Teoría
Resultó que tenían métodos de estudio muy diferentes. A Hermione le gustaba leer sobre la teoría antes de intentar nada, narrando lo que aprendía con todo lujo de detalles para estar segura de que lo entendía a fondo. Mientras tanto, Draco operaba bajo el mantra de que, si no podías explicar algo de manera sencilla, era porque no estabas muy bien informado sobre el tema.
—¡Pero es importante conocer la teoría antes de intentar la praxis!
—¿Por qué?, —se enfureció.
Su primera colaboración duró solo veinte minutos, cinco de los cuales los pasaron discutiendo antes de que Madam Pince los echara de la biblioteca por hacer demasiado ruido.
Pasaron la mayor parte del fin de semana y el lunes siguiente sin hablarse. Patrullaban con gélida cortesía. El martes, Hermione se quebró y se acercó rígidamente a Draco en su sala común.
—Me gustaría volver a intentarlo.
Sentado frente a Draco en una mesa, jugando al Snap Explosivo, estaba Theo, que movió las cejas sugestivamente ante la insinuación.
—¡La Visión no miente!
—Olvídalo, Nott. Ni siquiera deberías estar en la Torre de Ravenclaw.
—¿Cuándo he vuelto a ser "Nott"?, —se quejó.
—¡Cuando retomaste tu costumbre de comportarte como un niño petulante al que le gusta hacer conjeturas al azar y al que no se puede convencer de que pase tiempo en su propia sala común!
—Debí haber dado en el blanco para que se pusiera tan furiosa, ¿eh, Draco?
—¡En serio!
Theo cruzó los brazos sobre el pecho y miró burlonamente a Hermione.
—Es solo cuestión de tiempo que vosotros dos os montéis un nidito de dragón. —Hizo un gesto parecido a un símbolo de santidad y añadió—, Que así sea.
—¿Nidito de dragón es lo mejor que se te ha ocurrido? ¿Es un juego de palabras con el nombre de Malfoy?, —se burló Hermione poniendo los ojos en blancos.
—En realidad es una referencia a lo gruñón que está antes de tomarse un café.
—Hoy no tengo tiempo para ti, Theodore. —Volvió a girar sobre sí misma para exigirle a su posible compañero—, ¿Quieres que volvamos a vernos en la biblioteca o no?
Draco asintió con la cabeza.
—¿Será posible mañana por la tarde?
Hermione sospechaba que, aunque él seguía enfadado con ella por su discusión, estaba satisfecho de que hubiera sido ella quien reparara la brecha. Descubrió que no le importaba demasiado. Más bien, en cierto modo, le tranquilizaba, ya que parecía que sus motivos eran más puros. Asintió y se marchó a su dormitorio, donde se sintió aliviada al descubrir a tres cuartas partes de sus compañeras trenzándose el pelo en la cama de Lisa.
—¡Hola, Hermione!, —saludó la ex-Hufflepuff, jovial como siempre—. Estamos probando nuevos peinados. ¿Te apuntas?
Resultó que sí. Cualquier cosa con tal de sacarse a Draco Malfoy de la cabeza.
—Me parece estupendo.
—Déjame terminar con Sue primero. Será solo un momento.
—Sin prisa, —pidió Sue perezosamente, con los ojos entrecerrados mientras Lisa tejía con pericia un intrincado recogido. Usó su varita para trenzar y hacer bucles en el pelo de Sue en algo...
—Mágico, —confesó Sue cuando por fin consiguió un espejo—. ¿Lo harás así para Halloween?
Lisa, que se había cortado el pelo justo por debajo de la barbilla, sonrió.
—Será un placer.
—Eres muy buena en esto, —felicitó Padma, volviendo a comprobar su propia trenza intrincada—. Podrías ser una estilista profesional.
—¡Ese es el plan! —sonrió Lisa, y luego se volvió hacia Hermione—, Ahora, ¿qué debemos hacer con tu pelo esta vez?
Pensaba que te quedaba bonito el pelo cuando estaba liso, pero no parecías tú. Me gustas más así, cuando necesitas desesperadamente un cepillo. Las palabras de Draco de la noche en que se habían contaminado accidentalmente con el polvo incitador de la verdad inundaron su mente. Su naturaleza obstinada se rebeló contra su afirmación del pasado y, por fuera, no pudo contener su sonrisa.
