Ahora, lo que debo hacer.

Me despierto lentamente al sentir el movimiento de Emilia en mis brazos.

Ambas parecen estar sumidas en un sueño tranquilo, mientras la luz del sol comienza a filtrarse tímidamente por las rendijas de la habitación.

Ambas utilizan mi cuerpo como escudo contra los primeros rayos matutinos.

A pesar de que la batalla se acerca cada vez más, sé que debo aprovechar la mañana para tratar con los herreros. Necesito contratarlos para iniciar otros proyectos importantes.

La fábrica de hierro forjado debe ser construida, pero los herreros actuales están ocupados fabricando balas.

Tantas responsabilidades me abruman, pero es mi deber enfrentarlas y cumplir con ellas sin vacilar.

Aunque mi brazo izquierdo esté ligeramente adormecido por sostener a Emilia no me quejo, por otro lado, con Beatrice no pasa eso, su peso es insignificante; podría cargarla con un solo dedo si quisiera.

Es realmente gratificante tenerlas así dormidas junto a mí.

Me pregunto qué dirá Emilia cuando despierte y descubra lo que hemos compartido esta noche... Pero esos pensamientos deben esperar.

No es momento para distracciones o trivialidades; tengo interrogatorios pendientes y contratos por firmar antes de reunirme con Crusch.

Hasta que no haya asegurado todos estos asuntos importantes, es mejor mantenerme alerta y concentrado en mis tareas inmediatas.

Desearía poder descansar un poco más, pero sé que eso no está permitido para alguien como yo.

Supongo que puedo ir solo; no hay necesidad de llevar a ambas conmigo hacia ese camino. Tengo una misión importante por delante y debo enfrentarla en solitario.

Emilia sigue sonriendo plácidamente mientras duerme, aferrándose a mí con una fuerza que me impide separarme sin despertarla.

Mis dos brazos están aprisionados entre sus abrazos, dejándome atrapado en sus dulces presencias.

No hay forma de escapar sin perturbar su sueño

Decido mover mi brazo derecho, sabiendo que esto inevitablemente despertará a Beatrice. Sus párpados comienzan a temblar ligeramente, como si rechazara la idea de abandonar el mundo de los sueños.

Me libero de su agarre y ella abre lentamente sus ojos.

—¿Mar... co? —pregunta Beatrice con voz somnolienta mientras me mira fijamente.

Al verme, una sonrisa se dibuja en sus labios y se lanza hacia mí para abrazarme efusivamente. Parece estar genuinamente feliz; al menos me alegra saber que ha olvidado lo ocurrido durante la selección. Ella frota su rostro contra mi pecho mientras se acerca más a mí.

—Buenos días supongo... —dice Beatrice antes de besarme cariñosamente en la mejilla y luego sentarse en la cama.

Sonrío al notar el cambio positivo que ha experimentado desde entonces.

—Buenos días, mi princesa —le respondo cariñosamente mientras observo cómo Emilia continúa aferrada a mí con firmeza, sosteniéndome por el torso con uno de sus brazos e inmovilizándome con una pierna entrelazada sobre las mías.

Incapaz de liberarme debido a la fuerza sobrehumana de Emilia, le suplico a Beatrice con la mirada que haga algo al respecto.

Por ahora, es mejor no despertarla. Necesito aprovechar el tiempo y retirarme sin perturbar su sueño.

Beatrice comprende mi gesto silencioso y comienza a entonar un hechizo mágico.

—Debes pagar un precio por haberme despertado —dice Beatrice con una sonrisa juguetona mientras termina de lanzar el conjuro.

En un instante, mis ojos reciben nueva información y me encuentro observando el techo desde una perspectiva completamente distinta.

En cuestión de segundos, caigo pesadamente al suelo.

Beatrice posee la habilidad de utilizar magia Yin sobre mí, pero lamentablemente nuestra compatibilidad en este aspecto es bastante reducida debido a mi comprensión avanzada de la magia en la forma que yo la uso.

