Familiaridad liminal

Tras quedarse después de Aritmancia con preguntas para la profesora Vector, Hermione y Padma bajaron a comer más tarde que la mayoría de sus compañeros. Todavía revolviendo varias páginas de apuntes mientras caminaban, Padma se lamentó por quinta vez:

—Nunca entenderé qué me poseyó para apuntarme a este ÉXTASIS.

—Lo harás bien, —repitió Hermione con lealtad.

—Va a ser tan difícil... todas esas fórmulas que memorizar...

—Puede, pero parece que la profesora Vector planea sobre todo repasar durante los próximos meses.

Padma pareció un poco aliviada ante este recordatorio, pero añadió:

—Mi madre hizo Aritmancia. Dijo que fue el examen más difícil al que se presentó.

—Al menos puedes hablar de cosas así con ella. Lo más parecido que hizo mi madre fue estudiar matemáticas avanzadas. —Con esta confesión, Hermione sintió una punzada de ansiedad ante la proximidad de los ÉXTASIS, para los que aún faltaban cinco meses y medio, pero decidió prepararse un horario de estudio esa misma semana.

—Me alegro de que estés en esto conmigo, —suspiró Padma—. ¿Con suerte podremos comparar notas?

—Por supuesto, —aceptó Hermione de buen grado—. Aunque, ya sabes, solo somos cinco en el examen, probablemente podríamos hacer un grupo de estudio con todos nosotros.

Con cierta vacilación, la ex Premio Anual admitió:

—No me importan Susan y Terry, pero no estoy segura de cómo me siento en compañía de Malfoy.

—Tonterías, Draco es un mago inteligente.

Padma se quedó mirando a su compañera un momento.

—Me da una sensación espeluznante.

—Hablas como Lisa.

—¿De qué habláis tú y él en las patrullas de prefectos? ¿Ha sacado alguna vez el tema de lo que hizo en sexto curso?, —preguntó Padma, con no poca curiosidad.

—No, —respondió Hermione con firmeza—. En realidad, no hablamos de eso.

—No puedo imaginarme charlando con un antiguo mortífago. Por no hablar de uno que dejó entrar a otros mortífagos en Hogwarts.

Réplicas groseras y réplicas defensivas se agolparon sin piedad en su mente, pero Hermione se las tragó. Sabía que esa era la opinión generalizada de la población de Hogwarts y que Padma solo estaba expresando lo que muchos de los demás no se atrevían a decir en voz alta. Aunque Hermione reconocía lo protectora que se había vuelto con Draco, también comprendía que en realidad no era culpa de Padma que tuviera esas opiniones. Después de todo, Draco había hecho cosas terribles.

—No le considero responsable de lo que hizo durante la guerra. Intentó hacer lo que creía necesario para proteger a su familia. Todos hicimos cosas de las que no nos sentimos orgullosos, —se conformó.

—¿Incluso tú?

—Incluso yo, —confirmó, mientras una infinidad de recuerdos del año anterior inundaban su mente.

Padma negó con la cabeza, sus ojos oscuros ocultando sus emociones.

—Me alegro de que este año seas una Ravenclaw, Hermione. Pero para mí, siempre serás una Gryffindor.

—Gracias, —contestó Hermione, sonriendo, aunque de forma algo forzada.

Al llegar por fin al Gran Comedor, Padma se separó para sentarse con su hermana y algunos otros de los nuevos Gryffindors. Hermione no tenía ningún deseo de unirse a ellos; su relación con Parvati seguía siendo apática en el mejor de los casos.

Recorrió la bulliciosa sala en busca de una cara amiga, y su mirada se posó primero en Harry y Ginny. Los dos tenían las cabezas juntas en la mesa de Slytherin de una forma que denotaba una tranquila intimidad. Más allá, Lisa se reía con Susan Bones de algo que había dicho Justin Finch-Fletchley.

Todo el equipo de Quidditch de Hufflepuff estaba sentado junto, y si los animados movimientos de manos que hacían algunos de los miembros servían de indicador, todos parecían estar discutiendo el próximo partido entre Slytherin y Ravenclaw. Ron estaba entre ellos, golpeando la mesa con el puño para enfatizar algo. Al echar un vistazo a la mesa de Ravenclaw, Hermione observó que Sue también estaba sentada con su equipo de Quidditch, aunque los miembros de este grupo parecían menos animados que los de Hufflepuff mientras estudiaban detenidamente una tabla que su capitán, Damien Shafiq, había presentado a los demás.

