Una Muestra de Caos.

No me queda más opción que asumir un enfoque estratégico.

Puedo lanzar bolas de fuego o cristales de hielo, pero en su mayoría serían inútiles contra esta criatura. Prefiero reservar mi maná para conjuros más poderosos y letales.

Mi papel como comandante es precisamente eso, comandar; enfrentar a esta bestia está más allá de mis capacidades.

La ballena sigue en lo alto, generando más y más niebla. Parece que necesita altitud para crear esta densa cortina de niebla que desciende al suelo, cubriendo el campo en una espesa oscuridad, mientras que en las alturas se vuelve más tenue.

Esto le otorga la ventaja de ataques sorpresa, ya que puede ver con claridad desde lo alto.

El sol también juega un papel crucial, ya que gracias a la niebla hemos quedado sumidos en la oscuridad total.

Nuestro objetivo es resistir hasta que la visibilidad mejore, usando los cristales de luz.

El equipo de artillería comienza a hacer cálculos, enfrentándose a un enemigo móvil que parece no habernos detectado aún. La capitana Sofía inicia los preparativos mientras todos observamos cómo nuestros soldados mueven los cañones, colocándolos en posición en cuestión de segundos.

Los caballeros no pueden intervenir hasta que la ballena descienda, por lo que comenzamos a establecer posiciones estratégicas. Dividimos a nuestras fuerzas en escuadrones según el plan previamente trazado.

Aunque no contamos con la ventaja de una alianza con el gremio de Anastasia, ahora debemos hacer de este logro algo propio.

Sofía levanta su pulgar hacia Alsten, quien mira hacia la ballena y extiende su mano con determinación, gritando:

—¡Fuego! —su voz retumba, seguida por un ensordecedor estruendo cuando cinco cañones son disparados simultáneamente.

Los proyectiles avanzan a gran velocidad por el campo, atravesando la niebla densa. Todos observamos asombrados mientras siguen sus impresionantes trayectorias. En cuestión de segundos, los impactos resuenan, haciendo que la ballena comience a retorcerse ante los cuatro de los cinco proyectiles que impactaron.

La expectación se palpita en el aire mientras esperamos, y entonces...

¡BOOOM!

El estallido sacude el suelo y el aire, reverberando con una fuerza impresionante.

Las nubes de fuego se elevan en el aire, acompañadas por un agudo chillido de dolor que resuena por los cielos. Una onda expansiva sigue a la explosión, dispersando la niebla circundante y brindando a los magos una vista más clara de la ballena.

Crusch abre los ojos y sonríe, demostrando que lo que le he mostrado previamente era solo una parte de la verdad. Impone su presencia con autoridad, asumiendo su papel de comandante.

—¡Disparen! —exclama Crusch, provocando que los trece proyectiles mágicos sean lanzados al instante.

Una serie de explosiones ilumina todo el entorno, mientras varios magos activan sus proyectiles. Tras un breve lapso, los trece cañones emiten una descarga. Ráfagas de fuego atraviesan el aire a gran velocidad, con un retroceso casi imperceptible pero una potencia asombrosa.

¡BOOOOOOM!

Una onda de calor se propaga por nuestras figuras, una secuencia titánica que se supone ha infligido un daño considerable. Las nubes de fuego siguen elevándose mientras el humo empieza a teñir el ambiente.

Sin dar tregua, Alsten ordena una segunda ronda de disparos. Los proyectiles vuelan en la misma dirección, pero para nuestra sorpresa, atraviesan las nubes de fuego y caen hacia el suelo, detonando al impacto.

La ballena parece haber desaparecido de nuestra vista sin que nos demos cuenta.

—¡Prepárense para la siguiente fase! —grito, mirando hacia el campamento donde se encuentran Emilia y Beatrice.

Ellas se encargarán de proteger a la artillería junto con los otros magos. Aquí es donde se establece la división. Para tener alguna esperanza de éxito, es crucial seguir una estrategia bien definida. Si atacamos sin coordinación, la batalla podría prolongarse indefinidamente.

Todo debe ejecutarse sin margen de error.

—¡Entendido! —todos responden al unísono, desde los caballeros hasta los magos, el gremio de sanación y mis propios soldados.

Sin titubear, avanzamos hacia la niebla, donde pequeños cristales emiten una tenue luz. Pero iluminar el área podría no resultar tan útil como parece; usar cristales de luz en medio de la niebla podría causar reflejos inesperados y complicar aún más nuestra visión.

