Originalmente tenía otra idea cuando me dispuse a escribir Innocence... No tengo idea de cómo fue que Kaoru terminó como sacerdotisa XD (aunque ahora ya encontré una justificación para eso...)

Pero bueno... Lo cierto es que considero que muchas de esas ideas tenían buena trama. Así que decidí publicar unas cuantas, jejeje. Éste es el primero y es básicamente una serie de songfics. Los que ya me conocen, yo escribo con música, por eso (a parte de la falta de inspiración) a veces un capítulo se retrasa demasiado si no encuentro la música adecuada.

DISCLAIMER: Rurouni Kenshin no es mío. Pero no dejo de soñar con que algún día lo será. *_*


Capítulo 1: Heavenly Days.

La hoja la atravesó de una sola estocada. Y salió de ella bajo el mismo movimiento con el que había entrado. La visión se le nubló por segundos.

Las piernas le fallaron y la joven cayó de espaldas al suelo.

-¡KAORU!

...

Cuando abrió los ojos de nuevo, Kenshin la sostenía en sus brazos.

La tenía acunada con cuidado, la sostenía firme manteniendo el rostro de ella cerca de su pecho, a la altura de su corazón; tenía el rostro lleno de lágrimas y la más pura angustia en sus ojos.

Kaoru hubiese querido abrazarlo entonces y haber sido capaz de confesarle todos los pensamientos que bullían en su mente, abrirle su corazón en ese mismo instante. Pero la vida se le escapaba con cada suspiro y su mente apenas y podía coordinar su cuerpo.

Especialmente ahora que todos sus recuerdos habían vuelto.

-Ken...shin...

El muchacho la apretó más contra su cuerpo, su ser trataba de demostrarle que estaba ahí para ella, que no estaba sola. Y, al mismo tiempo, trataba de asegurarse de que ésta seguía todavía viva, y estaba ahí con él.

-¿To moe ? -Preguntó ella en un suspiro, sentía que de a poco le regresaban las fuerzas.

-A salvo -respondió él-. Fue a conseguir ayuda.

Kaoru apenas y sonrió; no era una sonrisa de felicidad sino un gesto casi de burla. Ella sabía que en aquel paisaje helado no encontrarían a nadie que pudiese ayudarlos.

De repente dejó salir una corta tos, justo cuando intentaba volver a hablar. El pelirrojo se sintió desesperado de no poder hacer nada para ayudarla. A pesar de que la herida en el vientre de ella había sido vendada -torpe y rápidamente-, la sangre continuaba escapando y se deslizaba hasta manchar la nieve.

La joven le miró entonces. Sus ojos brillaban con emoción.

-Yo... estoy contenta -Confesó en un susurro, con una sonrisa honesta adornando su rostro-. Kenshin... Estoy agradecida de haberte conocido... Y de que, estés a salvo.

-También yo -respondió él tras haberse tragado el nudo en su garganta-. Estoy feliz de que Kaoru dono haya caído del cielo cuando lo hizo. -Sonrió.

Aquello trajo una risa a los labios de ambos.


...

Kenshin recién había llegado a la región de Chosu y se disponía a llegar al campamento donde se rumoraba se reunía a todo aquel que quisiese formar parte de la rebelión; cuando literalmente desde el cielo cayó sobre él una joven de negros cabellos y extraordinarios ojos azules.

-¡Aah! -Había gritado ésta.

-¿Eh? -Y él apenas y había mirado arriba antes de que la joven le cayese encima.

-¡Owf! -Exclamaron ambos.

Kenshin sintió que aquel golpe le había sacado el aire, y no podía moverse mientras ella siguiese sobre él. La joven por su parte, sentía que la cabeza le daba vueltas, mas estaba en mejores condiciones que su compañero; por lo que fue la primera en recuperarse. Cuando se irguió, se sorprendió de ver al joven debajo de ella.

-¡Oh! -Exclamó cuando los ojos de dicho joven se abrieron.

Amatista se encontró con Zafiro.

-Kami, pero qué peculiar eres -exclamó ella, todavía sobre él.

Kenshin parpadeó confuso y abrumado de lo rudo del comentario, antes de poder contestar.

