Serpientes y Respuestas
—Vale, supongamos que estás bajo la Maldición Imperius, —supuso Ron hipotéticamente durante la comida de aquella tarde—. Pero entonces te dan Veritaserum, y el que usa el Imperius te ordena mentir. ¿Puedes mentir? ¿O tienes que decir la verdad?
Uno de los nuevos compañeros de dormitorio de Ron era Justin Finch-Fletchley, que había sido tejón desde los once años. Según Justin, los chicos de Hufflepuff a menudo se quedaban despiertos hasta altas horas de la noche discutiendo enigmas filosóficos que no tenían una respuesta discernible. Terry Boot, un Ravenclaw convertido en Hufflepuff, se había adherido enseguida a esta tradición. Ron participaba de vez en cuando y, a menudo, a la mañana siguiente seguía dándole vueltas a las discusiones en la mesa del desayuno.
—Huh, —Ginny le siguió, con las cejas contraídas por el pensamiento.
—Ni idea, —concluyó Harry. Sus ojos parpadearon naturalmente hacia Hermione en busca de la respuesta, como hacían siempre.
—Puede que dependa de la fuerza mágica del lanzador o del pocionista, pero no podría asegurarlo, —respondió Hermione.
—Supongo que nunca lo sabremos, —decidió Ginny, volviendo satisfecha a su almuerzo.
—Seamus y Justin pensaron que el Veritaserum, —dijo Ron, masticando un trozo de tocino con un lado de la boca—. Terry pensó que dependía de la fuerza del que estaba detrás del Imperius.
Tan repentinamente como si los hubieran arrojado al agua helada del Lago Negro, Hermione notó que sus tres amigos se ponían tensos. Giró el cuello alrededor de Ron para ver qué había causado el alboroto y se encontró con Draco, Theo y Blaise entrando en el Gran Comedor para comer. Nott y Zabini discutían algo en voz baja, mientras Draco parecía sumido en una reflexión privada. Hermione lo miró, preguntándose en qué estaría pensando.
Debió de sentirse observado, porque la expresión ligeramente vidriosa de Draco se disipó en un instante y sus ojos se alzaron para encontrarse con los de ella. Asimiló sin decir palabra que ella lo había estado mirando, y Hermione notó que en su boca aparecía la más leve de las sonrisas. Intentó apartar la mirada, pero se limitó a girar la cabeza, con el rabillo del ojo en contacto con el suyo.
Parecía demasiada coincidencia como para no ser un designio, cuando los tres ex Slytherins pasaron directamente por detrás de Hermione y Ron de camino a sus asientos. Al romper el contacto visual, Hermione se sobresaltó cuando sintió que los dedos de Draco le rozaban suavemente la espalda al pasar. Sin darse cuenta, dio un respingo ante el inesperado contacto y aspiró al recordar lo que esos mismos dedos habían hecho en su cuerpo hacía solo unas horas en el baño.
Ron se dio cuenta. Se puso carmesí por el esfuerzo de contenerse y amenazó en voz baja.
—Ten cuidado, Malfoy.
Aunque Theo y Blaise se habían adelantado y no habían oído la advertencia, Draco sí que la oyó. Con una sonrisa aún más grande, sus ojos se dirigieron rápidamente a Hermione antes de posarse en el rostro enrojecido de Ron.
—Solo pasaba, Weasley.
Draco partió para reunirse con sus amigos, que ya habían ocupado sus asientos y lo observaban interactuar con Ron con interés.
—Camina un poco más rápido, —gruñó Ron tras su figura en retirada, esta vez demasiado bajo para que Draco pudiera oírlo.
Hermione se desanimó al ver que Harry y Ginny la miraban con idénticas expresiones veladas desde el otro lado de la mesa. Aunque Malfoy no volvió a molestarlos, la conversación se mantuvo distendida durante el resto de la comida, y Hermione se alegró de tener la excusa de un ensayo de Aritmancia para salir antes del Gran Comedor.
Sigue siendo un progreso, pensó decidida, recordando lo volátil que había sido la relación de los chicos con Malfoy. Hubo un tiempo en que habían quedado para un duelo de magia a medianoche...
.
.
La semana transcurrió a una velocidad récord. Hermione terminó enviando seis de las lechuzas de Hogwarts a diferentes rincones del mundo, llevando misivas a alquimistas practicantes. En ellas, se aseguraba de explicar todo lo sucedido con todo lujo de detalles, así como dónde podían ponerse en contacto con ella. Esperaba haber logrado transmitir también una sensación de urgencia. Ahora solo le quedaba esperar.