A diferencia de las personas en este mundo, cuyo entendimiento de la magia es superficial y limitado por su imaginación, yo estoy comprendiendo profundamente sus fundamentos.

Pero eso implica límites a la forma en la que puedo usar la magia.

La magia es una forma de romper esos límites físicos, pero para alguien como yo, no puedo visualizarlo de forma que mi corazón lo quiera.

Por lo tanto, aquellos que son naturalmente compatibles con ciertos tipos de magia simplemente siguen una teoría preestablecida para su funcionamiento.

Beatrice me dice que nuestra compatibilidad es forzada y que el uso de su magia Yin consume más energía mental por mi parte.

Sin embargo, ella asegura que si continúo entrenando podré disminuir estos efectos negativos. Es por eso por lo que cada vez que utilizo mi carta de ataque más poderosa, la magia Yin, siento cómo mi corazón amenaza con explotar y me fatigo rápidamente a nivel mental.

Esta es también la razón por la cual no soporto usar "El Murak".

Aun tendido en el suelo tras haber caído abruptamente, Beatrice se acerca caminando hacia mí con una maliciosa sonrisa dibujada en sus labios.

—Mi princesa es tan vengativa —susurro a Beatrice mientras sonríe como si estuviera halagándole.

—Tendrás que compensármelo de hecho —añade, inclinándose para presionar delicadamente su dedo contra mi frente.

Me levanto rápidamente y dirijo mi mirada hacia Emilia, quien parece seguir profundamente dormida e inconsciente del alboroto a nuestro alrededor. Le pido a Beatrice amablemente que utilice su magia para transportarme a mi habitación contigua a la de Emilia.

Aunque esto implicará un gasto innecesario de maná, es mejor prevenir que lamentar. Desconozco qué tipo de personas sean los sirvientes en este lugar y prefiero tomar precauciones adicionales. Beatrice asiente con comprensión y justo cuando está por llevar a cabo el hechizo, escucho un murmullo suave.

—No te vayas... —susurra Emilia en un tono dulce cargado de anhelo.

No deseaba que Emilia se despertara, pues tengo asuntos pendientes y, siendo sincero, no la necesito en ninguno de ellos.

Considero que sería mejor que descanse.

Me acerco a su cama solo para encontrarla mirándome con los ojos entrecerrados. Ella intenta tomar mi mano, pero rápidamente me libero de su agarre y coloco mi mano sobre su cabeza.

—Duerme un poco más; tengo algunos recados que hacer antes de encontrarnos con Crusch —le digo mientras ella asiente somnolienta y vuelve a caer rendida en la cama.

Suspiro aliviado sabiendo que ahora puedo llevar a cabo mis tareas sin preocupaciones adicionales. Sí, necesito obtener información.

Soy transportado a mi habitación y siento cómo mi ritmo cardíaco se acelera ligeramente.

—He utilizado ese poder demasiadas veces seguidas supongo; tú aún no estás acostumbrado de hecho —comenta Beatrice mientras se deja caer sobre la cama a la vez que yo decido tomar un baño.

Beatrice decide acompañarme durante el baño. Para ser honesto, no me importa mucho tenerla allí presente, una vez en el baño, ella me ayuda a lavar la espalda mientras continúo reflexionando sobre nuestra situación.

—Preocuparte no cambiará las cosas, supongo —afirma Beatrice al colocarse frente a mí.

Es una verdad irrefutable e indudablemente cierta.

—Lamentablemente soy humano y no puedo evitarlo. —Acaricio su cabeza antes de permitirle sumergirse en esa enorme tina del baño.

Roswaal es alguien excesivamente extravagante al tener un baño idéntico al de la mansión principal. Supongo que esto le hace sentir cómodo y como en casa. Beatrice me incita a entrar, así que me sumerjo con cuidado, sintiendo cómo el agua caliente acaricia mi cuerpo.