En la mesa de Gryffindor, Hermione observó que Luna estaba sentada sola al final, y estuvo a punto de sentarse con ella hasta que recordó la incómoda velada que habían pasado en el estudio privado de Rowena, cuando Luna se había topado con el libro sobre rituales sexuales.

Todavía no, decidió. Luna le caía bien, por supuesto, pero preveía un montón de preguntas incómodas.

Neville estaba más allá, en la mesa, mientras Hannah le daba sopa con una cuchara, pero no lo hacía muy bien debido a un exceso de risitas. De hecho, Hermione estuvo a punto de renunciar a encontrar un amigo con quien sentarse hasta que por fin se fijó en quien estaba sentada al final de la mesa: Daphne, con Theo y Draco.

Perfecto, decidió. Al fin y al cabo, si Draco y ella iban a intentar ser amigos en público, tal vez no tuviera una oportunidad mejor.

Firme en su convicción, se echó al hombro la mochila que había empezado a deslizarse por su brazo y marchó hacia el extremo de la mesa de Gryffindor. Mientras se deslizaba en el banco junto a Daphne y frente a Draco, Theo saludó:

—Vaya, vaya, vaya... mirad quién ha decidido honrarnos con su presencia.

—Hola, Theodore.

—Hola, Hermione, —dio la bienvenida la escultural Ravenclaw, a su lado.

—Hola, Daphne. —Dejó su bolsa desbordante en el suelo junto a sus pies y empezó a recogerse los rizos salvajes en una coleta.

—Granger, —oyó en voz baja.

Levantó la vista y se encontró con los ojos de Draco. Los recuerdos de la noche anterior bailaron en su mente.

—Malfoy.

Theo movió las cejas sugestivamente ante su intercambio. Fue una lástima que Daphne no lo viera.

Reconociendo hábilmente las tenues implicaciones sociales de que la heroína de guerra Hermione Granger almorzara abiertamente con tres antiguos Slytherins, uno de los cuales era un antiguo mortífago y otro, el hijo de uno de ellos, Daphne entabló conversación de inmediato para aliviar la tensión latente.

—Slytherin contra Ravenclaw el viernes. ¿Alguien quiere apostar?

—Ganará Slytherin, —respondió Theo con pereza—. Pero por poco.

Levantando una ceja elegantemente arqueada, Daphne se volvió hacia Draco.

—¿Crees que debería aceptar la apuesta?

—No, —contestó Hermione al instante, mientras se servía un trago de zumo de calabaza.

Draco soltó una risita en voz baja mientras Theo sonreía complacido.

—Slytherin tiene muchas posibilidades de ganar la Copa de Quidditch este año, —reflexionó Daphne después de entornar los ojos. Algunos de los alumnos que estaban sentados cerca empezaron a cuchichear entre ellos ante la elección de Hermione como compañía, pero Daphne los desafió presionando voluntariamente a través de la conversación neutral—. Aunque estaría bien ver a Ravenclaw llevarse la Copa.

—Su Guardián es mediocre en el mejor de los casos. Debilita al resto del equipo, —se encogió Draco de hombros.

—Sue dijo una vez lo mismo, pero no hay reserva, —asintió Daphne pensativa.

—Hablando de Li... mirad quién hace un movimiento, —señaló Theo hacia el centro de la mesa de Ravenclaw, donde Sue y su equipo de Quidditch estaban sentados.

Hermione estiró el cuello por encima de la multitud de cabezas para echar un vistazo a lo que Theo estaba hablando. Se dio cuenta de que Sue había estado sentada en el extremo de su grupo y ahora estaba siendo objeto de las insinuaciones de Blaise Zabini.

—Oooh, —exhaló Daphne en voz baja y conspiradora—. Llevan mucho tiempo haciéndose ojitos.

Sonriendo para sí misma, la mirada de Hermione se desvió de aquel sutil escarceo solo para captar los ojos de Ron, que estaba sentado directamente en su campo de visión, en la mesa de Hufflepuff, con su propio equipo de Quidditch. Parecía furioso.

—¿Qué crees que tiene la varita de Ron hecha un nudo?, —susurró, inclinándose un poco hacia Daphne.

La otra chica apartó los ojos de Sue, que ahora coqueteaba casi descaradamente con Zabini, y los dirigió a Ron. Este miraba ahora a las dos brujas con expresión de disgusto desvelado, y solo interrumpía su escrutinio para fulminar con la mirada las nucas de Draco y Theo.