Ernie había denunciado a Draco ante McGonagall por no presentarse a sus deberes de prefecto. Aunque Draco había recibido un severo sermón de la directora, McGonagall parecía sentir cierta empatía por su situación, ya que el sermón fue el único castigo que recibió. Durante la patrulla del jueves, a la que llegó temprano, posiblemente para demostrarle algo a un vigilante Ernie Macmillan, Draco le prestó a Hermione el diario de alquimia de Salazar Slytherin. No mencionaron para nada la mañana del martes en el baño de prefectos, y en cambio pasaron buena parte de sus rondas discutiendo el contenido del diario. La patrulla culminó como de costumbre, con ellos sacando a Pansy Parkinson y a su actual amante de las cuevas.
—¿Tiene que hacer esto todas las noches? —suspiró Hermione exasperada cuando la luz de varita de Draco cayó sobre la pareja culpable.
El chico, que esta vez era un Ravenclaw, se levantó de un salto, con cara de vergüenza. Aunque intentó disculparse tartamudeando ante los dos prefectos, Draco le ahorró esfuerzos.
—Diez puntos menos para Ravenclaw, Selwyn... y diez menos para Hufflepuff, por Parkinson. Ahora volved a vuestros dormitorios enseguida.
Selwyn salió corriendo, subiéndose la cremallera de los pantalones mientras avanzaba y pareciendo dispuesto a poner la mayor distancia posible entre él y meterse en problemas. Hermione pensaba que diez puntos era demasiado poco por estar fuera de los límites después del toque de queda.
Mientras tanto, Pansy se había cruzado de brazos y hacía pucheros. Por primera vez, Hermione se dio cuenta de que había una botella de vino medio vacía a su lado y de que la camisa de la bruja estaba desabrochada casi hasta el ombligo. Sus voluptuosos pechos, apenas contenidos por lencería roja de encaje, estaban a la vista, pero ella no hizo ademán de remediarlo.
—¿Tienes que arruinar toda mi diversión, Draco?
—Si aún no estás lista para acostarte, Pansy, vuelve a tu sala común, —replicó Draco. Hermione se dio cuenta de que, a pesar de la exhibición de sus atributos, solo la miraba a la cara.
Haciendo un mohín, la bruja se puso lentamente en pie. Con un movimiento de su varita, Hermione hizo desaparecer la botella de vino.
—No había terminado con eso, —gruñó Parkinson, volviéndose hacia ella.
—Ahora sí, —replicó Hermione—, y te reportaremos a McGonagall.
Con los ojos en blanco, Pansy empezó a abrocharse lentamente la blusa.
—Lo dices como si creyeras que me va a importar, Granger. McGonagall... todo este colegio... es una broma. Especialmente si creen que pueden darle algún tipo de mínimo poder a alguien como tú... —hundió un dedo casi en el pecho de Hermione, y luego apuntó el pulgar en dirección a Draco— junto a alguien como él.
—¿Y qué significa eso?, —desafió Hermione, entrecerrando los ojos.
Pero Pansy solo se rio, renunciando a abrocharse los dos botones superiores. Recogiendo los zapatos y las medias de donde estaban tirados en el suelo de tierra de la cueva, junto con algo que se parecía sospechosamente a sus bragas, empezó a dirigirse hacia la salida, contoneando las caderas mientras avanzaba. A modo de despedida, gritó por encima del hombro.
—Para que lo sepas, Draco, Selwyn nunca consiguió excitarme... si te apetece, más tarde...
Luego desapareció. Hermione se sintió gratificada al ver que Draco solo ponía cara de asco ante la insinuación de su antigua compañera de casa.
—No entiendo por qué siempre baja aquí si sabe que la van a pillar —dijo con tono mordaz.
Draco se encogió de hombros, iluminando con la varita el resto de la cueva. Casi parecía que se esforzaba demasiado por sonar despreocupado cuando contestó.
—Es un buen sitio para enrollarse.
Ella resopló burlona, haciendo que él enarcase una ceja.
—¿No lo crees?
—Lo dudo, —confirmó, pensando aún en la forma en que Pansy se había agachado para recoger sus bragas del suelo.
Hermione esperaba que volvieran a hablar, pero se encontró con los labios de Draco sobre los suyos. La apretó contra la fría pared de la cueva subterránea y profundizó sensualmente en su boca con la lengua. Al principio, ella estaba demasiado tensa para responder, pero con un poco de persuasión no verbal, pronto cedió ante él. Antes de que se diera cuenta, todos los pensamientos sobre su encuentro con Parkinson habían desaparecido por completo de su mente y habían pasado más de un cuarto de hora besándose contra la pared del pasadizo apenas iluminado.
