El Significado de la Desesperanza

Continuamos con determinación en busca de la ballena original. Cinco caballeros llegan al lugar y reciben órdenes para cuidar y trasladar a los heridos al campamento. Una vez asegurado este aspecto, nosotros nos dirigimos a toda velocidad hacia el área de artillería.

—Si ha utilizado sus clones, es probable que esté intentando recuperarse. No podemos permitirle tiempo para hacerlo —afirmo, alzando la vista para buscar indicios de su presencia.

La niebla dificulta la visibilidad, pero el gran árbol es una fuente constante de maná. Es muy probable que esté escondida entre sus hojas, absorbiendo la energía necesaria para su recuperación. En ese momento, percibo una vibración en el metía, lo que me lleva a girarme junto a Crusch.

Una luz intensa comienza a irradiar desde lo más alto, atravesando la niebla y llenando el entorno de luminosidad. Siento incluso el calor que emana de esta radiación. Tomo la decisión de dar media vuelta junto a Crusch para no exponernos demasiado a la luz cegadora.

—Nos quedan treinta minutos —informo, mientras esperamos a que nuestros ojos se adapten a la súbita luminosidad después de estar en la oscuridad por tanto tiempo.

Poco a poco, el entorno se vuelve más visible y definido. Continuamos avanzando con cautela, vigilantes de cualquier posible amenaza. La artillería está preparada y Emilia está alerta para reaccionar ante cualquier ataque.

Sabemos que los clones de la ballena no tardarán en atacarnos, pero debemos ser estratégicos. Los cañones no deben desperdiciarse en los clones, por lo que he dispuesto que el escuadrón de caballeros restante se encargue de mantenerlos alejados y ocupados.

—No puedo verla arriba —comenta Crusch, evaluando la situación con atención. Es cierto, la niebla y la luminosidad hacen que sea difícil localizarla entre las hojas del gran árbol—. Debe estar escondida entre las ramas o en su copa.

Continuamos avanzando, cada paso que damos nos acerca más al enfrentamiento final con la ballena original. Nuestros corazones laten con determinación mientras nos preparamos para el desafío que nos aguarda.

En medio de la tensión, considero que usar el miasma podría ser nuestra única opción. Planeo volar hacia la ballena y, mientras la atraigo con el miasma, redirigirla hacia un punto específico.

Esto nos permitiría enfocar nuestros ataques y finalmente derrotarla. Sin embargo, me preocupa si podré controlar la magia de gravedad con plena eficacia utilizando el miasma.

La compatibilidad con el miasma es un problema para mí. Aunque puedo utilizarlo para impulsarme o lograr momentos de vuelo, cada vez que recurro al miasma, sus efectos en mi cuerpo se intensifican.

Mi naturaleza parece ser poco afín a este tipo de magia. A diferencia de los arzobispos, que pueden manejar el miasma sin dificultad aparente, yo enfrento retos considerables debido a mi naturaleza única, proveniente de otro mundo.

Mirando al cielo en busca de una solución, evalúo mis opciones con cuidado. Caer desde una gran altura sería letal, incluso si alguien intentara amortiguar el impacto o reducir la fuerza de la caída.

La magia de gravedad parece ser mi única salvación en esta situación.

Pese a los riesgos, llegamos hasta este punto gracias a mis habilidades mágicas. Si pierdo el acceso a mi magia, me volveré vulnerable, lo que no es una opción si queremos enfrentar a la ballena con éxito.

Continuamos avanzando, buscando cualquier señal de su presencia.

Crusch sigue detrás de mí, montando un dragón prestado por uno de los caballeros.

Estos dragones son notoriamente celosos y solo aceptan a sus dueños o a aquellos a quienes el dueño haya autorizado. La situación no debe ser fácil para Crusch al tratar de ganarse la confianza de un dragón ajeno.

En ese momento, Grímnir gruñe y dirige su mirada hacia la izquierda. La amenaza se acerca a gran velocidad. Un cuerno gigante emerge, rodeado por la niebla que lo oculta por completo. La ballena ha logrado camuflarse entre la niebla, manteniendo su presencia oculta hasta el último momento.