Admito que resulta más relajante, aunque el agua fría me despierta aún más. Hoy complaceré a Beatrice, ya que ella no disfruta del agua fría.

—Jeje, es la primera vez que nos bañamos juntos. —Beatrice me mira con ternura mientras lo dice.

Ya le había sugerido esto antes, pero ella siempre me rechazaba diciendo que era un pervertido u otras cosas por el estilo. Bañarse en compañía es algo que experimenté en Japón con Kenichi, en aquel pequeño pueblo.

Es una experiencia interesante; de alguna manera, uno se siente más conectado con la persona involucrada.

Por supuesto, solo lo haré con Beatrice; Emilia está completamente fuera de discusión por respeto hacia ella, aunque no vea nada malo en ello, aunque ahora esa opinión debe cambiar.

No aprovecharé su inocencia, aunque no estoy seguro si eso todavía aplica.

Como le he enseñado medicina, me vi obligado a impartirle clases de educación sexual también. Sin embargo, resultaron ser clases realmente complicadas para ella y fue difícil para que comprendiera todo.

Además, fueron incómodas y casi muero durante el proceso.

Esto hizo que en ese entonces ella se sintiera aún más avergonzada ante cualquier tipo de contacto físico. Pero al parecer ahora se va acostumbrando poco a poco.

—Estás pensando en Emilia supongo... —Beatrice me mira desaprobatoriamente mientras se acerca hacia mí.

Parece conocerme demasiado bien; por un momento creí que podía leer mi mente.

—Bueno...es mi inversión —respondo—. Sí, necesito asegurarme de obtener beneficios a futuro y estar atento a todos los detalles.

Ella hace unos pucheros mientras aparta la mirada hacia otro lado.

—Si tú lo dices...

Supongo que está malinterpretando mi actitud. Emilia necesita experimentar todo tipo de situaciones y si ahora mismo rechazo su afecto hará que se cierre nuevamente, que vea el cariño como algo negativo.

Debo ser firme con ella, pero también mostrarle afecto para evitar que se sienta mal.

Su apego hacia mí ha aumentado considerablemente, pero en el momento en que vea límites peligrosos tendré que tomar medidas.

—La única princesa a la que amo es tú. —Acaricio su cabello con delicadeza mientras ella sonríe con los ojos cerrados.

Ella deja caer sus coletas y parece crear un efecto mágico bajo el agua, aunque solo sea una ilusión.

La he visto de vez en cuando probar diferentes peinados e incluso experimentar con las prendas que Rem confecciona, a pesar de que ella podría cambiar su apariencia con magia.

Sin embargo, al final no ha alterado su vestimenta ni estilo por respeto hacia Echidna.

Salgo del baño y me dirijo a mi habitación, donde me encuentro con una sirvienta: una demihumana gata cuya cola revolotea mientras se inclina ante mí.

—Sus compañeros le esperan en el sótano. —La sirvienta me mira seriamente, lo cual indica que el hombre ya está despierto.

Le sonrío agradecido antes de asentir y entrar a la habitación. Una vez dentro, comienzo a cambiarme. Había preparado ropa para estar tres días como máximo, pero supongo que necesitaré más tiempo.

O tal vez no...

Una vez termino de vestirme, abro la puerta y veo a Beatrice preocupada.

—Beatrice, voy a necesitar tu ayuda —le digo—. No quiero que presencies estas cosas; aunque sea necesario.

Quizás estoy dándole demasiada importancia... Quién sabe qué le habrá mostrado Echidna.

Ella me mira confundida pero rápidamente parece entender lo que quiero decir. Su rostro se vuelve serio mientras caminamos juntos por el pasillo.

—Mi madre me obligó a hacer cosas horribles —responde ella con voz monótona y despojada de emociones—, aunque si ella volviera a pedírmelo ahora mismo... no lo haría nuevamente.

Las palabras de Beatrice revelan que las cosas que hizo bajo la influencia de su madre fueron realmente impactantes. El simple hecho de decir que se arrepiente tiene un gran significado.