Incómoda, Hermione se rascó la manga de la camisa del uniforme donde cubría la maldita Marca Tenebrosa. Dejó caer la mano cuando vio que los ojos de Draco seguían el movimiento.

—Oh, suele hacer eso, —explicó Daphne en voz baja. Ahora miraba exclusivamente su plato casi vacío.

Hermione se fijó entonces en el plato desocupado de su amiga, que solo contenía una rebanada de pan con mantequilla, de la que solo había dado unos mordiscos.

—¿Has hablado con él para que te deje en paz cuando quieras sentarte con tus amigos? En realidad, no es asunto suyo.

—Claro. Acordamos no hablar de ello.

—¿Entonces por qué nos está mirando?

—Bueno... técnicamente no está hablando de ello, ¿verdad?

—Relájate, Greengrass, —dijo Theo, captando el tema de su conversación privada—. Ni que fueras a casarte con él.

Hermione miró inmediatamente a Nott para determinar si aquello era cierto, pero él ya estaba preocupado eligiéndose un segundo sándwich.

—No estás ayudando, —reprendió Draco con lealtad antes de que Hermione pudiera decir nada. Ella lo miró agradecida.

—No, está bien, —insistió Daphne, con las mejillas más sonrosadas de lo habitual—. Supongo que aún somos demasiado jóvenes para saber con quién acabaremos casados. No es como si pudiéramos predecir el futuro.

Theo ahogó una sonora carcajada en su sándwich. Hermione creyó darse cuenta de que Draco evitaba sus ojos a propósito.

Afortunadamente, la incómoda conversación se vio interrumpida por la llegada de otra antigua serpiente, que Hermione reconoció como Tracey Davis. Parecía flotar más que caminar hacia ellos, llevaba una corbata roja y dorada, lo que indicaba su nueva lealtad a la casa Gryffindor, y una larga cortina de pelo rubio rojizo que le llegaba casi hasta la cintura. Su rostro esbelto y sus pómulos altos la habrían hecho indiscutiblemente hermosa si no fuera por la dureza de sus ojos color avellana y el ceño fruncido que dibujaba su boca respingona.

—Hola, Trace, —saludó Daphne, apartando su almuerzo apenas consumido y tocando la hebilla de su mochila—. ¿Ya toca Adivinación?

Tracey asintió, pero no miraba a Daphne, sino a Hermione. Para sorpresa de todos, excepto quizá de Theo, extendió la mano.

—No nos conocemos formalmente. Tracey Davis.

Asombrada, Hermione dudó un momento y luego aceptó la mano que le tendía.

—Hermione Granger.

—Un placer. —Aunque Tracey soltó el apretón de manos con bastante rapidez, su expresión agria al menos no se hizo más desagradable. Se fijó en los chicos por turnos con solo un superficial—: Malfoy, Nott.

—Davis, —dijeron al unísono.

Desde luego, los Slytherin no parecen fomentar las muestras de familiaridad, observó Hermione, repudiando interiormente sus fríos y altivos reconocimientos mutuos. No le sorprendió lo más mínimo.

—Nos vemos, —dijo Daphne. Un momento después, Tracey y ella se dirigían a la Torre Norte, donde la profesora Trelawney daba clase.

Al quedarse sola con los chicos, Hermione no se había dado cuenta de lo mucho que consideraba a Daphne como una capa de seguridad. Una cosa era pedirle a Draco que se convirtiera en su amigo a los ojos del alumnado y otra muy distinta era vivirlo. Después de que Tracey se presentara, en el Gran Comedor había más de una mirada fija en Hermione Granger, que sin duda se preguntaba qué hacía el cerebro del Trío de Oro confraternizando con tantos Slytherins de toda la vida.

—Ya conoces a otra serpiente, ¿eh?, —comentó Theo, al percibirlo.

—Ha sido muy amable al presentarse, supongo.

—No es tan aleatorio como piensas, princesa. —Se rio de su ingenuidad.

—¿Oh?

—Se presentó porque el príncipe de la casa Slytherin te aceptó primero, —explicó Theo, sacudiendo la cabeza en dirección a Draco.

—¿Cuántas veces te he pedido que no te refieras a mí así?, —replicó Draco, con un largo suspiro.

—¿Qué noble apodo preferirías como alternativa, Oh Majestuoso Colmilludo?

Hermione soltó una risita. Theo era demasiado ridículo.

—No tú también... —volvió Draco los ojos hacia ella, sus azules grises quejumbrosos.

