Las Cargas del Destino

Tras la ceremonia, todo sigue su curso normal. Los ministros comenzarán su trabajo mañana, y ya tengo todo preparado para entregárselo. Ellos saben bien cuáles son sus responsabilidades.

Ahora, yo también tengo mucho trabajo por delante.

Beatrice y Emilia han estado actuando de manera extraña hoy. Parece que ambas están tramando algo. Me aconsejaron no ir a la oficina y, en cambio, dirigirme al quiosco donde solemos entrenar.

No he visto ni a Crusch ni a Otto después de la ceremonia. Se han esfumado como el viento mismo. Estoy a punto de abrir la puerta que da al patio cuando alguien tapa mis ojos.

—¿Qué está pasando? —intento retirar sus manos, pero sé que son las manos de Emilia—. ¿Me vas a dar un abrazo, Emilia?

Creo que ya sé a dónde va esto.

—¿Cómo supiste que era yo? —Emilia se acerca a mí sin soltar sus manos. Sus dedos tienen esa extraña combinación de frío y calor debido al maná que emana de ellos.

Al principio, se siente frío, pero luego, es cálido y reconfortante.

—Te reconocería incluso sin verte ni sentirte —respondo con una sonrisa. Sus manos se calientan un poco, como si hubieran reaccionado a mis palabras.

—Eres un tonto —exclama Emilia, probablemente ruborizada como un tomate.

Ella me guía hacia el patio, abriendo las puertas. Allí, varios olores invaden mi nariz, y puedo percibir el aroma de carne a la parrilla, entre otros.

Emilia se detiene y susurra al oído.

—Hace un tiempo le contaste a Betty cómo celebraron una vez tu cumpleaños en tu mundo. No tenemos los mismos ingredientes, pero hemos intentado recrear algo lo más cercano posible. —Emilia retira lentamente sus manos—. Feliz Cumpleaños, Marco.

La sorpresa y la emoción me invaden mientras contemplo el esfuerzo que Emilia y los demás han puesto en esta celebración. Crusch, Luan, Ram, Roswaal y la pequeña niña que me sonríe con calidez se encuentran aquí.

No puedo evitar sonreír. Después de todo, han pasado más de siete años desde la última vez que celebré mi cumpleaños, y ver algo así sin duda se siente reconfortante. Claro está que no sé si es la fecha exacta, pero, sinceramente, eso no me importa.

No suelo festejar mi cumpleaños, y hubo un tiempo en el que llegué a aborrecer esta fecha. Sin embargo, ver a mi princesa y a Emilia, organizando esto con tanto esmero y dedicación llena mi alma de alegría y paz.

No importa si Roswaal está involucrado, verlas haciendo todo lo posible es más de lo que necesito.

Una parrillada, algo que en mi tierra natal solía ser común en las zonas rurales. El ambiente captura perfectamente esa esencia, solo falta la música.

—Feliz cumpleaños, Marco —me dice Crusch acercándose y tomándome de la mano—. Disfruta de este momento, aprovecha y pásala bien.

Ram, por su parte, me mira con cierta molestia, pero su presencia aquí es suficiente para mí.

—Gracias por estar aquí —le agradezco a Ram, quien me señala unas patatas en la mesa.

Ella sonríe y pone su mano en su pecho de manera teatral.

—Más te vale comer todas esas patatas, o tendrás que pagar en el entrenamiento —bromea, mirándome con una sonrisa arrogante—. Para que no digas que esta bella dama te trata con desprecio.

Sé que Ram no cambiará, sin importar lo que suceda, pero eso es algo que no me hace infeliz. Ella y yo compartimos una relación especial, jugando y bromeando el uno con el otro.

—Patatas al vapor, parece que pusiste mucho esfuerzo en esto —le digo con una sonrisa sincera.

Roswaal, por otro lado, me observa con una sonrisa enigmática, ocultando sus emociones como es habitual en él. Aunque, quién sabe, tal vez realmente esté feliz.

La verdad es que no me importa.

—Es una bendición tenerte aquí, por eso espero que aprecies mi peque~~ño obsequio —dice Roswaal mientras saca una pequeña caja de madera, la cual emana un aura elegante y misteriosa.