—Algo excitante, —decidió por el contrario, tomando asiento en la cama frente a Lisa—. Tal vez podríamos alisarlo primero.
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Para su segundo encuentro, Hermione se dirigió a la biblioteca con un nuevo brío en el paso, con el pelo hermosamente alisado y recogido en una trenza en forma de corona en la nuca. Draco enarcó una ceja, pero no dijo nada.
Había elegido una mesa alejada para asegurar su intimidad, aunque algunos estudiantes se acercaban de vez en cuando. La mayoría no les prestó atención, aunque uno o dos les dirigieron una mirada. Después de todo, Hermione era bastante famosa entre sus compañeros tras la guerra. Sin embargo, si a alguien le pareció extraño el arreglo, no se opuso.
El dúo parecía decidido a ser cortés con el otro, casi hasta el punto del ridículo. Hermione lanzó un Muffliato, así como un encantamiento de precaución "No me notes" sobre su mesa, y luego sacó varias hojas de cálculo en las que se detallaba cada minúsculo detalle de su proyecto paralelo, un tanto ilícito.
—Puedo extraer la esencia de sal, —se ofreció Draco.
—Esa es la parte que más tiempo lleva. —Frunció el ceño.
—No me importa. Pociones es una de mis especialidades.
—Sí, lo sé, —respondió antes de poder contenerse. Después de todo, no se podía ser rival de alguien durante tantos años sin darse cuenta de ciertas cosas.
Trabajaron juntos, en silencio, en la aritmética que había detrás del diseño. Hermione se entregó de lleno a su trabajo, determinando las dimensiones y calculando una lista de días naturales ideales para realizar el hechizo. Levantó la vista una vez, solo para descubrir que Draco la había estado mirando, sobre todo su pelo, con algo parecido a diversión.
—¿Algún problema, Malfoy?
—Para nada. —Su mirada volvió al pergamino que tenía delante.
Volvió a su trabajo con una sonrisa de satisfacción.
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Si el uno de septiembre alguien le hubiera dicho que se divertiría haciendo rondas de prefectos dos veces por semana con Draco Malfoy, Hermione se habría reído en su cara, pero era cierto. Rápidamente abolieron su rutina en favor de recorrer una ruta diferente cada patrulla, mientras intentaban encontrar de nuevo el estudio de Rowena. Dos semanas después, aún no habían tenido suerte.
—¿A lo mejor es como la espada de Gryffindor?, —sugirió Hermione, tras otra búsqueda infructuosa—. Solo se puede encontrar para ayudar a los Ravenclaw que la necesiten, no se invoca a voluntad.
—Por supuesto que Gryffindor habría elegido una espada ensangrentada como representación, —murmuró Draco, sacudiendo la cabeza.
—¿Qué se supone que significa eso?
Él se limitó a sonreírle, con la boca curvada en el tipo exacto de vanagloria burlona que le hizo rechinar los dientes.
—¿Qué tienen los Slytherin que no pueden contenerse cuando se trata de insultar cualquier cosa relacionada con Godric Gryffindor?, —echó humo.
—¿Por qué los Gryffindors siempre aceptan el desafío?, —contraatacó—. Por eso.
Esto condujo a una discusión arrogante sobre la supuesta insensatez de los Gryffindors en general, a lo que Hermione se ofendió y discutió acaloradamente con él. El resultado final fue que Draco la condujo a la desierta sala de trofeos cercana para poder empujarla contra la pared y besuquearla largamente. Hermione no tenía claro si lo hacía porque sus discusiones lo excitaban (estaba segura de que existía una interesante literatura psicológica al respecto) o porque en realidad solo quería que se callara. Decidió que probablemente eran ambas cosas, aunque quizás un poco más de lo segundo.
A pesar de su aparente química, sus encuentros no eran frecuentes. La mayoría de los días, Draco parecía contentarse con dejarla reflexionar, que era exactamente lo que hacía. Ahora que sus besos ya no le provocaban un ataque de pánico u otro violento trastorno emocional, Hermione había estado deseando encontrar de vez en cuando algún rincón oculto tras un tapiz con él. Sin embargo, no necesitaba molestarse en soñar despierta, porque la mayor parte del tiempo seguían siendo frustrantemente poco físicos.
De todos modos, decidió que no iba a darle la satisfacción de saltarle encima. No necesita que le suban el ego de esa manera...
