Desentrañando la Verdad Más Allá de la Apariencia

La apariencia del anciano es impresionante a simple vista. Su cabello largo y blanco, como hilos plateados tejidos por una diosa antigua, le otorga un aspecto distintivo y llamativo. Cae sobre sus hombros encorvados como cascadas de nieve etérea, revelando una sabiduría interior profunda e insondable.

El bigote de Miklotov es igualmente frondoso, pero bien cuidado; cada vello parece haber sido moldeado con precisión quirúrgica para denotar experiencia, comparándose con la nitidez de una hoja recién afilada.

En su rostro arrugado, se puede ver el reflejo de años llenos de intensidad vivida y conocimientos acumulados durante décadas.

Su atuendo no pasa desapercibido: lleva una túnica morada que muestra claramente su pertenencia al consejo de sabios. Los bordajes dorados resplandecen a la luz tenue del lugar como estrellas incandescentes en el firmamento nocturno. Un pequeño gorro morado descansa sobre su cabeza canosa, agregando un toque peculiar a su figura imponente y majestuosa.

Pero lo más destacable es la insignia que adorna su pecho: un símbolo meticulosamente tallado que representa el reino de Lugunica en todo su esplendor ancestral.

La joya reluce con destellos dorados bajo las luces titilantes del salón sagrado, recordándonos la importancia de su papel como líder y guardián del conocimiento.

Miklotov McMahon, un ser envuelto en misterio y sabiduría. Un hombre cuyo aspecto exterior refleja la complejidad de su interior, una amalgama de experiencia, intensidad y erudición.

Emilia no puede evitar sentirse abrumada por la presencia imponente del anciano sabio mientras espera ansiosamente las palabras que revelarán el destino que le aguarda en su búsqueda por el poder.

Emilia se inclina formalmente, yo le sigo y ambos ofrecemos respeto a la persona que tenemos en frente.

El motivo detrás de esta reunión no podía ser otro que mostrar algún tipo de apoyo político. Los sabios buscaban establecer alianzas y respaldar a la candidata adecuada para asegurar su posición en el futuro.

Es una competencia sutil, una danza en la que cada paso podía marcar la diferencia.

—No se preocupen por formalidades, tomen asiento —agrega con calma mientras nos acomodamos. Beatrice, fiel a su naturaleza vigilante, se instala en mis piernas, alerta ante cualquier señal de peligro.

La razón detrás de nuestra citación a esta reunión no puede ser otra que buscar algún tipo de apoyo político. Los sabios, al igual que los políticos, están interesados en establecer alianzas y asegurar su posición de liderazgo. Es una competición constante por el poder.

—Hay algo que me gustaría comentar antes, Marco —dice Miklotov, el líder sabio, fijando sus ojos en mí, como si quisiera leer en lo más profundo de mi ser. Tras un breve silencio, continúa—. Sé que has tenido un enfrentamiento con uno de los caballeros imperiales y que has luchado contra el caballero real, Julius Juukulius. ¿Hay alguna razón por la cual decidiste pelear?

Las palabras de Miklotov me llevan a reflexionar sobre mis acciones y emociones en ese momento. El hombre parece interesado en comprender mi verdadero ser. Durante la selección para el enfrentamiento, me mostré formal y orgulloso, buscando impresionar a los presentes. Sin embargo, durante la pelea, mis emociones estallaron y mi arrogancia se hizo evidente.

La mirada penetrante de Miklotov es como un vórtice que pretende absorber todas mis respuestas. No sé mucho acerca de él, solo rumores sobre su uso misterioso de la magia Yang y su impresionante inteligencia.

—Cuando el hombre me insultó, inicialmente tenía la intención de retarlo yo. No obstante, la aparición de Julius en la escena me obligó a cambiar mis planes —respondo con sinceridad, consciente de que no puedo ocultar nada frente a aquel hombre sabio.

Es mejor ser retado a retar cuando se trata de un combate desproporcionado.

Emilia me mira desconcertada, sin comprender completamente el trasfondo de mi respuesta, pero mantiene silencio para no interrumpir la conversación. Gildark, por su parte, permanece imperturbable junto a la puerta, como un centinela silente.

—¿Eso está vinculado al motivo por el cual lo retaste a él? —cuestiona Miklotov, demostrando que sus deducciones son precisas y perspicaces.

He dado en el clavo. Miklotov es, sin duda, un hombre sabio, capaz de conectar los hilos de los eventos con facilidad. Roswaal debió de tener alguna participación en todo esto, pero aún no logro vislumbrar su verdadera intención.