Tomo la caja y la abro cuidadosamente para descubrir un collar. Es un collar pequeño con un cristal purpura en forma de gota que parece frágil, pero emana una extraña energía.

—Este es un collar de protección, un artefacto creado por mi familia —explica Roswaal—. Te protegerá en situaciones peligrosas.

La noche avanza, y la celebración sigue su curso. No puedo evitar sentirme agradecido por este inesperado y conmovedor gesto de mis amigos, y Roswaal. El suspenso en el aire se mezcla con la gratitud en mi corazón mientras disfruto de este inolvidable cumpleaños.

Al colocarme el collar, siento una reacción en mi puerta, como si se hubiera vinculado de alguna manera a ella. Es un efecto extraño, pero el flujo de maná parece mantenerse normal.

—Gracias, parece ser algo útil —expreso mi gratitud hacía Roswaal.

Luan me mira con una cálida sonrisa. Nuestra relación es un tanto complicada; soy como su mentor, pero al mismo tiempo, la he mantenido a cierta distancia para fomentar su independencia.

¿La he adoptado? No sé cómo ponerlo en palabras

—Feliz cumpleaños. —Me mira directamente a los ojos, y su aura irradia calidez. El peso de su maná es palpable, y a diferencia de hace seis meses, ahora tiene un mejor control sobre él.

Lamentablemente no pude ocultar a Luan de Roswaal. Sin embargo, parece que él tampoco tiene conocimiento de lo que está sucediendo con su sangre.

He omitido mencionar el tema del miasma, pero Luan ha estado entrenando con Roswaal, perfeccionando su magia de fuego y su control del maná. Yo también he intentado enseñarle cómo hacerlo, pero para ella, utilizar los conocimientos de electrónica y física resulta complicado, por lo que no hemos obtenido buenos resultados.

Por ahora solo yo soy capaz de usar el maná de esta forma, aunque Emilia también aguarda sorpresas, pero estoy seguro de que los niños que estudian en la academia podrán dominarlo con el tiempo.

Luan ha mejorado considerablemente, como era de esperar. Su magia está estrechamente ligada a sus emociones, según Roswaal hay algunas personas así, además que es un rasgo que caracteriza a los magos de fuego poderosos.

Su potencial se incrementa cuando sus emociones superan cierto umbral. Sin embargo, según las propias palabras de Roswaal, nunca había visto un caso como el de Luan.

El destino nos ha unido, y ahora solo debemos avanzar juntos en este camino incierto.

—Gracias, me alegra verte aquí. —Mi mano se posa suavemente sobre su cabeza, acariciándola con ternura.

Ella parece un tanto incómoda, pero no rechaza el gesto. Luan tiene una personalidad fuerte, pero también es considerada y amable.

Ha perdido a sus familia y aún no sabemos si su madre está viva o no. Lo mínimo que puedo hacer es esforzarme por brindarle una vida mejor.

La última que queda es mi niña. Parece contenta, pero ahora está haciendo pucheros porque no fui con ella primero.

—Guardé lo mejor para el final. —Me inclino hacia ella, entrecierro los ojos y le sonrío—. Ven, déjame abrazar...

Extiendo mis brazos, y ella se lanza hacia mí, abrazándome con fuerza. Este momento me recuerda al primer instante en que finalmente conseguí llegar a su corazón. Creo que mi mente y mi alma la han aceptado por completo.

Es mi hija, sin importar que sea un espíritu.

No tengo otra forma de verla, y haría todo por su felicidad. El solo verla feliz me convierte en el hombre más poderoso y dichoso del mundo. Ella calma mis penas y pesares, me ayuda a esforzarme y seguir adelante.

Es el motor de mi corazón.

Pensar que podría tenerla de esta manera, sentir este cálido amor, es un sentimiento inigualable. Es como el amor que mis padres me mostraron, la determinación inquebrantable que los abuelos mantuvieron hasta el último aliento de sus vidas.

Ambos me mostraron diferentes facetas del amor hacia un hijo. Mis padres me enseñaron el amor, la determinación para crecer y la fuerza de voluntad.

Los ancianos, Kenichi y Naoko, me mostraron el profundo esfuerzo que conlleva ser padres. Kenichi escaló, incursionó en la política y luchó de todas las formas posibles para encontrar a su hijo.