-¿Te importaría quitarte de encima? -Pidió.

La joven se puso de los mil colores.

-¡Ah! ¡Gomenasai! -Se disculpó, levantándose casi al instante. -¿Te lastimé?

Kenshin se levantó con parsimonia -analizando su cuerpo al instante después, reacomodándose las ropas y las espadas en su cintura-, salvo el golpe de la caída inicial, no había sufrido ningún daño. Negó con la cabeza como respuesta y ella suspiró en alivio. Fue entonces que él la analizó. Era una jovencita casi de su misma altura, por sus facciones podía apostar que eran de la misma edad. Sin embargo, sus ropas resaltaban por sus vivos colores, un kimono de un color amarillo metálico que parecía dorado; saltaba a la vista que la joven era de la nobleza, pero...

Kenshin levantó la mirada al cielo.

En el camino en el que actualmente ambos se encontraban no había absolutamente nada de donde alguien pudiese caer.

Estaban en campo abierto, con extensiones amplias de tierras de sembradío tanto a la derecha como a la izquierda del camino.

-¿Cómo fue que caíste del cielo? -Cuestionó desconcertado.

La aludida parpadeó antes de levantar el rostro igualmente.

-No lo sé -Contestó igualmente desconcertada.

Kenshin la miró todavía más desconcertado.

-¿Cómo es posible?

-Lo último que recuerdo... -dejó la frase al aire.

La joven pareció pensar por un largo rato, ojos cerrados y brazos cruzados, y al final acabó por sacudir los hombros.

-La verdad es que no recuerdo nada -sonrió avergonzada.

-¿Ni siquiera tu nombre?

La pelinegra saltó entonces.

-Mi nombre sí lo recuerdo. Soy Kaoru -dijo.

-¿Sólo Kaoru? -Cuestionó él.

-Un(sí) -Respondió ella.

...

Aquel había sido su primer encuentro.

Tras haberle dado vueltas al asunto durante el resto de aquel día, Kenshin había pensado que quizá la joven fuese o bien un espíritu del bosque o hasta una megami (diosa). Aunque resultaba extraño el que ésta no recordase nada. A pesar de esto, la joven exudaba inocencia y alegría, que el samurai se sentía recargado de energía con el simple hecho de mirarla. Y, a pesar de no saber mucho sobre la religión, decidió que debía cuidarla.

Un regalo de los dioses, cualquiera que fuesen sus intenciones, no se rechaza.

Al final, él le había confesado sus planes de unirse a la facción de Chosu, tras darle un resumen de la situación actual de Japón. Ella había accedido a viajar con él, incluso a seguirle la historia que él había inventado por ambos.

Por ahora serían familiares.

Frente a ellos se encontraba uno de los rebeldes que registraba a los que habían sido seleccionados. Shinsaku el líder de los rebeldes se encontraba también; tenía un interés claro en el pelirrojo.

-Nombre. -Les preguntó.

-Himura Kenshin -Respondió el muchacho, girando después hacia su compañera-. Y ella es mi familiar, Himura Kaoru.

Shinsaku afiló la mirada, "familiar" era un término ambiguo. Lo más seguro es que el apellido pertenesiese sólo a uno de ellos y el otro debía de ser alguien que se había vuelto cercano al primero; y al ver las ropas de la joven, era fácil pensar que era ella la dueña del nombre que usaban.

-No estoy seguro de que tengamos un lugar para ella. -Repondió el hombre que tenía la tablilla de registrados.

-No voy a dejarla atrás. -Declaró Kenshin con firmeza.

El hombre iba a refutar algo cuando Shinsaku le detuvo.

-Déjala que apoye en las labores diarias. ¿De acuerdo?

-Hai (sí) -Había contestado Kaoru antes de que Kenshin pudiese volver a negarse.

El muchacho seguía creyendo que su recién amiga de ojos azules era alguien importante, sino bien divina, en especial tras haber llegado directamente desde el cielo. Aunque por razones obvias no podía decir esto.

Así que durante los meses siguientes, ambos jóvenes compartieron el mismo espacio. El grupo comenzó su entrenamiento. La intención era convertirlos a todos en soldados y seleccionar a los de habilidades únicas para cargos importantes dentro del ejército que formarían.

