En Busca de Respuestas

Mi cuerpo pesa como si cada músculo estuviera anclado al suelo, como si la gravedad misma hubiera intensificado su tiranía sobre mí. Cada paso es una lucha, una batalla contra la fuerza invisible que me arrastra hacia abajo. Y mi alma... mi alma se siente atrapada, aprisionada en los confines de una oscura cárcel a la que pertenece.

Tengo que encadenarla, puesto que no necesito su sentir ahora mismo.

Hace tiempo me hice una promesa, juré no caer, no sucumbir ante el abismo de la desesperación sin importar lo que sucediese. Fue el día en que perdí a mi madre, cuando escapé de la realidad dolorosa que me rodeaba. Esa promesa se convirtió en mi ancla, en mi salvavidas en medio de la tormenta.

Me prometí a mí mismo que no derramaría lágrimas, que seguiría adelante por el bien de aquellos que amo, por aquellos que necesitan mi fuerza. En aquel entonces, me creí un héroe, un salvador destinado a cambiar el mundo y aliviar el sufrimiento de todos.

Pero ahora, mi corazón yace hecho añicos, mi espíritu naufraga en un mar de desolación.

«¿Es tan terrible el pecado de mi existencia?» el pasado yace inmutable, inalterable, sin importar mis acciones presentes. Los ecos del destino resuenan incesantemente, avanzando y desvaneciéndose como sombras en la noche.

Y ahora, me veo obligado a abrazar un lado de mí que había olvidado, a convertirme en un monstruo. Debo ser alguien que no siente, debo transformarme en la persona que juré nunca volver a ser.

Madre, padre, si están observando desde algún lugar, por favor…

—Dejen de mirar —susurro, reconociendo que ahora debo planificar todo.

Abro mis ojos, encontrándome bajo el techo desconocido de una habitación solitaria, ligeramente polvorienta. El silencio impera, roto únicamente por la suave respiración de las dos mujeres que descansan a mi lado.

Mi aspecto ha cambiado, mis ropas han sido reemplazadas por una bata blanca y estéril. En la mesa de noche, yace un cambio de ropa militar.

Giro mi cabeza, y al verla, siento que mi corazón se hunde. Emilia duerme, su rostro refleja el cansancio y la preocupación, mientras sujeta mi mano con ternura, ajena al torbellino de emociones que me consume.

Debió esforzarse mucho, no sé cuánto tiempo he estado desmayado, pero viendo que no se ha cambiado de ropa supongo no mucho.

Es probable que Emilia no haya sentido el cambio en mí, que su mente no alcance a comprender lo que está sucediendo.

Sé que debió darse cuenta al no sentir el maná de Beatrice. A si como quizás sintió eso en mí.

El odo de Beatrice se ha fusionado por completo con el mío, ahora su maná puro corre por mis venas, un poder sutilmente diferente, pero palpable. Todavía puedo reconocerlo, a pesar de estar en mi cuerpo siento que algo habita en mí.

La maldad y la luz luchan por tomar el control.

Un escalofrío recorre mi espina dorsal mientras me enfrento a la realidad de mi nueva existencia. Ahora, debo abrazar la oscuridad que habita en mi interior, debo convertirme en el monstruo que necesito ser para sobrevivir.

Una voz, áspera y cargada de dolor, se alza en mi mente, susurrando palabras que cortan como cuchillas afiladas. «¿Qué has hecho, ¿qué has perdido para llegar a este punto?»

Mi mano aprieta con fuerza la de Emilia, buscando consuelo en su presencia.

—No lo sé —murmuro para mí mismo, incapaz de enfrentar la verdad que se cierne sobre mí. Pero sé que no puedo volver atrás, que debo seguir adelante, aunque eso signifique perderme a mí mismo en el proceso.

Siento que mis sentidos están activados de una manera que nunca había experimentado. Puedo ver y escuchar cosas con una claridad casi sobrenatural.

