Por fin hemos llegado, no me lo creía posible la verdad. Pero de alguna forma me las arreglé para escribir 12 capítulos de una saga que realmente no tenía suficiente material para 12 capítulos, no de los míos al menos, pero al parecer lo logré, con un poco de trampa, ya que este capítulo es una tercera parte Saga de Eris, y dos terceras partes el inicio de la Saga de Ares, pero dejaré que ustedes lo descubran. Por cierto, tres reviews, yo ser feliz, yo escribir más rápido.

Rocharin Hua San: Una pequeña disculpa por hacerte llorar… aunque tengo el presentimiento de que me vas a matar cuando termines de leer este capítulo. Sobre Camus, lo lamento, no leíste Guerras Doradas Original, así que no había forma de que lo supieras, y como esta es una nueva versión, los mismos cimientos deben respetarse. Camus pudo disfrutar de una vida más larga porque existía la Saga de Eris, pero él nunca llegó a enfrentar a Ares. Sobre Guerras de Troya, se supone que las historias de la trilogía son independientes unas de otras, realmente no es necesario que vayas y te informes sobre Diomedes y/o Agamenón en Guerras de Troya si no quieres, pero si te pasas por allí, me dejas un review. Lo de Kyoko no puedo contestártelo, lo lamento. Sobre Shaka… esta versión es más realista, el Shaka de Guerras Doradas Original era más amable, jajaja.

Josh88: ¿Eris ya pasó a mejor vida? Es complicado, la respuesta es sí y no, pero tendrás que leer este capítulo para entender a lo que me refiero. Nuevamente, perdón por Camus, pero tú leíste la versión original, tan solo asumí que era mejor que se sacrificara por un inocente como Kiki, que, saltando frente a la Flecha de Sagitario, supongo que spoilers, jajaja. Bueno, si tomamos en cuenta cómo funciona Guerras de Troya, los Aqueos usaban las Armas de la Armadura de Libra sin detrimento alguno, no puedo asegurarte que los Caballeros Dorados de la Guerra de Troya, sean más poderosos que los actuales, en mi libro, están iguales, pero los Aqueos tenían a las Armas de Libra, lo que hace a los Daimones más mortíferos ahora que no tienen a las Armas de Libra enfrente. En otras palabras, la diferencia radica en las armas. Sobre Dohko… lo único que puedo decir es… leíste la versión original y ganó Lost Canvas… así que… un mago lo hizo.

reyna lisset: Perdón por lo de Milo, pero la próxima Saga básicamente se trata casi en su totalidad de él, había que bancarlo un poco. Ándale, así escribo yo mis historias, los secretos se revelan al final, jejeje. Como leíste la versión original, sabes que no es la única muerte de Camus, jajaja. Mira que hacía tiempo que alguien no dudaba de mis muertes narradas… me reservo comentarios al respecto… (nota: hacer más mataciones para desviar atenciones). Lo de Shoko, tendrás que esperar a Ares para descubrirlo. Guerras de Troya no está terminada todavía, pero si quieres pasarte por allí, me dejas review, jejeje. Ya… me pondré a actualizar Guerras de Troya T_T.

FE DE ERRATAS: Tuve que borrar el capítulo 24 y resubirlo porque requirió de una actualización más cuidadosa, debido a que el señor autor de la nada olvidó el orden de las 12 Casas, ya está corregido, una disculpa para los 28 desafortunados que leyeron con el orden de las casas erróneo.


Saint Seiya: Guerras Doradas – El Ciclo Infinito.

Saga de Eris.

Capítulo 24: Nova Gea.


Grecia. Atenas. Isla de Milo. 12 de Diciembre de 1985.

-El Dios Ares ha renacido –comenzó Saori, mortificada, mientras miraba en dirección a Ares, más alto que cualquier humano que ella hubiera conocido antes, incluso dejando por debajo a Aldebarán, y admirando también a los 9 Daimones que le servían, uno de los cuales miraba a Aioria divertido, mientras el de Leo parecía gruñirle.

-Eres bastante difícil de matar, Phobos… -enunció Aioria, sus brazos rodeándose de relámpagos, mismos que comenzaban a centellar por los alrededores- Mu… llévate a Saori, yo entretendré a este grupo de… -intentó decir Aioria, cuando Phobos se materializó frente a él, perforando su Armadura Dorada de un solo golpe al pecho, y atravesándole el mismo.

-¡Aioria! –gritó Saori mortificada, mientras Aioria se separaba de Phobos e intentaba golpearlo, solo que el Daimón, arrogante, se transformó en humo frente a él, por lo que el puño del de Leo terminó abanicando a la nada, mientras el Daimón se materializaba a un par de metros.

-Basta, Phobos… -comenzó Hebe, la Daimón rubia, y de contornos de su armadura de color blanco-. Los Daimones no actuamos sin una instrucción. Si Ares no te ha pedido actuar, esperarás en tu puesto –informó la Daimón.

-No obedezco ordenes de la criada personal de padre –se fastidió Phobos, notando entonces los ojos escarlata de Ares, que se movían desde el interior de la sombra que producía su casco de penacho Troyano, intimidando al Daimón de la Derrota-. Quiero decir… pensaba que hacía la voluntad de Ares al enfrentarme a un Caballero Dorado –admitió él.

-No sabes nada, niño –comenzó Shura, los ojos de Ares se posaron inmediatamente sobre él, y se achicaron, descubriendo la identidad del espíritu que en esos momentos había reemplazado a Shura-. Ha pasado el tiempo, parásito –insultó él.

-Rey Supremo –se irguió Ares, divertido-. Que sorpresa encontrarme con otra cara familiar tras 3,000 años sellado. ¿Vienes a hacerme frente? –le apuntó con su lanza Ares. Aioria, aún herido, se viró a ver a Shura. Por otra parte, Mu ya se encontraba frente a Saori, protegiéndola de cualquiera de los Daimones que pudiera pensar en atacarla.

-¿Por esta Athena? Vah… la única Athena en la que creía se perdió en la guerra de hace 3,000 años. Esta Athena es responsabilidad de los Caballeros Dorados actuales –admitió Shura, preocupando a Mu y a Aioria, Saori solo miró al de Capricornio con dudas sobre sus palabras-. Así que no, Ares, no he venido a divertirte, más bien vine a dar mi veredicto a nombre de Diomedes, sobre el Caballero de Escorpio de la actual Orden Dorada. Déjame decirte que no estoy impresionado –admitió él, molestando a Ares.

-Si el Rey Supremo lo dice, entonces el de Escorpio debe ser un debilucho –admitió Ares, decepcionado, y mirando a Athena con firmeza-. Podría tomar este mundo aquí y ahora. Dame una razón para no hacerlo, Rey Supremo –pidió Ares.

-A eso vine, ¿no es así? –sonrió Shura una vez más- Como te mencioné, Ares, el Caballero de Escorpio actual dista mucho de lo que Diomedes alguna vez fue. Sin embargo, este cuerpo lo reconoce como un valeroso guerrero, uno que, en palabras del de Capricornio de esta era, lo considera un rival digno de ti –continuó Shura, Ares se frotó la barbilla con interés-. ¿No estás curioso? Déjame decirte que acaba de asesinar a Eris –prosiguió él, Ares lo miró incrédulo, sus ojos rojos acrecentando su tamaño por la sorpresa-. Y aunque Milo de Escorpio no sea Diomedes… él tiene una motivante más grande que la de mi amigo. Digamos una lo suficientemente grande para vencerte –insistió él, Ares por fin ignoró a Saori, y a Mu quien la mantenía protegida, empujó a Aioria a un lado, y se posó frente a Shura con ira-. ¿No me crees? Anda y ve a partirte el rostro con él y me dices como te va. Al menos que seas un cobarde que solo tomará la salida fácil, Athena no puede defenderse después de todo –aclaró él.

-Umm… interesante… -se viró Ares a ver al Santuario, elevando un cosmos oscuro, y saltando en dirección a las 12 Casas, dejando atrás a unos confundidos Mu y Aioria, a unos molestos Daimones, y a Saori, quien no sabía qué pensar.

-Ah, qué lástima, Ares se fue sin dar sus órdenes, lo que significa que no pueden hacer nada sin su instrucción, ¿no es así, Hebe? –se burló Shura, los Daimones lo miraron con desprecio, pero no se movieron de sus puestos- Está hecho, Ares va a divertirse un poco con Milo de Escorpio. Si no quieren que ejecute al de Escorpio, reúnanse con el resto de Caballeros Dorados, y ármense con las Armas de Libra. Ares es impredecible, pero tampoco es un tonto. Si no ve la oportunidad de comenzar una masacre, se retirará hasta tener a un ejército digno de divertirlo. No tienen mucho tiempo. Buena suerte, Diosa Athena de esta era… -cerró sus ojos Shura, y cuando volvió a abrirlos, se sintió mareado-. ¿Qué ha ocurrido? –se quejó Shura.

-Descubrimos que tienes un trastorno de personalidad múltiple –bromeó Aioria, y entonces se viró para ver a los Daimones, todos molestos, pero manteniendo sus posiciones-. ¿Podemos confiar en lo que dijo ese sujeto? Sobre que los Daimones no pueden actuar sin una instrucción –les preguntó curiosos.

-Los Daimones… -comenzó Saori, mortificada, y mientras veía al cometa carmesí que se dirigía a las 12 Casas-. Según los escritos antiguos que he leído, rara vez se manifiestan al servicio de Ares. Reunirlos a los 9, es casi tan peligroso como reunir a los 12 Caballeros Dorados. Podría ser incluso más peligroso. Los Daimones poseen una propiedad similar a las Seeds, mientras ellas crean una Barrera del Caos que debilita a los Caballeros de Athena… los Daimones se fortalecen a sí mismos mientras peleen juntos. Y como el cosmos de un Daimón no tiene límites mientras más combata, Ares les tiene prohibido actuar sin su consentimiento. Así de peligroso es un Daimón, cualquier Daimón –explicó Saori.

-Es así como lo ha dicho… -comentó Mu-. Incluso se ha llegado a decir que las Armas de la Armadura de Libra existen específicamente para lidiar con los Daimones, y que sin ellas incluso un Caballero Dorado no tendrá oportunidad. Comprendo entonces lo que el Rey Supremo hizo, mantener a Ares divertido con la promesa de enfrentar a Milo, para que no diera órdenes a los Daimones –comentó Mu, mirando a los Daimones aún a la defensiva-. Tenemos esta oportunidad única de reagruparnos mientras Ares esté distraído, pero habrá que apresurarnos. No importa si Milo es o no el Anti-Ares, con el agotamiento actual que debe de tener tras enfrentar a Deimos y Eris… no creo que se encuentre siquiera en condiciones favorables –aceptó el de Aries, colocando su mano sobre el hombro de Saori, Aioria colocó una de las suyas sobre la hombrera de Mu, y su mano libre en la de un confundido Shura, y tras aquello, Mu los transportó a todos fuera de la Isla de Milo.

Casa de Escorpio. 13 de Diciembre de 1985.

-Hermana… lo siento tanto… -lloraba Shoko ante el cuerpo de Kyoko, recostado en el suelo y con la capa de Milo sobre de ella, por lo que Shoko solo podía tomarle su fría mano, igual que Kiki hacía en esos momentos, mientras miraba su anillo dorado en su brazo, y se debatía entre quitárselo ahora, o esperar a que el momento fuera más adecuado.

-Maestro… -susurró Jabu. Milo, quien miraba a la Isla de Milo desde las afueras de su templo, asintió-. ¿Estará bien? –preguntó el de Unicornio, Milo gruñó a sus adentros, mirando a Kyoko cubierta por su capa, y pensando al respecto- No puede enfrentarlo… lo matará… -insistió Jabu.

-No creo que Ares me esté dando la alternativa en primer lugar –le respondió Milo, mientras el cometa carmesí que había saltado desde la Isla de Milo, comenzaba su descenso-. Haré lo posible por alejarlo de aquí. Mantén a Shoko y a Kiki a salvo –le pidió el de Escorpio, Jabu asintió, y comenzó a correr hasta posarse frente a Shoko y Kiki, quien no logró recuperar su anillo dorado, cuando Ares aterrizó violentamente frente a Milo, quien tuvo que saltar para evadir el cometa al estrellarse.

-Umm… -comenzó Ares, incorporándose, inmenso, rodeando a Milo con su sombra, su gruñido sonando salvaje y agresivo-. Así que tú eres el Anti-Ares de esta época… decepcionante… -admitió él, preparando su lanza y su escudo, Milo tan solo guardó sus distancias, y comenzó a reunir la energía escarlata en su uña. Ares por su parte, analizó los alrededores, encontrando a Jabu protegiendo a Shoko y a Kiki, además del cadáver de Kyoko en el suelo-. Así que es verdad, asesinaste a Eris. Muy bien, toma su tridente y enfréntame. Es tu premio por haberla derrotado –invitó Ares.

-Has estado dormido por muchos años, Ares… los Caballeros de Athena ya no usamos armas –aclaró el de Escorpio, Ares nuevamente gruñó, y su respuesta fue la de impactar su escudo fuertemente contra el cuerpo de Milo, lanzándolo fuera de la Casa de Escorpio, en un movimiento que fue tan rápido que ni siquiera el de Escorpio lo notó hasta estar ya a medio camino a Sagitario.

-Si este es el sujeto que te derrotó, hermana, eso significa que debo castigarlo con severidad –saltó Ares nuevamente, persiguiendo a Milo hasta Sagitario. Una vez que tanto el de Escorpio como el Dios de la Brutalidad en la Guerra estuvieron fuera de la Casa de Escorpio, ocurrió algo que sobresaltó a Jabu, mientras Kyoko se incorporaba tras un grito de terror ahogado, como si sus pulmones de la nada se hubieran llenado de aire, mientras la diosa resucitaba frente a los sorprendidos presentes.

-¡Hermana! –gritó Shoko agradecida, Kiki compartía una emoción similar. Del grupo, solo Jabu volvió a colocarse a la defensiva, preparando su cosmos para una confrontación- ¡Basta! ¿Acaso mi hermana no ha sufrido ya suficiente? –se quejó Shoko, mientras Kyoko se convulsionaba del dolor, y se tomaba el pecho, como si intentara calmar su corazón.

-¡Tu hermana sigue siendo la Diosa Eris! –enunció Jabu, mientras Kyoko comenzaba a reponerse muy débilmente, como si su corazón no pudiera recuperarse del todo- Atrás… Eris… no seré el Maestro Milo, pero no dudaré en acabar contigo… -aseguró el de Unicornio.

-Más te vale cumplirlo… Unicornio… pero será después de cumplir con mi misión -levantó su tridente Kyoko, Jabu solo sudó frio, pero para su sorpresa, Kyoko solo se dio la vuelta, y comenzó a caminar lentamente en dirección a Sagitario, con su cosmos muy apenas anclándose a su cuerpo, y arrastrando su tridente sin poder levantarlo por su debilidad. Jabu, sabiendo que no tendría otra oportunidad, intentó atacar a Kyoko por la espalda.

-¡No! ¡Espera! –se abrazó de su brazo Shoko, molestando al de Unicornio- Algo se siente diferente… ella… no se siente malvada… -le suplicó Shoko con la mirada, Kiki escuchó aquello, y corrió en dirección a Kyoko, rebasándola, y colocándose frente a ella, intentando ver sus ojos bajo la maraña de cabello que le caía frente al rostro.

-Kyoko… -comenzó Kiki, la temblorosa chica se detuvo, apenas teniendo la fuerza para sujetar su tridente-. Kyoko… ¿eres tú? Dime que eres tú… -suplicó Kiki, cuando Kyoko cayó en su rodilla, intentando no caer de cara contra el suelo, clavando su tridente frente a ella para poder mantenerse estable-. ¿Kyoko? –preguntó Kiki.

-Perdóname… Kiki… -susurró Kyoko, Kiki abrió sus ojos hasta sus límites, mientras ella dejaba de sostener su tridente para abrazar al Muviano-. Crece y vuélvete fuerte… -lo tomó de la cabeza Kyoko, dándole un gentil beso en la mejilla, dejando al Muviano perplejo, mientras la diosa levantaba el tridente sin que Kiki se percatara de ello, y blandía el mismo, impactando la nuca del distraído de Kiki, y noqueándolo en ese momento.

-¡Kiki! –gritó Jabu, se lanzó a Kyoko, pero esta pateó con fuerza, forzando a Jabu a atrapar su pierna para no salir disparado por la patada- Eris… ¿cómo te has atrevido? –preguntó Jabu, cuando notó los ojos de Kyoko, rojos, pero tranquilos y gentiles- Los ojos del Caos ya no… -comenzó él.

-Déjame ir… Jabu… -le pidió Kyoko, el de Unicornio se mostró confundido, Kyoko entonces miró a su hermana, quien se debatía entre ir a con ella o mantenerse al margen-. Lo lamento… Shoko… voy a tener que abandonarte otra vez… debo ser… la peor hermana del mundo… pero… necesito llegar junto a Ares… por favor… -pidió ella.

-¿Cómo es que sigues con vida? –preguntó Jabu, Kyoko se mordió los labios con molestia- El Maestro Milo te clavó las 14 agujas y después a Antares, la combinación que utilizó no es una combinación común y corriente, lo sé porque me ha entrenado para saberlo. Lo que el Maestro Milo hizo… debió destruirte el cosmos… -le explicó él.

-Es precisamente lo que hizo… -le mostró Kyoko a la Manzana Dorada alrededor de su cuello, esta estaba partida, lo que Jabu no comprendía-. Había dos cosmos… compartiendo este cuerpo… el de Eris, y el de Kyoko… ahora solo queda uno -comentó ella.

-Imposible… Eris… ella… -comenzó Jabu impresionado-. ¿Quieres decir que Eris desapareció al recibir a Antares? Kyoko, tú… ¿ya no eres una diosa? –le preguntó Jabu con alegría, pero al notar la mirada de Kyoko, supo que ese no era realmente el caso.

-Eris ya no puede dominarme… -explicó ella, su cosmos incinerándose, alcanzando niveles preocupantes, que resonaron con fuerza junto a la Manzana de la Discordia-. Eso no significa que la Diosa del Caos y la Discordia haya muerto… su dominio ha pasado a mí. Yo soy Eris ahora… -resumió Kyoko, Jabu se horrorizó, y se preguntó qué debería hacer-. Y mi lugar… es junto a Ares… por favor Jabu… tienes que confiar en mí… -suplicó ella.

-¿Cómo podría? Si tú eres Eris ahora… -se adelantó Jabu, cuando tropezó con un objeto medio enterrado en las ruinas de la Casa de Escorpio, levantando un tronco, perteneciente a un pequeño árbol de durazno que apenas se anclaba a la vida-. Kyoko… -bajó la cabeza Jabu, y suspiró-. Vete… haz lo que tengas que hacer… -terminó él.

