Irlam

Observo a Beatrice, quien parece estar concentrada en su libro e ignorándome en gran medida. Sin embargo, de vez en cuando, noto que lanza furtivas miradas en mi dirección antes de volver a sumergirse en su lectura.

Emilia también muestra interés en el libro y comienza a comentar cosas al respecto con Beatrice, lo que provoca una sonrisa en esta última.

Me reconforta ver que ambas se llevan bien. En cierto sentido, Emilia vivirá más allá de mi vida. Es un pensamiento que me alegra, saber que no quedarán solas cuando yo ya no esté.

Aunque, quizás estoy siendo un poco optimista al respecto.

—Pero no está mal soñar, ¿verdad? —murmuro, dirigiendo mi mirada hacia Beatrice.

Al escuchar mis palabras, ella aparta su mirada del libro y me observa por un instante. Le sonrío gentilmente, lo que la hace regresar su atención a su lectura.

Sé que ella está consciente de lo que está pasando. Es mi culpa en gran medida. Lo más probable es que todas las emociones que emanaron de mí la hayan afectado profundamente.

Mi tristeza, mi dolor, mi desesperación; para ella, todo eso es palpable. No puedo ocultarle nada, y eso es un poco desgarrador. Sé que, si me esfuerzo, podría cortar ese vínculo emocional, hacer que ella no sienta lo que yo siento.

Pero cuando mis emociones son muy intensas, me resulta imposible ocultarlas.

No quiero verla triste. Por eso, debo fortalecerme, debo volcarme hacia la resiliencia para que cada vez que algo cambie en mi interior, la ansiedad no me abrume por completo.

Aunque no puedo evitar preguntarme si algún día encontraré una manera de liberarla de esta conexión emocional, permitiéndole vivir sin sentir el peso de mis emociones.

Suspiro, tomando mi rifle de la parte trasera de la carroza. Mis manos acarician el arma mientras noto que la velocidad comienza a disminuir y los sonidos de gritos y aplausos se vuelven más audibles.

Trompetas y tambores resuenan con fuerza, tomando a todos por sorpresa, incluyéndome a mí. No esperaba este tipo de bienvenida.

Emilia y Beatrice voltean a mirar por la ventana, visiblemente curiosas por la conmoción. A medida que la luz del pueblo se filtra en la carroza, los aplausos y la música se intensifican.

Uno de los soldados abre la ventanilla delantera y se dirige a nosotros emocionado.

—¡General Marco! ¡Señoritas! —exclama con una sonrisa— ¡Por favor, suban al techo del carruaje!

Emilia y Beatrice asienten emocionadas, abriendo la puerta trasera de la carroza y subiendo al techo con entusiasmo. En el exterior, los aplausos y los gritos se vuelven aún más ensordecedores.

—¡VIVA LA CANDIDATA EMILIA! —gritan al unísono, llenando el ambiente de emoción mientras los tambores y las trompetas suenan con toda su potencia.

Sé que debo unirme a la celebración, pero al mismo tiempo, no quiero dejar a Crusch sola. Esta es una experiencia que debimos disfrutar juntos. Sin embargo, ella me da un manotazo en la espalda, interrumpiendo mis pensamientos.

—Yo tengo otro combate por delante. Ahora es tu momento de celebrar —dice Crusch con un tono decidido—. Ve, no sientas lástima por mí. Soy Crusch Kars...

Ella no logra terminar su frase. Evito su mirada y dirijo mi atención hacia otro lado, mientras el ambiente festivo se vuelve aún más emocionante.

—Crusch, no importa qué, te haré sonreír de nuevo. —La miro directamente a los ojos—. Restauraré la normalidad en todo esto. Soy Marco Luz.

Apoyo mis manos en el techo y, con un salto, me sitúo en la parte superior del carruaje. Desde aquí puedo ver que estamos a punto de entrar al pueblo. Emilia, al notar mi presencia en el techo, sonríe ampliamente.