Cuando se separaron, él sonreía ampliamente y Hermione supuso que, después de todo, había algo de lógica en utilizar las cuevas para besuquearse. Aquí abajo, las sombras luchaban con la luz de las antorchas en los ojos de Draco; era como mirar una parte de él que ella nunca había esperado ver.
Se dieron las buenas noches en la sala común, compartiendo una breve mirada de comprensión antes de subir las escaleras hacia sus respectivos dormitorios. Mientras Hermione subía a la torrecilla más alta de la torre, pensó en la forma en que Draco la abrazaba mientras la besaba, y se preguntó, ¿Qué pensaría Ginny?
Descubrió que Lisa seguía despierta, sentada en su cama y escribiendo tranquilamente en su diario a la luz de la varita. En las otras tres camas las cortinas estaban echadas, y el resto de las chicas ya dormían.
—Hola, —susurró Hermione para no despertar a las demás.
—Hola, —respondió Lisa, levantando la vista. Observó a su amiga un momento antes de comentar plácidamente—: Pareces contenta, Hermione. Me alegro.
A Hermione le costó mucho dormirse aquella noche.
.
.
El diario de Slytherin era muy interesante; Hermione lo leyó entero tres veces en dos días. En él se hablaba largo y tendido de la Horquilla de Sierpe, e incluso se describía su uso en una ceremonia real de desatadura entre un hombre y una cabra, algo que ella esperaba desesperadamente que hubiera sido el resultado de un accidente como el suyo. Aparte de las sutiles implicaciones de la zoofilia, la situación le resultaba extrañamente familiar.
Aquel domingo volvió a utilizar su pase para la sección prohibida y sacó un libro que le valió otra mirada suspicaz de Madam Pince. En realidad, no culpaba a la bibliotecaria por su preocupación, ya que el título proclamaba Serpientes y Artes Oscuras en pan de oro desconchado. El cuero del volumen estaba manchado con algo oscuro y de aspecto horrible, y el libro estaba lleno del tipo de material que hizo que Hermione recordara Moste Potente Potions, del que había sacado las instrucciones para preparar Multijugos en segundo curso.
A veces el fin justifica los medios, intentó decirse a sí misma, aunque este argumento no le sirvió de nada, ni siquiera en su propia mente.
Aunque el contenido le resultaba desagradable, el libro explicaba correctamente que no todas las serpientes eran mágicas. Al mismo tiempo, ofrecía abundante información sobre serpientes intrínsecamente mágicas, como las víboras, las runas y los basiliscos. En un giro interesante, Hermione descubrió más tarde que el tomo había sido escrito por uno de los descendientes de Salazar Slytherin. Por desgracia, el libro solo confirmaba que solo había una forma correcta de recolectar la Horquilla de Sierpe y que no existía ningún sustituto mágico para ella.
En parte debido a esta decepcionante conclusión, el resto del fin de semana Hermione lo pasó enclaustrada en la biblioteca hasta que Ginny empezó a quejarse de que volvía a desaparecer.
.
.
El lunes por la mañana, Hermione recibió dos lechuzas. Una llevaba el Profeta como de costumbre, mientras que la otra llevaba una carta tan pequeña que en realidad era más bien una nota. Tampoco reconoció a la lechuza mensajera. Desplegó el misterioso pergamino con curiosidad y leyó:
Señorita Hermione Granger,
Por favor, concédame el honor de su presencia en las Tres Escobas el próximo sábado a las tres para el té.
Espero su lechuza,
Narcissa Malfoy
Volviendo a doblar el pergamino, Hermione lo metió en su mochila antes de que sus amigos preguntaran por él. Echó un vistazo al Gran Comedor, pero Draco no estaba por ninguna parte.
Debió de desayunar temprano otra vez, concluyó.
De todos modos, tenía la sensación de que ya sabía lo que quería la señora Malfoy.
.
.
La primera oportunidad de Hermione de hablar con Draco llegó aquella noche, durante la patrulla.
—He recibido una lechuza de tu madre esta mañana, —anunció, entregándole la nota mientras avanzaban por el pasillo de la cuarta planta.
Draco tomó el pergamino ofrecido con interés y lo escaneó dos veces antes de devolvérselo.
—Se habrá enterado de que es fin de semana en Hogsmeade.
—¿Cómo debo responder?
—¿Estás pensando en ir?, —enarcó una ceja mirándola.
—Todavía no lo he decidido. ¿Sigues recibiendo correo constante de ella?
—Todos los días. A veces dos veces al día, —confirmó—. No le he contestado, probablemente por eso ha trasladado sus esfuerzos a ti.