Naoko fue un gran apoyo para Kenichi, y al final, ambos no pudieron cumplir su sueño.

Esto me hace pensar que esa persona está en algún lugar, no sé si aquí o en otro mundo.

—Betty te quiere mucho, mucho, mucho de hecho. —Beatrice frota su rostro contra mi pecho, abrazándome con fuerza—. Feliz cumpleaños, siempre serás el caballero que Betty más quiere, de hecho.

Su calor apaga cualquier rastro de incertidumbre en mí, conectándome con ella de manera inquebrantable. Es irremplazable, para mí, es absolutamente insustituible.

—Tu cariño llena de alegría mi corazón. —Mis dedos acarician su cabeza con ternura mientras alzo la vista hacia el cielo, como buscando una respuesta en el hermoso ocaso.

Todavía siento la falta de mis padres. Desearía poder presumirles a ambos a mi querida hija. Estoy seguro de que mi padre sería el primero en cargarla en brazos, y mi madre se volvería loca tomando fotos y llevándola de paseo.

Siempre quise verlos felices a ambos.

Es por eso de que odio mi cumpleaños.

Pero hoy, en este momento, supongo que puedo encontrar un atisbo de cariño hacia esta fecha.

Me dirijo hacia el asador, un simple utensilio de hierro. La carne se asa sobre el carbón encendido, y el olor embriagador llena el aire. Este aroma me transporta al pasado, cuando solía estar aquí con mis amigos y mi familia. Un pasado que nunca volverá, pero que atesoro en mis recuerdos.

Acomodo más carne en la parrilla, escuchando el crepitar del fuego mientras se mezcla con los sonidos de la naturaleza que nos rodea.

—En tu mundo, sobre todo, se toma cerveza. Trajimos varias desde la capital. —Emilia saca una caja llena de botellas de cerveza, enfriadas con magia.

Abro una botella y el sonido del gas al escapar me reconforta. Aunque no tenga la misma efervescencia que en mi mundo, en este momento, no me importa. Siento el picor en mi garganta, y me dejo abrazar completamente por la sensación.

—Está deliciosa, gracias. —Dirijo una mirada a Emilia, quien toma un sorbo de su propia cerveza.

Ella cierra un ojo momentáneamente, como si el amargor la sorprendiera.

—Es un poco fuerte. —Emilia comenta mientras intenta terminar de tomarla.

Parece que el amargor no es de su agrado.

—Parece que es muy amarga para ti —afirmo, chocando mi botella con la suya—. Salud.

Emilia y yo tomamos un trago grande, y luego repartimos las cervezas entre los demás.

Regreso a la parrilla, cumpliendo con mi rol de asador. Beatrice me pasa las cervezas mientras yo me ocupo de la carne y las guarniciones.

—¿Cómo cumpleañero no deberías descansar un poco? —Pregunta Crusch, acercándose a mí con una sonrisa enigmática.

Niego con determinación mientras observo a Emilia y Luan disfrutar de su animada conversación.

—En mi tierra, es así como se hace, una tradición pasada de generación en generación, independientemente de si es tu cumpleaños o no. —Mientras hablo, corto algunas verduras para acompañar la carne que se cocina en la parrilla—. Y debo admitir que no me disgusta en lo más mínimo.

Crusch y yo chocamos nuestras botellas de cerveza y tomamos un sorbo en silencio, compartiendo una compañía que no necesita palabras, mientras observamos al resto disfrutar de la velada.

—Hay algo que preparé, creo que lo tengo en mi habitación. —Le paso el trinche a Crusch y me dirijo a mi habitación.

En este momento, tengo algo que puede agregar un toque especial a la reunión, aunque lamentablemente solo es adecuado para cuatro personas. Al regresar, noto que todos me miran con sorpresa cuando ven las piezas desconocidas que llevo conmigo.

Solo Beatrice y Emilia están familiarizadas con esto.

—¡Quiero jugar! —exclama Emilia emocionada, corriendo hacia mí.

Después de traerlo, sirvo la comida y todos se sienten emocionados. Roswaal mencionó que solo quería observar, por lo que Luan, Crusch, Emilia y Ram serán los participantes.