Soltó otra risita.

Después de considerar la idea de que Tracey Davis solo se había presentado ante ella porque Draco había aceptado primero su presencia, Hermione recordó la frecuencia con que su marido había estado rodeado de otros Slytherins en años anteriores. En verdad, uno de los mayores cambios de comportamiento que había sufrido era que el Malfoy de la posguerra no sentía la necesidad de estar rodeado de admiradores como lo había estado el Malfoy de antes de la guerra. De hecho, la presencia de Draco en el Gran Comedor estaba más cerca de ser una rareza estos días. Antes, siempre había estado en presencia de Crabbe y Goyle, y a menudo con Pansy y su pandilla de chicas Slytherin, entre las que se encontraban Daphne y Tracey.

Riéndose un poco para sus adentros, Theo terminó lo que quedaba de sándwich y le espetó a Hermione:

—Puede que Draco ya no sea el cabecilla de la casa Slytherin, pero muchas de las antiguas serpientes estamos acostumbradas a recibir indicaciones de los Malfoy, y eso va más allá de Hogwarts.

—Mm, ya no creo que eso sea tan exacto, después de la guerra, —deliberó Draco con descontento, aunque era difícil saber qué parte de las palabras de Theo le había disgustado—. Los Davis son mestizos, así que les gusta seguir la línea de ambos bandos. En cualquier caso, dudo que Granger tenga que preocuparse por la política social hasta que Bulstrode empiece a venir a tomar el té.

Solo pensar en Millicent Bulstrode, una chica grande, musculosa y desagradable que seguía en Slytherin incluso después de la reselección, hacía palidecer a Hermione.

—Oh, tengo que saber de qué va eso, —prácticamente cantó Theo, cerrando los ojos—. ¿Por qué la Srta. Leona tendría miedo de nuestra Millie?

¡No! —protestó Hermione mientras le lanzaba un manotazo. Fue en vano.

—Aww, pobrecita Granger, —bromeó el Vidente, abriendo los ojos de nuevo—. ¿Acaso la gran Millie te estranguló durante el Club de Duelo en segundo año?

—No me volveré a sentar contigo, —le amenazó mirándole fijamente.

—Tú y yo sabemos que eso es mentira.

—Ugh, —resopló, sintiéndose completamente ultrajada.

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Decidida a seguir el consejo de McGonagall, Hermione aprovechó su hora libre entre el almuerzo y Runas Antiguas para llevar sus cosas de alquimia a sus nuevas habitaciones privadas, con buenas intenciones de montar una zona de estudio privada. Sin embargo, no pudo escapar del Gran Comedor antes de ser abordada por Ginny, y su amiga le hizo prometer que se reuniría con ella en los dormitorios de Slytherin esa noche, mientras sus dos compañeras de habitación estaban en una reunión del Club de Gobstones.

No hacía falta ser un genio para darse cuenta de que eso significaba que Ginny pretendía bombardearla a preguntas, suposición que se consolidó cuando Hermione notó que su amiga miraba con curiosidad hacia el lugar donde se había sentado con Draco, Daphne y Theo durante la comida.

Por suerte, fue fácil quitársela de encima, ya que Ginny tenía que ir a Pociones. Hermione se escabulló rápidamente del Gran Comedor antes de que alguien pudiera enfrentarse a ella. De todos modos, tomó un camino alternativo para llegar al tercer piso, sintiéndose paranoica de que alguien la descubriera entrando en las habitaciones de los casados y comenzara a hacer preguntas inconvenientes.

Tras elegir la gárgola correcta, se dirigió a la entrada y abrió la boca para dar la contraseña cuando fue interrumpida bruscamente.

—Oh, eres tú, ¿verdad?

—Er... —Desconcertada por un momento ante la inhospitalidad de la gárgola, se limitó a tartamudear.

—Supongo que estás aquí porque quieres entrar, —añadió con un profundo suspiro.

—Bueno, sí.

—Nadie viene aquí solo para charlar. —Volvió a suspirar, profundamente afligido. Luego, animándose un poco, empezó—: Oye, ya sé, ¿cuántos elfos domésticos hacen falta para alimentar a un dragón?

—No estoy segura, —respondió Hermione alzando ambas cejas.

—¡Depende de lo hambriento que esté el dragón!, —se rio la gárgola mientras graznaba con una sibilante carcajada.