—Beatrice…

Todavía puedo escucharla, todavía puedo sentirla. No puedo creer que tenga que pasar por esto de nuevo, que tenga que perder a quienes quiero. Mis manos se aferran al collar entre ellas, el cristal que contiene una niebla purpúrea.

Lo sostengo con cuidado, sintiendo su peso en mis palmas, cargado de miasma, una energía oscura que emana de su interior.

Beatrice ha entrado en este cristal, o al menos eso quiero creer. No sé qué sucederá, después de todo, es algo nuevo para mí. Utilizo mi maná para intentar forzar una conexión con ella, pero mis esfuerzos resultan en vano.

Imbuyo e imbuyo, una vez, dos veces, tres veces, cuatro veces, pero no recibo nada a cambio.

Muerdo mis labios con fuerza, intentando contener el torrente de emociones que amenaza con desbordarse. Me esfuerzo por guardar todo dentro de mí, aunque siento cómo mi cuerpo se tensa, cómo mi alma parece al borde de la ruptura.

Aprieto las sábanas con fuerza, tratando de contener el dolor que me embarga. Siempre he sido capaz de olvidar, de fingir que nada sucede. Entonces... ¿Por qué duele tanto?

¿Qué es esta sensación que me consume?

La muerte de mis padres, la pérdida del resto de mi familia, pude soportarlo a pesar de amarlos a todos. Entonces, ¿por qué este dolor, esta sensación de estar muerto? ¿Por qué estas ganas de creer que todo es un sueño, que es simplemente falso?

No llevo ni un año con ella, pero siento como si me hubieran arrancado una parte de mí mismo.

Entonces... ¿Por qué tengo ganas de rendirme?

No... Debo convertirme en un monstruo. Sí, debo hacerlo para protegerme, y para proteger a quienes quiero.

Me levanto de la cama con determinación, observando que mi cuerpo está en buen estado a pesar de todo. El miasma me rodea, ahora puedo sentirlo, así como también percibo mejor el maná que fluye a mi alrededor.

Percibo ligeramente el maná helado en Emilia, el maná calmado en Crusch, como si pudiera palparlo en el aire, como si fuera una presencia tangible que rodea sus cuerpos.

«Es probable que tenga algo que ver con el odo de Beatrice.» Miro a Emilia, quien se ve descuidada, con manchas de sangre y barro en su ropa. Parece que se quedó dormida después de curarnos.

Aun así, es extraño que no la hayan cambiado, está bastante desaliñada. Encuentro un balde con agua limpia y una toalla, decidido a limpiarla un poco sin despertarla bruscamente. Con extrema precaución, le quito su chaqueta, que es lo que tiene más sucio, y la recuesto en la cama con delicadeza, dejándola solo con una camisa.

El hecho de que no despierte indica el profundo cansancio que la agobia.

Limpio sus brazos y rostro con cuidado, observando los cortes en su chaqueta que me indican que también tuvo que luchar. Quito sus botas con cuidado y la cubro con la manta, deseando que pueda descansar tranquilamente.

—Es una tonta —murmuro para mí mismo mientras la observo con ternura, sintiendo cómo mi corazón se retuerce de dolor—. De verdad... Al menos, servirá así.

Camino hacia la puerta con pasos firmes, dejándolas a ambas descansar. Al abrir la puerta, me encuentro con Ram, quien parece estar de paso. Ella me mira con cierta sorpresa, pero no estoy de humor para juegos en este momento.

—¿Dónde está Roswaal? —Pregunto, sin intenciones de entablar una conversación. Ese bastardo fue quien permitió que esto sucediera. Gracias a él, todo esto ha ocurrido. La furia hierve en mi interior, deseando acabar con él de una vez por todas.

«Lo mataré, lo mataré, lo mataré, lo mataré, lo mataré, lo mataré, lo mataré, lo mataré, lo mataré, lo mataré, lo mataré, lo mataré.» Intento controlar la furia en mi interior, pero rápidamente me doy cuenta de que es caso perdido.