En un abrir y cerrar de ojos, la ballena se desvela ante mí, su inmenso cuerpo ocupando todo mi campo de visión mientras se lanza en un intento desesperado de embestirme.

Crusch responde lanzando un corte en su dirección, pero la ballena parece ignorar su ataque y continúa avanzando con determinación.

Sus ojos brillan en un intenso carmesí, llenos de furia y deseo de destrucción.

—¡Marco! —grita Crusch con urgencia.

En el mismo instante, empleo murak en el área, otorgándole a Grímnir un poderoso impulso que me aparta de la trayectoria de la embestida. Con un salto, logro ponerme en el aire, pero la ballena no se detiene. En un movimiento impresionante, se eleva desde el suelo y dirige su camino hacia arriba, directamente hacia mí.

Mis sospechas se confirman: la ballena está decidida a aniquilarme a toda costa. Aunque el miasma no fluye de mí como para hacer esto, parece que ha adquirido una especie de conexión con mi presencia.

Se desplaza a gran velocidad, con el único objetivo de empalarse en mi dirección. Utilizando murak con una carga adicional de maná, aligero mi peso lo suficiente para ser empujado por la presión del viento que genera su avance, esquivando su embestida por un pelo.

—¡Ve hacia la artillería! —grito, aferrándome al cuerno de la ballena con todas mis fuerzas.

La ballena asciende en los cielos, luchando frenéticamente por liberarse de mi agarre.

Giro mi cabeza para examinar su cuerpo y veo un hueco masivo en su cráneo, resultado del devastador ataque que logramos infligirle anteriormente. Un golpe letal que ha dejado una herida de más de cinco metros de diámetro, rodeada por una piel chamuscada y destrozada debido a la explosión.

Observando más detenidamente, noto que sus ataques han sido más calculados y coordinados últimamente, como si estuviera siguiendo una estrategia. Su nivel de inteligencia es sorprendente y poco común para una bestia de su tamaño.

Todo esto se siente extraño, fuera de lo común.

Mientras la ballena sigue ascendiendo, el viento se agita en un intento desesperado de deshacerse de mí. Utilizando vita, mantengo mi firme agarre en su cuerno.

Finalmente, emergemos de la niebla y subimos aún más, llegando incluso por encima del gran árbol que antes obstaculizaba nuestra visión.

Desde esta altura, puedo observar el panorama en su totalidad: la capital, partes de Gusteko y mucho más, como confirmación de que este mundo es plano, como se dice.

Esas heridas visibles en el cuerpo de la ballena tienen un significado claro: esta es la verdadera ballena, y eso significa que nuestro plan debe seguir adelante.

No tengo tiempo que perder.

La ballena continúa moviéndose erráticamente, generando una densa niebla a su alrededor mientras intenta deshacerse de mí. Rápidamente, meto mi mano en el bolsillo y activo el metía.

Gracias a vita, el viento intenta luchar contra mi presencia, pero mis preparativos se completan en cuestión de segundos. Alsten, en su unidad de artillería, recibe la señal y observa la situación con sorpresa.

—¡Preparen los cañones hacia el oeste! —grito, rápidamente guardando el metía en mi bolsillo.

Una mezcla de determinación y exasperación se apodera de mí mientras observo a esta monstruosidad, la fuente de tantos problemas. Ya estoy considerando la idea de colgar su cuerno como un trofeo en algún lugar en Irlam.

—¡Púdrete! —me suelto, utilizando murak para liberarme de su agarre. La fuerza del viento me lanza en otra dirección, mientras ella se gira para atacarme.

Proyecta varias balas de niebla en mi dirección, pero las esquivo hábilmente, esforzándome por acercarme. Dada su gran envergadura, los giros le cuestan y la ralentizan, lo que hace que esquivar sus ataques sea relativamente sencillo.

Reflexiono sobre mi temeridad.

Fui imprudente al subestimar la situación.

Aprovechando su movimiento, me impulso hacia su ojo. Con agilidad, despliego mi kukri y lo infundo con magia de fuego, calentando la hoja mientras me acerco con decisión.

A pesar de sus intentos por moverse, clavo la hoja de mi kukri en su ojo con fuerza, causando que este se hunda ante el impacto. El vapor comienza a escapar del ojo herido, mezclándose con el olor a carne quemada.