Maravilloso, pensó malhumorada. No solo es una gárgola hosca, sino que cuenta chistes de mal gusto. De alguna manera, esto concordaba con el resto de sus experiencias en Hogwarts.

—Nido de águila.

El guardián, que parecía muy disgustado porque ella ni siquiera se había reído, tosió:

—Bien, bien, —y se apartó de un salto para admitirla.

Al igual que la noche anterior, su entrada hizo que la brasa de la chimenea cobrara vida y un agradable fuego comenzara a bailar alegremente. Al parecer, Draco ya había estado de visita esa misma mañana, ya que había señales de su presencia en la pequeña pila de libros que había sobre la mesa de la esquina de la sala de estar, sobre la que sus gafas estaban cuidadosamente dobladas. Con curiosidad, Hermione dejó a un lado sus gafas de lectura y observó la presencia de los respectivos diarios de alquimia de Ravenclaw y Slytherin, así como un tercer libro titulado Compendio de mandalas en magia.

Contenta de ver que se tomaba en serio su desvinculación, Hermione colocó también sus cosas sobre la mesa, después de haber llenado su mochila con materiales útiles que había recogido a lo largo de su extensa investigación. Al dejar Serpientes y Artes Oscuras, sus ojos se posaron inadvertidamente en el diario de alquimia de Slytherin. Aunque había planeado pasar su tiempo libre de otra manera, se encontró con que sus dedos se acercaban al pequeño libro encuadernado en cuero antes de saber lo que estaba haciendo.

El diario tenía menos de cien páginas y, aunque la letra de Slytherin era fina, era alta e inclinada, por lo que se leía rápido. A toda velocidad, se detuvo en el capítulo en el que el fundador de Hogwarts describía el uso de la Horquilla de Sierpe en una mándala inversa.

Pero Draco y yo estamos reflejados, no divididos por la mitad, razonó para sí misma, negándose a descartar esta idea a pesar de que, estrictamente hablando, no tenía mucho sentido. Tenemos las mismas marcas y cicatrices. La Horquilla de Sierpe divide las cosas... y como, para empezar, no estamos necesariamente divididos por la mitad, eso podría salir desastrosamente mal.

Lo que significaba que, a pesar de que nunca había sido una opción deseable para empezar, la Horquilla de Sierpe estaba oficialmente descartada.

Su mente divagaba en el recuerdo del gélido día de noviembre en que Draco le había propuesto matrimonio. Si estamos casados un año y un día y el divorcio no es una opción, podemos probar la Horquilla de Sierpe, le había prometido. En el mejor de los casos había sido el último recurso, pero ya era algo.

Demasiado para ese plan, pensó secamente.

Apartándose el flequillo de los ojos, Hermione volvió a colocar el pequeño diario sobre la pila de Draco y empezó a rebuscar entre sus propias cosas de nuevo, con sentimientos encontrados. Mientras empezaba a organizar sus notas y dibujos, un par de trozos de pergamino desgastado se cayeron del resto y aterrizaron en el suelo. Al agacharse para recogerlo, se le heló un poco el corazón cuando reconoció la carta de Priya e Indira Upadhyaya.

Un despertar sexual mutuo va de la mano de la destreza mágica, le recordaba la carta. Teniendo eso en cuenta, canalizar un despertar sexual dentro de un mandala idéntico puede ser la respuesta a vuestra situación.

Miró con culpabilidad la carta sin respuesta y recordó su antigua resolución de enviar una respuesta a las hermanas.

Puede ser la respuesta...

—Pero no definitivamente, —se recordó a sí misma en voz alta.

Aunque seguía sintiendo que se le helaba la sangre ante la idea de entregarse a Draco de aquella forma y por un motivo tan desesperado, de alguna manera le parecía menos degenerado que hacía un mes. La aprensión que sentía ahora era menos una agitada humillación y más una sensación de presentimiento que no era del todo negativa. Intentó imaginarse los dedos de Draco deslizándose por su columna vertebral y se estremeció, como si hubiera aparecido en forma espectral para acariciarla hasta la médula. La frialdad que sintió después fue un frío boreal parecido a la luz de la luna.

Resuelta, se sentó en la mesita junto a la ventana y rebuscó en su mochila el tintero, una pluma y un trozo de pergamino.

Queridas Priya e Indira,

Muchas gracias por vuestra respuesta a mi consulta, hace unos meses. Me disculpo por no haber respondido antes. Me ha dado mucho en qué pensar.

Esperaba algo más de información sobre lo que sugerís. ¿Hay algún libro sobre este tema que podáis recomendarme? He investigado un poco por mi cuenta...