Cada acción tiene su momento, y en este momento, todo está en juego. Mientras avanzamos a gran velocidad, el viento no azota mi rostro con violencia gracias a la protección divina que me rodea mientras cabalgo un dragón.

El viento parece rozarme suavemente, como si su fuerza hubiera sido atenuada. Es como si el viento en sí mismo fuera una ilusión.

Agradezco internamente por esta bendición que me protege mientras estoy a lomos de Grímnir.

No sabemos con certeza cuán astuta es la ballena, pero es probable que haya detectado nuestra retirada y vea una oportunidad para eliminarnos, fuera del alcance de artillería.

Aunque desconocemos el alcance de los daños que hemos infligido, debido a la niebla y al fuego que hemos generado.

Dos escuadrones me siguen de cerca mientras exploramos en todas direcciones, buscando cualquier indicio de la ballena. La densidad de la niebla ha aumentado, formando una capa que se eleva a pocos metros de altura. Es imposible ver más arriba sin recurrir a la magia de viento. Ante esta situación, mi estrategia se simplifica.

Decidimos seguir un enfoque de ataque y huida. Mientras un grupo atrae la atención de la ballena, otro grupo la ataca. Vamos a ejecutar esta táctica de manera ordenada, con la esperanza de debilitarla gradualmente.

Los dragones son lo suficientemente rápidos como para permitirnos realizar este tipo de maniobras.

O al menos eso espero.

No estoy afrontando esta situación como una batalla común, sino más bien como un juego. Aunque esta mentalidad pueda parecer inmadura, me ayuda a planificar mi estrategia.

Mis patrones de ataque y movimiento están fundados en algún tipo de lógica, basada en mis conocimientos previos. Planeo cada movimiento como si fuera una jugada en un tablero de ajedrez, calculando posibilidades y riesgos.

La niebla que nos rodea parece estar compuesta de maná, pero sus efectos son físicos.

Siento como si algo estuviera oprimiendo mis pulmones, dificultándome la respiración. Los ataques de niebla que pueden borrar a las personas de la existencia son un problema potencial.

La incertidumbre y el peligro se ciernen sobre nosotros mientras nos preparamos para enfrentar esta amenaza. La narrativa de la novela apenas rasca la superficie de los detalles cruciales que necesitamos comprender en esta situación crítica.

Estoy decidido a desentrañar los misterios de esta realidad y aprovechar al máximo las circunstancias, por más desafiantes que puedan parecer.

Aunque pueda sonar cruel, entiendo que podríamos sufrir bajas en esta batalla. Sin embargo, estas pérdidas pueden ser cruciales para aprender y adaptarnos, estableciendo reglas y estrategias más efectivas para futuros enfrentamientos.

Estoy dispuesto a tomar decisiones difíciles si eso nos brinda una oportunidad de prevalecer y proteger a nuestro mundo.

Dos escuadrones de caballeros siguen mis pasos mientras nos dividimos en grupos de diez, distribuyéndonos por todo el campo. Esta táctica no solo nos permitirá llevar un recuento de los caídos en batalla, sino que también nos proporcionará información esencial para ajustar nuestra estrategia en tiempo real.

Cada grupo cuenta con magos de fuego que pueden enviar señales para informar sobre la ubicación de la amenaza.

Mantengo a todos alerta con un grito:

—¡Estén atentos a cualquier movimiento! —mi voz resuena, y puedo sentir el nerviosismo en el aire mientras la visibilidad se reduce a unos pocos metros debido a la espesa niebla.

Hago uso de mi magia de viento para dispersar la niebla, pero esta persiste en interferir, envolviéndonos en un velo de misterio cargado de maná.

Aunque en este momento no estoy suficientemente saturado de miasma como para atraer la atención de la ballena, sé que sería insensato convertirme en su objetivo.

La sola idea de enfrentar la muerte me llena de temor. No solo porque significaría perder mi poder y depender de los demás, sino también por la incertidumbre de lo que sucedería después.

No quiero dejar cabos sueltos y tener que depender de la suerte; he aprendido que prepararse es clave para enfrentar cualquier adversidad.

El control del miasma en mi es una preocupación constante.

Aunque mi puerta ha mejorado gracias a los esfuerzos de Puck, el crecimiento del miasma sigue siendo un reto. Controlar sus efectos es complicado, y solo en lugares con una fuerte presencia de magia Yang puedo mitigar sus efectos

Mientras evalúo la situación, noto que Grímnir está alerta.