Al principio, pensé que su objetivo era ver a Emilia fracasar, pero mi enfrentamiento con Julius no siguió ese rumbo.

Parece más satisfecho con el progreso que Emilia está haciendo. Esto implica que hay algo más en juego, algo que se relaciona estrechamente con la situación actual.

—Julius es el caballero de la señorita Anastasia Hoshin, candidata al trono. En ese momento, él intervino para evitar que los caballeros causaran problemas —explico, dirigiendo mi mirada hacia Gildark para recordarle lo que había ocurrido antes—. Los caballeros intentaron intimidarnos, y aunque atacar a uno de ellos fue injustificado, confié en algo... algo que es muy importante.

La atmósfera se volvió más densa, como si el destino estuviera tejiendo un entramado complejo en el que estábamos atrapados. Miklotov analizaba cada palabra, cada gesto, y en sus ojos brillaba la chispa de la inteligencia.

Hay una razón oculta detrás de esta reunión, y estaba decidido a descubrirla, sin importar cuán profundo tuviera que excavar.

—Tu posible estatus como aquel que puso fin a la vida de un arzobispo —dice Miklotov, con tono sombrío y penetrante.

Ha dado en el clavo.

Mi ataque al caballero se percibe como un acto de traición, pero la situación exige una investigación más profunda, ya que los caballeros actuaban en connivencia con varios nobles.

Además, no causé ningún daño real.

—Mi estatus dependía de mi forma de actuar —respondo con calma—. Si me hubiera mantenido callado, ustedes no habrían confirmado la veracidad de mi información.

Emilia nos mira confundida mientras intenta comprender las complejidades del asunto. Sé que su inteligencia es variada, pero por ahora parece estar abrumada por el caos reinante.

Miklotov parece entender perfectamente mis motivaciones. No importa si durante la batalla fui arrogante o impredecible; lo importante es el impacto que esas acciones tienen sobre nuestros adversarios.

—Ya sabías que ese caballero no era rival para ti —afirma Miklotov con admiración genuina.

—Lo supe cuando mi magia lo afectó —respondo modestamente.

En realidad, tomé al caballero por sorpresa utilizando mi habilidad mejorada en control gravitatorio sin necesidad de hacer uso excesivo de mi fuerza interna.

Curioso por conocer más detalles sobre este desafiante caballero derrotado, dirijo mi atención hacia Gildark y le pregunto:

—¿Cuál es el rango del Caballero Kus Sidmuth? Señor Gildark...

Gildark observa a Miklotov antes de responder rápidamente, sin tomarse el tiempo para reflexionar demasiado.

—El Caballero Kus Sidmuth ocupa el puesto ciento cincuenta y tres en la lista de los caballeros. —Gildark me mira con firmeza.

La mayoría de los caballeros son indudablemente poderosos, pero ninguno normal se compara a Julius. Existe una brecha abismal entre los primeros puestos y el resto, como si fueran dos mundos distintos.

—Y tú lo derrotaste fácilmente —afirma Gildark, con una expresion neutra.

Levanto mi rifle lentamente, haciendo énfasis en que esta arma fue fundamental para alcanzar la victoria sobre ese oponente

—Mi creación jugó un papel crucial; sin ella habría tenido que replantear mi estrategia por completo y tal vez no hubiera obtenido una victoria tan contundente —concluyo con humildad.

El sabio contempla mi rifle durante unos segundos antes de cerrar los ojos, como si no estuviera realmente interesado en él o quizás quisiera evitar que Gildark escuchara nuestras palabras.

—Entonces, utilizaste a esa persona para infundir temor —afirma con voz serena y profunda.

Asiento lentamente, consciente de que para inspirar miedo es necesario mostrar una victoria impecable.

Aquella persona nunca tuvo oportunidad alguna. El Perdió porque no estaba preparada para enfrentarse al poder destructivo de mi arma y su actitud arrogante e irracional solo aceleró su derrota.

Con su caída, los caballeros y varios nobles temerán no solo a mí, sino también a cualquiera que porte un arma similar.

Por eso hice hincapié en que todos mis soldados la poseen.

—Sí, era la única forma de demostrar que mis soldados pudieron derrotar a los cultistas —explico con determinación—. Los rumores se propagarán y cada vez tendrán más cautela cuando se encuentren frente a un artefacto como este... o al menos lo pensarán dos veces.