Como era lo que Hermione había sospechado, preguntó:
—Va a seguir con esto hasta que uno de nosotros responda, ¿no?
El silencio de su compañero fue la única respuesta que recibió, pero ya se había familiarizado lo suficiente con Draco como para tomarlo como una confirmación.
—¿Irías conmigo si yo fuera?
Draco soltó una carcajada.
—Si insistes en seguirle la corriente, supongo que alguien tiene que asegurarse de que se mantenga a raya. No te lo tomes a mal, pero no estoy seguro de que puedas con ella tú sola. Es astuta y conozco sus trucos.
—Entonces está decidido, le contestaré mañana. —Comprobando que realmente estaban solos, Hermione le besó ligeramente la mejilla antes de separarse mientras bajaban al tercer piso.
Aunque desde luego no había sido parte de su plan, Hermione no pudo quejarse cuando entraron en la sala de trofeos y Draco correspondió a su casto beso en la mejilla con un verdadero beso. Algo parecía diferente esta vez, como si hubiera una suavidad en su tacto que nunca antes había estado presente.
Sus rodillas flaquearon cuando sus cálidos labios recorrieron la sensible piel de su cuello. Alentado por la respuesta de su cuerpo, le dio besos tentadores con la boca abierta en la unión del cuello y el hombro, antes de recorrer tortuosamente su garganta. Su pecho se hinchaba con cada respiración y ella apretaba su cuerpo contra el de él.
Encajamos juntos, pensó inconexa, sintiendo al mismo tiempo que sus bragas se calentaban de necesidad.
Draco parecía estar pensando lo mismo que ella, porque Hermione podía sentir su longitud semidura presionando contra su muslo donde sus cuerpos se tocaban. Le hizo pensar en el baño que habían compartido la madrugada del martes pasado, cuando él la había llevado al clímax con solo deslizar los dedos por su clítoris. Él había sido el primero en tocarla en un lugar tan íntimo. En lugar de sentirse avergonzada, se había sentido natural y, francamente, increíble.
Ella quería devolverle el favor; él no le había permitido corresponderle entonces.
Consciente de que estaban en la sala de trofeos de Hogwarts y no en un lugar verdaderamente privado, Hermione hizo retroceder lentamente a Draco hasta un rincón oscuro entre dos armarios expositores. Él pareció darse cuenta instintivamente de lo que ella pretendía, porque se aseguró de apoyarse lo más posible contra la pared, ante la improbable posibilidad de que hubiera intrusos.
No se podía estar huyendo durante casi nueve meses con dos chicos y no ver de vez en cuando el pene de uno de ellos o de los dos. Los chicos no eran tímidos a la hora de mear. Ron había sido incluso menos quisquilloso con el árbol que eligió para marcar que Harry, ya que había crecido con cinco hermanos mayores. Hermione nunca los había examinado, por supuesto, eran breves destellos de desnudez, nunca momentos sexuales, aunque sentía una especie de extraña curiosidad cada vez que ocurría.
Estar cerca del pene de Draco era un nuevo nivel de comodidad que se había roto para ella. Se separó de él y, con manos ligeramente temblorosas, le desabrochó el cinturón y metió la mano en los pantalones del uniforme. La cabeza de él cayó contra la pared con un golpe sordo y Hermione sintió con satisfacción cómo se estremecía. De hecho, gimió cuando ella le agarró el pene y empezó a acariciárselo con los dedos.
Se movió lentamente, aprendiendo de él a medida que avanzaba. Todo su cuerpo vibraba con lo desconocido y la anticipación.
—Me gustaría compensarte por lo de la semana pasada, —susurró en voz baja.
Levantó la vista sorprendido. Su mano se detuvo y compartieron una breve mirada en la que él le dio permiso para continuar y Hermione se armó de valor. Sacó la mano de los pantalones de él y se arrodilló, trabajando en la cremallera con los dedos. Le lanzó una segunda mirada interrogativa. La expresión hambrienta de sus ojos le respondió. Una vez liberado el botón, le bajó lentamente los pantalones y tiró de su miembro.
Estaba tan duro, tan largo, tan preparado... y ahora ella también lo estaba. Experimentalmente, posó los labios en la punta del pene.
—Sí, —se deslizó en silencio de sus labios.
No tenía ni idea de lo que estaba haciendo, pero descubrió que le gustaba. Comenzó lamiéndolo a lo largo, con pequeños lengüetazos, y quedó fascinada por la perlada gota de fluido que se acumulaba en la cabeza hinchada. Él gimió por lo bajo cuando ella pasó la lengua por la punta y lo saboreó, hasta que acabó por metérselo en la boca.