Hizo una pausa aquí, sintiéndose culpable por lo que ella llamaba su "investigación" sobre el tema de despertar la kundalini. La verdad era que, de todas las opciones propuestas para desatarse a sí misma y a Draco, esta era la que menos había investigado.

...y según una fuente, el momento más ideal para recrear nuestro mandala con el propósito de desatarnos utilizando la energía kundalini sería en el equinoccio de primavera. Este año cae el domingo 21 de marzo. Como esta fecha se acerca rápidamente, espero tomar una decisión con bastante antelación para poder planificar con tiempo la elaboración de otra tanda de esencia de Sal, si fuera necesario, ya que este proceso puede llevar todo un mes.

Gracias de nuevo por responder a mi primera carta. Espero tener pronto noticias vuestras,

Hermione Granger

Arrojó la pluma con decisión y se quedó mirando la carta. A pesar de todo lo que había tenido que hacer por el bien común, su propia audacia seguía sorprendiéndola de vez en cuando.

A lo mejor, si la respuesta no es negativa, puedo compartir esta opción con Draco. Tiene derecho a saberlo, después de todo.

Una molesta voz en el fondo de su cerebro se mofó: ¿Igual que Harry y Ron tienen derecho a saber que estás casada?

Desechó esta idea, ya que solo la disgustaba.

¿Vas a pasar un par de horas con Ginny y tampoco se lo vas a decir? presionó la presencia. Se lo confiaste a ella primero, después del mandala.

¡Odiaba tenerme confianza para algo así! Me presionó y presionó para que se lo dijera a Harry y a Ron.

¿No tienen todos derecho a saberlo?

—Basta, —silenció a su propia mente, sabiendo que podría volverse loca fácilmente hablando en círculos. Además, esto es por el bien de todos.

O eso se decía a sí misma.

Teniendo en cuenta lo que sabía y lo que no sabía sobre su enlace con Draco, había considerado mejor mantener un perfil bajo con respecto a lo que compartía con sus amigos. Dado que la Horquilla de Sierpe había sido descartada de la lista como opción, y que intentar producir el elemento de la quintaesencia era poco práctico, en realidad solo quedaba el divorcio... o al menos eso suponía Draco. Era un trago amargo que, una vez conseguido el divorcio, no pudieran volver a unirse mágicamente de esa manera.

Otra punzada de culpabilidad la sacudió cuando se dio cuenta de lo que le estaba ocultando. Selló la carta sobre la mesa y decidió utilizar una de las lechuzas del colegio para enviarla.

Por supuesto, hizo una pausa, posiblemente podría haber una quinta opción... Pero sus abstractas sospechas sobre la descomposición del polvo incitador de la verdad no podrían demostrar nada hasta que consiguiera un poco de Veritaserum. ¿Pero cómo? Estaba muy regulado por el Ministerio. Dudaba que ni siquiera Harry pudiera conseguirlo y, en cualquier caso, él era reacio a utilizar su fama para cosas así, incluso a día de hoy.

¿Tal vez, Draco...?

Decidida a preguntarle si sabía cómo conseguir esa sustancia tan difícil de obtener, Hermione también decidió que le pediría su lechuza. Después de todo, uno de los pájaros del colegio podría no estar preparado para un vuelo internacional.

Definitivamente no era para tener una excusa para volver a hablar con él.

Desde luego que no.

¿A quién quería engañar?

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La sala común de Slytherin era tal y como Hermione la recordaba de la fiesta que habían organizado sus amigos el trimestre anterior: las paredes en forma de acuario que daban al Lago Negro teñían el aire mismo de un ambiente verdoso, mientras que el ardiente resplandor de la inmensa chimenea de algún modo hacía que la sala común pareciese más fría.

Pasando enérgicamente junto a un par de columnas de altos relojes llenos de calaveras, Ginny parecía no ver ya las macabras exhibiciones... o bien no les prestaba atención. Hermione, en cambio, sintió que la recorría un escalofrío. Varios Slytherins la miraron mientras la arrastraban, aunque no le dio la impresión de que fuera inusual que Ginny trajera forasteros, a pesar de lo tabú que pudiera haber sido alguna vez.

—Mi dormitorio está por aquí, —explicó la pelirroja, deteniéndose junto a uno de los muchos tapices medievales y apartándolo sin ceremonias. Al otro lado se abría una puerta de madera oscura con un sencillo ribete y un antiguo pomo plateado. La empujó y desapareció en su interior.