Una misteriosa arma capaz de segar vidas en un abrir y cerrar de ojos. Un instrumento cuyo estruendo anuncia una muerte inminente.

Cuanto menos información tengan sobre ella, más variadas serán las especulaciones que surgirán; aunque sea un arma de doble filo, lo importante es sembrar dudas en sus mentes.

—El resto de mis acciones fueron impulsadas por mi orgullo y el deseo de desahogarme ante el trato injusto recibido —confieso sin ocultar mi verdadero sentir.

No es del todo mentira. La verdad es que el resto fue simplemente para causar temor.

El sabio asiente, comprendiendo la complejidad de mis motivaciones.

—Sin embargo, elegir a Julius como oponente tiene un significado especial —continúa el sabio misteriosamente.

Si, pero eso no es algo que él deba saber. Si puede descubrirlo por sí mismo o no dependerá de su capacidad de observación y discernimiento.

—Dada su participación en esta situación, pensé que sería una buena elección enfrentarse a Julius —explico con calma—. Sin embargo, resultó ser un adversario formidable.

Una chispa traviesa ilumina mi mirada mientras contemplo las implicaciones más profundas de mi estrategia.

Entorpecer el juicio de Anastasia.

Solo así tendré la oportunidad de continuar mi crecimiento.

Una elección que parece ilógica en el marco de la lógica convencional.

Sin embargo, cuando uno contempla detenidamente los beneficios que esta opción conlleva, se revela como la más razonable y sensata.

Un gran dilema ha surgido en mi camino, pero hasta ahora parece haber dado buenos frutos.

Desconozco cuáles sean las intenciones ocultas de Anastasia, pero sé con certeza que su primer paso será investigar mis antecedentes. Esto implica enviar a sus subordinados a Irlam para hacer preguntas y obtener información sobre mí.

Anastasia descubrirá detalles acerca del inicio de mis contratos con las máquinas a vapor y también escuchará rumores sobre el enfrentamiento contra esas temibles mabestias.

Todo esto envolverá el asunto en un aura misteriosa e intrigante. Sin embargo, a medida que mi poderío continúa creciendo imparablemente, ella mantendrá una cautela prudente hacia mí.

Y eso es precisamente lo que necesito para seguir avanzando sin obstáculos ni interferencias.

—Aun así —interviene Miklotov dirigiéndose a Gildark con mirada inquisitiva—, has logrado alcanzar tu objetivo al mostrar tu poderío ante todos nosotros. Ahora bien, si debieras clasificar a Marco dentro del rango de los caballeros ¿en qué posición lo situarías considerando únicamente lo mostrado hasta ahora?

Gildark se detiene por unos breves instantes mientras Beatrice toma mi mano entre las suyas y comienza a jugar con ella, moviéndola de un lado a otro como si fuera un juguete.

Su tacto suave y delicado despierta en mí una mezcla de emociones sutiles pero intensas. Emilia, por su parte, se mantiene observando la conversación en silencio.

Espero sinceramente que esté prestando atención y reflexionando profundamente sobre lo que estamos hablando, porque no deseo tener que repetirlo todo nuevamente.

Emilia posee una inteligencia innata en ciertos aspectos, pero sus extremos pueden ser perjudiciales.

Sin embargo, veo cómo una semilla recién plantada comienza a germinar dentro de ella y crecer en la dirección que solo sabe el tiempo.

—Si tuviera que clasificarlo junto con esa arma desconocida —responde Gildark tras unos momentos de profunda reflexión—, no tendría más opción que ubicarlo entre los primeros cientos puestos del escalafón caballeresco.

Miklotov me mira con una expresion complacida, mientras Gildark continua:

—Marco parece controlar varios elementos con destreza notable e incluso el caballero Julius afirmó haber detectado compatibilidad mágica en él para dos elementos específicos, los cuales domina magistralmente bien.

La primera cosa que me llega a la mente es en el caballero.

Es claro que no todos son capaces de seguir la velocidad de una bala, no parece que sea algo común, por lo que podría llegar el caso que parezca más fuerte de lo que soy.

—Por ello, lo situaría en un rango cercano a los guerreros mágicos. —Gildark me mira directo a los ojos—. No obstante, es posible que se encuentre con obstáculos al intentar superar rango noventa de los caballeros; aunque esa última forma de magia resulta ser mucho más mortífera de lo aparenta superficialmente.

Miklotov fija su mirada en Gildark, como si le pidiera una explicación más detallada.