-Gracias… -respondió ella, y miró a Shoko una última vez-. Cuida de ella por mí… -continuó Kyoko, virándose, y comenzando el ascenso nuevamente. Shoko intentó alcanzarla, pero Jabu la detuvo, Shoko gritó, pero Kyoko habló primero-. ¡Si me reúno contigo perderé todo mi valor! –aseguró ella, lágrimas cayendo de sus ojos, Shoko las notó golpeando el suelo- La única forma de protegerte… es esta… por favor entiéndelo… -suplicó ella, apresurando el paso, usando su tridente como bastón.

Casa de Sagitario.

-Unght… eso… fue demasiado doloroso… -se quejó Milo, medio enterrado sobre las escaleras que daban entrada a Sagitario, cuando notó el brillo escarlata que caía en su dirección-. Este y su manía de intentar aplastarme. ¡Asesino de Dragones! –se defendió Milo, intentando con una patada, chocando contra Ares en pleno vuelo, pero siendo atrapado por la pierna por Ares, quien, tras caer al suelo, levantó a Milo, y lo estampó contra una de las columnas de Sagitario, arqueándole todo el cuerpo- ¡Gackt! –se quejó el de Escorpio, antes de que Ares lo volviera a blandir en contra de la columna, esta vez rompiendo la misma, y lanzando a Milo un par de metros frente a él, donde el de Escorpio se esforzó por incorporarse.

-Esto apenas es divertido… -se quejaba Ares, cuando sintió una luz dorada iluminarle la espalda, se viró, y encontró una lluvia de meteoros dirigiéndose a él-. Este resplandor, ¿qué Caballero Dorado lo produce? –agregó divertido.

-¡Meteoros de Pegaso! –atacó Seiya, quien apenas salía de los pisos inferiores bastante malherido, pero con vida todavía- Ares… no voy a permitirte seguirlo lastimando. Usaré hasta la última flama de mi cosmos de ser necesario –se abalanzó Seiya en contra del Dios de la Brutalidad en la Guerra- ¡Cometa Pegaso! –impactó Seiya directamente, aunque Ares decidió bloquear con su mano.

-¿Pegaso? –se preguntó Ares, observando el cosmos de Seiya, y notando a la Constelación de Pegaso resguardándolo- Ya lo entiendo… Sagitario te protegió, pero aún no te ha aceptado como su portador –le comentó Ares, aplastando el puño de Seiya, y causándole un terrible dolor, mientras la Armadura Dorada caía en guijarros junto con la sangre de Seiya-. El cosmos de la Armadura de Sagitario no te respalda… un momento… hay otra fuerza aquí dentro, ¿podría ser? –preguntó Ares, notando los ojos rosados que se materializaban tras el cosmos de Seiya- Esos ojos… un Titán… pero no cualquier Titán. Estás un poco cansado, ¿no es así abuelo? Manifestarte desde el Tártaros no debe ser nada sencillo. Yo tomaré esto si no te molesta –continuó Ares, colocando su mano sobre el rostro de Seiya, y lanzando una fuerza de cosmos descomunal, que comenzó a enterrar al de Sagitario en la tierra, estirándole todo el cuerpo, mientras el Dunamis de Cronos se materializaba a su alrededor- ¿Salvarías a este Caballero de Bronce que se cree de Oro abuelo? Como gustes, lo considero un trato adecuado por tu Dunamis –terminó Ares, dejando de aplastar a Seiya con su cosmos, y manteniendo una llama azul en su mano-. Será tan solo una tercera parte de tu Dunamis, abuelo, pero continúa siendo inmenso. En cuanto a ti, tu utilidad se ha terminado –pateó Ares con fuerza, lanzando a Seiya varios metros hacia atrás y a la entrada de Sagitario.

-¡Ares! –escuchó el dios, notando todo el templo de Sagitario brillando de escarlata, lo que impresionó al Dios de la Brutalidad en la Guerra, quien notó a Milo con una esfera escarlata sobre su mano derecha alzada, reuniendo energías carmesí- ¿Quieres una probada de Antares? ¡Llamarada de la Aguja Escarlata de Antares! –se lanzó Milo, Ares al principio no se mostró impresionado, más entonces sus ojos rojos como orbes acrecentaron, por lo que el Dios de la Brutalidad en la Guerra alzó su escudo, soportando con este el ataque de Milo, quien sostuvo a Antares convertida en un Sol en miniatura contra el mismo.

-¡Interesante! ¡Inmensamente interesante! ¿Otros Caballeros de Escorpio han utilizado técnicas mejor trabajadas! Pero tú… Caos… el nivel del Caos que puedes liberar es impresionante. Atacarme no con la aguja de Antares, sino con la misma estrella, es increíblemente interesante, pero no es suficiente –empujó con su escudo Ares, impactando el mentón de Milo con el mismo, y lanzando la esfera escarlata por el agujero en el techo de la Casa de Sagitario, estallando la esfera en el aire con tanta fuerza, que comenzó a reemplazar a la luz del amanecer momentáneamente- ¡Dame más! ¡Dame más! –vitoreaba Ares divertido.

-Voy a pulverizarte… malnacido parásito… -comenzó Milo, cuando, al intentar incorporarse, encontró el cuerpo de Camus en un charco de su propia sangre, lo que horrorizó al de Escorpio, iluminando su mirada de escarlata, incinerando su cosmos del mismo color, lo que no pasó desapercibido por Ares, quien se viró para verlo con intriga-. Camus… -lloró Milo de ira, se puso de pie, y miró a Ares con aquellos ojos escarlata que tanto divertían al Dios de la Brutalidad en la Guerra-. Me parece perfecta esta situación, tras asesinar yo mismo a mi discípula, y perder a uno de mis amigos… me es inmensamente necesario el que alguien sea el receptor de toda esta ira acumulada. Felicidades Ares… acabas de volverte mi presa… ¡Aguja Escarlata! –disparó de su uña Milo 14 destellos, mismos que no golpearon al Dios de la Brutalidad en la Guerra, quien miró a la Constelación de Escorpio dibujada a su alrededor por toda la Casa de Sagitario- ¡Aguja Escarlata, Antares! –prosiguió Milo, clavando la aguja a los pies de Ares, quien observó la misma con intriga- ¡Explosión de Antares! –alzó su dedo Milo, las 14 agujas incrustadas en el suelo palpitaron con fuerza, reaccionando a la que se encontraba en el centro, y tras aquello, las 15 estallaron al unísono, llevando la destrucción alrededor de toda la Casa de Sagitario, que resintió el estallido, pero no destruyó a Ares, quien salía de la explosión ileso, para molestia de Milo.

-¡Fascinante! ¡Toda esa ira! ¡Ese potencial del Caos! –atacó con su lanza Ares, forzando a Milo a saltar y evadir el impacto, que destruyó el suelo sin problema alguno- Tan diferente de Diomedes de Escorpio, él era metódico, valiente, aguerrido y, por sobre todo, muy sabio. Su carisma también era innegable, no puedo negar siquiera el que me hacía reír –pateó Ares, derribando a Milo momentáneamente, pero rápidamente lo levantó del suelo Ares, manteniéndolo apresado por el cuello-. Tú por otro lado, eres más Brutalidad que Sabiduría, tienes una presencia imponente, arrogante, cínica inclusive. Tu fortaleza radica en tu terquedad, tu sed de sangre en el odio que sientes. El Rey Supremo tenía razón… no eres Diomedes de Escorpio, pero eres digno de mi atención. ¡Diviérteme, Milo de Escorpio! –de un movimiento rápido, Ares clavó su lanza contra la hombrera de Milo, perforando la Armadura de Escorpio, y sacándola por detrás de su espalda, Milo inmediatamente vomitó algo de sangre por el ataque, mientras Ares comenzaba una carrera, golpeando el cuerpo de Milo contra las escaleras que llevaban a la Casa de Acuario, como si labrara el suelo con su cuerpo, mientras Seiya intentaba incorporarse para ir en su auxilio.

-Milo… -comenzó el de Sagitario, cuando sintió a sus espaldas el cosmos agresivo de una recién llegada-. Tú eres… -se impresionó Seiya, notando a Kyoko detrás de él, con Equuleus aun protegiéndola, y su puño listo-. No lo entiendo… -elevó sus brazos Seiya, pero la Armadura de Sagitario ya no lo respaldaba.

-No debes entenderlo… solo yo debo entenderlo… ¡Meteoros de Equuleus! –atacó ella, Seiya por su parte, terminó a duras penas de marcar las estrellas de la Constelación de Pegaso con los movimientos de su mano, y preparar su puño.

-¡Meteoros de Pegaso! –regresó la afrenta el de Pegaso, los meteoros de Equuleus y los de Pegaso se encontraron a medio camino, chocando entre ellos, hasta que el peso de la Armadura de Sagitario doblegó a Seiya- ¡No! ¡La Armadura de Sagitario me pesa! ¡No puedo con su velocidad! ¡Aaaaarght! –los meteoros de Kyoko continuaron arremetiendo a Seiya, quien cayó de espaldas, mirando al agujero de la Casa de Sagitario y al cielo que comenzaba a iluminarse.

-Unght… unght… -se quejaba Kyoko, varios de los meteoros de Seiya habían golpeado su cuerpo, dejando atrás moretones más que evidentes, que la diosa resistió mientras concentraba su cosmos para sanar los mismos, y volver a su lento caminar.

-Van a detenerte… -comenzó Seiya, Kyoko no supo a qué se refería, pero eligió mirar por fuera del agujero por el cual Seiya miraba, notando a un par de cometas dorados-. Van a detenerte… y a menos que me mates… voy a seguirme levantando… -prosiguió Seiya, forcejeando contra su Armadura Dorada.

-No planeo matarlos… -alzó su tridente Kyoko, y azotó el mango del mismo al suelo, destruyendo el suelo de la Casa de Sagitario, y sepultando a Seiya bajo los escombros- No es personal… aunque seguro Sagitario se me hubiera visto mejor a mí… -admitió ella, antes de seguir con su camino.

Casa de Capricornio.

-¡Ajajajajajajaja! –resonaba la risa de Ares, quien al llegar a la Casa de Capricornio, alzó su lanza, aún con Milo clavado en la misma, y la lanzó, dejando al de Escorpio clavado en contra de una estructura de roca, que funcionaba como pedestal para una estatua muy bella en la Casa de Capricornio- Tengo que admitir que, aunque no esté masacrando a los Aqueos con un ejército respaldándome y gritando mi nombre, el combate individual tiene lo suyo. Es glorioso, el olor de la sangre contra el metal, el dolor que te electrifica los nervios del cuerpo, y el odio que sientes mientras te das cuenta de que lo único que te mantiene con vida en estos momentos es tu cosmos. Tal vez debí apuntar un poco más a la izquierda, perforarte un pulmón o algo, hubiera sido más divertido, ¿no lo crees así? –se regocijó Ares, mientras Milo tomaba la lanza en su hombro, e intentaba arrancársela sin lograrlo, Ares se acercó, pero entonces notó algo interesante, la estatua a la que Milo estaba clavado- Ah, que gloriosa vista. Agamenón recibiendo a Excalibur de manos de Athena. Como odio esa estatua. Tal vez deba remodelarla –preparó su cosmos Ares, y lanzó un destello oscuro a la estatua, misma que se estrelló, mas no contra la estatua, sino más bien contra un par de Escudos Dorados- Tú eres… mi campeón –comentó el Dios de la Brutalidad en la Guerra.

-Yo no soy tu campeón –preparó su cosmos Shiryu, el Dragón rugiendo a sus espaldas-. Señor Milo, déjemelo a mí… en el nombre de mi maestro, Dohko, yo detendré a Ares. ¡Los Cien Dragones de Rozan! –conjuró Shiryu, lanzando a los 100 Dragones de cosmos, mismos que divirtieron a Ares, quien con su lanza comenzó a perforar a cada uno de ellos, evitando daño alguno, pero descubriendo que el último de los dragones lo esquivaba, dándose cuenta de que este había sido Shiryu disfrazado bajo la imagen de cosmos del mismo, y que gracias a la distracción de Ares, se había colocado debajo de él- ¡Dragón Ascendente! –golpeó Shiryu, pero su puño quedó suspendido antes de impactar con el rostro de Ares- ¡No puedo golpearlo! ¿Por qué? –se quejó Shiryu.

-Así como hay Caballeros Dorados con ventajas que podrían incomodar a algunos dioses, como es el caso del Caballero de Escorpio –le mencionó Ares, tomando a Shiryu por la cabeza, y forzándolo a verle a sus ojos escarlata-. Hay otros Caballeros Dorados que no pueden hacerle frente a los dioses que crearon sus Armaduras Doradas. Es tu caso, Libra, si a mí me place, tu Armadura Dorada estará a mi entera disposición –le explicó él, la Armadura de Libra entonces dejó el cuerpo de Shiryu, y se armó en su forma sellada frente a él-. Puedo ver que, diferente que Pegaso en Sagitario, tú eres un condecorado legítimo. Puede que te saque provecho más adelante, podría incluso reclutarte, solo por eso vivirás. Ahora esfúmate de mí vista –lo lanzó Ares, estrellándolo contra la estatua de Agamenón, rompiendo la misma, mientras Milo se sostenía del marco de mármol para ponerse de pie tras haberse arrancado la lanza de Ares-. Comienzo a aburrirme. ¿Qué te parece si equilibramos un poco las cosas? ¡Lanza de Libra! –exclamó Ares, la lanza en la forma sellada de la Armadura de Libra obedeció, saliendo de la misma, y materializándose en la mano de Ares- Adelante, Milo de Escorpio. ¡Defiéndete! –lanzó la lanza Ares, misma que Milo tuvo que evadir, esta se clavó en contra de la Estatua de Athena, cortándole la cabeza.

-Te lo he dicho antes… -se incorporó Milo- Las ordenes de Athena… fueron las de luchar desarmados. No usaré esta lanza para enfrentarte… -se defendió Milo, Ares se molestó, y fue a donde Shiryu, levantándolo del cabello- ¡Suéltalo! –recriminó Milo.

-No hasta que se haga mi voluntad. ¡Caballero de Libra! ¡Tú eres el único de los 12 con la autoridad de permitir el uso de las Armas de la Armadura de Libra! ¿No es así? –preguntó Ares, sosteniendo a Shiryu en alto- Da tu permiso –ordenó Ares.

-No soy el Caballero de Libra… -le comentó Shiryu, intentando librarse-. El Viejo Maestro… Dohko… es el único que tiene esa autoridad, no yo… -explicó él, Ares se molestó, y comenzó a elevar su cosmos, tan alto, que intimidó aún más a Milo, y llenó la mirada de Shiryu de terror-. ¿¡Qué haces!? –exclamó el de Libra.

-Si te niegas a aceptar la condecoración de Dohko, y a ignorarme a mí quien te acepta como su sucesor. No me queda más alternativa que hacer esto algo más permanente y decisivo –el cosmos de Ares buscó por todo el mundo, hasta dar con Dohko, reflejado en su cosmos, y quien lo miraba directamente-. Ah… un digno representante. Es una lástima que tu tiempo haya terminado ya, anciano –lanzó Ares a Shiryu al lado de Milo, se quitó el escudo Teikhesiplétes, y reveló una espada de bronce debajo de la misma, tomándola, y elevando su cosmos a través de ella-. Esta es la espada de bronce, Maleros. Que su material no los engañe, está entre las más poderosas de las espadas. ¡Y con esta te demostraré que Ares siempre obtiene lo que quiere, Caballero de Libra! ¡Maleros! –cortó Ares el tiempo y el espacio mismos, evidente en como una grieta dimensional se abrió frente a Shiryu y Milo, grieta que se abrió también del otro lado del mundo, en lo que quedaba de Cinco Picos, impresionando a Dohko, quien podía ver a Ares, a Shiryu y a Milo desde el otro lado del portal-. Dohko, Caballero de Libra de la Anterior Guerra Santa. Por este medio, recibirás penitencia de los dioses. Ellos te sentencian a muerte. ¡Maleros! –atacó Ares, lanzando un corte desde su lado, mismo que cruzó las dimensiones, y se materializó del lado de Dohko, quien retrocedió intentando evadir el ataque, solo para que este le cortara el brazo izquierdo, frente a los ojos atónitos de Shiryu y Milo, quienes escucharon el alarido de dolor de Dohko, mientras el portal se cerraba- Logró evadirlo… bastante impresionante para alguien con su cosmos –aseguró Ares.

-¡Maestrooooo! –enfureció Shiryu, el Dragón rugiendo a sus espaldas, furioso- ¡No te lo perdonaré! ¡La Cólera del Dragón! –se lanzó Shiryu transformado en el Dragón Esmeralda, impactando el cuerpo de Ares, quien resistió el ataque sin moverse un solo centímetro, Shiryu entonces impactó el mentón de Ares, desprovisto de la Armadura de Libra, su puño impactó, pero nuevamente Ares no se movió, y en su lugar, se escucharon los huesos de Shiryu romperse tras el impacto- Cuanta fuerza… -se quejó Shiryu, antes de recibir el puño de Ares, que lo enterró en el suelo de la Casa de Capricornio, donde Milo logró ver el tatuaje del Dragón que comenzaba a despigmentarse-. Caballero de Escorpio… Ares… posee un poder terrible… tan grande, que ha logrado herir a un Caballero Dorado con tanta experiencia, que ha servido a dos Diosas Athena –comenzó Shiryu, las lágrimas no dejaban de caer de sus ojos-. Sé que esto sonará soberbio, considerando que no me considero digno aún de ser el Caballero de Libra… pero… si es un permiso lo único que requiere… le otorgo el mismo… use la Lanza de Libra para detener a Ares –suplicó Shiryu.

-Eso es todo lo que necesitaba escuchar –continuó Ares, lanzando la fuerza de su cosmos a Shiryu, quien fue lanzado por la misma, y estrellado contra el techo momentáneamente, antes de que la gravedad hiciera de las suyas, y dejara al de Libra tendido contra el suelo-. Ya tienes tu permiso, Milo de Escorpio. Ahora bríndame una batalla digna del Anti-Ares –pidió el dios.

-Ares… no se me conoce por concederle a mis oponentes sus designios… -admitió Milo, pero su mano se dirigió a la lanza clavada aún en el cuello de la estatua de Athena, y se aferró a la misma-. Pero por romperte el maldito rostro en pedazos… dalo por hecho… -el cosmos de Milo se incineró con violencia, alcanzando un nivel bastante alto, mismo que impresionó a Ares-. ¡Me quieres en la cúspide de mi cosmos! ¡Aquí me tienes! –declaró el de Escorpio, Ares se regocijó, viendo paralelismos entre Milo, y aquel Caballero Dorado que en antaño logró herirlo.