En medio de tanta seriedad, Kaoru brillaba por ser ese alivio que la mayoría necesitaba. Su primera incursión en la cocina había sido toda una odisea.

-Creo que será mejor mantenerla lejos de la cocina. -Le había dicho Shinsaku tras el fiasco de aquella cena.

Kenshin no había podido hacer nada más que asentir, sintiéndose algo avergonzado.

Sin embargo, hubo un área en la que la joven se desempeñó hasta brillar.

Tras un día de arduo entrenamiento, Kaoru había tenido que lavar al día siguiente las prendas sucias. Cuando hubo terminado prestó atención al gi de su compañero, éste necesitaba un montón de remiendos; y la joven, movida por un sentimiento desde su centro, se había puesto a la tarea de remendarlo.

-¿Te gusta? -Le preguntó a Kenshin.

Para cuando él había regresado a la noche, ella le había entregado la prenda terminada.

-Tienes habilidad para ésto. -Le aclamó él.

Y lo cierto era que no exageraba. La tela estaba cocida a tal punto que era difícil identificar las partes que habían estado deshilachadas.

A partir de entonces sus tareas cambiaron.

Luego, Katsura Kogoro llegó al campamento.

...

El hombre no tardó en posar sus ojos en Kenshin, y pronto la oferta llegó de que éste le acompañase en su camino a Kioto. Igual que al principio, sin embargo, Kenshin pidió llevar a Kaoru consigo. Una pequeña concesión ante la que Katsura no tuvo oposición. Lo siguiente que hizo el joven samurai fue explicarle su nueva situación a su compañera.

-Suena peligroso. -Había dicho ésta. La inseguridad y el miedo eran claros en sus orbes azules.

-Lo es. -Aceptó él-. Pero es un paso más cerca de alcanzar la era que buscamos -se convenció.

El miedo de Kaoru sin embargo, era algo diferente.

-¿Y estarás bien? -Cuestionó, sus manos encima de las de su compañero; quien la miró y luego asintió. Ella negó con la cabeza. -Eres demasiado puro e ingenuo. -Le dijo.

Kenshin iba a refutar, pero entonces, Kaoru lo sorprendió abrazándose a él.

La joven olía a jazmines frescos. A lluvia recién caída y mandarinas. Las manos del muchacho no tardaron en corresponder al abrazo de su compañera.

-Me quedaré contigo -prometió ella, sintiendo una angustia dentro de sí que se sentía de antaño-. No te dejaré caer.

Y durante los terribles meses que siguieron, meses llenos de una lluvia de sangre, así había sido.

Kaoru no permitió que Kenshin se perdiera encerrándose en sí mismo. Desde la primera vida que tuvo que tomar, incluso si él decía estar bien, ella estuvo ahí esperándole. Y tan pronto él la miró, fue como si algo dentro de sí se quebrara y todas sus emociones corrieran al fin libres.

La joven lo había tomado en sus brazos mientras el muchacho derramaba lágrimas silenciosas...

Y siempre tras cada encargo, era ella quien lo recibía.

Más allá del cuidado y de limpiar el resquicio de la sangre; Kaoru se encargaba de velar el descanso de Kenshin. Siendo más propenso a dormir de día que de noche, las pocas veces que descansaba lejos de la espada, lo había hecho en el regazo de ella.

E incluso cuando aquella primera cicatriz fue hecha en su mejilla...

-Al final, no pude acabar con él. -Confesó recostado en su regazo. -Igualmente acabó muriendo.

Izuka había llegado después por supuesto, ha cubrir la escena.

-¿Por qué? -Le había preguntado ella, con una mano le acariciaba la cabeza, la espalda... con la otra sostenía las de él. Aunque sería más correcto decir que era él quien se aferraba a la de ella.

-La forma en la que repetía aquel mantra, creo que era un nombre... me hizo pensar en ti... -confesó él cerrando los ojos con pesar y aferrándose a ella.

...

Tomoe había llegado después.

Y con su presencia, aquellos recuerdos que habían permanecido sellados en la mente de Kaoru se vieron de a poco liberados de aquel cerrojo, uno a uno.