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A mediados de octubre llegaron los primeros días fríos. Entre las clases, las patrullas, el proyecto del mandala y las reuniones semanales de prefectos que Padma y Ernie consideraban necesarias para planificar el Baile de Halloween que se aproximaba, Hermione cayó exactamente en el tipo de horario ajetreado y productivo en el que prosperaba.
En una ocasión en que Theo había acompañado a Draco a la biblioteca para encontrarse con Hermione, se quejó:
—¿Vais a volver a ensuciar la mesa con vuestras cochinadas?
—¿Qué creías que íbamos a hacer?, —se preguntó Hermione.
—No contestes a eso, —recomendó Draco con un gesto de la mano.
Theo se limitó a sonreír.
A estas alturas, Draco había descubierto que no debía interrumpir a Hermione cuando estaba leyendo (algo que Harry y Ron sabían desde hacía años), y que cuando ella hablaba largo y tendido sobre algo que había leído, no lo hacía necesariamente para molestarlo, sino más bien para repasar lo que había asimilado. A su vez, Hermione aprendió a respetar la astucia de Draco como se respeta un cuchillo de carnicero. A menudo él seguía sus observaciones con preguntas propias, desde ángulos que ella no había considerado antes. La mantenía alerta, sobre todo porque sus preguntas a veces la acorralaban intelectualmente.
Para su sorpresa, también descubrió un sentido del humor muy sutil y seco que se le escapaba de vez en cuando, algo que no esperaba en absoluto.
Una cosa que sin duda no la sorprendió fue que trabajaban mucho menos cuando Theo estaba cerca. Le divertía pillar desprevenidos a los alumnos lanzando hechizos sobre los libros o encogiendo lentamente las sillas ocupadas. Un Hufflepuff de tercer año salió corriendo de la biblioteca gritando sobre demonios cuando su libro de herbología de repente empezó a actuar como El monstruoso libro de los monstruos.
Mientras Madam Pince corría detrás del estudiante, chillando por hacer ruido y por el uso inapropiado de los materiales de la biblioteca, Hermione se giró hacia Draco.
—¿Por qué sigues trayéndolo aquí?, —le preguntó, exasperada.
Draco se limitó a encogerse de hombros. Theo se había echado hacia atrás en la silla y giraba distraídamente la varita entre los dedos, fracasando por completo en su intento de parecer inocente.
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—¿Problemas en el paraíso?, —adivinó Ginny perspicazmente. Ya era finales de octubre y la esencia de sal estaba casi lista, lo que significaba que se acercaba el momento de poner en marcha el mandala de Ravenclaw.
—No puedo escapar de él, —susurró Hermione, ligeramente encorvada para parecer más pequeña mientras se servía una taza de té. Se había metido entre Ginny y Ron en una sección abarrotada de la mesa de Slytherin para evitar a Oliver. Se había sentado con ella a la hora de comer. Y en la mitad de las clases. Y en la biblioteca. Y en la sala común. No podía quitárselo de encima. Había empezado a llevar a sus amigos a la biblioteca por turnos.
—No mires ahora, pero está en la mesa de Ravenclaw con Anthony Goldstein y definitivamente te está mirando.
Hermione levantó la vista disimuladamente. Oliver estaba mirándola. Accidentalmente añadió demasiada leche a su té y tuvo que desvanecerla para volver a empezar.
—No de peocupes, Hemione, —intentó tranquilizarla Ron con la boca llena de budín de carne y riñones. Tragó saliva ante su mirada de asco—. ¿Recuerdas cuando tenía a Lavender persiguiéndome como un cachorro pateado?
—¿Cómo podría olvidarlo?, —respondió ácidamente.
—Solo dile que no estás interesada. Es la mejor manera. Confía en mí.
Es más fácil decirlo que hacerlo, pensó. Era como si Oliver supiera lo que iba a pasar, así que se esforzaba por ser dulce. La idea de disgustarle le revolvía el estómago. También le preocupaba el trabajo de clase de Alquimia. Tendrá que esperar hasta después. Además, ya has aceptado ir al baile con él, y solo faltan nueve días.
—Supongo que lo soportaré. —Hizo una mueca.
Ginny hizo un chasquido comprensivo con la lengua, como si supiera exactamente lo que pasaba por la cabeza de su amiga. Tal vez lo sabía.
—Siento no poder ir hoy a la biblioteca contigo. Hay entrenamiento de Quidditch, así que Harry también está ocupado.