Usando la kukri, creo una abertura lo suficientemente amplia como para infligir un daño significativo.

Actuando con rapidez, extraigo una granada de mi bolsillo y la coloco en su ojo herido. Aprovechando la magia de viento, me impulso fuera del radio de explosión.

¡Boom!

La detonación provoca un grito de agonía de la ballena, quien se sacude violentamente en el aire. El humo carmesí y negro se desplaza desde su ojo izquierdo, y las llamas arden por un instante, consumiendo la herida.

Mi determinación se refuerza mientras trato de concentrarme al máximo. Necesito dominar mi puerta, controlar el miasma es la llave para desbloquear mi verdadero potencial.

—Sabes... —cierro los ojos, luchando por concentrarme, le saco el dedo con una sonrisa. Dirijo mi mirada hacia esa monstruosidad, y con una voz serena y firme, murmuro—: puedo volver de la...

De repente, el tiempo parece detenerse. El sol sigue iluminando el cielo, pero todo a mi alrededor está en un estado de pausa. Aunque no siento nada físicamente, una extraña sensación me envuelve.

Intento girar mi cabeza, pero no puedo moverme. Percibo que el miasma ha desaparecido por completo.

Unos brazos fríos envuelven mi cuello, enviando escalofríos por todo mi cuerpo. La tensión se apodera de mí. Hago un esfuerzo por mover los ojos, pero la parálisis persiste.

Frente a mí, la ballena permanece inmóvil.

Un abrazo gélido, cargado de emociones que no logro comprender, me envuelve por un instante.

Luego, mi mente empieza a procesar lo que ha sucedido. Siento que hay una figura femenina detrás de mí, y la incertidumbre y la desesperación aumentan mientras intento descubrir quién es esta persona.

No puede ser Satella, al menos eso quiero creer. Deseo hablar, pero las palabras no salen de mi boca.

—Te encontré... —una voz desconocida, madura y un poco grave, similar a la de Emilia, pero con una profundidad distinta.

El abrazo se mantiene por un tiempo, incapaz de entender lo que ocurre, me dejo llevar. Sin miasma, sin nada, la impotencia me embarga mientras intento comprender la situación.

—¡ROOOOAAAAR! —la ballena ruge ferozmente frente a mí.

Repentinamente, vuelvo a la realidad como si todo hubiera sido un sueño.

Fijo la vista en ella, sintiendo cómo mi maná empieza a agitarse violentamente dentro de mí. La bestia gruñe furiosamente, su sed de sangre aumenta y sus mandíbulas se abren de par en par, listas para devorarme.

«No pienses en nada más.»

«Concéntrate, ¡Marco!»

Su ira es palpable, arremetiendo hacia mí a una velocidad impactante.

Ignorando incluso su herida, la ballena se abalanza con una determinación despiadada. Protuberancias emergen de su cuerpo, aberturas repletas de filosos dientes que disparan balas de niebla.

Desciendo rápidamente mientras evado sus ataques con movimientos ágiles, pero no puedo mantenerme en el aire por mucho tiempo con el miasma en su punto máximo.

Esquivo de un lado a otro, moviéndome con destreza, pero cada vez que uso magia de viento, un dolor agudo me recorre el corazón y mis extremidades se entumecen gradualmente.

El maná está comprimiendo mis músculos, el descontrol en mi cuerpo es evidente.

Ingreso a la niebla usando vita, cayendo a gran velocidad para evitar ser alcanzado por un ataque sorpresa. Los cristales anti-maná generan una luz deslumbrante que me invade los ojos, indicando la ubicación de la artillería.

Traspaso la densa capa de niebla, observando a todos como pequeñas figuras en el suelo. Sin embargo, aún estoy a una altura peligrosa. Para ejecutar el plan correctamente, necesito descender aún más.

—¡Fu Vita! —incremento la potencia del hechizo, acelerando mi caída. La ballena me persigue con una ferocidad insaciable, su deseo de devorarme parece no tener límites.

El viento azota mi cuerpo, enfriando mi piel al punto del dolor. Sin embargo, no tengo frío; una intensa sensación de calor se propaga por mi interior, haciendo que todo mi ser arda. Aprieto los dientes con firmeza mientras un sabor metálico emerge desde mi garganta.