Personalmente, no tengo interés en jugar; ver es suficiente para mí.

Beatrice se encuentra sentada en mis piernas, y juntos observamos cómo comienza el juego. Se trata de un juego bastante popular en mi época, el Parqués, donde con dos dados debes mover cuatro fichas a través del campo, sorteando obstáculos y adversarios para alcanzar la zona de escape.

El juego comienza cuando Emilia lanza los dados, y Roswaal observa con una expresión de felicidad, como si estuviera disfrutando de la calma antes de una tormenta.

No puedo evitar pensar en sus planes, pues la mente de Roswaal es un enigma que no puedo descifrar por completo.

Aunque posee la habilidad de vislumbrar el futuro gracias al libro de la sabiduría, esa capacidad tiene sus límites. A pesar de haber renunciado a sus sueños después de que su visión del futuro se vio truncada, siento que hay algo más detrás de su decisión.

No puedo concebir que alguien abandone un esfuerzo de más de 400 años de la noche a la mañana por algo tan aparentemente simple.

Beatrice se acomoda a mi lado, sus ojos fijos en el progreso del juego mientras saborean la carne picada.

—Siempre puedes hacer que todo tenga un sabor excepcional —comenta Beatrice, ofreciéndome un trozo de carne que acepto gustosamente.

Observo cómo Crusch toma la delantera en el juego, sus piezas avanzan de manera constante, mientras que Ram, por otro lado, parece atrapada en una serie de tiradas sin obtener pares.

—Malditos dados... —Ram aprieta los labios, evidentemente frustrada por su mala suerte.

No puedo resistir la tentación de provocar un poco.

—Parece que la hermanita tiene mala suerte —comento, provocando una mirada molesta de Ram en mi dirección.

El juego continúa, y Luan se destaca al tomar la delantera, mientras que Emilia trabaja en una estrategia para agrupar todas sus fichas en una misma zona del tablero. Si bien la estrategia de Emilia no carece de mérito, la de Luan parece ser más efectiva.

Luan avanza una de sus fichas con determinación, mientras usa los números bajos de sus dados para mover las otras. Esto le permite enviar varias fichas de los demás jugadores de vuelta al punto de partida.

—El que gane se lleva una porción extragrande del postre —lanzo al aire, encendiendo el espíritu competitivo de todos.

El postre, comprado en la capital, parece ser un tesoro costoso, una tarta cubierta con un glaseado dulce. Emilia menciona que tuvieron que hacer el pedido con anticipación para que llegara a tiempo para esta ocasión especial.

La competencia se vuelve feroz; lo que comenzó como un juego tranquilo ahora se transforma en una lucha encarnizada por ganar.

Todos están concentrados en derrotar a los demás, y hasta Crusch parece disfrutar de este cambio, se puede notar en su expresión normalmente seria y estresada.

Como era de esperar, Luan emerge como la victoriosa. Emilia y Crusch prácticamente empatan en el segundo lugar, mientras que Ram, a pesar de su intento valiente, volvió a caer presa de una de las fichas de Luan, quedando en el último lugar.

—¡Tsh! —Ram mira a Luan con desdén, pero Luan simplemente le devuelve una sonrisa desafiante.

Emilia baja la cabeza con cierta decepción al ver que el número que necesitaba salió después de una larga serie de intentos.

La competencia ha llegado a su fin, pero el aire aún vibra con emociones intensas y una rivalidad palpable. Es un recordatorio de que, incluso en los momentos más tensos, el espíritu competitivo puede emerger y unir a las personas en una batalla amigable pero feroz.

Mientras saboreamos el postre, noto que Emilia comienza a sucumbir ante los efectos del alcohol. Estoy a punto de intervenir y detenerla cuando alguien coloca una botella frente a mí, desafiándome con una mirada arrogante.

—Tenemos una apuesta que cumplir —dice Ram, su sonrisa juguetona mientras abre la botella de vino con destreza—. ¿O tienes miedo?

Sin dudarlo, tomo la botella de vino y la sostengo, encontrando la mirada decidida de Ram.

—Entonces, continuemos desde donde lo dejamos la última vez.

Comenzamos a beber, y mientras avanzamos, los demás se acercan para presenciar el enfrentamiento. Mi cuerpo, más acostumbrado al maná que antes, me otorga una resistencia que me hace sentir seguro de que esta vez puedo vencer.