-¡Ven entonces, Milo de Escorpio! ¡Veamos si puedes acercarte míseramente a la grandeza de Diomedes de Escorpio! ¡Incluso él en toda su gloria, solo logró herir mi muñeca y agujerarme el pecho! ¿Podrás siquiera tú rasguñarme? –se lanzó Ares en su dirección, con una velocidad que Milo no se esperaba- ¡Brotoloigos! –enunció Ares en heleno antiguo, que significaba Destructor de Hombres, Ares Lanzó varias estocadas, forzando a Milo a retroceder y bloquear con la Lanza de Libra, mientras Ares, en su locura, comenzaba a tornarse más y más agresivo, persiguiendo al de Escorpio, quien sintiendo el cosmos durmiente en la Lanza de Libra, logró seguirle el paso a Ares, y ascender hasta Acuario, templo que comenzó a desquebrajarse por la violenta batalla que prosiguió dentro de sus límites.

-Ares… está entregándose al dominio de la Brutalidad –comentó Kyoko, llegando a Capricornio, cargando sobre su espalda al cadáver de Camus, que la diosa intentaba llevar hasta Acuario, pero distrayéndose al lamentárse por la estatua caída en Capricornio-. Si esto continúa, se convertirá en un Demonio, y nada podrá pararlo. El equilibrio debe restaurarse –continuó ella, cuando delante de la diosa, Shiryu se puso de pie.

-Curioso el que hables de Equilibrio… Eris… cuando fuiste tú quien liberó a la bestia… -le comentó Shiryu, la Armadura de Libra volvió a estallar en sus partes, y lo revistió de dorado-. Estamos en esta situación por ti –le apuntó Shiryu, cuando notó el cuerpo de Camus a sus espaldas-. ¿Qué significa esto? –preguntó Shiryu.

-Es verdad que yo los metí en esta situación, Caballero de Libra –comenzó Kyoko, mirando a Shiryu fijamente-. Pero también pienso ayudarlos. Escúchame por favor. Diferente de Dohko, eres Sabiduría, Shiryu de Libra. Seguramente entenderás lo que es un Ares sin alguien que lo frene. No puede existir Sabiduría en la Guerra sin Brutalidad en la misma. Ambos Dioses de la Guerra son dos caras de la misma moneda –le explicó ella.

-¿A qué quieres llegar con esto? ¿Intentas excusar tus acciones de alguna manera? –preguntó Shiryu, por el esfuerzo, estaba cerca de desmayarse, pero hacía lo posible por seguir consiente- No puedo perdonar el mal que has liberado en este mundo –aseguró él.

-Y no te estoy pidiendo que lo hagas –elevó su cosmos Kyoko, caótico y violento, y dejando a Camus de lado para poder enfrentar a Libra de ser necesario-. Aún si la diosa Eris fue la responsable de todas estas masacres, me responsabilizaré de todos sus crímenes a su debido tiempo, solo te pido que me escuches –le suplicó Kyoko, Shiryu se mordió los labios, y esperó-. Athena, es Sabiduría, pero tiene un Patriarca que hace la Guerra en su nombre, en esta era una Matriarca, es esa figura quien mancha sus manos de ser necesario, por mantener a su diosa Sabia. ¿Qué es entonces Eris para Ares? –preguntó ella.

-Su Matriarca que mantiene su Sabiduría –interrumpió alguien, Seiya, quien sorprendió a Kyoko, forzándola a subir sus defensas, Seiya en su lugar, levantó a Camus él mismo-. Creo que ya entiendo a dónde quieres llegar con esto. Peor, ¿se es posible negociar con Ares –preguntó el de Sagitario, Libra bajó sus puños y esperó.

-No… la negociación es imposible –aceptó Kyoko, pero su mirada era determinada-. Pero puedo dotarlos del tiempo necesario para defenderse. Solo deben confiar en mí –le pidió ella, Seiya asintió, Shiryu lo pensó, y asintió de igual manera.

Casa de Acuario.

-¡Brotoloigos! –resonó el grito de Ares dentro de la Casa de Acuario, clavando varias lanzas de cosmos escarlata en el cuerpo de Milo, y dejando al de Escorpio clavado en medio del suelo del templo, con las lanzas manteniéndolo apresado en aquel lugar- No estás acostumbrado a usar armas, ¿verdad? Tu solo agarre es débil –continuó Ares, pisando la mano de Milo, forzándolo a soltar la Lanza de Libra-. Si aprendieras a usarla, sería una gloriosa batalla. Vuelvo a aburrirme… -le comentó Ares, preparando su lanza para ejecutar al de Escorpio, cuando el canto de un Cisne alertó al Dios de la Brutalidad en la Guerra.

-¡Polvo de Diamante! –el ataque pasó por encima del cuerpo de Milo, impactando a Ares directamente, aunque los vientos congelados no lo molestaban del todo- Milo, ¿se encuentra bien? –preguntó Hyoga, el de Escorpio se sorprendió de verlo vistiendo la Armadura de Acuario- Sé que no soy digno… pero… haré todo lo posible por volverme merecedor –continuó él, entrelazando sus manos, y elevando su cosmos con la pose del cántaro, mientras Milo se arrancaba las lanzas de cosmos del cuerpo, e intentaba incorporarse-. ¡Esto es por mi Maestro Camus de Acuario! ¡Alcanza el Cero Absoluto! ¡Ejecución Aurora! –atacó él.

-¿Cero Absoluto dices? –preguntó Ares, elevando su cosmos, resistiendo con el mismo el ataque de Hyoga, quien observó el cómo su ataque no podía siquiera pasar la Barrera de Cosmos de Ares- Normalmente no me agrada elevar mi Barrera de Cosmos, me parece de cobardes hacerlo. Pero me temo que estás interrumpiendo una batalla importante, Cisne condecorado de Acuario. Aunque tu cosmos, aún no está al nivel de los Caballeros Dorados de Acuario –forzó a estallar su cosmos Ares, empujando a Milo y a Hyoga por la Casa de Acuario-. El Caballero de Acuario que recuerdo, poseía un poder superior incluso al Cero Absoluto. Un poder que lo detenía todo, incluso a los átomos a un nivel más amplio. Siendo capaz de congelar el tiempo mismo –le explicó Ares, blandiendo su lanza, y lanzando un corte oscuro y curveado, mismo que Hyoga intentó detener con sus manos, pero terminó siendo lanzado por este corte a la pared de su templo, siendo aplastado por el cosmos de Ares, y derribado- Ahora… volvamos a lo nuestro, Escorpio –enunció Ares.

-Detuvo la Ejecución Aurora… solo con su cosmos… -se impresionó Milo, incorporándose, comenzaba a temblar de miedo por lo que acababa de presenciar-. Puede que Hyoga no tenga aún el potencial de cosmos de Camus… pero… para lanzar la Ejecución Aurora debió haberse acercado bastante al Cero Absoluto, tal vez incluso alcanzarlo… ¿me estás diciendo que, con solo el cosmos, has repelido ese poder? ¿Por qué no has repelido mis ataques entonces? –se quejó.

-El único escudo que necesito es Teikhesiplétes –le mostró Ares, azotando su escudo contra el suelo, haciendo temblar a todo el Santuario-. Eso de los Escudos Divinos no es mi estilo. Mi cuerpo está lleno de marcas de guerra y cicatrices, me pregunto, ¿llevaré las tuyas también, Escorpio? –se acercó Ares, el miedo en Milo llegó a tal nivel, que aun manteniendo la Lanza de Libra, comenzó a retroceder- Veo que comienzas a comprenderlo… -agregó divertido el dios.

-Mi cuerpo… actúa por un instinto de supervivencia… soy un Caballero de Athena… debería sentirme listo de sacrificar mi vida de ser necesario… pero entonces… ¿por qué tiemblo de esta manera? –se preocupó el de Escorpio, sudaba frio por la sola presencia de Ares- No lo entiendo… ni siquiera los Titanes o Deimos, quien es el Dios del Miedo, me causaron esto… el miedo… no lo había sentido desde… -recordó a la Isla de Milo el de Escorpio, reviviendo aquella sensación tan ajena en esos momentos.

-Ah, los Titanes –se regocijó Ares, su casco no permitía ver ni siquiera sus labios, pero Milo sabía que sonreía-. Es verdad que he escuchado que los Caballeros Dorados de esta generación lucharon contra los Titanes y los vencieron. ¿Realmente creíste que era así de sencillo derrotar a un Dios? La Barrera de Cosmos de los Titanes fue destruida por Zeus en la Titanomaquia. Sus Dunamis habrán estado en la cúspide de su poder, pero hubieran sido igual de invencibles que Cronos cuando lo enfrentaron, si Zeus no les hubiera partido el Dunamis al nivel de jamás poder levantar una Barrera de Cosmos. Por mi parte, esas barreras son aburridas, pero que te entre bien en tu pequeña cabeza, Milo de Escorpio… no vencieron a los Titanes como realmente piensan que lo hicieron. Ellos fueron débiles, benévolos, los enfrentaron bajo condiciones justas. De haberlo deseado, los Titanes los hubieran fulminado. Ustedes no vencieron a dioses en la plenitud de sus capacidades. Yo estoy por encima de cualquiera de ellos, y mi Instinto Asesino, dispara tu instinto de la auto preservación, sabes que soy superior a cualquiera de ellos –aseguró el dios, posándose inmenso frente a Milo-. Incluso derrotaría a Cronos si lo tuviera enfrente. Pero permite que mi cosmos te lo demuestre. ¡Androfontes! –exclamó Ares, apuntando con su dedo a Milo, y lanzando un destello similar a las agujas que el de Escorpio lanzaba, misma que entró por su frente y salió por su nuca- Siente mi superioridad, Anti-Ares. Ustedes los humanos jamás han sido nada. Son solo mi diversión personal –comentó Ares, mientras la mente de Milo era invadida por terribles imágenes de destrucción, sangre y muerte, donde soldados de antaño atravesaban los cuerpos de sus enemigos con lanzas, espadas, tiros de flecha, y en algunos casos sus cabezas eran cercenadas por hachas de mandoble-. Siente el dolor de todos los que han perecido en el arte de la guerra –prosiguió Ares, reuniendo el miedo de Milo en su mano, y haciéndolo estallar, junto con gran parte de la Casa de Acuario, mientras la aplastante energía dejaba a Milo tendido en las escaleras que llevaban a Piscis- ¡Vamos! ¡Continuemos con el recorrido turístico! –lo pateó Ares, lanzándolo escaleras arriba, siguiendo a Milo, y tras llegar ante él, volviéndolo a patear- Tengo ganas de presentar mis respetos ante la Estatua de Athena, ver si encuentro a alguien familiar allí, así que no es momento de dormir –continuó Ares, torturando a Milo más por diversión que por desear castigarlo por alguna afrenta.

-Este trato tan humillante… no puedo permitirlo… -intentó ir en su auxilio Hyoga, cuando sintió un cosmos que lo enfureció-. Tú… -comenzó el de Acuario, virándose, y encontrando a Kyoko detrás de él- ¿Cómo te atreves a mostrar tu presencia en la Casa de Acuario, asesina? -le comentó Hyoga, notando entonces que Seiya y Shiryu llegaban tras de ella, el de Sagitario cargando el cuerpo de Camus, colocando cuidadosamente el mismo en el suelo-. ¿Qué significa esto? –se quejó Hyoga.

-No voy a excusarme… la muerte de Camus de Acuario se debe a mi incapacidad de controlar a Eris… y aunque este no sea más el caso, no puedo regresarlo a la vida tampoco –continuó Kyoko, con sus ojos ahogados en lágrimas-. Lo único que puedo hacer… es perdonar la vida de su discípulo. ¡Restricción! –centellaron los ojos de Kyoko, paralizando a Hyoga.

-¿Restricción? ¿Cómo has aprendido una de las técnicas de Milo? Ni siquiera eres una Escorpio –se quejaba Hyoga, mientras Kyoko, aprovechando su parálisis por el miedo, preparaba su cosmos y su puño-. Jamás te lo perdonará… lo que has hecho… él y mi maestro eran grandes amigos… y tú le arrebataste eso… -comentó Hyoga, furioso.

-Milo de Escorpio ha dejado bien en claro que Kyoko ha muerto para él, despreocúpate… morí bajo su aguja –aseguró ella, su puño rebosante de cosmos- ¡Meteoro de Equuleus! –intentó atacar, cuando Seiya detuvo su puño.

-Calma tu ira… -susurró Seiya, Kyoko notó lo que estuvo por hacer-. Yo me quedaré a explicarle, Shiryu, acompaña a Kyoko y ayuden a Milo, nosotros los alcanzaremos en cuanto Hyog escuche lo que tengo que decir –les pidió el de Sagitario, Shiryu asintió, y tanto el de Libra como la Diosa Eris continuaron con el ascenso, mientras Hyoga enfurecía-. Seré breve… necesitas perdonar a Kyoko… -comenzó él, Hyoga escuchó, liberándose de la Restricción.

Casa de Piscis.

-¡Brotoloigos! –resonó el grito de Ares, y siguió un estallido que derrumbó el Templo de Piscis, y obligó a Milo a salir rumbo a la Senda de las Rosas, con Ares persiguiéndolo de cerca- ¡Esto es muy divertido! ¡Realmente tienes el potencial de ser un Manipulador del Caos! ¡Destruirte comienza a parecerme increíblemente estimulante! –lanzó un corte Ares con su lanza, mismo que Milo bloqueó con la propia, aunque terminó clavado por la fuerza del cosmos de Ares contra las escalinatas, levantando varias rosas.

-Odio las flores… -se incorporó Milo débilmente, y arrancándose las rosas del cuerpo-. Este maldito bastardo infeliz… solo está jugando conmigo… ni con la Lanza de Libra tengo el cosmos suficiente para hacerle frente –se dijo a sí mismo Milo, cuando Ares llegó ante el en un parpadeo, e impactó con su lanza, forzando a Milo a cubrirse con la propia, y ser lanzado escaleras arriba con sus piernas clavadas a las mismas, rompiéndolas bajo su peso-. No sé por cuanto tiempo podré seguir con esto –se quejó él.

-No hay tiempo suficiente para el deleite de esta batalla –impactó su lanza contra su escudo Ares, y este comenzó a brillar de escarlata, revelando al planeta Marte en el mismo- ¡Teikhesiplétes! –enunció Ares, del escudo salieron cadenas de bronce con arpones en sus puntas, mismas que penetraron brazos y piernas de Milo, y se tensaron, dejando al de Escorpio a merced de Ares, quien preparó su lanza- Es momento de tu ejecución, Milo de Escorpio, es una pena que no hayas logrado superar a Diomedes de Escorpio, pero al menos me divertiste –se preparó Ares para ejecutar a Milo, cuando desde la cima de las escalinatas, un destello dorado atravesó la mitad de la senda, y partió las cadenas, liberando a Milo.

-¡Ares! ¡Es suficiente! –exclamó Saori con fuerza, detrás de ella, Mu, Aldebarán, Saga, Mephisto, Aioria, Shaka, Shura y Afrodita, se mantenían firmes y con sus cosmos en alto- Si ya has saciado tu diversión, te pido que te alejes de Milo de Escorpio. Sabes lo que pasará si no lo haces, ¿no es así? –preguntó Saori de forma amenazante.

-¿Eres la misma Athena llorona de la Isla de Milo? –se burló Ares, divertido, Milo solo se aferró a su lanza, marcando distancias- Oh… ante Athena parece que aún te queda pelea. Muy interesante, bastante interesante. He escuchado algunas cosas al respecto –susurró Ares.

-Abres la boca y te tragas la Lanza de Libra, imbécil –insultó el de Escorpio, Ares abrió la boca para soltar una carcajada, pero terminó colocando a Brotoloigos en el camino para bloquear la Lanza de Libra, que Milo intentó clavarle en la garganta-. Te lo advertí. ¿Quieres volver a cantar? No he escuchado la campana –se quejó el de Escorpio.

-¡Milo! ¡Repliégate! ¡Ahora! –ordenó Saori, Milo gruñó, se mordió los labios, y clavó su lanza al suelo. Ares, divertido, clavó su lanza también- Ares… ante los dioses, tu ataque a traición será castigado si insistes con esta batalla sin sentido –continuó ella, Ares esperó intrigado-. Las Guerras Santas, se libran conforme a ciertos estatutos. Como Diosa Olímpica que soy, hago valer estos estatutos. La Tierra no está en juego en estos momentos –aseguró ella.

-¿Por qué? ¿Porque papá Zeus así lo dictamina? No le he visto levantar un dedo desde la Guerra de Troya. ¿Por qué lo haría ahora? –preguntó Ares, Saori se mordió el labio no sabiendo qué decir, evidentemente había usado la excusa de las Guerras Santas para intentar detener la locura de la que Ares era capaz. Milo lo notó, e intentó volver a tomar su lanza, Ares notó aquello, e intentó tomar la suya, pero de pronto, Milo abrió sus ojos hasta sus límites, y quedó paralizado a centímetros de tomar su lanza.

-Harías bien en escuchar a Athena, hermano –comenzó Kyoko, llegando a la Senda de las Rosas junto a Shiryu, más abajo, a la salida de las ruinas de Piscis, Seiya llegaba con Hyoga a su lado, habiendo llegado a un acuerdo con el de Acuario, ambos buscando seguir enfrentando a Ares. A izquierda y derecha de la senda, sobre los restos de columnas, Ares logró ver también a dos Caballeros de Bronce más, aunque estos poseían un cosmos que rondaba el nivel dorado, Shun de Andrómeda, e Ikki del Fénix. Más atrás y en camino para defender a Athena, subían Jabu de Unicornio, y Arctos XII, y otros Caballeros de Bronce y Plata, comenzaban a llegar a los límites de las 12 Casas para ayudar de igual manera-. Tanto tú como Athena son Dioses Olímpicos, y deben someterse a las leyes de los Dioses Olímpicos. Un combate por cambio de dominios debe anunciarse. No hacerlo podría significar la ira del resto de los 12 Dioses Olímpicos. Pero indistintamente de aquello, tienes a tu alrededor a los 12 Caballeros Dorados, el Brillo del Sol en la Tierra. Sé que eres un dios superior a los Titanes, hermano, pero incluso alguien tan poderoso como tú, debe conocer sus límites… ellos… derrotaron a Cronos… -le recordó, Ares se molestó, Milo estaba igualmente molesto.

-¿A qué juegas, Kyoko? –comenzó Milo, su aguja desbordante en su mano- No me explico cómo es que sobreviviste a Antares… pero… ¡con gusto te la vuelvo a clavar! ¡Antares! –lanzó Milo, Kyoko cerró sus ojos para recibir su castigo, pero en lugar de que este llegase, el escudo Teikhesiplétes recibió el golpe- No te metas, alimaña. Pasas a segundo plano cuando de Eris se trata –insultó Milo.