-Kaoru dono -Le había llamado él, tras días del alejamiento que la joven se había autoimpuesto.

-Dime, Kenshin. -Ella había sonreído y actuado como si no ocurriese nada.

Mas el muchacho llevaba más de un año conviviendo con ella, él sabía interpretar sus gestos y reconocer que le estaba evadiendo.

-¿Por qué me estás evitando? -Le había cuestionado directamente.

-No sé de qué me estás hablando -respondió ella.

Y su respuesta había acabado por destruir la paciencia del joven.

Tenían poco de haber llegado a Otsu tras el ataque al Ikedaya. Aquella noche, Kenshin había querido asistir al festival con Kaoru, más ésta última había alegado que sería mejor el que llevase a Tomoe; si Kenshin había estado inseguro antes, entonces la respuesta de ella le había dejado seguro de que algo había cambiado entre ambos.

Y de que ese algo era Tomoe.

La joven, que parecía haber salido de la nada si los reportes de Izuka eran ciertos, era un contraste directo con Kaoru. Una ruidosa, la otra callada; una que llevaba su corazón en la palma de su mano, la otra tímida hasta ser demasiado reservada; una fresca, la otra elegante, las comparaciones podían seguir. A pesar de esto, ambas desarrollaron una buena relación que fácilmente podía considerarse amistad.

Con Kenshin la interacción era un tanto diferente.

Si bien Kaoru le cuestionaba su papel en la revolución al igual que Tomoe, la primera se veía genuinamente preocupada por él y por defender ideales que eran propios de ella; mientras que la segunda pareciese buscar una respuesta en él, que justificase el actuar de ella, y al mismo tiempo, que negara algo que ella creía y que tenía arraigado en su psique. Y si no fuera por la relación que ambas jóvenes tenían, Kenshin había estado seguro de que habría habido un momento donde habría decidido eliminarla.

Quizá por todo lo anterior, el reciente rechazo de Kaoru le enervaba.

-¡Me has estado alejando de ti! -Estalló, sosteniendo a su compañera por los hombros. -¿Te he hecho algo? ¿Te he ofendido de alguna manera? Dime, Kaoru -suplicó, obviando el keigo- ¿Te he lastimado de alguna forma?

Kaoru desvió la mirada contrita. ¿Cómo podía explicarle lo que había estado recordando?

"Himura Tomoe." Decían sus recuerdos. Una voz odiosa en su mente.

Aunque no tenía imágenes como tal, sentía la certeza de que estaba robando el lugar de otra, en este caso el de Tomoe.

-No Kenshin -respondió con voz temblorosa- No lo has hecho.

Él le miró con angustia.

-¿Entonces por qué?

Kaoru, tan niña entonces, mucho más de lo que había sido antes, le había abrazado con fuerza.

-No sé lo que siento, Kenshin -le confesó-. No lo sé... Me sentía molesta... Sólo sé, sólo sé que te quiero conmigo, quiero que te quedes siempre conmigo.

-No me voy a ir ningún lado sin ti -contestó él, abrazándose a ella igualmente.

Había sido el primer paso para revelar sus sentimientos... Pero dadas sus circunstancias el tiempo que tenían para estar juntos estaba llegando a su final.

La primera advertencia había sido Enishi.

Aunque su imagen era distinta, Kaoru había temblado en su sitio.

Aquel había sido el último día que pasaran los tres en aquella casa escondida.

...

Tomoe, tras haber descubierto lo equivocada que había estado, tras descubrir que en medio de una guerra no existen buenos ni malos; pero principalmente tras conocer al niño tras la máscara de asesino y su relación con la niña de ojos azules, había comprendido el error tan grande que había cometido.

Por eso había intentando advertirles al tiempo en que había intentado deviar al grupo que iría tras ellos, sin ser capaz de conseguirlo.

Una vez más ambos jóvenes la habían sorprendido, pero principalmente Kaoru, quien había ido a buscarla con la firme intención de protegerla. La joven de ojos azules incluso había impedido el que Tomoe se quitase la vida, las manos de la menor ahora tendrían cicatrices tras haber detenido el tanto (espada pequeña tipo daga).