Los dragones poseen una sensibilidad especial hacia el maná, lo que nos brinda una ventaja en la percepción de los ataques enemigos. Observo cómo su mirada se torna intensa y sus movimientos se vuelven más agudos.

No es solo un simple dragón; su actitud revela que es algo más que eso.

Un rugido ensordecedor parte el aire, sacudiendo el suelo bajo nuestros pies. El sonido es abrumador, y sé que estamos en una situación crítica.

Un grito ensordecedor hace temblar el suelo, mi equipo se empieza a mover lentamente, preparándose para la carrera en cualquier momento.

Mis acciones desesperadas expulsan una gran cantidad de niebla con mi magia, proporcionando una frágil visión en medio de la densidad del vapor.

En un instante crucial, su cuerno emerge, anunciando su llegada con un grotesco espectáculo. La visión de su rostro me golpea con fuerza; es lo más aberrante que he presenciado desde que llegué a este mundo.

Sus aletas pectorales se extienden como guadañas letales, cortando la tierra sin esfuerzo mientras avanzan. Su piel, cubierta de pelos blancos, parece ser una defensa contra la magia enemiga.

Desde esta perspectiva real, sin la pantalla como intermediario, me enfrento a la aterradora realidad de este ser.

—¡Corran! —mi voz se lanza con todas mis fuerzas, un grito desesperado mientras insto a las tres personas a mi alrededor a alejarse.

Los caballeros responden al llamado y corren a toda velocidad, escapando del alcance del monstruo que devora todo a su paso. Su cuerpo masivo se estrella contra el suelo, rompiendo la tierra en su impacto y dificultando el avance de los caballeros restantes.

Un escuadrón se une al combate, uniéndose a la lucha con determinación mientras esquivan los fragmentos de tierra que vuelan a su alrededor. La velocidad de los dragones es asombrosa, y aunque este monstruo gigantesco también se mueve rápido, su trayectoria puede predecirse en cierta medida.

—¡Tiene una herida significativa en su costado izquierdo! ¡La estrategia está funcionando! —el grito de un caballero se pierde en el aire, pero sus palabras resonarán en mi mente.

Mi teoría sobre su vulnerabilidad al daño físico parece confirmarse. Su piel puede resistir magia, pero debajo de ella yace carne más frágil, más susceptible al daño mágico.

Es una situación similar a la capa de magia de Elsa, capaz de reflejar o resistir ataques mágicos.

Ahora, la clave es romper esa piel protectora y aprovechar su vulnerabilidad.

—¡Preparen los cristales lamicta! —mi voz resuena con urgencia mientras observo cómo la ballena comienza a abrir su boca. La oportunidad es clara y no podemos desperdiciarla.

Actuamos rápido, lanzando cristales lamicta directamente hacia su boca. Estos proyectiles, casi como granadas, estallan en un destello brillante al impactar dentro de su boca.

El resultado es una erupción de fuego y humo, pero la visión se desvanece rápidamente mientras la ballena avanza, opacando la neblina de llamas con su avance implacable.

Nos acercamos valientemente, pero sin previo aviso, su cuerno dispara niebla a toda velocidad, una respuesta inesperada que nos enfrenta en un nuevo reto.

—¡No fue suficiente! —el grito angustiado de un caballero se pierde en el viento, justo antes de que sea devorado por la densa niebla que todo lo engulle.

Grímnir, con su agilidad de dragón, sortea con destreza los disparos que lanza la ballena. Por mi parte, alzo mi mano y convoco una llamarada de fuego ascendente, tratando de crear un muro de llamas para comunicar al resto nuestra ubicación.

Los otros caballeros también reaccionan, disminuyendo la velocidad y saliendo del rango de ataque, dejándonos a mí y a otro caballero en el frente.

La necesidad de tiempo y estrategia es apremiante. La situación exige un enfoque inteligente y calculado.

Enfrentamos a una bestia colosal, y atacarla directamente no es suficiente. Un lamicta en pequeñas cantidades parece inefectivo, lo que sugiere que el interior de su boca está fortificado para resistir esos proyectiles.

Dada su inmensidad, unos pocos cortes superficiales no serán suficientes para causar un daño significativo. Para dañarla de verdad, necesitamos recurrir a la artillería pesada o a una magia capaz de infligir daños internos.