Después de cinco botellas, noto que las mejillas de Ram se tornan ligeramente rojas, mientras yo lucho por mantener mi equilibrio. Estas botellas son mucho más fuertes que las que consumimos en aquella ocasión.

—Pensé que no aguantarías tanto —comento, mirando a Ram, mientras destapo la siguiente botella.

Cuando llegamos a la décima botella, ambos comenzamos a tambalear ligeramente. Me acerco a Ram, quien parece sorprendentemente ilesa por el alcohol.

No puedo permitirme perder. Comienzo a canalizar el maná dentro de mí, utilizando su energía para mantener mi concentración y resistir los efectos del alcohol.

La botella número quince marca un punto de quiebre. Nos miramos, pero nuestras miradas se entrecruzan en un borrón difuso. Solo puedo distinguir figuras a pocos metros de distancia. Ram y yo levantamos nuestras botellas nuevamente, apoyándonos mutuamente para mantener el equilibrio.

La mirada de Ram brilla con una chispa de diversión.

—No me vencerás esta vez —dice, sonriendo, consciente de que estoy más afectado que ella.

Maldita demonio. Yo, un simple humano, siento que mi estómago está a punto de traicionarme ante la avalancha de alcohol.

—Maldita demonio —murmuro mientras tomo mi última botella y finalmente me dejo caer al suelo, reconociendo su victoria.

Ram exhala con orgullo, mientras Beatrice se acerca a mí y emplea su magia para aliviar los efectos del alcohol.

—Eres un insensato, es obvio que su cuerpo es más resistente que el tuyo de hecho —comenta con desdén.

La idea de una intoxicación cruza mi mente, pero con la magia de curación disponible, no debería ser un problema.

La noche ya ha avanzado considerablemente, y Roswaal y Ram se despiden, indicando que es hora de retirarnos. Emilia, sentada, mira fijamente el cielo con la mirada perdida.

Parece que el alcohol ha dejado su huella en ella.

Luan se despide y se marcha, dejando solo a Crusch y a mí. Hace aproximadamente una hora, vi a Beatrice algo fatigada y le sugerí que fuera a descansar; ella aceptó, así que ahora solo somos Crusch y yo.

—Nunca imaginé que estaría aquí, en el patio de la mansión Mathers, celebrando un cumpleaños —dice Crusch, mirando al cielo. Su voz denota cierta afectación por el alcohol—. Durante toda mi vida consideré que este tipo de eventos eran innecesarios, simples formalidades que no debían tocar mi corazón mientras persiguiera mi objetivo.

Crusch sonríe y extiende su mano hacia mí.

—Pero al ver cómo abordas las cosas, comienzo a cuestionar si mi enfoque estaba equivocado —continúa, mirándome a los ojos—. Tú buscas cumplir tus metas encontrando felicidad en cada momento, permitiendo que las experiencias enriquezcan tu corazón.

—Cumplir una meta no debería significar estar infeliz todo el tiempo. Si eso sucede, solo indica que estás siguiendo un camino equivocado —respondo, colocando mi mano en su mejilla y mirándola intensamente.

Aunque no puedo verla claramente en este momento, ambos estamos aquí, compartiendo este momento.

Crusch es una persona fuerte con la que he entrenado y trabajado arduamente. Nuestras mentes suelen estar en sintonía, lo que lleva a decisiones similares.

Crusch observa la mano que reposa en su mejilla y sonríe.

—Pensaba que eras del tipo tímido, pero al mirar tus ojos, pareces alguien peligroso.

—¿Tímido? —murmuro, dejando que la emoción del momento nos envuelva, mientras el suspenso en el ambiente se intensifica.

Uso murak para hacerla perder el equilibrio, con cuidado la tomo y la reposo sobre el césped, quedándome sobre ella.

Sus ojos se abren con sorpresa mientras yo la contemplo con una sonrisa confiada. Me acerco a su oído, y ella coloca sus manos en mi pecho.

—Si lo deseas, permíteme mostrarte hasta dónde puedo llegar —susurro en su oído, acariciando su mejilla.