«Lo haré ahora, apenas lo vea. Lo voy a matar sin duda alguna.» Mis palabras resuenan en mi mente con una determinación implacable, alimentada por la ira y el dolor que me consumen desde adentro.

—Es esa una mirada más asquerosa de lo habitual. —La voz de Ram me saca de mi trance momentáneo, su tono cargado de desprecio.

Sin dirigirle la palabra, sostengo su mirada con la mía, dejando claro que no estoy de humor para juegos estúpidos. Toda la calma que tenía al despertar ha desaparecido por completo, reemplazada por un único deseo: venganza.

—Ahora no es momento de juegos estúpidos —digo, sin pensar en nada más.

Ram me guía hasta la habitación de Roswaal. Mientras avanzo, intento reconocer el lugar; sin embargo, no logro recordarlo en absoluto. Sé que no es la mansión ni Irlam. De hecho, si Roswaal está aquí y Ram también está aquí.

Dirijo mi atención a la canasta en sus manos; una pócima, vendajes, cremas para el cuerpo. Todo parece de cuidado especialmente para heridos.

«El santuario...» pienso para mí mismo, mientras analizo la situación. Ram se detiene frente a la puerta, su mano extendida para abrir la entrada. Pero antes de hacerlo, se gira hacia mí con una advertencia.

—Déjame advertirte algo, Marco Luz —sus palabras están cargadas de una sensación pesada, una molestia que se refleja en su mirada—. El señor Roswaal se encuentra herido, así que no hagas nada que pueda lastimarlo.

«Intentando intimidarme.» Supongo que se ha dado cuenta de mis intenciones. Sus palabras solo confirman la ubicación de este lugar, lo que significa que es hora de que Emilia haga las pruebas.

Pero eso no es lo importante ahora.

Roswaal ha usado la magia de cambio de clima mucho antes, y ahora está herido.

«Quizás pueda matarlo sin tener que luchar mucho.» Pongo mi mano en el brazo de Ram, apretando con fuerza mientras la miro directo a los ojos, mi expresión endurecida por el odio que siento.

—Ese no es tu problema.

Aparto su brazo y entro a la habitación. Al hacerlo, el aroma de hierbas medicinales me envuelve, mientras mi mirada se posa en Roswaal, cubierto de vendas y con una expresión de dolor en su rostro. Su maná es escaso, pero hay algo extraño en él, un maná turbio que parece no pertenecerle, como si lo estuviera usurpando.

Nunca había visto el maná, pero ahora puedo ver un mundo nuevo.

¿Será efecto de matar generación tras generación? Aunque su maná parece estar recuperándose, es una vista agradable, una vista que podría disfrutar para siempre. Como supuse. Quizás tenga alguna oportunidad para matarlo. Durante la batalla pude hacerlo, por primera vez, usé la mano oculta.

Trato de sacar una mano, pero el esfuerzo me provoca una migraña extrema que hace que titubee. El dolor es insoportable, como si mil agujas se clavaran en mi mente, pero debo resistir por el bien de mis objetivos. Con cada movimiento, siento cómo mi interior se retuerce en agonía. Finalmente, logro acercar la mano invisible al rostro de Roswaal, asegurándome de que no puede verla.

Oculto su mirada y elevo mi pulgar con una sonrisa forzada, tratando de disimular el tormento que estoy experimentando.

—Te ves bien, supo~~ngo que la señorita Emilia hizo un bu~~en trabajo —dice Roswaal, mientras sostiene con su mano una pócima vacía.

En ese momento, Ram entra en la habitación, caminando hasta situarse al lado de Roswaal. Ella parece preocupada por él, mientras que a mí solo me muestra una expresión molesta.

Ambos deberían estar al tanto, especialmente Roswaal.

—¿Por qué le diste esto a Beatrice? —señalo el collar, mientras intento contener el deseo de acabar con él.

