Here we go again!
Originalmente esta historia tenía tres partes, pero por falta de inspiración sólo la primera se escribió...
Pero por fin encontré las palabras para describir la segunda parte. Btw, el intro en cursiva se escucha mejor con Heavenly Days Music Box de Yui Aragaki
Disclaimer: La canción Hotaru pertenece a Fujita Maiko. La usé tanto en su versión acústica, como en music box y como en su versión original; lo dejo a decisión de ustedes el orden de cada una.
Capítulo 2: Hotaru.
La nieve cayó lentamente comenzando a cubrir el paisaje con su velo blanco.
-Ne Kenshin... -Le llamó en un susuro.
Sus manos, que habían estado quietas hasta entonces, encontraron el rostro de él.
-Tienes que prometerme...
Sus ojos azules le miraban todavía conservando su brillo.
-Tienes que prometerme que vivirás. Que realmente vivirás.
¿Cómo explicar el dolor que apretujó el corazón del samurai entonces? ¿El llanto que volvía a nacer?
-Incluso si no te vuelvo a ver... -Le pidió ella; su voz cada vez más débil.
Kenshin negaba con la cabeza, sin poder dejar de llorar.
-Prométemelo Kenshin. Prométemelo. -Le rogó.
Con la frente pegada a la de ella, las manos temblorosas pero firmes en su abrazo en ella, Kenshin finalmente asintió.
¡La sonrisa que Kaoru le regaló entonces fue inmensa...!
El beso que compartieron fue agridulce.
Y entonces el joven samurai vuelve a ser presa del pánico; el cuerpo de Kaoru ha comenzado a desaparecer...
Aunque todavía puede sentirla, de a poco su imagen se vuelve traslúcida como si de pronto se hubiera convertido en algo similar a un espíritu.
-Descuida, Kenshin. -Le dice ella recargándose de lleno sobre el pecho de él. Se siente cansada; exhausta. -Este no es el final de nuestra historia. -Le asegura todavía sonriendo, aunque sus ojos ya se han cerrado.
Es un nuevo llanto el que le ha dominado ahora; por fin hay una resignación en su alma, mas se obliga a intentar lucir fuerte, al menos por ella.
-Diez años a partir de ahora... -Le dice la dueña de su corazón, apremiándolo. -Encuentrame en el futuro, Kenshin.
-¡Ah! -Exclama él, porque más allá de las palabras de ella - de aquella revelación - el cuerpo de su compañera ha acabado por convertirse en un conjunto de estrellas que de a poco estallan; chispas de colores que suben como si bailaran hacia el cielo hasta desaparecer.
El haber visto tal esencia, la esencia de su alma elevarse al mismo cielo de donde alguna vez había caído hasta él, y bailar en el aire hasta desaparecer, extrañamente, le había reconfortado.
Durante los años de lucha que siguieron, aquella promesa le había dado la fuerza suficiente para seguir caminando... Y de a poco, había aprendido a vivir.
...
"Encuentrame en el futuro..."
...
El portal se abrió envuelto en un remolino de luces azules y esmeraldas; el fuerte viento que produjo hizo revolotear las hojas de los sauces y las flores de cerezo hasta arrancarlas. Incluso anclado en la base de la montaña y aunque la noche había caído ya, su luz era capaz de iluminar hasta más allá de donde se encontraban.
-Elige ahora, joven Kamiya. -Le exigió Enishi, de pie por delante de él, Kaoru a su lado.
La mirada del muchacho no sostenía rencores ni amarguras contrario a su desafío, sino que mostraban una determinación llena de valor. Y quizá por eso fuera que Kenshin sintió mucho más miedo que al inicio; en especial tras de que Kaoru accediese a reunirse con éste bajo lo que había sido obviamente un engaño.
-Tienes sólo una oportunidad -volvió a advertirle.
Debería haberlo sabido. En toda honestidad, debería haberlo sabido.
Pero había sido cobarde.
-Kenshin... -le llamó Kaoru. La tristeza de sus ojos fueron otra espina para el corazón del pelirrojo.
El samurai apretó el agarre en su katana.