-¿Segundo plano? Eres más tonto de lo que creí si la consideras a ella más peligrosa que a mí –rugió Ares, el de Escorpio le regresó la mirada de ira, y Saori, nuevamente, tuvo que recordarles con la luz de la Diosa Niké, que no permitiría este encuentro-. Umm… por mi deleite personal, me gustaría continuar con esta guerra. Pero admito que, aunque dude que ustedes puedan vencerme, su proeza ante Cronos es innegable. Está bien, Athena, te divertiré con los protocolos. Soy Ares, el Dios de la Brutalidad en la Guerra, y en estos momentos declaro abiertamente mis intenciones de conquistar la Tierra a mi nombre, y arrebatarte el dominio de la misma –le apuntó Ares con su lanza, Milo volvió a ponerse a la defensiva frente a él-. Pero como los Dioses Olímpicos no pueden entrar en conflicto sin anunciarse. Me retiraré y permitiré a mis soldados divertirse con lo que queda de la Tierra, prometiendo el conflicto directo durante el año 3 del nuevo calendario, el calendario de Nova Gea –declaró él.

-¿Nova Gea? –preguntó Saori curiosa, Ares asintió- Debes ser claro, Ares… establece la fecha para nuestro conflicto sin rodeos –insistió la diosa, siguiendo los protocolos divinos de los Dioses Olímpicos.

-El Calendario Lunar se usaba en los tiempos de la Guerra de Troya, a este le sucedió el Calendario Juliano instaurado por Julio Cesar, y después el Grecorromano que es el que se usa actualmente –continuó Ares-. Todos estos calendarios nacieron por eventos específicos, que cambiaron el rumbo del mundo. Es por eso que yo declaro este año como el Año 0 de Nova Gea, lo que me parece conveniente si tomamos en cuenta que dos cuartas partes de la humanidad ha muerto ahogada, y que otra cuarta parte está por desaparecer también… -susurró la última parte para sí mismo Ares-. Iniciando Enero del próximo año, estaremos dentro del Año 1 de Nova Gea. Nuestra guerra, iniciará en cualquier momento del Año 3 de Nova Gea, ya tienes tu fecha, Athena. Eris… -comentó Ares, mirando a Kyoko, quien se mordió los labios, y asintió-. Comencemos los preparativos para la Guerra Santa entre la Sabiduría y la Brutalidad en la Guerra. ¡Maleros! –cortó con su espada de bronce Ares, tomó a Kyoko de los hombros, y la invitó a entrar en el portal.

-¡No lo permitiré! ¡No voy a dejar que esa bruja convierta a Kyoko en una genocida! –se lanzó Milo al portal, Kyoko lo miró dolida, y susurró algo, que solo fue audible para Milo, quien frenó en su movimiento, antes de que el Niké se clavara entre el portal y Milo, impidiendo al de Escorpio el seguir adelante.

-Milo de Escorpio, esta es la orden de tu diosa, Athena… no perseguirás a Ares… hasta el Año 3 de Nova Gea. ¡Es una orden! –terminó Saori, Milo se mordió los labios, y obedeció, permitiendo que el portal se cerrara- Lo lamento… yo… lo lamento… -lloró Saori, Milo solo se mantuvo en silencio, y comenzó a caminar rumbo a la Casa de Escorpio- ¡Milo! –intentó correr Saori en su encuentro, cuando Saga la detuvo- Pero… -intentó decirle ella, Saga movió su cabeza en negación, y comenzó a bajar, siguiendo al de Escorpio a su casa.

-Saori… -comenzó Aioria, ganándose la atención de la diosa-. Sé que duele. Yo quisiera ir a con Milo y apoyarlo de igual manera… pero… en estos momentos… -agregó Aioria preocupado, Mu se posó a su lado, y miró a Milo retirarse.

-En estos momentos… solo un maestro sabio y noble, puede ayudar a Milo a reponerse de lo que él considera el fracaso más grande de su vida… -le comentó Mu, Saori bajó la mirada, y derramó algunas lágrimas-. En el transcurso de solo 3 días… hemos perdido tanto… el mundo es un Caos, hay demasiado que hacer, e incluso más que considerar. Quisiera llevar un tema ante la Corte Dorada si no le importa… un tema… sobre nuestra postura como Caballeros Dorados ante la humanidad… me temo que usted no es la única que debería ser más humana… -resumió él.

China. Cinco Picos.

-Unght… maldición… -se quejaba Dohko, intentaba amarrarse el brazo cercenado por Ares con trozos de su pantalón, e incluso usaba su cosmos para quemar el mismo y volver a unirse la extremidad, causándose a sí mismo bastante dolor, pero logrando recuperar la movilidad de sus dedos-. Y pensar que, en mi intento de mantenerme al margen, resulté herido de semejante gravedad –se quejaba el Viejo Maestro, cuando detrás de él, se abrió un portal, mismo que obligó a Dohko a bajar su cabeza en señal de depresión-. ¿Vienes a despedirte de un viejo adversario, Ares? –preguntó Dohko, detrás de él, el Dios de la Brutalidad en la Guerra se encontraba parado, inmenso, y rodeando a Dohko con su sombra, junto a él se encontraba una preocupada Kyoko, quien desconocía la razón de que estuvieran en aquel lugar.

-Dohko, Caballero Dorado de Libra, quien alguna vez portó la armadura que creé con mis propias manos. Es una pena verte en tan lamentable estado -habló Ares, burlesco, y arrastrando su lanza, que cortaba la piedra por el puente de roca frente a la cascada que Dohko había elegido como su nuevo mirador para mantener su vigilancia-. ¿Te molesta si me siento a tu lado? –preguntó el dios, sentándose, y con su peso levantando un poco a Dohko, quien gruñó, pero se mantuvo vigilante- ¿No te aburres aquí? Yo pasé 3,000 años encerrado dentro de un pequeño templo, tenía un cuidador, bastante parlanchín, jugábamos ajedrez. La cuenta iba en 9,975 contra 12,339. Obviamente no a mi favor –le explicaba el Dios de la Guerra.

-Perdóname si me niego a creer que esto es una simple reunión social. Más bien me parecen los preparativos para una ejecución. ¿Tendré una última cena? –preguntó Dohko burlesco, y viró su mirada para ver a Eris, Kyoko lo miró de regreso, con pena- Interesante… -comentó Dohko, Kyoko desvió la mirada-. Entonces… ¿dónde? Me disculpo si no tengo una Armadura Dorada con la cual divertirte. Debía elegir a un sucesor –aseguró él.

-Es un joven interesante –le respondió Ares, mirando a la estructura de roca a la distancia-. Y sobre tu petición. Me temo que no podré concedértela de la forma en que estás esperando. Verás, hay ciertos requisitos para atraer a las Keres… tú lo entiendes, ¿verdad? –agregó Ares, Dohko bajó la mirada, se mordió los labios, y el Tigre rugió a sus espaldas- Si algo sabe hacer Ares, es reconocer a los grandes guerreros, Dohko de Libra. No enviaría a un Daimón a enfrentar a alguien como tú. El honor más grande con el cual puedo corresponderte, es matarte yo mismo –explicó el Dios de la Brutalidad en la Guerra, retirándose su escudo, despojándose a sí mismo de su lanza y espada de bronce, quitándose su armadura, y finalmente, su casco. Mirando fijamente a Dohko con su rostro ensombrecido por su mirada escarlata-. Libra tu última gran batalla en esta vida, Dohko. Valiente Caballero Dorado de Libra –preparó su puño Ares.

-¡Tigre Descendente! –se lanzó Dohko, iniciando un combate violento, intenso, pero uno del cual el Viejo Maestro no saldría con vida. Kyoko lo sabía, pero se limitó a observar, era lo mínimo que podía hacer, aunque su alma se destrozara, y sus ojos se llenaran de lágrimas.

Grecia. Atenas. El Santuario. Templo del Patriarca.

-Una reunión del Consejo Dorado. Insistiría en dar tiempo a sanar las heridas con la finalidad de poder atender a la misma con prudencia. Más al verla en este estado, he de suponer que lo que menos desea es quedarse sola con sus pensamientos –comenzó Yoshiko, la Matriarca del Santuario, haciéndose presente para la audiencia solicitada por el Caballero de Aries, y dirigiéndose a su trono, sentándose junto a Saori, quien se notaba que no se encontraba bien en absoluto. En el Templo del Patriarca, se encontraban reunidos los remanentes de los Caballeros Dorados, estando presentes Mu, Aldebarán, Mephisto, Aioria, Shaka, Shura y Afrodita. Se encontraban ausentes Saga y Milo, y en probación se encontraban en esos momentos Shiryu, Seiya y Hyoga, los tres con las Cajas de Pandora de las Armaduras de Libra, Sagitario y Acuario detrás de ellos. Adicional a los Caballeros Dorados, se encontraban presentes Arctos XII y Shaina por los de Plata, la última con remaches sosteniendo su máscara en su lugar, y por los de Bronce se encontraban Ikki, Shun, Jabu y Shunrei. Presente también, y atada por las manos, se encontraba Shoko, a quien Jabu mantenía atada, y por último Kiki, quien por alguna razón había sido invitado de igual manera- Hay demasiado por discutir… demasiadas noticias que dar… pero si me permite, quisiera comenzar por lo primordial. La custodia de las Armaduras Doradas de Libra, Sagitario y Acuario –comenzó Yoshiko, Saori se mordió los labios con dolor-. Diosa Athena… sé que es duro… he enviado a las Saintias disponibles a encargarse del Caballero Camus, una de ellas fue su discípula, puedo afirmarle que será tratado con los deberes necesarios. Se me ha dicho que el Caballero de Escorpio se ha unido a la presentación de los ritos fúnebres –afirmó ella.

-Camus… -lloró Saori, su llanto y su dolor siendo incapaces de ser contenidos. Yoshiko cerró los ojos, comprendiendo el dolor de la diosa, el resto de los presentes mantuvo el silencio, permitiendo que Saori se desahogara. La diosa logró contenerse tras unos minutos-. Caballero del Cisne… Hyoga… -comenzó Saori entonces. Hyoga, desprovisto de armadura alguna, observó a Saori con detenimiento-. Comprendo que el poner este tema sobre la mesa… a tan escaso tiempo del fallecimiento en batalla de tu maestro… es una gran carga… pero… he de solicitarte tu resolución sobre la Armadura Dorada de Acuario… comprendo que no eres el único que perseguía el honor de convertirte en el sucesor de Camus… pero comprendo de igual manera tus acciones en su nombre. Es por esto que yo te pregunto… ¿estás dispuesto a tomar el lugar que tu maestro ha dejado en las filas de los Caballeros Dorados? –preguntó ella con solemnidad.

-Diosa Athena… nada me daría más gusto que el poder servir en la Orden Dorada a nombre de mi Maestro Camus… -comenzó Hyoga, más por sus palabras, era evidente que no se sentía listo-. Sin embargo, no recibí nombramiento alguno. La Armadura de Acuario fue enviada por mi maestro para mi protección, para mi supervivencia, durante un momento en que mi maestro había aceptado la muerte… jamás escuché de sus propios labios el que me nombrara su sucesor. Por esta razón, no me considero digno. Mi amigo, Isaac de Pez Volador, a él lo considero mi rival. No podría aceptar nombramiento si Isaac no me considerada digno. Así que me temo que debo declinar. No puedo vestir a Acuario hasta que se me considere listo –admitió el Caballero del Cisne.

-Una postura admirable –comenzó Yoshiko-. Tristemente, tus palabras traen otro tema a la discusión que, por las circunstancias, debo adelantar –comenzó la Matriarca, extrayendo un pergamino de su túnica-. Mantuve vigilancia en la Colina de las Estrellas. Me temo que el fallecimiento de Camus de Acuario por parte de los Caballeros Dorados, no es el único que se presentó. La Caballero de Plata, Mayura de Pavorreal, también falleció en batalla… -comentó Yoshiko, el comentario forzó a Mu a cerrar sus manos en puños, lo que Shaka notó-. Pero no fueron los únicos. No solo tengo el reporte visual de Jabu de Unicornio, sino que la Armadura de Pez Volador regresó a Acuario por sí misma. Me temo que Isaac, está confirmado entre los fallecidos, junto a Kyoko. Además de ellos dos, se confirma que Natassia de Triangulo Austral es actualmente prisionera de guerra de sobrevivientes del Norte de Europa. Si tú no aceptas, no tenemos candidato alguno para la Armadura de Acuario –informó ella, Saori se sorprendió por la noticia, Hyoga solo cerró sus manos en puños, y se tragó las ansias de soltarse en llanto.

-Mientras la Gran Marejada ocurría… incluso yo no podía ver más allá de la misma… -comenzó Saori mortificada, Yoshiko suspiró incomodada-. ¿Isaac? ¿Estás segura de su fallecimiento? Yo… yo lo envié al Epicentro del Caos del Mar Mediterráneo –se deprimió ella.

-Saori… el Mar Mediterráneo, ya no existe… -le comentó Yoshiko fríamente-. Le pido por favor, diosa mía, que lo entienda. Miles de millones de vidas, si no es que más, se perdieron en un parpadeo. Deberíamos sentirnos agradecidos de que, mínimamente, el Santuario no terminó tan golpeado como el resto del mundo. Así que Hyoga… debemos preguntártelo una vez más… ¿tomarás el lugar de tu maestro, Camus de Acuario? –preguntó Yoshiko fríamente.

-En mi corazón… desearía decirle que sí, Matriarca Yoshiko… -continuó Hyoga, deprimido-. Pero ante la ausencia de un nombramiento… no puedo aceptarlo –insistió él, Yoshiko asintió, aceptando su respuesta-. Sin embargo, podría aceptar bajo una condición. Solo hay una persona además de mi Maestro Camus, de quien podría llegar a aceptar nombramiento. Por ello le solicito, que me entregue de discípulo a Milo de Escorpio –pidió él, sorprendiendo a Jabu, y a Saori-. Si el Maestro Milo llegara a considerarme listo, entonces yo podría considerar la condecoración a Caballero Dorado –terminó él.

-Comprendo… -meditó la Matriarca Yoshiko al respecto-. Informaré al Caballero de Escorpio más tarde sobre tu asignación. La Armadura de Acuario permanecerá en custodia dentro del Templo de Acuario, y se te será entregada únicamente bajo el nombramiento por parte de Milo de Escorpio –terminó ella, Hyoga reverenció-. Seiya… -comenzó Yoshiko.

-No necesito formalidades, Matriarca Yoshiko, yo tampoco acepto sin nombramiento alguno –le comentó Seiya, para sorpresa de Yoshiko-. Aioros me declaró su sucesor, eso lo comprendo perfectamente. Pero no me nombró listo de sucederlo. Así que me gustaría someterme a la misma evaluación de Hyoga. Si Aioria de Leo, el hermano de Aioros de Sagitario, me considera digno… entonces aceptaré la Armadura de Sagitario, no antes –terminó él.

-¿Yo? –preguntó Aioria sorprendido, Seiya se viró y le dio un pulgar arriba- Te agradezco el interés en que yo tenga algo que decir sobre la sucesión de la armadura de mi hermano, pero. ¿Por qué yo? –le preguntó Aioria.

-Galarian Steiner me enfrentó como un Caballero Dorado, no como una Seed… y él mencionó algunas cosas sobre el honor de la caballería que me dejaron un poco pensativo –le explicó Seiya, Aioria se preocupó al respecto-. Antes creía que el convertirse en un Caballero Dorado era el honor más grande de la caballería. Pero tras aquel combate… yo… no estoy seguro de si sacrificaría todo lo que ustedes han sacrificado, en el nombre de Athena –comenzó Seiya, lo cual molestó a más de un Caballero Dorado. Entre los no ofendidos se encontraba Mu-. Sé que no soy el Caballero de Athena más respetuoso, pero le pido me escuche, Diosa Athena. No intento faltarle al respeto, yo lucharía por usted, daría mi vida por usted… pero… no sé si sacrificaría a otros, como a mis amigos, o mis camaradas, en su nombre. Mientas estuve en el Jardín del Edén, escuché cosas… e incluso experimenté en carne propia, el intentar ser vaporizado por una Exclamación de Athena. Sé que no tengo el cosmos para juzgar a los demás, pero al menos en estos momentos, yo no sacrificaría la vida de nadie, ni siquiera por una diosa. Puedo darle mi vida, no me pida que le entregue la vida de nadie más en sacrificio. Es por esta confusión, que no puedo aceptar el nombramiento. Moriría por usted, mataría a sus enemigos por usted… no sacrificaría a un inocente por usted… no lo hizo Milo, ¿por qué habría de hacerlo yo? –preguntó Seiya mientras miraba a Shoko, quien se mostró conmovida por aquellas palabras.

-La moralidad de los Caballeros Dorados… -comenzó Mu, ganándose la atención de los presentes-. Es el tema que yo deseaba traer a la Orden Dorada… si bien Seiya se me ha adelantado un poco, considero que es un punto en el que debemos prestar más atención. Seré el primero en admitir que… cuando Aioros levantó la prohibición sobre el sentimentalismo, fui de los primeros en quejarme al respecto… -comenzó el Muviano, Aioria bajó la cabeza, y observó el objeto que llevaba en su mano en esos momentos, un anillo de oro, con una pieza de ámbar incrustada-. Y, sin embargo, hoy más que nunca comprendo su razonamiento. Hemos fallado en mostrar humanidad, comprensión y empatía, en la persecución de nuestro deber. Si seguimos por este camino, otros como Seiya negarán a la Orden Dorada –señaló Mu, los Caballeros Dorados restantes, comenzaron a susurrar al respecto-. No planeo convertir esto en un debate. Agradeceré inclusive que el tema no vuelva a mencionarse. Solo deseaba que todos los presentes lo escucharan una vez, y se hicieran sus propias conclusiones –terminó Mu.

-Aceptamos tus comentarios con solemnidad, Mu de Aries –agradeció Yoshiko, y entonces dirigió su atención a Seiya-. Y en el nombre de la Orden Dorada, te expido una disculpa, Seiya, por la desilusión. Y al igual que con Hyoga, acepto las condiciones. La Armadura de Sagitario permanecerá en resguardo, y tu ascenso a Caballero Dorado, quedará bajo el nombramiento de Aioria de Leo –terminó la Matriarca, Seiya asintió-. Reverencia… -comentó ella, Seiya alzó una ceja-. Se espera de un Caballero de Athena… ¿sabes qué? Olvídalo… solicitaré a alguna Saintia el enseñarte etiqueta… -realizó una anotación Yoshiko en uno de sus pergaminos, y entonces se dirigió a Shiryu-. Caballero del Dragón… -comenzó ella, Shiryu reverenció-. Tras escuchar las posturas de Cisne y Pegaso, tengo el presentimiento de conocer tu respuesta. Sin embargo, he de preguntarte de todas formas. Sobre de ti, cayó un nombramiento… tu Maestro, Dohko, te considera un sucesor digno. Así que, indistintamente de que Okko de Eridanus también sea un prospecto para la Armadura de Libra, y diferente de Isaac de Pez Volador, puedo confirmarte que sigue con vida… el nombramiento se ha efectuado –terminó ella.