Esquivo con destreza los ataques de la bestia mientras esperamos la llegada del resto de los combatientes. Estamos en desventaja y necesitamos reunir nuestras fuerzas y estrategias para tener alguna posibilidad de éxito.

—¡Ataquen! —el grito enérgico de Crusch resuena en el campo de batalla. Su brazo se extiende, generando una intensa luz que se condensa en un ataque poderoso.

En un movimiento horizontal, el aire se separa en un corte afilado dirigido hacia el cuerno de la ballena. El aire a su alrededor también parece distorsionarse, retrasando la niebla que la envuelve.

El objetivo es claro: cortar el cuerno de la bestia.

El cuerno es el centro de su manipulación de maná, y al destruirlo, buscamos privarla de su capacidad de recuperación y de su control sobre la niebla cargada de maná.

La hoja de viento resultante viaja con una velocidad asombrosa en dirección al cuerno de la bestia, mientras yo corro en paralelo, preparado para reaccionar ante cualquier movimiento hostil.

Un impacto ensordecedor sacude el aire, girando la masa gigantesca de la ballena por la fuerza del ataque.

El corte impacta directamente en el cuerno de la bestia con un golpe cargado de fuerza. La ballena se retuerce en respuesta al poderoso ataque, y su cuerpo gira abruptamente, dejándola prácticamente de costado.

Pero a pesar de la intensidad del golpe, algo no sale como esperábamos.

—¡No fue efectivo! —mi voz rebota en el aire mientras dirijo mi atención hacia la ballena.

En ese instante, utilizo Murak en Grímnir, aumentando la velocidad del dragón. Grímnir aprovecha el impulso para moverse con agilidad y evadir el alcance de la ballena.

La velocidad de Grímnir es tal que se convierte en un destello que mis ojos apenas pueden seguir.

Justo cuando la ballena parece girar en dirección a Crusch, un grito rompe la tensión. El sonido de las palabras resuena en el campo de batalla:

—¡Jamás mires en dirección de mi señora! —Wilhelm se lanza desde su dragón, una figura imponente en su determinación.

En un abrir y cerrar de ojos, su cuerpo cae con fuerza sobre la ballena. Un impacto contundente se produce cuando sus pies aterrizan sobre la bestia. El suelo tiembla bajo el impacto y la ballena se retuerce frenéticamente, como si sintiera la irritación de una picadura de insecto.

Los cortes provocan que se desgarren capas de su piel, dejando rastros de sangre en el aire. La bestia golpea el suelo repetidamente en un intento desesperado por aplastar a Wilhelm.

—¡Ataquen! —el grito de Crusch resuena una vez más, y su espada brilla con una energía intensa.

Dos cortes veloces son liberados, cada uno con una fuerza devastadora. Sin embargo, la ballena demuestra una agilidad sorprendente, moviéndose con rapidez para evadir los ataques. Los cortes cortan el aire, pero no logran encontrar su objetivo, dejando solo un rastro de viento en su lugar. La bestia toma impulso y se eleva en el cielo, desapareciendo en una densa nube de niebla.

Wilhelm se aleja junto a la bestia, y la situación se torna incierta. La necesidad de seguir su rastro nos impulsa a unir fuerzas. Los diferentes escuadrones convergen, cada uno desde una dirección distinta.

Cerca de cuarenta individuos corren en distintas direcciones, y en el frente, Crusch y yo lideramos la marcha.

—¡Atacó usando la neblina borradora! —Crusch confirma nuestras sospechas, su voz denotando un ligero estrés, aunque mantiene su calma para no alarmar a los demás—. Por ahora, no sabemos cuántas personas hemos perdido debido a nuestra dispersión. Pero un escuadrón está incompleto, faltan tres personas.

La niebla se cierne a nuestro alrededor, densa y amenazante, ocultando el destino de nuestra enemiga y los pasos a seguir.

La niebla espesa nos rodea, pero hemos establecido una regla crucial para mantenernos conectados en esta batalla caótica.

Los escuadrones se han dividido en grupos de diez personas, y si falta alguien en un escuadrón, sabremos que ha sido derrotado por la amenaza. Cabalgamos con urgencia a través de la niebla, nuestros dragones agitando el aire en su camino.

Mi mente trabaja a toda velocidad, considerando cada escenario posible, mientras mi corazón late con fuerza en mi pecho. A pesar del estrés, mantengo la serenidad necesaria para liderar.