Aquella respuesta seguía huyendo de él.
Los días años pasaron y Himura Kenshin se dedicó a vagar por Japón inseguro sobre qué significaba buscar a un espíritu fallecido en el futuro... ¿Sería acaso alguna analogía? Se había cuestionado muchas veces. Y aunque difícil al inicio, conforme el tiempo fue transcurriendo su corazón se fue templando. Le tomó dos años más llegar a Tokio, la ciudad que alguna vez había sido llamada Edo. No sabía decir porqué, pero se había sentido cada vez más nervioso con cada paso que daba para adentrarse en aquella ciudad.
-¡Alto ahí, Hitokkiri Battosai!
En toda honestidad, incluso aunque no hubiese querido responder a tal llamado, habría sido incapaz de negarse. Desde que escuchara sus rápidas pisadas en la distancia acercarse, su corazón ya esperaba por aquel encuentro.
-Al fin te encontré.
Quizá había sido el cansancio tras días de andar sin descanso lo que lo había hecho detenerse.
Quizá fuera el que llevaba casi diez años sin que le llamaran bajo tal pseudónimo y que le sorprendiese el reescucharlo y más en un desafío.
Quizá se debía a la sorpresa de escuchar una voz femenina quien le hablaba evidentemente con un reto en sus palabras.
-Pareces más débil de lo que te imaginé, Battousai el destajador. -Exclamó ella sujetando la espada de madera por el mango y adoptando una postura de ataque.
Mas Kenshin sabía que la verdadera razón había sido no sólo el timbre de esa voz sino el ki que vibraba en el ambiente; como una canción que su corazón reconocía. Y, tras girarse para descubrir a quien lo enfrentaba, el estupor en el que cayó fue tan grande que apenas y pudo reaccionar a tiempo al ataque de la joven.
Ojos azules y brillantes como el cielo en una noche estrellada.
"Kenshin"
"Kaoru estaba viva." Pensó el ahora vagabundo una y otra vez.
Tan perdido estaba en lo surreal de aquel momento que ignoró por completo el resto de las acusaciones, todas pasaron a segundo plano, y tarde fue que se descubrió siendo atacado. Su escape apenas y le había conseguido algo de distancia.
-¡Vagabundo! ¡Soy sólo un vagabundo! -Refutó a modo de defensa ante los cuestionamientos de ella sobre si era realmente el destajador de la era Meiji, desde su nueva postura en el suelo, y le cedió su sakabatou como prueba.
"Kaoru está viva" Volvió a gritar en su mente durante todo aquel encuentro en donde no pudo evitar comportarse como un bobo, ni evitar el que las manos le temblasen. El corazón dormido en su pecho, se había levantado de golpe y comenzado a sacudirse el polvo.
No había sido sino hasta que la policía se había hecho notar tras aquel silbatazo, que Kenshin había logrado salir de su estupor, controlar su corazón para luego correr al rescate de su megami (diosa) favorita.
Cuando ésta había refunfuñado tras haber sido rescatada, el pelirrojo no pudo evitar el tomarse confianzas con ella mientras simulaba al mismo tiempo ser la voz de la razón. Todo el camino la estuvo analizando.
Esta Kaoru se veía más adulta que la versión que él había conocido, aunque no por mucho.
No podía ser la misma. Pensó más de una vez. Pero...
"Encuéntrame en el futuro, Kenshin."
Quizá a esto se había referido su Kaoru entonces... ¿Sabía ella que renacería? Aunque las cuentas no daban del todo, quizá era una cuestión de los dioses, se dijo él; pues Kaoru había caído del cielo en un principio cuando la conoció y vuelto a éste cuando había fallecido.
El corazón se le estrujaba cada que recordaba tal tragedia.
...
"Si tan sólo Tomoe pudiera también verla," se dijo, "quizá sería más fácil creer en tal milagro."
...
Había sido así - dividido entre una promesa y el deseo egoísta de su corazón - que se había terminado por involucrarse en los asuntos de quien era ahora su Kaoru. Y se encontró anhelándola cada vez más y más. Por un momento deseo tener un comienzo limpio, desde cero. Uno donde no habría asesinos ni muerte ni tragedias. Uno donde podría vivir como un hombre nuevo al lado de su Kaoru en esta nueva vida.