—Hoy toca liga de ajedrez, 'Mione, —alegó Ron cuando los ojos de ella se volvieron hacia él.
Hermione suspiró. Aquello era casi peor que cuando había llevado a Cormac McLaggen a la fiesta de Navidad de Slughorn.
Casi.
Resignada, porque realmente necesitaba hacer algo de trabajo, se dirigió sola desde el Gran Comedor a la biblioteca, solo para toparse con Theo en el pasillo. Rápidamente se puso a su lado, como si siempre hubiera tenido la intención de hacerlo.
—¿Vas a la biblioteca, Granger? ¿Quieres compañía o te apetece pasar un rato a solas con los tomos sobre guerras gigantes?
—En realidad, hoy toca vampirismo, —bromeó, por una vez aliviada de verle—. La guerra de gigantes fue la semana pasada. Te estás quedando atrás.
—¡Tranquilo, corazón!, —jadeó dramáticamente, llevándose la mano al pecho—. ¡Es capaz de replicar!
—Deberías fundar un club de teatro en Hogwarts, —recomendó suavemente—. Puedes hacer que Ginny Weasley escriba los guiones. Tiene una gran habilidad para el drama imaginario.
Hizo una mueca, pero declinó hacer comentarios por el bien de ella, y el dúo se dirigió hacia el fondo de la biblioteca para reclamar una mesa. Mientras Hermione sacaba su trabajo de la mochila, Theo comentó:
—Parece demasiado tonto para ti, —como si continuara una conversación que ya habían tenido.
—Lo siento, ¿de quién estamos hablando?
—Rivers. Y antes de que discutas, eso fue un cumplido... para ti, al menos. —Se reclinó cómodamente en su asiento y miró con el ceño fruncido a algunos alumnos de primero que estaban cerca, que captaron la indirecta y se marcharon rápidamente.
—En verdad eres muy malo, —ahogó una risita. Hermione.
—Blancos fáciles.
Hermione disfrutaba pasando tiempo con Theo de vez en cuando, pero no confiaba en él ni por asomo. Hacía semanas que había investigado su historia familiar para confirmar ciertos detalles sobre sus afirmaciones, y había encontrado un libro de aspecto mohoso cerca del fondo de la biblioteca que incluía un libro de contabilidad actualizado por arte de magia de todas las familias de sangre pura de Gran Bretaña.
El libro había incluido una enorme variedad de apellidos con los que Hermione estaba familiarizada: Potter, Crabbe, Zabini, Weasley y Black entre ellos. Pero el viejo tomo también introducía el concepto de los Sagrados Veintiocho. Supuestamente, estas veintiocho familias poseían las líneas de sangre más puras, que se remontaban siglos atrás. No le sorprendió descubrir que tanto los Malfoy como los Nott figuraban entre ellas, aunque al parecer también los Longbottom.
Al hojear el breve capítulo sobre la familia Nott, Hermione pudo confirmar la afirmación de Theo de que descendían de uno de los oráculos que habían ocupado la famosa sede de Delfos.* Una rápida comprobación del libro de cuentas también verificó que Nott padre había sido el menor de siete hermanos, y que el propio Theo tenía una hermana menor y seis hermanastros mayores ilegítimos, la mayoría de los cuales tenían madres diferentes y todos habían muerto de forma misteriosa y prematura.
Eso no significa que tenga la Visión, se recordó a sí misma. Solo estás comprobando lo que te ha dicho.
Estuvo a punto de guardar el libro, pero se detuvo antes de permitir que su curiosidad la venciera. Mirando por encima del hombro para asegurarse de que nadie la viera, Hermione pasó a las páginas relativas a la familia Malfoy. Era muy sencillo: había un heredero varón por generación para mantener intacto el nombre de la familia y su inmensa fortuna. En un momento u otro, también parecían haberse casado con casi todos los linajes respetables (para sus estándares) de la Europa mágica.
El libro de familia había revelado que solo había tres Malfoys vivos: Lucius, Narcissa y Draco. Los ojos de Hermione parpadearon hacia el lugar encima de los nombres de Lucius y Narcissa donde figuraban los nombres y las fechas de los abuelos paternos de Draco: Abraxas y Linnaea Malfoy.