—Te compensaré por ello más adelante. Lo siento —le digo, sin profundizar en el tema—. Supongo que solo me queda compensarte en el futuro.

Finalmente llegamos a la entrada del sótano, donde Bert y Lessed están de guardia. Ambos nos ven y realizan un saludo militar al instante.

—Mi general, señorita Beatrice, ¡buenos días! —exclaman ambos al unísono, con la deferencia y el respeto que merecemos.

—Buenos días —respondo cortésmente, apreciando su trabajo diligente mientras ingreso al sótano.

Beatrice me sigue de cerca, pero decido detenerla en seco.

Al final, no deseo causar eso en ella, no lo vale.

—Quédate aquí arriba por unos minutos, te llamaré cuando te necesite ¿De acuerdo? —le pido con firmeza.

Aunque noto cierta molestia en sus ojos, Beatrice asiente y se da media vuelta obedeciendo mi solicitud.

No deseo que ella sea testigo de esta faceta oscura de mi personalidad.

Desciendo hacia el sótano, donde Lucas y Arne observan impotentes cómo el ladrón sonríe burlonamente mientras intenta abrir una salida desesperadamente.

Este individuo carece del poder mágico para acabar con su propia vida o tal vez teme hacerlo.

En medio del caos a mi alrededor, las cajas perfectamente ordenadas y la presencia de polvo evidencian que este ladrón no ha utilizado magia alguna. Sin embargo, sin sus brazos ni piernas para canalizar el maná, puedo afirmar audazmente que no posee habilidades mágicas significativas.

Me acerco con calma hacía ellos, sin mostrar perturbación alguna; Lucas y Arne voltean sorprendidos ante mi presencia.

Mientras tanto, aquel ladrón dirige una mirada cargada de desprecio hacia mí antes de escupir con desdén sobre el sucio suelo húmedo.

Manteniendo la calma, me acerco a él con paso decidido. Observo que luce cansado y adormilado, su cuerpo no ha perdido mucha sangre, pero sin duda intentó escapar durante la noche.

Lamentablemente para él, sus esfuerzos se vieron frustrados por mi intervención providencial.

Me agacho frente a él y antes de que pueda lanzarme otro escupitajo en señal de insolencia, desato un poderoso hechizo de agua sobre su rostro malicioso. La sorpresa se refleja en sus ojos atónitos mientras busca frenéticamente una salida en vano.

—Bien —susurro serenamente—, tengo múltiples métodos para hacer que hables; sin embargo, prefiero resolver esto pacíficamente.

Con audacia y solemnidad saco tres monedas santas del bolsillo interior de mi chaqueta.

Solo una sola moneda santa puede asegurar una vida cómoda durante muchos años; pero ofrecerle tres garantiza al miserable hombre frente a mí no solo evitar el trabajo duro por el resto de su existencia sino también vivir rodeado de sus seres queridos.

Sus ojos destellan codicia al contemplar las brillantes monedas sagradas; sus labios tiemblan bajo el frío implacable del sótano oscuro.

Sin embargo, esos mismos labios se aprietan con determinación ante mi propuesta tentadora.

—Si tus contratistas te han entregado algo valioso... si te han confiado algún secreto... ahora es tu oportunidad de hablar —le digo pausadamente con voz autoritaria mientras le ofrezco una última oportunidad para redimirse.

El ladrón niega con la cabeza, desconcertándome con su inesperada poca cooperación. Su expresión de desprecio se transforma en una mezcla sincera de preocupación y angustia.

Sonrío impasible, sin permitir que su desesperación me afecte emocionalmente.

—Muy bien —concluyo fríamente—, si así lo deseas, no me culpes.

El ladrón abre los ojos con sorpresa, desviando su mirada hacia otro lado durante varios segundos. Puedo observar cómo tensa y relaja repetidamente los músculos de sus brazos, mientras sus piernas se convulsionan involuntariamente debido a su incapacidad para moverlas.