Mas su pasado acabó por alcanzarlo y más pronto que tarde, se dio cuenta de que no deseaba ser una mancha en la vida de quien antaño había salvado la suya... Esta Kaoru tenía un apellido y una familia y el legado de ésta; tenía amigos y una historia en la que él no entraba. No podía permitir que la versión sanguinaria que fue emancillara su buen nombre más de lo que ya lo había hecho, incluso si había sido indirectamente.
-Quiero que tú el vagabundo se quede.
Por eso, cuando había sido ella quien lo había instado a quedarse, no había cabido en sí mismo de gozo.
E incluso si debió de menos intentar el negarse, el debatirle cuando menos, su corazón ya no toleraría estar más tiempo sin ella.
-Estoy cansado de caminar. -Confesó.
Himura Kenshin se volvió un invitado de la casa Kamiya.
"Esto está bien" Se había dicho entonces. "Esto es suficiente."
...
Un año entre nuevas experiencias, nuevas aventuras, nuevos amigos, nuevos desafíos y uno que otro malentendido había transcurrido.
Un año en el que ambos se habían enamorado perdidamente del otro, siendo Kenshin quien descubriese primero sus renacidos sentimientos. Si esta Kaoru era la misma o no que la que él había conocido en el Bakumatsu, ya no importaba.
Su corazón estaba rebosante de dicha.
Pero entonces, la amenaza de Makoto Shishio se cernió sobre el dojo, y Kenshin entendió que aunque se hubiesen reencontrado en el futuro - como se lo había prometido a la antigua Kaoru - eso no significaba el que pudiesen compartir una vida juntos.
Entre lágrimas, Kenshin dijo adiós a Kaoru, iluminados por la luz de las luciérnagas y el velo de la luna.
Quizás había sido entonces cuando aquella culpa había nacido...
Quizá por eso incluso cuando ella había ido a buscarlo después, su corazón siguió dudando... Viviendo en ansiedad sobre cuándo y cómo podría llegar el siguiente enemigo. Sobre quiénes y cuántos más podrían llegar a buscarlo para rendir cuentas pendientes.
Sobre si terminaría perdiendo también a esta nueva Kaoru.
Y había sido tal cobardía la que había terminado propiciando aquel desenlace.
...
Aquella escena se mostraba irreal. Nunca en sus peores pesadillas podía imaginar que Kaoru buscaría ella misma al enemigo y mucho menos para negociar con él. ¿Pero aquello no sería ya una segunda vez? Se cuestionó el samurai mezclando sin querer el pasado con el presente.
Con Sanosuke y Yahiko detrás de él en apoyo - Megumi a pasos detrás de estos dos - Kenshin tenía la certeza de que serían capaces de acabar con Enishi y sus dos cómplices, incluso si el objeto de sus afectos se encontraba en compañía de su enemigo.
-Quédate donde estás, Kaoru dono. -Le dijo. -Yo te protegeré y enseguida iré por ti. -Premetió con la mirada llena de determinación.
Kaoru, sin embargo, agachó la mirada contrita.
El corazón del samurai se oprimió ante el rechazo.
Aquella había sido una tarde peculiarmente fría. Todavía faltaban un par de semanas antes de que oficialmente iniciara el invierno, sin embargo, durante los últimos tres días el aire se sentía helado, más aún en aquella zona de campos de cultivo en donde se encontraban actualmente de vacaciones.
Pocas flores quedaban en las copas de los árboles, meses atrás embellecidas en éstas. Había quien decía que pronto caería la primera nevada y aquello - aunque sin quererlo - había terminado por entristecer el corazón del samurai.
En más de una ocasión le había sido imposible el detenerse a mirar el cielo, como si esperase el que algo llegase desde éste. La añoranza en sus ojos era tal que Kaoru temió el que Kenshin padeciera una terrible angustia que acabara por hacerlo volver a retomar el camino errante. Preocupada y ansiosa se había acercado a él con la intención de levantarle el ánimo, no dispuesta a retroceder los pasos que habían avanzado en su relación tras la batalla de Kioto.