—Estoy cerca, —tuvo que advertir al cabo de unos minutos.
Ella asintió, llevándoselo aún más dentro de la boca. Todo lo que había aprendido escuchando a Lavender o Parvati cotillear sobre sus hazañas sexuales (o, más comúnmente, las hazañas de otra persona), le recordaba que lo mejor era tragar. Podía saber amargo o salado, pero de lo contrario se formaría un lío. Una vez le había preguntado a Lavender por qué no se podía usar fregotego después. Lavender la miró, sorprendida, y se limitó a responder, Confía en mí, traga.
Así que cuando Draco llegó al clímax, fue hasta el fondo de su garganta, y ella se lo tragó todo.
—Dioses, —murmuró una vez hubo bajado de su subidón.
Hermione se pasó el dorso de la mano por la boca y volvió a ponerse en pie mientras Draco reparaba su actual estado a medio vestir.
Aunque el sabor de él había sido amargo y salado a la vez, como era de esperar, se dio cuenta de que se alegraba de haber seguido el consejo de Lavender de hacía años, ya que le había permitido mirar. La espectacular imagen de Draco deshaciéndose por completo ante sus ojos sería algo que nunca querría olvidar.
.
.
Al día siguiente, Hermione se agobió rápidamente después de que Theo Nott hubiera pasado la mayor parte de las clases de la mañana sonriéndole descaradamente. Parecía una coincidencia demasiado grande después de lo que había hecho con Draco la noche anterior.
Sabiendo que había compartido partes de su extraña relación con Draco con tres de sus amigos, también sabía que no debía enfadarse con Draco por contárselo a Theo, si es que eso era lo que realmente había ocurrido. Sin embargo, la idea de que le contara a Nott lo que ella había hecho por él en la sala de trofeos después del toque de queda le revolvía el estómago. Seguro que no se lo había contado...
Fue un suceso que nunca podría haber ocurrido hasta después de la guerra. La dinámica de poder que había detrás de la mejor amiga de Harry Potter haciéndole una mamada a un mortífago estaba demasiado cargada para una situación de preguerra.
Un rato en la biblioteca ayudaría, decidió. En lugar de eso, se encontró con el mismísimo Theodore en el rellano del primer piso.
—Pareces estar a un millón de kilómetros, Granger, —observó divertido.
—Hola, Nott.
—¿Así que vuelve a ser "Nott" en lugar de "Theo"?
—Tú me llamaste "Granger", —señaló—. Es lo mismo.
—Muy bien: pareces estar a un millón de kilómetros, Hermione. ¿Te importaría explicarme por qué?
—Pensando en ti, en realidad, —respondió—. ¿Te gustaría acompañarme a la biblioteca?
—No quisiera entrometerme. ¿"Ir a la biblioteca" no significa para ti "tiempo a solas"?, —se burló.
—Porque sin duda te invitaría a ello. —Puso los ojos en blanco.
—¿Sarcasmo? No muy ingeniosa para una Ravenclaw.
—En realidad, esperaba poder hablar contigo un poco más sobre tu Visión.
Ni siquiera era mentira. Hermione había compartido muchas cosas con Harry, Ron y Ginny sobre su turbia relación con Draco, pero se había guardado para sí la predicción de Theo sobre su futuro. En su mayor parte, esto se había debido a que siempre había desconfiado de los adivinos. Además, aunque Theo afirmaba que su condición de Vidente no era necesariamente un secreto, Hermione sentía que estaba manteniendo su confianza al guardar silencio sobre los poderes que decía poseer.
Sin embargo, después de lo que parecía una suposición demasiado afortunada sobre su matrimonio, Hermione se había vuelto curiosa. Demasiada curiosidad, de hecho, para permitir que la afirmación quedara sin investigar. También estaba el hecho de que el propio Draco le había sugerido que lo interrogara.
Theo enarcó las cejas y sus ojos brillaron con picardía.
—Estoy deseando saber qué te ha llevado a preguntarme por esto de repente. ¿Pero tiene que ser en la biblioteca? Huele a libros... y a gente a la que le gusta leer libros.
—¿Como yo, quieres decir?, —le lanzó una mirada fulminante mientras caminaban.
Sacudió la cabeza.
—Tú estás bien, pero ¿has visto a ese prefecto de Hufflepuff que parece el hijo ilegítimo de un duende y un Lazo del Diablo? Pobre chico. Apuesto a que le gustan los libros.
Hermione se apresuró a contener la risa, no quería animarlo.