No puedo matarlo, ese es el gran problema; aunque lo desee, no puedo hacerlo porque su trasfondo lo protege. No importa si es fuerte o no, lo crucial es que matarlo me convertiría en enemigo de todo Lugunica. Aunque, si lo mato y regreso para aliviar mi corazón.

Perder una vida valdría la pena, supongo que podría hacerlo.

—Va~~ya, no me malinterpretes, eso fue algo que dejaron mis ante~~pasados para proteger el alma de alguien —responde con una sonrisa, como si se estuviera divirtiendo.

Aprieto mis dientes con fuerza, no necesito ver mentiras para saber que es una total patraña. Pero no permitiré que me engañe.

—¿Una protección que contiene miasma? —pregunto, mirándolo con enojo mientras veo cómo ambos se sorprenden. Aprieto mis manos, contiendo mi cuerpo de no arrancar su cabeza en este momento—. Eso es raro, que tu familia posea algo así.

Roswaal parece un poco sorprendido, pero rápidamente vuelve a sonreír como si hubiese encontrado la respuesta a una incógnita.

Repulsivo.

—Parece que puedes ver más ahora, supongo que por eso era necesario el odo del espíritu. —Roswaal saca un libro de la parte trasera de su almohada.

Un libro blanco, grande como una enciclopedia. Lo abre y comienza a hojearlo, mientras parece alegrarse más y más. Ram es la única que parece no entender, pero eso no es algo importante ahora.

—Ahora mismo podría matarte, si quisiera, podría matarte sin mover un solo brazo. —Sonrío, extendiendo mis brazos y ubicando la mano oculta cerca de su cuello.

Expulso mi maná con una fuerza abrumadora, haciendo que Ram retroceda varios pasos, su expresión de sorpresa es palpable. Dejo de sonreír, sintiendo cómo la ira se acumula en mi interior, como una bestia lista para salir a devorar.

Escupo al suelo y respiro profundamente, tratando de contener la tormenta que arde en mi pecho.

Si no puede ver lo que está sucediendo, si no puede evitarlo, entonces podría matarlo sin tener que hacer mucho esfuerzo.

—¿Y eso tra~~ería de vuelta a tu que~~rida espíritu? ¿No necesitas de mi sabidu~~ria? —su voz es una burla que despierta aún más mi furia.

Siento el rechinar de mis dientes mientras presiono mis manos, conteniendo toda la rabia que amenaza con desbordarse. Me dirijo hacia él con paso firme, ejerciendo presión con mi maná para distraerlo de la mano oculta que se desliza fuera de mi cuerpo como una sombra letal.

En el instante en que estoy a punto de alcanzarlo, Ram se interpone, su mirada seria y determinada. Sin embargo, no me detendré por nada ni por nadie. Con cuatro brazos ocultos, la tomo de sus extremidades y la estrello con fuerza contra la pared, deteniendo sus movimientos y creando un cráter con brutalidad.

El dolor en mi cabeza se intensifica hasta el punto en que siento que mi mente se nubla, pero no permitiré que eso me detenga.

—¡Fura! —Ram crea varias hojas de viento para liberarse, pero no le doy oportunidad. En el momento en que está cayendo al suelo, utilizo otro brazo para golpear directo en su plexo solar. Siento el impacto de mi puño contra su cuerpo, pero no me detengo.

Tomo impulso mientras ella se detiene por el shock y, con un gancho, estoy a punto de clavar mi puño en su rostro.

—¡Detente! —exclama Roswaal, intentando levantarse, pero ignoro su voz.

Le dedico una mirada desafiante, sonriente al percatarme de que se preocupó por un instante. Ram me observa entre sorprendida y furiosa, pero ya no me importa su reacción.

—Tu... ¿Qué fue lo que hiciste? —pregunta, su voz llena de incredulidad y rabia.

—Como dije antes, eso no es tu problema —respondo con frialdad, dándole la espalda mientras camino hacia Roswaal. Aunque aún necesito controlarlo más, sé que ningún obstáculo podrá detenerme en mi camino hacia la venganza.