-Kenshin. -Le llamó, consiguiendo el que él la mirase. -¿Qué es lo que te tiene tan preocupado?
El pelirrojo sintió una punzada en el pecho. Ella era justamente lo que abrumaba su dolido corazón... Porque incluso el tenerla aquí y ahora, viva y sana, a su lado además, reforzaba la realidad de la pérdida de su anterior amiga... Incluso si de verdad eran la misma persona.
Se forzó a sonreír entonces.
-No es nada con lo que Kaoru dono deba de molestarse.
-No es una molestia, sabes que no. -Refutó ella en un puchero, negándose a deprimirse, le había prometido a Megumi siempre sonreír para Kenshin. -¿Debes mentirme a mí también? -Le recriminó.
Aquello había funcionado, Kenshin se veía contrito.
-Lo lamento, Kaoru dono. -Dijo tras un segundo de silencio. Su mirada volvió a perderse en el gris del cielo. -La verdad es que me siento algo inquieto.
-¿Por la invitación? ¿Crees que sea algún enemigo? -Inquirió ella.
Hacía un par de días, un antiguo conocido de Kenshin le había mandado una invitación a sus baños termales cerca de Otsu, un comerciante que había conocido 5 años atrás durante sus años errantes y a quien había salvado de un atraco. El hombre por fin estaba en condiciones de pagarle tal favor y había pedido la ayuda de Okina para encontrar al pelirrojo y hacerle llegar la invitación.
Kenshin no tenía razones para dudar, el contacto había sido verificado por los Oniwabanshu, y aún así - quizá por la fecha - su corazón se debatía entre la ansiedad y la angustia.
-No lo sé. Esperaría que no. -Dijo él agachando la mirada. -Es solo que este lugar guarda muchos recuerdos para este pobre ser. -Confesó con una sonrisa triste y la mirada oculta tras los mechones de su pelo.
-¿Son todos tristes? -Cuestionó ella con pena.
Mutismo.
Por un breve instante, Kenshin fue capaz de volver a ver la nieve caer mientras decía su último adiós a la megami que había caído del cielo.
-...Sólo uno. -Susurró.
Kaoru parpadeó una y dos veces, desviando de pronto la mirada de él.
-¿Sólo uno?
El pelirrojo suspiró. No era correcto pensar cosas tristes cuando se supone eran tiempos de paz y de diversión, se recriminó. Hacía meses había aceptado cumplir su promesa y seguir adelante, vivir en plenitud. Además, apenas si iban a cenar, y en un restaurante de lujo además.
-No nos preocupemos por eso, Kaoru dono. Fue hace mucho tiempo, tanto que apenas y lo recuerdo del todo. -Le dijo de la forma más sincera que pudo. Y por un instante ella casi fue capaz de creerle. -Estamos de vacaciones, lo estamos. Será mejor que nos enfoquemos en disfrutar.
Tomó entonces la mano de ella en la suya y la guió de vuelta a la posada, consiguiendo apenarla lo suficiente para que dejara las preguntas de momento.
...
Aquel descanso duraría un aproximado de dos semanas. El amigo de Kenshin, el comerciante Masato, era un hombre en sus cuarentas con una familia pequeña pero trabajadora y con quienes había levantado aquella posada. El hombre estaba tan contento de poder pagar su deuda de vida al fin, que no escatimó en gastos a la hora de atender a sus invitados.
Fue así que aprovecharon para adentrarse en el pueblo de Otsu, el cual había crecido en los últimos años. Al igual que Kioto, resultaba un cuadro diferente para el samurai, quien no podía dejar de sentir que durante todo el tiempo que llevaban en aquel lugar habían estado siendo observados.
Renuente a adentrarse en la zona en la que antaño había vivido, pero negándose igualmente el no consentir a Kaoru, había accedido a un recorrido por la zona de cultivos, llegando demasiado cerca de donde su antigua casa se había eregido en el pasado. Sanosuke se había percatado igualmente, y había ayudado a su manera, desviándolos hacia las orillas habían dado con una zona turística recién agregada.