Encontraron una mesa apartada cerca del fondo de la biblioteca que Theo consideró aceptable. Hermione lanzó un muffliato antes de preguntar sin rodeos.
—¿Cuánto sabes?
—Es lo más impreciso que se puede formular, —señaló—. ¿Quieres concretarlo un poco?
A lo mejor Draco no se lo dijo después de todo, se atrevió a confiar.
—Malfoy sugirió que te preguntara más sobre tu don.
—¿Qué ha provocado esta pregunta tan repentinamente?
Inquieta, no pudo mirarle a los ojos por un momento mientras se esforzaba por responder.
—Solo necesito saber...
—¿Por qué te lanzarías al matrimonio con mi mejor amigo?
—Bueno, sí. Cuando consideras nuestro pasado, no tiene sentido. Quiero saber qué te hizo pensar que pasaría.
—Esa es la belleza de la Visión, —explicó, inclinándose hacia delante—. No pensé que pasaría, fui testigo de cómo pasaba.
Hermione tragó saliva. Sabía que, en circunstancias normales, nunca se plantearía casarse a estas alturas de su vida... y con Draco Malfoy, además. Aún estaba terminando sus estudios, ¡por el amor de Agrippa! Pero aquellas no eran circunstancias normales, y casarse con Draco Malfoy se había convertido de repente en algo que estaba contemplando.
—Por favor, cuéntame más. Me gustaría escuchar lo que tienes que decir.
Theo juntó las manos y presionó las yemas de los dedos, apoyando la barbilla en ellas mientras la estudiaba.
—Los detalles de tu relación con Draco siempre han sido un poco confusos. Lo que puedo ver con certeza, es que los dos participáis voluntariamente en un enlace legal matrimonial... pronto. Curiosamente, parece carecer de la mayor parte de la mierda romántica habitual que lleva a un sangre pura a ir en contra de su familia y unirse a una sangre su... perdón, nacida de muggles.
Su cara se transformó en una expresión contrita, y fue esto lo que hizo que Hermione decidiera ignorar el casi desliz, a la luz del hecho de que al menos se había controlado esta vez.
—Ya veo. Continúa.
Parecía tan deseoso de contárselo como ella de que se lo contara.
—Por ejemplo, tu matrimonio tiene lugar en un juzgado, lo que definitivamente sugeriría una fuga. Sin embargo, vuestras madres están presentes, así que no es un secreto; al menos, supongo que es tu madre, ya que te pareces a ella. —Hizo una pausa para lamerse los labios—. Narcissa parece desaprobar exteriormente el matrimonio de Draco, pero también ve los beneficios del mismo.
Hermione frunció el ceño.
—¿Qué beneficios?
Theo se limitó a encogerse de hombros.
—No puedo ver en su mente, solo lo que está ocurriendo.
—Bien, entonces: como alguien que conoce a la familia Malfoy desde hace muchos años, ¿tal vez podrías plantear la hipótesis de por qué Narcissa Malfoy podría estar interesada en un matrimonio entre su preciado hijo y yo, a pesar de que odia mi estado de sangre?
—Seguro que puedes encontrar la respuesta a eso por ti misma. Usa la lógica, Ravenclaw. Los Malfoys necesitan una seria redención social.
Hermione recordó la advertencia de McGonagall de la mañana de Halloween. ¿De verdad alentarían los Malfoys un encuentro como este solo para mejorar su posición social? ¿No quería Narcissa que esto fuera un secreto?
—¿Y qué hay de su linaje puro?, —espetó con tono mordaz.
—No sabría decirlo, —respondió Theo—. No estoy seguro de cómo funciona la mente de un Malfoy, solo puedo especular. ¿No vas a preguntarme otras cosas sobre tu futuro? Eso es lo que la gente siempre quiere saber.
Sacudió la cabeza.
—Me he metido con el tiempo antes, sé cómo funciona. Es mejor que no lo sepa.
—Merlín, qué aburrida eres.
Lo miró desde el otro lado de la mesa de la biblioteca.
Volvió a inclinarse hacia delante, con un brillo en sus verdes ojos.
—Muy bien. Una última cosa que debes saber, Hermione: para cuando te cases con él, definitivamente estarás enamorada de Draco.
—Lo dudo mucho, —intentó burlarse, pero un temblor en su voz la delató.
Pareciendo complacido de haberla afectado, Theo se recostó en su silla.
—Draco, por supuesto, ya se interesa por ti desde hace tiempo.
—¿En serio?, —parpadeó.
—¡La vara peluda de Merlín, obviamente! No necesito mirar al pasado, al presente o al futuro para verlo, —dijo—. Tú también deberías poder verlo.