—En mi escuadrón falta uno —informo a Crusch mientras avanzamos a toda velocidad en nuestros dragones—. Uno de los caballeros afirma haber visto un gran daño infligido por uno de los proyectiles. Necesitamos guiar a la ballena hacia la artillería y repetir ese proceso.

Por ahora, no podemos seguir nuestro plan original, así que debemos infligirle daño constantemente.

Los recursos no son abundantes, y financiar este enfrentamiento ha sido un desafío costoso. Sin la ayuda de Anastasia y Russel, hábiles comerciantes, tuvimos que trabajar arduamente para asegurarnos de tener suficientes materiales.

Los cristales lamicta de fuego provienen de Roswall, mientras que los de luz, que son raros y costosos, nos brindan solo un poco más de un kilo. Iluminar una zona tan grande requeriría mucho más.

La estrategia es clara: usar artillería para mantener una zona iluminada mientras nosotros avanzamos en la niebla.

La figura de Russel en la narrativa es como la de una víbora, y aunque no me he encontrado con él personalmente, desconfío de sus motivaciones. El sacrificio es inevitable, pero la necesidad de seguir adelante es mayor.

Ante mi iniciativa, Crusch me mira con seriedad, entendiendo la gravedad de la situación.

Atraer a la ballena requiere que sufra daño suficiente para que nos persiga.

—Primero debemos hacer algo con esta niebla, ya que no podemos ver con claridad la ubicación de la artillería. —Crusch mira hacia adelante, enfrentando la densa niebla que nos rodea.

Usando su magia de viento, intenta dispersarla, aunque solo logra abrir un pequeño espacio

—Los cristales anti-maná deberían estar funcionando, absorbiendo el maná poco a poco.

Hemos distribuido cristales anti-maná por el campo antes de nuestro primer ataque, lo que ha reducido el daño mágico causado por la ballena. Pero necesitamos una visibilidad adecuada.

—Nuestros suministros de cristales de luz fueron insuficientes —Crusch muerde su labio, preocupada—. Sin embargo, teníamos que atacar. Si esperábamos, los daños podrían haber sido peores.

—En nuestras tierras solo tenemos cristales de fuego y tierra. Los de luz se producen en otros lugares —lamento la situación mientras pienso en la complejidad de todo esto—. Aunque sea un monstruo, sigue siendo un ser vivo. Lo mataremos, sin importar el costo.

Con solo treinta minutos de luz, debemos aprovecharlos cuando la ballena se divida. Crusch empieza a expulsar ondas de viento para dispersar la niebla constantemente.

Su maestría en la magia del viento es admirable, posiblemente gracias a su bendición divina.

Después de un tiempo, no vemos más que niebla a nuestro alrededor. Decidimos separarnos, entendiendo que la clave es causar suficiente daño para que la niebla se disipe.

—Si le causamos suficiente daño, la niebla podría disminuir. Podría ser una señal —respondo antes de comenzar a desviarme. Le dirijo una última mirada a Crusch, sonriéndole con confianza—. ¡Dos escuadrones, síganme!

Me separo de Crusch y su grupo, liderando a dos escuadrones en una formación triangular. Nos alejamos en grupos de tres, distanciados unos de otros para evitar daños innecesarios.

La incertidumbre prevalece, ya que no sabemos a quién atacará la ballena ni dónde se encuentra. Pero todos compartimos la determinación de poner fin a esta amenaza, incluso si eso significa sacrificarnos.

La venganza nos impulsa y nos hace luchar juntos, listos para enfrentar cualquier obstáculo.

Navegamos a través del denso maná, confiando en Grímnir y en mis reflejos para mantenernos a salvo.

Los caballeros son poderosos, pero una sola embestida de la ballena sería suficiente para destrozar nuestros cuerpos sin oportunidad de defensa. Una opción se presenta en mi mente: usar el miasma.

Aunque podría atraer la atención de la ballena hacia mí, también podría ser una forma efectiva de atraerla hacia la artillería. Mientras pienso en ello, me doy cuenta de que necesito ver la situación actual antes de tomar una decisión.

Los cristales anti-maná están dispersos por el campo, generando pequeñas fuentes de luz al absorber la niebla. A medida que avanzamos, notamos una llamarada de fuego a lo lejos.

Los caballeros y yo nos dirigimos hacia ella.

A medida que nos acercamos, los gritos se vuelven más audibles, y lo que parecían ser celebraciones se transforman en algo más.

—¿Festejos? —susurro mientras acelero el paso.