Ram intenta atacarme de nuevo, pero agarro su pierna y con otra mano oculta presiono su hombro, haciéndola caer al suelo con un estruendo.

Claro está que ninguno quiere matar; yo tampoco tengo planeado matarla. Pero si quisiera, lo hubiera hecho con facilidad. Después de todo, esquivar algo que no puedes ver, en un ambiente que no lo facilita, es prácticamente imposible.

¿Cómo podría hacerlo?

Ella extiende su mano para conjurar un hechizo, pero yo ya estoy al lado del bastardo.

—Usa tu magia, vamos, lastima a tu querido secuestrador. —Aprieto las manos, haciendo que Ram haga una mueca ligera de dolor, que es opacada por su ira—. Lo que quiero en este momento es que cierres la maldita boca; una cosa más y tú y él morirán.

Mis palabras fluyen con la energía de mi maná mientras clavo mi mirada en Roswaal, sintiendo cómo la ira arde en lo más profundo de mi ser.

—Lo que vayas a decir ahora será mejor que lo pienses bien. —Sujeto su cuello con fuerza, mirándolo con un odio palpable—. En este momento, puede que esté un poco molesto. Sin tu maná, solo posees fuerza física, pero yo también sé cómo pelear.

Esa vez en la mansión él tenía el control, pero ahora finalmente está a mis pies.

El rostro de Roswaal sigue impasible, su sonrisa desafiante me provoca aún más. Mientras tanto, él hojea su libro de sabiduría con despreocupación.

—¿Por qué usaste la magia del clima? ¿Por qué le diste eso a Beatrice? —mi voz resuena con un tono lleno de rabia contenida mientras aprieto más y más en su cuello.

Roswaal, por una vez, responde sin sus típicas muletillas, mostrando una calma inusual.

—No hay nada que puedas hacer en este momento. —Su sonrisa me llena de ira; mi cuerpo y mi alma claman por terminar con él en ese instante—. Lo mejor es que encuentres la forma de salir de aquí. Cuando lo hagas, responderé a tus preguntas.

Sin pensarlo dos veces, descargo toda mi furia en un golpe directo a su rostro. Su nariz se quiebra bajo el impacto y la sangre comienza a brotar. Roswaal se estrella contra la pared detrás, pero nunca deja de sonreír.

—¡Tú! —exclama Ram, acercándose hacia mí con gesto amenazante. Pero Roswaal la detiene con un gesto, y yo simplemente me limpio la mano manchada de sangre con calma.

—Roswaal L Mathers, eres una basura, una basura completa. —Mis palabras son un susurro cargado de desprecio mientras miro a Ram, quien me lanza una mirada de odio profundo—. No siento más que pena por ti.

Salgo de la habitación con la mirada perdida en el vacío, sintiendo el peso de la desolación aplastando mi pecho. Ram me sigue de cerca, y de repente, su mano agarra con fuerza mi chaqueta, empujándome contra la pared con brusquedad.

—¿Por qué le hiciste eso? —Su voz, cargada de desprecio, resuena en el pasillo, mientras yo intento mantener la calma, aunque por dentro mi rabia hierve como un volcán a punto de estallar.

—¿Sabes qué sucedió con Beatrice? —pregunto, buscando una respuesta en sus ojos, pero solo encuentro confusión. Parece que no está al tanto o simplemente no le importa.

—Beatrice está muerta. —Ram suelta mi chaqueta, pero su mirada aún arde con una mezcla de incredulidad y enojo—. Roswaal fue el que planificó su muerte.

La sorpresa paraliza por un momento a Ram, quien intenta articular alguna palabra, pero yo le corto el paso.

—No necesito tu lástima, ni mucho menos tus bromas. —Le doy la espalda, decidido a abandonar la casa antes de que mi furia se descontrole por completo—. En este momento, a pesar de que te considero una gran amiga, si te interpones en mi camino no tendré más remedio que tomar medidas drásticas.