—Debo dar noticia antes de que sea tarde ¡Te lo diré todo cuando regrese!

Su actitud es intrigante; si estuviera en una situación similar, contratado como ladrón y enfrentándome a la oferta de valiosas monedas santas junto con la promesa de un buen trato, solo dos motivos podrían explicarlo.

El primero sería el temor de que todo sea una mentira. Sin embargo, descarto esta posibilidad por las palabras iniciales del hombre: mencionó que debía dar noticias importantes

La segunda opción es aún más plausible: alguien lo está amenazando.

En medio de su agitación frenética, el individuo intenta liberarse con fuerza mientras su expresión preocupada da paso a un destello iracundo pero desesperado.

—¡Déjame salir! —exclama con vehemencia mientras forcejea para utilizar sus piernas e intentar moverse, al mismo tiempo que agita sus brazos impotentes.

Aunque no puede erguirse ni emplear sus manos en este estado lamentable, al menos conserva cierta funcionalidad en sus extremidades inferiores.

Para calmarlo y hacerle entrar en razón sin ejercer demasiada fuerza sobre él, agarro bruscamente su cabeza entre mis manos y la hago chocar con la pared cercana. Una vez logrado esto, puedo apreciar cómo recupera momentáneamente la compostura.

—¿Estás siendo amenazado? —pregunto directamente, mirándolo con sorpresa y determinación— ¿Han tomado como rehén a algún ser querido tuyo?

En respuesta, el hombre aprieta los labios con una fuerza tal que la sangre brota de ellos. Me observa temeroso y después de un suspiro profundo asiente con la cabeza para luego expresar su odio más profundo.

—Tienen a mi hija —murmura en voz baja pero cargada de desesperación.

Y así se revela una razón desagradable, proveniente de cualquier fuente que sea. Las palabras del hombre sorprenden a Lucas, quien se acerca a él.

Yo permanezco en silencio, pero mi mirada insta al hombre a continuar su relato.

—No tengo tiempo que perder, si amanece entonces... —comienza a decir el ladrón antes de ser interrumpido por la visualización del reloj en mis manos, señalándole que ya es mañana y que no hay nada más por hacer.

En ese preciso instante, toda resistencia cesa. El hombre dirige su mirada hacia el suelo mientras una luz abandona sus ojos y palidece visiblemente. De repente, con un impulso desesperado hacia atrás intenta poner fin a su propia vida.

Con destreza y rapidez logro evitarlo al agarrarlo firmemente entre mis brazos antes de que pueda llevar a cabo tal acto desesperado. Aunque forcejea para liberarse, lo mantengo firme sin ceder ante sus esfuerzos.

—Dime la información y yo me encargaré de vengarle —le digo con determinación mientras lo observo fijamente.

El hombre me escruta con odio, pero finalmente empieza a hablar con renuencia mientras las lágrimas brotan de sus ojos e intenta forzar las palabras entre sollozos entrecortados.

—Fui contratado por la candidata Anastasia Hoshin... Ella me ordenó robar tu arma y entregársela —susurra mientras dirige la mirada hacia el techo—. Mi hija fue tomada como moneda de cambio... Es algo que ella ha estado haciendo en secreto. En Kararagi, es algo común.

La mención de Kararagi y su práctica legalizada de la esclavitud me llena de indignación, pero el hombre rápidamente aclara que esto va más allá de la simple esclavitud.

—¿Anastasia Hoshin? Dudo que ella se involucre en algo sin obtener beneficios a cambio —expreso con incredulidad—. Además, dudo mucho que Julius lo permita y tampoco creo que esté dispuesto a arriesgar tanto.

El hombre me mira con determinación entre lágrimas mientras susurra firmemente:

—A ella solo le importa obtener tu poder... Hará cualquier cosa para lograrlo mientras pueda beneficiarse.