Sé que estoy influenciado por el alcohol, pero sinceramente no veo ningún problema. Si ella lo acepta, no tendría razón para negarme. Aunque no existe una atracción sentimental entre nosotros, eso no significa nada.

El problema reside en otro lugar.

—Yo... —Crusch mira sorprendida ante la situación. Parece que rechaza cualquier muestra de afecto hacia ella, quizás la forma de percibir las relaciones en este mundo sea diferente.

Lo que me inquieta es que en este mundo no existen métodos anticonceptivos.

He intentado desarrollarlos, pero hasta ahora no he tenido éxito. Esto complica la percepción de las relaciones sexuales aquí, ya que tienden a ser algo que se comparte con tu pareja, precisamente por la falta de métodos anticonceptivos.

El día que encuentre el látex seré millonario.

Quizás no debería seguir adelante, pero no quiero detenerme ahora; ha pasado mucho tiempo desde que se presentó una oportunidad como esta, y más aún con alguien tan hermosa como Crusch.

Ella parece estar indecisa. Tras unos segundos, veo que está a punto de abrir la boca, pero en ese momento, un empujón violento me lanza al suelo. Ruedo a toda velocidad, utilizando mi magia de viento y murak para detenerme.

—¡No lo hagas! —exclama Emilia con las manos apretadas con fuerza.

Me levanto sorprendido por la intensidad del golpe. Siento que los efectos del alcohol se han desvanecido por completo. Miro hacia Emilia y veo que una lágrima corre por su rostro.

Ante mi reacción, ella corre y entra en la mansión. El suspenso en el ambiente se corta como un cuchillo afilado.

Miro hacia Crusch, quien también parece sorprendida por lo que está sucediendo, solo para suspirar y sonreír.

—Ya sabes lo que está sucediendo, ¿cierto? —Crusch me mira, levantándose.

Con esta situación, no hay forma de que pueda pensar otra cosa.

Es algo que siempre temí que ocurriera.

—Sí, lo sé. —Mi voz suena firme mientras corro hacia la habitación de Emilia. Sé que ella subió allí. Al llegar, puedo ver que la puerta está entreabierta, así que entro y la cierro tras de mí.

Emilia está sentada en su cama, mirando hacia el suelo. Debo abordar esto con cuidado.

Sé que lo que está sucediendo es delicado; la decisión que tomé aquí no puede basarse únicamente en el bien mayor.

Yo... no sé, quiero mucho a Emilia, en especial a la Emilia actual. Pero es diferente quererla que estar interesado románticamente en ella. En este momento, tengo muchas responsabilidades que me impiden tomar ese camino.

—Soy una egoísta... —susurra Emilia, apretando las manos en su cama.

—Al contrario, me hiciste un favor. —Me acerco a Emilia, agachándome para tomar una de sus manos—. ¿Por qué actuaste así?

Ahora lo que necesito es que ella externalice sus emociones, que me cuente detalladamente lo que pasó por su cabeza, que reconozca la emoción que está sintiendo.

—Yo... —Emilia me mira con cierta tristeza en su expresión, a pesar de seguir afectada por el alcohol, con sus orejas rojas—. Yo, cuando los vi a ambos, sentí algo indescriptible.

Las lágrimas comienzan a brotar de sus ojos, y con mis pulgares, seco sus lágrimas suavemente, luego la empujo lentamente y la recuesto sobre la cama, posicionándome encima de ella.

Parece que no es capaz de comprenderlo completamente.

—Yo te quiero, Marco, te quiero mucho, mucho... —Emilia me abraza con fuerza, acercándome a ella—. Por eso no quiero que nadie te aleje de mí.

Sorprendido por sus palabras repentinas, abro los ojos intentando encontrar las palabras adecuadas para responder.

—Pero... no sé de qué forma te quiero. —Emilia cierra sus ojos—. Por eso me siento egoísta, me siento mal por haberte empujado.

Suspiro, comprendiendo finalmente sus sentimientos.

—Además, estamos en una situación tan compleja, tenemos tantas responsabilidades que concentrarme en esto me hace sentir mal. —Emilia aligera un poco su agarre—. ¿Está mal sentirme así?

Niego con la cabeza, manteniendo una sonrisa en mi rostro, aunque sé que soy un hipócrita completo.