Siguiendo a su amiga, Hermione se detuvo bruscamente en cuanto entró. No pudo evitar quedarse mirando.

Mientras que Gryffindor, Ravenclaw y Hufflepuff parecían seguir el mismo patrón general para sus dormitorios, Slytherin había tomado una dirección completamente distinta. En lugar de la disposición circular de las otras tres, los dormitorios se encontraban en una habitación larga y rectangular, con escalones individuales hacia arriba, como plataformas para cada cama. En el extremo de la habitación, en la plataforma más alta, había una magnífica ventana en forma de ojo de buey que daba al lago; alrededor de la ventana había varios prismas de color verde oscuro, que proyectaban la inquietante luz fosforescente de debajo del agua en la habitación y en las paredes. El efecto final era bastante grandioso y parecido a un trono... los ojos no podían evitar sentirse atraídos hacia el otro extremo de la sala.

Solo había tres camas, pero Hermione se imaginaba a una Pansy Parkinson de antes de la guerra, en su mejor momento, descansando como una princesa en la cama que había bajo la ventana lujosamente decorada. Desde luego, la distribución no daba una sensación de igualdad.

Las camas con dosel eran de un delicado metal forjado y estaban cubiertas con cortinas de satén negro. Unas sedosas sábanas negras cubrían las camas y las almohadas, mientras que un edredón de ante verde cubría la mitad inferior de cada una de las camas para dar calor en caso necesario. También había farolillos plateados colgados junto a cada cama para dar más luz.

Otra variación llamativa eran las paredes. En lugar de la piedra en blanco del castillo, todas estaban decoradas con murales, similares a los tapices que cubrían la sala común de Slytherin, excepto que estaban pintados sobre la propia piedra y tenían incrustaciones de escamas de plata y nácar. Afortunadamente, no se movían.

—¡Por el amor de Morgana, 'Mione, ven hasta dentro! Christine y Maddie están en el club de Gobstones, así que tenemos todo esto para nosotras solas al menos otras dos horas.

—Es que... tu dormitorio... es tan...

—¿Elitista? —sugirió Ginny secamente—. Sí. Los Slytherin y su jerarquía.

—¿De quién es esa?, —preguntó Hermione, señalando la cama más prominente en el lugar de honor.

—Christine. Era Slytherin antes de la reselección y las chicas con las que compartía dormitorio siempre le hacían ocupar la cama más baja, ya que era mestiza. Maddie y yo se la dejamos. Yo soy Gryffindor y Maddie era Ravenclaw, ¿qué nos importa?

Las amigas se acomodaron en la cama de Ginny en medio de las tres, lo que aparentemente fue la apertura perfecta para que Ginny comenzara su interrogatorio.

—Así que... tú y Malfoy. ¿Qué pasa ahí?

—¿Estás segura de que eres una Slytherin? Ese fue un enfoque terriblemente Gryffindor.

—No intentes distraerme, siempre funciona. ¡Te sentaste con él en el almuerzo!

—Y con Daphne y Theo.

—No me importan, quiero los trapos sucios.

—Draco y yo hemos estado investigando para asegurarnos de que conocemos todas nuestras opciones para salir de este lío, —suspiró Hermione profundamente.

—Ooh, y ahora es Draco, ¿verdad?

—Ginny…

—Como quieras, 'Mione. No quise decir que quiero que me cuentes sobre tus travesuras de alquimia, aunque como tu amiga, obviamente me importa mucho, sino que quise decir, ¿has seguido besuqueando a Malfoy?

Sentía que se le calentaba la cara.

Debía de ser obvio, porque Ginny empezó a corear:

—¡Cuéntamelo, Cuéntamelo, Cuéntamelo!

—Ni hablar.

—¿Por favor? Te contaré lo que Harry y yo hicimos durante las vacaciones, —insinuó.

—¡No quiero saberlo! —gritó Hermione.

—¡Cuéntamelo!

—¡No!

—Bueno Harry y yo...

—¡No quiero saberlo!

—Tuvimos sexo durante las vacaciones de Navidad.

—¡Gah!, —gimió Hermione tapándose los oídos con las manos.

Con un enorme grito, Ginny lanzó una almohada directamente a la cara de Hermione.

—¡Oye!

Pero ya era demasiado tarde. Las peleas de almohadas de Ginny eran legendarias. Como un monstruo, era imposible detenerla una vez que había empezado. Durante casi un cuarto de hora, Hermione trató débilmente de defenderse de las duras embestidas de Ginny.