-Es como lo ha mencionado, Matriarca Yoshiko –aceptó Shiryu-. Tengo un rival, como lo tuvo Hyoga, y he sido nombrado a diferencia de Seiya, por lo que la respuesta debería ser evidente… -agregó el del Dragón, Yoshiko suspiró, y esperó-. Sin embargo… mientras al Viejo Maestro le quede vida… yo… -intentó decir, cuando Shiryu sintió una sensación apresaste en su corazón. Shunrei, a la entrada del recinto junto con Jabu, se estremeció de igual manera. Los siguientes en sentir en sus cosmos lo que había ocurrido, fueron los Caballeros Dorados, en Acuario, incluso Saga y Milo lo sintieron también, y sentada en el Trono de la Diosa, Saori, comenzó a llorar, igual que hizo Shiryu en esos momentos-. Matriarca Yoshiko… permítame corregir mis palabras… -comenzó Shiryu, Shunrei en la entrada, cayó en sus rodillas y se lamentó con todas sus fuerzas, mientras Shiryu miraba a Saori, igualmente dolida, e ignorando las lágrimas en sus propios ojos, entregaba su resolución-. Será un honor… y un orgullo… cumplir la última voluntad de mi maestro… Dohko, el Caballero Dorado de Libra… acepto el nombramiento que me confirió –terminó el ahora Caballero de Libra.

China. Cinco Picos.

-Ught… blergh… -vomitó Kyoko en lo que quedaba de Cinco Picos, mientras una lluvia comenzaba a caer por todo el lugar, como si los mismos dioses comenzaran a llorar el fallecimiento de un antiguo guerrero, tendido en el suelo, con sangre cayéndole por múltiples heridas, mientras Ares, el Dios de la Brutalidad en la Guerra, se colocaba nuevamente su Armadura Divina-. Lo siento… realmente lo siento… lo siento… yo no sabía… -lloraba Kyoko.

-Eris… -comenzó Ares, sobresaltando a Kyoko, quien se dio la vuelta inmediatamente, mostrándose a la defensiva-. Aún no hemos discutido quien deberías ser para mí –prosiguió Ares, tomando su lanza, y con su punta rasgando la sangre en el suelo, manchando la misma con sangre, y comenzando a dibujar un círculo con la misma alrededor del cuerpo sin vida de Dohko. La Sangre se mantenía donde la punta de la lanza la manchaba, como si el agua de la lluvia un pudiera borrarla-. A lo que me refiero es… eres mi media hermana. Ambos somos hijos de Zeus, pero mientras mi madre es Hera, tu madre, es Caos… -le explicó Ares, Kyoko se limitó a asentir, mientras intentaba ignorar el cadáver de Dohko-. Pero también… el cuerpo que es tu contenedor… eres hija de una mortal. ¿Cuál era su nombre? Ah sí… Olivia. Cómo me divertí con ella –comentó, Kyoko cerró sus manos en puños, molesta-. Me pregunto… si eres mi media hermana, y además tu cuerpo es el de mi hija. ¿Qué parentesco deberíamos tener? ¿Prefieres ser mi hermana, o mi hija? –le preguntó Ares.

-La pregunta ofende, hermanito –comenzó Kyoko, reponiéndose de su debilidad ante la muerte de un Caballero Dorado-. La mortal, Kyoko, ya no existe. Solo existe Eris. Por favor trata de no olvidarlo, y por cierto… ¿quieres dejar de jugar con los muertos? Es repulsivo –comentó ella.

-¿Repulsivo? Puedes pensar que lo que hago es una falta de respeto. No comprendes el gran honor que es el ser asesinado por un dios –aclaró el Dios de la Brutalidad en la Guerra-. Dohko vivió más de lo que debía, fue valiente, fue fuerte, determinado. Todo un guerrero envidiable. Merece el descanso eterno, y yo se lo he brindado. Es lo menos que puedo hacer. Ya que su sangre, es necesaria para traerla ante mí –terminó Ares, el circulo de sangre dibujado con la sangre de Dohko entonces brilló, el cuerpo de Dohko entonces, fue tragado por un portal que se abrió bajo el circulo, y fue reemplazado por el cuerpo de una mujer en una armadura oscura muy hermosa, misma que se presentó ante Ares-. Te agradezco el atender a mi llamado, Ker –enunció Ares de forma orgullosa.

-¿Con semejante sacrificio? Negarme era un poco complicado, ¿no lo cree? Dios de la Brutalidad en la Guerra –respondió la mujer. La deidad que apareció frente a Ares, era una mujer de aspecto joven, con un corte de pelo corto, aunque con un flequillo que le caía sobre la frente. Vestía una armadura oscura que le cubría casi todo su cuerpo, adornada también con cuatro pares de alas largas-. Dohko, el poderoso Caballero de Libra de la Guerra Santa de 1747. ¿Cómo no podría presentarme ante semejante sacrificio? –agregó divertida, notando entonces a Eris- ¿Y ella es? –preguntó Ker.

-Haré las presentaciones –comenzó Ares-. Ella es Eris, la Diosa del Caos y la Discordia, y mi hermana mayor –presentó Ares, Kyoko reverenció ante la misteriosa deidad-. Eris, te presento a Ker, la Diosa de la Muerte Violenta, al menos ese fue su dominio mientras perteneció a los ejércitos de la Brutalidad en la Guerra como la líder de mis Berserkers. Tras haberme sellado por 3,000 años, aparentemente Ker tuvo un cambio de lealtades –aseguró él.

-No se sienta mal, su excelencia. Tras 3,000 años dormido, incluso usted debería de comprenderlo. Mi nuevo empleador, por supuesto, es Hades. Me conocen ahora como la Diosa del Destino –se presentó ella, aunque se le notaba alegre de ver a Ares-. Sin embargo, permítame decirle, mi señor, que no se le ve para nada oxidado. Si presencia divina es tan imponente como aquella vez hace 3,000 años –aseguró ella.

-Deja las adulaciones, no te he llamado para eso, ni para pedirte un cambio de lealtades –le comentó Ares, Ker se mantuvo firme, pero sonriente-. Comprendo que eres quien gobierna en el Inframundo en ausencia de Ares –le preguntó él.

-No es enteramente cierto, mi señor Ares. Quien da las ordenes en el Inframundo, es otra persona –le comentó ella, Ares se molestó-. Sin embargo, mi autoridad en el Inframundo es innegable. Al ser yo la única de los Espectros de Hades que no fue sellada en la Torre de los 108 Masei –explicó Ker.

-¿La Torre de los 108 Masei? –preguntó Kyoko, notando la misma a la distancia, sus ojos ahora divinos permitiéndole ver la estructura, una formación de ladrillo grisáceo, que se extendía alta e imponente- ¿Qué es esa torre? –preguntó ella.

-¿Curiosa, Eris? –preguntó Ker divertida- La Torre de los 108 Masei, es donde se encuentran sellados los 108 Espectros del señor Hades –le explicó ella, mirando a la torre-. Hay otras entidades selladas en su interior. Dioses Menores, y criaturas como Cerberos, por ejemplo. Mientras esta torre exista, ni uno solo de los 108 Espectros puede volver al Mundo Terrenal. Lo mismo no aplica para mí, principalmente porque soy leal a Hades solo de palabra. No soy un Espectro, soy una Keres, un espíritu más parecido a un Daimón que a un Espectro. Cuando los 108 Espectros fueron sellados, el sello no pudo aislarme. Desde entonces, gobierno siempre que Pandora no se encuentre en el Inframundo. Y para deleite de mi señor Ares. En estos momentos Pandora no se encuentra. Así que puede aprovecharse de la situación. ¿Qué desea? –preguntó ella divertida.

-Las almas de los 12 Caballeros Dorados que se atrevieron a encerrarme en el Templo de la Valentía y los Héroes –pidió Ares, Ker se sorprendió al respecto-. Así mismo, tengo la necesidad de los servicios de la Guardiana de las Memorias. Mis motivos, comprenderás, son personales –le explicó Ares.

-Me doy una idea de sus deseos, mi señor, pero me temo que, sin importar lo que planee darme de intercambio, no puedo concederle las almas de esos 12 –le explicó ella, Ares se molestó por lo que estaba escuchando-. Esos 12 Caballeros Dorados, son intocables incluso para Hades. Obviando el hecho de que uno de ellos fue su carcelero por 3,000 años, y que otro de ellos es el Caballero de la Reencarnación, los 10 restantes fueron inicialmente torturados por sus crímenes contra los dioses, pero eventualmente perdonados, y recompensados. Actualmente sus almas residen en los Campos Elíseos, junto al alma de su carcelero. Son intocables para quien sea, salvo para Zeus, él quien es dueño de los 1,000 ejércitos. Ni siquiera Hades podría resucitar a ninguno de los 12, y copiar sus memorias sobre cuerpos fabricados como en el caso de las Seeds, es imposible. Sus almas son demasiado grandes para poder ser contenidas –terminó ella.

-No me agrada esta respuesta –amenazó con su lanza Ares, Ker solo alzó los brazos fingiendo su propia rendición-. Umm… pero una idea aún más interesante comienza a rondar mi mente. Dos Caballeros de Libra habitaron esta era, la duda sobre quien de los dos es superior comienza a embargarme. Muy bien, escucha mi petición, Ker. Te ofrezco las vidas de una tercera parte de la población mundial antes de la Gran Marejada, como tributo, estamos hablando de un billón de almas, para que formen parte de los ejércitos de Hades. Seguramente, entre un billón de almas, Hades podrá sencillamente reclutar a los mejores para convertirse en sus 108 Espectros –declaró Ares divertido.

-Un momento… uno de esos 12, fue ofrecido en sacrificio para mandarme llamar. ¿Esperas que te regrese a ese también? Ni siquiera lo he torturado –se quejó Ker. Kyoko, quien hasta esos momentos se mantenía escuchando la conversación, se horrorizó.

-¿Piensas resucitar a los 12 Caballeros Dorados de la Guerra contra Hades de 1747 –preguntó Kyoko sorprendida, Ares viró sus ojos carmesí para verla-. Ares, como Matriarca de tus ejércitos, debo recomendarte en tu solicitud. La fortaleza de los Caballeros de Athena radica en su fe en Athena. Incluso si resucitaras a los 12 Caballeros Dorados de aquella era, ellos no se levantarían en guerra contra la Athena actual –le explicó ella.

-Una observación bastante grata, hermana mía. Es por eso que no voy a resucitarlos únicamente a ellos, sino a dos deidades más –le explicó Ares, Kyoko se sorprendió, y Ker se mostró interesada-. Sé que un billón de almas puede que no sean suficientes. Por eso haré otra promesa contigo, Ker, y extenderás la misma a Hades en su renacer. Una vez que me convierta en Dios Supremo de la Tierra, sobre el cadáver de Athena, juraré lealtad incondicional a Hades, ambos lo haremos –tomó Ares del brazo a Kyoko, forzándola a pararse a su lado-. Y así juntos, Brutalidad en la Guerra, Caos y Discordia, y el Dios del Inframundo, gobernaremos. Eris y yo en la Tierra, Hades sobre el Trono del Olimpo –sugirió Ares.

-¿Sentarás a Hades en el Olimpo si te permito esta resurrección? –preguntó Ker, Ares se arrodilló, y forzó a Kyoko a arrodillarse de igual manera- Interesante… solo una duda, mi anterior amo. ¿Por qué no desea usted sentarse en el Trono del Olimpo? –preguntó ella.

-Porque no sería divertido –aclaró Ares-. Las matanzas, el caos, la muerte, la destrucción, esos son mis deseos. No me importa quien se mantenga en el Trono del Olimpo siempre que se me permita una buena masacre. Concédeme este capricho, y Hades tendrá un billón de almas, y la promesa de ayudarle a conquistar el Olimpo –insistió Ares.

-Umm… desafortunadamente, no puedo prometerte que Hades aceptará este trato –agregó Ker, Ares comenzó a desesperarse, y a aplastar su lanza con fuerza-. Pero el Sello de los 108 Masei no se romperá hasta 1990, así que… tiene al menos 5 años para divertirse todo lo que desee, su excelencia. Yo reviviré a todos los que me pida revivir, después de todo, aunque mi lealtad sea a Hades… también soy una Keres… le entregaré las 14 almas que me ha solicitado –enunció Ker, en sus manos, 12 flamas doradas, una flama azul, y otra blanca que brillaba con tonalidades de arcoíris, se manifestaron, Ares observó las mismas divertido, e impaciente-. Antes de hacerlo, su parte del trato. ¿Exactamente cómo planea entregar 1 billón de almas? –preguntó Ker.

-Es sencillo realmente –alzó su mano Ares, manifestando el Dunamis de Cronos, lo que fue una sorpresa para Ker-. Todo imperio necesita un reino, y para traer de regreso al continente más grande de la era del mito, el más grande de la era actual, debe hundirse –le mostró Ares, divirtiendo a Ker, quien miraba con locura lo que Ares planeaba, y destrozando el corazón de Kyoko, quien no podía hacer nada para detenerlo.

Grecia. Atenas. Casa de Escorpio.

-Parece ser que cierto discípulo incompetente merece un castigo –se molestó Milo, quien había llegado a su casa acompañado de Saga cuando por fin se terminaron los ritos fúnebres para Camus, aunque ahora requiriendo viajar a Libra, para otros que no se había esperado el de Escorpio, cuando encontró a un grupo de tres árboles, donde debería de haber solo dos. Un pequeño árbol de duraznos, había sido nuevamente plantado-. Solo tomará un minuto, y podremos ir a despedir a Dohko con los honores que se merece el Viejo Maestro –enunció Milo mientras tronaba los dedos de su mano, dispuesto a arrancar aquel árbol.

-Milo… -lo detuvo Saga, el de Escorpio esperó con la mirada baja-. Está bien mostrar tu dolor… no tienes que pretender frente a mí… -le pidió Saga, Milo continuó mirando al suelo, su rostro ensombrecido por su casco-. No fracasaste… Kyoko… ella se sacrificó por debilitar a Eris. Sé que lo sabes… -le comentó él.

-Maestro Saga… ¿y si hubiera asesinado a Shoko aquel día? ¿Usted cree que las cosas hubieran sido diferentes? –le preguntó Milo, cerrando sus manos en puños. Saga suspiró, conociendo el dolor que lo embargaba- Puede ver otras dimensiones, ¿no es así? Solo deseo saber… si mis decisiones han sido las correctas. Todas esas muertes… -se estremeció Milo.

-No descansan en tu conciencia, sino en la de los dioses –lo interrumpió Saga, Milo se mordió los labios con incredulidad-. Es verdad que puedo ver otras dimensiones. ¿De qué va a servirte que te las muestre? Esta es la dimensión en la que vives, es en la que debes poner atención –insistió el de Géminis.

-Solo desearía saber qué he hecho lo correcto. ¿No lo querría usted? –le preguntó Milo, Saga suspiró, incomodo por el comentario- ¿Cómo se sentiría si el mundo se fuera al Tártaros por una decisión mal tomada suya? –se quejó Milo.

-Entiendo mejor que nadie ese sentimiento, por eso voy a pedirte que me escuches con claridad, discípulo cabeza hueca –lo tomó del hombro Saga, forzándolo a mirarlo a los ojos-. Podrán existir millones de universos alternos. En algunos habrás asesinado a esas niñas, en algunos, habrás encontrado la muerte temprana, en otros podría yo no ser tu maestro, maldición, podría existir un mundo en el que caí a la tentación, e intenté asesinar a Athena con mis propias manos, tal vez incluso un mundo en el cual lo logré, ¿podrías llegar a comprender todo lo que he visto? ¿Comprenderías todo lo que he sufrido mirando los resultados de mis decisiones? –le preguntó Saga, Milo no supo qué responderle- Te diré algo… genuinamente poseo el poder de saltar de este universo a otro que me plazca, donde tomé las decisiones correctas, o las que más me convinieran. Podría ser un ser tan mezquino y ruin, tan egoísta, que podría vivir la realidad que más me complaciera. Pero eso me convertiría en un cobarde, una persona que no se hace cargo de sus propias decisiones, o que busca justificación para sus acciones. ¿Crees que eso es vivir? La vida, está llena de dolor y de agonía, pero también de felicidad y recompensa. Y en esta vida que me tocó vivir, eres mi discípulo, y sufro junto contigo tu dolor… pero no voy a hacer algo tan ridículo, como justificar tus acciones. Lo hecho, hecho está. Y debes aceptarlo, y luchar por conseguir el futuro que deseas, se convierta este en realidad o no –agregó Saga, soltando a Milo, quien pensó al respecto-. No puedes cambiar el pasado –finalizó él.

-No… no puedo… -aceptó Milo, mirando al árbol de duraznos-. Tampoco me alegraría si este cambiara –aceptó él, recordando a la pequeña Kyoko, la niña a la que adoptó como su discípula, que vivió en su casa, que celebró cumpleaños con Jabu, con Saori y con él, con quien entrenó tanto en el arte de la caballería, como la danza, la última parte apenándolo-. Supongo que, al final… no puedo odiarla realmente… más que odio… es tristeza… la niña a la que entrené, quien era mi responsabilidad… va a matar a muchas personas… quiera ella o no… -le aseguró Milo.

-Entonces entrena para detenerla, tanto a ella como a Ares… -le apuntó Saga, Milo asintió en ese momento-. He observado tu crecimiento. Incluso has sobrevivido a batallas que he creído que no estás preparado para librar. No me causes preocupaciones, demuéstrame que puedes hacerlo. Eres el Anti-Ares… nuestra carta de triunfo contra Ares… lo enfrentaste hoy, ¿qué sientes al respecto? –preguntó Saga.

-Que solo puedo perder una sola batalla en mi vida, y pensaba que sería esa… -admitió Milo, Saga asintió-. Todo el tiempo jugó conmigo, me paseó por todas partes como si fuera un turista con su guía. Si la confrontación hubiera continuado, no lo habría logrado. Es una fortuna el que el combate haya sido interrumpido –le aseguró él.

-Comprendo, y es de esperarse –aceptó Saga, cruzado de brazos-. Sentí su cosmos, y su Instinto Asesino. Se sentía… inmensamente diferente de los Titanes. Solo sentí algo similar en Cronos, solo que él no estaba enteramente entregado a la locura –le explicó él, Milo asintió-. Sobre Antares… -preguntó.

-Ni siquiera pude asestarla, el malnacido se divertía viéndome intentarlo –se quejó el de Escorpio-. Solo hubo un momento en toda la batalla, en que Ares pareció tomarme enserio –recordó Milo, el momento en que descubrió el cadáver de Camus, lanzó sus agujas, y las 14 pulsaron con fuerza antes de estallar-. La Explosión de Antares… -susurró Milo.