—No creo que esté mal, pero de momento es cierto que tenemos muchas cosas por hacer. —Me acerco a su oreja y susurro—: Cuando lo descubras, dímelo. Te prometo que te daré una respuesta.

Ella asiente, aceptando mis palabras. Si está enamorada de mí, entonces deberé abordar esos sentimientos en algún momento. No puedo permitirme ser cegado por el romance.

Ya he cometido ese error en el pasado.

—Yo... —Emilia toma mis mejillas entre sus manos—. ¿Sabes?

Emilia me mira con una sonrisa, aún sonrojada, como si se hubiera liberado de todas las cadenas que la ataban.

—Cuando te dije que haría cualquier cosa por ti, incluso renunciar a ser reina... —Emilia cierra sus ojos.

—Sí, lo recuerdo.

—Lo dije porque tengo la certeza de que, si estoy contigo, podré cumplir todas mis metas. —Emilia abre sus ojos y acerca su rostro al mío—. Siento que tengo una fuerza que nunca me va a detener si estoy a tu lado.

Emilia acerca su rostro y nuestros labios se aproximan cada vez más. Puedo sentir su respiración, y la única luz que nos ilumina es la de la luna.

Ella mantiene los ojos cerrados, mientras yo me debato internamente sobre lo que debo hacer. Emilia es hermosa, tanto en su personalidad como en su apariencia; podría cautivar a cualquiera.

Pero para mí, este no es el momento adecuado para esto.

Ya es sorprendente que tome la iniciativa, eso demuestra todo el camino que ha crecido.

Las personas aprenden de unos a otros, ella ha interactuado mucho más, adquirido más confianza y eso la ha llevado a querer hacer más cosas, a pensar mejor, a vivir mejor.

Utilizo toda mi fuerza para detenerme, haciendo que ella abra los ojos. Cuando lo hace, me muevo con rapidez, provocando que nuestras narices choquen.

Ambos permanecemos en esa posición durante varios segundos, sintiendo el calor mutuo. Emilia me abraza con fuerza, aprisionándome entre sus brazos.

—Duerme conmigo esta noche —susurra en mi oído.

—Sabes que alguien está esperando.

Sí, una pequeña niña.

—¡Podemos dormir los tres! —exclama alegremente, inclinando sus brazos para que la cargue.

Cargo a Emilia como si fuera una princesa en mis brazos. Sus brazos rodean mi cuello mientras me abraza con ternura.

—Me siento, muy, muy feliz de tenerte, Marco. —Emilia susurra esas palabras con dulzura, presionándose más contra mi pecho—. Gracias por haber nacido.

Mi corazón parece querer escapar de mi pecho al escuchar sus palabras. La emoción se siente como un tambor retumbando en mi interior. Mientras la sostengo entre mis brazos, noto que Emilia suspira y se sume en un sueño tranquilo.

Quizás, solo quizás...

No, debo mantener la concentración. Estas palabras me hacen sentir increíblemente feliz, pero también despiertan un mar de pensamientos y emociones en mí.

Luego, entro a la biblioteca y la veo, a Beatrice, mirándome con claros pucheros en su rostro.

—Te tardaste, supongo. —Beatrice refunfuña con cierto enojo, aunque su enojo la hace lucir tierna como una muñeca.

Sonrío al verla. A pesar de su enfado, Beatrice posee un encanto indiscutible.

—Enojada también te ves hermosa. —Me dirijo hacia la cama y acomodo a Emilia para que duerma con comodidad.

Luego, me acuesto, y Beatrice me abraza de inmediato, sonriendo mientras baja gradualmente la luz de la habitación.

—Jejeje. —Beatrice me abraza con fuerza—. Ojalá, Betty pudiera estar así contigo por siempre de hecho.

Siempre dormimos juntos, pero comprendo sus sentimientos. Correspondiendo a su abrazo, dejo que su cálido afecto me invada, lo cual me tranquiliza y me ayuda a conciliar el sueño en medio de esta situación llena de misterio y emoción.

Mañana hablaré con Miklotov. Desde mañana tendré que concentrarme en la guerra. No sé cuánto tiempo logremos tener antes de su inicio.

Pero si lo que quieren es guerra.

Guerra tendrán.