Cansado de esta farsa despreciable, coloco mi mano sobre su pierna lentamente aumentando la temperatura. Aunque aún no tengo un control total sobre este poder, hay momentos en los que fluctúa desde un calor intenso hasta uno abrasador.

El hombre me mira con sorpresa ante esta manifestación sobrenatural.

—¡Es verdad lo que digo! —exclama el hombre mientras una mueca de dolor se dibuja en su rostro, y yo continúo aumentando la intensidad del calor—. Anastasia no es lo que crees. Esa bruja actuó a espaldas de su caballero, estoy seguro de ello, porque fue ella quien me reveló tu ubicación.

Poco a poco, todo comienza a tener sentido en mi mente.

—Ella me ordenó seguirte y esperar por una oportunidad para actuar... Solo así liberaría a mi hija. —El hombre sonríe con una expresión macabra.

En este momento solo quedan dos sospechosos principales.

—Gracias por la información —le respondo mientras me levanto y hago señas a Lucas.

Él comprende inmediatamente y se acerca hacia el ladrón. En un último grito desesperado, intenta hacer algo, pero pronto queda sumido en un absoluto silencio.

Supongo que ya no necesitaré los servicios de Beatrice...

—Deshazte del cuerpo. Yo saldré hacia la capital; esperen en la mansión hasta nuevo aviso —ordeno sin titubear mientras subo las escaleras rumbo al exterior.

A medida que reflexiono sobre los hechos, solo puedo vislumbrar dos posibles culpables, pero uno destaca claramente entre todos ellos: Roswaal.

Su conocimiento tan preciso de nuestra ruta y circunstancias no puede ser mera coincidencia. Es cierto que podría haber investigado minuciosamente cada aspecto relacionado con nosotros, pero hay un detalle crucial:

Nadie puede actuar de esa manera si Reinhard está presente.

El mismo ha afirmado tener la capacidad de leer mentes en ciertas situaciones, especialmente cuando se trata de intenciones maliciosas o un sufrimiento extremo. Si alguien hubiera tenido malas intenciones hacia nosotros, Reinhard lo habría detectado y habría intervenido.

Esto solo puede significar dos cosas: existe una forma de eludir los poderes de Reinhard o ya conocían nuestra ruta desde el principio.

Anastasia no podría descubrir una ruta al azar, que no está planeada y está llena de desvíos.

En cambio, alguien que puede ver el futuro si podría hacerlo.

No puedo permitir que el ladrón nuble mi juicio con sus mentiras.

Si lo dejaba habar más, podría tomar una decisión equivocada.

Lo más importante son las intenciones detrás de todo esto, y el hecho de involucrar a Anastasia solo puede significar una cosa: alguien desea sembrar conflicto entre ella y yo.

Anastasia no es ese tipo de persona, según la información de la novela claro, pero no es la principal sospechosa sin duda alguna.

Además, ella no tendría por qué contratar gente tan débil, conociendo mi fuerza ella habría contratado a gente especializada, y según su grupo sería demihumanos.

El ataque fue premeditado para que los matase y descubriese que fue de parte de Anastasia.

Esto me hace pensar en los sabios; es algo que no le convendría o no debería importarle a Roswaal.

Con Roswaal, aunque me pese no es tan así, esto no debe ser parte de él. Aunque Anastasia sea una adversaria formidable, no habría necesidad de enfrentarse a ella de forma tan contundente.

Por lo tanto, solo quedan los sabios como posibles culpables.

Beatrice me mira sorprendida ante mi resolución, pero le sonrío y tomo su mano.

—Vamos hacia la capital —le digo decidido.

Salimos solos sin tomar ninguna carroza ni transporte adicional. No conozco muy bien el camino hacia nuestro destino, pero ya preguntaré. Beatrice parece estar emocionada; observa todo a su alrededor siendo la primera vez que visita este lugar.

Últimamente ha estado mucho más animada e incluso se comporta como una niña en ocasiones, lo cual resulta un tanto incómodo considerando que nunca he tratado así con niños.