-¿Esa técnica que inventaste para acercarte a la Explosión de Galaxias? –se burló un poco Saga- Es destructiva, peligrosa, y para nada tu estilo. Desencadenar la misma solo funciona con inferioridad numérica, pero usada de forma incorrecta, te vaporizarás a ti mismo –le explicó él.

-Entonces es una suerte que mi maestro sea el Caballero Dorado más poderoso de los 12, y quien puede ayudarme a dominar la Explosión de Antares para partirle con ella el cosmos a Ares –le comentó Milo, determinado, semejante determinación contagió a Saga-. Si algo he aprendido durante la Nueva Titanomaquia y la guerra en contra de Eris… es que soy más débil de lo que pensé. Tengo mucho que aprender. Cometí errores, como atacar al Laberinto de Cronos pensando que Cronos estaría allí, o dejarme atrapar en la Prisión de los Alóadas, casi me mato a mí mismo estampándome de cara con el infeliz de Ares. Voy a seguir cometiendo imprudencias, maestro, y muy probablemente va a decepcionarse de mí. Pero, así como Kyoko, que se sacrificó por Athena… llegará el día en que yo me sacrificaré también por su bien. Preferiría que mi sacrificio no fuera en vano –pidió Milo, cuando Saga le golpeó la nuca.

-Pensar en superarte y sobrevivir es lo que tienes que hacer, discípulo imbécil. No andar pensando en el momento en que te vayas a hacer estallar en la cara de un dios al que hiciste enfadar al ladrar más de lo que podías morder –reprendió Saga, Milo se sobó la nuca por el golpe-. Pero en vista de que eres tan necio, trapearé el piso contigo un rato. Prepárate, Milo. Voy a hacerte perfeccionar la Explosión de Antares, a la fuerza de ser necesario –comenzó Saga, preparando su cosmos, Milo asintió y preparó el propio.

La Atlántida. Templo de Poseidón.

-Ah, la Atlántida –comenzó Ares, paseándose por el nuevo continente que se había levantado de las profundidades, acompañado por Kyoko, y por una entretenida Ker, quien observó maravillada al Templo Principal de Poseidón, lugar donde se encontraba el joven Julián Solo, acompañado de su mayordomo Sorrento, y de un débil Isaac, quien aparentemente había sobrevivido a la Gran Marejada, mientras el grupo admiraba un conjunto de 8 Armaduras Anaranjadas, de un material desconocido para los mortales-. ¡Tío! –exclamó Ares divertido, antes de que el niño acrecentara su cosmos, y lo lanzara sobre el Dios de la Brutalidad en la Guerra. Afortunadamente, Ker sabía que Kyoko no dominaba su Cosmos Divino, y la empujó fuera del camino antes de que la inmensa mole divina le cayera encima- Ah, mi querido tío. Cómo me diviertes –se repuso Ares, mientras Sorrento se colocaba a la defensiva, elevando su cosmos, y llamando a la criatura que existía dentro de una de las armaduras anaranjadas que descansaba sobre un pedestal de piedra. La armadura anaranjada, estalló en sus partes, y revistió al mayordomo de Julián Solo-. Cuanta violencia. Me encanta. No me digas que vas a jugar al aliado de Athena en esta era también, mi querido tío –preguntó Ares, mientras Ker se colocaba frente a él y elevaba su cosmos, Sorrento preparó una flauta, y elevó el propio.

-No soy aliado de Athena, y mucho menos de ti, Ares –le recordó Julián Solo, poseedor de parte del alma de Poseidón-. La última vez que negocié contigo, me dejé convencer de crear armaduras como las 12 Armaduras Doradas, a expensas de Zeus. Lo que terminó con el hundimiento de la Atlántida. Sea lo que sea lo que quieres, la respuesta es no –aseguró él.

-Oh vamos, mi querido tío –comenzó Ares, colocando su mano sobre la hombrera de Ker, y deteniendo las hostilidades-. Zeus no hundiría a la Atlántida una segunda vez. No después de que la segunda Gran Marejada termine de tragarse a toda América. No quedaría nada, ni lo que queda de Europa, ni lo poco que queda de Asia. Aunque viéndolo del lado positivo eso te beneficia, si no hay tierra, eres el dios de un planeta sepultado bajo las aguas –se burló él.

-Sé lo que planeas, levantarás a Lemuria de las profundidades –se molestó Poseidón-. Si la levantas, lo poco que queda de América y África desaparecerán. Lemuria fue la segunda Atlantida, y se hundió también –enunció Poseidón molesto, Ares se burló un poco al respecto.

-Por el Dios Hebreo, lo recuerdo. El Gran Diluvio, tienes tan mala suerte con eso de los continentes y las ciudades inmortales –se burló Ares-. Eso hace más divertido el apoderarme de esa tierra para crear mi nuevo reino. La Atlántida es nostálgica claro, pero apenas tiene el tamaño de Europa, y una forma geométricamente perfecta, algo aburrida para mí. En cuanto a mí, yo me conformo con bastos desiertos donde pueda construir mi torre. ¿La recuerdas? No eres al único al que Noé frustró con su Diluvio Universal. Mandé construir la Torre de Babel como un símbolo a mi gloria. Lo que no le gustó al Dios Hebreo, que mandó derribar mi torre. Pero la venganza es dulce, y los Romanos que, por cierto, me tenían como Dios Patrono bajo el nombre de Marte, crucificaron a su hijo. Una de mis venganzas más dulces si se me permite decirlo –agregó Ares contoneándose.

-¿Eh? –exclamó Kyoko, Ares se viró para verla con curiosidad- ¿Entonces la crucifixión de Cristo…? –apuntó Kyoko, Ares asintió- Y el Dios Marte… -continuó ella extrañada, Ares sacó el pecho con orgullo-. Resiste Kyoko… no dejes que tu mente mortal se meta con tu divinidad actual… -se susurró a sí misma.

-¿Eris? –preguntó Poseidón, sorprendiendo a Kyoko- Tu cosmos es el mismo… pero tu físico… has cambiado. ¿A qué se debe este cambio? –le preguntó Poseidón, Kyoko no supo qué responderle- No importa… quiero que se larguen de mi reino, antes de que decida matarlos a todos –sentenció él.

-¿Con ese cuerpo? No pudiste hace 3,000 años, ¿por qué podrías ahora? –se burló Ares, Poseidón comenzó a molestarse- Calma, mi querido tío. Te tengo una oferta que no podrás negar. Pero primero mi petición. Quiero a Oribarkón –pidió Ares.

-No… -fue la respuesta de Poseidón, directa y sin rodeos-. Lo que sea que planees con Oribarkón, no puede ser nada bueno. Niego tu petición, ahora largo, antes de que ordene a Sorrento sacarlos a todos –insistió él. En todo ese tiempo, Isaac se mantuvo confundido, solo sabiendo que se encontraba ante varias deidades.

-Pero si no me dejas explicarte. ¿Acaso no quieres volver a verla? Tú sabes de quién hablo. ¿No es así? Cabellos escarlata, fulminada por la Exclamación de Athena –comenzó Ares, antes de cubrirse con su escudo Teikhesiplétes de un relámpago azul salido del Tridente de Poseidón-. ¿Toqué una fibra sensible? –preguntó Ares divertido.

-Una oportunidad… solo una de explicarte… -le comentó Poseidón, furioso, toda la Atlántida temblaba por su ira que se disparaba más violenta que nunca, y forzaba a Isaac a retroceder, y sostenerse de la columna con la bestia Kraken en ella-. Cuida muy bien tus palabras… Ares… esa diosa de la que hablas… es lo único que podría hacerme cambiar de parecer… -aseguró él.

-Y yo te la devolveré si me ayudas, mi querido tío –agregó Ares-. Tú sabes, incluso mejor que yo, que esa Athena que renace cada 200 o 250 años, dependiendo de la fecha de su muerte, no es más que una farsante –le comentó él, Kyoko prestó atención a esas palabras-. La verdadera Athena, la esencia misma de Atenea, se perdió en aquella guerra hace 3,000 años. Yo puedo traerla de vuelta, a tu querida sobrina, ella por quien renunciaste a tu humanidad –le recordó.

-Si Hades no pudo traerla de vuelta, ¿por qué habría de creerte que tú si puedes hacerlo, Ares? –la preguntó Poseidón, incrédulo de lo que le decía el Dios de la Brutalidad en la Guerra- No te creo absolutamente nada –admitió él.

-El que lo creas o no, la verdad no es mi problema. Yo la traeré de regreso con o sin tu ayuda. No puede haber Brutalidad en la Guerra sin Sabiduría en la Guerra –insistió Ares-. Y esa mocosa, no es la Sabiduría en la Guerra, solo un reemplazo que los dioses colocaron al fondo de la Caja de Pandora. Athena no es siquiera su verdadero nombre, tú y yo sabemos quién es la diosa que se cree la Diosa Athena, y esa no es Atenea. La verdadera Diosa de la Sabiduría, Atenea, lleva muerta desde la Guerra de Troya –le recordó él.

-Athena posee la esencia de Atenea, Hefestos construye su cuerpo, nace de la unión de Zeus y de Metis cada 250 años –le recordó Poseidón, furioso, sus ojos tornándose escarlatas y agresivos, su furia divina reactivando la armadura del dios, durmiente junto a las otras siete que no habían sido despertadas.

-Es igual que las Seeds… -le recordó Ares, y ante la revelación, Kyoko se cubrió la boca, incrédula-. Un cuerpo artificial, con los recuerdos de la Diosa Atenea. Un alma tan gentil como Athena no puede, ni debe, ser considerada la verdadera Diosa de la Sabiduría en la Guerra. Yo voy a devolvértela tío… le regresaré su trono en el Olimpo… y todo volverá a ser como hace 3,000 años. ¿Qué me dices? ¿Tenemos un trato? –preguntó Ares.

-Y decían que Afrodita era el cerebro de la relación –susurró Ker, Kyoko la miró con curiosidad-. ¿Te preocupan sus palabras, Saintia? –la descubrió Ker, Kyoko retrocedió sorprendida- Solo diré que Athena tiene de Atenea, lo que tú Saintia tienes de Eris… eso es todo, no planeo decirle a Ares mientras cumplas con tu papel como Diosa del Caos y la Discordia –le aseguró.

-¿De verdad puedes traerla de vuelta? –le preguntó Poseidón, Ares extendió su mano, pidiéndole a Poseidón tomarla- Si me mientes, y no me cumples tu promesa… yo mismo te mato Ares… ¿Cuánto tiempo? –preguntó él.

-Según el nuevo calendario que yo instauré. Para finales de Año 3 de Nova Gea tu querida sobrina y tú estarán dándose abrazos como en antaño –se burló Ares, Poseidón gruñó-. Por favor tío, algo de sentido del humor. El humor es lo único que me impide ser matanzas, masacres y muerte –le pidió Ares.

-No comparto tu sentido del humor… -le respondió Poseidón, pero apretó la mano de Ares con fuerza-. Sorrento… trae a Oribarkón… -pidió Poseidón, incomodando a Sorrento-. Que haga los mandados de Ares. Retrasaremos nuestros planes de invasión. Le daremos a Ares el tiempo que necesita para cumplir su promesa. Ante la cual, de no cumplirse, decidiré si mi ira caerá sobre ti antes que en Athena –le informó él.

-Querido tío, con todo respeto… si mi plan se concreta, ni tú ni nadie podría detenerme –se burló Ares, extasiado-. Es un deleite el que no seas mi enemigo en esta era. Ya después nos pondremos de acuerdo por el reparto del mundo –finalizó Ares, y en todo momento, Kyoko se preguntó sobre cuál era la verdad sobre Athena.

Grecia. Atenas. Templo del Patriarca.

-¿Se encuentra bien, Diosa Athena? –preguntaba la Matriarca a Saori, quien comenzaba a sentirse débil nuevamente- Tuvimos que interrumpir la reunión del Consejo Dorado, pero no se preocupe, podemos retomarla en cuanto se sienta mejor –le comentó Yoshiko mientras la tomaba de la mano.

-Lo lamento… yo… no soporte el sentir el cosmos de Dohko despedirse… -continuó Saori, aún con lágrimas en sus ojos-. Tantos se han ido. La desesperanza y la muerte rondan por todo el Santuario de Athena. ¿Acaso no existe ni un solo momento de alegría? –preguntó Saori, deprimida por todo lo que había pasado.

-Entonces es una suerte el que haya venido precisamente a pedirle que celebre un acto de alegría, Saori –comentó Aioria, adentrándose en el Templo del Patriarca-. ¿Me permite una audiencia extemporánea? –solicitó Aioria.

-Por supuesto, Aioria, solo… dame un segundo para incorporarme –le pidió la diosa, logrando levantarse de su trono con algo de dificultad-. ¿Hay algo que desees pedirme? Sé que preferirías estar junto a Milo en un momento como este –le comentó ella.

-Preferiría muchas cosas, antes de tener que afrontar la realidad actual, Saori –le comentó Aioria, entristecido-. Perdimos a Camus… y después perdimos a Dohko. Usted y Milo perdieron a Kyoko. Mu y Shaka perdieron a Mayura. Las 12 Casas son un desastre, y ni hablar del mundo, que se encuentra embargado en una horrible tristeza, de la cual no podemos siquiera comenzar a divisar la realidad. Billones de vidas, se han perdido, y todo apunta a la tragedia, y a la desdicha. Es por eso que he decidido solicitarle el que me permita regresarle algo de esperanza a su pueblo. Pensará que soy un pensador, pensará que estoy siendo inoportuno, que hay cosas más importantes en las cuales pensar, que en lo que voy a solicitarle… pero… aun así… siento que estoy haciendo lo correcto… es por eso que es mi deseo… el pedirle que me permita celebrar una Ceremonia de la Unión… -pidió Aioria, y Saori y Yoshiko intercambiaron miradas.

Océano Atlántico Sur.

-Hemos llegado –un portal se abrió a al menos unos 1000 metros por encima de un mar en calma, abierto por la espada de bronce, Maleros, que con su corte conectó a la Atlántida de Poseidón, con aquel lugar en medio del Océano Atlántico Sur. Dentro del portal, Ares, acompañado de Kyoko y de Ker, admiraban la bastedad del océano, la nueva Diosa Eris teniendo un horrible presentimiento, la Keres impaciente. Detrás de ambos, se encontraba un hombre envuelto en una capucha de un azul cian bastante llamativo-. He reunido todos los componentes para comenzar con el cambio de dominios de la Tierra –continuó Ares, en su mano, el Dunamis de Cronos crepitaba con fuerza-. Una vez que utilice el resto del Dunamis de Cronos, este regresará al Éter, cumpliendo con el objetivo que te encargaron los Dioses Olímpicos, hermana mayor –le sonrió Ares, admirando el mismo.

-Es-espera hermano… -comenzó Kyoko, ganando la atención de Ker-. El Dunamis de Cronos… podría servir más como una herramienta contra los Olímpicos, que como una forma de hacer resurgir al continente perdido de Lemuria –le comentó ella, intentando que Ares no causara el genocidio que sabía que iba a ocasionar.

-¿Hacerle la guerra a los Dioses Olímpicos? Querida hermana, me encantan tus ideas –agregó Ares. Por un momento, Kyoko tuvo esperanza, pero esta se esfumó rápidamente-. Sin embargo, olvidas un pequeño detalle, tengo un juramento de lealtad inquebrantable con Zeus, y mientras él me divierta dejándome hacer mi voluntad sin su interferencia, yo continuaré dejándole gobernar el Cielo. La Tierra por otra parte, es de mi propiedad. ¡Levántate Lemuria! ¡Es el Dunamis de Cronos quien te lo ordena! –accionando el Dunamis de Cronos, el Océano Atlántico Sur comenzó a sacudirse con violencia, los peces en su interior comenzaron a saltar por el miedo, sus instintos advirtiéndoles del Caos que estaba por llegar. El cosmos de Kyoko también reaccionó, mientras del agua se alzaba la tierra, creando marejadas violentas y altas, que se elevaban alrededor del continente que salía de las profundidades, formando cortinas de agua que se perdían en el cielo, pero que entonces cayeron estrepitosamente, llenando el hueco dejado debajo de donde la tierra emergía, intentando endurecer el magma hirviente que se formaba debajo del nuevo continente, formando una costra de magma petrificado que sostuviera el continente en su lugar, al mismo tiempo que hervía a las criaturas marinas que intentaban escapar del desastre.

El proceso de que el continente emergiera, con dimensiones un poco inferiores a las de África, y del doble del tamaño de la Atlántida, y que contaba con valles extensos, desiertos, y cadenas montañosas, en una extensión de tierra un tanto triangular vista desde el cielo, pero con las imperfecciones continentales que le daban la forma de un rompecabezas que alguna vez colindó por el este con África, al oeste con Sudamérica, y cuya punta del norte alguna vez estuvo conectada a la India, dio inicio a otra Gran Marejada, está extendiéndose en dos direcciones distintas, que terminarían por tragarse los continentes a los que alguna vez estuvo conectado por este y oeste. Kyoko lo sabía, su dominio en el Caos se lo decía. Pronto solo quedarían tres continentes: Eurasia, que tendría la extensión casi intacta de Europa, con la pérdida de algunas de sus islas, y Asia perdiendo más de la mitad de su territorio, quedando únicamente la mitad de China, perdiéndose todas sus islas, y la India. Al suroeste de Eurasia, quedaría la Atlántida, desentonando casi en su totalidad como un continente con una forma definida y circular, labrada de esa forma por sus antiguos pobladores. Por último, al sur de la Atlántida, y suroeste de Eurasia, se posaría Lemuria, el más grande de los tres continentes. No quedaría más, ni islas, ni extensiones de tierra como Oceanía. No existirían siquiera los polos, estos se habían derretido ya por la muerte de la Sacerdotisa de Odín. Una nueva Tierra, Nova Gea, era todo lo que quedaba.