Un hombre alto, curiosamente con vestimentas chinas pero rasgos japoneses, se había acercado a invitarles a tomar el recorrido asegurándoles las maravillosas vistas que verían sumado a la narrativa de un par de leyendas sobre el lugar.
-¿Un recorrido? - Cuestionó Kaoru con interés.
-Suena aburrido. -Gruñó Yahiko, manos detrás de su cabeza; estaba cansado de caminar pero no diría la verdad.
Sanosuke sonrió de oreja a oreja.
-Éso es porque no tienes una pareja con quién disfrutarlo. -Le picó consiguiendo el que las mejillas del niño se tiñiesen de rojo.
Para su fortuna, Megumi salió en su defensa.
-¿Y tú sí? -Le cuestionó al castaño. -La última vez que chequé seguías tan soltero como gallo viejo.
-¡¿Qué dijiste kitsune!?
Era la primera vez que Kaoru no participaba en aquellas discusiones, su corazón seguía sensible desde días atrás y Kenshin lo sabía. Se acercó a ella y poniendo una mano en el hombro de ella le invitó a andar.
-¿Vamos? -Le preguntó.
Kaoru, notando que aquella melancolía de momento no inundaba los ojos de Kenshin, sonrió por fin y asintió.
-Hai. -Le dijo.
Los ojos del guía, sin embargo, permanecieron atentos del intercambio entre ambos. Aquella mirada era la de un hombre con una misión. Sin embargo, éste cumplió su papel al pie de la letra, guiandolos y narrándoles anécdotas de datos históricos y leyendas sobre las zonas que recorrían, hasta que finalmente llegaron a la atracción principal.
-Wow... -Fue la exclamación que resaltó por encima de las demás.
Era apenas el pie de una montaña con una saliente que a su vez se internaba en lo que parecía ser una pequeña cueva, apenas un arco que antaño había podido haber sido una cascada, ya que se encontraba al borde el río. Todo el arco de roca estaba salpicado de piedra preciosa de tono azulado, la cual reflejaba la luz del sol y creaba destellos alrededor de la entrada.
Guiados por aquel hombre se adentraron en el pequeño espacio para poder apreciar la forma que iba adoptando la roca. En la curva había una saliente, la cual - si se miraba atentamente - simulaba una figura.
-Esto es... -Dijo Sano.
-Qué hermoso. -Exclamó Megumi.
Totalmente hecha en las mismas piedras que adornaban la entrada, se apreciaba la silueta de una persona, la cual daba la impresión de estar atrapada dentro de aquella superficie reflejante.
-Existe una leyenda alrededor de esta cueva. -Empezó a narrar el hombre ante las miradas cautivadas de aquella escena.
Mas eran Kenshin y Kaoru quienes más afectados se veían por aquella escena, uno sumido en una sorpresa que le robaba el calor y el aliento, y la otra presa de una angustia arrebatadora que le provocaba ganas de llorar.
-Se dice que hace poco más de una década la hija de un kami cayó por error en esta zona -continuo narrando el peligris -Se dice que la misma se perdió en el mundo de los hombres, enamorándose incluso de uno. Y al no poder estar con él, se sumió en un sueño hasta su próxima reencarnación.
Si antes se había sentido perturbado, ahora Kenshin sentía que pronto perdería la conciencia, el corazón le latía pesado y el aire se había tornado demasiado denso para respirarse.
El resto de la historia apenas si la escuchó. Únicamente salió de su estupor cuando escuchó el quejido de dolor que soltó de pronto Kaoru.
-Busu, ¿estás bien?
La morena se sostenía la cabeza con una mano, mientras la otra apretaba su pecho.
-Me siento algo mareada es todo -mintió.
En medio de los comentarios de preocupación el pelirrojo aprovechó aquella oportunidad.
-Será mejor que regresemos -les dijo. -Kaoru dono necesita descansar.