Una vez llegamos al lugar, la escena es más complicada de lo que parecía. Algunos caballeros están celebrando, pero rápidamente me doy cuenta de que el escuadrón de Crusch también está allí.

Ella está hablando con Wilhelm, pero algo en esta atmósfera contradictoria me indica que las cosas no están yendo bien.

Veo una de las aletas de la ballena, con una forma que se asemeja a una daga, clavada en el suelo. Es obvio que Wilhelm ha infligido ese daño. La sangre se ha acumulado alrededor, pero las expresiones en los rostros de Crusch y Wilhelm son lo que me alerta de que algo está mal.

Crusch me llama de inmediato al verme.

—¡Marco! Hay nueva información.

Wilhelm comienza a explicar la situación, y mi corazón comienza a hundirse a medida que escucho sus palabras.

—El daño infligido es menos de lo esperado. Parece que le cuesta moverse de ciertas formas, lo que ha aumentado su furia. —Wilhelm sacude su espada, limpiando la sangre de ella—. Los proyectiles lograron perforarla, causando un sangrado constante en su cuerpo. Sin embargo, el tamaño de los proyectiles no es suficiente para considerarlo letal.

El fuego quemó una parte de su piel, lo que debería estar causando cierto daño debido al hierro que quedó dentro.

Entiendo que, a pesar de nuestros esfuerzos, enfrentamos un desafío monumental.

Cazar ballenas con pólvora era común en mi mundo, pero los daños letales solo ocurrían a cortas distancias. A esta altitud, la energía se dispersa mucho. La situación es clara: necesito atraerla directo a los proyectiles.

«jajaja» —me rio de mí mismo, por ser tan optimista.

Los daños que le hemos causado no serán letales a menos que podamos dividirla en partes más pequeñas, donde su poder y resistencia disminuirán.

Queda más que claro que necesitamos debilitar más a la ballena para tener una oportunidad de dividirla en partes más débiles y vencerla.

La discusión se enfoca en sus puntos débiles, y Wilhelm menciona las bolas de hierro con lamicta que les entregué. Esas bolas tienen la capacidad de activarse ante el maná o el ambiente, lo que hace que su contenido de lamicta puro y pólvora sea explosivo.

Aunque solo unos pocos soldados experimentados tienen acceso a estas granadas de mano, parece que son una herramienta crucial en este momento.

Tenía pocos ejemplares que trajo Alsten, este parecía molesto porque se lo escondí, siendo algo que pudo ser usado durante la batalla contra el culto, pero es apenas un prototipo.

Los soldados no están formados en aprovechamiento de maná, por lo que usar lamictas es peligroso.

Tengo dos de estas granadas a mi disposición y los demás capitanes de escuadrón también están equipados con ellas.

La estrategia es clara: causar daños internos en la ballena. Colocar una de estas granadas en su ojo o cerca de su cabeza podría ser suficiente para dañarla seriamente o incluso matarla en un caso muy milagroso.

Otra llamarada se alza, esta vez más nítida debido a los cristales anti-maná que están funcionando como deberían. Estos cristales son valiosos y costosos, y parece que Crusch ha invertido una gran fortuna en ellos.

Aunque son reciclables y podrían utilizarse en otros momentos, su efectividad es incuestionable. Sin embargo, incluso con este avance, la realidad es que Wilhelm solo logró infligir un daño significativo a uno de los huesos de la ballena, lo cual, aunque desestabiliza sus movimientos, no es suficiente para derrotarla.

Estamos enfrentando una situación difícil y desafiante, pero con el trabajo en equipo, la estrategia adecuada y la determinación de todos los involucrados, todavía hay esperanza de prevalecer.

La amenaza es inmensa, pero la valentía y la resolución de los caballeros que luchan junto a mí nos dan la fuerza para seguir adelante y enfrentarla.

—¡Adelante! —grito, mis palabras resonando con firmeza entre la niebla espesa que nos rodea.

Con un tirón en las riendas, tenso los músculos de mis brazos y presiono mis piernas contra el abdomen de Grímnir, quien emite un resoplido molesto antes de lanzarse adelante con potencia.

A una velocidad impresionante, nos desplazamos a través de la niebla, que ahora parece haberse adelgazado ligeramente.

La llama que habíamos avistado se detiene en un punto, lo que nos inquieta y acelera nuestro avance.

¡Boom!

Un estruendo retumba en nuestros oídos, y todos aceleramos aún más, preocupados por lo que acaba de ocurrir.