—Mis ojos me otorgan la capacidad de detectar las fluctuaciones mágicas con gran precisión —explica Gildark, mientras señala el suelo y el techo con gesto enfático—. La forma en que Marco manipula la magia es fina y controlada, ejecutando hechizos específicos.

Entonces Gildark genera presión con su maná.

—Sin embargo, cuando utilizó ese último ataque pude percibir varias afluencias de maná dispersas por todo el entorno. Sus ataques combinados fueron mucho más que simples improvisaciones; parecían haber sido meticulosamente planeados con anticipación.

La revelación sobre los poderes visuales de Gildark es algo que desconocía hasta ahora. Ahora solo me queda preguntarme si también puede ver el ominoso miasma asociado al culto de la bruja.

Si eso fuera posible, significaría que Gildark también está corrompido por las maquinaciones del culto... Y eso sería una verdadera lástima. Tal vez pueda indagar un poco más en este asunto.

—Permíteme preguntarte algo —intervengo cautelosamente— ¿Eres capaz de ver el miasma proveniente de la bruja?

Gildark dirige su mirada hacia mí y durante unos segundos me observa con expresión severa antes de negar lentamente con la cabeza.

—No tengo esa capacidad para ver el miasma —responde finalmente—. Pero cuando he luchado contra algunos seguidores del culto puedo sentir una presencia oscura en el ambiente circundante.

Estas palabras implican que él tiene formas de discernir quiénes poseen el miasma y quiénes no. Afortunadamente, en este momento mi propio miasma está controlado dentro de mí.

Si llegara a revelarse o pronunciar algo indebido, Gildark se daría cuenta al instante y todo acabaría para siempre.

—Ya veo —comento con una sonrisa sutil—. Sin duda, esos ojos tuyos parecen ser una gran bendición. Permítanme decirles que he recibido un entrenamiento intensivo por parte de dos poderosos espíritus en el arte de la magia.

Aunque solo haya sido durante dos meses, no deben subestimar las habilidades que me han transmitido Beatrice y Puck.

Mientras hablo, deslizo mis manos suavemente sobre la cabeza de Beatrice, acariciándola con delicadeza mientras disfruto del contacto reconfortante entre sus cabellos sedosos.

Una mentira a medias se escapa de mis labios, pues, aunque mi progreso en la magia se acelera gracias a mis conocimientos científicos e ingenieriles, no puedo negar que la guía inestimable de Puck y Beatrice ha contribuido enormemente a mi habilidad para manipular los hechizos.

—No obstante, controlar múltiples elementos no es una tarea fácil —dice Miklotov con brillo intenso en sus ojos—. Formar una puerta apenas hace dos meses, te convierte sin duda alguna en un prodigio, algo que no se ha visto en décadas.

Miklotov persiste en su afán por ahondar en este tema. Parece estar buscando algo específico en mí, pero aún no logro comprender qué es exactamente lo que persigue descubrir.

Con una serenidad imperturbable, respondo con evasivita:

—Aunque si hablamos de poderío mágico, reconozco que estoy lejos de destacarme. Sin embargo, poseo un buen control sobre las artes mágicas.

Mi respuesta resulta cerrada y breve. No revelo más detalles hasta haber desentrañado cuál es su verdadero propósito al realizar estas aparentemente inocentes preguntas.

De repente, Gildark cambia abruptamente el rumbo de la conversación hacia Emilia. Es evidente que trata de desviar nuestra atención hacia otro ámbito distinto al anteriormente explorado.

No obstante, lo primordial radica ahora en descubrir sus auténticas intenciones ocultas tras esa sonrisa amistosa y sus expresiones naturales cargadas con un dolor profundo. Su voz, sabia y anciana, se despliega con una cadencia que parece invitar a la confidencia.

—El discurso pronunciado por la señorita Emilia fue un auténtico prodigio de elocuencia —admite Gildark repentinamente.

Emilia, sorprendida ante este inesperado cambio en el tema de conversación, responde sin tardanza y con sinceridad:

—Dedicamos incansables horas de práctica para perfeccionarlo. Marco y yo creamos un discurso magistral que refleja mis más profundas intenciones —responde Emilia con una sonrisa radiante mientras habla en tono calmado y sereno.

Miklotov inclina ligeramente su figura hacia adelante, lo cual provoca que Emilia también adopte una posición similar en un intento fútil de detenerlo. Sin embargo, debido a la distancia existente entre ambos, sus esfuerzos resultan infructuosos.

—Me disculpo humildemente por no hacer nada durante el altercado, señorita Emilia...