Aprieto mis puños con fuerza, luchando por mantener mi compostura y no decir más de lo necesario.

—Si a ti te gusta un monstruo como él, un monstruo que ha cometido actos atroces, un monstruo que no valora la vida de nadie como importante. Un monstruo que ha estado aprisionado por más de cuatrocientos años. —Mis palabras salen cargadas de un resentimiento profundo mientras le lanzo una última mirada a Ram—. Entonces, no siento más que pena por ti.

Salgo de la casa y mis ojos se posan en alguien a quien esperaba ver: Garfield. Con su aspecto fiero y su mirada despectiva, se acerca a mí con pasos decididos.

—Muchas gracias por salvarme, especialmente por rescatar a Crusch. —Mi voz suena tranquila, pero por dentro no sé qué estoy sintiendo. Garfield escupe al suelo y me mira con desdén.

—Solo lo hice po'que ella estaba co'tigo —responde, dejando claro su desdén hacia mí—. ¿Tú ere'...?

—Soy el alcalde de Irlam, Marco Luz. —Intento calmar la situación con una sonrisa forzada—. Si estás actuando así, es porque sientes algo, ¿verdad?

La sorpresa cruza el rostro de Garfield, y su actitud se vuelve más agresiva mientras se acerca a mí.

—¿Cómo te diste cuenta? —Sus ojos brillan con intensidad mientras intenta alcanzarme, pero lo detengo con un gesto firme, apoyándome en mi mano oculta.

La tensión en el ambiente es palpable, pero estoy decidido a mantenerme firme, incluso frente a alguien tan formidable como Garfield.

En este momento, sostenerlo me resulta extremadamente difícil incluso con la mano oculta.

«Quiero evitar una pelea con él a toda costa.»

Mi cabeza da vueltas, el dolor cada vez que utilizo la autoridad de la pereza no hace más que aumentar. El uso de la mano oculta tiene varios efectos secundarios; debo encontrar una forma de lidiar con ellos.

—Tu hostilidad sin sentido no me hace nada; después de todo, ya me ha sucedido antes, no sé si recuerdas a la hermana de Ram. —Lo miro sin temor alguno, buscando hacerle entender que es algo para hablar.

Garfield me observa fijamente unos segundos. Liberando su agarre, me señala hacia el bosque.

—Hablemos a solas. —Garfield me da la espalda y comienza a guiarme. Parece preparado para atacar en cualquier momento; sin embargo, me sorprende que esté teniendo paciencia para esto.

"Mi cerebro tiembla".

Creo que entiendo por qué Petelgeuse decía esas palabras cada vez que usaba la mano oculta. Sin duda, en este momento mi cabeza realmente duele horriblemente. Uso magia de fuego para bajar la temperatura en mi mano, colocándola en la cabeza para aliviar el dolor.

Garfield me lleva a un claro en el bosque. La luz del sol me baña mientras observo la tranquilidad del lugar. Hay un tronco caído que parece el sitio perfecto para sentarse y encontrar tranquilidad.

La leve brisa del viento, los pájaros cantando. Podría disfrutar de esto, si tan solo estuviese Beatrice aquí.

—¿Cuánto tiempo estuve dormido? —mi pregunta hace que Garfield se detenga. Este se da media vuelta y me mira a los ojos.

—Do' día', la medio demonio te e'tuvo curando por un día seguido. —Este me mira con una expresión algo decaída, parece algo decepcionado de la situación.

Intenta provocarme, o simplemente lo dice por desprecio hacia Emilia. Para ser honesto no me interesa en este momento.

Hay algo más importante.

—¿Está vivo? El hombre que traje conmigo.

Garfield, al ver que no caigo en sus provocaciones, se acerca. Sus pasos son pesados y su intención de matar se filtra. Su maná es ligeramente rojo, pesado y bastante denso.

No sé qué pueda hacer, así que saco una mano oculta para proteger mi cuerpo.