—¡Marco! ¡Mira! —exclama Emilia mientras alza sus brazos, saludando a la multitud mientras los gritos y la música resuenan con fuerza.

Una vez dentro del pueblo, veo que todos están reunidos para recibirnos. Incluso los niños se encuentran aquí, levantando sus manos y arrojando pétalos de flores en un gesto de alegría.

—¡Viva la candidata! ¡Viva el ejército! —gritan todos entusiasmados. El ambiente es cálido y familiar, lleno de rostros conocidos. Es la sensación de volver a un hogar, donde cada persona que te recibe valora cada aspecto de ti.

Al dirigir mi mirada hacia Emilia, noto que lágrimas de felicidad recorren sus mejillas.

—No imaginé que se sentiría tan bien... —dice Emilia mientras continúa saludando a la multitud. Se enjuga las lágrimas y, mirando a todos, infunde magia en su voz y exclama con fervor:

—¡Derrotamos a la gran ballena blanca!

—¡WOOO! —gritan todos emocionados, saltando y bailando mientras avanzamos hacia la plaza principal del pueblo.

El ambiente está lleno de alaridos de júbilo y entusiasmo, todos parecen conectados por nuestra victoria. De alguna manera, el ejército contribuyó a la derrota sin sufrir bajas, lo que convierte está en una gran hazaña.

Es gratificante ver a casi todos reunirse con sus seres queridos después del conflicto con el culto.

—¡Hoy celebraremos! ¡Mañana todos tendrán el día libre! —exclamo, provocando que las emociones se intensifiquen.

Un día de descanso para aquellos que han trabajado incansablemente. Dado que mañana es viernes y el fin de semana sigue después, tendrán tres días para recuperarse.

Aún no hemos sanado por completo de los estragos del ataque del culto, así que planeo aprovechar estos días para reorganizar las cosas.

—¡Viva Marco! ¡Viva Emilia! —los gritos continúan resonando, mientras todos emocionados se dirigen hacia la plaza. Es un hermoso contraste, el semblante apagado y fingido de todos ha dado paso a una creciente emoción y a los gritos de cada uno de los habitantes.

Detrás de nosotros se encuentra el cuerno de la ballena, debido a su considerable tamaño debemos ser cuidadosos al transitar las calles pavimentadas con piedra y hormigón.

Optamos por limpiar la sangre con magia de agua, lo que lo hace lucir aún más imponente.

Emilia es, sin duda, la más emocionada de todos. Su entrada como candidata ha sido todo un éxito: su discurso, la exhibición del progreso de la aldea, la demostración de poder, la eliminación de uno de los arzobispos y la ayuda en la derrota de una de las grandes bestias.

Esta celebración es el broche de oro para su inicio en esta nueva etapa.

Ha subido todos los escalones de golpe, sin que nadie pudiera esperarlo.

Un inicio perfecto para ella.

—¡Marco! —Emilia toma mi mano y la levanta.

Su timidez acaba de desvanecerse por completo. Pensé que se sentiría incómoda, pero su risa, pura y llena de alegría, me envuelve. Pensar que podría presenciar algo así, su sonrisa casi tan brillante como las luces que iluminan todo el pueblo.

Varias decoraciones adornan el entorno: grandes pancartas de bienvenida, personas asomándose desde sus casas mientras sostienen lámparas de luz.

No habría imaginado ver algo así.

—¡Gracias, gente de Irlam! —exclama Emilia, riendo y sonriendo cada vez que la multitud estalla en gritos de alegría.

La más emocionada de todos es, sin duda, ella. Me pregunto qué estará pensando en este momento, pero me alegra que esto la haga tan feliz.

Ella se lo merece.

Emilia fue el centro de atención, sin permitir que nadie la opacara. Está brillando como la primera estrella en el firmamento.

Después de unos pocos minutos, llegamos a la plaza principal. La tarima, construida con hormigón, se alza en el centro.

Tiene un techo espacioso que puede albergar cualquier tipo de evento. Reconstruí por completo este lugar, ya que aquí se llevarán a cabo los anuncios más importantes y eventos culturales en el futuro.