Emilia niega con la cabeza, su expresión denota determinación en lugar de tristeza.

—Si usted hubiera intervenido, probablemente no habría sido capaz de enfrentarme a todos. De alguna manera, sus palabras me ayudaron a comprender lo que realmente deseaba hacer —declara Emilia inclinándose en señal de gratitud—. Gracias a usted, logré dar un paso crucial que me había costado mucho tomar.

Miklotov ríe complacido ante la iniciativa y valentía mostrada por Emilia. Para él debe ser como presenciar el comienzo del viaje hacia la madurez de una joven.

Emilia está destinada a crecer y desarrollarse durante los tres años que durarán las elecciones; por eso es fundamental aprovechar todas las oportunidades presentadas.

—Ha sido un placer haber podido ayudarte —responde Miklotov con satisfacción—. Sin duda alguna, todas las candidatas son excepcionales en su propia forma.

Internamente, pienso cuán peligroso resulta seleccionar a alguien únicamente basándose en lo que dicta una piedra mágica. Es absurdo confiar ciegamente en ella sin considerar otros aspectos importantes.

Ahora se trata de descubrir quién será capaz de cumplir las expectativas tanto propias como del pueblo...

—Disculpe mi falta de cortesía, pero tengo una pregunta —le digo mientras le observo directamente a los ojos y luego desvío mi mirada hacia Gildark tratando así de señalarlo discretamente— ¿Qué ocurrió exactamente durante el ataque al culto?

Los labios tensos de Miklotov revelan cierta incomodidad. Él mira a Gildark y, comprendiendo la situación, decide abandonar la habitación.

Emilia parece sorprendida por su partida, pero mantiene su calma. Ella también es consciente de que resulta extraño que los Caballeros Imperiales no hayan enviado ninguna ayuda en ningún momento.

—El reino debería al menos haber brindado asistencia —comento mientras entrelazo mis manos y reflexiono sobre cómo abordaré este tema delicado—. Múltiples pueblos fueron masacrados tanto dentro como fuera de los dominios de Roswaal.

Ha llegado el momento de atacar; necesito encontrar alguna vulnerabilidad entre estos sabios hombres.

—Como mencioné anteriormente... ¿Podría tratarse tal vez de una fuga de información? —sugiero con audacia ante la mirada sorprendida de Emilia.

Entonces, ella interviene:

—Pero me pregunto: ¿Información acerca de qué exactamente?

Justo cuando Emilia termina de hablar, sus ojos se abren de par en par, finalmente comprendiendo la cruda realidad del ataque.

Su semblante se desvanece y parece sumirse en una profunda tristeza. Sin embargo, yo tomo su mano con firmeza, tratando de infundirle fuerza y apoyo.

—La lista de los candidatos —responde Emilia con voz entrecortada.

Ante esa revelación, Miklotov, quien hasta ahora ha permanecido en silencio observando la escena, se levanta y entrega una carta a Emilia. Ella toma el papel entre sus manos temblorosas y lo presiona con fuerza contra su pecho.

A medida que continúa leyendo el contenido de la carta, su rostro adquiere un aire sombrío y preocupado.

Sin decir palabra alguna, Emilia me pasa la carta para que también pueda leerla. Los caracteres escritos están en ro—glifos; esto demuestra el nivel de conocimiento requerido por aquellos que han enviado esta misiva amenazadora.

«Habrá consecuencias si no eliminan a la medio demonio como candidata al trono», reza el mensaje inicialmente.

Al leer estas palabras ya puedo intuir qué fue lo que realmente ocurrió durante ese fatídico ataque: fue indirectamente provocado por las acciones e influencia de Emilia tal como habíamos sospechado previamente.

Continúo leyendo mientras siento cómo aumenta aún más la tensión en el ambiente:

«La medio demonio debe morir; solo así podremos traer paz a este mundo».

El tono del mensaje cambia drásticamente; si hubiera sido escrito por cultistas, lo usual sería que exigieran que Emilia se sometiera a pruebas o algo similar. Sin embargo, este mensaje va más allá.

A medida que avanzo en la lectura de la carta, su contenido se vuelve cada vez más inquietante:

«Su existencia causará la destrucción del mundo».

Y para culminar con un escalofrío recorriendo mi espina dorsal, encuentro un último y amenazador ultimátum:

«La llegada de la bruja de la envidia».

El mensaje comienza solicitando el destierro de Emilia como candidata al trono y luego evoluciona hasta exigir su muerte.