—Pero es tan frío la mayor parte del tiempo...
—¿Has conocido a los Malfoys, cariño? Para sus estándares, prácticamente te está cantando baladas, —parecía incrédulo.
—Puede ser. Pero no estoy segura de confiar en ti.
Los ojos de Theo se entrecerraron y se ajustó las gafas para mirarla mejor, atreviéndose.
—Pregúntame cualquier cosa.
—No lo haré.
—Bien, —se comprometió—. Te contaré cosas sobre tu pasado.
—Sabré si estás mintiendo, —advirtió.
—Ya lo sé. —Sonriendo, Theodore cerró los ojos un momento antes de empezar a parlotear—: Eres joven, una niña pequeña. Dios, tu pelo era aún peor entonces. Vas en una bicicleta morada con serpentinas brillantes en el manillar.
¿Cómo podía saber lo de esa bicicleta? Quizás la mencioné una vez...
—Luego estás con alguna prefecta de Ravenclaw en un pasillo y estás mirando en un espejo de mano por las esquinas... ¡Las tetas de Circe! ¿Eso es un basilisco?
Solo yo, Harry, Ron, algunos profesores y Penélope Clearwater sabíamos de ese momento... eso sigue siendo mucha gente. Alguno de ellos podría haber mencionado algo en algún momento...
Theo parecía recién impresionado con su compañera después de la última visión.
—Estás con un hombre mayor en una entrada y ambos lleváis chaquetas de cuero. Te está dando indicaciones y tú te subes a la parte trasera de una especie de máquina muggle que hace un ruido infernal. ¿Es tu hermano? Se parece a ti.
—Mi padre, —corrigió ella en voz baja, incapaz de explicar que Theo supiera de este momento—. A veces me lleva a dar paseos en moto.
—Mmm. Veamos, ahora estás en una casa cerca del mar y miras por la ventana. Miras hacia abajo y encuentras un pelo largo y negro en tu rebeca. ¡Agg! No sabía que ibas a vomitar.
El pelo de Bellatrix, se dio cuenta Hermione, pensando en aquel momento en el Refugio la primavera pasada. Estaba sola, ¿cómo podía haber sabido que me puse enferma después de descubrirlo?
—Qué dulce, ahora estás acariciando unicornios con el semigigante que enseña Cuidado de Criaturas Mágicas... Potter y Weasley también están allí. Ahora, creo que estás discutiendo con una de tus compañeras de dormitorio sobre alas de hada... qué vida tan emocionante llevas, Granger. Alas de hada, unicornios y bicicletas con serpentinas brillantes.
Hermione no respondió de inmediato, pues se debatía en una encrucijada mental con respecto a la adivinación, un prejuicio que tenía desde hacía mucho tiempo.
—Un sickle por tus pensamientos.
Se dio cuenta con un sobresalto de que había estado mirando la mesa.
—Bueno, esto sin duda me da mucho en qué pensar.
Theo sonrió.
—Me pregunto, Theodore, —pensó en voz alta—. ¿Qué ves de tu propio futuro?
La cara de Nott se endureció de inmediato ante la pregunta, y llegó a gruñirle como una bestia salvaje, negándose así a contestar. Sorprendida, Hermione se quedó mirándolo unos instantes mientras él se serenaba.
—De acuerdo, entonces, —le tranquilizó—. No tienes que decirlo.
Para sus adentros, no pudo evitar preguntarse: ¿A qué ha venido eso?
Obligándose a enterrar su curiosidad, pidió a Theo que la acompañase a Runas Antiguas, ya que ambos se dirigían allí a continuación. Pronto se soltó de nuevo y empezó a bromear con ella como si nunca hubiera tenido ningún arrebato. Hermione suponía que se le permitía tener sus pequeñas idiosincrasias y estaba decidida a olvidarlo.
.
.
—Hablé con Theo el martes, —le dijo Hermione a Draco en la patrulla del jueves—, como me sugeriste.
—¿Y has sacado alguna conclusión?, —quiso saber mientras bajaban la escalera que conducía a las mazmorras.
—Sin duda sabe algo del pasado, de alguna manera, —admitió a regañadientes—. No le pregunté por mi futuro.
Draco asintió prudentemente.
—A veces es mejor no saber. —Después de un momento, añadió—: Theo es muy leal a los que le importan, aunque son bastantes pocos.
—Puedo verlo, —murmuró.
—De algún modo, sin ningún esfuerzo por tu parte, te has convertido en uno de los pocos.