El tiempo apremia, y si el plan no funciona, sé que enfrentaré la muerte.

Cuando ya puedo distinguir claramente el terreno, desactivo el hechizo y uso fura para crear una onda de viento ascendente que reduce mi velocidad de caída.

Si giro en esta velocidad, la inercia me lanzará en cualquier dirección.

Cuando estoy suficientemente cerca del suelo, utilizo nuevamente Fu murak y una onda de viento para dirigirme hacia la artillería. Para que este plan tenga éxito, necesito que la ballena me persiga de cerca.

Vuelo a máxima velocidad, ignorando el dolor en mi cuerpo y la sequedad en mis ojos.

En un abrir y cerrar de ojos, atravieso la línea de artillería. Mis ojos, secos y nublados, apenas pueden captar una visión borrosa de las personas. Espero que estén preparados para lo que está por venir.

Reuniendo maná en mi garganta, incapaz de ver las miradas de los presentes, confío en que se han percatado de la situación.

—¡Preparen los cañones al oeste! —grito, sobrevolando sobre ellos mientras la ballena me sigue de cerca.

Ha llegado el momento de la verdad. Desciendo hacia el suelo a pocos metros de distancia, avanzando hasta alcanzar una distancia prudente. La ballena me sigue de cerca, ansiosa por devorarme.

Necesito crear una brecha, un intervalo suficiente para poder ejecutar el siguiente paso del plan. Si logro cruzar rápido hacia la derecha, tendré el espacio necesario para impulsarme.

—¡Fu murak! —mi grito se llena de intensidad, y mientras la pronuncio, una pequeña cantidad de sangre escapa de mi boca. En ese instante, un pequeño impulso surge, lanzándome hacia la izquierda.

La ballena cambia de dirección para seguirme, pero solo percibo destellos fugaces mientras mi mente se agita.

Mi cuerpo se sacude y la sangre fluye de mi nariz y boca.

Continúo siendo arrastrado por el viento. El siguiente paso es impulsarme hacia la artillería, adelantándome lo suficiente durante el giro para permitir que la artillería pueda disparar y poner fin a esta monstruosidad.

—¡Fu murak! —grito nuevamente, luchando por mantener la determinación.

Mi visión se tiñe de un rojo intenso y el calor se intensifica en cada fibra de mi ser. Intento concentrar el maná una vez más, pero mis esfuerzos se desmoronan.

No puedo permitirme fallar en este momento crítico.

—¡Buarh! —escupo una cantidad notable de sangre, sintiendo cómo mi cuerpo se contrae, como si mi corazón fuera aplastado.

La presión se vuelve abrumadora, y siento que floto en una especie de vacío. Mi corazón late con una intensidad desenfrenada y mi visión comienza a girar.

—¡ROOAAR! —un rugido atronador resuena en mis oídos.

Un impacto repentino me devuelve a la realidad. Instintivamente, levanto mis brazos y piernas para proteger mi cabeza y pecho, mientras mis piernas cubren el resto del torso. Ruedo por el suelo a una velocidad vertiginosa.

Uno, dos, tres, cuatro... Cada colisión con el suelo agita cada centímetro de mi cuerpo. Refuerzo mi cuerpo con magia para soportar el castigo.

Cada golpe parece romper mis brazos, y un dolor punzante me envuelve por completo. Mi mente se oscurece con cada impacto y retorna con el siguiente. Mi visión ya no es clara, todo es una nebulosa confusa. Solo siento el dolor ardiente en mis huesos con cada golpe implacable.

Mis húmeros están rotos, y cualquier defensa se ha vuelto inútil. Ni siquiera puedo sentir mis piernas.

Mis brazos cuelgan de manera anómala en el aire. La situación es desconcertante y angustiante, el calor me invade y parece adormecerme mientras ruedo por el suelo en medio de la confusión.

Finalmente, dejo de rodar, y soy arrastrado por el suelo sin poder percibir con claridad lo que me rodea.

Mi capacidad de movimiento se ha desvanecido, y mis brazos cuelgan incontroladamente en direcciones inusuales. En medio de la desorientación, una sensación eléctrica atraviesa mi cabeza.