-No hay otra forma... -Había dicho entonces Kaoru, más para sí misma que para alguien más, tras haber analizado el transcurso de la pelea.

Luego había sonreído con pena, dedicado unas palabras a la mayor, para luego salir corriendo hacia donde Kenshin -exhausto- todavía peleaba.


...

Kaoru volvió a toser.

-¡Kaoru dono! -Su compañero se angustió aún más.

La sangre seguía brotando, iba mucho más lenta que antes pero seguía este mismo camino. La piel de la joven cada vez se veía más pálida.

Kaoru sonrió con tristeza. ¡Si tan sólo pudiese decirle todo lo que sabía...!

Mas las palabras mismas no alcanzarían...

-Ni siquiera ahora, pude librarme del honorífico -rio.

Kenshin sintió el corazón estrujársele en el pecho. Daría todo de sí para cambiar lugar con ella. Para asegurar el que ella sobreviviría.

-He pensado... -Dijo ella. -Que quizá debí de haberte correspondido hace mucho.

Él negó con la cabeza, las lágrimas volvían a caer.

-No. He sido yo quien ha desperdiciado el tiempo. -Refutó-. Debí de haber sido claro desde el inicio. Decirte lo mucho que te quiero... -La voz se le cortó un instante, la gargante volvía a sentirse con un nudo atorado en su centro-. Kaoru dono has hecho tanto por mí... No creo... No que pueda vivir sin ti... -Sollozó.

La nieve volvió a caer.

-Ne Kenshin... -Le llamó, sus manos, que habían estado quietas hasta entonces, encontraron el rostro de él. -Tienes que prometerme... -Susurró, con la mirada azul clavada en la de su compañero. -Tienes que prometerme que vivirás. Que realmente vivirás. -Pidió, manteniéndose firme incluso cuando él volvía a quebrarse en llanto y angustia. -Incluso si no te vuelvo a ver.

Kenshin negaba con la cabeza, sin poder apartar la mirada de ella.

-Prométemelo Kenshin. Prométemelo.

Con la frente pegada a la de ella, las manos temblorosas pero firmes en su abrazo en ella, Kenshin finalmente asiente.

La sonrisa que Kaoru le regala entonces es inmensa... Y al instante siguiente, ella deposita un beso corto y casto en sus labios.

...

-¡Kenshin!

Para cuando Tomoe regresa en compañía de una pareja, la cual Kenshin supone han venido a ayudar, Kaoru ya se ha desvanecido en sus brazos.

Kenshin niega con la cabeza una vez, y Tomoe cae de rodillas al suelo con el rostro entre las manos.

...

"Descuida, Kenshin."

Dos días después, y tras la visita de Katsura, Tomoe y Kenshin se separan. La primera irá en busca de su hermano y el segundo terminará con la consigna de su papel en la rebelión.

Mientras la nieve vuelve a caer, Kenshin recuerda aquellos últimos momentos con Kaoru.

Cómo tras aquél beso, el cuerpo de la joven parecía volverse intangible y translúcido. El miedo que él había sentido al ver a su compañera literalmente desvanecerse en sus brazos.

"Este no es el final de nuestra historia." Le había asegurado ella, dejándose caer sobre el pecho de él, agotada. "Diez años a partir de ahora..." Le pidió.

Él podría haber jurado haber visto a Kaoru desaparecer bajo una lluvia de chispas de colores como estrellas. El haber visto tal esencia, la esencia de su alma elevarse al mismo cielo de donde alguna vez había caído hasta él, y bailar en el aire hasta desaparecer.

Pero ante todo, recordaba la última petición que le había hecho. Cuando sus ojos se habían cerrado ya, mas la sonrisa seguía clara en sus labios.

"Encuentrame en el futuro, Kenshin."

...

"Encuentrame en el futuro..."


A/N: Y sí, ésta era una de las sorpresas de navidad que terminó siendo una sorpresa de año nuevo básicamente porque me enfermé y estuve en cama sin poder hacer nada más que comer (a medias) y dormir... Es la razón también del porque sea una narrativa un tanto escueta y falta de los detalles perfeccionistas que tanto me gusta incluir.

Pero en fin, esperemos haya sido una especie de depuración de fin de año xD