El suelo fue modificado para evitar que la tierra se acumule, y contratamos a un grupo de personas para mantenerlo limpio en todo momento. Aunque es sencillo, en mi opinión, es perfecto para estar en sintonía con el pueblo.

Los carruajes se detienen y descendemos mientras la multitud comienza a congregarse. Algunas personas incluso llegan con cajas de comida, bebidas y otros productos para vender, aprovechando la oportunidad para abastecerse.

Los soldados rápidamente abren paso para que podamos avanzar, pero la emoción de la multitud hace que se agrupen a nuestro alrededor.

Parece que todos han olvidado por completo la situación con Emilia.

Aunque el ejército haya presenciado su discurso, parece que la mayoría de la gente está aquí para escucharlo en persona.

Me intriga saber por qué están tan emocionados.

—¡Señor Marco! ¡Señorita Emilia! —ambos se inclinan emocionados—. Felicidades por su victoria en todos los aspectos.

A pesar de su entusiasmo, se nota que ambos están un poco agotados.

—¡Gracias! En verdad, es increíble que hayan organizado todo esto. —Emilia les sonríe con gratitud a ambos.

Rem y Otto intercambian una breve mirada antes de esbozar sonrisas.

—Bueno, en primer lugar, organizamos su postulación, pero el triunfo contra la ballena fue algo completamente espontáneo —añade Otto, mientras nos señala la tarima—. Señorita Emilia, es momento de su discurso.

Emilia asiente y se dirige hacia las escaleras que conducen a la tarima.

Sin embargo, a pocos pasos de avanzar, se detiene en seco y retrocede. Luego, sorprendentemente, toma a Beatrice del brazo, quien se muestra perpleja mientras es arrastrada por Emilia.

—¡Espera! —exclama Beatrice, asombrada por la repentina acción de Emilia.

No puedo evitar sonreír al presenciar ese gesto entre las dos. Rem se coloca a mi lado y me entrega un informe. Se trata de los costos de los nuevos contratos reestructurados, un trabajo que he estado llevando a cabo pero que ha resultado ser desafiante.

—La documentación estará lista pronto, el proceso parece estar en su fase final. En cuanto eso suceda, procederemos con la documentación pública —explica Rem.

La implementación de tarjetas de identidad es un asunto crucial, especialmente si planeo establecer y mantener un censo de la población. Este decreto será obligatorio para todos aquellos que deseen residir en Irlam.

—Entonces, con esto firmado, podremos comenzar mañana —agrega Rem, aunque la interrumpo con una decisión.

—Mañana todos deben descansar. Retomaremos nuestras labores el lunes. Es una orden.

La miro con seriedad, pero en respuesta ella no parece desanimada, sino que muestra una amplia sonrisa. Por su parte, Otto parece haber visto a un ser supremo tras escuchar esas palabras.

—Un merecido descanso, finalmente —exclama Otto mientras cae de rodillas al suelo, exagerando el alivio.

—No hemos trabajado tanto, el señor Marco y yo hemos tenido jornadas más extensas —comenta Rem con cierta insatisfacción en su tono.

Sus palabras no son falsas, pero comprendo el sentimiento de Otto. Si bien sabemos que estamos bajo presión, en este momento brindarles un descanso contribuirá a incrementar la productividad.

Si sienten que han obtenido un merecido descanso después de un periodo de esfuerzo intenso, esa energía se verá reflejada en su trabajo

Es una perspectiva que nunca fue comprendida en mi mundo. Sin embargo, aquí tengo la oportunidad de hacer las cosas de manera diferente.

Emilia comienza a pronunciar su discurso, y a medida que su voz se impregna de maná para potenciar el sonido, el murmullo de la multitud comienza a disminuir.

Considero la posibilidad de adquirir el mismo instrumento de sonido que están utilizando en la capital, no solo para comprender su funcionamiento, sino también para tenerlo a disposición en el futuro.