Intento gritar, pero mis fuerzas se agotan y el calor que me envuelve se mezcla con la sensación de pérdida de sangre. Mi cuerpo empieza a expulsar sangre, sintiendo como el frio empieza a invadir mi cuerpo a medida que baña el suelo.

Mi consciencia se desvanece gradualmente mientras lucho por mover alguna parte de mi cuerpo.

Mis piernas no responden adecuadamente, solo puedo sentir un ligero control sobre los muslos. Sin poder emitir ningún sonido, trato de forzar mis mejillas a estirarse, una expresión muda de angustia.

—¡ROOAAR!

El rugido de la bestia se acerca, retumbando como un eco en mis oídos.

Intento respirar, pero siento una presión opresiva en mi pecho, como si mis pulmones estuvieran llenos de líquido. Mis dientes se aprietan con fuerza en medio del dolor, y lucho por cualquier movimiento que mi cuerpo pueda hacer.

Sin embargo, solo experimento convulsiones pequeñas y descontroladas.

Llega el momento en que todo parece acabar.

—¡Qué hermoso! —una voz desconocida rompe el silencio, cargada de arrogancia y malicia, recordándome la voz de un niño— Quién habría pensado que te llevaría hasta este punto. Tal como le prometí, te encontré. Una semilla deliciosa, sí, comida, comer, comer... ¡Saciar mi hambre!

La voz se acerca y se mezcla con el creciente gruñido de la bestia. El dolor se intensifica, y mis pensamientos se desvanecen en medio de convulsiones cada vez más pequeñas.

Si la ballena no me mata, las heridas internas lo harán, y la oscuridad comienza a envolverme por completo.

Mi capacidad de gritar, de tomar decisiones extremas, incluso de poner fin a mi propia vida, está paralizada. Desde lo más profundo de mi ser, un líquido espeso asciende con una fuerza que no puedo controlar, y lo vomito con violencia al aire.

—¡Bluargh! —un torrente de sangre sale de mí en una arcada desgarradora, manchando el aire con gotas carmesí que vuelven hacia mí, casi como si intentaran volver a su origen.

La visión se nubla, y las gotas me hacen sentir como si me estuviera ahogando.

Busco desesperadamente el aire, pero mi capacidad de respirar se ha esfumado.

La cabeza me pesa como si fuera una carga insostenible, y la percepción de mi propio cuerpo empieza a desvanecerse. Las costillas fracturadas han atravesado mis pulmones, y todo indica que no hay marcha atrás.

—JAJAJAJA —la risa infantil resuena, cargada de un deleite malicioso. La figura parece del tamaño de un niño, su cabello largo enmarca su rostro. Mis ojos apenas captan detalles mientras luchan por mantenerse abiertos.

Mi mundo se estrecha, y ya no percibo a la ballena en ninguna parte.

—Ve y crea un espectáculo —aquella voz infantil dicta—. Deja a los más fuertes para mí, ¡kekeke!

Un rugido de la ballena zumba en mis oídos, pero esta vez se aleja de mí. Mis extremidades no responden, mi voluntad parece inexistente.

El dolor ya no es una experiencia real, sino una sombra lejana. Una extraña paz me envuelve, acompañada de un frío reconfortante. La mente se aquieta gradualmente.

—¿Tienes problemas? —el niño se acerca, y finalmente capto quién es.

Con gran esfuerzo, intento forzar mi voz, con el poco aire que queda en mis pulmones pronuncio una sola palabra.

Escupo más sangre, y apenas logro decir:

—Cul...to.

A pesar de mi debilidad, intento moverme, pero mis hombros se niegan, y mis muslos solo tiemblan en respuesta. El daño infligido en mí es irreversible, lo sé.

El dolor ya no existe, solo experimento un frío tranquilizador que me abraza. Me sumerjo en la oscuridad que se apodera de mi visión.

La figura se inclina, sonríe con malicia, sus dientes puntiagudos a la vista. Sostiene una daga y rasga mi chaqueta, dejando mi pecho al descubierto.

La visión se desvanece, y mi mente es lo único que persiste.

—¡Así es! Arzobispo del pecado, representante de la gula... ¡Ley Batenkaitos!