¿Qué se suponía que tenía que decir a eso? ¿Que se había esforzado? Ambos sabían que no lo había hecho. Por la razón que fuera, una persona a la que no le gustaba crear vínculos se había unido a ella. Era desconcertante.
—Deberías saber, —continuó Draco con seriedad—, que Theo solía autolesionarse durante la guerra. Se sentía culpable por la muerte de sus hermanos, asesinados por su padre por ser ilegítimos. —Sacudió la cabeza—. Sé que asocias a mi padre con cosas horribles, pero deberías entender que el padre de Theo era mucho, mucho peor. Mi padre cometió crímenes durante la guerra porque buscaba lo que percibía como nobleza duradera para su linaje. El difunto Nott padre cometió crímenes porque disfrutaba haciendo daño a la gente y asesinando a quienes consideraba inferiores. Cuando lo mataron en la Batalla de Hogwarts, la vida de Theo solo pudo mejorar. Dejó de hacerse daño casi de inmediato.
Debe de ser extraño vivir en el lugar donde mataron a tu padre, pensó Hermione, preguntándose cómo no se le había ocurrido antes ese pensamiento. Se tomó un tiempo para digerirlo todo y dijo:
—¿Por qué me cuentas todo esto?
—Porque ha decidido que eres su amiga, y deberías entender algunas cosas sobre él si ese es el caso. También deberías apreciar lo raro que es que alguien como Theo quiera hacerse amigo tuyo. Antes, habría dicho que lo hizo para cabrear a su padre. Ahora, creo que realmente piensa que serás una pieza importante en su vida de alguna manera.
—¿A través de ti?, —preguntó antes de que pudiera contenerse.
Si antes no se había sonrojado, ahora sí que lo estaba. Su único consuelo era que Draco también lo estaba.
—Ya veremos, —respondió en voz baja.
.
.
El viernes se caracterizó por un escalofrío de excitación por el fin de semana que se avecinaba y que recorrió a todo el alumnado; el partido de Quidditch entre Ravenclaw y Gryffindor era esa tarde, seguido de Hogsmeade el sábado.
Hermione no tenía muchas ganas de tomar el té con Narcissa, pero también deseaba que terminara. Por lo tanto, asistió a sus clases matinales con frustrada impaciencia. Esto se vio exacerbado por el hecho de que se vio obligada a sentarse durante otra hora doble de Alquimia junto a Oliver Rivers sin hablar mucho con él. Su compañerismo tenía un claro sabor a incomodidad, a pesar de que habían acordado ser amigos.
Con alivio, Hermione codició el consuelo de un dormitorio vacío durante la pausa del almuerzo, solo para verlo violentamente desmantelado cuando las otras cuatro ocupantes de la habitación irrumpieron todas a la vez. Tenían el ánimo por las nubes y se negaban a aceptar lo contrario de Hermione. En un santiamén, Lisa volvió a trenzarles el pelo, como había hecho en el último partido de Quidditch. Esta vez, todas llevaban lazos azules y bronce idénticos.
Cuando llegó la hora, las chicas bajaron a cenar presas de la expectación. En el Gran Comedor ya se respiraba la misma energía crepitante. Muy pronto, los equipos de Quidditch se pusieron en pie, incluida Sue, que jugaba en Ravenclaw, para dirigirse a los vestuarios. El resto del comedor los vitoreó mientras desaparecían. Después de la cena, los alumnos se dirigieron ruidosamente a las gradas para apoyar a sus respectivas casas. Hermione ya no estaba de mal humor y animaba a Sue con Padma, Lisa y Daphne.
Fue una derrota vergonzosa para los leones. Después de que el buscador de Ravenclaw capturase la snitch, terminando el partido en 410-80, se pudo ver al nuevo capitán del equipo de Gryffindor gritando a sus cazadores y a uno de sus golpeadores en el campo. Mientras tanto, los borrones de túnica azul daban la vuelta de la victoria alrededor del estadio. Lisa repartía abrazos enérgicos a sus amigos, que casi dejaban sin aliento a Hermione.
Riendo, se dio la vuelta para buscar a Draco, esta vez consciente de que lo estaba haciendo. Al cabo de unos instantes, lo encontró y se alegró de ver que él también sonreía.
Pero no estaba mirando el campo de Quidditch. La miraba a ella.
.
.
Nota de la autora:
Lo he dicho antes y lo vuelvo a decir, aprecio de verdad a todos los que han seguido apoyando este fanfic a medida que avanza. A los lectores silenciosos, ¡escribidme y hacedme saber que estáis aquí! Os aprecio solo por leer.
El amor beta de este capítulo va para el inefable talento de la fantástica iwasbotwp. Eres lo más.