-Vamos… -prosiguió Ares, el Dunamis de Cronos aun brillando en su mano-. Mientras me quede Dunamis, usaré el mismo para jugar en contra del tiempo mismo. Que los verdes pastos, los amplios desiertos, las selvas, los bosques, las montañas, se llenen de la vegetación y la vida de antaño –prosiguió Ares, el Dunamis de Cronos trayendo consigo un milagro, y dotando a la tierra de Lemuria de nueva vida-. Que se levanten también mis grandes ciudades. Todas las que en antaño juraron lealtad a Ares, serán restauradas en esta nueva tierra: Micenas, Esparta –continuó Ares, en lugares estratégicos de Lemuria, las Ciudades que no deberían de existir geográficamente en aquellas locaciones, comenzaron a reconstruirse como en las épocas de antaño-. Laconia, Terapnas, Macedonia –continuaba el dios, más ciudades, algunas presumiendo arquitecturas distintas a la griega como en el caso de Macedonia, construyéndose como si se materializasen de la nada misma-. Olimpia, Tegéatida, Gerontras, Tanis –incluso una ciudad con arquitectura egipcia, resurgió por la influencia de Cronos-. Y, por último, Babilonia… -la última de las grandes ciudades, fue más una afrenta a otros dioses, que un monumento a la grandeza de Ares, esta ciudad comenzó a construirse en el corazón mismo de Lemuria, conformada de grandes templos de mármol blanco, con jardines colgantes de todas sus paredes, un río que fluía por en medio de la ciudad, y que conectaba con un puente a una isla dentro de un lago que comenzó a formarse y a llenarse de agua en medio de la misma, isla de la cual comenzó a surgir una inmensa torre, tan alta que mediría al menos unos 600 metros-. Será en Babilonia, donde gobernaré, y completaré la construcción de la Torre de las 1,000 Batallas, Babel… -les mostró Ares-. Aquí se encontrará nuestro Santuario, el Santuario de los Dioses de la Guerra –afirmó él.

-¿Los Dioses de la Guerra? –preguntó Kyoko confundida, Ker le mostró una de las almas contenidas por ella, misma que era rodeada por 12 fuegos dorados y hermosos- Lo que le mencionaste a Poseidón… -preguntó ella.

-No es mentira, hermana mía –continuó Ares, levantando frente al puente que conectaba con la Torre de las 1,000 Batallas, y sobre un jardín de flores de diversos colores, a un par de relojes, similares al Reloj de Cronos que existía en el Santuario de Athena, pero de unos 10 metros de altura cada uno, presumiendo en sus caras los 12 Signos del Zodiaco, encendiéndose en uno de los relojes 12 Flamas Doradas, en el otro, se encendieron 12 Flamas Escarlata, que resonaron con las almas en las manos de la Keres-. Para resucitar a Atenea, se requiere que una de sus encarnaciones realice el Mutuo Acuerdo, aceptando el unir su alma con el alma primordial de Atenea, sometiendo su mente y su corazón a la divinidad perdida, resucitando efectivamente a la Diosa Olímpica de la Sabiduría en la Guerra.

-La Torre de Babel… -admiró Ker-. La torre capaz de crear a los dioses. Y dos Relojes de las Almas. Parece que ha pensado todo esto con demasiado lujo de detalle, su alteza –se maravilló Ker-. Casi desearía unirme a usted en esta guerra. Pero ambos sabemos que no puede ser. Así que, si me permite, sus ciudades son hermosas, pero están vacías. Gustosa las dotaré de trabajadores para que estos repueblen a toda Lemuria –agregó ella.

-Lo que haces es una blasfemia, hermano –comenzó Kyoko-. Apoderarte de la forma en que lo haces de Babilonia. Pondrás a otros dioses en nuestra contra. ¿Acaso no temes a las repercusiones de tus actos? Deberías ser más cuidadoso con lo que haces –le insistió.

-Querida hermana, usurpar otras religiones es lo que hago, mi culto sobrevivió más allá del Panteón Griego, al grado que los Olímpicos decidieron imitarme forjando el Panteón Romano –se burló Ares-. Incluso mi historia fue más allá. Mientras en Roma me llamaban Marte, en Egipto fui venerado como Anhur, los Cristianos me llamaron Nimrod, busques por donde busques siempre habrá un Dios de la Brutalidad en la Guerra, y ese siempre seré yo –se apuntó a sí mismo.

-Ten cuidado Ares… llegará el día en que este ciclo de profanación divina dará la vuelta y se volcará en tu contra –le advirtió Kyoko-. El día en que negarás al dios equivocado… y someterás a la realidad misma a una guerra entre Panteones Divinos –le aseguró.

-Eso me gustaría, y estarás a mi lado para verlo, hermana –le recordó Ares, alejándose un poco de los Relojes de las Almas, y llegando al centro del jardín frente a la Torre de Babel-. Mientras tanto, me complace profanar la divinidad de todo dios que a mí me plazca. ¡Álzate, Prisión de Marduk! –ordenó Ares, levantando de la tierra una estructura más, una especie de mausoleo, de puertas negras, mismas que abrió el dios, mientras mantenía una ya muy tenue flama en su mano, el Dunamis de Cronos comenzaba a extinguirse- Me queda Dunamis para muy poco, si fueras tan amable de darme la última parte de nuestro trato, Ker –pidió Ares.

-Me he divertido bastante en este tour por la nueva Lemuria, su excelencia. Dé nuestro trato por finalizado –entregó Ker las 14 almas solicitadas, tomando Ares una de ellas, que lanzó al centro del mausoleo-. Observa, maravíllate en el plan del Dios de la Brutalidad en la Guerra –se regocijó Ker, Kyoko lo observó todo nerviosa, mientras con el Dunamis en mano, Ares realizó el último de sus milagros, forjando frente a Kyoko 14 cuerpos, mismos que absorbieron las almas que Ker había entregado a Ares, y todos cayeron al suelo, poseyendo vida, pero siendo cascarones vacíos, todos menos uno, que respiró sorprendida.

-¿Dónde? –preguntó la resucitada, admirando su cuerpo desnudo unos instantes, antes de que Ares la tomara del cuello, y la lanzara al centro del mausoleo, donde utilizando su escudo, Teikhesiplétes, rodeó a la mujer de tantas cadenas, que la dejaron apresada en medio del recinto, con sus extremidades extendidas-. ¿Quién? ¿Ares? –se sobresaltó la mujer de cabellera rosada, y ojos del mismo color.

-Bienvenida a la vida, tía Mnemosyne, permíteme –conjuró un vestido morado Ares alrededor de la Titánide, quien recibió en su memoria todo lo que había ocurrido, y miró a Ares con desprecio-. Supongo que no tengo que explicarme. Además, no debo preocuparme de que me traiciones. Sabes de lo que soy capaz y sobre las torturas que te esperan, ¿no es así? Sabes lo que debes hacer –le pidió él, Mnemosyne se negó, y ante la negativa, Ares colocó su mano sobre una de las cadenas, llenando la misma con su cosmos, e iniciando con la tortura de la Titánide-. No me mires así… ya sabías lo que te esperaba al desobedecerme –declaró el dios.

-Mnemosyne… la Titánide de Megas Tsekoúri y Diosa de las Memorias. ¿Por qué? –se preguntó Kyoko, Ares no se viró para verla, estaba demasiado concentrado en la tortura de la Titánide, quien ya lloraba por el dolor que sentía.

-Porque nadie puede revivir realmente –le respondió Ker, apuntando a los cuerpos en el suelo, uno de los cuales recordaba a Kyoko sobre Saori, especialmente por el cabello lila que poseía-. Cuerpos forjados, con almas que han sido recicladas, algunas de las cuales, como Capricornio, ya se han manifestado en una nueva vida –apuntó Ker a uno de los cuerpos.

-¿Capricornio? No me digas qué… -observó Kyoko al cuerpo al que Ker había apuntado, reconociendo algunos rasgos faciales del mismo-. ¿Cómo? No lo entiendo… -continuó recorriendo los cuerpos Kyoko, encontrando a uno con una cicatriz en su brazo, y horrorizándose-. ¿Dohko? –se horrorizó ella.

-Ah, ese está fresco, igual que su alma, es lo más parecido a una resurrección –le comentó ella divertida-. Pero por supuesto, aun cuando un alma se divida y reencarne, solo hay una constante, la memoria. Y Mnemosyne es la Guardiana de las Memorias –aseguró ella divertida.

-Esto tomará tiempo… Oribarkón… -comentó Ares, el encapuchado se acercó sin decir nada-. Mientras tanto, existe en Lemuria un mineral especial, el Vermilo… ¿lo conoces? Es mi deseo el que fabriques 12 juegos de Armaduras de Vermilo para mí –le pidió él.

-La pregunta ofende, señor Ares… por supuesto que sé lo que es el Vermilo, más poderoso que el Oro, pero inferior al Oricalco, la aleación perfecta que brilla como el Rubí y el Oro Rojo –le comentó el encapuchado-. Trabajaré en su encargo, serás las 12 Armaduras más hermosa que jamás haya visto.

Grecia. Atenas. Casa de Leo.

-Urlp… unght… -en los pisos inferiores de la Casa de Leo, Shunrei, que era la única Saintia disponible para servir a Saori en esos momentos, intentaba ayudar a la diosa a reponerse de otro ataque de vómitos, que ya llenaban con agua una cubeta de madera a sus pies, impidiendo que la ceremonia que Aioria había solicitado, pudiera llevarse a cabo.

-Saori… es más agua que la última vez… -comenzó Shunrei, los ojos de Saori estaba repletos de lágrimas en esos momentos-. Saori… comprendo las inquietudes de Aioria, y su deseo de brindar algo de alegría al Santuario, algo de esperanza… pero… no sé si puedas seguir con esto. Tu salud es lo más importante. Si el pueblo te ve así… -intentó mediar Shunrei.

-Ante las crisis, es importante que el pueblo vea la fortaleza de su líder –comentó alguien que bajaba a los pisos inferiores, Milo de Escorpio, ante quien Saori se sintió demasiado incómoda-. Cierta Matriarca me pidió venir a verte… en realidad fue una orden, no pude negarme… -comenzó él, Saori se deprimió un poco por el comentario-. No era que no quisiera venir a verte… tan solo… deseaba guardar el luto un poco más… -aclaró él, Shunrei miró a Milo, después a Saori y, por último, levantó la cubeta de madera, retirándose con la misma, y dando a ambos algo de privacidad, lo que Milo agradeció.

-¿Estás molesto por impedirte seguir enfrentado a Ares? Te hubiera matado… -comentó Saori con preocupación, y sin voltear a verle a Milo al rostro, el de Escorpio lo notó.

-Parece que continúas olvidando varias cosas… -le comentó el de Escorpio-. Como el hecho de que es mi deber como Caballero Dorado, el protegerte hasta las últimas consecuencias, Diosa Athena, no me importan los discursos contra el auto sacrificio, yo decido el qué hacer con mi vida –le aclaró él.

-Me sentiría más tranquila si lo que decidieras hacer con tu vida fuera sobrevivir, no estar buscando el oponente contra el cual sacrificarte –se quejó Saori, entristecida-. No soportaría perder a nadie más, pero… sobre todo, no soportaría perderte a… -intentó decir ella.

-Yo tampoco planeo seguir perdiendo a las personas que me importan… ya no más… Kyoko fue la última… -la interrumpió Milo, colocando sus manos sobre los hombros de Saori, llamándole la atención a la diosa, quien se perdió momentáneamente en su mirada, siendo más que evidente para ella, y en el cansancio reflejado en los ojos del de Escorpio, que Milo se había estado lamentando-. Hoy, he perdido a un amigo muy querido mío… hoy… perdí a mi discípula… a quien amaba como si fuera parte de mi familia… me he cansado de perder a los que amo… y me he cansado del arrepentimiento que embarga a uno, cuando no puede decirles a las personas que ha perdido, lo mucho que significaron para él en vida… así que… necesito que escuches lo que voy a decirte, Saori… -continuó él, tomando las manos de la diosa, lo que aceleró su corazón, casi parecía como si el de Escorpio fuera a declararse, aunque Saori rápidamente desestimó el pensamiento, soltando aire para ignorar sus hormonas mortales-. Voy a luchar por crear un mundo, en el que no deba ocultarme, o temer a los dioses… un mundo en el que no sean necesarios los juramentos de obediencia, ni los de castidad –al menos hasta ese momento, que coloreó el rostro de Saori de escarlata, apenando a la diosa, quien se sentía culpable por los sentimientos que comenzaban a embargarla-. Pero esto lo haré bajo una condición… sigues siendo, y lo serás por siempre, segunda a la Diosa Athena, ¿lo comprendes? No me permito que, por tus sentimientos, irrumpas en mis responsabilidades a con mi diosa –exclamó él.

-Lo mencionaste antes… -agregó Saori preocupada-. Lo que no entiendo es por qué lo sigues mencionando. Athena y Saori son una sola. ¿Por qué no puedo preocuparme por ti como si fuera ambas? ¿Es tan necesario separar a Athena de Saori? –preguntó deprimida.

-Lo es… -insistió Milo, lo que no agradó a Saori-. Como Diosa Athena, debes entender que podría no regresar. En especial si el enemigo es alguien como Ares. Debo estar listo para morir, si deseo tener una oportunidad contra él –le aseguró.

-¿Entonces cuando vas a comenzar a vivir? –lloró Saori, Milo se detuvo para pensarlo- Eres un Caballero Dorado, eso yo lo entiendo. Debes pensar en Athena antes que en nadie más, eso también lo entiendo. Pero eres más que el Caballero de Escorpio, y yo soy más que la Diosa Athena. ¿Cuándo podremos ser simplemente Milo y Saori? –continuó ella, Milo solo bajó la mirada, y cerró sus ojos, pensando al respecto- Quieres forjar un mundo donde sea posible, pero, no puedo evitar pensar en el sacrificio de Kyoko… avanzó sin tener certeza de nada, y terminó convertida en la Diosa Eris. Ni siquiera sabes si eres capaz de crear ese mundo en el que pueda amar sin repercusiones divinas, pero no aceptarás nada que no sea llegar a ese objetivo. ¿No te parece triste? ¿Acaso no hubieras preferido que Kyoko hubiera compartido sus sentimientos contigo en lugar de callarlos? La perdimos… Milo… y este camino… solo me llevará a perderte también… -prosiguió ella, con su corazón en pena.

-Saori… yo en realidad no debería… -se quejó el de Escorpio, pero al final se mordió los labios, se tranquilizó, y miró a Saori con determinación-. Entonces… comenzaré a labrar el camino con evidencias que amparen a mis palabras… no solo voy a crear ese mundo, sino que hoy daré el primer paso… -se arrodilló Milo, conmocionando a Saori, quien miró en todas las direcciones posibles, esperando que nadie viera lo que estaba ocurriendo-. Yo, Milo de Escorpio, ante los ojos de la Diosa Athena, entrego este juramento de promesa de unión, aceptando bajo pena de castigo divino, el sellar en compromiso mi alma, con el alma de Saori Kido, una vez alcanzada su mayoría de edad. Yo, Milo de Escorpio, lo juro en el nombre de Athena –terminó el de Escorpio, y en el cosmos de la diosa, se presentó un destello cálido.

-¡Milo! ¿Acaso sabes lo que acabas de hacer? ¡Acabas de realizar un juramento divino de desposarme al cumplir mi mayoría de edad! –se apenó ella, Milo no dijo nada, simplemente se puso de pie- ¿Qué acaso no lo entiendes? El Ciclo Infinito, aquello que Cronos intentó forzarme a preservar… si cumples esta promesa… el matrimonio… se oficializa con… -se apenó ella, aunque regresó a la realidad tras Milo pellizcarle la nariz-. Ow, ow… ow… -se quejó ella.

-No adelantes sobre cosas que aún no han ocurrido –le mencionó él-. Esto es simplemente una promesa, no, un juramento. Haré realidad el egoísmo que hoy crece en mi corazón, logrando obtener lo que miles han deseado tan codiciosamente desde la era del mito. No permitiré que nada ni nadie, me niegue lo que deseo… -le apuntó él, sorprendiendo a Saori-. También me niego a que lo olvides, este egoísmo mío, nace a partir de tu impertinencia e infantilismo. Así que te responsabilizo por dar continuidad al Ciclo Infinito de los Dioses… conviértete en una diosa digna, de defender aquello que has labrado tú misma, yo me ocuparé de todos los que quieran hacerte frente –le comentó él, Saori se apenó, y estuvo por hablar-. No me importa si puedes cambiar tu edad a voluntad. Mayoría de edad es mayoría de edad mortal –se adelantó él.

-¿Cómo supiste que…? –se apenó ella, dándose la vuelta, y tomándose las mejillas con vergüenza- ¿Acaba de pasar lo que creo que acaba de pasar? ¿Acabas de oficializar nuestro compromiso? –tembló ella por la pena- Ni siquiera hemos sido novios –aclaró ella.

-Como si yo fuera a dejar que eso me detuviera. Además, me molesta que Aioria se me adelante –terminó el de Escorpio, aquel comentario molestó a la diosa-. Andando… Aioria está por dar el primer paso en la restauración de la esperanza de los atenienses, es importante que estés presente –le ofreció su brazo Milo.

-Ah no, espera allí. ¿Te me prometiste solo porque no querías que Aioria te venciera en algo? ¿Es enserio? ¡Milo! –se quejó ella, pero el de Escorpio en lugar de escucharla, la sacó de los pisos inferiores, y cuando su pueblo la notó, vitoreó el nombre de la diosa, lo que sorprendió a Saori- ¿Claman mi nombre? ¿A pesar de todo lo que ha ocurrido? No lo entiendo -se apenó ella.

-El Santuario y sus pobladores, saben perfectamente lo que implica tu existencia, y lo que has hecho por ellos. No se puede decir lo mismo de los ajenos al Santuario, ellos van a odiarte –concluyó Milo, Saori lo miró, mientras continuaba tomándole del brazo-. Lo que ocurrirá ahora, dará inicio a mantener la esperanza entre los pobladores del Santuario, fortaleciendo su confianza, mientras comenzamos a esparcir nuestras creencias a lo que queda del mundo –finalizó Milo, llegando ante la entrada de Leo con Saori, donde Aioria y Yoshiko esperaban.

-Pueblo de Atenas, pobladores del Santuario, y de sus alrededores –comenzó Yoshiko, silenciando a los presentes, Saori tan solo observó a las escaleras entre Cáncer y Leo llenas a rebosar de pobladores, y encontrando entre ellos a los Caballeros Dorados que continuaban con vida, desprovistos de sus armaduras dañadas, pero presentándose para la ceremonia, al igual que los pocos Caballeros de Plata, entre los que se encontraban Arctos y Shaina, esta última curiosamente cerca de Aldebarán, Saori notó también caras desconocidas para ella, como la de la misteriosa chica que permanecía al lado de Shura, y quien la miraba con desprecio, Saori logró sentir el mismo. Los Caballeros de Bronce también se encontraban entre los pobladores, parecía ser que nadie en la Orden de Athena, deseaba perderse esta oportunidad de volver a comenzar-. Recién hemos terminado una guerra más, que ha dejado caídos y heridos, dudas, y un mundo envuelto en la incertidumbre. Negar aquello, sería irresponsable. Sin embargo, hoy el Sol vuelve a brillar, y la esperanza vuelve a irradiar nuestros corazones. El Santuario por siempre se ha levantado de las adversidades, y lo seguirá haciendo. El día de hoy, unimos nuestros corazones en esta oportunidad de pasar la página, y mirar juntos a un nuevo futuro, uno que construiremos todos juntos, unidos, como el Caballero Dorado de Leo hoy solicita, que sea registrado en los libros sagrados del Santuario, como una promesa a cumplir en el futuro cercano, la promesa que hoy se hace con esperanza, y mirando al futuro. Tu turno, Aioria –terminó la Matriarca.