...A veces me pregunto si es mi comida favorita porque realmente está tan buena, o porque echo de menos a mi abuela. Vinieron a su mente las palabras obligadas de Draco la noche en que habían tropezado con el estudio de Rowena. ¿Era la misma abuela a la que había afirmado echar de menos? La fecha de defunción indicaba que había fallecido hacía unos siete años. Parecía posible.
Cerró el libro de golpe, lo volvió a colocar con cuidado en la estantería y se dirigió rápidamente a otra parte de la biblioteca, como si huyera de la escena de un delito menor.
Hermione salió de su ensueño cuando un pájaro de papel se posó en su pelo. Sobresaltada, levantó los ojos y vio a Theo sonriéndole desde el otro lado de la mesa, varita en mano. Debería haberlo sabido...
—¿Tienes que hacer eso?
—¿Hacer qué?, —preguntó con fingida inocencia.
Sacudiendo la cabeza, Hermione volvió a concentrarse en los deberes de Runas Antiguas, intentando resolver algunas traducciones especialmente difíciles. Theo seguía tratando de despeinarle el pelo, que ya había vuelto a sus rizos rebeldes.
Ninguna muestra de cortesía parecía capaz de convencerle de que se detuviera. El pájaro volvió a dirigirse hacia ella, surcando el aire justo fuera de su alcance. Finalmente, perdió los estribos y, con un movimiento de su varita, la molestia estalló en llamas y las brasas ardientes se depositaron en caprichosas estelas sobre la mesa. No levantó la vista de su trabajo.
—Seguro que eres divertida en las fiestas, —hizo un mohín Theo, ahora con los dos codos sobre la mesa.
Siguió sin decir nada, concentrándose en su última traducción.
—Vas a tener que trabajar en tus habilidades sociales.
Hermione resopló.
—En serio, a los Malfoys les gusta organizar muchas de esas elegantes reuniones sociales... o solían hacerlo, al menos. Es probable que se espere que asistas a alguna.
La tinta emborronó la página y Hermione levantó por fin la vista para fulminarlo con la mirada.
—Creía que te habías rendido con esa farsa.
—Cariño, un Slytherin no se rinde sin más... y estoy empezando a aprender que tampoco es el método preferido de los Gryffindors para hacer las cosas.
—Esperaba que te remordiera la conciencia.
—¿La conciencia?, —repitió como si ella le hubiera sugerido que tenía un unicornio de peluche con el que aún dormía.
—Por inventar una mentira tan descarada.
—¿Sigues sin creerme?
—No soy idiota. Draco te pidió que inventaras esa historia para contármela para que cooperara con él en este proyecto de alquimia, ¿no?
—Desde luego que no. —Theo parecía atónito.
—Es una mentira bastante intrincada, —admitió, volviendo a su trabajo para ver si podía arreglar el borrón que había hecho—. Al principio pensé que era el blanco de una broma cruel. Ahora me doy cuenta de que Malfoy solo quería asegurarme como su compañera porque sabe que no puede hacer este experimento solo.
Por una vez, Theo no tenía nada que decir.
—No me molesta, —se encogió de hombros—. Yo también tengo curiosidad por el resultado del proyecto.
—Granger, tengo la Visión, y Draco y tú estáis claramente destinados el uno para el otro.
—Tonterías, —se burló.
—Como quieras.
—¿Mal momento?, —dijo una voz familiar. Draco acercó la silla junto a Theo y se sentó—. Nunca pensé que os vería a los dos pasar tiempo juntos de buena gana.
Hermione frunció los labios ante la interrupción.
—Solo le recuerdo a Theodore, que el acuerdo actual entre tú y yo dura solo hasta que este experimento de alquimia este completo.
Draco enarcó una ceja hacia Theo para callarlo antes de que pudiera hacer más insinuaciones, y luego se volvió hacia Hermione.
—¿Nunca has pensado en los beneficios de tener un entendimiento académico a largo plazo? ¿Si podemos hacerlo con éxito?
En realidad, no lo había hecho. Por un momento, se tranquilizó, hasta que su mente se puso a trabajar y se dio cuenta:
—Así que por eso sentiste la necesidad de inventar una mentira tan intrincada.
—Estoy un poco confuso, Granger, —dijo Theo—. ¿Crees que me inventé que era un Vidente recién despertado que previó tu alianza matrimonial con Draco, porque él me lo pidió, para poder trabajar contigo? ¿Es eso realmente lo que estoy entendiendo que crees?