Sin embargo, hay algo extraño e intrigante en todo esto; el autor del mensaje parece desviarse ligeramente de su intención original como simple cultista fanático...

Petelgeuse mencionó sus intenciones de obligar a Emilia a completar las pruebas.

¿Las pruebas de Echidna?

Si es así, solo puedo imaginar que el objetivo final es hacer que la mente de Emilia se quiebre en mil pedazos para invocar a Satella.

Otra posibilidad sería... la Puerta del Sello.

Según Beatrice, Satella fue encerrada con un poderoso hechizo en otra dimensión utilizando un Shamack masivo.

Sin embargo, incluso estando sellada, ella logró interferir en nuestro mundo.

—No necesariamente debemos creer todo lo que dice esta carta; podría ser simplemente un intento de disuadirnos —comento con cautela.

Miklotov arquea ligeramente los labios y asiente mientras sonríe.

—El verdadero problema radica en que desconocemos qué grupo está detrás de todo esto —afirma Miklotov—. Por razones xenofóbicas, decidieron revelar información sobre la candidata al culto para luego intentar asesinarla.

—Pero sigue siendo extraño... ¿por qué alguien desearía acabar con su vida?

Miklotov parece entender perfectamente las conclusiones a las que he llegado. Coloco mi mano reconfortante sobre el hombro tembloroso de Emilia; ella parece perdida entre sus pensamientos y no puedo juzgarla por ello.

Después de todo, sé muy bien que Emilia es una persona bondadosa hasta la médula.

—Tu existencia no es la causa de estas muertes. El problema reside en los psicópatas que carecen de razón —respondo con voz suave y reconfortante.

Emilia asiente, aunque puedo ver el peso del remordimiento clavado en lo más profundo de su corazón.

No importa cuánto sepa la verdad, esa culpa siempre estará presente. No es fácil para alguien con un corazón noble cargar con la responsabilidad de la muerte de cientos de personas.

Pero desde mi perspectiva, eso no está mal; lo importante es cómo enfrentamos esos sentimientos.

—Mi destitución como candidata no va a detener esto, incluso si las cosas empeoran mucho —dice Emilia con una voz entrecortada—. ¿Verdad? Probablemente piense que renunciar al trono evitará más pérdidas humanas.

Ambos asentimos en silencio, conscientes de que el ataque solo se dirigirá hacia otra persona si ella deja su puesto. Probablemente Felt sea el próximo objetivo o utilizarán esta situación para incitar odio contra todos los semihumanos.

Descubrir las intenciones reales detrás de este grupo se convierte en nuestra principal misión.

Si Roswaal está involucrado en todo esto... entonces nuestras opciones son limitadas.

Sostengo firmemente la mano temblorosa de Emilia. Beatrice también se une a nosotros y toma lugar sobre las piernas de Emilia, sosteniendo su mano junto a mí.

—Has demostrado ser una persona amada y noble —afirma Miklotov mientras se levanta y extiende su mano hacia Emilia—. Por eso quiero brindarles mi apoyo durante esta selección, aunque lamento decir que mis movimientos están restringidos.

Están tratando de silenciarlo. Sin duda, si Miklotov está haciendo su trabajo como corresponde, el resto de los sabios deben estar conspirando en su contra.

—El verdadero culpable no fue quien se señaló —añade Miklotov con una mirada sombría—. El chivo expiatorio elegido fue mi nieto, Mikael McMahon.

Ahora revela el verdadero motivo por el cual nos convocó. Emilia dirige su mirada hacia Miklotov y parece querer disculparse, pero yo aprieto su mano con fuerza para transmitirle mi apoyo.

Miklotov comprende nuestra situación y niega con la cabeza en señal de entendimiento.

—No fue tu culpa, señorita. Esto habría sucedido con o sin tu presencia. La muerte de mi nieto es solo una prueba de mis malas decisiones. —Miklotov se culpa a sí mismo mientras intenta consolar la tristeza de Emilia.

Sin embargo, el motivo por el cual nos brinda su apoyo es la venganza. La venganza es su motor para luchar junto a nosotros, y yo debo alimentar ese motor.

No, no puedo pensar así.

No puedo continuar de esta manera; todo terminará como antes si lo hago.

No hay nada que pueda hacer para traer a quien perdió Miklotov, pero si él quiere unirse a nosotros, significa que es alguien importante. Miklotov se arrodilla ante Emilia y toma su mano con determinación.

—Yo, Miklotov McMahon, otorgaré todo mi apoyo a la candidata al trono Emilia.