Su voz había sonado mucho más seria que antes y carecía de aquel tono cantarino del rurouni, que ninguno de sus amigos pensó siquiera en cuestionarlo.
Volvieron en cuestión de apenas una hora a la posada.
Y aunque el malestar de Kaoru cedió, se hizo evidente que el de Kenshin no lo haría.
...
Entrada la noche, y cansada de esperar el que Kenshin volviese a integrarse al grupo, Kaoru había salido al encuentro de Kenshin. Éste descansaba en la veranda recargado en uno de los postes, mientras miraba al cielo nuevamente con los ojos llenos de pesar. La morena apretó la cobija que llevaba en sus manos y acercándose a su compañero lo cubrió con ésta.
Kenshin reaccionó de golpe, como despertando de un sueño y la miró un instante sin reconocerla... Una mirada a la que ella había comenzado a reconocer...
-Gracias. -Le dijo él. Luego sonrió con pena. -Parece que este pobre ser siempre le está causando problemas a Kaoru dono.
Afonía.
-¿Sucede algo? -Cuestionó él al notar al fin el silencio de ella y la tristeza que envolvía su mirada.
-Kenshin... -Le habló ella todavía de pie. -Algún día, espero que puedas confiar en mí.
A él el corazón se le apretujó en el pecho.
-Kaoru dono -la llamó intentando detenerla.
-Buenas noches.
Mas ella fue más rápida y volvió dentro hacia su habitación.
Ella no preguntaría.
Dependía de él el contar al fin aquel secreto.
Pero había cosas que todavía dolían...
...
Quizá si hubiese ido tras ella entonces...
Quizá Kaoru no habría sentido la necesidad de regresar con aquel hombre...
El mismo al que Kenshin reconoció al día siguiente como el hermano de Tomoe; aquel niño enfurruñado que había desaparecido tras el final de la batalla en Otsu.
Se habían vuelto a cruzar en su segundo paseo con Kaoru, esta vez iban solos, el resto había decidido ir a pescar al río. Tras de que Kenshin se sobresaltara al descubrir el kimono que Kaoru vestía - de una tela dorada metálica tan familiar para él - le había sido imposible el separarse de su compañera; sentía que se volvería loco si la perdía de vista... Sumido en esta ansiedad había estado cuando se habían vuelto a topar con el guía del día anterior.
-¿Tan pronto te olvidaste de mi hermana, Battousai? -Había sido al provocación tras de que se encontrasen con él a punto de cruzar el puente y de que Kaoru se hubiese acercado a querer saludarlo.
Kenshin - al igual que Kaoru - se había detenido en sus pasos, mientras sentía el calor abandonarle el cuerpo.
-Pero claro... -Expresó al fin el samurai. -El hermano menor de Tomoe, Enishi.
-¿Kenshin? -Cuestionó Kaoru con temor, nunca antes había escuchado a Kenshin dirigirse a alguien sin honoríficos.
-¿Le has dicho la verdad a ella? -Volvió a cuestionar Enishi.
Kaoru miró uno y luego al otro.
-¿Qué verdad? -Preguntó.
Mas un desastre había ocurrido entonces antes de que ninguno pudiese contestar, un incendio cerca de la posada había estallado y pronto el caos se fue propagando.
Una distracción, había entendido Kenshin después, un instante para huir pero más que nada, un instante para que Enishi pudiese sembrar la duda en su compañera; de modo que cuando Kenshin se negase a hablar y Enishi volviese con la promesa de tener la respuesta para sanar el corazón de battousai, Kaoru no pudiese negarse a seguirlo...
Incluso si el mismo Kenshin se negaba a reconocerlo.
-¡Te equivocas! -Gritó Kaoru al fin en medio de la batalla.
Aquel arrebato había atraído la atención de todos los ahí presentes. Eran sin duda, los compañeros de la kendoka los que más consternados estaban. No sólo por la confesión sino por lo que había ocurrido entonces; Kaoru había puesto su mano donde aquella silueta se dibujaba y la piedra se había vuelto líquida, como si se derritiera para girar como un remolino.