Para cuando las chicas hubieron terminado su duelo, una de las almohadas de plumas había reventado. Con ambas riendo agotadas, Ginny empezó a ayudar en la infructuosa tarea de recoger las plumas de los rizos alborotados de Hermione. Era inútil, ya que numerosas plumillas ondeaban en el aire y se enganchaban en los muebles y en la alfombra verde víbora. Con las plumas pegadas a las cabezas de ambas, las chicas volvieron a desplomarse hilarantes sobre la cama de Ginny.

—Sabes, en realidad creo que Malfoy es mejor de lo que Rivers nunca fue, —admitió Ginny conspiradoramente, secándose las lágrimas de risa del rabillo del ojo.

—¿Qué?, —solo articuló Hermione completamente desconcertada.

—Bueno, para empezar, Ron estaba súper celoso de Rivers.

—¡Pero Oliver y yo nunca salimos! Tuvimos una única cita, ¡eso no es lo mismo!

—Pero él quería salir contigo.

Hermione admitió que era cierto, ya que el propio Oliver lo había admitido.

—Bueno, Ron y tú rompisteis el día antes de que empezaran las clases, ¿no? A él le preocupaba que las cosas fueran incómodas después de que os separarais. Sinceramente, Harry y yo también estábamos preocupados, porque teneros a los tres juntos es exactamente como debería ser, y bueno, todos estáis acostumbrados a tenerme allí también, supongo.

—Ron tiene a Daphne ahora, —respondió Hermione evasivamente.

—Sí, y parece estar bien, aunque en realidad no la conozco. Mi punto es que Rivers no puede relacionarse con todo lo que todos pasamos, ¿sabes? Quiero decir, ¿no dijiste que sus padres lo sacaron de la escuela y se fueron a vivir con unos parientes en Bélgica?

—Eso fue lo que me dijo, —asintió.

—Bueno, —consideró Ginny, mordiéndose el interior de la mejilla y con aire pensativo—, se escondió.

—¿Y?

—Lo que quiero decir es que él no sabía cómo era la guerra. Tú, Harry y Ron la vivieron mientras huían. Yo la viví, aquí en Hogwarts. Rivers no.

—¿Y Draco?

—Bueno, él también la vivió, ¿no? Pasó por la misma mierda, solo que desde el otro lado.

Hermione se quedó callada. Su amiga le había dado mucho en qué pensar. Ginny pareció percibirlo porque, al cabo de un momento, volvió a recoger las plumas del pelo de ambas en silencio.

—¿Cómo fue, Ginny?

—¿El qué?

—El sexo.

—¿Estás planeando...?

—No, no, —negó Hermione rápidamente—. Solo por curiosidad.

Ginny parecía no creerla y puso mala cara.

—No, en serio, —protestó, apoyándose en el codo para mirar a su amiga a los ojos—. Según el alquimista al que McGonagall escribió al principio, incluso podría hacer que la vinculación fuera permanente.

—¿Pero si no te lo plantearías?

—Posiblemente, —admitió con valentía en lugar de mentir.

Ginny hizo una mueca ante la idea, pero se abstuvo cortésmente de decir nada.

—Bueno, la primera vez no fue tan buena. No duró mucho y a Harry y a mí se nos dio mal. Pero la segunda vez estuvo bien. La tercera fue increíble. La cuarta vez fue fantástica. La quinta vez...

—¿Cuánto sexo habéis tenido?, —preguntó Hermione, escandalizada.

—Bueno, bautizamos casi todas las habitaciones de Grimmuald Place. Algunas dos veces.

—Nunca podré volver allí, —susurró horrorizada.

Ginny la empujó juguetonamente.

—¿Te dolió?

—La verdad es que no. Hago mucho Quidditch, ya sabes. Realmente no había nada para que Harry rompiera, si entiendes lo que digo.

—Parece que me estás diciendo que perdiste la virginidad con un palo de escoba.

Recibió otro almohadazo en la mejilla.

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Nota de la autora:

A veces, esta historia me frustra muchísimo. Pero entonces me siento, releo todo el amor que me habéis dejado, me preparo una taza de té y vuelvo a sentar el culo delante del portátil. Los comentarios son tan buenos como no tener nada que hacer en un día lluvioso y poder acurrucarse con un buen libro y una taza de té. Muchas gracias.

No usé un beta en este capítulo, así que cualquier error es mío.