—Es mucho menos descabellado que si fuera verdad.
—¿No crees que habría sido mucho más fácil simplemente pedirle a Theodore que predijera que tú y yo forjaríamos una relación académica, en lugar de...?, —Draco miró a su alrededor para asegurarse de que no hubiera ningún fisgón; desde luego, formaban un grupo poco habitual. Sin embargo, la mayor parte del alumnado parecía estar fuera, a pesar del frío que hacía.
—¿Casarnos?, —remató por él con ardor.
Sus ojos azul grisáceo se desviaron hacia su cara, pero aquella mirada ya no la acobardaba, si es que alguna vez lo había hecho. Le miró a los ojos con fría determinación reflejada en los suyos.
—Así es.
—Esa tensión sexual, sin embargo... —silbó Theo por lo bajo.
—Si te interesa la tensión sexual, Nott, te recomendaría que pasaras algún tiempo cavilando sobre lo que Filch y Madam Pince hacen en su tiempo libre, —sugirió Hermione con malicia—. Posiblemente juntos.
Draco se río. Hermione lo miró fijamente. No creía haberlo visto reír nunca. Theo cerró los ojos como si le doliera algo.
—Gracias por esa imagen, Granger. ¿El Obliviate necesario viene de regalo, o...?
Hermione soltó una risita y arregló sus deberes, dejándolos a un lado para que se secara la tinta.
—Está lista, —dijo Draco a continuación.
—¿La esencia de Sal? —Levantó la vista.
—Eso es lo que he venido a decirte. —Asintió con la cabeza.
Emocionada, el codo de Hermione manchó accidentalmente el pergamino que estaba secando, pero no se dio cuenta.
—¡Qué maravilla! Eso significa... espera... —Cogió el cuaderno de su abarrotada mochila y consultó sus extensas conclusiones.
—El viernes al atardecer sería la hora ideal, —le informó Draco, que ya sabía lo que buscaba—. Lo he comprobado.
—Mañana no, ¿verdad? —Era jueves.
—¿Ya tienes planes?
—Bueno, más o menos. Mañana es el partido de Hufflepuff contra Slytherin.
—¿Y?, —preguntó Theo.
—Pues Harry va a jugar contra Ron, y prometí que iría a verlo, —replicó ella con firmeza. Nunca pensó que viviría para ver el día en que asistiría voluntariamente a un partido de Quidditch en lugar de sus actividades académicas. Y menos a una que le interesaba tanto.
—El próximo viernes entonces, —insistió Draco.
—Es el día antes del Baile de Halloween... pero tal vez podamos utilizarlo a nuestro favor, —reflexionó—. Habrá algo más de laxitud en la seguridad del castillo, ya que todos esperarán que se rompan las reglas en Halloween y no la noche anterior. Además, Justin y Mandy hacen rondas los viernes, y siempre revisan primero los pisos inferiores, así que podemos entrar y salir del pasadizo de las mazmorras con relativa facilidad. —Levantó la vista y se encontró con que los dos chicos la miraban fijamente con expresiones extrañamente inexpresivas en sus rostros—. ¿Qué?
—Habrías sido una buena Slytherin, Granger, —respondió Draco tenuemente.
Supuso que no debería haberse alegrado tanto, pero Hermione sabía reconocer un cumplido de alto calibre cuando lo oía.
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Nota de la autora:
Siento que haya sido un poco irregular. El capítulo ha durado un puñado de semanas. Es otro con el que no estoy muy satisfecha por alguna razón, pero bueno. Gracias de nuevo a todos los que habéis dejado un comentario. Los aprecio mucho.
Había un * en alguna parte del capítulo en el que solo quería indicar una nota para acompañar al Oráculo de Delfos. Algunas personas me han señalado que, por lo general, el oráculo era una mujer joven, hermosa y virgen. Sí, tienen razón. Pero esas mujeres jóvenes, hermosas y vírgenes también eran, por desgracia, propensas a atraer la atención negativa de los hombres que venían a buscar su consejo, y muchas de ellas eran violadas o ultrajadas. No me meto en eso en este fic porque es salirse demasiado por la tangente incluso para mí, pero siempre he pensado que la idea de que alguien como Theo tuviera la capacidad de Vidente debido a un acto de violencia era significativa.
Una beta en condiciones no es poca cosa. Muchas gracias a la mía, iwasbotwp, que me ayudó con este capítulo.