—Necesito que me cuente' primero. —Garfield abre su mano, sus uñas similares a garras buscando la oportunidad de apuñalarme—. ¿Ere' del culto de la bruja?

Niego con la cabeza, aprovechando el momento para sentarme.

—No lo soy, solo tuve mala suerte. —Muestro a Garfield el collar—. Este collar fue un regalo de Roswaal, creo que también puedes sentirlo... Miasma.

Garfield observa el collar con curiosidad, sopesando su significado antes de entregármelo con un gesto decidido.

—Estoy infectado de miasma, sin embargo, no soy un adepto del culto de la bruja. No estoy obsesionado con la bruja de la envidia y, de hecho, he matado a uno de los arzobispos del culto.

Mis ojos se clavan en el objeto, pero mi mente vuela hacia un recuerdo doloroso.

Recuerdo el cálido abrazo de Beatrice, su voz susurrándome palabras de aliento en un momento de debilidad.

"El Marco de Betty es capaz de lograrlo todo de hecho."

Pero el recuerdo es tan abrumador que una ola de náuseas me invade repentinamente, obligándome a contener un grito de dolor.

—Ugh… —pongo mis manos mi boca, evitando vomitar por las náuseas repentinas.

Beatrice... Dame fuerzas.

Fuerzas para seguir en este camino.

—¿Esperas que te crea? —la pregunta de Garfield resuena en el aire con una amenaza velada, mientras su aura se tiñe de rojo carmesí y adopta una postura defensiva. Yo permanezco inmóvil, con la determinación brillando en mis ojos, mis brazos listos para actuar en un instante.

—Rem también lo vio. Roswaal lo sabe. No tengo razón para mentirte. —Mi voz suena firme, aunque por dentro me consume el dolor y la ira—. No elegí este poder. Pero estoy decidido a usarlo para acabar con los monstruos que acechan este mundo. El mundo no es solo blanco y negro.

Extiendo mis manos hacia Garfield con determinación, mostrándole mis palmas.

—Mis manos están atadas por esta maldición. No puedo librarme de ella, pero tampoco me dejaré consumir por ella. Estoy luchando, Garfield. Luchando para controlarla y utilizarla en nuestra lucha contra el verdadero mal. —Lo miro con determinación—. Yo mataré a todos; todos los cultistas, y si es posible… Mataré a la misma bruja de la envidia.

El intenta decir algo, pero usó mi maná para penetrar en su defensa, mi mirada se posa fija en él, intentando demostrar que hablo enserio.

La sorpresa cruza el rostro de Garfield, sus ojos reflejando una mezcla de incredulidad y admiración. Parece estar a punto de hablar de nuevo, pero yo le corto el paso con un gesto enérgico.

—Emilia va a liberar el santuario. Durante ese tiempo, puedes vigilarme o hacer lo que te plazca. Pero si decides luchar, ten en cuenta que no me contendré.

Las palabras caen como un desafío en el aire tenso entre nosotros. Garfield parece momentáneamente intimidado por mi determinación, pero pronto su expresión se endurece, preparándose para lo que sea que el destino tenga reservado para nosotros.

No soy más fuerte que Garfield, ni poseo su talento natural para el combate. Pero tengo algo que él no puede ver ni comprender: mi mano oculta, una arma mortal que puede cambiar el curso de una batalla en un instante.

Y estoy decidido a usarla, cueste lo que cueste, para proteger lo que queda de este mundo destrozado.

—No soy tu enemigo, en cambio, me gustaría ser tu amigo —le digo a Garfield con una sonrisa sincera antes de darle la espalda. No tengo ganas de revivir mi pasado ahora mismo, y para obtener información sobre el futuro, será necesario que Emilia intervenga.

—¿La medio demonio lo hará? —Garfield se burla, tratando de provocarme.

—Bueno, quizás te sorprendas —respondo, apuntándole con el dedo en un gesto juguetón—. Además, en las tierras del marqués y en las mías, el racismo está prohibido, así que tenlo en cuenta.