Supongo que con el tiempo me acostumbraré.

Al final del día, soy yo quien le insto a actuar así, por lo que en parte es culpa mía esta situación incómoda.

La capital está repleta de movimiento gracias a las elecciones; es probable que muchas personas estén realizando inversiones y estableciendo contactos para apoyar a alguna candidata política.

Lamentablemente dudo mucho que Emilia cuente con un gran número de seguidores.

Una vez llegamos, dirijo mi mirada hacia la fuente que se encuentra en el centro de la plaza. Es justo aquí donde aparecí por primera vez en este mundo.

—¿Fue aquí? —pregunta Beatrice, curiosa mientras observa a su alrededor.

Han pasado meses desde aquel momento y dudo mucho que pueda sentir algo especial ahora.

Como era de esperar, Beatrice niega con la cabeza, indicando que no experimenta ninguna sensación sobrenatural. Continuamos nuestro camino hasta llegar a un puesto de manzanas en una esquina cercana a las herrerías.

El vendedor me observa detenidamente antes de expresar su desaprobación.

—Antes no te vi con ninguna niña y resulta que ahora tienes una —dice el hombre mientras dirige su mirada hacia Beatrice, quien mantiene una sonrisa radiante.

—Bueno, las cosas cambian... Ella es mi hija adoptiva —respondo sin titubear mientras Beatrice continúa sonriendo con fuerza y apretando firmemente mi mano.

Extraigo una moneda santa del bolsillo oculto en mi manga y se la entregó al vendedor sin falta alguna.

—Si no fuera por ti, habría terminado en problemas —admito con gratitud.

La intervención de este hombre fue crucial para que Reinhard pudiera adentrarse en los barrios bajos. Si no hubiera sido por él, todo habría salido según lo planeado y nos habríamos enfrentado a dificultades innecesarias.

Su rostro se ilumina al ver la moneda santa, casi como si se le hubiese resuelto la vida.

—Lo llame por precaución —explica el hombre mientras contempla la moneda de oro con alegría. A continuación, le entrega una manzana a Beatrice—. Es la mejor que he recolectado hoy, disfrútala.

Beatrice asiente y da un mordisco a la jugosa fruta, mostrando su satisfacción. Nos despedimos del amable vendedor y nos dirigimos hacia el gremio de herrería.

Baltazar mencionó que podríamos contratarlos debido a la situación en la que se encuentran aquí.

El gremio más influyente de Lugunica ha logrado suplantar a todos los demás gremios presentes en la capital; contratan gente o les pagan para abandonar sus negocios.

Aquellos que decidieron marcharse no tuvieron mayores problemas posteriores, pero aquellos valientes emprendedores que optaron por quedarse fueron amenazados y poco a poco vieron cómo sus negocios eran destrozados sin piedad.

Así es como funciona el mundo...

—Aquí estamos —anuncio cuando llegamos al callejón desolado donde se encuentra el taller clandestino.

El trasiego de personas es escaso por esta zona y una entrada sospechosa cubierta con tablones de madera llama mi atención. Varias inscripciones advierten sobre la presencia de pandillas, aunque su disposición desordenada permite vislumbrar lo que hay detrás.

Las palabras "no entrar" y "peligro" se entremezclan en las tablas, formando un escenario que indica claramente la difícil situación en la que se encuentran los habitantes de este lugar.

Observo a nuestro alrededor con cautela, pero no parece haber nadie prestando atención...

No se escucha ni un susurro proveniente de aquel lugar sombrío, pero si la información proporcionada por Baltazar resulta ser verídica, entonces estamos en el sitio correcto.

Saco una moneda de plata y la arrojo a través de los tablones que obstruyen la entrada, provocando un eco fugaz antes de que el sonido se desvanezca rápidamente. Si lo que me dijo Baltazar es cierto, entonces ahora debo anunciar mi llegada en su nombre.

—Baltazar me confió su información; vengo con una propuesta —anuncio en voz alta.