Solo yo comprendo lo que sucedió: una de las granadas ha explotado.

La tensión es palpable, la ansiedad se cierne sobre todos nosotros ante el tiempo que nos ha llevado infligir daño al monstruo.

Continuamos avanzando sin detenernos, pero pronto los gritos de dolor y lamentos desesperados llenan el aire a nuestro alrededor. La situación se vuelve cada vez más caótica y difícil de controlar.

La ballena ha comenzado a cambiar sus patrones de ataque y comportamiento, adoptando actitudes que nunca había mostrado.

Su confianza inicial se ha vuelto cautela, quizás debido al constante daño que le hemos infligido con los proyectiles de hierro. Tal vez el hecho de que le hayamos infligido daño desde el inicio ha alterado su percepción y estrategia.

¿Es posible que esta bestia sea más inteligente de lo que imaginábamos?

Es un pensamiento que se filtra en mi mente, pero lo rechazo inmediatamente. No puedo permitir que dudas e inseguridades me paralicen en este momento crítico.

«Tranquilízate, Marco. No dejes que pensamientos negativos te dominen», me digo a mí mismo mientras continuamos avanzando a toda velocidad.

A medida que nos acercamos, noto que el suelo está salpicado de escombros, partes de dragones y cuerpos que emergen de la niebla. Grímnir gruñe, reflejando su incomodidad ante la situación, mientras que mi mirada se llena de pesar y determinación.

La tensión en el aire se vuelve casi tangible, y observo cómo el polvo se mezcla con la niebla, descendiendo lentamente a nuestro alrededor.

Los rostros de los presentes están llenos de horror y consternación, incapaces de apartar la mirada de la devastación que nos rodea. Avanzamos sin detenernos, moviéndonos hacia adelante a pesar de la sensación de impotencia que nos embarga.

La niebla, esa maldita niebla, ha dificultado enormemente nuestra capacidad para llevar a cabo nuestras tácticas.

La escasez de materiales nos ha impedido implementar las medidas necesarias de manera óptima. No es que careciéramos de habilidad, sino que los recursos no estaban disponibles en la cantidad requerida.

Si Crusch y yo lo hubiéramos decidido, podríamos haber adquirido cualquier material necesario. Sí, habría implicado un gasto significativo, pero no sería algo que no pudiéramos recuperar.

Sin embargo, el verdadero desafío radica en conseguir esos materiales en el corto tiempo que tenemos. Ninguno de nosotros tiene acceso a mercados o campamentos de comercio, y las oportunidades para adquirir estos recursos son limitadas.

Con excepción de Russel, Anastasia por sí sola podría haber proporcionado una ayuda invaluable.

Su habilidad para comerciar y obtener materiales la habría convertido en una aliada valiosa en esta lucha. Juntos, podríamos haber enfrentado a esta bestia de manera más eficiente.

La niebla no habría sido un impedimento insuperable.

Fue nuestra arrogancia la que nos cegó, nuestra creencia de que podíamos enfrentar esta amenaza sin considerar todas las variables. Y también fue la codicia, el deseo de lograrlo con nuestros propios recursos, lo que nos llevó a subestimar la importancia de una ayuda externa.

Ahora enfrentamos las consecuencias de nuestras decisiones.

Los cuerpos yacen dispersos a nuestro alrededor, recordatorios sombríos de las vidas perdidas debido a nuestras acciones.

No puedo evitar sentir una opresión en el pecho al enfrentar el resultado de nuestra ambición desenfrenada. Las vidas segadas y los cuerpos destrozados son testigos de nuestra imprudencia.

Al superar una densa capa de niebla, nos encontramos con un cráter enorme que se extiende unos veinte metros.

Un mordisco gigante en el suelo, una prueba visible de la devastación que la ballena ha causado. Un escuadrón completo ha sido aniquilado, y los sobrevivientes se encuentran dispersos por el área.

Gritos de dolor resuenan mientras algunos luchan por ponerse en pie, mientras que otros yacen heridos y exhaustos entre los escombros.

Los pocos afortunados que han quedado ilesos se apresuran a ayudar a sus compañeros heridos, mientras los escuadrones que nos siguen bajan de sus dragones para sumarse a los esfuerzos de rescate.

La fatiga comienza a pesar sobre mí, el cansancio físico se une al agotamiento emocional que siento en mi interior.

Ojalá, pudiese descansar.