Doy media vuelta y comienzo a caminar de regreso hacia la casa. Necesito dirigirme al santuario; la única persona que puede responder a mis preguntas es la que creó a Beatrice.

Al salir del bosque, me encuentro con ella por primera vez. Es pequeña, con cabello rosa y un traje que oculta parte de su rostro. Nuestros ojos se encuentran, y puedo ver la sorpresa reflejada en los suyos.

—Veo que has despertado —me dice con calma, pero el dolor en su mirada no pasa desapercibido para mí.

Ella también debe saberlo. Sobre Beatrice...

—Lo siento —balbuceo mientras caigo al suelo, y ella se acerca rápidamente para ayudarme. Intenta consolarme, pero no puedo hacer más que disculparme una y otra vez.

Sé que no recordará todo, pero estoy seguro de que recuerda a Beatrice. Y yo no puedo soportar el peso de esa culpa.

—No pude salvarla, no pude protegerla —le digo a Ryuzu, con lágrimas amenazando con brotar de mis ojos—. Lo siento, todo fue mi culpa, Beatrice...

Ryuzu me mira con sorpresa.

—¿Beatrice? —pregunta, lo que me sorprende.

¿Las copias no recuerdan quién es Beatrice? Me pregunto, frunciendo el ceño ante la extraña amnesia que parecen sufrir. Quizás hay algo que no recuerdo, pero en este momento, el libro del arco cuatro está en la casa.

—No importa, disculpa mi reacción. No pude controlarme en este momento —le digo a Ryuzu, tratando de calmar la situación.

Parece que todavía soy demasiado débil

—¿Me podrías ayudar a encontrar el santuario? Roswaal me dijo que debía ir —le pido, esperando que ella pueda orientarme en la dirección correcta.

Con esa mentira descarada, ella asiente y comienza a guiarme. La luz del sol ilumina su traje blanco, y su sonrisa transmite calma y serenidad.

—Garfield es un chico bastante protector —comento, tratando de aliviar la tensión en el ambiente.

Ryuzu me mira y me devuelve la sonrisa con cariño.

—Sí, él es nuestro escudo —responde, inclinándose con respeto—. No me he presentado, mi nombre es Ryuzu Alma.

—Marco Luz, un placer —respondo, devolviendo el gesto con una inclinación igual de cortés, aunque por dentro mi mente sigue atormentada por los recuerdos de Beatrice.

Sin decir más, llegamos al santuario. Es imponente, similar a un templo, pero sé que en realidad es la tumba de Echidna. Su grandeza me hace pensar que este siempre fue su plan.

—Gracias por traerme —le agradezco a Ryuzu, notando su inquietud.

—¿Qué te pidió Roswaal que hicieras? —pregunta, visiblemente sorprendida por mi presencia en el santuario.

Creo dos brazos invisibles y con ellos choco con el suelo, volando hacia la entrada de la tumba.

—Nos vemos luego. —Le guiño el ojo antes de adentrarme en la oscuridad de la tumba.

Dentro, espero alguna reacción, pero paso sin problemas. Como sospeché, tengo la posibilidad de entrar. No creo que sea por mi sangre, sino más bien por el interés de Echidna en mí.

Ahora, debo hacer lo posible por obtener información sobre Beatrice.

Sea cual sea el costo.

Avanzo por el interior de la tumba, donde la iluminación es escasa, pero finalmente diviso la entrada a un amplio espacio abierto. Frente a mí se alza una gran puerta, y recuerdo las condiciones para entrar a la fiesta de té de Echidna: deseándolo profundamente.

En este momento, la única forma de tener respuestas es entrando a la fiesta de té.

—Echidna, tengo algo interesante que proponerte.

Con esto también podré hacer que el plan de Roswaal fracase.

Entonces, como si alguien hablara en mi cabeza, escucho:

"Interesante, déjame invitarte a mi castillo de los sueños"