A medida que Emilia expone sus propuestas y finalmente logra hablar sin interrupciones, su discurso culmina con un añadido emotivo.

—Habitantes de Irlam, sé que hemos atravesado momentos difíciles, y créanme que me duele profundamente lo que tuvimos que soportar. —Emilia inclina su cabeza ligeramente—. Por eso, y porque sé que no pude hacerlo en ese momento, me gustaría que hagamos u n minuto de silencio por aquellos que ya no están con nosotros.

La multitud obedece su solicitud, ya que es consciente de que aquellos individuos perdieron la vida defendiéndolos con valentía.

—Que la bendición de los espíritus los acompañe —concluye Emilia mientras levanta de nuevo su mirada.

Beatrice, en cambio, parece algo molesta por estar allí.

Sin embargo, Emilia mira hacia atrás y conecta su mirada con la mía, indicándome que suba a la tarima.

Intrigado, decido seguir su entusiasmo.

Parece ser algo contagioso.

Emilia toma mi mano de manera sorpresiva, y la multitud nos observa con expectación. Los músicos contratados parecen estar listos para subir a la tarima y comenzar a tocar. Emilia dirige su mirada al público con determinación.

—Hoy marca el inicio de mi carrera como candidata al trono. Por eso les pido a todos que nos esforcemos, que avancemos juntos. —Emilia levanta mi brazo, implicándome en su discurso—. Junto con Marco, hemos logrado un cambio, pero esto solo ha sido posible gracias a todos ustedes.

Sonrío, jugando el papel que me corresponde. Agrego a su discurso con firmeza:

—A partir de hoy, celebraremos este día cada año como el día en que Irlam salió oficialmente a la luz —mi voz expresa convicción—. Nos convertiremos en una gran comunidad, y eso solo será posible si cada uno de ustedes anhela el crecimiento en su corazón.

Nuestras miradas se entrelazan en un gesto de unidad.

—¡Por Irlam y su gente! —exclamamos al unísono, desatando un estallido de vítores y aplausos en la multitud.

La banda se instala en la tarima y la música comienza a llenar el aire. Es una banda folclórica, el tipo de música que he escuchado en algunos videojuegos.

Tiene ese toque de melodía medieval clásica, pero al mismo tiempo es emocionante. De alguna manera, se siente familiar y reconfortante.

Emilia y yo descendemos de la tarima, pero en ese momento un grupo de sirvientas rodea a Emilia y la lleva hacia algún lugar.

Extiende su mano hacia mí, buscando ayuda, pero pronto se pierde entre un torbellino de vestidos y palabras.

Observo mi propia ropa, contento de haberme cambiado antes de venir. El uniforme militar resulta práctico en situaciones formales como esta.

Aunque no es la ropa más cómoda; definitivamente preferiría estar usando unos vaqueros, pero recrear ese tipo de prenda aquí sería increíblemente complicado.

Después de unos minutos de espera, mi mirada se posa en Beatrice, quien sigue absorta en su lectura con una expresión de melancolía. En este momento, no hay mucho que pueda hacer.

Nuestra oportunidad de hablar probablemente llegará cuando nos retiremos a descansar. Miro al cielo, reflexionando sobre qué debería hacer a continuación.

No estoy seguro de por dónde debería dirigirme.

La trama de la novela ya no es una guía fiable, más bien la veo como una fuente de información puntual. He repetido esto en mi mente varias veces, pero aún me cuesta aceptarlo por completo.

Abrazar la incertidumbre no es fácil.

Crusch, le pedí a unas sirvientas que la llevaran de regreso a la mansión para que descanse. Insistí en que la ubicaran en una habitación contigua a la mía, ya que al otro lado se encuentra Luan.

Me preocupo también por Luan. Me doy cuenta de que últimamente he estado mostrando un lado más sentimental de mí mismo.

Nunca imaginé que volvería a sentirme así de preocupado por las personas. Es una sensación extraña, pero...

—¡Marco! —la voz de Emilia me saca de mis pensamientos, dirijo mi atención hacia ella.