de aligerar el ambiente y que se sintiera más cómoda.
Por el contrario, su comentario no hizo más que poner tensa a la pequeña y hacerla agachar la cabeza para que no vieran lo afectada que se había sentido. Su mirada de dolor no pasó desapercibida para dos personas: el mismo Iruka y un niño de cabellos negros, quien miraba con intriga a la nueva niña que, según él, llamaba demasiado la atención para su gusto, con esos colores tan brillantes en su apariencia.
—Eh… Sí, sensei. —Puso todo su esfuerzo en ocultar su voz temblorosa a causa de un nudo que se había formado en su garganta—. Mi nombre es Uchi… Quiero decir, Haruno. —Todos se le quedaron viendo extrañados por ese comportamiento tan errático al presentarse—. Haruno Sakura —exclamó finalmente, un poco más segura, tratando de convencerse ella misma.
Los murmullos no se hicieron esperar entre los alumnos que se habían mantenido en un sepulcral silencio, hasta que alguien alzó la voz y todo se descontroló.
—¿No sabe su propio nombre? —dijo un niño a modo de burla, y otros comentarios por parte de otros niños y niñas le siguieron.
—¡Mira el color de su cabello! —secundó otro.
Inconscientemente, Sakura se llevó una mano a su corto cabello, tomó uno de sus mechones y lo observó.
¿Qué tiene de malo mi cabello?, se preguntó mentalmente.
—¿Cómo es posible tener el cabello así? —cuestionó una niña a sus compañeras cercanas a su mesa.
—Nunca vi a alguien con ese color.
—¡Su cabello es muy raro!
Cada comentario hacía sentir cada vez peor a Sakura.
—No saldría de mi casa si tuviera el cabello así —comentó con burla una niña de cabello oscuro de tono violáceo, a otra que estaba a su lado. La aludida asintió de acuerdo con ella, sumándose a sus comentarios despectivos.
—Además, mira esa frente tan grande, Ami.
—Es cierto, es enorme. Tiene una frentesota. —La mirada de Ami era de total desprecio y superioridad hacia Sakura, sintiéndose satisfecha de que las demás le siguieran la corriente.
—¡Oigan! —reprendió Iruka en voz alta, no toleraría ese tipo de comportamiento en su clase—. ¡Silencio! ¡Todos cálmense!
Pero no fueron las palabras del maestro lo que hizo callar a todos, sino la propia fuente de las burlas: Sakura.
—Cállense —siseó con los puños apretados luego de golpear su pie contra el suelo, ocasionando que el fuerte sonido resonara en el salón y que se produjera una pequeña grieta imperceptible a simple vista.
Sakura los fulminó con la mirada más dura y fría de toda su corta vida, haciendo que todos quedaran en completo silencio por el asombro e intimidando a más de uno. Por el mismo comportamiento que tenían sus nuevos compañeros, ella no tuvo amigos en su anterior hogar; los niños eran iguales, siempre superficiales y crueles a su parecer.
Nadie se esperaba una reacción así de alguien que se mostraba tan adorable e indefenso. Eso llamó un poco la atención de un niño de cabellos oscuros que se sentaba en la primera mesa del lado derecho del salón, junto a la ventana, pero de inmediato le restó importancia porque no debía desviarse de su reciente y único objetivo con tonterías como esas.
—Bueno… —retomó la palabra Iruka con una gota de sudor cayendo por su sien. Carraspeó un poco antes de continuar—. Toma asiento donde quieras, Sakura.
Ella solo asintió, manteniendo su expresión seria y dura, y paseó la mirada nuevamente por el salón percatándose de que solo quedaban tres lugares vacíos. Optó por sentarse junto a un niño rubio de ojos azules recostado en su mesa de manera despreocupada; se había dado cuenta de que había sido uno de los pocos que no habían criticado su apariencia.
La mesa del rubio estaba situada dos lugares más atrás que la mesa del niño de cabellos negros, pero en la parte central del salón.
Mientras Sakura se dirigía a su asiento, su mirada se encontró con otra que la observaba fijamente. Jade y negro chocaron, pero apartaron rápidamente la vista. Cuando tomó asiento junto al rubio, éste le dio una mirada asombrada de que hubiera preferido sentarse con él en lugar de apartarse como lo hacía la mayoría. La peli-rosa le sonrió con timidez a modo de saludo y después prestó atención al frente, donde Iruka retomaba la clase, dejando a un rubio con un adorable sonrojo en sus mejillas.
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