-Te equivocas... -Volvió a murmurar la pelinegra con las manos en puño y la expresión bañada en lágrimas. -Fui yo quien lo buscó. -Confesó en un susurro para la sorpresa de todos.
Especialmente de Kenshin.
-Kaoru dono-
-Necesitaba saber... -Le cortó con la voz en un hilo, y luego se corrigió tras inspirar hondamente en un intento de controlar el temblor de su voz. -Necesito saber por qué siempre me miras con tanta tristeza.
"Kenshin... encuéntrame en el futuro."
"Esto no puede estar pasando" Se decía el pelirrojo. El corazón le latía acelerado en el pecho y su cuerpo había perdido todo su calor. Su mente al fin, había entendido el enigma que era la Kaoru de ahora y su relación con la Kaoru que había llegado a él desde el cielo en sus días de hitokiri. Había sabido reconocer aquel lugar por lo que era, y entendía a la perfección lo que estaba a punto de pasar.
-Si la respuesta está aquí... -Volvió a hablar ella haciendo con sus palabras más evidente la próxima tragedia. -Si es algo que yo puedo resolver... estoy dispuesta a dar el paso.
¡Pánico!
-¡No tienes que hacerlo! -Le gritó desesperado tratando de llegar a ella. Los dos cómplices de Enishi le bloquearon el paso. -¡Te lo diré todo! ¡Lo juro! ¡Sólo no vayas ahí! -Le rogó igualmente. Sanosuke y Yahiko se adelantaron también, asustados de la reacción de su amigo, de la desesperación y la angustia que mostraba, pero firmes en su misión de pelear por éste. -¡Kaoru, por favor...! -Volvió a rogar intentando en vano llegar a ella.
Por un instante la joven kendoka dudó. Mas Enishi no le permitió debatirse por más que eso.
-Debes entrar ahora. -Le ordenó cruzando mirada con ella.
La joven asintió.
A Kenshin el corazón se le fue a los pies.
-¡KAORU! -Gritó desesperado ante la visión de ella desaparecer dentro de aquel portal.
Una fuerte luz iluminó aquel espacio un isntante antes de desaparecer en un estallido de chispas de colores. Cuando esta se hubo difuminado, la roca de la cueva estaba desnuda, no quedaba ni un resquicio de la silueta tallada en la piedra.
Yahiko fue el primero en correr hacia donde su maestra había desaparecido. Palpando la piedra con desesperación, buscó en vano algún resquicio de aquel portal.
-Está cerrado. -Dijo con voz temblorosa y un octava arriba. -No lo entiendo... ¡Sanosuke, Kenshin! -Les miró desesperado.
-¿Qué has hecho? -Reclamó Sano.
Enishi se mantuvo pasivo, sin embargo.
-Ella tomó su propia decisión. Yo simplemente la ayudé.
Ahí se habría desatado quizá nuevamente el conflicto, más la voz de Kenshin - llena de desprecio y angustia - acabó por detenerlos.
-¿Cómo pudiste? -Reclamó. -Kaoru... ¡La mandaste a su muerte!
-¿Qué quieres decir, Kensan? -Cuestionó Megumi asustada.
Enishi le sostuvo la mirada por un largo instante antes de contestar.
-Fue la voluntad de mi hermana, tu anterior compañera -soltó. -¿También la olvidaste a ella, Battousai?
Esta vez, las miradas cayeron en el samurai, quien apenas y se sostenía.
-¿A qué se refiere, Kenshin? -Cuestionó Sanosuke.
Fue un largo momento en el que el pelirrojo intentó controlarse, defenderse de alguna manera, mas al final se rindió. Lo tenso de su cuerpo se desbarató con la resignación que lo golpeó.
-Kaoru dono... -Les dijo. -Ha viajado al pasado... A donde la conocí antes de convertirme en Battousai.
La luz se filtró del otro lado, y Kaoru la siguió con la esperanza de encontrar la salida sin saber que caería de vuelta al suelo. Y mientras descendía, los recuerdos de quién era y de dónde venía, uno a uno, se guardaron bajo llave en el fondo de su memoria.
AN: ¡Oh! ¿Y ahora?