-Le agradezco… -le respondió Aioria, adelantándose, posándose frente a los pobladores, y mirando entre el público, encontrando a dos jóvenes, cada una curiosamente permaneciendo a extremos opuestos de la senda entre Cáncer y Leo-. El día de hoy, me presento ante el pueblo de Atenas, con la intención de sellar un Juramento de Unión. Desconozco si la persona a la que solicito de compañera, siquiera quiera corresponderme, la he lastimado, le he faltado al respeto, y esto bien podría terminar como la más grande humillación que un Caballero Dorado ha presentado ante el pueblo de Atenas. Sin embargo, es la única forma que veo posible, de que esa persona me escuche… -comentó Aioria, entristecido-. Como Caballero Dorado, he cometido errores, no soy perfecto como los pobladores creen, y en mi inexperiencia, ya sea de caballería o social, lastimé a muchas personas. Y voy a volver a lastimar a una de ellas, porque solo puedo elegir a una persona, pero esta vez, con Athena de testigo, requiero que quede algo muy claro. Esto, es lo que realmente dicta mi corazón –mostró su mano Aioria, en esta se lograba ver un anillo de oro con una incrustación de ámbar-. No estoy haciendo esto siguiendo una promesa a nadie, esta es mi verdadera convicción, y cargaré con las consecuencias de mis decisiones. Es por este motivo que… me sentiría honrado, Lithos… si pudieras aceptar este anillo de promesa de matrimonio… jurándote si es que lo aceptas, el desposarte una vez hayas alcanzado la mayoría de edad… -pidió Aioria, y de entre la multitud, se escuchó un sollozo, mientras una pequeña de cabellera esmeralda, no podía evitar las lágrimas-. Lithos… ¿te prometerías en matrimonio conmigo? –preguntó el de Leo.

-Aioria… yo… -comenzó Lithos, no sabiendo qué hacer, o si Aioria podía escucharla siquiera. Una mano se posó sobre su hombro, y llamó su atención, sorprendiéndose Lithos de encontrar a Marín junto a ella-. Se-señorita Marín… -se apenó ella.

-Aioria ha tomado una decisión… una que viene de su corazón, no de su responsabilidad… -le comentó ella, Lithos se apenó, y asintió-. Al menos puedo respetar eso. Esto no cambiará el hecho de que, al verme el rostro, no me queda otra alternativa que intentar asesinarlo por recobrar mi honor… pero… al menos puedo permitirte cumplir la promesa… adelante… -la ayudó Marín a llegar al frente, lo que logró poner nervioso a Aioria-. Lo nuestro… puede esperar… -susurró Marín.

-Ya sabía que no iba a lograr persuadirte de todas formas… -se deprimió Aioria, Marín lo ignoró, y se retiró, Aioria logró escuchar el sonido de una gota golpeando el suelo, y suspiró incomodado-. Lo lamento mucho, Marín… -susurró él, y entonces miró a Lithos con determinación-. Lithos… a lo largo de estos seis años que llevo de conocerte, formé una familia contigo, una familia que hoy está rota, e incompleta. Pero que deseo algún día restaurar… y hacer crecer… te repito que esto no es por perseguir una promesa a tu padre… es mi verdadera convicción… pero la última palabra, la tienes tú… ¿podrías perdonarme, y aceptarme como prometido? –le pidió Aioria, Lithos tragó saliva con fuerza, y sorbió por la nariz, lo que preocupó al de Leo- Imaginaba la respuesta un poco más conmovedora –admitió él.

-Y yo esperé a que me lo pidieras formalmente… no por mi padre… pero porque es lo que deseabas… por tantos años… -cayó sobre sus rodillas Lithos, sobresaltando a Aioria, quien miró en todas direcciones pidiendo ayuda, y mirando a Milo, quien movió su cabeza en negación, Aioria se molestó y comenzó a buscar a Mu, recibiendo el mismo mensaje-. Acepto… -respondió entonces Lithos, poniendo fin a las preocupaciones de Aioria-. Cuando tenga la mayoría de edad… dentro de 4 años… prometo unirme a ti en matrimonio, Aioria… -aceptó ella, mostrando su mano, misma en la que Aioria colocó su argolla.

-Yo no tengo una argolla… -susurró Saori, evidentemente celosa, Milo sintió la presión-. Y mi mayoría de edad es en 3 años… ¿tendré una argolla para entonces? –se burló ella, Milo solo gruñó para sus adentros, Saori sonrió divertida- Solo bromeo… -intentó decir ella, cuando sintió a Milo tomarle la mano, lo que la apenó- Estamos… en público… -susurró ella.

-Ya lo sé… -respondió Milo sombríamente, y sintiendo las miradas de molestia de al menos los Caballeros Dorados veteranos, ya que el recién nombrado y el par de Caballeros Dorados en entrenamiento, solo intercambiaron miradas divertidos-. Esto vale más que una maldita argolla… en especial si pienso en cierto maestro que me va a hacer mi entrenamiento imposible a partir de ahora… -bajó la cabeza Milo, sintiendo el cosmos agresivo de Saga.

-Puedes fingir que fui yo la que te tomó la mano… -susurró ella, Milo hizo una mueca, sabiendo que al menos Saga no se creería aquello-. Me escabulliré por la noche a curar tus heridas… -le susurró preocupada.

-Por favor no… ya déjalo así… -respondió él, Saori simplemente le frotó la mano, sabiendo lo mucho que el de Escorpio se estaba arriesgando, y comprendiendo, además, que esta era la forma de Milo de, poco a poco, labrar el camino a lograr sus objetivos. No importaba a quien tuviera que enfrentarse, él lo enfrentaría, por Saori.

Lemuria. Babilonia. Jardín de las Torres de Reloj.

-Caballeros de la Esperanza, mi nombre es Ares, el Dios de la Brutalidad en la Guerra –en medio de los Relojes de las Almas, y con la Torre de Babel de fondo, se posaba Ares, orgulloso, con Kyoko a su derecha, y mirando a una joven envuelta en una capucha blanca, quien se encontraba a la izquierda del dios-. Lejos, en el Santuario de Grecia, una falsa diosa que ha usurpado el nombre de Athena, ha logrado desconectar a las 12 Armaduras Doradas, del cosmos de su diosa, mi querida hermana, Athena –apuntó Ares a la joven en capucha blanca, quien temblaba, y aparentemente derramaba lágrimas de dolor-. Atacaron a traición por la noche… -continuaba Ares, mientras frente a él, 12 individuos revestidos en armaduras escarlatas con grabados dorados, escuchaban a sus palabras confundidos-. Con sus Dunamis, los sellaron en el tiempo –continuaba él, detrás de los 12 curiosos, los 9 Daimones se mantenían arrodillados-. Athena clamó ayuda a los Dioses Olímpicos, quienes enviaron a la Mercenaria de los Dioses, Eris, a proteger a Athena. Mi hermana luchó valientemente junto a las Seeds, ninguna de ellas sobrevivió, pero dio tiempo a los Daimones para su renacer, y ellos me regresaron a este mundo. Los 12 Titanes fueron derrotados, una de los suyos, capturada y sellada dentro de la Prisión de Marduk –apuntó Ares, los 12 se viraron a ver la prisión, sintiendo en sus cosmos a la divinidad encerrada en su interior, quien, en un charco de su propia sangre por las torturas, desplegaba un cosmos endemoniado-. En venganza… Cronos… en su endemoniada esencia maligna, levantó a la Atlántida y a Lemuria de las profundidades, iniciando el genocidio más grande de la era del hombre –explicó él, la chica en la capucha blanca se abrazó a sí misma por el dolor-. Y como último acto de su retorcida demencia, arrancó la divinidad de mi querida hermana. Hice todo lo que pude, pero sin importar mis esfuerzos, la Falsa Athena nos expulsó de nuestro Santuario. Los Daimones los trajimos aquí, a Lemuria, y les brindamos sus Armaduras de Vermilo. Sé que es difícil de creer, pero no soy el tirano que ustedes piensan. La guerra, mantiene a la humanidad fuerte. De no existir la Brutalidad en la Guerra, los humanos no desafiarían a los dioses… pero… ese genocidio… es algo que no puedo perdonar. Es por esta razón, que declaro mi alianza incondicional a Athena. Iré tan lejos como para someterme a sus órdenes, con tal de que me crean. Yo soy, un dios bondadoso… mi Brutalidad es producto de mi amor a los humanos… es solo gracias a la guerra, que han podido llegar tan lejos… -terminó él.

-Es suficiente… Ares… yo continuaré desde aquí… -comentó la chica en la capucha, quitándose la misma, y mostrando sus ojos esmeraldas-. Caballeros Dorados… mi esperanza… comprendo que desconfíen de las palabras de mi hermano Ares… y de la presencia de la Diosa Eris… -comenzó la joven, apuntando a Kyoko, quien bajó la mirada entristecida-. Pero he sentido el dolor del mundo, y puedo confirmar que al menos tres cuartas partes del mismo, ha perecido tragadas por las aguas… -lloró ella, sus Caballeros de Vermilo mirándola con tristeza-. Se han apoderado de mi nombre… se han apoderado de mis Armaduras Doradas… no van a apoderarse de esta tierra que tanto amo. Lucharé por ella, sea bajo el nombre de Athena… o de mi nombre mortal, yo soy Sasha, yo soy la Diosa Athena… y yo les juro, que este crimen no quedará impune… vistan Armaduras Doradas, o creaciones de Vermilo. Eso no importa… ustedes… son mi esperanza… y junto a ustedes, recuperaremos este mundo que nos han arrebatado… -lloró la diosa, los 12 frente a ella, lloraron también, conmovidos por el amor reflejado en su mirada-. En cuanto a mi hermano… Ares… y a la Diosa Eris… -se viró para verlos Sasha, Kyoko se preocupó-. Aunque la historia los conozca como grandes tiranos… hoy sello mi alianza con ustedes… los Dioses de la Guerra, al menos mientras yo viva… jamás entrarán en conflicto. ¿Tengo tu palabra, hermano? ¿Gobernaremos esta Tierra juntos? –preguntó ella.

-Nada me gustaría más, hermana mía –se adelantó una vez más Ares-. ¡Caballeros de Vermilo! ¡Daimones! ¡Yo Ares les juro que enfrentaré a cualquier enemigo de Sasha! ¡Sea Hades! ¡Poseidón! ¡O la Falsa Athena! ¡No descansaré hasta que la Tierra vuelva a pertenecer a Sasha! ¡La verdadera Diosa de la Sabiduría en la Guerra! –terminó Ares, sus Daimones vitorearon el nombre de Ares, los 12 Caballeros de Vermilo intercambiaron miradas, pero al final, Ares no les importaba, ellos hincaron sus rodillas por Sasha.

-Diosa Athena –comenzó uno de ellos, Dohko, el Caballero de la Libra de Vermilo, quien rugió como un Tigre furioso-. Aquellos que se han atrevido a dañar nuestra preciada Tierra… serán castigados. Yo, Dohko de Libra, juro que derrotaré a la Falsa Athena, ella a quien llaman Saori –rugió Dohko, Ares sonrió, y Kyoko, se entregó al llanto.

Océano Pacifico.

-Tengo hambre… -en medio del mar, un bote solitario al parecer había sobrevivido a la Gran Marejada, que había terminado por tragarse en su totalidad a cierta isla, de la cual milagrosamente dos sobrevivientes japoneses se las habían arreglado para salir-. Tal vez hubiera sido mejor que nos hubiéramos ahogado como todos los demás, es mejor que la alternativa de morir de inanición en medio del mar con nada para comer ni agua para beber –se quejaba un hombre pelón y fornido, a quien le dieron en la cabeza con una espada de kendo.

-Basta Tatsumi, estoy seguro de que, pese a todo este desastre, Shoko y Kyoko siguen allí afuera en alguna parte –se quejaba Suhiro Tokumaru, el padre adoptivo de Shoko y de Kyoko, cuya voluntad por volver a ver a sus hijas, logró mantenerlo con vida-. Voy a encontrarlas, y le partiré el rostro a ese Caballero Dorado por habérmelas arrebatado, solo espera y verás, ¡llegaremos pronto a Grecia! –apuntó Suhiro, manteniendo su pose, al menos hasta que su estómago rugió- Hace hambre, ¿verdad? –se quejó él.

-Moriremos solos, guapos y hambrientos. Ni siquiera sabemos en qué dirección está Grecia –se molestó Tatsumi, cuando de pronto, un Drakkar pasó a su lado, levantando agua, y salpicándolos a ambos hasta derribarlos de su bote.

-¡Jarl Siegfried! ¡Eso ha sido grosero! –se quejaba una Caballero Femenino, Natassia de Triangulo Austral, Suhiro no la conocía, pero había reconocido la armadura-. Permítame, no manipulan el cosmos, pero espero que entiendan lo que digo, ajem… -se aclaró la garganta Natassia, el par de japoneses intercambió miradas-. Nombre… Natassia… -se apuntó ella-. Ellos, Vikingos –continuó, el par de japoneses intercambió miradas de preocupación-. Remar… y recibir comida… viajamos… al Santuario de Athena… -terminó ella, Suhiro y Tatsumi intercambiaron miradas, asintieron, y los Guerreros Vikingos, les lanzaron cuerdas para ayudarles a subir.


Fin de la Saga de Eris.


Está hecho, por fin terminé de escribir aquel gaiden que en antaño no pude publicar, y que fue la razón de tanto sufrimiento personal. La razón de edición tras edición tras edición de Guerras Doradas Original. Básicamente, en estos momentos podría dejar de escribir esta historia, decirles que vayan y lean de la Saga de Ares de Guerras Doradas Original, y todos seríamos felices y contentos, pero no, el señor quería darle su identidad propia a Ciclo Infinito.

Verán, la intención original del Ciclo Infinito, era la de "parchar", todos los errores que la continuidad de la saga de Saint Seiya ha ido abriendo. De entrada, cuando Guerras Doradas original se escribió, no existía ni "Saintia Sho", ni "Soul of Gold", ni "Next Dimension", apenas y se había terminado el anime de "Lost Canvas", y el Manga de Lost Canvas no contaba ni con gaidens, ni con un final. Muchas cosas han pasado desde entonces, con decirles que "Omega" apenas iba a emitirse, y hablando de Omega, yo escribí sobre la "Torre de las 1,000 Batallas" que no era otra cosa que mi imitación de la Torre de Babel, muchísimo antes de que Omega metiera a la Torre de Babel, esto es una coincidencia, y no acepto que nadie diga que me estoy basando en Omega para nada, las coincidencias existen, y hay pruebas de que Ares/Marte tenían algo que ver con la Torre de Babel, así que allí seguramente yo hice la misma conexión que los guionistas de Omega por accidente. Vaya, es como decir que Hades está casado con Perséfone, obvio llegamos a la misma conclusión, la Torre de Babel fue construida en honor a Ares, si hasta Destripando la Historia lo dice. Lo único en lo que permitiré que me digan que soy un copión, es en la mirada penetrante de Marte, lo admito, lo único bueno que tiene Omega, son las expresiones oculares de Marte, pero nada más, el Ares original de GD no tenía esos ojos, me los pirateé, al Cesar lo que es del Cesar, lo único bueno de Omega es Marte como si fuera un Gurren Lagann.

Y bueno, ¿Qué sigue? Principalmente hacer unas cuantas aclaraciones, ya que terminando la Saga de Eris, existen diferencias muy marcadas con Guerras Doradas Original, principalmente las siguientes.

1 – Isaac será Marina de Poseidón.

2 – Aioria eligió a Lithos, no a Marín.

3 – El personaje de Arctos es básicamente la razón de existir del Ciclo Infinito, así que él seguirá siendo un personaje relevante.

4 – Shaka no es el Patriarca (en realidad no sé de donde salió esa idea).

Adicional a esto, y porque lo he visto mucho en los reviews: Sí, "Guerras de Troya" es el pasado oficial de Guerras Doradas – El Ciclo Infinito, igual que "Guerras del Ragnarok" es la secuela oficial. La Saga de Eris, tenía también por objetivo afianzar la relación entre las tres historias. Así que, si gustan ir a leerlas, pueden hacerlo. Una vez terminado El Ciclo Infinito, la siguiente tarea será terminar de escribir Guerras del Ragnarok, sobre Guerras de Troya, pienso actualizarla de poco en poco, esa historia es un poco más complicada de escribir… y me desanimé cuando ya no me dejaron reviews, para qué digo que no jajaja.

Entrando un poco más en el detalle de Guerras de Troya, me gustaría terminar de escribirla antes de la Saga de Zeus, y hablando de Zeus y Apolo, como algunos sabrán, en Next Dimension ya despertó Seiya después de muchos años, pero para mí fortuna personal, desde el canon de Guerras Doradas Original establecí que Zeus era dueño de 1,000 ejércitos, así que, poco de lo que pase con el Zeus canónico puede afectar a esta historia… Apolo por otra parte… modificaré la obra conforme vaya viendo avances. Ustedes confíen en mí, no es mi culpa que Kurumada no se retirara.

Por último, como he terminado de escribir la Saga de Eris, e independientemente de que ya escribí una Saga de Ares, antes de soltarme escribiendo la Saga de Ares versión Zack Snyder, tengo que volver a educarme sobre Lost Canvas, verme el anime completo una vez más, leerme el manga, los gaidens, todo sea por ser lo más fiel posible a las técnicas, personajes, personalidades, y demás información que me pueda ayudar a complementar la nueva versión de la Saga de Ares. Además de que ya desde ahorita he hecho cambios, y que Kyoko sigue viva… me encariñé con Kyoko, ahora quiero un Myth Cloth de Kyoko, ¿no me la regalan como pago por mi historia? Es broma, pero si quieren no es broma jajaja.

Por último, sobre Ares, los que leyeron la versión original, saben que Ares y sus Daimones, que la Torre de las 1,000 batallas, y todo lo ocurrido en Lemuria, es especial para mí, fue mi saga personal, en un mundo donde Ares no existía, e incluso, Ares sigue sin existir. Tal vez un día, la historia del Anti-Ares, se vuelva una realidad canónica, pero mientras tanto, la relación de Escorpio con Ares, es mi aportación personal predilecta. Espero que entiendan si me tomo mi tiempo en preparar esa saga, ya que… bueno… es mi saga… la razón por la que existe Guerras Doradas original, y que existe el Milori en FF además, ya que la historia de Milo contra Ares, fue lo que realmente me hizo pensar que, tal vez, había más potencial en su personaje de lo que todos le daban crédito. En fin, los leeré… espero que pronto.

POSTDATA: Kurumada, contrátame.